Clases de repaso (2)

vuelvo a quedar con Antonio, esta vez fuera de las aulas.

Ya había pasado el fin de curso y aún esperaba los resultados de mis exámenes, pero no era ese el motivo de mi inquietud. Tras aquel primer encuentro en privado con Antonio mi mente vagaba sin rumbo por situaciones y lugares en los que siempre se me aparecía la figura de ese verdadero hombre. Incluso mis padres sospecharon algo cuando rompí tres platos mientras los fregaba en un mismo día.

Después de varios días de espera recibí su llamada en mi teléfono móvil. Por casualidades de la vida, me encontraba celebrando la fiesta de fin de las clases con mis amigos y no pude atenderla. ¡¡Mi gozo en un pozo!! Seguro que Antonio estaría enfadado conmigo.

Mientras regresaba de la fiesta, me dispuse a llamarle. "¿Pero estás mal de la cabeza?" me dije. Eran las cuatro de la mañana y seguro que ya estaba durmiendo. Además, si estaba enfadado conmigo, eso lo pondría de peor humor, de modo que opté por esperar a la mañana siguiente.

Desperté temprano debido a los nervios, pero lo suficientemente tarde para que mis padres se hubieran ido ya al trabajo. Cogí el teléfono y marqué su número. Cuatro largos pitidos sonaron en mi oído antes de que Antonio lo cogiera.

-¿Diga?

Mi corazón rozó el infarto y mi mente volvió a repasar el final de aquella clase.

-Hola profe – le dije con un tono picaresco.

Hola... – su tono de voz había cambiado. Estaba claro que sabia quien era pero no parecía muy contento. Y sin yo decir nada mas continuó – Lo siento señor, se ha equivocado.

Rápidamente colgué. Quizá no había sido el mejor momento para llamarle. Decidí dejarlo. Tal vez no le gustó lo que le hice en la clase.

Aquella misma tarde recibí un sms: "Te veo esta noche a las 11 en ________. No me falles. ; )".

Después de todo, no estaba enfadado. Fuera lo que fuese que me quería decir, debía ser algo agradable. Ese guiño final me daba buenas sensaciones.

Me dirigí al lugar predeterminado y llegué veinte minutos antes de la hora acordada. Esperé en la puerta del edificio en el cual habíamos quedado. A cada poco miraba alrededor para buscar esa figura hombruna que me tenía loquito. No tardó en aparecer por la esquina. Se dirigió hacia mí, pero no paró a mi lado. Mientras pasaba me dijo:

  • Sígueme.

Así lo hice. "Te seguiría hasta el fin del mundo si hiciera falta" pensé. No se que se traía entre manos, pero si quería ponerme cachondo, lo estaba consiguiendo. Caminé tras él a lo largo de la calle, ocasión que aproveché para mirar ese culo que se movía con un contoneo hipnótico. Los pantalones vaqueros que llevaba se lo marcaban como si estuviera envasado al vacío. Incluso me atreví a especular sobre lo que habría en el interior. La delantera ya la había inspeccionado a fondo varias tardes antes, pero un universo inexplorado quedaba aún por descubrir. Casi podía ver esas nalgas duras como rocas y ese precipicio por el que yo deseaba caer. Una caída que me llevaría al calor de sus entrañas, a la locura descontrolada, a un paraíso que de tal belleza que no se podría explicar con palabras.

Antonio dobló la esquina de la calle y se introdujo en una mas estrecha que se encontraba limitada por dos bloques de apartamentos. Después de avanzar un poco se detuvo en un portón, abrió la puerta y esperó a que yo recorriera la distancia que aún nos separaba.

Comenzamos a subir las escaleras (lástima que no hubiera ascensor, lo habría hecho mío en cuanto se cerraran las puertas), llegamos al descansillo del segundo piso. Antonio seguía sin decir nada, tanto misterio me impacientaba a la vez que aumentaba deseo de voltearlo, aprisionarlo contra la pared y besarlo como mejor yo sabía.

Abrió la puerta y mientras levantaba la vista dijo:

-Bienvenido. No es gran cosa pero lo pasaremos bien.- se dirigió hacia el frigorífico y me preguntó- ¿Te apetece tomar algo?

  • Lo mismo que tú – respondí discretamente.

Yo miraba alrededor. Era una única habitación aprovechada hasta el último rincón Parecía que estuviésemos dentro de una caja. Una cama en la esquina del fondo, la cocina y el salón pegados a la puerta de entrada, y una cortina de plástico que supongo, ocultaba un váter tras ella.

-¿Vives aquí?- era la única pregunta que conseguí ordenar en mi cabeza.

-Nooooooo. Digamos que es mi lugar de reflexión. Paso aquí gran parte del tiempo. No te quedes de pie, siéntate.

Una sonrisa picarona se dibujó en mi cara y, por su expresión, supe que él ya sabía en que estaba pensando. La última vez que me invitó a sentarme acabé comiéndole el rabo. Me senté en el sofá de piel que se encontraba frente a la tele. Seguido llegó Antonio con dos cervezas y se sentó a mi lado. Con toda la normalidad del mundo cogió el mando, encendió la tele y puso una película porno. Dos tíos estaban haciendo el 69 mientras otro enculaba a uno de ellos. Eran todos jóvenes y no me ponían mucho pero parecía que a Antonio le encantaba. Manoseaba su entrepierna mientras su bulto crecía por momentos. Yo hacía todo lo posible por empalmarme pero no lo conseguía. Él se dio cuenta y me pregunto:

-¿Necesitas ayuda?

Antes de que yo contestara posó su mano sobre mi paquete. ¡Mano de santo! Mi pene empezó a crecer a un ritmo nunca visto. En menos de un minuto ya tenía las venas de la polla a punto de reventar. Casi de un salto me levanté del sofá y me bajé los pantalones. Cuando me senté él me susurró al oído:

-Deja que te la coma.

No había terminado de decir aquello cuando agarró la base de mi pene y empezó a lamer la punta. Introducía la lengua por la uretra hasta que el agujero dejaba de ceder. No tardó en abrir la boca y metérsela entera. Un escalofrío recorrió mi espalda. Algo me decía que no era la primera vez que mamaba una polla. Estaba a punto de correrme dos chupadas más y su cara quedaría como una pared con gotelé. Opté por tomar el mando. Separé su cabeza de mi regazo y me puse en pie.

-Ahora me toca a mí. Déjate hacer.

Él quedó sentado y con las piernas abiertas. Me situé encima de él, junté mi cara a la suya y comencé a besarle el cuello. Subí un poco hacia su oreja y mordisqueé un poco su lóbulo. Llegué a escuchar un gemido reprimido, volví a acercarme a su oído y le animé

-Grita.

Un nuevo mordisco detonó un aullido digno del macho alfa de una manada de lobos. Acerqué mis labios a los suyos. Sentí como su lengua se abría paso en mi boca, jugaba con la mía, pero era yo quien mandaba. Estiré mi lengua y rocé hasta el punto más profundo de aquella cavidad.

En ese momento comencé a desabrochar su camisa. Un botón, otro botón, poco a poco aquel tórax se iba mostrando ante mí. "Ahora todo encaja" pensé. Aquel pecho estaba cubierto por pelos blanco y negros, casi no se veía la piel de debajo, un lobo para mi disfrute. Terminé de desabrochar la camisa, la tiré a una esquina y fui directo a sus pezones. Eran pequeños y estaban muy duros. Pasé mi lengua por las cercanías, haciendo una espiral que terminó en el centro con un chupetón que le hizo estremecerse de nuevo. Yo estaba sentado sobre sus muslos y noté como su pene intentaba abrirse paso a través de su pantalón. Era hora de volver a liberar a la bestia.

Me arrodillé en el suelo y coloqué mis manos en sus tobillos. Con las palmas abiertas. Comencé a subirlas poco a poco, llegué a sus rodillas y continué hacia los muslos. Cuando ya estaba rozando la zona de la ingle, subí y le quité el cinturón, quité el botón, corrí la cremallera y tiré hacia mí de la tela. ¡Sorpresa! Antonio no llevaba calzoncillos. Su polla erecta me dio en la nariz, cosa que me encantó. Me permitió oler esa fragancia tan característica de los verdaderos machos. Una maraña de pelos poblaban la base y no permitían distinguir donde empezaba el bello púbico y donde el de la barriga. Posé mi lengua en sus huevos peludos y la subí lentamente hasta la punta. Su glande se encontraba recubierto de líquido preseminal, estaba rozando el éxtasis, pero aún era demasiado pronto para acabar.

-Aún no, Antonio. Todavía queda lo mejor. Colócate a cuatro patas.

Obedeció sin rechistar. Cuando se puso de espaldas pude observar ese culo que había estado admirando por el camino. Varios pelos salían de su raja y sus huevos se veían colgar como el péndulo de un reloj. Me situé tras él e introduje el dedo corazón. El interior estaba muy caliente, casi quemaba. Después introduje el dedo índice, quizás un poco mas fuerte de lo que debía, hecho que provocó un "mmmmmmmmmmm!!" en Antonio.

Cuando sentí que su ano ya estaba totalmente dilatado me incorporé y puse mi polla en la entrada de su culo. Fui empujando de forma constante, centímetro a centímetro hasta que toda ella estuvo dentro. Antonio parecía disfrutar. Con una mano se masturbaba y con la otra mantenía el equilibrio.

Lentamente empecé a meterla y sacarla, sentía como a cada movimiento se contraía el ano de mi profesor. Fui aumentando el ritmo, cada vez mas rápido, cada vez mas fuerte. Antonio ya no se contenía como antes. Ahora gritaba, a cada golpe, un alarido inundaba la habitación. Finalmente, en uno de esos gritos, dijo:

  • Meeee voooooooyyyy aa correeeeeeeeeeeeer!!!!!!!!

Antes de que lo hiciera le dije que se levantara, yo pe puse a sus pies y comencé a mamarsela. Tenía el glande amoratado, a punto de reventar. Por última vez, lo introduje entero en mi boca y deje que explotase. Mi boca se desbordó al momento, los chorros de leche que salían disparados impregnaban su tronco y se quedaban pegados en los pelos que lo rodeaban. De nuevo tenía la cara llena de la leche de mi profesor. Era tal la excitación que yo tenía que empecé a eyacular en el suelo. Los pies de Antonio quedaron cubiertos de una capa blanquecina que se asimilaba a una bolsa de plástico.

Permanecimos un tiempo tumbados en el sofá, yo apoyado en su pecho y el acariciándome el pelo. Hablamos de cómo me habían ido los exámenes y de qué teníamos pensado hacer ese verano. También me explicó por qué había fingido no conocerme cuando lo llamé. Por lo visto se encontraban todos los profesores en una reunión y no podía hablar en aquel momento. Horas después le ayudé a limpiar y a recogerlo todo y me fui a mi casa. Los encuentros se sucedieron la lo largo del verano, pero cuando volvieron a comenzar las clases perdimos el contacto. A él le ofrecieron el traslado a otro instituto y dejó de llamarme y de coger las mias.Tal vez esas ocasiones habían sido solo algunas más para él, pero en mis recuerdos, siempre estará aquel profesor que me enseñó algo mas que matemáticas.

FIN

PD: Gracias por los comentarios del anterior relato, espero haber resuelto muchos de mis errores.