Clara y el follamigo
Pillo a Clara en una situación comprometida con su follamigo y decide que habrá consecuencias.
Hace dos años me fui a estudiar lejos de casa y desde entonces comparto el piso con tres chicas. Ellas son Irene, una amiga mía de la infancia; Clara, amiga del instituto de Irene, y Sonia, una chica que alquiló la habitación que quedaba vacía en el piso que alquilamos.
Físicamente, Irene es bajita y morena. Es bastante guapa de cara, pero de cuerpo no es gran cosa. Lo que más me llama la atención de ella es su culo, bastante grande pero firme. Tiene algo de tripita, no tiene un cuerpo escultural ni nada de eso, y de tetas tiene una talla normal.
Clara es la joya de la corona del piso. Entre que es más morenita de piel y el tipazo que tiene, parece caribeña. Se mantiene en forma y cuida mucho su cuerpo. Es castaña y tiene los ojos verdes, la verdad es que de cara es una preciosidad. De cuerpo, parece modelo o actriz o algo de eso. Unas piernas largas y bien torneadas, unas caderas anchas que le hacen un culo de escándalo, una cintura delgada, vientre plano y unas tetas bastante grandes, aunque no enormes, que se mantienen perfectamente firmes y en su sitio cuando las deja libres. Lo he podido comprobar en alguna ocasión.
Sonia es la más alta de las tres, además es bastante corpulenta y masculina. Se pasa muchas horas en el gimnasio y se le nota en lo fuerte que está. Tiene el culo bastante plano y no se le marca mucho la cadera, pero tiene unas tetas enormes. Debe tener una 100 o 110.
Por mi parte, yo soy también bastante alto y tengo sobrepeso. No estoy gordito, no, estoy enorme. Ya desde pequeño me acostumbré a todo tipo de motes, bromas y lo que no son bromas y eso ha hecho que tenga problemas para relacionarme con los demás.
Ya desde el principio, a la que empieza a hacer calor, mis compañeras van perdiendo ropa y a mí se me va alegrando la vista. Todo fue bastante natural y gradual, y sin saber muy bien como, lo más normal del mundo era encontrarme a alguna de mis compañeras en bragas y camiseta. Y cuando digo bragas y camiseta, puede ser también tanga y un top mínimo.
Si a eso le sumamos que puedo pasar meses sin más actividad sexual que la que yo mismo pueda proporcionarme, entenderéis que vaya siempre salidísimo. De igual el tiempo que pase, no me acostumbro a "las vistas" del piso y paso muchas horas empalmado.
Otra cosa habitual es llevarse a los ligues a follar al piso. Aunque cada uno tenga su propia habitación, los ruidos se acaban oyendo a mayor o menor volumen por toda la casa. Además, a veces podía ocurrir que coincidieran dos parejitas felices a la vez.
Clara empezó a llevar a casa un chico. Al principio era un chico más que venía a pegar un polvo y se marchaba, pero poco a poco se fue haciendo habitual y empezamos a verle también por la casa. Recuerdo que la primera que le vi fue en la cocina, después de que hubieran estado un buen rato dándole.
Él iba con unos calzoncillos tipo bóxer que le marcaban bastante bien un pollón bastante grande y una camiseta apretada. Sabía que acababa de descargar, puede que incluso dos veces, y seguía teniendo un aparato ostensiblemente grande.
Aparte de su rabo, el tío estaba cachas, se cuidaba y podía pasar perfectamente por modelo. No era extraño que Clara estuviera encantada con él. De hecho, a las otras dos ocupantes del piso también les parecía un monumento y les encantaba cruzarse con él.
Como iba diciendo, Miki, el cachas, se hizo un habitual del piso y a veces pasaba el rato con Clara y el resto de ocupantes de la vivienda en el salón viendo la tele, o comiendo, o lo que fuera.
En uno de esos días, estábamos en el salón con la tele puesta y empezaron a acaramelarse. En un momento dado, se fueron los dos a la cocina y me di cuenta de que tardaban más de lo normal, algo estarían haciendo. Dejé pasar un poco más de tiempo y no puede evitar que mi instinto voyeur me empujara a ir a la cocina a por una cerveza. Cuando entré en la cocina, ¡Bingo!
Miki estaba reclinado en la encimera, apoyándose con la espalda, con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos y Clara estaba de rodillas delante de él con la camiseta levantada por detrás de la cabeza haciéndole una mamada. Ella le agarraba el culo con las dos manos mientras se metía ese pedazo de carne en la boca y él le agarraba la cabeza por la coronilla con una mano y una teta con la otra. ¡Qué espectáculo!
Desde mi posición Clara me quedaba entre de perfil y de espaldas, pero pude ver perfectamente como dejaba entrar y salir parte de la polla descomunal de Miki de su boca y como la teta derecha iba bamboleándose al compás de la mamada.
Miki me vio y me guiño el ojo. Yo salí del trance en el que había entrado al encontrarme con esa escena de porno casero improvisado y rápidamente volví al salón avergonzado, como si todo hubiera por azar y no me hubiera imaginado que estarían haciendo algo sexual.
Cuando Irene me vio la cara enseguida entendió que había visto algo en la cocina que se suponía que no debía ver, y se lo tuve que contar en voz baja, como si estuviera conmocionado, aunque un poco sí lo estaba.
Cuando la alegre pareja volvió al salón, yo me puse rojo como un tomate del corte que me producía la situación, y no miré a Irene, pero imagino que estaría en un estado similar. No sabía muy bien cómo debía reaccionar, así que simplemente improvisé unas disculpas.
Jon - Yo... Lo siento. No sabía... Fue sin querer.
Clara puso cara de no entender nada. Estaba tan centrada en comerse esa enorme tranca que no se había ni dado cuenta de que había entrado en la cocina y la había pillado en plena faena. Miki, en cambio, sí sabía perfectamente lo que quería decir.
Miki - Ya, no te sientas mal. Ha sido culpa nuestra en realidad.
Clara - ¿QUÉ?
Miki - Jon entró antes en la cocina y, bueno, nos vio.
Clara - ¿QUE JON QUÉ?
Jon - Perdona, tía. Fui a por una cerve...
Clara - ¿QUE ME HAS VISTO?
Todo era muy violento en ese momento, creo que nadie sabía muy bien cómo reaccionar. Miki intentaba quitarle hierro al asunto, Irene y yo también, después de todo había sido un accidente casual. ¿Cómo iba a imaginarse alguien lo que estaban haciendo en la cocina teniendo una habitación al lado?
El caso es que Clara se pilló un rebote increíble y mandó a Miki a la mierda porque ni siquiera la había avisado. Conmigo estuvo borde durante más de dos semanas. Al principio era casi un odio furibundo y poco a poco se le fue pasando. Por fin, llegó un día en que recapacitó y vio que se había pasado tres pueblos conmigo, que yo solo había ido a por una cerveza y que no tenía culpa de nada.
Tanto es así que se sentía de algún modo en deuda conmigo por haberme tratado tan mal y por lo comprensivo que había sido con su neura durante esos días. Podría haberme compensado haciéndome una mamada, pero creo que ni se le ocurrió y que, de habérsele ocurrido, tampoco estaba tan arrepentida. En lugar de eso, se dedicó a ser más amable conmigo, aunque siempre había sido muy amable, por lo que tampoco se veía mucha diferencia en el trato.
Un sábado, estábamos desayunando y me propuso un plan:
Clara - Oye, una amiga me ha invitado a su casa esta tarde después de comer. ¿Te vienes?
Jon - ¿Qué amiga?
Clara - Silvia, no la conoces. Es la chica esta que os he contado que tiene piscina y vamos a veces a tomar el sol y darnos un chapuzón.
Jon - No sé, Clara, a mí esto de ir a tomar el sol...
Clara - Es para que te dé el aire, Jon, que te conviene. Además con este calor... ¿No te apetece pasar la tarde en la piscina?
La verdad es que no me apetecía nada. Nunca me han gustado demasiado las actividades de exterior, menos si implican quitarme la camiseta, y encima no conocía a la amiga de Clara. Sin embargo, Clara puede ser muy convincente y yo muy fácil de arrastrar, así que acabamos yendo los dos.
La casa resultó ser un chalet a media hora larga de la ciudad, en medio de la nada. Yo me había imaginado una casa lujosa, pero era más bien una casa rural que habían ido restaurando y aún les quedaba bastante por hacer.
Al llegar, Clara le mando un mensaje a su amiga y salió a recibirnos. Era una chica muy guapa. Rubia, con los ojos azules, bastante bronceada por el sol, con una facciones muy agradables y unos labios muy carnosos. La camiseta que llevaba puesta no dejaba ver muy bien su figura, pero se intuía que estaba buena. Lo que sí lucía eran unas piernas casi tan perfectas como las de mi amiga Clara.
Nos condujo a la piscina y ahí había ya otra chica, que nos saludó desde su tolla. Estaba haciendo topless.
No me esperaba encontrarme a una chica con las tetas al aire así de buenas a primeras, aunque al pensarlo era algo bastante lógico tratándose de una piscina en la que, además, tenían toda la intimidad del mundo. La chica en topless se llamaba Nerea. Era bastante bajita y redondita. Destacaba que tenía unas tetas enormes, algo caídas por la gravedad, pero impresionantes.
Silvia se quitó la camiseta que se había puesto para ir a abrirnos la puerta y descubrí que tampoco usaba la parte de arriba del bikini. Además me fijé en que no debía usarla nunca, porque a diferencia de Nerea, no se le notaba marca del sol. Tenía unas tetas de tamaño medio, muy erguidas y bronceadas. El resto del cuerpo era espectacular también, ella y Clara podían pasar perfectamente como modelos de lencería.
Clara no quiso ser menos y se quedó también con la braguita del bikini. Qué contento estaba de haberme dejado convencer para ir a pasar la tarde a esa piscina.
Lo mejor fue ver como Clara se ponía crema, especialmente cuando tocó embadurnarse el pecho. Con la viscosidad del protector solar, la piel relucía y las tetas resbalaban bajo sus manos. Además, con el roce, los pezones apuntaban descarados hacia el cielo. Menuda erección llevaba.
Me pareció un poco raro que las tres hicieran topless y que llevaran braguitas de bikini bastante "conservadoras". Teniendo en cuenta lo tranquilas que estaban ahí, podrían haber usado tanga. Quizá se habían cortado ese día porque iba yo. ¿Quién sabe cómo tomarían el sol cuando estaban solas?
El sol apretaba bastante y me estaba asando de calor, así que fui al agua lo más rápido que pude en un intento de camuflar mi erección. El frío del agua funcionó, se estaba de maravilla.
Irene y Silvia vinieron también al agua y pude contemplarlas el breve espacio de tiempo que tardaron en llegar hasta la piscina y meterse en ella. Silvia era espectacular, y las tetas de Nerea, también.
Estuvimos un rato los tres en la piscina. Intenté buscar un poco de contacto, pero estaba claro que a las chicas no les hacía mucha gracia, así que dejé de intentarlo para no hacerme pesado. Cuando por fin Clara se animó a unírsenos en el agua, un señor entró en el jardín y a mí me dio un susto, no me lo esperaba.
Era el padre de Silvia, el dueño de la casa, y venía a avisarnos de que se iba. Yo ni siquiera sabía que estaba ahí, pero obviamente las demás sí. Clara se había quedado parada de pie a medio camino de la piscina y al aparecer el padre de Silvia se giró hacia él para escucharle. Qué cabrón el padre de Silvia, que tenía a Clara justo delante de sus narices vestida únicamente con unas braguitas de bikini y yo tenía que conformarme con verle el culo tapado por la tela.
Señor - ¡Chicas! ... Y chico. Me voy ya. Silvia, acuérdate de poner la alarma cuando te vayas.
Silvia - Sí, papá. ¡Adiós!
Señor - ¡Adiós!
Al despedirse, se acercó a Clara para darle dos besos. Yo llevaba un rato con las tres chicas con las tetas al aire alrededor, pero la envidia que sentía en ese momento hacia el padre de Silvia era considerable. La cogió por la cintura para darle dos besos y justo en el momento de despedirle, bajó la manó y le agarró el culo dos veces. Estaba alucinando.
Cuando el padre de Silvia se fue, Clara se volvió a girar hacia nosotros y pude verla de cuerpo entero ante mí, con esas dos tetas perfectas y esa figura esculpida por los dioses. Se apresuró hacia la piscina y se metió con nosotros, que aún nos quedamos en el agua un rato más.
Cuando salimos y volvimos a las toallas vi que las sorpresas aún no habían terminado. No me había dado tiempo ni de coger la toalla para secarme un poco antes de tumbarme cuando veo que algo cae sobre la toalla de Silvia. Me fijo a ver de qué se trata y me doy cuenta de que es su braguita del bikini mojada. Me giro a ver y efectivamente ahí está Silvia de pie completamente desnuda, enseñando sin tapujos su bonito coño coronado por una mata recortada de vello rubio. Erección instantánea.
Nerea estaba justo en proceso de hacer lo mismo y pude captar en mi retina como se acaba de desabrochar el nudo de su braguita y la recogía en la mano, dejando su genitalidad expuesta, completamente depilada. Ya solo quedaba Clara, a quién le había visto las tetas con anterioridad, pero nunca la había visto completamente desnuda. Sin embargo, Clara siguió hasta su toalla y se tumbó boca arriba.
Silvia - ¿Hoy no te quedas en pelotas? ¿Te da corte por tu amigo?
Clara - Sí, un poco. Que vivimos juntos, tía.
Silvia - Ya, es un poco palo, te entiendo. En fin, tú misma, ya sabes. Y tú igual, Jon, si quieres ponerte en pelotas estás en tu casa.
Jon - ¿Eh? Sí. Gracias. No sé.
Por lo visto, siempre que se quedaban solas en la piscina se quedaban en cueros para tomar el sol y que no les quedaran marcas y para darse el gusto de bañarse en bolas, que es mucho más agradable que con ropa.
Clara - El caso es que sí me apetece. Me estáis dando envidia.
Nerea - Pues ya sabes, chica.
Clara - Jon. ¿Tú te animas?
Jon - ¿Yo? Bueno, no sé. Nunca he hecho. Esto...
Silvia - ¿Nunca has hecho nudismo?
Jon - No, nunca.
Nerea - Pues no sabes lo que te pierdes. Yo aprovecharía la oportunidad.
Clara - Venga, va. Si tú te animas yo me animo.
Una situación así solo pasa una vez en la vida y no se puede dejar escapar. En ese momento tenía el pene en semi erección y me daba algo de vergüenza enseñarlo, pero por otro lado nunca había tenido la oportunidad de ver a Clara desnuda y probablemente no la fuera tener nunca más, así que... ¡Fuera bañador!
Silvia - ¡Bien! A que te sientes mucho mejor.
En realidad me sentía raro. Por un lado sí que quizá me sentía algo liberado, pero al mismo tiempo me sentía vulnerable y muy cortado. A la vez que estaba ansioso por ver cómo mi amiga cumplía s parte del trato.
Clara - Vaya, no pensaba que sería tan fácil convencerte. ¡Jajaja!
Y tras decir esto, se quitó la braguita del bikini y se puso a tomar el sol boca abajo. Fue todo tan rápido que no puede verle bien el coño, solo me dio tiempo a ver que tenía algo de pelo y poco más. Por otro lado, ahora tenía la gloriosa visión de su culo al lado de mi cara.
Silvia - Ponte crema en la polla, no se te vaya a quemar.
Jon - ¿En serio?
La verdad es que no sabía si había que proteger esa zona o no, aunque imaginaba que sí, claro, al fin y al cabo, es piel, pero no sabía si la crema escocería.
Silvia - Claro, hombre. Yo de ti me pondría el factor más alto.
Jon - ¿Y no escocerá?
Silvia - Joder, cómo va a escocer. Nosotras nos ponemos en el chocho. Mira toma.
Se sentó en su toalla con las piernas cruzadas mirando hacia a mí para darme la crema. Tenía una visión espectacular de sus labios rosados. Yo no sabía a dónde mirar para no quedar como un salido, pero es que no podía evitar que se me fueran los ojos y si no le miraba el coño a uno le vería las tetas a otra. Total, que se me empezó a empinar.
Silvia - Mira, se le está despertando. ¡Jajaja! Mejor, así te será más fácil.
Me puse un chorro en la mano y empecé a esparcirlo por el pene y los testículos bajo la atenta mirada de las tres chicas. Tanta expectación me hacía sentir incómodo, pero pensé que era justo después de haberme pasado lo que llevábamos de tarde mirándolas a ellas.
Silvia - Tío, ¿todo lo haces así? Qué poco arte tienes. ¡Jajaja! Anda, déjame a mí.
Y dicho esto, me cogió el bote de las manos y se puso un chorrito en la suya. A continuación agarró mi pene con la mano embadurnada y empezó a hacerme una paja, pero sin coger la piel, moviendo la mano por el tronco de abajo hacia arriba y vuelta a empezar.
Con ese toqueteo me acabé de empalmar, estaba a reventar y ella lo notaba y le hacía gracia. Cuando consideró que ya estaba lo bastante untado en crema, se puso otro chorrito y se dispuso a masajearme los huevos, yo estaba en la gloria, pero tenía el punto de querer hacer algo más y correrme.
Me tenía a mil por hora cuando terminó de masajearme los huevos y se separó de mí para volver a su sitio. Yo no dije nada, no tenía fuerzas, pero la miré con cara de "¿de verdad me vas a dejar así?". Ella atisbó una sonrisa y volvió a cogerme la polla con la mano, solo que esta vez si la cogía con firmeza, y empezó a masturbarme.
Silvia - Es una pena que ya esté llena de crema, ahora no puedo llevármela a la boca.
No sé cómo, eso hizo que se me empinara aún más. Quizá no, quizá todo era cosa de mi mente, pero me puso cardíaco perdido. Masajeaba a un ritmo constante, un poco más lento del que hubiera necesitado para correrme en el acto, y las preciosas tetas de Silvia iban botando al compás. Busqué su culo con la mano y se lo agarré. Ella dijo algo, pero se dejaba sobar, así que con la otra mano cogí su teta, en cierto modo homenajeando a la mamada que había visto hacer a Clara y que me había llevado hasta esa situación. Esto hizo que subiera el ritmo de la paja y yo veía que no iba a aguantar más.
Jon - Me voy.
Silvia - ¡Sí!
Y me corrí abundantemente sobre mi vientre, pringando la mano de Silvia en el proceso. Ella siguió un rato para asegurarse que sacaba hasta la última gota de mi savia y cuando acabó, me dijo.
Silvia - ¿Te gusta mi piscina, eh?
Yo estaba en la gloria. Recién corrido, rodeado aún de tres chicas jóvenes y bellas desnudas. Clara y Nerea estaban flipando casi tanto como yo por lo que acababa de pasar, y Clara me propuso acompañarme al baño para que me limpiara. Yo acepté.
De camino al baño, pudimos hablar un poco.
Clara - Y tú no querías venir, que decías que no te apetecía.
Jon - Suerte que me has convencido, ha sido el mejor día de mi vida.
Clara - ¡Jajaja! Me alegro, hombre.
Conforme íbamos hablando, iba aprovechando para echarle miradas a las tetas, que era lo que más fácil tenía en el campo visual. Era una delicia ver como se movían con el vaivén de los pasos.
Clara - ¿Sabes? Te he invitado a venir porque me sabía mal como te traté cuando pasó lo de Miki.
Jon - No hacía falta que hicieras nada, mujer. Entiendo que para ti fue una situación desagradable.
Clara - Lo fue, pero la culpa fue mía por ponerme a comerle la polla en la cocina. ¿En qué estaría pensando?
Jon - Lo pasado, pasado está. No le des más vueltas. Me alegra que no estés cabreada conmigo.
Clara - Y al final ha salido mejor de lo que había pensado. Pensaba que te alegraría la vista y al final te han alegrado algo más. ¡Jajaja!
Jon - Buff. Ya ves. ¿Y vienes mucho a casa de Silvia?
Clara - Bastante. Al menos un día a la semana, a veces dos. Sobre todo si no va a estar su padre.
Jon - Qué envidia me da, sí que lo tiene bien montado.
Clara - ¡Jaja! Es inofensivo. Y muy buen tío. A veces se queda con nosotras en la piscina y es muy interesante.
Jon - Se tiene que poner las botas.
Clara - Bueno, es un poco mirón, sí. Como todos. Pero con él solo hacemos topless.
Jon - Antes te tocó el culo, ¿no?
Clara - Sí, a veces tiene las manos un poco largas, pero tampoco se pasa. La primera vez que vine en tanga le dejé darme un masaje para ponerme crema y estuvo un poco más de lo necesario sobándome el culo, pero aparte de eso se limita a alguna palmadita de vez en cuando.
Entre la conversación y estar viendo a Clara desnuda todo el tiempo empezó a ponérseme dura de nuevo, aunque no con la intensidad de antes de correrme. No sé si sería por la excitación, por el sol que me había dado o qué, pero me envalentoné y le agarré el culo a Clara como había visto que hacía el padre de Silvia. Fue solo una agarrada fugaz y soltar.
Jon - ¿Así?
Clara - ¡Pero qué descarado! ¡Jajaja! Sí, Jon, así. Pero no lo hagas más, que somos colegas y vivimos juntos. Hoy ya se nos ha ido bastante la pinza con todo lo que ha pasado.
Jon - Ay, perdona. Es que con el sol y todo lo que me ha pasado hoy no sé si estoy en un sueño o en la realidad.
Clara - No te preocupes, no te lo tendré en cuenta por ser hoy. ¿Hay algo más que quieras hacer? Sin pasarse.
¿Qué me estaba queriendo decir? ¿Si quería hacer algo CON ELLA? Joder, pues claro. Me la habría follado ahí mismo. No acababa de procesar lo que me acababa de decir y me había quedado callado, como en pause.
Clara - Ay, Jon, todo se te tiene que decir. ¿Quieres tocarme las tetas?
¿QUÉ? ¿Me estaba preguntando si quería tocarle las tetas? Me salió sin pensar.
Jon - ¡Claro!
Clara - Qué básico eres, Jon. Todo sea porque vuelva el buen rollo entre nosotros. Toca.
Se puso delante de mí y abrió los brazos, dejando sus tetas a menos de un palmo de mi cuerpo. No me lo hice decir dos veces, cogí cada teta con una mano y las amasé para comprobar la textura, el peso, la densidad. ¡Dios! ¡Qué tetazas!
Le pellizqué suavemente los pezones y me recree jugando con esas dos tetas que llevaba queriendo sobar desde el día que conocí a Clara. Como un acto reflejo le agarré las dos tetas por los lados y enterré mi cabeza en ellas, qué sensación más placentera.
Clara - Bueno, ya, ¿no?
Esa era la señal para bajar del cielo y volver a la tierra.
Clara - Prométeme que no hablarás de esto ni conmigo ni con nadie, nunca. Como si no hubiera pasado, ¿de acuerdo?
Jon - Prometido.
Y tras decir eso me plantó un beso en los labios, sin lengua, que interpreté como una firma del contrato no verbal que acabábamos de contraer.
Volvimos con las chicas a la piscina y estuvimos un rato más disfrutando de la desnudez, del sol y del agua. Cuando ya apenas quedaba sol, Clara y yo nos vestimos y nos despedimos de Nerea y nuestra anfitriona, que seguían desnudas. Como no sabía si las volvería a ver, pensé que de perdidos al río y les agarré el culo a las dos, que no parecieron ni inmutarse.
De vuelta a casa no dijimos ni una palabra del "momento" que habíamos tenido Clara y yo, pero sí que aproveché para hacerle preguntas sobre Silvia y su piscina. Por lo que me contó, más allá de desnudarse nunca había visto que pasara nada. La paja que me había hecho su amiga era lo más fuerte que ella había visto que pasara. Pero claro, ella solo iba un día a la semana.