Clases de Manejo

Aquí se cuenta como un maestro enseña a usar la palanca perfectamente. Es un relato más bien erótico que pornográfico, y mi primer relato narrativo. Espero que les guste.

El prólogo de este relato es un poco largo, pues es un relato más bien erótico que pornográfico, pero creo que lo puedes disfrutar, es sencillo y bastante factible. Espero que te guste y verás, como si usas tu imaginación mientras lo lees, es más gozoso.

Clases de Manejo

Era una pena que a mis 18 años de edad no supiera manejar. Siempre había vivido en el Centro Sur de la Ciudad donde todo quedaba cerca, había transporte público a cualquier lugar que frecuentara. Pero había por fin entrado a la Universidad, y esta vez no estaba tan cerca como mis anteriores escuelas y por supuesto, no iba a permitir que mis papás me llevaran. Al principio creí que con tomar 2 autobuses que hacían 30 minutos en total a la Universidad sería suficiente. Pero como estudiante de Artes Plásticas, mis papeles, mi mochila, mi tubo, mi porta láminas, mis maquetas, mis materiales... en fin, todo eso, hacía que no fuera un viaje del todo agradable. Decidí tomar clases de manejo. Mis padres no iban a enseñarme de ninguna manera, ya una vez lo habían intentado con consecuencias nada favorables.

Fui a la escuela de manejo un buen día, una escuela ubicada en Miguel Ángel de Quevedo, una avenida al sur de la Ciudad de México, me inscribí, y me dijeron que empezaba el lunes. Primero las clases teóricas y luego las prácticas. Paso la semana de clases teóricas sin nada particular. Al comenzar la siguiente semana, llegué como siempre, de la Universidad a la escuela, con algunos materiales, mi mochila, una playera y unas bermudas. Eran días de calor. La recepcionista me indicó que esperara que el profesor llegara, el maestro no tardo en entrar, la mujer saludó al hombre y ella salió por unos documentos. Era un hombre bien parecido, de aproximadamente 36 años, blanco, de cabello corto oscuro, con lentes, de aspecto serio y varonil y relativamente alto. Llevaba un pantalón de gabardina y una playera Polo. Muy serio se presento y me saludo con un fuerte apretón de manos.

En mi perspectiva hay dos tipos de hombres adultos, los que no se por cual razón tiene mala vibra conmigo, tal vez porque no soy el atleta alto y fornido que se espera que sean los jóvenes de 18 años, y los que son amigables, no les molesta que sea un joven delgado y guapo, simplemente.

Usualmente no me siento cómodo con adultos varones, no se porqué, irradian mucha energía, son grandes, son rudos, en fin, no sé, y el sentimiento en general es mutuo, o así lo siento. Él notó mi nerviosismos y sonrió ligeramente. Comprendí entonces que la tensión podría disminuir y sentí un poco de alivio.

Me tomó fraternalmente del hombro y me acompaño al coche. Verdaderamente como un hermano mayor que va a enseñar a su hermanito a conducir. Eso me aliviano mucho, cuando antes de llegar al coche, me apretó fuertemente el hombro y un aire recorrió todo mi cuerpo, ese rudo apretón, sin ser yo masoquista o mucho menos, me "gustó" más de lo convencional. Los heterosexuales suelen ser así de amables y rudos con sus amigos, y ese es uno de los detalles que siempre me ha parecido sexy.

Di la vuelta para intentar entrar por el lado del conductor y con una mano en mi abdomen me detuvo suavemente y sonrío.

  • No pensarás que vas a manejar el primer día ¿verdad? - Replicó con su encantadora voz.

  • ¿mm? - No supe que decir

  • Anda, súbete del otro lado - Lo dijo y sin yo verlo venir, con una sonrisa en la cara, me dio una cariñosa nalgada, como si fuera yo un niño, yo me sorprendí, pensé que... tal vez... no, no podría ser, también los heterosexuales se nalgueaban fraternalmente de vez en cuando, todo era producto de mi imaginación. De hecho, un amigo, también mayor, que hacía las veces de mi entrenador de fútbol, también lo había hecho alguna que otra vez.

Me subí un poco más alegre de lo habitual, pero también un poco nervioso. Mi Maestro era un sujeto limpio, sin embargo, como todos los hombres en los treintas, cuando son verdaderos hombres, diría yo, despiden un olor especial, pero no es un olor a sucio ni mucho menos. Es un olor que proviene de su piel, de su respiración, incluso de su testosterona, pero es un olor limpio, muy viril y sumamente agradable, es un olor que distinguimos más cuando somos niños porque así nos parece que huelen los adultos. Tal exquisito aroma invadía todo el interior del vehículo. De tal manera que yo me senté en el auto aún más contento, casi drogado por aquella fragancia indescriptiblemente agradable que emergía de tan guapo sujeto.

Me dijo que el conduciría, y mientras lo hacía, me explicaría todo y yo debería observar lo que hacía. Comenzamos.

En el fondo fue bueno que el auto no fuera un auto-escuela, aunque al principio me decepcioné un poco porque siempre me había llamado la atención subirme a uno que tuviera dos volantes, y bueno, dos de todo. Pero me alegró bastante, pues mientras me explicaba con tono serio "este es el freno, este es el acelerador, etc" yo sólo contemplaba sus piernas, aún bajo el pantalón parecían invitarme a tocarlas, a sentir su calor. O cuando decía "esta es primera, esta es segunda, tienes que hacer esto y aquello" yo vagamente le prestaba atención, me entretenía mucho más admirándolo al tensar los brazos sobre la palanca, pues se le marcaban los músculos, los músculos normales de un hombre regularmente fuerte, pues no era un tipo fortachón ni nada por el estilo.

No era un hombre excepcionalmente hermoso, pero era muy atractivo y varonil, y para mí, en ese momento, resultaba increíblemente seductor. Siempre me han seducido los chavos que me enseñan algo, cualquier tontería si se quiere, pero el hecho de querer que yo aprenda algo de ellos me parece fascinante.

Total, el continuó manejando por las calles de la Ciudad, pero por un momento, comenzó más bien a platicar de él mismo, hablamos de lo que hacía además de dar clases, pues eso lo hacía por placer, por el placer de enseñar y por el placer de manejar.

Era administrador de empresas y... en fin, hablamos de todo un poco. Cada momento me parecía más difícil de soportar la sensación de tocarlo. Era tan guapo. Decidí hacerlo y ver que reacción tenía. Los nervios me invadieron por completo e incluso temblaba y se me cortaban las palabras. Tenía escalofríos y buscaba un pretexto para tocarlo y en una estupidez que dijo sobre lo mal que manejaban las "viejas" me atreví a darle una palmada en el hombro, claro una suave y no muy rápida, para poder reposar el dorso de mi mano un poco más de lo habitual.

  • ¿Muy machista o qué? - Le dije

  • No, para nada, es sólo un decir.

Lo había tocado en el hombro, había experimentado su calor. Qué delicia. Sin embargo, no era suficiente, y no sabía que hacer, si lo provocaba demasiado, tal vez se enfadaría, me golpearía o en el mejor de los casos, me llevaría a la escuela y diría lo malo que había sido como alumno. No, no, no sabía que hacer.

Entramos entonces a una avenida complicada, mucho frenar, dar vuelta, avanzar, moverse con cuidado para no chocar, en fin, él tenía que estar muy atento. Entonces como por arte de magia, pasó.

  • Oye, me puedes rascar el cuello.
  • Me pidió.

  • Claro

Por supuesto accedí, y le rasqué el cuello. Sentía su calor, su leve humedad bajo el cabello debido al sudor. Le rasqué tanto como yo quise, nunca le pregunté si era suficiente, seguí un rato, pero ya más que rascarlo le estaba dando un masaje, y él lo noto.

  • Ah, que bien, así está mucho mejor. Lo haces bien eh? - Exclamó, entonces decidí hacerlo verdaderamente bien, y con mi mano le di un masaje no sólo en el cuello, sino también en los hombros.

  • Ah, que bien que te agradé - Le dije.

De pronto decidí jugar más rudo.

  • Ya me cansé

Le dije, y al hacerlo, puse mi mano en su brazo tomándolo, lo rocé un poco y me disculpe por el cansancio. Me agradeció y yo bajé suavemente mi mano hasta su mano, que sostenía la palanca de velocidades, y le di un palmada.

  • Si pones tu mano ahí a lo mejor aceleramos y chocamos, je, je. - Dijo amablemente.

  • Lo siento, entonces la pondré aquí - Dije atrevidamente mientras ponía rápidamente mi mano en su pierna y le daba un apretón, reía y la solté también con una palmada.

  • Ahí si puedes dejarla, no me molesta - Dijo, pícaramente ante mi sorpresa.

Pensé que bromeaba y me reí.

  • De verdad que no me molesta, dijo mientras entrábamos en una calle más solitaria.

  • Te reto, ¿de verdad no te molesta? Pues, yo por sí la dejo aquí un rato, no me importa.

  • Déjala - Dijo desafiante

  • Bueno - Respondí y la dejé.

El continuó manejando.

  • Bueno, pero si la dejas, haz algo ¿no?

  • Claro - Y comencé a acariciarla suavemente.

  • Mmmm... rico.

En ese momento comprendí, a él le gustaba, estaba clarísimo. Entonces comencé a acariciarlo con mayor intención y pude gozar el sentir la piel cálida de su pierna bajo la tela de su pantalón. Fue verdaderamente un delicia. Acaricié sus muslos de arriba a bajo, el sonreía complacido mientras que miraba otros autos, comprobando que no nos vieran.

Comencé a acariciar su abdomen sobre su playera, se sentía suave y cálido. El sólo sonreía complacido. Deslice entonces mi mano hacia su cremallera y la coloqué sobre sus genitales, los rodeé con la mano, haciendo como un huequito, como si quisiera reservarlos sólo para mí, y luego los acaricié, me entretuve en eso un rato mientras nos entregábamos sonrisas cómplices y observábamos alrededor, alguien nos vería tal vez, eso nos causaba mucho morbo.

Él seguía manejando y haciendo expresiones divinas de macho mimado. Yo acariciaba sus rodillas, sus muslos, sus genitales. Decidí entonces poner mi mano bajo su playera y sentir la piel de su abdomen, si tanto estaba dispuesto a dejarme gozarlo, lo iba a aprovechar. Se sentía cálida, suave, un poco húmeda, con unos vellitos juguetones por su ombligo. Desabroche su bragueta justo cuando nos acercábamos a una calle prácticamente desolada. Sólo un coche paseaba de vez en cuando. Se levanto rápidamente para que pudiera bajarse los pantalones y así lo hizo, sólo un poco, pero lo necesario para que yo viera la tanga beige que apretaba fuertemente su verga.

Mi masaje cobró nueva vida, ahora estaba más cerca del objeto de mi deseo. La acaricie, la tela tensa se sentía ya húmeda.

Decidí hacerlo, mi agaché y besé su verga bajo su tanga, mis labios sentían el maravilloso aroma que salía de la humedad de esa pequeña tela. Que cubría lo justo para hacerlo interesante. Lamí la prenda y absorbí lo que había en ella de líquido lubricante. El gimió de placer. Entonces, bajé la tanga y miré el producto de mi deseo apuntando al cielo. Redonda, ancha, de un aroma exquisito, la admiré por un segundo y comencé a besarla.

Bese su punta y en mis labios quedo un poco de ese maravilloso líquido preeyaculatorio, bese el tronco, sus testículos, los lamí, la bese toda, era mi mejor regalo en mucho tiempo. Entonces me la metí a la boca y comencé a chuparla como si de una paleta se tratase. Era mi paletota, mi deliciosa Verga Pop, sabor a macho.

  • ¡Qué rico! Sigue así nene, sigue así, gózame, soy tu paleta, soy bajo en calorías y alto en proteínas. - Dijo y río, me gano la risa pero eso sólo logro que me la tragara más profundamente.

Súbitamente llegamos a un tope, en el sube y baja precipitado, se me introdujo toda su deliciosa verga y casi me ahogo, ambos reímos, yo con la boca llena claro está. Decidió estacionarse en la sombra de un árbol, nadie pasaba, era ya como las 17:00 horas y aquella calle estaba vacía.

Reclinó el asiento, bajé sus pantalones hasta las rodillas y subí su playera polo. Sus tetillas estaban erectas, las bese, las acaricie, acaricie todo su cuerpo, estaba ahí, para mí, casi desnudo y con la verga a tope.

  • Vas a aprender las velocidades, toma la palanca - Dijo y tomé su verga.

Comencé a masturbarlo con una mano mientras lo acariciaba y lo besaba, y yo le decía. "Esta es primera" y movía la verga a un lado y lo masturbaba.

  • Eso es, agarra mi palancota, juega con ella, soy todo tuyo.

A la segunda velocidad, lo masturbé más rápido, mientras le mordía las tetillas y el gemía de placer, luego más rápido. se convulsionaba. Con la otra mano lo acariciaba todo, sus brazos, sus piernas, su estomago, la cara, el pecho.

Cambié a cuarta velocidad, sentía que no tardaba en eyacular.

  • Vas muy bien, vas muy bien, pero necesitas gasolina - Dijo jadeante.

  • Ahora mismo lleno el tanque

Y volví a mamarlo con tanto placer, con tanta fuerza, tanta pasión y tanta violencia, como si fuera una rica paleta de leche, que en algún momento, tal era mi salivación, tal era la cantidad de lubricación que él tenía, que no distinguí que me llenaba la boca de leche, hasta que llegó el tremendo golpe de su poderosa eyaculación. Me llené la boca, él gimió de placer y yo me tragué su deliciosa leche.

Me reí nervioso. Se quedo un rato así, reclinado, con la verga ya medio flácida. Se la acaricié por última vez, le di un beso de despedida en la punta y una palmada en el abdomen. Le subí los pantalones y le puse bien la ropa, el estaba exhausto.

Sonrío plácidamente y marchamos a la escuela, para dejarme de nuevo. Nos despedimos de un saludo fuerte, y de nuevo, me nalgueo, pero esta vez más fuerte y podría jurar, que apretó una de mis nalgas... lo que sea, a mi me gusto. Nos despedimos y así continuamos las clases.

Fin

Por cierto, nunca aprendí a manejar, ¿alguien me enseña?