Clases de informática

Una amiga me pidió que le diera clases de informática a su madre. Era una mujer divorciada de unos 50 años, con un cuerpo bien conservado.

CLASES DE INFORMÁTICA

Hace un tiempo una buena amiga me pidió que ayudara a su madre con el manejo del ordenador y le diera unas clases de informática. Al parecer su madre se acababa de comprar un ordenador pero no tenia la mas remota idea de cómo funcionaba, por lo que había pensado que yo le podía ayudar porque se me da bastante bien el tema de la informática y porque sabía que me vendría bien el dinero. Acepté en seguida porque iban a ser solo tres o cuatro clases de informática básica y porque me lo pedía una buena amiga.

La madre de mi amiga llevaba unos años divorciada y viviendo sola. Era dueña de una pequeña tienda de antigüedades y se había comprado el ordenador para poder realizar las gestiones de la tienda. Había quedado con mi amiga en que me presentaría directamente en la tienda unos días después, justo cuando fuera la hora de cerrar.

Llegó el día y me presenté en la tienda. La madre de mi amiga me recibió y me dijo que se llamaba Ana y que por favor la tuteara. Yo le dije mi nombre y que si me enseñaba el ordenador podríamos empezar ya mismo. La mujer cerró la puerta de la tienda y puso el cartel de cerrado y me llevó hasta un pequeño despacho. Ahí, encima del escritorio tenía instalado el ordenador. Nos sentamos y empecé a explicarle los fundamentos básicos del manejo del aparato.

Ana era una mujer de unos 50 años. Era de mediana estatura y conservaba una buena figura. Tenía el pelo castaño claro recogido en un pequeño moño. Iba vestida de forma muy formal, con una blusa y una falda por la rodilla. En un principio no me llamó mucho la atención, era la típica mujer madura con un cierto nivel económico.

La primera clase transcurrió muy bien. Enseguida cogimos confianza y el ambiente era muy agradable, que era mi principal preocupación antes de aceptar dar las clases. No quería encontrarme con una vieja estirada pero Ana era todo lo contrario, era muy simpática y agradable. Se notaba por su manera de ser que los años que llevaba divorciada los había aprovechado para vivir la vida y divertirse.

Pasaron casi 2 horas de explicaciones y decidimos dejarlo por ese día. Quedamos en que volvería a la misma hora la semana siguiente. Me pagó lo acordado por la clase y nos despedimos con dos besos en la mejilla.

A la semana siguiente volví. Ana me recibió con una gran sonrisa y dándome dos besos en la mejilla. La noté un tanto distinta, llevaba una falda por las rodillas como la otra vez. Pero esta vez era una falda negra más ceñida que tenía un corte que recorría buena parte de su muslo. Además llevaba un botón de la blusa desabrochado, lo que permitía apreciar el inicio de su canalillo. Ese cambio de indumentaria me hizo fijarme en su bien conservado cuerpo. Tenía unos muslos no demasiado anchos y unos pechos grandes y bastante rígidos a pesar de su edad.

Durante la clase la confianza entre ambos aumentó. Ana reía divertida a todos mis comentarios graciosos y de vez en cuando me miraba fijamente a los ojos. De vez en cuando, al explicarle el manejo del ordenador, nuestras manos se tocaban ligeramente al coger el mouse. También nuestras piernas se tocaban al estar sentados el uno al lado del otro muy cerca. Podía notar su perfume subiendo a través de su escote y su cuello y no pude evitar excitarme un poco.

Aquella noche, al llegar a mi casa, me tuve que masturbar. Durante toda la semana no dejé de pensar en Ana. Me preguntaba si ella sentía deseo hacia mí y me sentía un poco culpable al tratarse de la madre de una amiga mía.

Llegó el día de la siguiente clase y ya no sabía que más podía esperar. Ana iba vestida de forma parecida a la semana anterior, aunque esta vez la falda era un poco más corta, por encima de las rodillas. Siguió con el flirteo que había iniciado la semana anterior. A la más mínima oportunidad ponía su mano sobre la mía y su pierna no se separaba de la mía. Yo empezaba a excitarme y me costaba concentrarme en las explicaciones.

Casi habíamos llegado al final de la clase y empecé a explicarle la navegación por Internet y el uso del correo electrónico. Le mostré como acceder a unas cuantas páginas web y a hacer búsquedas por Internet. A aquellas alturas ya había bastante confianza entre ambos por lo que me pregunto acerca de las páginas web de contenido pornográfico y si le podría mostrar alguna.

"Seguro que conoces unas cuantas, enséñamelas por favor" dijo con sonrisa pícara.

Al principio me sorprendió un poco la petición y me dio un poco de vergüenza pero ella insistió y accedí. Le mostré un par de páginas pornográficas. Se veían a parejas en toda clase de actos sexuales, mamadas, sexo anal, todo tipo de posturas… Ella se mostraba muy interesada y pedía que le enseñara aún más. Parecía que le estaba gustando mucho lo que veía.

Entonces puso su mano sobre mi pierna y empezó a subir hasta ponerla sobre mi pene. Yo estaba muy excitado y el bulto en el pantalón ya era de un tamaño considerable.

"Mmmmm, parece que a ti también te gusta…" dijo ella apretándome suavemente el paquete.

Siguió frotándome mientras mi polla seguía creciendo. Parecía que me iba a estallar dentro del pantalón por lo que me desabroché y me la saqué. Ana abrió los ojos y se mordió el labio inferior sorprendida por el tamaño que había alcanzado en tan poco tiempo.

"Toda tuya" le dije. La mujer no tardó en cogerla con una mano y empezar a masturbarme. En unos segundos ya estaba en su estado máximo de erección. Yo empecé a acariciarle el pelo y la espalda. Me acerqué a su oreja y le susurré:

"Que bien lo haces, que gusto…" y seguí mordiéndole la oreja y el cuello. Acto seguido le puse la mano sobre un pecho, era más grande que mi mano y estaba bastante duro. Separé su silla de la mía y empecé a desabrochar los botones de su blusa. La abrí y descubrí un sujetador blanco transparente que dejaba ver unos pezones grandes y rosados.

Empecé a acariciar suavemente sus tetas con las dos manos, mientras ella seguía haciéndome una paja, y nos besamos apasionadamente. Entonces la cogí por los brazos y la puse de rodillas en el suelo delante de mí. La agarré por el pelo y acerqué su cara a la punta de mi capullo. Ella ya sabía lo que tenía que hacer, inmediatamente se metió mi polla en la boca agarrándola con una mano y se la tragó hasta el fondo.

"Chupa, chupa"

La agarraba por el pelo, marcándole el ritmo a seguir y ella tragaba sin descanso. Su boca caliente y húmeda rodeaba mi duro miembro succionándolo hasta lo más hondo de su garganta. Ana la chupaba como la más experta de las putas, se notaban los años de experiencia y yo no podía dejar de disfrutar sus ardientes labios y su lasciva lengua.

"Sigue, sigue, no pares, lo haces muy bien, mmmm…"

Tenía a una increíble mujer madura, de rodillas frente a mí, chupándomela como nunca. Aproveché para quitarle la blusa y desabrocharle el sujetador. Dejé que disfrutara un poco más de mi rabo mientras yo le sobaba las tetas y le pellizcaba los pezones que estaban bien erguidos. Luego la cogí del pelo otra vez y la aparté de mi polla, la besé y le dije que me ayudara a desnudarme. Me quitó los zapatos y me ayudó a quitarme los pantalones y los calzoncillos mientras yo me quitaba la camiseta.

"Chupame los huevos, por favor" le pedí agarrándome la polla. Me hizo caso y empezó a chuparmelos mientras yo me la meneaba. Primero los lamía y luego los chupaba, metiéndoselos dentro de la boca. Luego volvió a chuparme la polla. Se la metió en la boca y empezó a subir y bajar la cabeza muy rápido, tragándosela hasta el fondo cada vez y sin ayudarse con la mano. Yo me incliné hacia delante y empecé a tocarle el culo a través de la falda. Apretujaba y separaba sus nalgas y pasaba mi mano acariciándole la raja del culo hasta su chumino. El calor de su coño se notaba incluso a través de la ropa.

Yo estaba en la gloria y a punto de correrme ya. La aparté de mí y me levanté. Hice que se tumbara en la alfombra que había en el suelo del despacho y me puse de rodillas con su cuerpo entre mis piernas. Sus grandes pechos quedaban debajo de mí, los agarré y los empecé a sobar con energía. Puse mi polla erecta entre sus tetas y agarrándolas empecé a moverme, de forma que me proporcionara placer.

"Que tetas más ricas tienes Ana…" intentaba decir entre gemidos de placer. "Que cubana más rica me estoy haciendo, mmmmm…".

Seguí deslizándome entre sus senos un par de minutos más, hasta que no pude contenerme y solté una gran descarga de semen en su cara. Grité de placer mientras seguía apretando los pechos de Ana contra mí, hasta haber sacado la última gota de leche de mis huevos.

A la mujer no le hizo mucha gracia. Tenía la cara cubierta de semen e intentaba limpiarse con las manos mientras me reprobaba lo que acababa de hacer. Yo no le hice caso y me dispuse a frotarle el coño con mi mano. Sin moverme de la postura en que me encontraba, le subí ligeramente la falda y empecé a estimular su coñito a través de las medias. Aquello pareció gustarle, ya que dejo de quejarse por la corrida facial que le acababa de soltar y empezó a gemir suavemente.

"Esto te gusta, verdad? Déjame ver ese coñito"

Me moví hasta ponerme entre sus piernas, todavía de rodillas y le subí la falda hasta la barriga para tener mejor acceso a su raja. Me llevé una gran sorpresa al descubrir que solo llevaba puestas las medias, sin ropa interior debajo.

"Serás guarra! Estabas esperando esto y no te has puesto bragas hoy, verdad?" a lo que ella respondió con una leve sonrisa picarona.

Tenía una gran mancha más oscura que el color de las medias en la zona de la entrepierna y su coño se podía ver transparentado. Para ir más rápido decidí romperle las medias y dejarle el conejo al aire. Lo tenía completamente húmedo y abierto, totalmente a mi disposición.

Me agaché y empecé a lamerle toda la raja. Luego me concentré en su clítoris, mientras le separaba los labios con los dedos. Ella gemía desconsolada, agarrándose los pechos y doblando la cabeza hacía atrás.

"Sí, sí…" gritaba de placer. Todavía tenía restos de semen en el pecho y la cara que se intentaba limpiar con la lengua.

Luego le separé las piernas todo lo que pude y le empecé a frotar el coño con los dedos. Cuando los tuve bien empapados de sus fluidos vaginales se los metí por el agujero. Con dos dedos frotaba intensamente el punto G de su vagina. Iba todo lo rápido que podía para proporcionarle el máximo placer. Su cara era de gozo máximo, apenas podía gemir mientras se apretujaba los pechos. No tardo en correrse, soltando gran cantidad de fluidos que dejaron una considerable mancha en la alfombra.

Se quedó unos minutos intentando recuperar el aliento. Seguía con las piernas abiertas y el coñito chorreando, sin casi poder moverse. Yo me senté en la silla y contemplé el cuerpo desnudo y ahogado de placer de Ana. Luego empecé a tocarme el pene para prepararme para el siguiente asalto.

Ya recuperada, Ana se levantó y se quitó la falda. Se quedó de pie delante de mí solo con las medias rotas y unos zapatos de tacón que todavía no se había llegado a quitar. Aquella era una visión excitante, su cuerpo bien conservado y con las curvas justas, sus grandes y duros pechos, un coñito bien depilado y unas piernas perfectamente torneadas. Rápidamente volví a tener una erección. Mi polla pedía guerra, quería meterse en el hoyo en el que hasta ahora solo habían estado mis dedos.

Ana se alegró al ver que volvía a estar listo. Acababa de descubrir las ventajas de un amante joven, siempre dispuesto a la hora del sexo. Su coño soltaba jugos al contemplar lo que estaba a punto de meterse. Aquella polla larga, dura, joven e incansable que yo masturbaba suavemente delante de ella.

"La quieres?" pregunté yo.

"Dámela toda, por favor" suplicó ella mientras acariciaba su cuerpo.

Entonces me levanté, aparté el teclado del ordenador del escritorio para tener sitio y senté a Ana encima. Sus piernas estaban completamente abiertas, enseñándome su coño totalmente dispuesto para el sexo. Me acerqué y empecé a acariciarlo, primero la cara y el pelo, luego los brazos y los pechos para acabar por los muslos.

"Métemela, métemela, no esperes más…" susurraba ella.

Me cogí la polla con una mano y la acerqué a su rajita. Con la punta froté suavemente el clítoris y los labios y finalmente se la metí. Lo hice despacio porque no quería correrme nada más entrar en ese ardiente coño. Era un agujero delicioso, muy húmedo y bastante terso para su edad. Era una delicia follarse ese conejito maduro. Empecé a dar culadas, primero lentamente y luego aumentando la velocidad al ver que mi polla entraba con facilidad.

Ana gemía de placer y gritaba deseosa que la follase. Se inclinó hacia atrás hasta tumbarse sobre la mesa. Sus tetas apuntaban al techo y se movían como flanes al ritmo de mis movimientos. Yo la agarraba por los muslos y se la clavaba hasta el fondo de su vagina.

Tenía la polla tan dura que parecía a punto de estallar. Estar dentro de ese coñito era una sensación increíble. Clavaba mi verga sin descanso haciendo disfrutar a Ana todo lo que podía.

Paré un momento para hacer cambiar a Ana de postura. Le di la vuelta sobre la mesa, poniéndola boca abajo con su culazo justo frente a mí. Era un culo magnifico, lo agarré y empecé a besarlo y a comérmelo. Se la volví a meter y seguí follándomela. Ana se agarraba a la mesa y gritaba como una loca de placer. Su culo se movía de forma sensual apretándose sobre mi polla en cada culada que daba.

De pronto el cuerpo de Ana se estremeció de placer, su espalda se retorció hacia atrás y su vagina se apretó alrededor de mi polla. Volvió a correrse soltando sus flujos sobre mi verga y mis huevos. Aquella corrida y los gritos orgásmicos eran el estímulo que me faltaba, estaba a punto de correrme yo también. Noté el semen subiendo por mis testículos y mi polla, la saqué de su coñito y descargué sobre su culo.

"Me encanta tu leche calentita cariño…" dijo ella mientras se levantaba. Su cuerpo presentaba los rasgos de un gran polvo. Enrojecida por el calor, su cuerpo cubierto de sudor, las medias rotas y sus piernas y su culo empapados de nuestros fluidos.

"Hacia mucho tiempo que nadie me follaba así, me ha encantado" dijo agradecida para después besarme apasionadamente.

Nos vestimos rápidamente y luego ella me pagó por la clase.

"Toma, te lo mereces. Vuelve la semana que viene a la misma hora", me dio dos besos en la mejilla y me despedí de ella.

Aquella había sido una experiencia increíble. Ana era una mujer magnífica que sabía como proporcionar placer y que disfrutaba del sexo al máximo. Estuve toda la semana esperando impaciente que llegase el día de la clase de informática.

Por fin llegó el día. Entré en la tienda y Ana me recibió feliz dándome un gran beso en la boca. Cerró la puerta y me dijo que la siguiera.

Aquel día no fuimos al despacho, Ana me hizo sentar en un sofá antiguo de la tienda, lo suficientemente lejos de la puerta cómo para que no nos pudieran ver desde fuera. Ana se había puesto un vestido largo negro atado por la cintura y que se quitaba cómo si fuera una bata. Lo hizo de pie delante de mí y puede ver cómo debajo del vestido estaba completamente desnuda.

"Llevo todo el día mojada esperando este momento…" dijo mientras se acercaba a mí.

Se me puso dura al instante, me desnudé todo lo rápido que pude y puse mi polla a su total disposición. Ella se puso encima de mí y empezamos a follar. Ana se clavaba con fuerza en mi polla, metiéndosela hasta el fondo y con sus enormes tetas bailando frente a mi cara.

Aquél día follamos también con ella en el suelo a cuatro patas y yo metiéndosela desde atrás. Y al final ella me la chupó de rodillas hasta que me corrí en su cara.

Lo mejor llegó después, Ana me pagó por la ‘clase’ y me dijo que yo le encantaba y que volviéramos a quedar otra vez la semana siguiente. Aunque esta vez quedaríamos directamente en su casa.

Desde entonces tenemos citas regularmente. Voy a su casa y follamos toda la noche sin parar, en todas las posturas posibles y en cualquier lugar. Ella siempre tiene cantidad de orgasmos y acaba las sesiones agotadas. Y me sigue pagando lo acordado cada vez que nos vemos...