Clases particulares con Laurita

De cómo un muchacho cae en la tentación de una jovencita "adorable".

CLASES PARTICULARES.

Nacho cursaba cuarto de Derecho. Siempre había sido buen estudiante y sacaba sus cursos con brillantez. De hecho, su excesiva timidez y el carácter introvertido hicieron que se volcara aún más en sus responsabilidades académicas. Llegó el verano y le surgió un compromiso familiar del que no tenía interés alguno de realizar después de un duro invierno.

A los pocos días de volver a casa de sus padres, la madre le comentó que la hermanita de Jaime necesitaba clases de apoyo ya que el bachiller estaba a la vuelta de la esquina y que sus padres, al igual que con su amigo de infancia, eran muy exigentes en los estudios.

Nacho llevaba un par de años sin ver a su buen amigo. De hecho, éste se fue a trabajar a Madrid como diplomado en informática ya que la licenciatura no le fue necesaria gracias a su talento natural.

En cuanto a Laura, la hermanita de Jaime, debería rondar ya los 18 años y Nacho sólo la recordaba en verano, hace unos años, cuando era una chiquilla que se bañaba en la piscina municipal con aquella ostentosa ortodoncia.

Ciertamente no le hacía nada de gracia enfrentarse a unas clases calurosas con una preadolescente caprichosa o desmotivada para los estudios. El caso es que los padres de ambos se conocían desde muchos años atrás y no tuvo más remedio que aceptar el encargo.

Al día siguiente se presentó en casa de Jaime con la esperanza de charlar al menos con su amigo antes de empezar las dos interminables "horitas" de rigor.

Llamó al timbre y a los pocos segundos le abrió una chiquilla espigada.

¿Laurita? ¿Eres tú? – La observaba sorprendido.

Jaja. ¿Quién si no voy a ser? Me alegro un montón de verte Nacho.

Vaya, vaya sí que has crecido – Le respondió mirándola inocentemente de arriba abajo.

Era evidente que a pesar de su todavía cara aniñada, quedaba ya muy poco de la niña con la que jugaba años atrás tirándola al agua desde sus hombros. Su aparato dental había desaparecido dejando entrever unos dientes pequeños y bien alineados. De pequeña tenía una cara agraciada pero ahora sus rasgos se habían estilizado. Sus pequeños ojos negros y rasgados le daban al rostro personalidad y sus finos labios perfilaban a la perfección unos dientes totalmente blancos. Por lo demás Nacho pudo apreciar que seguía siendo una chiquilla delgadita pero de bonita figura y que, probablemente, en los siguientes años culminaría en un bello rostro y una elegante figura de mujer.

Nacho pudo comprobar mientras pasaba al salón, que Laurita seguía siendo una niña sociable y muy extrovertida. Todo lo contrario que él, aunque desde siempre había habido una muy buena relación con la hermanita de su amigo.

Ella a menudo le había buscado al llegar a casa de Jaime y se le tiraba a los brazos esperando que le trajera alguna chuchería o le contara alguna historia terrorífica de las que tanto le gustaban. Pero de aquello había pasado mucho tiempo, bastante tiempo.

Te he echado de menos Nacho. Desde que te fuiste a estudiar esto ya no es lo que era. – Comentó risueña.

¿y tu hermano? ¿Sigue en Madrid?...

Sí, llamó antes de ayer diciendo que tenía mucho trabajo. Además se ha "echado novia" y ahora ya no hay quien le vea. Seguro que tú también tienes alguna ¿a que sí? – Dijo ella guiñándole un ojo.

Noooo… bueno sí…. En fin… ¿pero qué entrometida eres no? Jaja veo que no has cambiado nada.

¿yo? Que va… - le soltó con cara picarona. Bueno siéntate en el sofá y empezamos cuando quieras. Verás… este año, con el baloncesto… se me ha hecho el curso algo cuesta arriba y mi madre está que trina.

Ya me han puesto en aviso… por cierto ¿Y tu madre? Dijo mirando alrededor.

Está de compras pero vendrá en una media hora. También tiene muchas ganas de verte. Sabes que en esta casa se te quiere.

Jajaja, me vas a ruborizar Laurita. De ahí que no pudiera negarme al "trabajillo". Pero no te preocupes. En estos dos meses ya verás como arreglamos el problema. En fin, ¿por dónde empezamos?.

Laurita se había recostado en el otro sofá y entonces, por un momento, Nacho observó con más detenimiento que la chica llevaba un pijama de dos piezas, color rosa y una larga cola hecha en el pelo que destacaba la redondez de su cara y la hermosura de un cabello negro y alisado. No paraba de sonreir, con esa mirada infantil y de hablar, como si lo hubiera visto a diario. Mientras le contaba infinidad de cosas banales, él no paraba de mirarla. Sus gestos, sus finas piernas, esos ojos y… sus pies. Ella estaba descalza y sus deditos estaban pintados en un rosa fuerte. El color era exagerado pero Nacho no pudo evitar fijarse en la perfecta forma de sus dedos, la delicadeza de sus formas. Nunca antes le habían llamado la atención los pies de una chica pero aquella imagen le deleitó en sobremanera.

Laurita pareció percatarse de su mirada y le soltó a bocajarro:

¿Te gustan mis pies?

Nacho volvió de repente a la realidad sintiéndose incómodo y culpable por haberla mirado con ojos de adulto y medio tartamudeó.

Jaja ¡te has ruborizado! Gritó divertida. Chico si te gustan dímelo…. ¿O es que no te gusta el color de uñas?.

No Laurita… no es eso. Me gusta el color. Perdona estaba pensando en mis cosas pero te diré que sí… tienes unos pies muy bonitos – soltó a modo de escapatoria el futuro abogado.

No sé si creerte… ummm. ¿Pensabas en chicas verdad? Está claro que el estar ahora aquí sentado conmigo será toda una tortura para ti. Lo sé.

No!!!. Para nada. Yo también tenía ganas de verte.

La clase pasó con total normalidad y esa noche Nacho pensó en Laurita. Ya no la veía como una niña y eso le atormentaba pues era consciente que a pesar de su atractivo no era más que una chiquilla inocente. Prometió quitarse de la cabeza aquellas absurdas imágenes que le venían a la mente y volver al día siguiente a su "trabajo". Al fin y al cabo, ella era encantadora y siempre le había caido genial la forma de ser de ésta.

La siguiente sesión fue peor. Tras charlar con su agradable madre se dispuso a dar la clase. Laura todavía no había salido del dormitorio y él la espero sentado en el sofá. Salió a los cinco minutos con una camiseta de baloncesto de tirantes, unos pantalones cortos enormes que le bailaban y unas calcetas deportivas sin calzado alguno. Su madre la riñó.

Pero niña! ¿No te has duchado ni cambiado después del partido? Eres incorregible.

Nacho no pudo más que soltar unas risas que pronto compartió con Laurita que lo miraba con tono de burla hacia su madre.

Se tiró al sofá y dejó entrever por unos segundos sus delgados muslos que subían peligrosamente a su cadera. Nacho apartó rápidamente la vista pero grabó la imagen en su retina.

Ella le pidió disculpas una vez retirada su madre y le contó que no le había dado tiempo a ducharse.

Mientras le contaba las incidencias del partido Nacho volvió a cometer el mismo error del día anterior. No dejó de mirarla compulsivamente. Sus finos hombros, su estilizado cuello, el ligero contorno de unos pechos que poco a poco iban formando la silueta de toda mujer y sus piernas. Le contó que le dolía un tobillo porque en una parte del partido había sufrido una torcedura. Nacho le invitó a que se lo enseñara para ver si existía riesgo de esguince a lo que ella accedió de inmediato. Le quitó suavemente la calceta hasta la mitad del pie. Justo lo necesario. Pero un segundo después decidió retirarle el calcetín totalmente. Ella lo miraba fijamente con cierto interés. Observó con detenimiento su piececito y apreció el olor inconfundible de sudoración. En contra de lo que le pudiera parecer, Nacho lo notó agradable y admiró sus dedos nuevamente.

Perdona que no me haya duchado – repitió a modo de excusa nuevamente Laura.

No importa. Creo que no hay esguince.

Veo que al final era verdad lo que dijiste ayer – comentó divertida.

¿Cómo?

Sí… que te gustan mis pies. Si no no aguantarías mi olor. - Rió a carcajadas con mirada traviesa.

Mujer… No hueles tan mal. Además… es normal. Yo ya no me asusto de ti pequeña… son muchos años… o no te acuerdas de quien te limpiaba la nariz cuando eras una mocosa chiquiturra?

Jaja es verdad. Pero… Ya no soy tan pequeña ¿verdad?.

Aquella afirmación incomodó a Nacho que momentos antes había salido bien parado de la situación y se excusó diciendo que debía ir al baño.

Cuando entró, apreció el típico baño adolescente. Zapatillas por allí, sudadera por allá y… Se quedó sin respiración…. Tiradas en un rincón había unas pequeñas braguitas blancas con un bordado alrededor. Como un autómata se acercó a ellas y cogiéndolas pausadamente se las llevó a la cara. Olían a ella, a su intimidad más tierna, a su verdadero ser. Nacho se las metió en un bolsillo y salió algo nervioso.

La clase acabó y pudo apreciar que ella no dejó de mirarlo con ternura y admiración. Se iba a volver loco.

Aquella noche, ya en su cama, Nacho soñó con Laura… no con Laurita. Se llevó su prenda íntima a la cara y se masturbó. Cayó vencido por el sueño, un sueño dulce y secreto. Un sueño del que al día siguiente volvió a sentirse culpable. ¿Sería un pervertido sentir aquello por ella? Le llevaba casi 7 años y mientras se acercaba más y más a casa de Laura su corazón palpitaba de emoción por verla de nuevo.

El tercer día de clase sucedió lo inevitable. Llegó más puntual que de costumbre y allí estaba la chica.

Sus dos coletas caían graciosamente por los hombros y un top que le llegaba al ombligo se ajustaba a su ligera figura. Le acompañaba un pantaloncito vaquero corto con flecos que dejaban apreciar el contorno de sus piernas. Volvía a ir descalza y cómo no… con sus uñas pintadas.

Su sonrisa en la boca delataba que ese día iba a ser diferente a los demás y eso le hacía estar más nervioso que de costumbre a Nacho. Se sentaron uno frente al otro y tras unos minutos de trabajo rutinario ella lo miró fijamente y le puso la mano en la cara. Se quedó paralizado.

Tienes un mechón de pelo muy gracioso que te cae en la frente Nacho. – Dijo con toda naturalidad. – Deberías dejarte el pelo aún más largo.¡ Estarías guapísimo!.

Emmm… Si tu lo dices

Laura aguantó la mirada y su rostro se acercó demasiado.

Le besó. Suave. Muy suave. Labio con labio. Respiración entrecortada. Sería unas milésimas de segundo que se convirtieron en eternos y Nacho se retiró.

Ella miró entre sorprendida y divertida.

No está bien Laurita… Perdona

Pero tonto ¿que te voy a perdonar?… ¡si he sido yo la que te ha besado!. ¿No te ha gustado?

No es eso chiquilla… Es que soy mayor que tú y… Joder claro que me gustas pero

Ya no soy una chiquilla. ¡Tengo casi 16 años!

Nacho la miró con ternura y se perdió de nuevo en aquellos ojos oscuros. La besó de nuevo apasionadamente y la recostó en el sofá. Laura se dejó llevar. Por primera vez la respiración de la chica se hizo más intensa y Nacho no paró entonces. Le mordió ligeramente sus labios, le introdujo la lengua, le acarició el pelo y ella correspondió. Entonces sus manos se posaron en la cadera de ella. Estaba caliente y aquella piel bronceada invitaba a lo prohibido. Subió por encima de su camisita y notó sus pequeños pezones. Duros como piedras. Sobresaliendo maleducadamente de su top. Ella jadeaba….

Continuará