Clases Privadas

En ocasiones enterder la clase en el colegio no es tan sencillo como con un maestro particular, que te pone y te hace poner toda la atención de manera muy personalizada.

Clases Privadas

Por Georgina del Carmen

Somos una familia de clase media, en la que mis padres, ambos, tienen que trabajar para vivir con medianas comodidades. Soy hijo único, estudio la preparatoria y actualmente tengo 18 años. Mi padre es contador en una compañía de importaciones y mi madre es maestra en un colegio particular, en el turno matutino.

Aunque con el sueldo de ambos se sufragan los gastos familiares, siempre están en busca de una entrada económica extra. Mi padre hace contabilidades particulares de personas físicas independientes los fines de semana y mi madre, por las tardes, diariamente da clases privadas aquí en casa, en una habitación habilitada como despacho.

Cuando mi madre esta dando la clase, no tolera ser interrumpida, durante las dos horas que dura la clase, así se esté incendiando la casa, por lo que cuando se encierra con sus alumnos nadie puede entrar al despacho, ni distraerla por ningún motivo. A lo que ya estabamos habituados.

Hace aproximadamente 8 meses, cuando mi madre estaba dando la clase, tuve que salir al lavadero, ubicado en la parte trasera de la pequeña casa que arriendan mis padres, a ese lugar da un pequeño tragaluz que ilumina de forma natural el despacho donde mi madre da las clases y uno de los cubos que lo conforman esta roto pudiendo mirar para adentro por el orificio. Sin tener un motivo determinado, quizá solo por curiosidad, me asomé por aquella rendija del tragaluz, a riesgo de ser visto por mi madre y recibir agrio regaño y el castigo respectivo. Vaya sorpresa que me llevé, no podía creer la escena que estaba viendo.

Mi madre estaba con la blusa desabrochada y sus suculentas tetas fuera del brassiere, la falda subida hasta la cintura y sus pantaletas rojas bajadas a mitad de los regios muslos, se encontraba empinada sobre el escritorio y tras ella, con el pantalón bajado hasta los tobillos, su alumno, un chavo casi de mi edad, tal vez un año mayor. Se la estaba cogiendo, la verga del chico entraba y salía del cuerpo de mi progenitora innumerables veces mientras ella movía las hermosas nalgas que posee, estando el alumno asido de sus magnificas chiches.

Ignoro cuanto tiempo le habrían dedicado a coger, pero a los pocos minutos el joven sacó la verga de entre las nalgas de mi madre y eyaculó sobre ellas, tras lo cual mi madre se subió las pantaletas sin limpiarse el esperma vertido en su trasero y ambos se arreglaban la ropa. Quince minutos después ambos salieron del despacho como si nada hubiera pasado y se despidieron.

Mi madre se llama Elvira y aunque es una mujer madura, se puede decir que no es vieja, tiene 42 años, siempre a sido delgada con un cuerpo bien delineado, con frondosas chiches, carnosas y redondeadas nalgas, no es fea, de piel blanca y cabello castaño, la verdad esta bien buena y en su juventud era un "culito altamente cogible" como se pude ver en fotografías de años atrás.

Era la primera vez que le veía las chiches y las nalgas a mi madre, no me causo enojo lo que había presenciado, sino solo una gran sorpresa que mi madre fuera capaz de coger con jóvenes de casi mi edad poniéndole el "cuerno" a mi padre quien seguramente ignoraba lo que mi madre hacia en el despacho. No podía asegurar que esa fuera la primera vez que Elvira, mi madre, aflojara las nalgas con el alumno o ya lo había hecho antes y más aun que lo hiciera con otros.

Durante el día estuve pensando en lo que había descubierto, las escenas se repetían constantemente en mi mente y aun dudaba de lo que había visto, sin embargo involuntariamente se me paraba la verga cada que lo recordaba. En todo momento no podía apartar la vista del cuerpo de Elvira y mentalmente la volvía a ver con las pantaletas bajadas y las tetas de fuera dejándose coger. Inevitablemente me ponía caliente y aun en contra de mi voluntad se me paraba la verga.

Con ansiedad esperé a que llegara el día siguiente a la hora de clase, en esa ocasión le tocaba recibir la cátedra a un joven distinto del que se la había cogido el día anterior. Este alumno era igual de joven que el otro. Puntualmente a las 5 de la tarde llegó el joven y se metieron al despacho. Yo con la velocidad de la luz, salí al lavadero y me instalé en la ranura del cubo roto del tragaluz.

Mi madre se sentó tras el escritorio y el joven en la silla del frente. Abrieron algunos libros que leían y el alumno hacia anotaciones en un cuaderno. Creí que no habría nada de lo que yo buscaba ver y que tal vez solo cogía con el de la vez anterior. Había pasado casi una hora y no pasaba nada extraño, ya estaba por dejar de espiarlos víctima del aburrimiento. Pero mi paciencia dio los frutos esperados.

Elvira, mi madre, se levantó dando vuelta al escritorio acercándose al chico, quien dejó su pluma y cuaderno separando un poco del escritorio la silla que ocupaba, mi madre sin mas se sentó, de manera transversal, en las piernas de su alumno y este metió una de sus manos por la abertura del vestido que ella portaba tocándole sus firmes piernas que acariciaba con descaro. Enseguida se fundieron en un apasionado beso en la boca y la mano del muchacho se trasladó a las tetas de mi madre por debajo del escote del vestido y solo se veía el movimiento de su mano en las chiches ante la complacencia de ella.

Elvira se puso momentáneamente de pie, cosa que aprovechó el joven para acomodarse la verga al centro apuntando hacia arriba y mi madre se sentó nuevamente, ahora, en el vientre del joven poniendo plenamente sus ricas nalgotas en el bulto del camote de su casual amante. Ahora el chico con ambas manos tocaba el cuerpo de ella, especialmente por las chiches y las piernas, mi madre contorsionaba su cuerpo arremolinando su trasero en el falo del chico y en su semblante denotaba lo cachonda que estaba al igual que el caliente estudiante.

Minutos mas tarde mi madre volvió a ponerse de pie, esta vez para deshacer el nudo del lacillo que sujetaba el vestido por la cintura, su vestuario se abrió como si fuese una bata despojándose de ella, Elvira quedó solo en ropa interior, un brassiere de media copa realzando sus excelentes senos, una pantaletas tipo tanga de encaje y un pequeño liguero que sujetaba sus medias, así como las zapatilla de tacón alto, todo en color negro. Se veía extremadamente excitante el contraste del color de su lencería con la blancura de su piel, amén del cuerpazo que tiene.

El chico no desaprovechó la situación para besarle las nalgonas que devoraban las minúsculas pantaletas, mi madre se recargó en el escritorio separando los muslos para facilitar a su joven amante el disfrute de sus regias nalgotas que besaba y lamía metiendo su rostro entre ellas, para lo cual le hacia a un lado los sensuales calzoncitos, en el rostro de Elvira se notaba la lujuria que le proporcionaba su joven picador.

A continuación mi madre se soltó el sostén liberando sus tetonas, su alumno trataba de quitarle las pantaletas logrando bajárselas a mitad de las sabrosas piernotas, pero Elvira se dio media vuelta exhibiendo su abultado y extremadamente velludo Monte de Venus y algo dijo al calenturiento chavo, éste se puso en pie y mi madre se colocó frente a él inclinándose al tiempo que le bajaba el cierre de la bragueta sacándole la verga que estaba en total rigidez y la colmaba de besos en la cabeza y recorría el tronco con su lengua hasta los güevos para volver a subir y meterla entre sus labios para mamársela.

Giraron un poco y mi madre empinada me apuntaba con sus exquisitas nalgas que se abrían para dejarme ver su redondo culito rodeado de negros vellos así como su raja sexual, sentía que me venia ante tal escena, me saqué la verga para chaquetearme con la confianza de que en casa no había nadie que interrumpiera el candente espectáculo.

Cuando mi madre se cansó de mamarle la verga, que metía en su boca hasta que sus labios tocaban el vientre del escolapio, se incorporó y el muchacho terminó de quitarle las pantaletas. Pude ver nuevamente su impresionante vellosidad pélvica que tanto me excitaba, se sentó sobre el escritorio apoyando los codos en él y separando las piernas ampliamente, el chico se sentó en la silla y metió su rostro entre los muslos de mi madre para mamarle la suculenta y peluda panocha, el rostro de mi progenitora revelaba los placeres que el chico le proporcionaba y movía la boca diciendo algo inaudible para mí, pero seguro alentándolo a seguir dándose un "banquete" con la jugosa vulva de Elvira.

Vino lo mejor, el muchacho se incorporó y encaminó su falo entre los muslos de mi madre penetrándola, levantó las piernas de Elvira sujetándola por los tobillos lo mas alto que pudo sin dejar de balancearse en el mete y saca de su verga en el sexo de su cachonda maestra. Luego vinieron los constantes cambios de pose cogiéndose a mi madre en variadas posturas. Por momentos no podía tener la certeza de que a mi madre se la estuviera cogiendo por la vulva o por el culo. Como días después pude comprobar con otros de sus febriles alumnos que se la cogían también por su delicioso culito.

Quizá mi madre ya había tenido su o sus orgasmos, pero el momento culminante para el muchacho llegó, mi madre se puso en cuclillas chupándole la verga y en un momento el joven sacó la verga de la boca de Elvira bañándole el rostro de esperma, ella lo recibía con la boca abierta donde le caían algunos chorros de leche sin que los escupiera, el resto cayó en su cara y chiches, aunque ella después de la eyaculación aun seguía chupándole la macana. La clase había terminado.

A partir de entonces diariamente por las tardes, estoy pendiente de las clases de mi madre para disfrutar de las tremendas cogidas que le dan mientras yo tengo que conformarme masturbandome ante el lascivo espectáculo. No todos sus alumnos se la cogen, algunos se pierden del exquisito cuerpo de mi madre. Pero ya conozco a quienes si la fornican y no pierdo la oportunidad de ver como se la culean.

Es por demás decir lo que se me antoja mi madre para cogérmela, aun vestida la visualizo encueradita en las poses que adopta cuando sus alumnos se la están cogiendo y quisiera ser uno de ellos.

A últimas fechas he tratado de que mi madre sepa de las ganas que le tengo y no disimulo mis morbosas miradas a su sabroso cuerpo, ni el bulto que hace mi erección bajo mi ropa, ella parece que no se da cuenta, pero si le gusta ser cogida por jovencitos aquí estoy yo mas que dispuesto a darle placer y disfrutar de su exuberante y cachondo cuerpo. En tanto pueda pasar algo entre nosotros me seguiré masturbando pensando en su sabroso cuerpo.

Georgina del Carmen

Relato elaborado basándose en datos proporcionados por el ciber amigo Temascal_07 quien asegura son verídicos y autoriza su redacción y publicación, por lo que lo pongo a su consideración.