Clases, muy, particulares

Como las clases de ciencias en una tarde cualquiera pueden acabar en uno de los mejores polvos de tu vida

Hola, mi nombre es Manuel, tengo 23 años y soy universitario. Es la primera vez que escribo y me he lanzado a hacerlo a ver qué tal se da. Como la matrícula de universidad es bastante cara y mi familia estaba haciendo un esfuerzo por pagármela decidí dar clases de bachillerato de mates y física que eran mis puntos fuertes.

Al par de semanas de poner el anuncio de este nuevo curso en internet, me llama una señora contándome que su hija está en segundo de bachillerato y necesita apoyo en física, concretamos un día y allí que fui. El primer día como era de esperar me recibió su madre, Rosa que así se llamaba la alumna me esperaba detrás al fondo del pasillo, dudando si salir a saludarme o esperar a que su madre me diera la típica charla. Finalmente nos presentó y pasé a su cuarto a darle la clase. La primera conexión fue muy buena y como no era la primera vez que pasaba por esa situación conseguí crear un clima de relajación y comodidad para ambos.

Pasaron las semanas, cada vez congeniábamos mejor, su madre ya no estaba encima pues confiaba más en mí y ya solíamos dar las clases solos en casa. Rosa se lo pasaba bien en las clases, nos gastábamos bromas y nos reíamos e incluso alguna mirada fuera de tono se cruzaba cuando nuestras manos rozaban al coger un boli o al ir a por la calculadora. La verdad es que Rosa me llamó la atención desde el primer día que la vi. Siempre solía recibirme con unos vaqueros y una camiseta básica blanca ajustada a su cuerpo, lo que marcaba claramente sus tetas, redondas y firmes como no podía ser de otra manera a su edad. También su culo era perfecto, respingón y bien puesto. Cuando andaba por delante de mí en el pasillo mi mirada se iba directamente a él, tenía unas ganas locas de azotarlo.

Como ya he comentado, los roces eran cada vez más habituales, hasta que una tarde de noviembre, nada más empezar la clase note como su mano se puso en mi pierna, al principio me quedé paralizado, sabía que de la decisión que tomara en ese instante dependería mis ingresos durante el curso, pero de todas formas Rosa ya había tomado la decisión por mí.

-Manuel, o lo haces tú o yo, pero no aguanto más…

Su boca se posó a escasos centímetros de la mía, podía notar su respiración agitada y oler su perfume. Los dos estábamos deseando que ocurriera. Me lancé y nos besamos, fue un beso intenso, apasionado, de dos bocas que llevaban queriendo encontrarse semanas. La agarré la cintura para pegarla contra mi cuerpo y ella metió la mano por mi pelo, como para pedir que no me separará nunca de sus labios.

La cogí en volandas y la dejé sobre la cama

-Rosa, no sé si deberíamos, tu madre podría aparecer en cualquier momento

-Calla, no va a venir, está con sus amigos, ahora sólo piensa en mi

Le quité la camiseta, siempre ajustada, y sus vaqueros, llevaba un conjunto de tanga brasileño rosa y sujetador a juego, estaba claro que había elegido la tarde. La miré de arriba abajo y dije:

-Me encantas, dios qué ganas tengo de follarte, besar cada centímetro de tu cuerpo.

-Hazlo!

No me lo pensé, me lance a comerla a besos, desabroché su sujetador y dejé sus tetas al aire… ¡Qué tetas! Redondas como me intuía y duras, perfectas para metérselas en la boca y lamerlas. Con cada chupada en sus pezones escuchaba sus gemidos, cada vez más intensos y como se abría de piernas para mi.

-Manuel para, me toca.

Sin darme cuenta, me había desnudado y la tenía metiéndose mi polla en su boca, sin un segundo de descanso, se la metía una y otra vez. Me estaba haciendo la mamada de mi vida.

-Rosa para o acabo ya.

-Acaba, me da igual, quiero que te corras en mi boca. Estoy segura que no tardarás en recuperarte.

Me corrí, no aguantaba más. Acabé en su boca y se lo trago, simplemente el hecho de verla me seguía poniendo a 100.

Para recuperarme y mantenerla cachonda, la empecé a masturbar, la metí un par de dedos en el coño y siguiendo sus indicaciones acabó en apenas un par de minutos. Los dos estábamos cachondos otra vez, deseando que el segundo asalto comenzara.

-Ya, métemela ya, quiero notarla dentro de mí.

-Data la vuelta, la vas a notar muy adentro.

Nos pusimos en la posición de cucharita y se la metí. La sensación en su coño fue excepcional, se la metía lentamente mientras mis manos estaban en sus tetas, pellizcando sus pezones. Con movimientos acompasados fuimos cogiendo velocidad y por nuestras respiraciones los dos estábamos cachondos perdidos.

-Manuel para, déjame ponerme encima.

Se puso encima y me cabalgó, hizo conmigo lo que quiso y se volvió a correr. Estaba exhausta, pero me dijo mordiéndose el labio y echando su pelo para atrás, todavía sofocada del orgasmo:

-Esto no acaba aquí, ¿tiene que haber un empate no? Es el momento de que tú me hagas lo que quieras.

Dicho y hecho, la puse a cuatro patas para tener la imagen de su culo perfecto delante, por fin lo tenía para mí, y sin pensármelo dos veces se la metí.

-Oh, Rosa, no sabes cuánto tiempo llevaba queriendo tener tu culo frente a mi.

La azoté, dios me encantaba ese culo, no quería parar de metérsela, y sus gemidos empezaban a subir de volumen otra vez. Tras unas cuantas sacudidas y azotes, me corrí otra vez, ya no aguantaba más. Me corrí dentro de ella, ya que tomaba la píldora y los dos sabíamos que estábamos sanos.

Nos quedamos un rato en la cama besándonos y toqueteándonos.

Me vestí y me despidió en la puerta con un beso largo, con mi mano en su culo. Sabíamos que sería una clase difícil de olvidar, y con un poco de suerte, no sería la última de este estilo.