Clases de repaso
Un adolescente se gana la gratitud de su viejo profesor tras una clase de repaso.
Antes de comenzar a narrar esta historia he de decir que es mi primer relato y que agradecería cualquier opinión al respecto.
Yo contaba con 18 años cuando ocurrieron estos hechos. Desde que tenía 12 me llamaban la atención los hombres maduros. Paseando por la calle miraba de reojo a cualquier macho que pasase a mi lado (esos vellos que salen por la abertura de las camisas me vuelven loco), y fantaseaba con tenerlo dentro de mis entrañas, pero ninguno de esos hombres podía compararse a mi profesor de matemáticas.
Me pasaba las clases adorando esos ojos diminutos casi ocultos por unas cejas muy pobladas, esa barba recortada y bien cuidada que seguro, hacía las delicias de su afortunada mujer, y, como no, ese bulto que deformaba sus pantalones continuamente y me hacía dudar de si él estaba todo el día excitado o un basilisco habitaba bajo sus calzones. Debía tener cerca de 60 años pero poseía la vitalidad de uno de 20, era agradable y simpático pese a que en ocasiones contaba unos chistes malísimos (todo hay que decirlo).
Las matemáticas nunca han sido mi fuerte y eso era evidente en cada examen al que me presentaba. Incluso tenía que asistir a clases de repaso con el mismo profesor, lo que hacía que mi mente volara más horas de las que debía.
Llegaba el mes de junio y los exámenes finales del curso se acercaban como un camión apunto de arrollarnos a todos pero yo continuaba atascado. Incluso Antonio, que así se llamaba el profesor, llegó a preocuparse por mi situación. Dos días antes del examen, mientras salía por la puerta de la clase de repaso Antonio me cogió por la muñeca y me dijo.
Espera a que salgan todos. Tengo que hablar contigo.
Eso me dejó descolocado, mil pensamientos distintos abordaron mi cabeza por un segundo pero pronto volví a la realidad y supuse que querría hablar sobre mi situación.
Siéntate un momento dijo señalando la silla mas cercana a su mesa.
Obedecí con un simple "vale" mientras el apoyaba su culo sobre la mesa. En ese momento mi corazón empezó a latir como nunca. Su enorme paquete quedaba a escasos centímetros de mi cara y eso era más de lo que mi autocontrol podía aguantar. Sentí como mi pantalón se tensaba y aumentaba el volumen de mi paquete. Antonio comenzó a hablar.
Bueno, habrás empezado a estudiar para el examen, ¿no?
Sí, ya empecé contesté yo con un temblor inusual de voz.
Entonces, sabrás resolver este problema.
Comenzó a escribir una serie de ecuaciones en la pizarra.
Adelante, levántate y resuélvelo
"¿Y que hago yo ahora?" pensé para mi. En ese momento tenía una erección que para si la querría Rocco Sifredi. Opté por echarle valor y me levanté. Comencé a resolver el problema, Antonio no había notado nada así que cogí confianza y continué. Tras diez minutos finalicé y me di la vuelta lleno se satisfacción. Ya había olvidado mi erección pero ella continuaba conmigo
Vaya parece que te gustan las matemáticas mas de lo que yo creía comentó mi profesor con una media carcajada.
Si bueno yo, yo...
Tranquilo, es normal, a todos nos pasa alguna vez, mira
Antes de que yo me diera cuenta ya se había bajado la cremallera y había dejado libre su polla. Estaba a media erección pero aún así era más grande de lo que yo había imaginado. Permanecí un buen rato observando esa obra de arte de la naturaleza con la boca abierta y sin pronunciar palabra.
Adelante tócala, se te ve con ganas, es toda tuya.
Yo acerqué mi mano temblorosa a ese monstruo, lo rodeé con los dedos y comencé a masturbarlo. Nunca antes había tenido un pene entre mis manos que no fuera el mío. Ese falo era suave al tacto y me producía una sensación extraña en todo el brazo. Al minuto ya estaba erecta del todo y comencé a lamerla. Primero acerqué mi lengua al glande y fui bajando poco a poco hasta llegar a los testículos. Estaban llenos de pelos blancos, lo que me ponía más cachondo todavía.
Así seguimos durante varios minutos, ese miembro se introducía en mi boca hasta rozar mi campanilla y cuando salía dejaba un vacío que con otro empujón volvía a llenarse. La respiración de Antonio se hizo cada vez mas fuerte, comenzó a dar sacudidas violentas, me agarró de la cabeza y me empujó contra él. Una arcada le hizo entender que mi boca no era tan grande como su miembro por lo que redujo un poco la intensidad antes de correrse en mi boca. A pesar del sabor amargo a mi me pareció lo mas dulce que jamás había probado. Seguí lamiendo su verga con mi boca hasta dejarla limpia. Los chorretones caían por mis mejillas pero Antonio se agachó y recogió su propio semen con la lengua antes de darme un beso que nunca olvidaré.
Cuando acabamos Antonio me dio su número para mantenernos en contacto. Me avisó de que me llamaría cuando acabase los exámenes. Salí por la puerta de clase con una sonrisa en la cara. Sabía que se repetiría la situación, razón por la que no me despegué del teléfono en los siguientes días. Finalmente me llamó para un nuevo encuentro, pero deberéis esperar a la siguiente entrega para saber lo que ocurrió.