Clases de repaso VII
Cuando sentí que eso me debería romper por dentro debido a la brusquedad de tal aparato sentí que me iba a correr. Delante de la oficina, de mi compañero
Las dos horas de clase transcurrieron bien, al menos para mí. Ella parecía cada vez más desesperada…
Yo: Bueno pues por hoy ya está bien. –dije secamente.
Maggie: Yo seguiría un poco más, pero es tu decisión. –notaba algo de súplica en esa frase.
Me levanté de la silla cogí el dinero y se lo di.
Yo: Bueno a finales de esta semana tengo las finales así que quedamos otro día y se acabó. –no se notaba nada en mi voz, ni tristeza, ni ilusión… simplemente vacío.
Frunció el ceño, creo que captó mi mensaje de que no nos volveríamos a ver. Había dejado el dinero encima de la mesa delante de ella, me negaba a que sus manos rozaran mi piel.
Maggie: Gemma… -murmuró. Se la veía tan triste… me rompía el alma.
Yo: ¿Sí? –allí mi voz se quebró.
Maggie: Realmente no quiero que te alejes de mí, pero sé que es lo mejor. –dijo con un hilo de voz.
Yo: Pues ya está, eso es lo que estoy haciendo.
Se levantó de la silla y se acercó a mí. Se me erizó toda la piel, me temblaban las piernas. Sabía que si sentía el calor de su piel, o el olor de su cuerpo sería incapaz de cumplir mi palabra.
Así que cuando me cogió por la cintura y se acercó lentamente a mis labios, le gire la cara.
Maggie: Tu misma, me buscaré a otra. –y se fue. Me quedé allí apoyada en la pared durante varios minutos, no asimilaba nada… Me acababa de decir que me alejara de ella y cuando me alejo yo porque me lo ha pedido me viene con esas.
Regresó, al verla entrar de nuevo en la sale me asusté, se la veía tan rígida que no sabía si me abofetearía o intentaría poseerme allí delante de muchos trabajadores. No… para mi sorpresa fue cuando recibí la bofetada pero no de su mano si no al ver que solo había entrado a por el dinero me di cuenta de que me había abofeteado a mí misma al imaginarme cosas así.
Yo: ¡Espera! –dije cuando se disponía a salir por la puerta de nuevo.
Se detuvo delante a la espera de mi respuesta sin apenas darse la vuelta para verme.
Yo: No hemos dicho cuando volvemos a quedar. –dije felicitándome a mí misma por esa reacción.
Maggie: Mañana mismo, a las 7 de la tarde. –y ya se fue definitivamente.
Me sorprendió el horario, siempre quedábamos por las mañanas ya que yo convalidaba muchas asignaturas y tenía varias mañanas libres. No tenía más remedio que hacer la clase a la tarde.
Me fui a casa de Lisa, y como siempre me olvidé de todo, abrió una botella de vino y nos la pasamos riendo toda la noche.
Al día siguiente fui a clase de 12 a 14. Al salir me encontré con Silvia una exnovia mía. Rubia, de piel morenita bronceada y ojos castaños y verdes. Muy profundos, de jadear tan solo al verlos.
Silvia: Hola hermosura. –me guiñó el ojo, se acercó a mí y me dio un beso en los labios.
Yo: Tu siempre tan lanzada eh… -dije retrocediendo un poco.
Silvia: Si es por ti me lanzo al abismo. –avanzó el paso que yo había retrocedido y me cogió de la cintura.
En ese momento pensé, quizá lo mejor es eso, un clavo no saca otro clavo pero el martillazo nadie te lo quita. Así que estaba dispuesta a dejarme hacer lo que quisiera.
Silvia: Así me gusta. –dijo al notar que relajaba todos mis músculos y me dejaba llevar por sus manos.
Con un roce exageradamente suave, con la punta de los dedos recorrió des de mis riñones hasta la nuca, haciendo que me temblara todo zona por zona. Sabía que no sería como Maggie, ya que estaba enamorada de ella y hacia el amor como nadie. Pero Silvia sabía torturarme y hacérmelo todo tan lento que me fuera la vida en cada caricia.
Me dio un suave beso en los labios, mmm… era una chica vainilla, olía a vainilla y siempre sabía a vainilla. Eso me volvía loca. Me vibró el teléfono en el bolsillo, decidí ignorarlo, pero siguió vibrando, no era vibración de llamada si no de mensaje así que decidí mirarlo.
Mis ojos eran platos en ese momento, no podía ser…
Mensaje de texto
4 jun 2014 14:18
Creo recordar que dije que era yo quien se buscaría a otra…
¡Dios mío! ¿Me estaría vigilando? Miré a mí alrededor, no la veía, pero sabía que podía provocarla. Metí el móvil de nuevo en el bolsillo, cogí a Silvia y le comí la boca, le di un beso de los cuales cuando terminas realmente necesitas parar completamente y respirar, volví a sentir el móvil vibrar, lo ignoré y cogí a Silvia de la mano para meterla en mi coche.
Vibró de nuevo mi teléfono, sabía que eso la estaba poniendo como una furia. Me metí en el coche y arranqué. Directa para mi casa.
Al llegar nos lo tomamos con calma, éramos tanto Silvia como yo muy pasionales, así que todo tenía que ser a la perfección y decidimos esperar a la noche.
Comimos muy bien, un poco de ensaladilla rusa y de segundo lenguado, con un vinito.
Pasamos la tarde en el sofá hablando, miramos una película con alguna que otra escena de sexo. Seguimos bebiendo vino toda la tarde, todavía había ignorado el teléfono así que ahora no iría a mirarlo.
…
Me desperté desnuda en mi cama enorme de princesa, Silvia estaba a mi lado. Lo jodido era no recordar que habíamos hecho, aunque yo había querido desde un principio no quiere decir que pueda olvidarlo. Tenía una resaca importante, nadie como Silvia sabía emborracharme tan bien, ¡madre mía el aguante que tenía ella! Fui a la cocina y prepare un buen almuerzo, un zumo de naranja hecho por mí misma, un café, tostadas con mermelada, kiwi troceado y unos pocos frutos secos. Se despertó al oler ese delicioso desayuno y me dio un beso en la mejilla de Buenos días. No entendí porque en la mejilla. Almorzamos y nos quedamos bien llenas.
Yo: Tengo curiosidad por una cosa, ¿se a que vinimos a noche pero que hicimos exactamente?
Silvia: Jajaja, ¡que poco aguante tienes! –dijo riéndose de mi sin piedad.
Yo: ¡Mmmm cállate! –dije riendo.
Silvia: Preciosa, lamento decirte que mucho no pasó. –dijo algo desanimada.
Yo: ¿Por qué? No me digas que vomité o algo…
Silvia: No, no, empezamos a besarnos todo como siempre, con nuestra música, unas velas y mucha pasión. Cuando empezamos a hacerlo ya en la cama, te empezaste a agobiar y no lloraste pero tenías los ojos muy lagrimosos, supongo que querías llorar pero también te reías por el alcohol.
Yo: ¡Que dices! ¡Lo siento mucho! Te he hecho perder el tiempo. –dije muy desanimada.
Silvia: No bombón, tú jamás me harás perder el tiempo. –dijo dulcemente.
Yo: Bueno pues te dejé con el calentón. –dije desanimada y un poco enfadada.
Silvia: No pasa nada, si caí redonda después de eso. Así que no te preocupes, se lo que te pasa, me lo contaste, que lastima da ver personas que no saben lo que tienen. –dijo acariciando mi mejilla.
Yo: Ojalá no hubiéramos cortado. Seguiría por ti y no me habría enamorado de nadie más. –cortamos porque ella se fue de viaje varios años y no nos salía a cuenta, para cuando volvió yo ya estaba enamorada y ella también.
Silvia: Que sepas una cosa, por mucho que tenga pareja en un futuro, tú, siempre serás mi amor platónico, para toda la vida. –allí sí que me beso con dulzura el labio inferior.
Seguimos hablando hasta que se fue antes de mediodía. Y me dejo claro que si necesitaba algo, consejo, cariño, sexo… lo que fuera ella estaría a mi disposición.
Cuando me acordé que tenía clase por la tarde me estremecí bruscamente, como podría mirarle a la cara después del numerito de ayer…
Fui directa a leer los mensajes.
Mensaje de texto
4 jun 2014 14:21
Ni se te ocurra subir al coche.
Mensaje de texto
4 jun 2014 14:30
No eres consciente de lo que acabas de hacer…
Eran así muchos mensajes, cortos pero algo amenazadores. Tenía algo de miedo, pero estaba en mi derecho, ella me había hecho daño y además no hice nada al final.
Llegó la hora y me dirigí a la oficina, allí me esperaba en la puerta, muy seria.
¡Dios Mío! Llevaba unos leggins negros muy ajustados y una camisa ancha y que le llegaba por el ombligo, depende de la postura veía su interior, y unos tacones para verse más alta que yo.
Para su edad no era tan corriente esa ropa, nunca se la había visto antes, le quedaba de fábula y seguro que se la puso sabiendo que me encantaba, ya que Silvia lucía similar el día anterior.
Yo: ¡Buenos días! –dije seria pero temblorosa.
Maggie: ¡Lo serán para ti! –dijo aún más seria que yo.
Yo: ¡¡Y tanto!! –sin mirarla a la cara y sabiendo que ella me miraba hice una sonrisa llena de placer sexual.
Abrí la puerta y nos dirigimos a nuestro salón de juntas, nada más cruzarlo tiró su bolso al suelo y me quitó los libros y todo lo que llevaba en mis manos, incluido mi bolso.
Maggie: De verdad que no eres consciente de lo que hiciste ayer. –Dijo cabreada.- Espero que te la pasaras bien anoche, porque hoy la pasarás muy mal.
Realmente tenía mucho miedo, al verla más alta que yo, tan enfadada, no sabía que iba a hacerme, me esperaba cualquier cosa. Hasta un castigo de 50 sombras de Grey.
Maggie: Creo que no tienes ni idea de lo que es pasarse una noche sabiendo que tú estás disfrutando y entregándote a otra persona, como si le pertenecieras a ella.
Yo: ¿Y si le pertenezco? –dije con un hilo muy fino de voz, dudé si me había oído.
Maggie: Te confundes pequeña, te enseñaré lo que es pertenecer a alguien.
Se alejó de mí y vi como sacaba las bolas chinas MÍAS que me regaló Lisa de su bolso. Me ordenó ponérmelas.
Yo: No, ¿porque me las tendría que poner? –dije deseándolo pero resistiéndome.
Maggie: Porque te he dicho que te enseñaré una cosa. –dijo autoritaria.
Como realmente quería saber que me haría, estaba dispuesta a aguantar y resistirme bastante. Al llevar vestido hice a un lado mis braguitas, lamí las bolas y fui a introducírmelas.
Maggie: Muy bien. –dijo autoritaria pero algo más relajada.
Realmente al otro lado de una puerta fina había muchos trabajadores, era muy arriesgado hacerlo allí. Aunque fuera una empresa mía familiar.
Maggie: Ahora por favor, ¿puedes ir a fotocopiar esto? Lo necesitaremos.
Yo: Sí… -dije dudosa.
Al encaminarme hacia allí, aún no había probado esas bolas vibradoras, pero estaba tan tensa que las notaba en mi interior, realmente sabía que iría a encenderlas en cualquier momento, me asustaba que mi reacción alertara a la gente. Hice las fotocopias y cuando me dispuse a volver ya estaba más relajada, pues cada vez esperaba menos que le diera al botón. Cuando me estaba acercando a la puerta, debió oír mis pasos y allí sí que lo sentí. Me enganché contra la pared para sujetarme, me habían fallado mis dichosas piernas otra vez. Un compañero me vio y asustado se dirigió a mí, maldecí todo en ese preciso instante.
Carlos: ¿Estás bien? ¿Un bajón de azúcar? –estaba muy asustado.
Yo: No, no, simplemente he tropezado. –dije con mis mejillas ardiendo, tanto de vergüenza como excitación.
Carlos: ¿Seguro? Igualmente déjame invitarte a un café.
Trate de negarme, pero como era rápido y de maquina acepté. Al dirigirnos a la máquina, esa presión en mi interior aumentaba, era como si se estuvieran haciendo cada vez más grandes, se movían más fuerte, tenían ajuste de intensidad. Cuando sentí que eso me debería romper por dentro debido a la brusquedad de tal aparato sentí que me iba a correr. Delante de la oficina, de mi compañero…