Clases de pintura
La travesura al final le salió bien
Aquella mañana me sentía más rebelde que nunca, tenía ganas de jugar y decidí no ponerme ropa interior. Salí a la calle dispuesta a buscarte con mis tacones negros y mi minifalda tejana. Había quedado con él para que me enseñara de sus dotes de artista y así poder sacar mi lado más creativo en la pintura.
Al encontrarnos ambos actuamos con total normalidad y sin salirnos de nuestra rutina. Me besó, le besé y nos dirigimos hacia el local de creación. Cada vez que le miraba notaba como un impulso me empujaba hacia él y, una voz en mi interior no paraba de decirme que me lo comiera ya. Pero sabía que aún no era el momento.
Después del agradable camino, llegamos a nuestro destino y sin rodeos sacamos todos los materiales de pintura. Me mordí el labio y con mi mirada sólo hacía que devorarle. Él se dio cuenta, lanzándome un beso apasionado que me aceleró más de lo que ya estaba, no podía esperar más. Justo en ese momento metió su mano por debajo de mi falda para tocarme el culo, pero, para su sorpresa no llevaba ropa interior. En un inicio se quedó sorprendido, seguidamente confiado y para terminar caliente.
Sin esperármelo me agarró y me subió encima de la mesa abriéndome las piernas. De golpe era él quién me estaba dominando a mí, siendo yo la que en un principio quería jugar con él. Me acostó en la mesa y me susurro al oído “estás jugando con fuego, sabes que es lo que te toca ahora no”. Me agarró la barbilla y me besó fuertemente, desabrochó mi camisa y me quitó la falda rápidamente. En un instante pasó de estar besando mi boca a estar besando mi vagina. Presionó con las dos manos mi clítoris y se lo introdujo a la boca mientras hacía movimientos bruscos con su lengua. La excitación del momento era tremenda no esperaba su reacción. En poco logró que me corriera de una forma que jamás me había corrido, haciendo que me animara aún más.
Cuando pude incorporarme me lancé a él. Nos besamos largo rato y le quité el cinturón, al ver lo que pretendía me acostó en la mesa nuevamente, dónde continuamos besándonos. Sin esperármelo me penetró y empezó a hacerme el amor apasionadamente. Sus manos agarraban mis piernas y su mirada no se apartaba de la mía. Rodeé su cuello con mis brazos y su cadera con mis piernas y él se encargó de agarrarme para que no cayera al suelo. Nuestras barrigas se unieron y nos fundimos en un solo cuerpo. En aquella postura su pene tocaba constantemente la parte más sensible de la vagina, provocando un placer inmenso. Ambos nos movíamos en sintonía para lograr alcanzar el orgasmo. Los gemidos se me escapaban de la boca y al momento los dos explotamos en una bomba de placer.
Nos tendimos en el suelo y nos abrazamos para poder sentirnos. Noté como su corazón latía fuerte, al igual que el mío, abracé su pecho y solté un suspiro. Levanté la mirada para encontrarme con la tuya, besaste mi frente con cariño y acariciaste mi pelo con suavidad.