Clases de repaso VI
Su expresión seguía siendo frívola pero no dejaba de mirarme los labios mientras me explicaba cosas del temario. Quería provocarla sin que luego pudiera desfogarse, que se quedara con ese calentón suyo de mala ostia.
Transcurrió con rapidez el fin de semana, era el último día y para mi sorpresa me enteré de que volvíamos en barco. Cuando llegamos al puerto, me quedé fascinada.
Maggie: Ya veo que te gusta este, pero lamento decirte que no es el nuestro.
Caminamos un poco más y nos paramos delante de lo que me pareció el Titanic.
Maggie: Es este. –sin mirarla percibí que sonreía como una niña pequeña.
Yo: Pss, es.. como.. –no me salía ninguna palabra.
Maggie: Jajajaja me tomaré como que te gusta más que el anterior.
Yo: ¡Sí, claro! Es realmente precioso.
Era parecido al de un crucero, lleno de piscinas, incluso pistas de tenis. Cuanto más veíamos más aumentaba mi fascinación.
Vino un marinero muy guapo y nos comentó que había dejado nuestras maletas en los camarotes. Nos preguntó si necesitábamos algo más, al negarnos se retiró.
Maggie: Bueno mejor que vayamos a las habitaciones a cambiarnos y ponernos cómodas para ir por aquí.
Yo: Me parece bien. –aún seguía fascinada, jamás pensé en pisar un lugar así.
No entendía casi nada, conocía a esta mujer desde que era muy pequeña y jamás vi ningún signo de dinero en ella, me la tomaba como una chica corriente que vive día a día, su casa no era para nada exagerada, si no de lo más normal, un piso corriente. En cambio aquí parecía poseerlo todo.
Llegamos al camarote y como no me indico que yo tenía el mío y ella el suyo.
Era medio día y hacía bastante calor, de modo que me puse pantalones cortos blancos y camiseta de tirantes azul claro, como no con el bikini debajo.
Salí del camarote y esperé a la dama.. Mientras tanto me di cuenta de que no había nadie a mi alrededor, ningún sonido ni nada.
Maggie: Ya veo que estas lista. –dijo con un aire veraniego.
Yo: Sí, tengo ganas de probar la piscina. –dije algo tímida.
Maggie: Claro, a eso iremos después de comer. –me guiñó el ojo.
Yo: ¿Puedo hacerte una pregunta? –dije dudosamente.
Maggie: Uy… A saber que andas pensando... –y se rio.
Yo: ¿Cómo es que no hay nadie aquí? –dije con mucha curiosidad.
Maggie: Es que media del barco para nosotras. –Se acercó a mí, me olió el cuello y se retiró.
Eso ya me dejó helada, ¿cómo era posible? Entonces vi que desaparecía y me apresuré a seguirla. Me llevo a un restaurante, impactante. Empezó a hablar con un trabajador, no entendía nada, hablaban catalán.
Nos dirigimos a una mesa.
Maggie: ¿Qué te apetece? –dijo sin dejar de mirar mis labios.
Yo: Te dejo elegir a ti. –me sentía muy diminuta en aquel lugar y más con ella intimidándome.
Llego el camarero y ella pidió sin entender nada de lo que decía. No me limité a preguntarle que había pedido, me sentía muy extraña e incómoda.
Maggie: Estás demasiado tensa, relájate. –dijo sin mirarme a los ojos, aún con su mirada clavada en mis labios.
Yo: ¡No! –dije de manera firme pero quebrándose mi voz, porque noté como su pie descalzo se adentraba entre mis muslos.
Maggie: Ya verás como sí. –mientras con su pie, no sé cómo me acercó más a la mesa.
Estaba tan tensa por todo que a la mínima mi cuerpo de alteraba, ella volvió a adentrarse entre mis piernas, solo estaban los trabajadores y aunque parecían no vernos me daba mucha vergüenza. Cuando rozo mi entrepierna, tuve que sofocar un gemido como nunca antes había hecho. Sería que en el fondo eso me daba morbo porque no entendía como me excitaba tanto, estaba tan húmeda…
Maggie: Así me gusta. –dijo jadeando mientras su pie frotaba mi clítoris.
De pronto vino el camarero, ella sin retirar su pie, al contrario empezó a moverlo más bruscamente. El camarero nos dejó los platos y nada más darse la vuelta gemí débilmente.
Yo: ¡Oh, Dios! ¡Para, por favor! –en mi voz se notaba que estaba llegando al clímax.
Me agarré con una mano a la silla y la otra en su pie, acercándolo tanto como podía, se escuchó como un perro llorando, era yo aguantando mi gemido inhumano.
Terminamos de comer, lo devoré todo del hambre que tenía.
Nos fuimos a la piscina y sin más le desnude yo ese precioso vestido largo de color verde y la llevé a la piscina sin más me quité la ropa corriendo y me metí con ella. Estaba dispuesta a hacérselo contra la escalera de acero. Así lo hice y seguimos todo el día haciéndolo por todos los rincones posibles de ese lujoso barco.
Cuando llegamos ya era de noche, fuimos a su casa en taxi. Desde que bajamos del barco su rostro había cambiado.
Maggie: Bueno ya hablaremos si eso para la próxima clase. –dijo en un tono frio escalofriante.
No podía ser… sabía que ella era así, pero después de ese fin de semana lo veía todo diferente.
Maggie: Nos vemos. –y desapareció tras la puerta del portal.
Cogí mis llaves y me metí en el coche dispuesta a volver a casa. No sabía cómo sentirme, había pasado los mejores días de mi vida, parecíamos una pareja delante de la gente y todo… pero a su vez me sentía tan agresiva, estaba muy enfadada. Necesitaba saber a qué venían estos cambios de humor.
Llegué a casa, empezaba a hacer frío de modo que entre rápido y me fui a dar un baño para olvidarme de todo.
Las 03:00 AM, me despierto asustada, no sé dónde estoy, pienso que con Maggie, pero recuerdo que hemos vuelto.
Yo: ¡Ala! Me he quedado dormida en la ducha. –era consciente de que hablaba sola pero son cosas que dices en voz alta.
Me desvelé y me fui a mirar la tele hasta que amaneció.
Me vestí y fui decidida a ir a clase, que hoy empezábamos muy pronto. Era mi santo, de modo que como no, Lisa me envió flores en medio de clase.
Al salir me sentía muy contenta, Lisa era un amor de persona, tendría que haberle hecho caso desde el principio. Con una sonrisa en la cara me dirigía al coche para ir a ver a Lisa que hoy no había ido a clase.
-Oh, qué bonito ramo. –dijo alguien a mis espaldas de un modo molesto.
Al estar delante del coche pude ver el reflejo de Maggie.
Yo: Sí, es verdaderamente hermoso. –dije dándome la vuelta para que viera mi felicidad.
Maggie: ¿Y se puede saber quién ha sido el admirador? -cada vez la notaba más enfadada.
Yo: Sí, una amiga. Si me disculpas me voy a darle las gracias. –y le guiñé el ojo a modo de provocarle más celos.
Mientras abría la puerta del coche me dio la vuelta y se enganchó a mi cuerpo de modo que casi no podía respirar.
Yo: ¿Necesitas algo? –dije seca y fríamente.
Maggie: ¡Sí, a ti! –aún se la notaba celosa y cada vez más excitada.
Yo: Bueno pero eso tendrá que ser en otro momento, porque otra persona también me necesita. –y buscando el coraje más grande que tenía en mi interior la aparté y me metí en el coche, le hice un gesto con la cara a modo de despedida y me fui.
Pude ver su rostro, estaba de piedra y con cara preocupada. Siempre que había estado fría con ella, ella se las ingeniaba para calentarme y dejarme a su merced. Esta vez no fue capaz, me fui dejándola allí en medio sin ninguna pizca de deseo en mi interior. Al menos que ella no notara mi deseo, porque el simple hecho de que me fallaron las piernas ante su embestida contra el coche daba a entender lo mucho que la deseaba.
Me temblaban las manos debido a mi acto de valentía, sentía que las cosas cambiarían, a partir de ahora ella no me tendría a su merced.
Llegué a casa de Lisa, medio chillando por la ilusión del ramo de flores.
Dejé de chillar al verla en el sofá con los ojos rojos y muchos pañuelos.
Yo: Cariño, ¿Qué estas enferma? –dije algo asustada.
Lisa: Sí, pero no es nada grabe. –dijo con voz ronca.
Yo: No sabes cuánto te agradezco esto, eres la mujer de mi vida. –dije abrazándola.
Lisa: ¿A caso lo dudabas? Jajajaja pero aléjate de mí que te contagiaré.
Yo: Mejor así nos quedamos aquí encerradas como de pequeñas.
Le preparé una sopa caliente y nos la tomamos con mucho gusto, entraba muy bien. Era un día bastante nublado con mucho aire. Cuando fui al baño, me sonó el teléfono.
Yo: Lisa cógelo tú. –dije chillando desde el baño.
Me dirigí rápido al comedor para ver quién era, cogí el teléfono.
Yo: ¿Quién es? –dije sin mucha importancia.
Maggie: Soy yo. –dijo con seriedad.
Yo: Te he dicho que estaba ocupada, ¿Qué quieres?
Maggie: Era para cuando concretábamos la clase. –dijo confusa.
Yo: Pasado mañana. –dije aún más borde.
Maggie: ¿Antes no puedes? –decía con suplica.
Yo: No. Ah y quedaremos en la oficina. –era el sitio donde empezamos a hacer clases y sabia que allí podría controlar mis deseos.
Maggie: Pero... –seguía suplicando.
Yo: Adiós. –y colgué.
Lisa: No sé qué ha pasado pero solo puedo decir, ¡OLE MI NIÑA! –dijo contenta.
Yo: ¿Ya va siendo hora de hacerse respetar no?
Lisa: ¡¡Eso está clarísimo!! –me dio un beso en la frente.
Me pasé el día y el siguiente en casa de Lisa. Hasta que llegó el día de la clase, como siempre que quedábamos era a las 10 de la mañana, sin haberlo contratado ya lo sabíamos.
Me vestí con pantalones tejanos y camiseta blanca ancha veraniega que se metía un poco por dentro de los pantalones.
Pasé por mi casa a por los libros y me fui a la oficina. Justo cuando llegué ella salía del coche.
Maggie: ¡Hola! –dijo bruscamente pasando por delante de mí, yendo directamente a la oficina sin esperarme.
Yo: Ah, hola. –¡cuánta seriedad por el amor de Dios! Supe que me esperarían unas horas muy largas…
Tenía claro que hiciera lo que hiciera no me dejaría llevar por sus caminos, tanto fuera seria como cariñosa yo me mantendría igual, como si nada hubiera pasado últimamente.
Su expresión seguía siendo frívola pero no dejaba de mirarme los labios mientras me explicaba cosas del temario. Quería provocarla sin que luego pudiera desfogarse, que se quedara con ese calentón suyo de mala ostia. De modo, que me mordía el labio inferior y no paraba de pasar mi lengua por ambos labios, haciendo de mi mirada una seducción irresistible.
Se revolvió incomoda en su silla, estaba consiguiendo lo que quería…