Clases particulares para otra amiga de mi madre.

Mi fama como profesor de fitness va creciendo y Paula, otra vecina y amiga de mi madre, decide probar mis clases particulares...

Recomiendo leer la primera parte para una mejor comprensión, aunque tambien se puede saltar y leer directamente este.

Clases particulares para la amiga de mi madre.

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Veinte euros me encontré en la mesa de la cocina cuando me levante el domingo a las dos del mediodía.

—Cógelos— Me dijo mi madre— Son por las clases de Elena.

— ¿Veinte? Si ha venido dos días solo. Por poco más se paga un mes entero en un gimnasio de verdad…

—Yo también pensaba que te iba a dar menos pero oye… dice que está muy contenta. Me ha pedido que te avise que mañana viene a las ocho. ¿Qué tal estas tú con ella por cierto?

—Bien… Sin más, tampoco la puedo poner muchos ejercicios porque tiene agujetas por todos los lados, pero bien.

Por supuesto no la iba a decir que su amiga me había puesto la polla dura como un canto, que la había dado un masaje en ropa interior con el único objetivo de meterla mano y que tras hacerlo la había echado un polvazo increíble hasta dejarla empapada de leche. Y menos aún la podía decir que pensaba volver a tirármela todos y cada uno de los días que viniera a mi casa.

Bajo esa premisa preparé mi clase del día siguiente. La recibiría con poca ropa, la sobaría disimuladamente, restregaría mi cuerpo contra el suyo, los recuerdos del día anterior nos invadirían a los dos y acabaríamos follando tirados en el suelo. Ese era mi plan a llevar a cabo y que no dudé en práctica en cuando toco a mi puerta.

—Buenos días preciosa— La saludé agarrándola de la cintura y atrayéndola hacia mí para darla dos besos.

— ¡Quieto! — Me espetó Elena poniéndome la mano en el pecho y alejándose de mí— Vamos a dejar las cosas claras. Lo del otro día pasó y ya está, es algo que está ahí y fin. No va a volver a suceder y ninguno de los dos va a decir nada, ¿Esta claro?

Me quedé petrificado durante unos segundos pero quizás debía haber previsto esa reacción. Al fin y al cabo Elena era una mujer casada y tenía que protegerse de alguna manera.

—Vale, tranquila. De mi boca no saldrá una palabra. ¿Comenzamos con el entrenamiento?

No le di mayor importancia y proseguí con mi plan. No hice nada por evitar que viera como mi bulto comenzara a aumentar de tamaño mientras veía como sus tetas botaban en el calentamiento y en cuanto pude, explicándola un ejercicio, la hice notar mi dureza apretando mi paquete contra su culo.

—A ver… ¿Qué estás haciendo? — Volteó la cara muy seria— ¿No me has entendido?

—Venga ya— Dije yo agarrándola de la cintura y pegándola más contra mi cuerpo—Si lo estas deseando…

—Déjame— Se zafó de mi— Que no va a pasar nada, entérate.

—Pues el otro día bien que te gustaba esta polla, bien que pedias más…

—El otro día fue el otro día. Mira, quizás se me fue un poco de las manos, me pase de lista porque te quería provocar y al final… por tonta. Pero estoy casada y además… ¡Te saco veinte años! He estado a punto de no venir pero si he venido ha sido porque ya lo había hablado con tu madre y si no venía más iba a parecer muy raro… Así que vamos a llevar esto como una clase normal y punto ¿Vale?

—Vale, si eso es lo que quieres. Pero una cosa te digo… Tú a mí me pones mucho y voy a estar todo el día con la polla dura…

—Pues te vas al baño y te haces una paja— Me cortó— Pero la polla guardada en tu pantalón.

Me sentí como si me hubiera chocado contra un muro a ciento veinte kilómetros por hora. Desde luego había poco que rascar y me calentón en ese momento era bastante grande. La tensión se palpaba en el ambiente e irremediablemente la frialdad con la que nos hablábamos hizo que mi estaca recobrara su estado natural.

Cuando la lleve a hacer abdominales, el ambiente parecía haberse relajado un poquitín así que estando los dos tumbados en el suelo traté de entablar una conversación sobe lo ocurrido de una manera formal y seria.

—Oye ¿Te puedo preguntar una cosa? ¿Por qué dijiste que me querías provocar el otro día?

— ¿Por qué? Bueno, el primer día ya te vi cómo te pusiste y la verdad es que me sentí halagada de pensar que yo te excitaba entonces quise provocarte un poco…

— ¿Excitarme otra vez?

—Si… Quería excitarte y ver si se te ponía otra vez así…

—Como para no excitarme…

—Ya, quizás lo del masaje en ropa interior… Me pase un poco y la verdad es que me calentó el pensar cómo te estaba poniendo… ¡Y tú que no te cortaste un pelo en sobarme entera! Pues me dejé llevar…

— ¿Te gustó? — Pregunté incorporándome y mirándola a los ojos por primera vez.

Elena se encogió de hombros antes de contestar y luego replico entre dientes.

—No estuvo mal.

— ¿No estuvo mal? ¿Solo eso?

— ¿Qué quieres que te diga? Un tío con tu cuerpo, bien dotado, con el calentón que teníamos… ¡Claro que me gusto y lo sabes! ¡No me hagas arrastrarme encima capullo!

Sabía que tarde o temprano me la volvería a follar. Más temprano que tarde concretamente. A la siguiente clase vino con unos pantalones cortos enseñándome sus preciosas piernas por completo y una camiseta ajustada de tirantes que marcaba sus pechos como nunca por lo que no pude ocultar mi erección. Traté de meterla mano durante los ejercicios y aunque volvió a protestar como el día anterior, la note mucho más receptiva por lo que seguí sobándola en cuanto podía hasta que llegamos a la parte de los abdominales. Verla tumbada en el suelo poniéndome el culo en pompa o abriéndose de piernas con su minúsculo pantalón que excitaba tanto acabe sentándome en el sofá con la polla fuera y haciéndome una paja mientras la miraba.

—Me parece muy bien que no quieras follar, pero a mí me pones como una moto y o me masturbo mirándote o me muero.

Según termine la frase me llamo enfermo y degenerado, pero antes de treinta segundos estaba sentada en el sofá alado mío haciéndome ella la paja, en menos de otros treinta segundos mi mano ya estaba debajo de su pantalón palpando la humedad de su coñito, en unos minutos la paja me la estaba haciendo con la boca y poco después estábamos los dos desnudos y follando como bestias.

Los siguientes días ya no hubo juegos absurdos. Según Elena entraba en mi casa nos íbamos a la habitación a follar.

Elena siguió viniendo a “las clases” y pagando a mi madre puntualmente. Mi progenitora, viendo como recibía veinte euros semanales por apenas tres horas de clase echó cuentas y decidió sin consultarme ampliar el número de clientas de mi gimnasio particular.

Paula, la vecina del primero y del grupo de amigas de mi madre iba a venir esta tarde a probar mis clases. Al principio quise oponerme a tal idea principalmente porque a esas horas mi madre también estaba en casa y en cierto modo me daba vergüenza “trabajar” delante de ella, cosas de la inmadurez, y porque con Paula no tenía tanta confianza como con Elena. La única relación que tenía con Paula era saludarnos cuando nos cruzábamos por el portal, ninguna más.

Por otra parte, Paula tampoco se conservaba mal. Tendría alrededor de cuarenta y cinco años, rubia y unos cinco centímetros más alta que yo. Alguna mirada furtiva ya le había echado a su trasero y había confirmado que lo tenía bastante apetecible. De pechos tampoco iba mal y hasta donde yo sabía era divorciada y sin hijos.

Llegó sobre las seis de la tarde y tras un buen rato de charla con mi madre escuché como venía hacia mi habitación.

— ¿Dónde está mi monitor personal? —Preguntó tocando a la puerta.

Levanté la vista del ordenador para saludarla y quedarme atónito ante ella. Sin esos abrigos y vaqueros con los que la solía ver y con esas mayas idénticas a las de Elena y esa camiseta de tirantes enseñando un piercing en el ombligo estaba realmente rica. Nada que envidiarle a Elena desde luego, a pesar de contar con unos años más.

La llevé hasta la habitación de al clase haciéndola una radiografía de cuerpo completo. Unas piernas delgadas pero unas caderas anchas con un buen culo terso y firme. Una tripa sin grasa y tonificada y unos brazos lindos sin piel colgante. Se conservaba mejor que muchas de mi edad. Paula estaba acostumbrada al ejercicio sí o sí.

Me salté la parte del calentamiento ya que mi madre insistía siempre en que no saltará sobre el parqué del suelo y con ella en casa ni se me pasaba por la imaginación hacerlo así que me puse directamente a explicarle los ejercicios a Paula. Tras las primeras repeticiones, observé cierta desgana en sus movimientos con las pesas.

— ¿Va a tardar mucho tu madre en irse?

— ¿Irse? ¿A dónde?—Pregunté extrañado.

Paula se encogió de hombros.

—Pensaba que íbamos a estar solos durante… la clase.

La mire con incredulidad pero no le di mayor importancia. Paula en cambio volvió a la carga al cabo de apenas un minuto.

— ¿De verdad me vas a dar la clase con tu madre alado?

—Bueno, tampoco creo que nos vaya a molestar…

—Pues si a ti no te importa… a mi menos. ¿Empezamos con la clase o qué?—Dijo dejando las pesas en el suelo.

—Ehhh… Ya estamos en ella.

—No te hagas el tonto— Dijo caminando hacia mí— Quiero una clase como las que le das a Elena.

— ¿Perdón?

—Mira, yo al gimnasio ya estoy apuntada así que no necesito que me enseñes hacer abdominales. Mis necesidades, desde que estoy divorciada, son otras— Dijo mordiéndose el labio.

—Entiendo.

—Y Elena me ha contado que tienes una buena herramienta con la que satisfacer todas las necesidades que una mujer pueda tener—Me susurro en el oído y acto seguido me agarró de las manos y me las llevo a sus tetas. Una mano en cada una— ¿Mis tetas te gustan?

Vaya si me gustaban. Eran grandes, lo suficiente como para que sobresalieran de mis manos al apretarlas, y tenían un tacto perfecto a través de la camiseta. Todavía con sus manos sujetando las mías, palpé y aplasté sus pechos todo lo que pude.

—Joder… Me encantan…

— ¿Eres un chico discreto verdad?

—Más que Elena, sí.

Paula rio y sus manos se posaron sobre mi abdomen y comenzaron a descender lentamente hacia mi entrepierna la cual ya lucia bastante abultada. Se mordió los labios y directamente me agarró la polla y comenzó a restregar su mano contra ella

—Buffff, estas muy bien armado…

Mis manos bajaron a su cadera y de allí a su culo. Acerqué su cuerpo contra el mío para sobarla cómodamente sus glúteos. Mi empalme ya era total.

—Vaya culito tan rico.

Paula se dio la vuelta e inclinando su tronco apoyo las palmas de la mano contra la pared para dejarme su culo en pompa. Yo, que en ningún momento la había dejado de tocar, coloqué las manos en sus caderas y aplaste mi paquete contra su culo. Paula comenzó entonces a mover sus caderas arriba y abajo para frotar mi polla contra su portentoso trasero.

— ¿Te gusta mi culo? A mí me encanta sentir tu polla dura contra él…

—Joder, porque esta mi madre ahí fuera que sino…

— ¿No decías que no nos iba a molestar? Estoy muy cachonda… Y quiero que me folles ahora mismo— Susurraba con la voz entrecortada Paula.

—Me muero de ganas pero no te puedo follar ahora… No me esperaba esto…

—Escúchame guapo— Dijo Paula dándose bruscamente la vuelta y agarrándome de la camiseta— Yo he venido aquí a que me follarme una buena polla y no me voy a quedar con las ganas.

Paula me soltó y se sentó en el banco de pesas.

—Sácate la polla ahora mismo.

—Bueno, un segundo solo y ya está— Dije poniéndome de espaldas a la puerta.

Paula se relamió. Metí la mano bajo mi pantalón, agarré mi rabo, ahuequé el pantalón y lo bajé por debajo de los huevos. Paula abrió los ojos de par en par.

—Vaya polla chaval, que gorda… vaya venas y vaya huevos tan grandes…— Y según lo decía estiró la mano y me la agarró por la base para pajearme.

Me subí el pantalón y saqué su mano abruptamente.

—Ya vale… Como entre mi madre.

Paula se levantó llevándose la mano a la boca y saboreando los dedos con los que me acababa de tocar la polla.

—Mira niñato, llevo seis meses sin catar un hombre así que bájate el pantalón ahora mismo y déjame comerme la pedazo de polla que tienes o ahora mismo voy donde tu madre y le digo que has intentado abusar de mí y que te estas follando a Elena.

Paula me miraba a los ojos sin pestañear con una mirada que realmente imponía lo suyo. “¿Quieres rabo?” pensé. Pues lo iba a tener.

—Ven aquí— Respondí con autoridad bajándome los pantalones mientras caminaba hacia la puerta y me echaba de espaldas contra ella.

Paula camino hacia mí sugerentemente. Me agarró el cipote con dureza y nuevamente me susurro al oído.

— ¿Vas a aguantar como un hombre o te vas a correr en mi boquita a las primeras de cambio?

—Me puedo correr en tu boca y luego follarte como te mereces—Respondí contundentemente.

Sin soltar mi polla, Paula se agachó lentamente doblando las rodillas, se puso mi rabo a escasos centímetros de su cara y mirándome lascivamente, sacó la lengua y me lamió el cipote de abajo a arriba acabando con un beso en el capullo. Sonrió pícaramente, volvió a besar mi capullo y se lo metió en la boca, succionando y jugueteando con su lengua. Volvió a dar un par de lametones y beso mi polla por todo su tronco. Acto seguido, bajo a mis huevos los cuales sujetó con la mano izquierda y masajeo con dulzura antes de llevarlos a la boca enteros. Con su mano derecha y sin sacarse mis huevos de la boca, comenzó una paja a un ritmo elevado. Su lengua recorría mis testículos de un lado a otro, con su nariz clavada contra la base de mi rabo y su mano subiendo y bajando sin descanso.

Una vez los hubo dejado limpios por completo, los soltó y susurró un “Prepárate” para comenzar con una mamada espectacular. Sin dejar de pajearme con la mano, comenzó a engullir mi polla todo lo que podía. Subía y bajaba la cabeza, sin llegar a dejar mi capullo al aire libre en ningún momento, dejando una enorme cantidad de babas por toda mi polla. El placer era terrible. Sentía toda la sangre de mi cuerpo bombeando mi rabo y las venas parecían a punto de estallar. Estaba empalmado como nunca mientras esa Diosa madurita comía mi rabo como si no hubiera mañana.

Sujete la mano que me pajeaba por la muñeca y la hice parar en su mamada sujetándola de la frente con la otra mano. La aleje de mi rabo mientras ella intentaba continuar con su comida sacando la lengua. Era increíblemente sexy la imagen de aquella zorrita con un hilo de saliva desde la punta de mi capullo hasta su lengua intentando volver a metérsela a boca, luchando contra la fuerza que yo ejercía sobre ella.

— ¿Qué pasa, ya te corres?

—No, aun no—Sonreí—Manos a la espalda preciosa.

Obedeció sin rechistar con cara de saber lo que se avecinaba.

—Saca la lengua…— Y en cuanto la sacó, le di un par de pollazos en ella.

Paula se acomodó en el suelo poniéndose de rodillas mientras yo hacía una coleta con su melena y la sujetaba con las dos manos.

— ¿Querías polla no? Pues te vas a hartar de comerla.

Y dicho eso, se la clavé de una tacada hasta la garganta. Sujeté su cabeza y comencé a follarla la boca todo lo fuerte que pude. Mi polla entraba en su boca casi entera violentamente hasta chocar contra el fondo de su garganta. Sus ojos estaban casi en blanco y la saliva caía a borbotones de su boca. En cuanto conseguí meter mi rabo por completo en su interior comenzaron las arcadas, y justo en ese momento observé como las manos que tenía a su espalda se dirigían a sus pechos y posteriormente una de ellas entraba bajo su pantalón para acariciarse el coño.

— ¿Te gusta que te folle la boca eh zorra?—La pregunté sacándosela.

Afirmó con la cabeza al tiempo que cogía aire.

— ¿Vas a correrte cabronazo? ¿Me vas a dar tu leche?

— ¿Ya la quieres?—Pregunté pasando mi empapado rabo por toda su cara llenándosela de sus propias babas.

—Si me la das a la boquita, te prometo que me la trago toda.

Esa cabrona sabía cómo calentar a un hombre. Sacó la mano de su entrepierna y me la enseño totalmente húmeda. Agarré su mano y me la llevé a la boca. Chupé cada uno de sus dedos rescatando un sabor a hembra en celo delicioso. Estaba deseando lanzar a devorarme su potorro pero mi polla no podía más, estaba a punto de explotar y Paula esperaba mi corrida como agua de mayo de rodillas y con la lengua fuera.

Blandí mi polla y la agité en su cara.

—Escupe—Le pedí.

Paula obediente lo hizo, escupió hacia arriba golpeando mi capullo con su saliva, la cual esparcí por todo mi miembro con una fuerte paja. Paula de pronto levantó su camiseta y me enseño sus dos enormes tetas. Fue la gota que colmó el vaso. Unos pechos enormes en los cuales la gravedad no había hecho efecto, seguían turgentes y erguidos como si de una veinteañera se trataran. Sacudí una vez más mi polla y noté como el semen subía por mi interior. Tiré de su pelo y apunte mi cañón hacia su boca. Expulsé una corrida fantástica. Un primer chorro enorme y blanco como la nieve golpeó su labio superior y quedo suspendido sobre su lengua. El segundo fue directamente al interior de su boca y el resto a su estómago ya que Paula se encargó coger mi polla al vuelo y metérsela en la boca en plena corrida con el afán de no dejar escapar ni una sola gota.

Aun así, la sujete de la nuca mientras expulsaba mis últimas gotas aunque no me hubiera hecho falta ya que ella misma sin pedírselo se encargó de seguir chupando hasta dejarme la polla reluciente.

Mientras yo aún cogía aire, Paula se levantó y se limpió la cara con su propia camiseta.

—Voy a ver que está haciendo tu madre—Dijo abriendo la puerta.

— ¡¿Con esas pintas, loca?!—Pero para cuando terminé la frase Paula ya había salido de la habitación y caminaba hacia la cocina. Yo la esperaba en el pasillo con el rabo fuera goteando babas.

Cuando llegó a las proximidades de la cocina, se agachó y asomo con cuidado la cabeza. Yo desde mi posición la veía de espaldas poniendo el culo en pompa lo cual me excitaba sobremanera y me ayudaba a mantener la erección.

Paula se giró y levantó el pulgar. Luego, hizo un gesto con el dedo índice para que fuera donde ella. Negué con la cabeza.

—O vienes…—Dijo moviendo los labios pero sin emitir ningún sonido—o salgo fuera.

Guardé mi rabo en el pantalón y me deslicé por el pasillo haciendo el menor ruido posible hasta llegar a su posición.

—Buen chico. Ahora…—Me dijo al oído—Mete la mano por mi pantalón y mira que mojada me tienes.

—Vamos a la habitación y te la meto.

—He dicho que ahora. ¿Aún no te has enterado de quien manda aquí?

Con la respiración a mil, pero al mismo tiempo con un morbo increíble, apoye la mano en su vientre y la deslicé por debajo de su pantalón hasta llegar a su coño. Estaba encharcado. Mi mano quedo empapada por completo nada más meterla allí.

—Mira como me ha puesto tu polla… méteme un dedito.

Y deslice un dedo en su interior. Paula me abrazó rodeándome por el cuello.

—Eso es… hazme un dedito.

Yo hurgaba con mi dedo en su cueva sabiendo que en cualquier momento mi madre podía asomarse al pasillo y pillarnos en medio de todo.

—Estoy deseando que sea tu polla en vez de tu dedo… ¿Me vas a follar tan fuerte como me has follado la boca?

—O más aun… Pero en la habitación.

Paula soltó un gemido agudo que instintivamente me hizo llevar mi mano a su boca y tapársela. Ella sonrió. Me quito la mano y volvió a acercar sus labios a mi oído.

—Agáchate.

La mire extrañado.

—Agáchate y cómeme el coño.

Me agaché dubitativo y Paula, subiéndose una pata del pantalón, abrió las piernas y me enseñó su precioso coñito. Rosado, con un clítoris hinchado y enorme y con dos rayas de pelo de apenas un centímetro formando una flecha hacia abajo, señalando el camino hacia la perdición de cualquier hombre.

Mis dudas se fueron en cuanto vi semejante manjar y me lancé a devorarlo. Abracé su clítoris con la boca y la hice gemir a las primeras de cambio. Introduje un dedo en su interior y seguí chupando aquel maná. Incluso su sabor era maravilloso. Sabor a sexo y a hembra. Agarré sus labios con los míos y tire de ellos. Luego metí mi lengua en su interior tratando de saborear todo su ser.

La respiración de Paula era cada vez más agitada. Hubiera estado lamiendo aquel coño horas y horas pero la postura era incomoda y mi cuello empezaba a resentirse así que la hice darse la vuelta y Paula que me entendió perfectamente apoyo sus manos contra la pared y torciendo la espalda sacó el culo hacia afuera. De rodillas detrás suyo, tire de su pantalón hacia abajo y se lo baje hasta medio muslo.

Ante mi quedo un culo perfectamente redondo con dos nalgas más perfectamente redondas aun. Besé una de ellas y lleve una mano a cada nalga para separarlas y abrirlas. Encontré un agujero rosado y enano el cual escupí y lamí haciendo círculos con la lengua.

—Joder, joder, joder…—Exclamó Paula agitada.

Baje un poco más la lengua, para llegar a su coño con mi nariz clavada contra su culo. Estirando la lengua, conseguí seguir chupando su deliciosa cueva del placer. Desplace su dedo índice hasta la entrada de su ano y con cierta dificultad comencé a meterle el dedo.

Poco a poco, logre introducir por lo menos la mitad de mi dedo y jugar con él en su interior. Mi polla a esas alturas volvía a estar dura como una piedra y comenzaba a dolerme de estar presionaba bajo el pantalón por lo que me incorpore, sin sacarle el dedo del culo, y liberé mi rabo de su prisión. Lo pegué contra sus nalgas y la agarré un pecho.

—Prepárate porque te voy a follar como una puta.

Y sin más dilación encaré mi rabo hacia su entrada y comencé a introducirlo con lentitud, disfrutando de su calentura y humedad. Sus paredes vaginales abrazaban mi polla a cada centímetro que entraba. Cuando la tuve dentro por completo, la mantuve allí por unos segundos, disfrutando de su profundidad mientras masajeaba su prodigioso culo. La saqué lentamente y la volví a introducir con la misma tranquilidad.

—Qué coño más rico tienes—Susurré.

Justo en ese momento, escuchamos una silla siendo arrastrada por el suelo y ruidos en la cocina. Paula se subió el pantalón casi pillándome la polla y salió corriendo hacia la habitación. Yo me recompuse como pude y me subí el pantalón justo en el momento en el que mi madre aparecía por el pasillo.

—Voy a por agua—Murmuré cuando pasó a mi altura.

Me dirigí a la cocina, me bebí una botella de agua de un trago y la volví a rellenar. Me volví a cruzar con mi madre en el pasillo que volvía con un pantalón y varios hilos en la mano.

Suspire cuando por fin me dio la espalda y entró en la cocina. Con una mezcla de miedo y excitación, abrí la puerta de mi habitación encontrándome a Paula totalmente desnuda, con la ropa tirada en el suelo, tumbada boca arriba en el banco de pesas, con las piernas abiertas y masturbándose con tres dedos en su interior.

Coloqué dos pesas de veinte kilos contra la puerta y me despojé de mi ropa. Tira la camiseta al suelo y el pantalón se lo tire a Paula encima. Esta levantó la cabeza y miro mi rabo empalmado que amenazaba con destrozarla. Sacó sus dedos y abrió sus labios vaginales de par en par.

—Fóllame… te lo suplico… fóllame…—Me pidió desesperada.

Con la polla en la mano, caminé hacia ella, la abrí más aun las piernas sujetándola de los tobillos y me deje caer clavándola toda mi estaca hasta el fondo. Paula pegó un alarido de placer que se debió escuchar en toda la ciudad. Agarrado a sus piernas, comencé a follarla todo lo fuerte que podía. Sus tetas bailaban fruto de mis embestidas y gemía sin ningún tipo de reparo. Mis manos recorrían sus tersos muslos mientras la penetraba una y otra vez. El sonido de mis huevos rebotando contra su vagina empapada era tremendamente erótico y yo no estaba tan cachondo, seguramente, desde la primera vez que me follé a Elena.

Por comodidad, eche mi cuerpo hacia adelante agarrándome a sus pechos para seguir follándola. Elena, agarrada a los hierros del banco, pedía más y más.

—Fóllame… No pares… Dame tu polla joder…

La follé como un loco, todo lo que mi pelvis y mi cadera daban de sí. Me incorporé y agarrándola de los tobillos, los lleve hacia arriba, juntándolos. Los apoye sobre mi hombro izquierdo y seguí penetrándola con la mirada fija en sus ojos de vicio.

—Joder… Joder… Que rabo tienes… No pares… No pares…—Decía entre suspiros Paula.

Reconozco que esa mujer me mataba. Tan pronto me dominaba y me obligaba a follarla como un hombre, como la sentía dócil y sumisa, rendida a mis pies, o a mi polla más bien.

En la posición en la que estaba, empecé a ejercer fuerza sobre sus piernas, dejando caer todo mi peso sobre ellas a medida que la embestía. Increíblemente, sus piernas se doblaban con una facilidad asombrosa y enseguida sus pies tocaron la barra de hierro del banco de pesas y sus rodillas pegaron contra sus pechos, conmigo encima sin parar de entrar y salir con una violencia tremenda. Subía mis caderas y las dejaba caer enterrando en su interior mis gruesos veinte centímetros y aplastando su contorsionado cuerpo contra el respaldo.

—Me estas destrozando… ¡Me corro!… ¡Me corro!—Gritó Paula.

El anuncio de su inminente orgasmo me animo más todavía y trate de acelerar aún más mis metidas. Paula soltó una de sus manos de la barra y se la llevó al clítoris para frotárselo al son de mis penetraciones. Fue lo que le faltaba para explotar en un terrible orgasmo. Sus piernas temblaron y su coño se corrió como si de una fuente se tratara empapando mi vientre. Su cara se quedó totalmente relajada, con los ojos cerrados y la boca abierta. Respiraba profundamente.

Descendí la velocidad y potencia de mis embestidas mientras Paula recuperaba el aliento. Totalmente agotada, sus piernas se fueron abriendo hasta llegar al suelo. Mi polla resbalo de su coño pero rápidamente ella me la agarró con una mano para pajearme.

—Vaya…vaya… uff—Dijo abriendo los ojos por fin—Al final va a ser verdad que sabes follar como Dios manda.

—Date la vuelta— La ordené con suficiencia.

— ¿Quieres que me ponga a cuatro patitas como una perrita obediente?

—Una mujer no está bien follada hasta que no la han empotrado a cuatro patas— Sentencié en el mismo momento en el que Paula se daba la vuelta y con las manos apoyadas en la barra de hierro horizontal, me ofrecía su culo.

Me agarré a él y separe ambas nalgas. Por sus muslos todavía goteaban fluidos de su anterior corrida. Agaché mi cabeza, hundí mi cara entre los muslos y subí recogiendo con la lengua sus líquidos. Del propio lengüetazo, llegué hasta su vagina, la subí lentamente con la lengua hasta llegar por fin a su agujero anal. Me entretuve con él. Abrí mi boca al máximo y lo engullí. Metí la lengua en él y lo chupé todo lo que pude. Por momento, fue como darme un morreo con él.

—Dios… Nunca me habían hecho eso… No pares…

— ¿No? ¿Y tampoco te lo han reventado?

Paula giró la cabeza y me miró asustada en el mismo momento en el que mi dedo índice se introducía lentamente por su ano.

— ¿Qué pretendes?

—Follarte por el único agujero que me falta— Dije mientras meneaba mi dedo haciendo círculos en su interior para dilatar su estrecho agujero.

Agarré mi rabo por la base y de un golpe la penetré el coño, aprovechando que ella seguía lubricada y yo empalmado.

—Vamos, fóllame mientras te preparo el culo—La pedí.

Y Paula comenzó a menearse, agarrada en la barra, hacia adelante y hacia atrás, haciendo que mi rabo entrara en ella una y otra vez. No excesivamente rápido pero lo suficiente como para que sus colgantes tetas bailaran arrítmicamente de un lado para el otro. Mis dedos seguían ensanchando su ano, al cual escupía cada poco. Su humedad y presión me obligo a recular y sacar mi polla de su interior o me acabaría corriendo, y no era eso lo que quería. Quería disfrutar de su culo primero y aunque no estuviera tan dilatado como deseara, tenía que clavársela ya.

Se erguió en cuanto noto que mi capullo se posaba sobre su entrada trasera, como preparándose para lo que le venía.

—Ten cuidado—Dijo con voz temblorosa—La tienes muy gorda y…

—Y te voy a reventar el culo así que cállate y ábrete el culo.

Según notó como mi capullo se deslizaba a su interior, apoyo la cabeza sobre el banco y llevo ambas manos a su trasero para abrírselo. Su cara era una delicia para mí. Apretaba los dientes y cerraba los ojos con todas sus fuerzas mientras introducía mi falo por su culo, que me apretaba hasta casi cortarme la circulación. Sentía como mi cuerpo intentaba evitarlo y bombeaba sangre hacia mi rabo, dándome un increíble placer. Me daba incluso la sensación de que sus ojos se ponían llorosos. No tuve piedad y seguí empujando mi rabo contra ella. Si quería polla, era lo que tenía.

Saqué un par de centímetros para su alivio, para acto seguido volvérselos a meter, para su desesperación. Descansé con mi rabo clavado en su culo. Estiré el brazo y la coloqué el pelo, apartándoselo de la cara. La visión que tenía en ese momento era espectacular.

—Tienes un culo que es una maravilla Paula, que sepas que me he follado a Elena unas cuantas veces ya, pero aun no la ha jodido el culo como a ti, el tuyo es espectacular…

—Me alegro que te guste, porque con lo que me está doliendo…

—Pero te gusta tanto mi polla que no puedes decir que no, ¿Verdad? Dime, ¿Cuantas veces habías fantaseado con comerte este rabo?

— ¿Desde que me lo contó Elena? Todos los días.

Volví a sujetar sus caderas y le di un par de embestidas más. El placer era mayúsculo y mi polla estaba a punto de explosionar en una corrida bestial.

— ¿Y qué tal ha sido la experiencia? ¿Para repetir?

—Ufff… Claro…

Di un par de embestidas más a su culo acompañadas de un azote. Paula gimió de dolor.

—Nunca imaginé que las amigas de mi madre eran tan putas, que me suplicarían rabo y que me llegaría a correr en sus caras. Yo también me he pajeado mucho con tus tetas y tu culo durante muchos años. Me estoy follando a Elena lunes, miércoles y viernes. ¿Qué te parece si te pasas por aquí martes, jueves y sábado? Te prometo que te iras bien servida de polla y leche.

— ¿Y el domingo?

—El domingo me lo tomare de descanso, aunque según el precio que acuerdes con mi madre por las clases igual te dejo que bajes a comérmela.

Volví a embestirla tres veces más.

—Y ahora si no te importa…Voy a correrme en tu culo…Dije cuando prácticamente la corrida ya salía de mi cuerpo.

Agarré mi polla por la base que quedaba fuera de su cuerpo y deje que la leche saliera de mí, dándome unos espasmos terribles. Me aseguré de vaciar mis huevos enteros en su interior y de no quedarme con ni una sola gota. Fue tremendamente excitante.

Cuando la saqué, observé su agujero dilatado, enrojecido y con mi leche en su interior. Golpeé su culo un par de veces y se la clavé en el coño sin previo aviso. Un par de metidas y finalicé la clase con otro azote en la nalga.

—Hemos acabado por hoy preciosa.

—Joder… —Dijo con cara de satisfecha, sin mover un musculo de su posición—No voy a poder sentarme en toda la semana.

Sonreí y comencé a vestirme.

—Creo que será mejor que salgas tu primero, y yo dentro de un rato cuando te hayas ido.

Paula rio.

— ¿Tú has visto como me has dejado? Sudada y con lefa por todos los lados… Si tu madre no se da cuenta es un milagro…

Sentado en el banco, me quedé observando cómo se vestía y trataba de arreglarse frente al espejo. Estaba tremendamente buena y ahora me la iba a poder trincar casi a diario. Era un sueño. Me tumbé a descansar, esperando a que Paula abandonara mi casa.

Tardé un rato en salir de la habitación. Cuando finalmente lo hice, me encontré a mi madre muy seria esperándome en la cocina.

—60 euros me ha dado Paula por la clase.

—Guay entonces— Repliqué.

— ¿No es mucho dinero por una hora de gimnasia?

—Bueno, si los puede pagar… Es lo que cuesta un entrenador personal en cualquier gimnasio de por aquí cerca…

—Ahhh… ¿Y qué hacen para valer tanto? Ósea,… ¿En qué consiste todo el trabajo? ¿Qué haces tú por ejemplo? Me sigue pareciendo una pasta increíble…

—Pues diseñas un plan de entrenamientos personalizado, una dieta según ese plan…Lo típico.

—Vamos a ver hijo… ¿Tú te crees que vivimos en un puto chalet de La Moraleja?

Su repentino cambio de tono me dejo asombrado y sin palabras.

—Hijo, estas paredes de mierda son de papel. Se escucha todo. To-do.

—Mira mama, yo… no sé cómo ha pasado… Yo en ningún momento… quería hacer nada. Ha surgido pues… porque ha surgido… Ella me ha metido mano y no soy de piedra. Ha empezado ella a tocarme y a insinuarse y yo no soy de piedra.

Traté de echar las culpas sobre Paula por vergüenza.

— ¿Pero te ha forzado?

—No… Forzarme no…

— ¿Pero te ha gustado o te ha dado asco?

—Haber… Que Paula… tiene un cuerpazo.

—Ósea que no te importa acostarte con mujeres más mayores que tu… de mi edad…

—Depende… si no están muy viejas… tiene su punto…—Me moría de vergüenza, mi cara era completamente roja pero no sé porque, yo me mantenía allí en la cocina dándole explicaciones a mi madre.

— ¿Y Elena?

— ¿Y Elena qué? —Pregunté.

—Si con Elena… haces lo mismo que has hecho hoy con Paula.

Me encogí de hombros, agache la cabeza y deje salir un suave “Si” de mi boca. Tras unos minutos de silencio que los pasé mirando al suelo, mi madre lo rompió.

—Elena está viniendo tres veces por semana, y Paula me acaba de decir que vendrá dos días y paga el triple. La primera de ellas está casada y ya no se nos escapa. La segunda está divorciada, tiene el piso pagado y su únicos gastos son los caprichos que se pega ¿Me estas escuchando?

Levanté la mirada y asentí con la cabeza.

—No se te ocurra hacer tonterías y tenlas contentas. Aquí huele a mucho dinero…


La tercera parte se publicara durante la semana que viene.

Para cualquier comentario, teneis mi email en mi perfil.

Saludos ;)

Veinte euros me encontré en la mesa de la cocina cuando me levante el domingo a las dos del mediodía.

—Cógelos— Me dijo mi madre— Son por las clases de Elena.

— ¿Veinte? Si ha venido dos días solo. Por poco más se paga un mes entero en un gimnasio de verdad…

—Yo también pensaba que te iba a dar menos pero oye… dice que está muy contenta. Me ha pedido que te avise que mañana viene a las ocho. ¿Qué tal estas tú con ella por cierto?

—Bien… Sin más, tampoco la puedo poner muchos ejercicios porque tiene agujetas por todos los lados, pero bien.

Por supuesto no la iba a decir que su amiga me había puesto la polla dura como un canto, que la había dado un masaje en ropa interior con el único objetivo de meterla mano y que tras hacerlo la había echado un polvazo increíble hasta dejarla empapada de leche. Y menos aún la podía decir que pensaba volver a tirármela todos y cada uno de los días que viniera a mi casa.

Bajo esa premisa preparé mi clase del día siguiente. La recibiría con poca ropa, la sobaría disimuladamente, restregaría mi cuerpo contra el suyo, los recuerdos del día anterior nos invadirían a los dos y acabaríamos follando tirados en el suelo. Ese era mi plan a llevar a cabo y que no dudé en práctica en cuando toco a mi puerta.

—Buenos días preciosa— La saludé agarrándola de la cintura y atrayéndola hacia mí para darla dos besos.

— ¡Quieto! — Me espetó Elena poniéndome la mano en el pecho y alejándose de mí— Vamos a dejar las cosas claras. Lo del otro día pasó y ya está, es algo que está ahí y fin. No va a volver a suceder y ninguno de los dos va a decir nada, ¿Esta claro?

Me quedé petrificado durante unos segundos pero quizás debía haber previsto esa reacción. Al fin y al cabo Elena era una mujer casada y tenía que protegerse de alguna manera.

—Vale, tranquila. De mi boca no saldrá una palabra. ¿Comenzamos con el entrenamiento?

No le di mayor importancia y proseguí con mi plan. No hice nada por evitar que viera como mi bulto comenzara a aumentar de tamaño mientras veía como sus tetas botaban en el calentamiento y en cuanto pude, explicándola un ejercicio, la hice notar mi dureza apretando mi paquete contra su culo.

—A ver… ¿Qué estás haciendo? — Volteó la cara muy seria— ¿No me has entendido?

—Venga ya— Dije yo agarrándola de la cintura y pegándola más contra mi cuerpo—Si lo estas deseando…

—Déjame— Se zafó de mi— Que no va a pasar nada, entérate.

—Pues el otro día bien que te gustaba esta polla, bien que pedias más…

—El otro día fue el otro día. Mira, quizás se me fue un poco de las manos, me pase de lista porque te quería provocar y al final… por tonta. Pero estoy casada y además… ¡Te saco veinte años! He estado a punto de no venir pero si he venido ha sido porque ya lo había hablado con tu madre y si no venía más iba a parecer muy raro… Así que vamos a llevar esto como una clase normal y punto ¿Vale?

—Vale, si eso es lo que quieres. Pero una cosa te digo… Tú a mí me pones mucho y voy a estar todo el día con la polla dura…

—Pues te vas al baño y te haces una paja— Me cortó— Pero la polla guardada en tu pantalón.

Me sentí como si me hubiera chocado contra un muro a ciento veinte kilómetros por hora. Desde luego había poco que rascar y me calentón en ese momento era bastante grande. La tensión se palpaba en el ambiente e irremediablemente la frialdad con la que nos hablábamos hizo que mi estaca recobrara su estado natural.

Cuando la lleve a hacer abdominales, el ambiente parecía haberse relajado un poquitín así que estando los dos tumbados en el suelo traté de entablar una conversación sobe lo ocurrido de una manera formal y seria.

—Oye ¿Te puedo preguntar una cosa? ¿Por qué dijiste que me querías provocar el otro día?

— ¿Por qué? Bueno, el primer día ya te vi cómo te pusiste y la verdad es que me sentí halagada de pensar que yo te excitaba entonces quise provocarte un poco…

— ¿Excitarme otra vez?

—Si… Quería excitarte y ver si se te ponía otra vez así…

—Como para no excitarme…

—Ya, quizás lo del masaje en ropa interior… Me pase un poco y la verdad es que me calentó el pensar cómo te estaba poniendo… ¡Y tú que no te cortaste un pelo en sobarme entera! Pues me dejé llevar…

— ¿Te gustó? — Pregunté incorporándome y mirándola a los ojos por primera vez.

Elena se encogió de hombros antes de contestar y luego replico entre dientes.

—No estuvo mal.

— ¿No estuvo mal? ¿Solo eso?

— ¿Qué quieres que te diga? Un tío con tu cuerpo, bien dotado, con el calentón que teníamos… ¡Claro que me gusto y lo sabes! ¡No me hagas arrastrarme encima capullo!

Sabía que tarde o temprano me la volvería a follar. Más temprano que tarde concretamente. A la siguiente clase vino con unos pantalones cortos enseñándome sus preciosas piernas por completo y una camiseta ajustada de tirantes que marcaba sus pechos como nunca por lo que no pude ocultar mi erección. Traté de meterla mano durante los ejercicios y aunque volvió a protestar como el día anterior, la note mucho más receptiva por lo que seguí sobándola en cuanto podía hasta que llegamos a la parte de los abdominales. Verla tumbada en el suelo poniéndome el culo en pompa o abriéndose de piernas con su minúsculo pantalón que excitaba tanto acabe sentándome en el sofá con la polla fuera y haciéndome una paja mientras la miraba.

—Me parece muy bien que no quieras follar, pero a mí me pones como una moto y o me masturbo mirándote o me muero.

Según termine la frase me llamo enfermo y degenerado, pero antes de treinta segundos estaba sentada en el sofá alado mío haciéndome ella la paja, en menos de otros treinta segundos mi mano ya estaba debajo de su pantalón palpando la humedad de su coñito, en unos minutos la paja me la estaba haciendo con la boca y poco después estábamos los dos desnudos y follando como bestias.

Los siguientes días ya no hubo juegos absurdos. Según Elena entraba en mi casa nos íbamos a la habitación a follar.

Elena siguió viniendo a “las clases” y pagando a mi madre puntualmente. Mi progenitora, viendo como recibía veinte euros semanales por apenas tres horas de clase echó cuentas y decidió sin consultarme ampliar el número de clientas de mi gimnasio particular.

Paula, la vecina del primero y del grupo de amigas de mi madre iba a venir esta tarde a probar mis clases. Al principio quise oponerme a tal idea principalmente porque a esas horas mi madre también estaba en casa y en cierto modo me daba vergüenza “trabajar” delante de ella, cosas de la inmadurez, y porque con Paula no tenía tanta confianza como con Elena. La única relación que tenía con Paula era saludarnos cuando nos cruzábamos por el portal, ninguna más.

Por otra parte, Paula tampoco se conservaba mal. Tendría alrededor de cuarenta y cinco años, rubia y unos cinco centímetros más alta que yo. Alguna mirada furtiva ya le había echado a su trasero y había confirmado que lo tenía bastante apetecible. De pechos tampoco iba mal y hasta donde yo sabía era divorciada y sin hijos.

Llegó sobre las seis de la tarde y tras un buen rato de charla con mi madre escuché como venía hacia mi habitación.

— ¿Dónde está mi monitor personal? —Preguntó tocando a la puerta.

Levanté la vista del ordenador para saludarla y quedarme atónito ante ella. Sin esos abrigos y vaqueros con los que la solía ver y con esas mayas idénticas a las de Elena y esa camiseta de tirantes enseñando un piercing en el ombligo estaba realmente rica. Nada que envidiarle a Elena desde luego, a pesar de contar con unos años más.

La llevé hasta la habitación de al clase haciéndola una radiografía de cuerpo completo. Unas piernas delgadas pero unas caderas anchas con un buen culo terso y firme. Una tripa sin grasa y tonificada y unos brazos lindos sin piel colgante. Se conservaba mejor que muchas de mi edad. Paula estaba acostumbrada al ejercicio sí o sí.

Me salté la parte del calentamiento ya que mi madre insistía siempre en que no saltará sobre el parqué del suelo y con ella en casa ni se me pasaba por la imaginación hacerlo así que me puse directamente a explicarle los ejercicios a Paula. Tras las primeras repeticiones, observé cierta desgana en sus movimientos con las pesas.

— ¿Va a tardar mucho tu madre en irse?

— ¿Irse? ¿A dónde?—Pregunté extrañado.

Paula se encogió de hombros.

—Pensaba que íbamos a estar solos durante… la clase.

La mire con incredulidad pero no le di mayor importancia. Paula en cambio volvió a la carga al cabo de apenas un minuto.

— ¿De verdad me vas a dar la clase con tu madre alado?

—Bueno, tampoco creo que nos vaya a molestar…

—Pues si a ti no te importa… a mi menos. ¿Empezamos con la clase o qué?—Dijo dejando las pesas en el suelo.

—Ehhh… Ya estamos en ella.

—No te hagas el tonto— Dijo caminando hacia mí— Quiero una clase como las que le das a Elena.

— ¿Perdón?

—Mira, yo al gimnasio ya estoy apuntada así que no necesito que me enseñes hacer abdominales. Mis necesidades, desde que estoy divorciada, son otras— Dijo mordiéndose el labio.

—Entiendo.

—Y Elena me ha contado que tienes una buena herramienta con la que satisfacer todas las necesidades que una mujer pueda tener—Me susurro en el oído y acto seguido me agarró de las manos y me las llevo a sus tetas. Una mano en cada una— ¿Mis tetas te gustan?

Vaya si me gustaban. Eran grandes, lo suficiente como para que sobresalieran de mis manos al apretarlas, y tenían un tacto perfecto a través de la camiseta. Todavía con sus manos sujetando las mías, palpé y aplasté sus pechos todo lo que pude.

—Joder… Me encantan…

— ¿Eres un chico discreto verdad?

—Más que Elena, sí.

Paula rio y sus manos se posaron sobre mi abdomen y comenzaron a descender lentamente hacia mi entrepierna la cual ya lucia bastante abultada. Se mordió los labios y directamente me agarró la polla y comenzó a restregar su mano contra ella

—Buffff, estas muy bien armado…

Mis manos bajaron a su cadera y de allí a su culo. Acerqué su cuerpo contra el mío para sobarla cómodamente sus glúteos. Mi empalme ya era total.

—Vaya culito tan rico.

Paula se dio la vuelta e inclinando su tronco apoyo las palmas de la mano contra la pared para dejarme su culo en pompa. Yo, que en ningún momento la había dejado de tocar, coloqué las manos en sus caderas y aplaste mi paquete contra su culo. Paula comenzó entonces a mover sus caderas arriba y abajo para frotar mi polla contra su portentoso trasero.

— ¿Te gusta mi culo? A mí me encanta sentir tu polla dura contra él…

—Joder, porque esta mi madre ahí fuera que sino…

— ¿No decías que no nos iba a molestar? Estoy muy cachonda… Y quiero que me folles ahora mismo— Susurraba con la voz entrecortada Paula.

—Me muero de ganas pero no te puedo follar ahora… No me esperaba esto…

—Escúchame guapo— Dijo Paula dándose bruscamente la vuelta y agarrándome de la camiseta— Yo he venido aquí a que me follarme una buena polla y no me voy a quedar con las ganas.

Paula me soltó y se sentó en el banco de pesas.

—Sácate la polla ahora mismo.

—Bueno, un segundo solo y ya está— Dije poniéndome de espaldas a la puerta.

Paula se relamió. Metí la mano bajo mi pantalón, agarré mi rabo, ahuequé el pantalón y lo bajé por debajo de los huevos. Paula abrió los ojos de par en par.

—Vaya polla chaval, que gorda… vaya venas y vaya huevos tan grandes…— Y según lo decía estiró la mano y me la agarró por la base para pajearme.

Me subí el pantalón y saqué su mano abruptamente.

—Ya vale… Como entre mi madre.

Paula se levantó llevándose la mano a la boca y saboreando los dedos con los que me acababa de tocar la polla.

—Mira niñato, llevo seis meses sin catar un hombre así que bájate el pantalón ahora mismo y déjame comerme la pedazo de polla que tienes o ahora mismo voy donde tu madre y le digo que has intentado abusar de mí y que te estas follando a Elena.

Paula me miraba a los ojos sin pestañear con una mirada que realmente imponía lo suyo. “¿Quieres rabo?” pensé. Pues lo iba a tener.

—Ven aquí— Respondí con autoridad bajándome los pantalones mientras caminaba hacia la puerta y me echaba de espaldas contra ella.

Paula camino hacia mí sugerentemente. Me agarró el cipote con dureza y nuevamente me susurro al oído.

— ¿Vas a aguantar como un hombre o te vas a correr en mi boquita a las primeras de cambio?

—Me puedo correr en tu boca y luego follarte como te mereces—Respondí contundentemente.

Sin soltar mi polla, Paula se agachó lentamente doblando las rodillas, se puso mi rabo a escasos centímetros de su cara y mirándome lascivamente, sacó la lengua y me lamió el cipote de abajo a arriba acabando con un beso en el capullo. Sonrió pícaramente, volvió a besar mi capullo y se lo metió en la boca, succionando y jugueteando con su lengua. Volvió a dar un par de lametones y beso mi polla por todo su tronco. Acto seguido, bajo a mis huevos los cuales sujetó con la mano izquierda y masajeo con dulzura antes de llevarlos a la boca enteros. Con su mano derecha y sin sacarse mis huevos de la boca, comenzó una paja a un ritmo elevado. Su lengua recorría mis testículos de un lado a otro, con su nariz clavada contra la base de mi rabo y su mano subiendo y bajando sin descanso.

Una vez los hubo dejado limpios por completo, los soltó y susurró un “Prepárate” para comenzar con una mamada espectacular. Sin dejar de pajearme con la mano, comenzó a engullir mi polla todo lo que podía. Subía y bajaba la cabeza, sin llegar a dejar mi capullo al aire libre en ningún momento, dejando una enorme cantidad de babas por toda mi polla. El placer era terrible. Sentía toda la sangre de mi cuerpo bombeando mi rabo y las venas parecían a punto de estallar. Estaba empalmado como nunca mientras esa Diosa madurita comía mi rabo como si no hubiera mañana.

Sujete la mano que me pajeaba por la muñeca y la hice parar en su mamada sujetándola de la frente con la otra mano. La aleje de mi rabo mientras ella intentaba continuar con su comida sacando la lengua. Era increíblemente sexy la imagen de aquella zorrita con un hilo de saliva desde la punta de mi capullo hasta su lengua intentando volver a metérsela a boca, luchando contra la fuerza que yo ejercía sobre ella.

— ¿Qué pasa, ya te corres?

—No, aun no—Sonreí—Manos a la espalda preciosa.

Obedeció sin rechistar con cara de saber lo que se avecinaba.

—Saca la lengua…— Y en cuanto la sacó, le di un par de pollazos en ella.

Paula se acomodó en el suelo poniéndose de rodillas mientras yo hacía una coleta con su melena y la sujetaba con las dos manos.

— ¿Querías polla no? Pues te vas a hartar de comerla.

Y dicho eso, se la clavé de una tacada hasta la garganta. Sujeté su cabeza y comencé a follarla la boca todo lo fuerte que pude. Mi polla entraba en su boca casi entera violentamente hasta chocar contra el fondo de su garganta. Sus ojos estaban casi en blanco y la saliva caía a borbotones de su boca. En cuanto conseguí meter mi rabo por completo en su interior comenzaron las arcadas, y justo en ese momento observé como las manos que tenía a su espalda se dirigían a sus pechos y posteriormente una de ellas entraba bajo su pantalón para acariciarse el coño.

— ¿Te gusta que te folle la boca eh zorra?—La pregunté sacándosela.

Afirmó con la cabeza al tiempo que cogía aire.

— ¿Vas a correrte cabronazo? ¿Me vas a dar tu leche?

— ¿Ya la quieres?—Pregunté pasando mi empapado rabo por toda su cara llenándosela de sus propias babas.

—Si me la das a la boquita, te prometo que me la trago toda.

Esa cabrona sabía cómo calentar a un hombre. Sacó la mano de su entrepierna y me la enseño totalmente húmeda. Agarré su mano y me la llevé a la boca. Chupé cada uno de sus dedos rescatando un sabor a hembra en celo delicioso. Estaba deseando lanzar a devorarme su potorro pero mi polla no podía más, estaba a punto de explotar y Paula esperaba mi corrida como agua de mayo de rodillas y con la lengua fuera.

Blandí mi polla y la agité en su cara.

—Escupe—Le pedí.

Paula obediente lo hizo, escupió hacia arriba golpeando mi capullo con su saliva, la cual esparcí por todo mi miembro con una fuerte paja. Paula de pronto levantó su camiseta y me enseño sus dos enormes tetas. Fue la gota que colmó el vaso. Unos pechos enormes en los cuales la gravedad no había hecho efecto, seguían turgentes y erguidos como si de una veinteañera se trataran. Sacudí una vez más mi polla y noté como el semen subía por mi interior. Tiré de su pelo y apunte mi cañón hacia su boca. Expulsé una corrida fantástica. Un primer chorro enorme y blanco como la nieve golpeó su labio superior y quedo suspendido sobre su lengua. El segundo fue directamente al interior de su boca y el resto a su estómago ya que Paula se encargó coger mi polla al vuelo y metérsela en la boca en plena corrida con el afán de no dejar escapar ni una sola gota.

Aun así, la sujete de la nuca mientras expulsaba mis últimas gotas aunque no me hubiera hecho falta ya que ella misma sin pedírselo se encargó de seguir chupando hasta dejarme la polla reluciente.

Mientras yo aún cogía aire, Paula se levantó y se limpió la cara con su propia camiseta.

—Voy a ver que está haciendo tu madre—Dijo abriendo la puerta.

— ¡¿Con esas pintas, loca?!—Pero para cuando terminé la frase Paula ya había salido de la habitación y caminaba hacia la cocina. Yo la esperaba en el pasillo con el rabo fuera goteando babas.

Cuando llegó a las proximidades de la cocina, se agachó y asomo con cuidado la cabeza. Yo desde mi posición la veía de espaldas poniendo el culo en pompa lo cual me excitaba sobremanera y me ayudaba a mantener la erección.

Paula se giró y levantó el pulgar. Luego, hizo un gesto con el dedo índice para que fuera donde ella. Negué con la cabeza.

—O vienes…—Dijo moviendo los labios pero sin emitir ningún sonido—o salgo fuera.

Guardé mi rabo en el pantalón y me deslicé por el pasillo haciendo el menor ruido posible hasta llegar a su posición.

—Buen chico. Ahora…—Me dijo al oído—Mete la mano por mi pantalón y mira que mojada me tienes.

—Vamos a la habitación y te la meto.

—He dicho que ahora. ¿Aún no te has enterado de quien manda aquí?

Con la respiración a mil, pero al mismo tiempo con un morbo increíble, apoye la mano en su vientre y la deslicé por debajo de su pantalón hasta llegar a su coño. Estaba encharcado. Mi mano quedo empapada por completo nada más meterla allí.

—Mira como me ha puesto tu polla… méteme un dedito.

Y deslice un dedo en su interior. Paula me abrazó rodeándome por el cuello.

—Eso es… hazme un dedito.

Yo hurgaba con mi dedo en su cueva sabiendo que en cualquier momento mi madre podía asomarse al pasillo y pillarnos en medio de todo.

—Estoy deseando que sea tu polla en vez de tu dedo… ¿Me vas a follar tan fuerte como me has follado la boca?

—O más aun… Pero en la habitación.

Paula soltó un gemido agudo que instintivamente me hizo llevar mi mano a su boca y tapársela. Ella sonrió. Me quito la mano y volvió a acercar sus labios a mi oído.

—Agáchate.

La mire extrañado.

—Agáchate y cómeme el coño.

Me agaché dubitativo y Paula, subiéndose una pata del pantalón, abrió las piernas y me enseñó su precioso coñito. Rosado, con un clítoris hinchado y enorme y con dos rayas de pelo de apenas un centímetro formando una flecha hacia abajo, señalando el camino hacia la perdición de cualquier hombre.

Mis dudas se fueron en cuanto vi semejante manjar y me lancé a devorarlo. Abracé su clítoris con la boca y la hice gemir a las primeras de cambio. Introduje un dedo en su interior y seguí chupando aquel maná. Incluso su sabor era maravilloso. Sabor a sexo y a hembra. Agarré sus labios con los míos y tire de ellos. Luego metí mi lengua en su interior tratando de saborear todo su ser.

La respiración de Paula era cada vez más agitada. Hubiera estado lamiendo aquel coño horas y horas pero la postura era incomoda y mi cuello empezaba a resentirse así que la hice darse la vuelta y Paula que me entendió perfectamente apoyo sus manos contra la pared y torciendo la espalda sacó el culo hacia afuera. De rodillas detrás suyo, tire de su pantalón hacia abajo y se lo baje hasta medio muslo.

Ante mi quedo un culo perfectamente redondo con dos nalgas más perfectamente redondas aun. Besé una de ellas y lleve una mano a cada nalga para separarlas y abrirlas. Encontré un agujero rosado y enano el cual escupí y lamí haciendo círculos con la lengua.

—Joder, joder, joder…—Exclamó Paula agitada.

Baje un poco más la lengua, para llegar a su coño con mi nariz clavada contra su culo. Estirando la lengua, conseguí seguir chupando su deliciosa cueva del placer. Desplace su dedo índice hasta la entrada de su ano y con cierta dificultad comencé a meterle el dedo.

Poco a poco, logre introducir por lo menos la mitad de mi dedo y jugar con él en su interior. Mi polla a esas alturas volvía a estar dura como una piedra y comenzaba a dolerme de estar presionaba bajo el pantalón por lo que me incorpore, sin sacarle el dedo del culo, y liberé mi rabo de su prisión. Lo pegué contra sus nalgas y la agarré un pecho.

—Prepárate porque te voy a follar como una puta.

Y sin más dilación encaré mi rabo hacia su entrada y comencé a introducirlo con lentitud, disfrutando de su calentura y humedad. Sus paredes vaginales abrazaban mi polla a cada centímetro que entraba. Cuando la tuve dentro por completo, la mantuve allí por unos segundos, disfrutando de su profundidad mientras masajeaba su prodigioso culo. La saqué lentamente y la volví a introducir con la misma tranquilidad.

—Qué coño más rico tienes—Susurré.

Justo en ese momento, escuchamos una silla siendo arrastrada por el suelo y ruidos en la cocina. Paula se subió el pantalón casi pillándome la polla y salió corriendo hacia la habitación. Yo me recompuse como pude y me subí el pantalón justo en el momento en el que mi madre aparecía por el pasillo.

—Voy a por agua—Murmuré cuando pasó a mi altura.

Me dirigí a la cocina, me bebí una botella de agua de un trago y la volví a rellenar. Me volví a cruzar con mi madre en el pasillo que volvía con un pantalón y varios hilos en la mano.

Suspire cuando por fin me dio la espalda y entró en la cocina. Con una mezcla de miedo y excitación, abrí la puerta de mi habitación encontrándome a Paula totalmente desnuda, con la ropa tirada en el suelo, tumbada boca arriba en el banco de pesas, con las piernas abiertas y masturbándose con tres dedos en su interior.

Coloqué dos pesas de veinte kilos contra la puerta y me despojé de mi ropa. Tira la camiseta al suelo y el pantalón se lo tire a Paula encima. Esta levantó la cabeza y miro mi rabo empalmado que amenazaba con destrozarla. Sacó sus dedos y abrió sus labios vaginales de par en par.

—Fóllame… te lo suplico… fóllame…—Me pidió desesperada.

Con la polla en la mano, caminé hacia ella, la abrí más aun las piernas sujetándola de los tobillos y me deje caer clavándola toda mi estaca hasta el fondo. Paula pegó un alarido de placer que se debió escuchar en toda la ciudad. Agarrado a sus piernas, comencé a follarla todo lo fuerte que podía. Sus tetas bailaban fruto de mis embestidas y gemía sin ningún tipo de reparo. Mis manos recorrían sus tersos muslos mientras la penetraba una y otra vez. El sonido de mis huevos rebotando contra su vagina empapada era tremendamente erótico y yo no estaba tan cachondo, seguramente, desde la primera vez que me follé a Elena.

Por comodidad, eche mi cuerpo hacia adelante agarrándome a sus pechos para seguir follándola. Elena, agarrada a los hierros del banco, pedía más y más.

—Fóllame… No pares… Dame tu polla joder…

La follé como un loco, todo lo que mi pelvis y mi cadera daban de sí. Me incorporé y agarrándola de los tobillos, los lleve hacia arriba, juntándolos. Los apoye sobre mi hombro izquierdo y seguí penetrándola con la mirada fija en sus ojos de vicio.

—Joder… Joder… Que rabo tienes… No pares… No pares…—Decía entre suspiros Paula.

Reconozco que esa mujer me mataba. Tan pronto me dominaba y me obligaba a follarla como un hombre, como la sentía dócil y sumisa, rendida a mis pies, o a mi polla más bien.

En la posición en la que estaba, empecé a ejercer fuerza sobre sus piernas, dejando caer todo mi peso sobre ellas a medida que la embestía. Increíblemente, sus piernas se doblaban con una facilidad asombrosa y enseguida sus pies tocaron la barra de hierro del banco de pesas y sus rodillas pegaron contra sus pechos, conmigo encima sin parar de entrar y salir con una violencia tremenda. Subía mis caderas y las dejaba caer enterrando en su interior mis gruesos veinte centímetros y aplastando su contorsionado cuerpo contra el respaldo.

—Me estas destrozando… ¡Me corro!… ¡Me corro!—Gritó Paula.

El anuncio de su inminente orgasmo me animo más todavía y trate de acelerar aún más mis metidas. Paula soltó una de sus manos de la barra y se la llevó al clítoris para frotárselo al son de mis penetraciones. Fue lo que le faltaba para explotar en un terrible orgasmo. Sus piernas temblaron y su coño se corrió como si de una fuente se tratara empapando mi vientre. Su cara se quedó totalmente relajada, con los ojos cerrados y la boca abierta. Respiraba profundamente.

Descendí la velocidad y potencia de mis embestidas mientras Paula recuperaba el aliento. Totalmente agotada, sus piernas se fueron abriendo hasta llegar al suelo. Mi polla resbalo de su coño pero rápidamente ella me la agarró con una mano para pajearme.

—Vaya…vaya… uff—Dijo abriendo los ojos por fin—Al final va a ser verdad que sabes follar como Dios manda.

—Date la vuelta— La ordené con suficiencia.

— ¿Quieres que me ponga a cuatro patitas como una perrita obediente?

—Una mujer no está bien follada hasta que no la han empotrado a cuatro patas— Sentencié en el mismo momento en el que Paula se daba la vuelta y con las manos apoyadas en la barra de hierro horizontal, me ofrecía su culo.

Me agarré a él y separe ambas nalgas. Por sus muslos todavía goteaban fluidos de su anterior corrida. Agaché mi cabeza, hundí mi cara entre los muslos y subí recogiendo con la lengua sus líquidos. Del propio lengüetazo, llegué hasta su vagina, la subí lentamente con la lengua hasta llegar por fin a su agujero anal. Me entretuve con él. Abrí mi boca al máximo y lo engullí. Metí la lengua en él y lo chupé todo lo que pude. Por momento, fue como darme un morreo con él.

—Dios… Nunca me habían hecho eso… No pares…

— ¿No? ¿Y tampoco te lo han reventado?

Paula giró la cabeza y me miró asustada en el mismo momento en el que mi dedo índice se introducía lentamente por su ano.

— ¿Qué pretendes?

—Follarte por el único agujero que me falta— Dije mientras meneaba mi dedo haciendo círculos en su interior para dilatar su estrecho agujero.

Agarré mi rabo por la base y de un golpe la penetré el coño, aprovechando que ella seguía lubricada y yo empalmado.

—Vamos, fóllame mientras te preparo el culo—La pedí.

Y Paula comenzó a menearse, agarrada en la barra, hacia adelante y hacia atrás, haciendo que mi rabo entrara en ella una y otra vez. No excesivamente rápido pero lo suficiente como para que sus colgantes tetas bailaran arrítmicamente de un lado para el otro. Mis dedos seguían ensanchando su ano, al cual escupía cada poco. Su humedad y presión me obligo a recular y sacar mi polla de su interior o me acabaría corriendo, y no era eso lo que quería. Quería disfrutar de su culo primero y aunque no estuviera tan dilatado como deseara, tenía que clavársela ya.

Se erguió en cuanto noto que mi capullo se posaba sobre su entrada trasera, como preparándose para lo que le venía.

—Ten cuidado—Dijo con voz temblorosa—La tienes muy gorda y…

—Y te voy a reventar el culo así que cállate y ábrete el culo.

Según notó como mi capullo se deslizaba a su interior, apoyo la cabeza sobre el banco y llevo ambas manos a su trasero para abrírselo. Su cara era una delicia para mí. Apretaba los dientes y cerraba los ojos con todas sus fuerzas mientras introducía mi falo por su culo, que me apretaba hasta casi cortarme la circulación. Sentía como mi cuerpo intentaba evitarlo y bombeaba sangre hacia mi rabo, dándome un increíble placer. Me daba incluso la sensación de que sus ojos se ponían llorosos. No tuve piedad y seguí empujando mi rabo contra ella. Si quería polla, era lo que tenía.

Saqué un par de centímetros para su alivio, para acto seguido volvérselos a meter, para su desesperación. Descansé con mi rabo clavado en su culo. Estiré el brazo y la coloqué el pelo, apartándoselo de la cara. La visión que tenía en ese momento era espectacular.

—Tienes un culo que es una maravilla Paula, que sepas que me he follado a Elena unas cuantas veces ya, pero aun no la ha jodido el culo como a ti, el tuyo es espectacular…

—Me alegro que te guste, porque con lo que me está doliendo…

—Pero te gusta tanto mi polla que no puedes decir que no, ¿Verdad? Dime, ¿Cuantas veces habías fantaseado con comerte este rabo?

— ¿Desde que me lo contó Elena? Todos los días.

Volví a sujetar sus caderas y le di un par de embestidas más. El placer era mayúsculo y mi polla estaba a punto de explosionar en una corrida bestial.

— ¿Y qué tal ha sido la experiencia? ¿Para repetir?

—Ufff… Claro…

Di un par de embestidas más a su culo acompañadas de un azote. Paula gimió de dolor.

—Nunca imaginé que las amigas de mi madre eran tan putas, que me suplicarían rabo y que me llegaría a correr en sus caras. Yo también me he pajeado mucho con tus tetas y tu culo durante muchos años. Me estoy follando a Elena lunes, miércoles y viernes. ¿Qué te parece si te pasas por aquí martes, jueves y sábado? Te prometo que te iras bien servida de polla y leche.

— ¿Y el domingo?

—El domingo me lo tomare de descanso, aunque según el precio que acuerdes con mi madre por las clases igual te dejo que bajes a comérmela.

Volví a embestirla tres veces más.

—Y ahora si no te importa…Voy a correrme en tu culo…Dije cuando prácticamente la corrida ya salía de mi cuerpo.

Agarré mi polla por la base que quedaba fuera de su cuerpo y deje que la leche saliera de mí, dándome unos espasmos terribles. Me aseguré de vaciar mis huevos enteros en su interior y de no quedarme con ni una sola gota. Fue tremendamente excitante.

Cuando la saqué, observé su agujero dilatado, enrojecido y con mi leche en su interior. Golpeé su culo un par de veces y se la clavé en el coño sin previo aviso. Un par de metidas y finalicé la clase con otro azote en la nalga.

—Hemos acabado por hoy preciosa.

—Joder… —Dijo con cara de satisfecha, sin mover un musculo de su posición—No voy a poder sentarme en toda la semana.

Sonreí y comencé a vestirme.

—Creo que será mejor que salgas tu primero, y yo dentro de un rato cuando te hayas ido.

Paula rio.

— ¿Tú has visto como me has dejado? Sudada y con lefa por todos los lados… Si tu madre no se da cuenta es un milagro…

Sentado en el banco, me quedé observando cómo se vestía y trataba de arreglarse frente al espejo. Estaba tremendamente buena y ahora me la iba a poder trincar casi a diario. Era un sueño. Me tumbé a descansar, esperando a que Paula abandonara mi casa.

Tardé un rato en salir de la habitación. Cuando finalmente lo hice, me encontré a mi madre muy seria esperándome en la cocina.

—60 euros me ha dado Paula por la clase.

—Guay entonces— Repliqué.

— ¿No es mucho dinero por una hora de gimnasia?

—Bueno, si los puede pagar… Es lo que cuesta un entrenador personal en cualquier gimnasio de por aquí cerca…

—Ahhh… ¿Y qué hacen para valer tanto? Ósea,… ¿En qué consiste todo el trabajo? ¿Qué haces tú por ejemplo? Me sigue pareciendo una pasta increíble…

—Pues diseñas un plan de entrenamientos personalizado, una dieta según ese plan…Lo típico.

—Vamos a ver hijo… ¿Tú te crees que vivimos en un puto chalet de La Moraleja?

Su repentino cambio de tono me dejo asombrado y sin palabras.

—Hijo, estas paredes de mierda son de papel. Se escucha todo. To-do.

—Mira mama, yo… no sé cómo ha pasado… Yo en ningún momento… quería hacer nada. Ha surgido pues… porque ha surgido… Ella me ha metido mano y no soy de piedra. Ha empezado ella a tocarme y a insinuarse y yo no soy de piedra.

Traté de echar las culpas sobre Paula por vergüenza.

— ¿Pero te ha forzado?

—No… Formarme no…

— ¿Pero te ha gustado o te ha dado asco?

—Haber… Que Paula… tiene un cuerpazo.

—Ósea que no te importa acostarte con mujeres más mayores que tu… de mi edad…

—Depende… si no están muy viejas… tiene su punto…—Me moría de vergüenza, mi cara era completamente roja pero no sé porque, yo me mantenía allí en la cocina dándole explicaciones a mi madre.

— ¿Y Elena?

— ¿Y Elena qué? —Pregunté.

—Si con Elena… haces lo mismo que has hecho hoy con Paula.

Me encogí de hombros, agache la cabeza y deje salir un suave “Si” de mi boca. Tras unos minutos de silencio que los pasé mirando al suelo, mi madre lo rompió.

—Elena está viniendo tres veces por semana, y Paula me acaba de decir que vendrá dos días y paga el triple. La primera de ellas está casada y ya no se nos escapa. La segunda está divorciada, tiene el piso pagado y su únicos gastos son los caprichos que se pega ¿Me estas escuchando?

Levanté la mirada y asentí con la cabeza.

—No se te ocurra hacer tonterías y tenlas contentas. Aquí huele a mucho dinero…