Clases de repaso IX FIN
Se puso encima de mí y empezó a cabalgarme como yo se lo había hecho, solo que cuando se estaba acercando mi orgasmo se detuvo y me quitó la parte de abajo. Me acarició lentamente desde los pies hasta mis muslos, subiendo pausadamente a la espera de mis reacciones.
Yo: Sí. –tartamudeé y luego aclaré mi garganta–. Mi corazón dice que sí pero mi cabeza no.
Maggie: Entiendo… ¿Quieres tiempo para pensarlo? –murmuró decepcionada.
Yo: Quizá sería lo mejor. –lo dije con un temblor muy grande.
Le di el anillo y se fue directa al cachorro, lo cogió y se lo llevó al otro lado de la casa, a la entrada.
Metió el perro en el coche y cuando fue a entrar en su asiento.
Yo: ¡SÍ, SÍ QUIERO! –forzando a que mis vocales y mis pulmones lo dieran todo.
Estaba medio metida en el coche con un pie fuera, así que se levantó rápido y me miró sin pronunciar palabra.
Yo: Estas cosas no hay que pensarlas, se hacen porque uno las siente y punto. –con lo tímida que soy yo jamás tuve tanto coraje como en ese momento.
Siguió sin decir nada, simplemente me observaba confusa. Sentí tanto miedo, pensé que nada había cambiado, que ahora se volvería fría como siempre y la habría pifiado de por vida. Tras unos minutos reaccionó, me daba miedo imaginarme que estaría pasando por su mente. Pero para mi suerte abrió la puerta de atrás del coche y se agacho sin ver yo que hacía, como si se metiera en la parte de atrás, sentí miedo de nuevo.
Cuando empecé a oír una respiración fuerte y alegre entendí que había liberado a esa hermosura de cachorro, lo cual no sé cómo se las hizo para que nada más abrir la puerta el perro viniera de nuevo hacia mí. Me agaché a recoger el anillo de su collar, se lo habría puesto ella de nuevo cuando estaba en la parte de atrás del coche.
Abrí la caja y antes de coger el anillo ella se acercó y lo cogió, con su otra mano cogió mi mano izquierda y puso el anillo de compromiso en el dedo anular.
Realmente ese momento es un momento que había soñado toda mi vida, desde que vi las películas de Disney.
Maggie: ¿Puedo? –dijo acercándose a mis labios.
Yo: ¿Si no? Eres mi prometida… -dije en tono dudoso.
Maggie: ¿Entonces me estás diciendo que eres completamente mía?
Uhh… tengo que temer a la respuesta. No sé qué contestar podría ser una tortura.
Pero queriendo no romper el momento.
Yo: Sí, soy tuya. –con mi mirada más profunda, perforando sus ojos.
Me cogió en brazos.
Yo: ¡Ey! ¿Eso no pasa solo en la noche de bodas? –murmuré riendo.
Maggie: ¿Bueno habrá que practicar lo que sucederá esa noche no? Con más práctica mejor será ese día. –dijo con su típica sonrisa traviesa y su perfecto guiño de ojo.
Me llevó a la habitación y bueno… jamás noté a alguien que hiciera el amor con tanto deseo, con tanto anhelo. Lo hizo todo tan dulce, tan pero tan sensual. Que simplemente imaginártelo te morías de placer.
Me llamó Lisa cuando estábamos en la cama desnudas después de hacer el amor. Ese día sí que hicimos el amor, pero era consciente que Maggie era de dar caña así que no siempre sería así porque por mucho que fuera con amor para ella tenía que ser sexo y del bueno.
Nada más responder al teléfono Lisa dijo chillando ¿¿¿has dicho que si no??? Estaba eufórica, al parecer habían planeado entre ellas dos ese día, por eso se fue de viaje.
Cuando colgué hablé con Maggie y me contó todo lo que tenía planeado, que había estado tiempo hablando con Lisa, al principio se resistía y no quería saber nada de ella pero con el tiempo se fue dando cuenta que me quería y tenía que ayudarla, hasta que así lo hizo.
Fue pasando el tiempo, la verdad que todo había cambiado mucho, ya nada resultaba frío con ella, incluso cuando se enfadaba rápidamente se obligaba a cambiar y volvía su dulzura. Se acercaba el gran día y Lisa…. ¡Dios Mío! Parecía su propia boda, tenía una ilusión, lo preparaba todo y teniendo en cuenta que yo tenía mis ahorros y Maggie no sé donde tenía un buen pellizco pudimos preparar todo de ensueño, pocas veces vi tanto dinero junto para pagar nada. Diría que ni la mansión donde vivía Maggie costaba tanto como esa boda.
Cuando se acerca la boda solo hay tres acontecimientos que realmente deseas. PRIMERO: La despedida de soltera. SEGUNDO: La noche de bodas. TERCERO: La luna de miel.
Llegó el día del primer acontecimiento, bueno mejor dicho la noche. Lisa me llevó con mis amigas a un Boys. Vinieron antiguas amigas de donde vivíamos y las nuevas que conocíamos, así que sabía que la mayoría eran heteros pero la despedida era mía y lo suyo seria ir a un Girls o como se llame no?
Lisa: Cielo, no mires así porque a ti te da igual que el barco vaya a vela o a motor. –y me guiñó el ojo.
Yo: Bueno puede ser, pero ya que he decidido pasar mi vida a vela pues quizá sería lo suyo.
Lisa: Al revés, te mereces una despedida de motores... –ella ya se la veía más caliente que cualquier motor.
En parte me lo pasé bien, pero no echaba de menos a los hombres para nada, algo en mí me ahogaba el saber que jamás volvería a sentir a uno en mi cuerpo, cuando eres bisexual, aunque prefieras las mujeres tu cuerpo te habla y te dice lo que desea, a un hombre o mujer. El hecho de saber que no tendría nunca más a un hombre me hacía sentir rara, como comprometida de por vida. Pero eso es lo que quería, estaba allí con un hombre desnudándose delante de mí. Todo músculos… cosa que realmente no me agradaba. Entonces empecé a pensar en Maggie y rápidamente olvidé esa sensación al pensar en los hombres. Entendí que mi cuerpo podía querer muchas cosas, siempre te sentirás atraído por alguien aunque estés con el amor de tu vida, el cuerpo es muy vicioso y se cree que manda el pero allí estaba mi corazón para decirle que nadie me haría el amor como lo hace el amor de tu vida, que nunca echaría en falta nada ya que ella me llenaría en todos los sentidos, me sentí imbécil al recordar que había dudado un poco. Pero me fue bien porque me di cuenta de que por caprichoso que sea mi cuerpo jamás será capaz de disfrutar tanto con nadie que no se ella y con el tiempo mi cuerpo lo entendería y cada vez pensaría menos en esas cosas.
Por fin terminó el baile del chaval, que ganas tenía de irme. Quería verla a ella, y que me hiciera lo que me había hecho el boys, así le daría a entender a mi cuerpo que ella sí que me provoca placer tan solo observarla no como con ese hombre ‘perfecto’ del club que por mucho que bailara bien no me provocaba nada.
Lamentablemente no podía verla hasta la boda, moría por escribirle por el móvil como mínimo pero incumpliría las normas de no saber nada de ella. Al salir del club Lisa me dijo venga vámonos todas. Era pronto y no quería irme, porque si iba a casa mis ansias por ver a Maggie no lo soportarían.
Lisa: Estaba todo planeado, no te iba a dejar con ganas. –dijo cuando llegamos a un bar de ambiente con chicas bailando semidesnudas.
Me reí como una tonta, como si me hubieran dado el helado por haberme comido todo el plato.
Allí sí que disfruté mucho más, la sensualidad de las mujeres en cada movimiento, en cada curva de su cuerpo. Allí sí que te perdías y no en tanta tontería de músculo.
Bebí muchísimo, pensé en la resaca que tendría para mi boda… Y queriendo no pensarlo seguí bebiendo.
Al día siguiente estaba en casa con Lisa, seguíamos viviendo juntas, después de la boda me mudaría con Maggie y Lisa con su hombretón. Tenía el vestido y todo preparado en la habitación, Lisa me trajo su desayuno perfecto como siempre y me dijo el baño esta listo, aunque no tienes mucho tiempo. Desayuné rápido y me fui a dar un baño a la espera de que ese relax me diera energía para luego.
Después llegó un equipo de maquilladores y peluqueros y procedieron a hacer un trabajo fantástico. Realmente iba preciosa, me hicieron un peinado con una trenza que parecía una corona, como hacían hace muchos muchos años en las bodas. Que es antiguo pero hermoso.
Me puse mi lencería sexy, tanguita transparente por delante y los bordes blancos y algún detalle dorado, la parte de arriba también transparente dónde los pezones y por los laterales blanco y en medio de los dos pechos un lacito dorado. El toque final, una medias blancas autosujetables de estas que llegan por debajo del culo y luego siguen unos hilos hasta la altura del tanga. Me puse mi vestido con una cola gigante de princesa y sin tirantes, era espectacular, realmente imposible de describir.
Tardé en pintarme y arreglarme todo el día, la boda se celebraba por la tarde en la puesta del sol.
Se acercaba el momento, Maggie debido a su vergüenza decidió que en vez de entrar las dos juntas hiciéramos lo tradicional de que ella espera al lado el cura, que no es un cura ya que aún no nos lo aprueba la iglesia.
No dije un detalle importante, la boda era en la playa. No me encargué de nada de la decoración, yo dije como lo quería y Lisa me dijo que lo haría tal cual pero sería sorpresa.
Cuando llegué me quedé sin palabras, primero de todo tenía un caballo blanco hermoso en el cual me tenía que subir para ir hasta el centro de la playa donde estaba todo organizado.
La puesta de sol se iba apagando, y se empezaban a ver con más fuerza las antorchas, y lámparas de papel con fuego dentro iluminando la pasarela. Era blanca y llena de pétalos de rosa. Todo salió a pedir de boca, el Sí quiero, todo fue perfecto. A pesar de mi nerviosismo que era perfectamente notable, Maggie en cambio lo disimulaba muy bien, aunque cuando me dio la mano me di cuenta de que estaba peor que yo.
El banquete y todo fue espectacular, lo disfrutamos como si fuera el último día de nuestras vidas y todo el mundo igual. Toda mi familia parecía realmente disfrutarlo. Llegó el momento en que nos despedimos de todos, ellos iban a seguir allí hasta la mañana siguiente, pero ya era tarde para nosotras y queríamos tener nuestra noche de bodas, y como ya era de madrugada si no nos dábamos prisa sería mañana de bodas.
Una limusina nos llevó a un hotel de ensueño, nuestra habitación, una Sweet Nupcial.
Antes de entrar por la puerta de la habitación.
Maggie: ¡Ahora sí! –y me cogió en brazos.
Pasamos por la puerta y me dejó suavemente en la cama, había champagne, fresas, nata… sí que se lo curraban para las noches de boda.
Abrió el champagne y sirvió dos copas.
Maggie: Porque te juro y te he jurado delante de todo el mundo que hasta que la muerte nos separe. Pero ni eso para mí son motivos suficientes para dejarte. –dijo con brillo en los ojos.
Antes de contestar ya había chocado con mi copa y estaba bebiendo.
Empezó a besarme tan dulcemente, realmente un beso que no podría excitarte pero esa mujer me provocaba tantas cosas que empecé a humedecerme al instante en que tan solo su aliento rozó mis labios. Empecé a temblar, realmente quería que esa noche fuese la mejor de mi vida.
Sin querer empecé a precipitarme y hacer las cosas con más ansia y más brusquedad. Quería que todo fuese lento y desquiciante pero sin haber ni siquiera empezado y ya me subía por las paredes.
Maggie: Tranquila, hay tiempo. –con un susurro muy suave y tentador.
Me concentré en apaciguar un poco mi respiración, debía controlarme un poco, tenía que aprender a hacerlo. Empezó a seguir la línea de mi mandíbula como hacia siempre para llegar al lóbulo de mí oreja, y empezar a succionarlo suavemente. Bajar y succionar en mi punto de pulso en el cuello, siempre conseguía ir al ritmo de mis latidos en cada succión, pero estaba tan nerviosa que al intentar controlarme mis latidos eran arrítmicos, imposibles de seguir.
Suavemente me puso de pie y me quitó el vestido lentamente.
Se quedó bastante más petrificada de lo que esperaba al ver mi ropa interior. Entonces vi como ahora era ella quien parecía querer controlarse. Al ver que se tomaba sus segundos para tranquilizarse decidí tomar un poco las cosas por mis manos. Con sus ojos cerrados intentando tranquilizarse, sin que me viera fui directa a su cuello. Al sentir el simple roce de mis labios tuve que cogerla con fuerza, le temblaron tanto las piernas que se iba a ir directa al suelo.
Yo: Tranquila, hay tiempo. –dije irónicamente como hizo ella anteriormente.
Puso los ojos en blanco a modo de frustración y volví a su cuello. La tenía agarrada con fuerza por la cintura por si se tambaleaba de nuevo. Empecé a desabrocharle su vestido, era más sencillo que el mío pero con unos detalles muy concretos que lo hacían perfecto.
Ella también iba con lencería, culot y sostén rojo transparentes y sin medias.
Acaricié suavemente su espalda, como respuesta recibí en mis manos como se estremecía y se le ponía la piel de gallina.
Me moví de manera que quedara detrás de ella para empezar a besarle la nuca suavemente, reseguí su columna con mi lengua de bajo arriba, cada vez que lo hacía doblaba bruscamente todo su cuerpo. Nunca la había sentido tan sensible como ese día.
Le dije que se quedara quieta que no se moviera y cerrara los ojos, me alejé de su espalda y cogí una fresa. Me acerque de nuevo a su espalda y le di un suave beso en el hombro y le acerqué la fresa a la boca.
Yo: Abre la boca. –dije en un tono muy sensual.
Recibí un mmm… que procedía de esos labios tan suaves. La giré y le di un beso en la boca con algo ya más de exigencia, la cosa tenía que ponerse un poco más… fuerte.
La hice caminar hacia atrás hasta tumbarla en la cama. Me puse encima de ella y empecé a darle besos en el hombro, bajando suavemente hasta sus pechos, que los cubría esa fina tela roja. Pase mi lengua por encima, parecía notar muy bien que era mi lengua.
Aún no había abierto los ojos ya que no le había dicho que podía hacerlo. Al ver que en la mesilla de noche había un antifaz se lo puse.
Las estábamos aún en lencería cuando fui bajando por su barriga con mi boca, llegando a sus ingles le di suaves lengüetazos por alrededor del culot con sus piernas abiertas. La notaba tan delicada, que cualquier roce le hacía sentirlo todo. Así que pensé que era momento de dejar caer el primero. Me puse toda encima de ella y dejé tan solo una pierna en medio de las suyas, así tenía la otra de palanca para poder moverme con fuerza. Dándole besos en el cuello empecé a moverme sutilmente pero de manera que parecía percibirlo muy fuerte. Empecé a jadear rápidamente, ella se aguantaba, lo notaba en su respiración, cada vez que se le acercaba un gemido dejaba de respirar para aguantarlo, parecía querer retrasarlo. Yo había decidido que sería el primero de esa noche en ese momento así que por mucho que intentara resistirlo no se lo dejaría hacer. Así que presioné más fuerte y me moví un poco más rápido tampoco mucho. Se empezó a dejar llevar, y clavaba sus uñas en mi espalda, cada vez que lo hacía la embestía con la cintura de modo que se quedaba sin aliento. Empezó a clavármelas muy fuertemente, creí que saldría sangre así que a modo de venganza empecé a moverme como una amazona monta su caballo, muy bruscamente, sentía como cada empujón mío le daba una descarga eléctrica a todo su cuerpo. Mi orgasmo se acercaba, no sabía si el suyo también pero no podía más y cabalgué como nunca lo había hecho, allí trasladó sus manos de mi espalda hasta mi trasero para ayudarme a mover con mas potencia. Solté mi gemido, un gemido que no me molesté en intentar disimular, ella al notarlo se soltó también y empezó a gemir más fuerte que yo. Me desplomé encima suyo con mi vientre teniendo descargas y mi sexo palpitando descontrolado, notaba como ella percibía en su pierna mi propia palpitación y humedad.
Después de unos segundos recordé que esta noche no tenía que tener descansos, tenía que seguir aunque entre orgasmo y orgasmo no quedara aire en la habitación. Le quité el sujetador poco a poco con cariño y ella me quitó el mío con habilidad a pesar de tener los ojos tapados. Le quité el antifaz y nos besamos de nuevo con deseo.
Maggie: Espero que estés dispuesta a correr este maratón. Tan solo es el primero del resto de tu vida. –dijo en un tono pícaro pero muy feliz.
Se puso encima de mí y empezó a cabalgarme como yo se lo había hecho, solo que cuando se estaba acercando mi orgasmo se detuvo y me quitó la parte de abajo. Me acarició lentamente desde los pies hasta mis muslos, subiendo pausadamente a la espera de mis reacciones. Empezó a besarme la cara interna de los muslos, empezaron de nuevo las descargas en mí, y las pulsaciones en mi entrepierna. Al sentir su lengua posarse en mis labios mayores me aferré a las sabanas dejando sin circulación mis manos, pareció esperarse a que mis labios mayores se abrieran y le dieran paso a los menores y mi entrada. Entonces me succiono suavemente los labios menores de arriba abajo y viceversa, mordió sutilmente uno de ellos y mis manos sin querer deshicieron toda la cama al estirar tan fuerte. Con su lengua fue hacia mi entrada, y empezó suavemente a acariciar la puerta sin llegar a entrar en ella, depende de donde acariciara mi cuerpo se iba a un lado o al otro, como si presionara botones que me hacían ir a donde quería. No podía más y empecé a mover adelante y atrás mi cintura, al notarlo quiso obligarme a estar quieta i agarró mis caderas con sus manos y brazos para que me estuviera quieta. Entonces allí me metió la lengua todo lo que pudo, sabía dilatar la lengua y lo hacía dentro de mí, la retorcía sin salirse apenas ni un milímetro de mí, sin poder controlarme yo ni poder controlarme ella sacudí bruscamente mis caderas en busca de mi orgasmo. Mi cuerpo lo sentía pero no acababa de llegarme, no acababa de sentirlo, mi cuerpo lo alargaba demasiado, me desquiciaba y enloquecía demasiado. Al fin llegó a mí, al fin mis orgasmos pudieron salir de mi boca, me aferré a su cabeza, tenía miedo a hacerle daño pero necesitaba presionarla fuertemente dentro de mí, aferrando su cabeza a mi sexo. Mi orgasmo fue intenso, no tenía aire en los pulmones pero seguía emitiendo sonidos desde mi garganta, hasta que todo mi cuerpo me falló y me quedé medio muerta.
Yo: Jo… JODER. –dije soltando todo el aire. Apenas se me habría entendido.
Necesité bastantes minutos, a pesar de darme rabia y no querer descansar, mi cuerpo se había tensado tanto en busca de la liberación que estaba todo destrozado.
Con esfuerzo me puse sobre ella, y la bese, mis besos eran cortos ya que rápidamente me ahogaba, todavía me faltaba mucho el aire.
Como pude fui besando su cuerpo, y me pare en sus pezones, los succioné de modo que sabía que en parte hacía daño pero solo conseguía darle más placer. Cuando noté que sus caderas empezaban a estar inquietas fui bajando más hasta su culot. Se lo quité. Adoraba su sexo, era como mi fruta favorita, me encantaba su olor y más su sabor. Era tan suave, que querías quedarte allí toda la vida. El culot estaba tan empapado… incluso por jugos míos…
Ella era una pista de patinaje, aquello era exagerado de lo mojado que estaba, y seguían brotando jugos de allí dentro, de una misma vez lamí todos sus flujos repartidos sin dejar rastro de ninguno, tan solo de mi saliva. Desde el principio ella ya tenía sus manos enlazadas en mi cabello. Su cuerpo estaba sudando pero no estaba ardiendo, tenía una temperatura perfecta que a mí no me abrasaba. Así que seguía haciendo mi trabajo sin morirme exageradamente de calor. Poco a poco fui introduciéndole mi lengua.
Maggie: ¡Ohh! ¡Sí, así por favor! –dijo sumergida en el placer.
Allí sí que ardía, su interior parecía estar 50 grados. Todo su interior me transmitía un sofocón gigantesco, empecé a sudar como nunca, eso sí que era correr una maratón.
Le fui pellizcando los pezones mientras mi lengua se movía como una serpiente en su interior. Notaba como trataban de salir oleadas de sus jugos pero mi lengua les impedía el paso, empezó a tensar sus piernas, el culo, los brazos, sus manos en mi cabello y por último mi lengua se quedó más fina que un palillo, mi lengua estaba aprisionada, apenas podía sacarla de lo fuerte que estaba cogida dentro de ella. Cuando por fin pude sacarla todos sus jugos brotaron hacia fuera y los lamí todos.
Esa noche me hizo ver el universo desde cada uno de los planetas del sistema solar. Jamás pareció acabar esa noche, llegó un momento que hasta deseaba que terminara pero no lo hacía, si no que seguía, mi cuerpo seguía llegando al orgasmo pero estaba seca por dentro, nada era capaz de salir de mí.
Una noche de bodas digna de su nombre. Aunque no hubo competencia con la luna de miel. Yo tenía claro que no iría a París ni Londres ni chuminadas de estas, esos viajes son de aniversario, así que nos fuimos al Caribe. Me lo hizo en las hamacas, en la orilla del mar, bajo la luna en un hinchable dentro del agua, en todos sitios menos en una cama. Empezó mi vida, una vida activamente sexual. Siempre he pensado que soy adicta al sexo por culpa de ella, pero mientras ella siga apaciguando mi sed de sexo seguiré siendo completamente feliz.