Claudia

Claudia era la chica con los senos más grandes de todo el instituto.

Claudia

Claudia era famosa en todo el instituto por el gran tamaño de sus senos. Dos grandes y jugosos melones que hacían las delicias masturbatorias de la gran mayoría de los varones del instituto. Rezaban para que llegaran los meses cálidos para que se pusiera sus ajustados y generosos escotes, lo que provocaba que un gran número de chicos que compartían sus clases fueran en perpetuo empalme durante todo el día. En esos días los baños del instituto estaban siempre muy cotizados, pues raro era el momento de entrar en uno y no adivinar que en alguno de los cubículos otro compañero se hallaba masturbando con sus pensamientos puestos en los pechos de Claudia.

Por su parte, Claudia disfrutaba de aquella fama y se tornaba deseosa de captar las miradas lujuriosas de sus compañeros, como le recorrían el cuerpo y sus ojos se agrandaban e iluminaban al llegar a su pecho. Esa lascivia se veía acentuada por el hecho de que Claudia no tenía novio, lo cual a ojos de la mayoría, suponía que estaba disponible, y que con un poco de suerte, uno de ellos podía acabar saliendo con ella y posando sus temblorosas manos en esos dos grandes cántaros del placer.

Corrían ciertas leyendas urbanas acerca de Claudia y sus enormes virtudes, la más extendida era que si los tocabas a piel desnuda, era imposible no correrte al instante. O la de que sus pezones sabían a miel. Por supuesto todas esas narraciones eran inventadas, pues era sabido por todo el mundo que Claudia jamás se había liado con chico alguno del instituto, lo que hacía que todas aquellas leyendas fueran más fantasías, que cuentos basados en algún relato mínimamente real.

Era una prueba común y socorrida el intentar visualizarla en los vestuarios del instituto antes o después de la clase de gimnasia, unos pocos decían haber llegado a mirar dentro, con las terribles consecuencias de correctivos escolares que eso supone, pero solamente habían conseguido ver a otras chicas, nunca a Claudia. Respecto a las otras chicas, esa saber popular que no se llevaban bien con ella, pues era el foco de atención y daba igual lo que hicieran el resto, que solamente conseguían ser un segundo plato.

Por eso cuando se corrió el rumor entre algunos chicos de que Claudia estaba dispuesta a mostrarlos a cambio de dinero hubo una mezcla entre incredulidad y esperanza. A nadie se le escapaba que la familia de Claudia pasaba por problemas económicos y sí que tenían que ser grabes para que ella se fuera a mostrar de aquella forma. La mayoría se lo tomó como una broma de mal gusto a la que no prestar la menor atención. Unos pocos, por si acaso, fueron con el dinero del almuerzo a los baños que indicaban el rumor, en la tercera planta, que se encontraba prácticamente desierta durante el recreo.

En total eran un pequeño grupo de siete chicos, entre 16 y 18 años, todos de bachillerato. Al entrar en el aseo femenino, buena opción por el de los chicos siempre estaban bastante más sucios, no parecía haber nadie. Uno de ellos soltó un "¿Hola?" que fue respondido abriéndose una de las puertas de los cubículos donde estaban los retretes, saliendo Claudia vestida con una camisa blanca de la que se trasparentaba un sujetador negro, con unos vaqueros azules y su ondulaba melena castaña cayendo por sus hombros.

Esta es la tarifa chicos: por vérmelas cinco euros, por tocarlas y lamerlas diez euros, por una mamada y correrte en ellas quince euros, por una cubana veinte euros. ¿Quién es el primero?

Rápidamente todos, aun alucinados por la increíble situación, comenzaron a rebuscar en sus bolsillos y mochilas a ver cuanto dinero tenían rezando por tener cuanto más mejor. Pasaron unos minutos en que Claudia miró divertida a ese grupo de chavales ya empalmados que buscaban a la desesperada su dinero. Tras unos momentos, dos de ellos se marcharon prácticamente con lágrimas en los ojos. Quedaron cinco que aguardaban temblorosos con el dinero en sus manos. Uno de ellos se acercó con el corazón agitado y algo asustado le mostró el dinero que llevaba; diez euros.

Entraron en el cubículo y Claudia cerró la puerta con pestiño para luego advertir al resto que si se atrevían a mirar les cortaría el pellejo que cuelga entre sus piernas. Una vez dentro Claudia lo sentó en la taza del water, todo parecía estar más limpio que de costumbre y en el colgador detrás de la puerta, estaba la mochila de Claudia en donde asomaban un paquete de toallitas húmedas de limpieza. Comenzó a desabrocharse la camisa blanca, mientras en joven con la respiración agitada y un más que evidente nerviosismo mantenía los ojos abiertos como platos. Colgó la camisa dejando delante de él dos enormes senos redondos y abultados, sujetos por un sostén algo pequeño para el tamaño de esos dos monumentos. El joven se relamía y jadeaba con los ojos desorbitados. Claudia se desabrochó el sostén por la parte delantera, en la junta que coincide con el canalillo, el movimientos los agitó e hizo temblar, para luego dar paso a una gloriosa liberación de dos perfectos y deliciosos pechos redondos, bien formados, firmes y turgentes, nada ciados y de tez delicadamente blanca, sin imperfecciones o venas ofensivas a la vista. Los pezones eran pequeños y lisos, al igual que la aureola, una redonda y rosada circunferencia de bendito paraíso. El joven los miró absorte. Era la cosa más maravillosa y hermosa que había visto en su vida. Lentamente, como quien se acerca a tocar un ángel, posó una de sus manos suavemente en uno de los pechos, notando como todo su cuerpo se estremecía de placer. Luego puso la otra mano en el otro seno y comenzó a disfrutar de su tiempo. Los acariciaba y apretaba, juntándolos y acariciando sus pezones. Comenzó entonces a lamer uno de sus pezones, sueva y tierno que pronto se puso erecto y firme cual caramelo dulce y jugoso.

Mientras el joven se deshacía en gozoso juego con sus pechos, Claudia contaba mentalmente el tiempo aproximado que iba a darle, sabiendo que nunca les parecería suficiente. Pasados unos escasos minutos Claudia lo separó y le indicó que su tiempo había llegado al final. Él, por supuesto, pidió más tiempo, en sus ojos se veía el ferviente deseo de continuar entre aquellos dos cálices de inimaginable placer sexual. Él argumentó su calentón, llevando la mano de Claudia a su entrepierna, extremadamente abultada. Ella le respondió que hubiera pagado más. Resignado mientras Claudia se volvía a vestir, el joven salió del cubículo desabrochándose los pantalones y obviando a sus compañeros entró en otro cubículo y es escuchó el evidente jadeo de una persona masturbándose. Desde dentro del cubículo se escuchó la voz de Claudia solicitando el siguiente. Ellos se miraron y sortearon quien sería el siguiente.

El siguiente mozo tuvo la desgracia de pagar diez euros por apenas unos segundos de placer. Pues fiel a la leyenda urbana, fue tocar uno de los pechos de Claudio y se corrió al instante. Avergonzado por la situación y enfadado consigo mismo salió el cubículo sonrojado y furioso.

Con quince euros el siguiente joven parecía más gallardo y mayor que el primero y mientras que Claudia se desvestía, él ya se estaba bajando el pantalón, dejando a la vista sus boxers profundamente abultados. Claudia repitió la escena de despojarse de la ropa. Éste más espabilado que los anteriores, disfrutó más que el resto de tocar y lamer los abundantes pechos sabiendo que luego le esperaba el mayor de los placeres. Cuando creyó haberlos sobado suficientemente, él mismo se cambió al lugar de Claudia, sentándola en el retrete y levantado su camisa en evidente gesto de que comenzara a mamar.

Ante de comenzar Claudia le advirtió que avisara antes de correrse. Se mojó los labios y bajó poco a poco los boxers del joven, lo que provocó que su polla saliera disparada de la prensa de ropa, mostrando un pene normal, muy erecto y caliente, con algo de líquido preseminal mojando el glande. Primero mojó toda la polla lamiéndola de arriba abajo sin introducírsela en la boca. Colocó su lengua formando una "U" en la parte inferior del cipote y lo rodeó todo con sus labios cubriendo el glande con toda la saliva guardada en su boca para luego bajar y comenzar a chupar aquella polla adolescente. El tamaño no daba para agarrarla también con la mano y sujetaba la base de la polla con los dedos de la mano, mientras la otra acariciaba las pelotas del joven, que no podía evitar jadear y soltar algunos gemidos. Claudia se esmeraba en el subir y bajar, usando su lengua para electrizar de placer el cipote del muchacho. El movimiento de su cabeza era constante y firme, y se introducía la polla hasta el fondo de vez en cuando. El joven suspiraba de placer, sus manos habían pasado de los hombros de Claudia a sus pechos, y mojándose los dedos, bajaba la mano para tocar y apretar los pezones de claudia y apretar sus pechos. El ir y venir continuaba y los jadeos del joven eran más que evidente para sus compañeros, que desde donde estaban escucharon un "¡¡ya!!". Claudia se separó rápidamente y comenzó a masturbar al joven que acto seguido con los ojos en blanco y una expresión de placer brutal en la cara, comenzó a chorrear semen sobre las tetas de Claudia. Los chorros caían dispersados por aquellas dos montañas nevadas. Claudia continuó cascándosela hasta que la última gota de semen apareció en la punta del capullo y el estremecimiento del joven cesó. Tras salir sonrió a sus compañeros y se marchó del servicio. Ahora solamente quedaban dos.

Claudia se apresuró a limpiarse concienzudamente antes de llamar al siguiente joven que resultó ser un chaval repetidor y bastante grande, que entró por la puerta con la polla ya fuera y tiesa, con veinte euros en la mano. Tuvo menos maneras que el anterior incluso y tras tocar los pechos poco tiempo, casi con desprecio, obligó con su fuerza a que Claudia comenzara a mamársela. Era una polla bastante grande, Claudia se esmeró lo mismo, utilizando todas sus artimañas para que se corriera rápido. El grandullón apretaba sus pechos con sus enormes manos. Cuando lo considero oportuno movió bruscamente a Claudia y se sentó en el retrete, a ella la obligó a ponerse de rodillas y comenzó a sobar sus pechos. Claudia se acercó más a él y cogió sus tetas para rodear la polla erecta del grandullón y comenzar a pajearle con ellas. La polla era lo suficientemente grande como para que cuando bajaba, Claudia pudiera lamer y chupar su glande. A pesar de cierto dolor por mantener sus pechos apretados, Claudia continuó con aquel movimiento de fricción e introduciéndose la polla del joven en la boca cada vez que bajaba. Notaba su respiración agitada y su estremecimiento. En un momento dado y por sorpresa, el grandullón cogió con las manos la cabeza de Claudia y apretó para abajo haciendo que está introdujese su polla enteramente en la boca al tiempo que decía; "he cambiado de opinión" para mover el mismo la cabeza de Claudia, follándole la boca. Claudia no podía resistirse por la fuerza y no tuvo más resignación que apoyar sus manos en las rodillas del joven y dejarle hacer mientras aguantaba la respiración. El grandullón movía la cabeza de claudia como si se follase su cabeza. Agarrándola fuertemente de la cabeza, la subía y bajaba a gran velocidad mientras suspiraba y se relamía. Tras unos pocos minutos se corrió en la boca de Claudia, aguantando su cabeza para que la polla entrase hasta el fondo. Claudia no tuvo más remedio que tragarse todo aquello si no quería ahogarse. Tras soltarla, el grandullón se vistió y le dejó el dinero. Tirada en el suelo, Claudia recuperaba la respiración. Cerró la puerta y con lágrimas en los ojos se limpió y vistió.

Se preparaba para salir cuando al abrir la puerta, encontró a último de los chicos, del que se había olvidado. Era seguramente el más pequeño de todos, joven de primero aún por terminar de dar el estirón. Con evidentes síntomas de nerviosismo preguntó: "¿Tienes cambio?". Mostraba un tembloroso billete en sus manos de cincuenta euros. A Claudia le pareció gracioso y mono, era más bajito que ella misma y se le veía muy jovencito. "Por eso cariño, te daré mucho más" contestó ella. Lo introdujo en el cubículo y lo sentó. Poco a poco se fue desnudando, de arriba a bajo. Hasta quedar completamente desnuda. Al chico se le veía agitado y nervioso, con vergüenza incluso de mirar. Claudia estaba exultante. Su entrepierna estaba depilada y solamente había un pequeño triangulito de bello muy recortado. Lo levantó y le dio un beso. Un beso como ella sabía darlos. Un beso que podía hacer derretirse a cualquiera. El chico se dejó llevar. Comenzó a desnudarlo. Efectivamente era un chico de unos dieciséis años. Su polla estaba erecta. Claudia dirigió sus manos para que comenzase a tocarla. Con inexperiencia y torpeza el joven apretaba sus pechos y lamía sus pezones, demasiado deprisa y nervioso. Claudia se sisaba para que fuera más despacio al tiempo que le masturbaba con una de sus manos. Para éste chico iba a dedicar más tiempo. Dejó que el joven se deleitase todo lo que quiso para luego sentarse ella en el retrete y comenzar a chupársela. El joven tenía espasmos de placer y parecía que contenía la respiración. Tenía sus manos apoyadas en los hombres de Claudia y esta se esforzaba en hacer su mejor trabajo. Cuando notó que estaba al máximo, paró y volvió a besarlo. Él la tocaba por todos lados apretando allí donde sus manos llegaban. Fue entonces cuando le sentó y ella se puso a horcajadas sobre él para follárselo. El joven no salía de su asombro y casi se desmayó al notar como su pene se introducía en el ardiente coño de Claudia. Ésta se acomodó y le guiñó un ojo al chico. Comenzó a moverse lentamente, haciendo un movimiento de vaivén con su cadera. Adelante y hacia atrás. El chico tenía los ojos en blanco y temblaba de puro placer. Claudia comenzó a aumentar el ritmo, cada vez más deprisa, mientras dejaba escapar pequeños gemidos de placer que hacían enloquecer al chico. Tras unos escasos minutos la abrazó hundiendo su cara en las enormes tetas de Claudia, corriéndose como nunca en su interior mientras su cuerpo sufría espasmos de placer. Su rostro metido entre las tetas de Claudia ahogaban los verdaderos gritos de placer de aquel joven. Claudia sorprendida y satisfecha por el placer que le había dado, a pesar de no haber recibido ella nada, sonreía al ver a aquel chico abrazado fuertemente a ella. Estuvo así unos momentos hasta que el joven se comenzó a separar, ella no se levantó y volvió a besarlo, él la respondió mientras tocaba sus enormes tetas, enormes en comparación con sus jóvenes manos que apenas podían abarcar una pequeña parte. Él las observó, se quedó maravillado de su belleza y comenzó a chupar sus pezones. Claudia se dejó y comenzó a tocarse. Con el chico aún dentro, a horcajadas del mismo, mientras él le sobaba las tetas y ella se masturbaba, estuvo un buen rato hasta que consiguió correrse.

Nunca más volvió a haber un acontecimiento de este calibre. A las pocas semanas Claudia dejó el instituto. Pero aquel joven nunca olvidaría la grandiosa manera en que perdió la virginidad.