Clases en la oficina del morbo
Clases en la oficina o en cualquier lugar que desate el deseo
La oficina del morbo, no se llamaba así, pero bien le hubiera caído ese apodo.
Lo conocí en un chat, de esos que crecían promediando el 2004. Casado e intrépido. En la estrechez mental de la ciudad jamás su nombre estuvo manchado. En privado, poco afecto a cumplir las normas que exige la sociedad. Siempre dio rienda suelta a sus instintos y me arrastró con ellos.
Los chats se prolongaron varios meses, nos fuimos conociendo de a poco. Alguna vez sugirió que mis novios me duraban poco porque quizás yo no era buena en la cama y me envió fotos haciendo un trío HMH con su amigo. Los ratones crecieron en mi cabeza y un día acepté ir a conocerlo a su oficina, en pleno centro comercial de la ciudad.
Charlamos, se ofreció gentilmente a enseñarme a coger, dándome distintas clases, tenía que pasar por varias sesiones para ver si aprendía realmente. En medio de mi indecisión, se va a buscar unos papeles y me llama desde otra oficina interna, cuyas cortinas cerradas le daba más privacidad y me llenó de besos. Un besador excelente y una forma de convencerte inigualable.
Cuando todavía quedaban algunas dudas y barreras, me saca la remera, me da vuelta y me apoya todo su cuerpo sobre el mío. Sus manos bajan el corpiño y proceden a masajear mis tetas, mientras me besa detrás de la oreja… Esas caricias detrás de la oreja que siempre fueron mi perdición volvían a fundirme de deseo. Y así, totalmente entregada me inclino sobre el escritorio, sube mi pollera y corre la tanga. Una breve invasión vaginal, totalmente empapada por el fruto de sus caricias, que me hace acabar en segundos. Luego, con su pija embebida en mis flujos, comienza a presionar mi ano y tras un breve lapso de dolor, tenía media pija adentro de mi intestino.
Mientras una mano se aferra a mi cadera, la otra acariciaba mi clítoris para seguir haciéndome delirar, sintiendo que mis piernas no me sostenían. Luego de un par de empujones más, me sentía llena de su pija, escuché sus huevos golpeando las nalgas y acabé una vez… dos veces… tres veces… ahogando como podía cada gemido para no llamar la atención de todo el edificio.
Él no acaba, me dice que quiere reservar esa leche. Con todo ése autocontrol me avisa:
- Acabás de pagar la matrícula para las clases particulares.
Después de cambiarme me dice:
- Esta noche, 22 hs, me pasas a buscar por acá. Vamos en tu auto con un amigo al telo. Sé puntual. Esta noche comienzan las clases.
La idea es hacer varios microrelatos con esta temática. Se aceptan sugerencias. Gracias por leer!!