Clásico Sudamericano

O de cómo Brasil y Argentina siempre terminan cogiéndose a México.

Clásico Sudamericano

O de cómo Brasil y Argentina siempre terminan cogiéndose a México

"¡Aaaaa! ¡ooooohhhh goood! ¡oh god! ¡oh god! ¡¡¡¡OOOOHH MYYYY GOOOOOD!!!!"

La hermosa hembra alcanzó a sacar su gran verga del interior del culo de su compañera y arrojó su carga completa de espeso semen sobre las dos enormes tetas que aquella le ofrecía; contemplar el hermoso espectáculo de aquellas dos "perras" en celo fue demasiado para mi ya incendiada mente y entre espasmos casi dolorosos saqué mi verga del delicioso ano que había estado taladrando por escasos cinco minutos y dejé caer mis mecos sobre las hermosas nalgas de la linda brasilera, quien todavía se estremecía sobre la angelical rubia, quien tendida de espaldas sobre el gran sillón de piel sintética, siguió jalando su propia verga hasta que consiguió dejarse ir sin reserva alguna sobre el abdomen de la morena y ésta, aún en éxtasis, tomó una generosa porción del semen de la argentina con sus dedos y lo llevó hasta su boca, donde lo saboreó con verdadero deleite.

Seguramente, amable lector, te preguntarás cómo un simple mortal como yo, sin ningún atributo especial, pudo quedar en tan celestial posición.

Todo comenzó un día antes, yo había estado buscando una forma verdaderamente "pirotécnica" de celebrar mi cumpleaños y entre la multitud de opciones que esta cochambrosa ciudad ofrece, vagando por Internet me encontré el anuncio de una estética que ofrecía un servicio "muy especial".

Después de investigar un poco en foros y mediante algunas referencias, por fin decidí hacer una cita, una voz con un acento indefinible atendió el teléfono y me informó que tenía un espacio libre para el día siguiente y yo, ni tardo ni perezoso "agarré al toro por los cuernos", sin siquiera imaginar que me esperaban un par de auténticos "pitones" para saborear… pero perdón, ya me estoy adelantando.

Tal vez pienses, calenturiento lector, que hacer lo que yo estaba a punto de hacer es algo fácil, sin embargo... nada más lejos de la verdad, los nervios y la excitación apenas me dejaron dormir y al otro día tuve que recurrir a todos los trucos inimaginables para concentrarme en mis labores cotidianas y, por si fuera poco, cuando por fin pude llegar al lugar de la cita, una mezcla de miedo, indecisión, cruda moral anticipada y nervios exaltados a la décima potencia no me dejaban entrar al local.

Aunque no podría asegurarlo, creo que le di por lo menos tres vueltas a la cuadra antes de decidirme a entrar; por fuera el sitio no se diferencia en nada de una estética normal de cualquier colonia de clase media alta, normal, en cualquier ciudad normal del mundo y por dentro... tampoco.

Finalmente, cuando los 10 minutos de tolerancia que me habían dicho que tenía estaban a punto de expirar, por fin me decidí a entrar, un sensor electrónico activó un timbre y de inmediato una linda carita se asomó de entre una cortina de cuentas de madera que cerraba la trastienda a miradas indiscretas.

"¿Hola amor? ¿Tú eres mi cita de las seis?", sip, era yo; "creí que ya no ibas a venir; pásale, siéntate, estoy terminando de arreglarme... sólo para tus ojos, nene", aunque las últimas palabras se me hicieron un tanto rebuscadas, mi insaciable amigo dentro de mis calzoncillos captó la verdadera intención de nuestra linda anfitriona y de inmediato reaccionó debajo de los pants que había elegido para vivir la ocasión lo más cómodamente posible.

Aunque seguramente sólo fueron un par de minutos, impaciente lector, a mí me pareció que ya había estado horas esperándola cuando la hermosa morena por fin salió de la trastienda enfundada en una pesada bata de algodón blanco, "Pásate de este lado" me pidió con aquel gracioso acento y una sonrisa digna de un ángel, al mismo tiempo que señalaba una especie de silla baja cuyo respaldo se inclinaba hasta la altura de un "lavacabezas".

Mientras yo me acomodaba, la hermosa mujer se deslizó hasta la entrada del local, dejando a su paso el penetrante "cliqueo" de su tacones de aguja golpeando contra las baldosas, cerró la puerta, colgó el letrero de "Cerrado" y corrió las persianas.

Una vez a salvo de miradas incómodas, la joven volvió hasta donde yo estaba, se irguió frente a mí en todo su maravilloso 1.72 de estatura, dejó caer la bata de algodón y por fin permitió a este infeliz mortal contemplar aquellas divinas formas apenas cubiertas por satín morado y encaje negro que resaltaban de manera deliciosa el apiñonado color de su piel.

Con una mirada maliciosa y la respiración entrecortada, la chica rodeó el banco donde me había sentado, contoneando frente a mi su redonda cadera de nalgas respingonas y dándome una inmejorable vista de aquel monumental par de piernas de muslos firmes y carnosos, que armonizaban a la perfección con unas pantorrillas deliciosamente delineadas por los enormes tacones.

En un estado de absoluta excitación, yo no había terminado de sentarme bien, de modo que la hermosa morena se inclinó sobre mí, apoyó una de sus manos en mi pecho, empujándome delicadamente hacia atrás hasta recostarme sobre el respaldo, mientras la otra dejaba correr sus dedos entre mi cabello, provocándome sensaciones casi eléctricas que corrían incontrolables hasta la punta de mis pies y de regreso hasta la base de mi verga.

"Por cierto, me llamo Dalida ¿y tú?" para ese momento, amnésico lector, mi nombre era lo último que importaba, mi universo entero se centraba en la punta de aquellos maravillosos dedos que masajeaban dulcemente mi cuero cabelludo y en la vista de aquel hermoso par de tetas menuditas que se inclinaban sobre mi cara, aún "cubiertas" por el satín y el encaje del sostén.

Para tener un mejor agarre de mi cabello (y de mi cadera) la joven pasó una de sus exquisitas piernas hacia el otro lado del banco y se sentó a horcajadas sobre mí, al mismo tiempo que abría la llave de una pequeña regadera y dejaba correr un abundante chorro de agua fría sobre mi cabeza.

El contraste entre el frío del agua y la calidez de sus hermosas nalgas que ya se frotaban con insistencia sobre mi cuerpo habrían sido suficientes para hacerme venir en aquel mismo instante, sin embargo

¡Tak, tak tak! "¡Xime! ¡Xime! ¿Estás ahí? Soy yo, Mila, abrime"

Ambos brincamos del susto, al mismo tiempo que veíamos a la puerta totalmente desconcertados, sin embargo, la chica pronto se sobrepuso y me volteó a ver con una pícara sonrisa "Nene, no sabes qué suerte tienes".

La hermosa morena se apresuró a dejar pasar a su amiga, "rápido, pásate que estoy con un cliente" y, de inmediato, la imponente rubia se escurrió por entre un resquicio en la puerta y a través de las persianas.

Sin quitarme la vista de encima, la rubia escuchó atenta a su amiga, quien le susurró algo al oído; conforme la escuchaba, la güera de acento argentino esbozó una amplia y retorcida sonrisa; así es, incrédulo lector, aquel combo brasilero-argentino, algo así como el "Dream Team" de Sudamérica, estaba a punto de abrirme las puertas del cielo.

Sin perder un segundo, la deliciosa rubia se perdió en los recónditos confines de la trastienda, mientras la morena me tendía la mano y me jalaba delicadamente hacia el sillón de piel sintética donde me había sentado para esperarla; una vez ahí, la chica pareció perder todo rastro de reserva, me acostó de espaldas y volvió a sentarse sobre mi pene y a mover sus caderas casi con furia, al mismo tiempo que aferraba mi cabello con ambas manos y me plantaba un beso que casi me absorbía el alma.

Antes de que yo pudiera reaccionar, la rubia apareció de atrás de la cortina de cuentas de madera, apenas cubierta por un bikini y un brasier de satín negros, que levantaban sus turgentes formas casi como una ofrenda al creador.

Con algo que sólo podría describir como urgencia, la argentina se abalanzó sobre nosotros y clavó su cara entre las nuestras para buscar acomodo y compartir un beso de tres bocas que a mí, dos minutos antes, me habría parecido imposible.

Nuestras lenguas se enroscaban con desenfreno entre ellas, casi como si tuvieran voluntad propia y, de la misma forma, mis manos se estiraron para alcanzar los dos suculentos traseros que, al sentirme sobre ellos, comenzaron moverse con frenesí en busca de embestir o ser embestidos.

Mientras yo deleitaba mi tacto con aquellos exuberantes globos, las dos monumentales hembras se separaron un poco de mí y comenzaron a compartir un beso que casi hace que mis ojos saltaran de sus cuencas, las chicas siguieron incorporándose hasta quedar de rodillas encima de mí y sus ansiosas manos comenzaron a buscar los pechos de la otra.

Con una delicadeza desconocida para cualquier hombre, envidioso lector, cada una despojó a la otra de su respectivo brasier, dejando al descubierto un panorama inigualable, casi celestial: los senos menuditos y morenos de Dalida se levantaban orgullosos y altivos frente a las enormes y blancas tetas de Mila, que muy pronto se acercaron a sus compañeras y las absorbieron en una especie de beso que estaba a punto de derretirme el cerebro.

Como te podrás imaginar, chaquetero lector, yo habría sido feliz simplemente observando el show, por fortuna para mí, las chicas no estaban dispuestas a dejarme ser sólo un observador y la hermosa morena, sin olvidarse de su cliente, poso una mano sobre mi pene y comenzó a masajearlo por encima del pantalón, la rubia no quiso quedarse atrás y muy pronto imitó a su compañera quien, tras unos segundos, buscó con su otra mano y comenzó a levantar mi playera para despojarme de ella.

Tan rápido como pude, pero sin dejar mi privilegiada posición debajo de aquellas monumentales hembras, me despojé no sólo de la camiseta sino de toda prenda que pudiera estorbar sus inquietas manos, que de inmediato comenzaron a acariciar mi pecho, mis piernas y, por supuesto, mi endurecida verga.

Yo tampoco, obviamente, quise quedarme quieto y pronto puse manos a la obra, mientras ellas seguían besándose, yo busqué a tientas las dos sorpresotas que sabía me esperaban debajo de las últimas prendas de las chicas y estirando un poco las telas pude liberar dos hermosos penes que se pusieron duros en cuanto mis manos hicieron contacto con ellos.

Con delicadeza comencé a masturbar a las dos chicas, quienes muy pronto comenzaron a gemir y a jadear tan fuerte, que por un microsegundo me pregunté si no podrían escucharnos desde la calle, sin embargo todas mis "preocupaciones" pasaron a segundo o tercer plano cuando la brasilera se recostó sobre mí y comenzó a besarme, al mismo tiempo que le ofrecía aquel hermoso culazo a la argentina, quien no demoró nada en comenzar a masajear con su cuerpo entero el delicioso trasero de su amiga.

Mientras tanto, la morena comenzó a mover su cadera sobre la mía, haciendo que nuestras vergas se rozaran deliciosamente, al mismo tiempo que besaba mi boca para luego ofrecerme su cuello, el cual yo besé y mordí con delicadeza, arrancando suspiros de placer de aquel ángel de fuego que verdaderamente gozaba de ser atendida desde ambos lados.

A iniciativa de la rubia, decidimos cambiar de posición, recostamos a la trigueña boca abajo en el sillón y yo me acomodé sobre ella mientras la argentinita alcanzaba un paquete de condones, abría uno y lo colocaba con absoluta maestría sobre mi pene.

Levanté los hermosos glúteos de la brasilera y luego comencé a empujar, guiado con dulzura por la güera, contra aquel delicioso culito, que de inmediato respondió a mi petición, abriéndose sin resistencia, pero brindándome un sabroso apretón que podría haberme exprimido hasta las ideas.

Así comencé a moverme, sintiendo las paredes de su intestino abrirse y cerrarse con cada embestida y deleitándome con la vista y la sensación de aquellas hermosas nalgas chocando contra mis ingles. De repente, la rubia (maldita) colocó la punta de su enorme verga sobre mi esfínter y sin siquiera preguntar dejó ir sus más de 15 centímetros de verga hasta el fondo de mis entrañas.

Un indefinible pujido salió de mi garganta mientras la argentina horadaba mi culo, lo cual, misteriosamente, hizo que mi verga creciera algo así como un centímetro más, lo cual de inmediato sintió la "perrita" que tenía yo enfrente, haciéndola soltar un gemido de placer.

No quiero mentirte, suspicaz lector, así que te diré, sinceramente, que no aguanté ni cinco minutos en aquella posición, la deliciosa tortura a la que me estaban sometiendo muy pronto me provocó un familiar cosquilleo en la base de la verga y antes de lo que puedo contarlo, ya me estaba vaciando dentro del intestino de la hermosa morenita.

Mis exhaustas piernas fueron incapaces de sostenerme un minuto más y me abandonaron de tal forma que caí sobre el sillón, arrastrando a aquellos dos mujerones junto conmigo. Nunca supe exactamente cuál de las dos fue, pero me despojaron del condón y de repente sólo lo vi volar al bote de basura.

No estoy muy seguro de cuánto tiempo pasó, pero habiendo recibido lo que quería, comencé a levantarme para vestirme y emprender el regreso a casa, sin embargo, en cuanto sintieron mis intenciones, las dos chicas me retuvieron y me obligaron a permanecer recostado sobre el sillón, me hicieron bajar las piernas, acomodaron una toalla en el piso y, al unísono, las dos beldades se arrodillaron y comenzaron a mamarme el pito.

Sin dejar de acariciarse una a la otra, ambas se alternaban entre mis huevos y mi verga, lamiendo, chupando, mimando y compartiendo un ocasional beso cuando sus bocas se encontraban en algún punto del camino.

Más pronto de lo que te lo cuento, escéptico lector, mi falo volvió a levantarse casi "de entre los muertos" ante la mirada divertida de las chicas, quienes pronto buscaron otra vez acomodo.

Argentina se tendió de espaldas y trepó sus piernas sobre los hombros de Brasil, quien con un solo golpe dejó ir su morena verga dentro de aquella hermosa cola rubia, cuya dueña sólo cerró los ojos y emitió un delicioso quejido de placer, que me puso la piel chinita.

Mientras la güera se masturbaba y al ver que yo no atinaba a reaccionar, la morena volteó a verme y en un entrecortado susurro me reclamó "¿y tú qué esperas, nene? Te quiero adentro", como hipnotizado al ver aquellas dos reales hembras cogerse, coloqué mi verga en el oscuro túnel de la carioca y lentamente le dejé ir todo mi armamento.

Cuando me sintió por completo adentro, la chica comenzó a marcar el ritmo para nosotros dos, sincronizándonos perfectamente y así nos tuvo largos minutos, sin embargo, fue ella misma la que ya no aguantó mucho.

"¡Aaaaa! ¡ooooohhhh goood! ¡oh god! ¡oh god! ¡¡¡¡OOOOHH MYYYY GOOOOOD!!!!"

Aguantando los estremecimientos, Dalida alcanzó a sacar su gran verga del culito Mila y arrojó su carga completa de espeso semen sobre las dos enormes tetas que aquella le ofrecía; contemplar el hermoso espectáculo de aquellas dos hermosas hembras coger como "perras" en celo fue demasiado para mí y con apuros saqué mi verga de la delicada funda que me lo había estrujado por escasos cinco minutos y dejé caer mis mecos sobre las hermosas nalgas de la linda brasilera, quien todavía se estremecía sobre la angelical rubia, mientras ésta siguió masturbándose frenéticamente hasta que eyaculó en abundancia sobre el abdomen de la morena, quien, aún en éxtasis, tomó una generosa porción del semen de la rubia con sus dedos y lo llevó hasta su boca, donde lo saboreó con verdadero deleite.