Clara: de puritana a ninfómana
El relato cuenta la frustración de Clara junto al pichacorta de su marido hasta que conoce a un grupo de maduras como ella con las que despertará al sexo más duro.
El relato que publico ahora es un poco largo. Tengan paciencia y léanlo entero con detenimiento. A medida que avanza, la cosa se va calentando. He preferido publicarlo en una única entrega a pesar de su longitud para mantener la unidad de lo que en él se cuenta.
Esta historia la escribo para todas las mujeres que como yo han tenido la mala suerte de dar en su vida con un desgraciado pichacorta que les ha jodido su vida sexual. Lo escribo como ejemplo del camino a seguir, y como demostración de que siempre se está a tiempo de cambiar nuestra vida.
Ante todo me presento en primer lugar. Mi nombre es Clara y tengo 39 años. Tengo tres hijos: Belén de 20 años, Antonio de 18 años y Ruth de 15 años. Y la verdad es que para mi edad y para tener esos tres hijos no estoy nada mal. Soy rubia, mido 1.70 y peso 58 kg. No tengo ni pizca de grasa en el cuerpo, ya que intento cuidarme bastante. De hecho cuido bastante las comidas y voy al gimnasio de lunes a viernes donde me machaco bastante con el aerobic. Soy de piel muy clara, casi lechosa. Uso una talla 100 de sujetador, y a pesar del tamaño considerable de mis tetas, siguen estando erguidas y desafiando a la gravedad como cuando tenía 20 años. Tanto es así que no son pocos los que piensan que estoy operada de los pechos, cuando en realidad son totalmente naturales. Rematando esas grandes tetas tengo dos pezones de color rosa intenso que contrastan con el color blanco de mi piel. Con una areola muy grande del tamaño aproximado de un posavasos y unos pezones que sobresalen, y que se me erectan fácilmente llegando al tamaño aproximado de una falange del dedo meñique para que os hagáis una idea.
El resto de mi cuerpo es muy atlético, con un vientre muy plano, muslos sin rastro de celulitis, piernas bien torneadas y culo duro y levantado por las horas de aerobic.
Y con este cuerpazo del que no me duele en prendas presumir, ya que tras tantos años en el ostracismo creo que ahora me toca tomar mi parte, pensareis que di con un hombre atractivo en mi vida, que me cuida y me tiene satisfecha en el plano sexual. Pues os equivocais. A los 17 años empecé a salir con un chico de 20 años de buena familia y que estudiaba ingeniería. Él era un tipo feucho y algo enclenque pero en su momento me hizo algo de gracia.
Y yo, aunque no estuviera locamente enamorada de él, la verdad es que le tenía aprecio. En aquella época me trataba bien, y además mi familia me presionó mucho en ese momento. Casarme con un futuro ingeniero de clase bien era un sueño para mis padres que un poco exagerando se puede decir que me llevaron al altar a rastras.
Así que tras dos años de noviazgo contraímos matrimonio. Ni que decir tiene que durante los años que estuvimos de novios no hubo nada de nada en cuanto al tema del sexo. Su familia era muy religiosa y veían pecado mortal lo de tener relaciones antes del matrimonio. Una vez durante esos dos años le sugerí algo y me trató de depravada para arriba. Así que tuvimos una relación casta hasta el día de la boda.
Y ya imaginaréis que yo con 19 años recién cumplidos estaba como loca por tener sexo, pues las hormonas ya hacían su efecto. Así, que tras una boda y un banquete muy elegantes como correspondía a la clase social de su familia, llegó la tan ansiada para mí noche de bodas, con la que yo soñaba desde hacía mucho tiempo. Después de dos años de castidad estaba hecha un volcán y esa noche estaba que me subía por las paredes.
Y cual fue mi desilusión cuando vi lo que esa noche sucedió. Acabadas todas las celebraciones, nos fuimos a nuestro nido de amor, y nos tumbamos en la cama de matrimonio. Y yo en plan tigresa empiezo a desvestirlo, quitándole toda la ropa, al tiempo que le besaba y le acariciaba todo el cuerpo. Lo dejé en cueros a excepción del calzoncillo. Y yo, ilusa de mí, que no había visto su polla durante aquellos años de noviazgo por su recatada actitud, esperaba algo grande debajo de aquel calzoncillo. Así, que sin más preámbulo, bajo su calzoncillo y ¿que me encuentro ahí? Pues una pilila de crío. Una pollita de risa más digna de un niño de 12 años que de un hombre de 22 años. Os lo juro. Una colita totalmente erecta del tamaño de mi dedo corazón y con poco más grosor que mi dedo gordo. Toda ella adornada por unos cataplines a juego con semejante pollita, pues eran unos saquitos minúsculos.
No podéis imaginar mis pensamientos en aquel instante. Era una mezcla entre risa y horror. Risa por ver ese aparato ridículo en aquel hombre, y horror de saber que eso era lo que me esperaba de ahí en adelante. Pero bueno, pasado ese momento crítico, yo seguía caliente como un horno, y estaba loca por echar un buen polvo aunque fuera con eso que tenía ante mi vista. Así que lo dejo desnudo encima de la cama con su pollita apuntándome, me pongo de pie frente a él. Y mirándole a los ojos con cara lasciva le digo:
- Mira el regalo que tengo para ti
Y a la vez que digo esto me subo la parte de abajo del vestido de novia dejándole ver mis braguitas de encaje, y el liguero también de encaje sujetando mis medias blancas. Y cual es mi sorpresa cuando sin tocarse siquiera empieza a soltar leche por la polla. El muy desgraciado se había corrido sólo de verme.
Y nada más pasar esto me dice:
- Has visto lo que has conseguido con tu actitud lasciva. Ahora nada más que por esto estaremos un mes más de castidad, para que aprendas a valorar el sexo y saber que su misión es la de procrear y no la del placer por el placer.
Y diciendo esto pasó al servicio a limpiarse con su pilila fláccida. No os imaginéis cuanto pude llorar esa noche viendo el panorama que se me avecinaba.
Y efectivamente cumplió su amenaza. Un mes más estuvimos sin hacer nada de nada y no hubo forma de hacerlo entrar en razón. Y al mes, por fin tuvimos nuestro primer coito, que estuvo a la altura de la noche de bodas por cierto.
Esta vez fue todo con las luces apagadas vistos los precedentes. Me dijo que me desnudara y me metiera en la cama. Así lo hice y al rato entró él también desnudo en la cama en la oscuridad de la noche. Se tumbó encima, me abrió los muslos, y metió su colita dentro de mí. Empezó a moverse sobre mí, y yo no notaba nada sinceramente debido al tamaño de su polla. Total, que yo para ver si sentía algo más, cruzo las piernas por detrás de su culo para apretarlo más hacia mí y sentirla algo más dentro. Y fue sentir el roce de mis piernas sobre él y el muy cabrón se me corrió dentro. Os juro que no miento si os digo que no había pasado más de un minuto desde que me la metió. Aquello estaba confirmado. Me había casado con un pichacorta eyaculador precoz.
Después de correrse, se salió de mí y me dijo:
- No te muevas cariño que es mejor para quedarte embarazada
Aquello pintaba cada vez peor. Para morirse.
Los días y meses siguientes transcurrieron igual. Se entremezclaban los días en los que me echaba polvos por el estilo en los que no duraba más de dos minutos y yo ni me enteraba, con otros en los que simplemente no se le terminaba de poner dura, y se pasaba a lo mejor quince minutos con una pilila de crío morcillona intentado correrse para embarazarme. Y al final terminaba rendido por el esfuerzo y sin correrse. Y yo por supuesto sin enterarme de nada de nada. Menudo engendro me había tocado: mitad impotente, mitad eyaculador precoz.
Todo esto lo cuento para que sepáis cómo ha sido mi vida sexual durante mis años de matrimonio. Al final consiguió dejarme embarazada de Belén, mi hija mayor. Pero tardó varios meses en conseguirlo, pues los médicos le dijeron que su esperma era de mala calidad. Durante los meses de embarazo ni que decir tiene que ni tocarme, porque eso era pecado.
Y después del nacimiento de Belén la misma tónica. Meses de gatillazos y corridas precoces buscando más hijos. Hasta que al final lo consiguió con Antonio y Ruth. Y yo mientras tanto sin enterarme de lo que era un orgasmo.
Después de nacer Ruth se pasó otros tres años buscando más hijos, ya que él creía en la familia cuanto más numerosa mejor. Pero tras esos tres años quedó confirmado que definitivamente su esperma no podía preñar ya ni a la mujer más fértil del mundo. Y dado que él no concebía el sexo nada más que para procrear, ni que decir tiene que se acabaron las relaciones sexuales. La verdad es que no me perdía mucho, pero era una frustración más si cabe.
Y atentos al cinismo del tío. A pesar de no poder tener relaciones sexuales por los motivos comentados, me dijo que el hombre necesita eyacular por naturaleza al menos una vez a la semana, ya que si no lo hacía así podía acarrearle problemas de salud. Así que en adelante tendría que masturbarle una vez a la semana, sólo por motivos fisiológicos según él decía. Él mismo no podía hacerlo, ya que según él, era pecado el onanismo.
Y así se hizo. A partir de ahí, todos los domingos, para terminar bien la semana le hacía una paja al señorito. Se la tenía que hacer con dos dedos, como los niños pequeños dado el tamaño de su polla. Y tras un par de minutos de meneos soltaba dos o tres lechazos de líquido casi transparente (era evidente que aquello no podía preñarme) y hasta la semana siguiente. Me daba un beso en la mejilla y me recordaba que aquello era sólo por motivos de salud. ¡Qué cínico!
Hasta aquí un resumen de lo que fue mi vida sexual hasta hace muy poco. Pensad que yo tenía unos 27 años cuando mi marido dejó de "follarme" si es que aquello se podía llamar así. Yo estaba en la flor de la vida con un cuerpazo de escándalo y sin poder gozar de él.
Ahí empezó mi etapa de pajillera compulsiva. El fuego que había dentro de mí ya era difícil de contener. Yo, a pesar de la vida a la que he estado abocada, la verdad es que fui muy calentorra desde siempre, y mi coñito llegó una época en la que ya no aguantaba más y me pedía guerra. Así que me masturbé mucho durante todos estos años. Mi marido salía a trabajar bien temprano y volvía bien tarde. Y yo mientras sola en casa, haciendo las labores del hogar, y de cuando en cuando me hacía un buen dedito que me calmaba. La verdad es que hubo épocas en las que me pasaba gran parte del día sobándome el coño a base de bien. Imaginaros: mi marido fuera trabajando y yo con toda la casa para mí (al menos mientras mis hijos estaban en el colegio o en el instituto) y salida como una perra en celo. Aprendí a masturbarme en todas las posturas imaginables.
Pero fue hace un año aproximadamente cuando todo cambió realmente en mi vida. Yo, presa del aburrimiento me apunté al gimnasio de mi barrio. Allí iba todas las mañanas a practicar aerobic y otros ejercicios para mantener fibroso mi cuerpo. Y allí conocí a un grupo de amigas que me abrieron a otro mundo. Casi todas eran igual que yo amas de casa, con maridos que trabajaban fuera, igual que yo, y que no tenían problemas económicos. Por ello podían permitirse pasarse la mañana metidas en el gimnasio. Todas ellas tenían un tipo imponente, pues no en vano se pasaban horas machacándose. Todas estaban en la treintena larga como yo, o ya en la cuarentena.
El caso es que entablé amistad con ellas, especialmente con un grupito de unas 4 ó 5. Poco a poco nos fuimos haciendo muy buenas amigas y cada vez teníamos más confianza. He de decir que ellas eran unas liberadas en cuanto al tema del sexo al contrario que yo. Se pasaban el día haciendo bromas picantes, comentando el prodigioso trasero del monitor de aerobic, o bromeando sobre el polvo que iban a echar esa tarde con su amante.
Entre estas amigas estaba Mónica que era una auténtica ninfómana. Ella tenía 42 años, morenaza de pelo rizado, con tetas grandes y turgentes como las mías y pezones color café. Se pasaba el día presumiendo de sus amantes y de los cuernos que le ponía a su marido. Tenía a 4 ó 5 jovencitos en cartera con los que follaba a diario rotándolos según su gusto. Su frase más repetida era:
- No veas el yogurín que me follé ayer
Y es que estas amigas mías también se caracterizaban por tirarse a jovencitos. Nada de amantes viejos. Habiendo jovencitos, para qué uno mayor, decían ellas.
También estaba Vicky una rubia macizorra de 45 años. Tia buena, maciza, jamona y otros piropos similares los escuchaba a diario por la calle y es que es realmente una mujerona. Sin una pizca de grasa, pero con muslos rotundos, al igual que su culazo y sus tetazas, más grandes aún que las mías si cabe. De piel y pezones algo más oscuros que los míos. Ésta no le iba a la zaga a Mónica. Tan es así que muchas veces quedaban juntas para follarse a algún jovencito. De hecho parece ser que no les desagradaba el rollo lésbico entre ellas.
Y por último estaba Raquel, 37 años, de pelo castaño y algo más menudita, pero con curvas de infarto también. Sus pechos más pequeñitos eran una delicia. Totalmente turgentes y de pezones erguidos. Su culito una maravilla también. Ésta, aunque era algo más reservada y no tan escandalosa como Mónica y Vicky la verdad que también se sumaba a la fiesta, y reconocía cada dos por tres alguna aventura nueva.
Los detalles de sus voluptuosos cuerpos son más que conocidos para mí debido a que compartíamos ducha tras la sesión diaria de gimnasio. Y yo con lo falta que estaba de sexo ya me fijaba hasta en las mujeres. De hecho no eran inusuales las bromas entre nosotras cuando estábamos en las duchas. Más de una vez me tiraron un pellizco al culo y Mónica y Vicky sobre todo llegaban hasta a darse algún pico y a toquetearse algo en la ducha.
El caso es que una vez que cogí confianza con ellas, les conté la situación de mi matrimonio y de mi desatención sexual. A Mónica yo creo que casi le da un soponcio cuando se enteró que no tenía relaciones sexuales y de la birria de polla que tenía mi marido. Realmente llegó a compadecerse de mí y saliéndole del alma me dijo:
- Por mis ovarios que a ti no te va a faltar polla de aquí en adelante. Como que me llamo Mónica
Y ahí se quedó la conversación y pasaron varios días, en las que ellas no me comentaron nada más sobre mi situación, pero se las veía en las caras algo raro. Como que siempre estaban sonriendo entre ellas.
Y a la semana o así estando en las duchas, Mónica me dijo que a la mañana siguiente no fuera al gimnasio. Que me fuera a su casa que todas las amigas íbamos a hacer una fiesta para celebrar nuestra amistad. A mí, aunque me pareció algo raro, no le di más importancia y a la mañana siguiente me planté en su casa.
Nos tomamos unas copas y nos pusimos bastantes contentas. Yo concretamente que no suelo beber mucho estaba ya que no sabía muy bien lo que hacía. Cuando de repente entre las carcajadas y la música llaman a la puerta. Y cual es mi sorpresa cuando abre Mónica y nos encontramos a un policía totalmente uniformado. El policía pasó adentro de la casa y nos dijo que nos sentáramos todas en el sofá. Y entonces empezó a decir:
- Habeis sido unas chicas muy malas. Me han llegado quejas de los vecinos y por eso voy a tener que daros vuestro merecido
Y dicho esto empezó a sonar la música (que Mónica enchufó completamente compinchada con el supuesto policía) y él comenzó a bailar delante de nosotras. Entonces comprendí todo. Aquellas salidas amigas mías habían contratado un boy para que nos hiciera un striptease. Mónica se sentó en el sofá con nosotras y todas empezamos a ver el espectáculo gritando improperios como si estuviéramos idas.
El chico a todo esto era un jovencito negro de unos 20 años le calculé yo. Fornido y musculoso. Conforme se iba quitando ropa se iba notando más su esplendoroso cuerpo. Cuando se quitó la chaqueta y la camisa se quedó con todo el torso brillante al descubierto. Sus pectorales y sus abdominales eran apabullantes. Menuda tableta de chocolate tenía el cabrón. Y las otras mientras gritando:
- ¡ Tío bueno!, ¡macizo! Eso sí es un tío en condiciones y no mi marido
A continuación se quitó los pantalones en un visto y no visto, quedándose con un minúsculo tanga que por la parte de atrás consistía simplemente en un hilo que dejaba al descubierto sus fibradas y duras nalgas, y por la parte de delante apenas si tapaba el enorme miembro que se adivinaba. Y mientras continuaba el griterío:
- Menudo culo tienes cabrón Anda que te vas a cansar de follar
- Queremos un hijo tuyo
- Énseñanos la porra negrazo
- Eso enséñanosla , grité yo animada por las demás
Y Mónica oyendo eso se volvió hacia mí, y me dijo:
- No te preocupes que la vas a ver bien de cerca
Y dicho esto se levantó, atrajo al negro frente a mí y me dijo que le bajara el tanga. Yo, borracha como estaba y con el coño caliente como un horno ni me lo pensé. Le bajé el tanga y ¡Dios santo! lo que apareció allí. Menudo pollón. No se me ocurrió otra cosa que llevarme la mano a la boca y santiguarme.
- ¿Qué pasa Clara, te has asustado? , me dijo Vicky a la vez que se reía
El cipote mediría unos 20 cm de largo, estando aún morcillón. Era totalmente negro con un pedazo de capullo de color chocolate. Y sobre todo era gordísimo. Vamos, que entre el color y las dimensiones parecía una morcilla larga de esas que venden en los mercados artesanales.
- No te quedes pasmada y empieza a chupar Clara. Que no te podrás quejar del pedazo de semental que te hemos alquilado. Que cipotes así no se ven todos los días. A mí me lo recomendó una amiga mía que dice que lo contrató durante un fin de semana para celebrar sus bodas de plata. Ella sí que sabe celebrar bien las cosas , y se reía la muy cabrona
Y a mí no tuvieron que insistirme mucho más, ya que entre la calentura que llevaba por el alcohol y la otra que llevaba en la entrepierna, me lancé como una posesa a chupar semejante pedazo de carne. Aquel rabo era descomunal. Apenas me cabía en la boca por su grosor, y aún metiéndomelo hasta casi la campanilla casi no abarcaba nada de la longitud de su gran polla. Por no hablar de sus nada despreciables huevazos. Si lo de mi marido parecían dos canicas, aquello parecían dos naranjas. Los huevos negros le colgaban pendoleantes, bamboleándose frente a mí como si quisieran hipnotizarme. No miento si digo que se parecían más a los de un caballo o un burro que a los de un hombre. Y mis amigas mientras que no paraban de hacer comentarios y reírse:
- Joder, mirad que cojonazos tiene el cabrón. Ahí tiene leche para preñar a 20 tías , decía Vicky riéndose
- Ya te digo , le replicó Mónica. Menudas cantimploras se gasta el negrazo .
Y las zorras de vez en cuando me tapaban la nariz cuando tenía el pollón dentro de la boca, haciendo que me ahogara prácticamente con aquel trozo dentro.
Después de estar un buen rato mamando, las demás pensaron que ya era hora de que participáramos todas. Así que Mónica tomó la iniciativa y dijo:
- Bragas fuera, que el amigo va a hacernos una buena limpieza de bajos a todas
Y dicho esto todas empezaron a despojarse de sus braguitas y tangas. Yo no fui menos y también me quité las bragas, las más recatadas por cierto, ya que el resto llevaban tanguitas y braguitas de lo más sugerente. Al quitarme yo las bragas me di cuenta que era la única que llevaba el coño peludo, ya que el resto lo llevaban totalmente depilado (caso de Vicky y Mónica) o con un ligero "flequillito" por encima (caso de Raquel). Mónica también se dio cuenta e hizo un comentario al respecto:
- Clara hija, menudo felpudo me llevas. Como se nota que no te comen el coño a menudo. El cabronazo este te lo va a comer igual porque para esto está pagado y va a hacer lo que nos salga de la seta, pero a la próxima cita te quiero con el chochito pelado como una niña pequeña
A continuación nos sentamos todas en un sofá amplio que allí había y comenzó la ronda de comida de coños. Ahí estaba aquel negrazo fibrado y superdotado a nuestros pies, de rodillas, comiéndonos el coño una tras otra y haciendo lo que nos venía en gana. Mónica y Vicky, las más desenfadadas como siempre no escatimaban en comentarios obscenos. Así, Vicky le apretaba la cabeza al negro sobre su coño con una fuerza inusitada. Casi se podía decir que se estaba masturbando usando la cara del gigoló para frotar bien su coño. A todo esto Mónica continuaba con sus comentarios soeces:
- ¿Te gusta el marisco negrazo? Pues hoy te vas a ir con aroma a almeja para todo el día
Raquel también tuvo su buena ración de limpieza de bajos. Ella era un poco más calmada que las otras dos y dejaba al boy hacer bien su trabajo, metiéndole la lengua bien adentro y chupeteándole el clítoris hasta llevarla al clímax.
Y por fin me llegó también a mí el turno. A mí que nunca me lo habían comido aquello me supo a gloria. Cuando sentí su sedosa lengua hurgando en mi chumino casi me muero del gusto. El hijoputa sabía lo que hacía. No paraba de relamer mi rajita, una y otra vez. Alternaba fases de lametones, con otras en las que casi me follaba con su lengua, y otras en las que me repelaba todo el interior del coño mientras me pajeaba el clítoris con dos dedos. Mientras tanto las otras jaleaban y se burlaban del negro a la vez:
- Así, eso es, repélale bien el higo a ésta, que lleva toda su vida sin que le hagan una buena limpieza de cañerías .
- Sí, cómele ese chochazo peludo que tiene. Con esos pelos seguro que retiene mejor el olor a hembra, ¿eh? , y se reían
Y mientras Vicky y Mónica seguían masturbándose y haciendo comentarios similares a estos, Raquel se acercó a mí y comenzó a besarme en la boca y a acariciarme las tetas mientras el negro seguía con su trabajo. Para mí, que apenas había tenido experiencias con hombres (lo de mi marido era un simulacro) lo de estar con una mujer era ya el no va más. Y en lugar de rechazarla empecé a besarla yo también con pasión. Raquel era la más dulce del grupo, y más atractiva para mí, y comenzamos a comernos la boca mutuamente mientras el negro seguía comiéndome el coño. Raquel era pura dulzura. Sus labios parecían derretirse cada vez que me besaba. Para colmo alternaba mi boca con mis tetazas, y se ponía a mamar de mis sensibles pezones. Yo dividía mis manos: una la empleaba en atraer hacia mi coño la cabeza del negro, y la otra en acariciar la melena castaña y el cuello de Raquel que me estaba poniendo a cien con su magreo de tetas.
Mis gemidos iban en aumento ante semejante tratamiento. Lo que empezaron como leves jadeos, llegó un momento en que se convirtieron en chillidos irrefrenables. Y llegado a un punto ya no pude aguantar más: apreté con las dos manos la cabeza del negro sobre mi coño y me corrí gritando como una loca y descargando una cantidad de jugos sobre el rostro del boy impresionante. Le dejé la cara empapada.
Las otras tres se quedaron de piedra por un instante. E inmediatamente comenzaron a reírse y a comentar la jugada:
- Ja, ja, ja, menuda cara le has dejado al pobre
- Menudo surtidor tienes en el coño. Me parece a mí que viendo esto no vas a tardar en aclimatarte al club de las maduras ninfómanas .
Y al negro le decía Vicky:
- Estás hecho un comecoños profesional. Me encantan los tíos que saben amorrarse al pilón. Te vamos a contratar de continuo para que nos limpies bien la almeja cuando terminemos en el gimnasio .
Y yo mientras seguía en una nebulosa de placer, pues aún me duraba el regusto del orgasmo. Y todavía en ese estado de confusión mental comprendí que por fin había conseguido tener un orgasmo en condiciones, aquello que no había podido tener en 20 años de relación con el pichafloja de mi marido.
Después de aquel orgasmo mío llegó el momento de probar la polla de aquel prodigio negro. Vicky y Mónica tomaron la iniciativa. Así, Mónica cogió al negro por la polla y lo condujo hasta el centro del salón donde había más espacio para el folleteo. Lo llevaba igual que se lleva a un perro con la cadena, sólo que a éste lo llevaba agarrado de su gigante pollón, que ahora ya totalmente erecto llegaría sin duda a los 25 cm. Una vez allí Vicky y Mónica lo obligaron a tumbarse en el suelo boca arriba. Mónica se empaló en la polla hasta los huevos y Vicky se sentó a horcajadas sobre su cara preparándose para una buena comida de coño. Además se sentaron sobre el gigoló de manera que ambas quedaban mirándose frente a frente.
Y enseguida comenzó el espectáculo. Mónica empezó a botar sobre aquella gigantesca polla, ensartándose fuerte una y otra vez. Parecía que su coño no tuviera fondo. Y es que probablemente estaba acostumbrada a meterse pollones de semejantes tamaño, ya que estaba loca siempre por encontrar a jovencitos superdotados como éste. Las tetas le botaban también arriba y abajo, incesantemente, y es que el ritmo de la galopada era vertiginoso. Mientras Vicky no se quedaba atrás. El negro hacía lo que podía por comerle el coño, pero ella no contenta con ello apretaba su coñazo sin reparo contra su cara. Lo estrujaba y lo movía por toda la cara del negro, casi como si quisiera exprimirlo. Parecía que a Vicky le encantaba esta forma de usar la cara de los hombres para darle gusto a su coño. El pobre negro de hecho estaba casi asfixiado y más de una vez tenía que hacer un esfuerzo para coger aire, momento en que Vicky sin compasión volvía a apretar bien su coño contra la cara.
Y para completar la estampa Mónica y Vicky se estaban comiendo la boca la una a la otra. Menudos lengüetazos se estaban dando. Y además magreándose las tetas la una a la otra.
Con semejante actividad, como podéis imaginar, las dos estaban fuera de sí. No sé decir cuál de las dos chillaba más. Aquello no eran gemidos ni nada por el estilo. Aquello era una chillariza impresionante. Mis dos amigas estaban chillando como gorrinas en el matadero. Tenían que estar enterándose no sólo los vecinos del bloque, sino los de los bloques de pisos vecinos. Y entremezclados aquellos gritos seguían con sus comentarios tan peculiares:
- Ah, ah, ah cabrón sí,sí, métemela bien adentro, hijoputa. Reviéntame el coño con tu pollón Aaaaah sí, así .menudo semental está hecho Ni se te ocurra correrte, que queremos tu rabo para rato , decía Mónica
- Ah, ah , aaah no te preocupes ah que los sementales estos tienen aguante ummm no ves que están acostumbrados a montar hembras durante horas , le replicó Vicky entre jadeos
Y mientras ellas dos estaban entretenidas en eso, Raquel y yo las contemplábamos sentadas frente a ellos, y habíamos comenzado una masturbación mutua. Raquel había sido la primera en echarme mano al chocho y comenzar a sobármelo a base de bien. Y yo para no ser menos pues también comencé a magrearle el suyo, notando lo caliente y mojado que lo tenía ya. Con aquella paja mutua y viendo el espectáculo de nuestras amigas estábamos alcanzando también cotas de placer insospechadas.
Cuando llevábamos un rato de tocarnos mutuamente la seta, Raquel no se cortó un pelo y al igual que había hecho antes, comenzó a besarme la boca. Aquello había ya dejado de ser una anécdota y parece que me estaba iniciando también en el rollo lésbico. La tía no se cortaba y me estaba dando un morreo intensísimo, a la vez que metía tres de sus dedos en mi coño y me lo follaba sin contemplaciones.
Justo en ese momento, los gritos de Mónica y Vicky arreciaron. Nos volvimos hacia ellas por un instante y vimos a las dos que estaban a punto de alcanzar el orgasmo. Mónica fue la primera. Su galopada sobre el pollón de ébano era ahora ya vertiginosa y en un momento dado comenzó a gritar como una loca:
- Ah, ah, ah, aaaah .aaaaaaah .aaaaaaaaaaaaah me coooooooorro! me coooooorrooooo!
Y a la vez que decía esto veíamos como tenía toda la carne de gallina y los pezones supererectos, y como le palpitaba el coño y se veía toda brillante la polla del negro, por los jugos que acababa de soltarle Mónica.
Y acto seguido, como si se hubieran puesto de acuerdo Vicky comenzó con el mismo recital, sólo que más amplificado aún si cabe.
- Sí, sí, síiiiiiiii! Me corro, me corro, me cooooooorro! Aaaaaaaaaaaaaaah! Aaaaaaaaaaaaah!
Y mientras emitía estos últimos gritos desesperados, despegó un poco el coño del negro y empezó a convulsionársele toda la zona pélvica y empezó a soltar jugos a presión como si se estuviera meando. Los ojos los tenía en blanco como si estuviera ida. Nada parecido a lo que había hecho yo un rato antes o a lo que había hecho Mónica. Nosotras habíamos soltado cantidad de jugos pero no a presión como ella. Vicky por lo visto es de las mujeres que tiene la capacidad de experimentar la eyaculación femenina, y allí nos lo estaba demostrando.
No podía controlar la eyaculación. De hecho no sólo había puesto perdida la cara del negro, sino que también había mojado totalmente el vientre y el coño de Mónica. Llevaba ya unos segundos "meando" de esa manera y todavía le duraba la convulsión en el coño. La cara del negro estaba ya totalmente regaba por sus jugazos. Y de repente cesó la corrida y se le aflojaron las piernas. Fue como si perdiera el sentido por un instante. Y si no llega a ser por Mónica que la agarró contra sus enormes tetas probablemente se hubiera caído al suelo.
- Joder, mira como me has puesto, ¡marrana! , le dijo Mónica a Vicky en tono cariñoso. Ahora después me vas a comer el coño hasta que me lo dejes limpio como una patena. Tú sí que cumples el dicho ese de "mearse" del gusto, cabrona .
Pero Vicky no reaccionaba aún y lo único que hacía era pegar sus enormes tetas talla 110 por lo menos a las nada pequeñas tetazas de Mónica (talla 100) y abrazarse bien a ella para no caerse. Y Raquel y yo que seguíamos con nuestra sesión lésbica nos pusimos a cien viendo las corridas de nuestras amigas, y aquella imagen de ahora, en la que ambas se estrujaban las tetas, pezón contra pezón.
Por fin Vicky se recuperó un poco, y ambas por fin se retiraron, dejando al negro sólo en el suelo, que estaba ahí tendido, con la cara y la polla pringadas de las corridas femeninas sufridas, pero con la polla mirando al techo como un mástil. Como si no se hubiera inmutado por la follada que acababa de protagonizar.
Entonces Mónica, dirigiendo las operaciones como siempre dijo dirigiéndose a Raquel y a mí:
- Vosotras, tortilleras, dejaros el rollo bollero y aprovechad el cipotón que tenéis ahí, que ha costado un buen dinero y no vais a ver uno así todos los días.
Este argumento nos convenció fácilmente y Raquel fue la primera en obedecer. Ella se fue con el negro a una de las habitaciones y comenzó a follar con él en la cama de Mónica. A diferencia de Mónica ella no cabalgó la polla, sino que se puso a cuatro patas y dejó que el negro la montara por detrás igual que los perros y empezara a culear pegándole una follada de aúpa. Yo mientras, me puse frente a su cara y seguí besándole la boca y las tetas todo el tiempo que se la estuvieron follando. Creo que me estaba empezando a enamorar de Raquel. Era más menudita que nosotras tres, que somos unos auténticas mujeronas, macizas y buenorras. Ella es más delicada y dulce. Y eso creo que me estaba atrayendo de ella.
El caso es que el negro siguió follándosela durante unos 25 minutos más aproximadamente, sin denotar síntomas de cansancio y mucho menos de correrse. Llevaba razón Mónica, y lo que había traído era realmente un semental de campeonato, porque encontrar un hombre con un aguante así era algo increíble. De hecho mientras veía a ese negrazo follar así y sin correrse, y me acordaba de mi marido en la noche de bodas corriéndose sin tocarse, me entraba una risa en el cuerpo que no podía aguantar. Durante esos 25 minutos, a Raquel le dio tiempo de alcanzar tres orgasmos por lo menos, que yo diferenciaba claramente porque tensaba su cuerpo fuertemente, aumentaba el ritmo de sus jadeos y me besaba con más fruición si cabe.
Al alcanzar el tercero de los orgasmos quedó rendida también y decidió que ya era hora de desengancharse de aquel semental que se había pasado casi media hora martilleándola su precioso coñito.
Entonces era yo la única que quedaba ya sin disfrutar de aquel negro, así que sabía lo que me tocaba. Mónica de nuevo fue la cabecilla:
- Clara, túmbate boca arriba en la cama y ábrete de piernas que te vas a estrenar por fin con una buena polla
Yo obedecí y me tumbé. Y Mónica dirigiéndose a Raquel y Vicky les dijo:
- Para conmemorar esta primera follada de Clara con un macho de verdad vamos a hacer todas de mamporreras. Así que agarremos entre todas la polla del negro y vamos a escupirle para dejársela bien lubricada. Éste será el símbolo de que entre todas hemos colaborado a descubrirle a Clara el placer de una buena follada.
Y dicho esto, las tres cogieron la polla del negro por la base y escupieron en su capullo. Mónica se encargó de esparcir bien la saliva por todo el capullo, y entre las tres acercaron el capullo del negro a la entrada de mi rajita peluda. El negro, tras un momento de restregar el capullo por mis labios vaginales, de repente pegó una embestida y me la hincó hasta el fondo.
Os podéis imaginar mi sensación. Yo que llevaba ya varios años sin ser penetrada, y que la polla más grande que me había follado en la vida había sido la de mi marido, cuando sentí aquel monstruo de carne avanzando por mi estrecha raja casi me muero del dolor. De hecho empecé a gemir del dolor y se me saltaron las lágrimas. Entonces Raquel comenzó a besarme en la boca y a lamerme el cuello y el lóbulo de la oreja mientras me decía al oído:
- No te preocupes que enseguida empezarás a disfrutar. Es algo que tienes que pasar para aprender a gozar con pollas de verdad y no con la ridiculez de tu marido
Y al oír esto de la tierna Raquel me animé más y comencé a soportar mejor el dolor de ser atravesada así por ese pollón. Además, no tenía otra opción, porque ahí estaba Vicky también animando a mi follador negro:
- No le tengas lástima, negrazo, que enseguida ya verás como empieza a gozar. Reviéntale el coño para que pueda gozar con sementales como tú de aquí en adelante.
Y eso hizo el negro. Seguir bombeando en mi coño como un loco. Y mis amigas llevaban razón, porque después de unos 5 primeros minutos de calvario, el dolor comenzó a tornarse en placer. El gusto comenzó de forma tímida, pero al momento estaba ya gozando como una loca con aquel pollón que me perforaba. Y de hecho entrecrucé mis piernas por su trasero para acercarlo aún más a mí y sentirla más adentro todavía. En eso estaba cuando Mónica le advirtió de algo en lo que ni yo misma había caído debido al placer que estaba obteniendo:
- No te vayas a correr dentro cabrón que nos la preñas. Que nosotras tomamos la píldora pero ella seguro que no, y con semejantes cojones cargados de lefa seguro que le haces un hijo negro
La follada continuó tras la advertencia. Cada vez con más ritmo y más fuerte. El negro éste estaba claro que sabía lo que se hacía. Tenía que haberse follado a un montón de maduras salidas como nosotras, porque a pesar de la sesión que le estábamos dando no aflojaba el ritmo ni hacía ademán de correrse.
Mientras el negro hacía su trabajo, Vicky no paraba de chuparle el trozo de polla que asomaba y también los cojones. Mónica chupaba mis enormes y durísimos pezones de color rosa intenso. Y Raquel seguía comiéndome la boca, las orejas, el cuello y hasta las tetas de vez en cuando.
Yo no paraba de chillar y llegó el momento en que alcancé el clímax de nuevo. Igual que le pasó a Mónica se me puso toda la carne de gallina, y el coño comenzó a palpitarme fuertemente. Y gritando como una posesa me corrí, pringando con una cantidad abundante de jugos la polla de mi semental follador.
Tras mi corrida todas se alegraron tanto de mi primer polvo que hasta aplaudieron y me felicitaron. Pero ahí no acabó la noche. Después de recuperarnos un poco todas de todo lo vivido hasta ese momento, Mónica comenzó a picar a Vicky de que no era capaz de meterse ese pedazo de polla por el culo. Vicky le dijo que sí que era capaz, pero que entonces tenía que hacerlo ella también. Y tras un minuto de deliberación, ambas aceptaron el trato y se dispusieron para ensartarse por el culo aquel trasto. Además se retaron a ver cuál de las dos era capaz de meterse más adentro el cipote. A mí ni me lo ofrecieron porque era evidente que aquella mañana ya había tenido suficiente. A Raquel sí se lo dijeron pero tampoco quiso. Dijo que su culito era demasiado pequeño para todo eso.
Así que Mónica y Vicky se subieron a la cama y se pusieron ambas sobre las rodillas, con la cara pegada al suelo y sacando el culo en pompa.
- Venga negro, empieza a limpiarnos el ojete , dijo Vicky
Y con tanta autoridad nuestro follador no pudo negarse y comenzó a lamer a conciencia el ojete de ambas, metiéndoles la lengua e incluso algún dedo para ir dilatándolas para lo que venía a continuación. Raquel aprovechó mientras para ir a la cocina y traerse la aceitera llena de aceite de oliva. Y en un momento roció bien de aceite la polla del negro y también los ojetes de Vicky y Mónica. Raquel estuvo un rato de mamporrera, extendiendo bien el aceite y dilatando el culo de mis dos amigas. Hasta que por fin todo estuvo preparado y el negro se dispuso a ensartar a Mónica:
Y efectivamente fue visto y no visto. En un momento apoyó la verga en el ojete de Mónica y de un empellón se la metió hasta casi la mitad. El grito de Mónica cuando sintió aquello no puedo ni describirlo. Tanto fue así, que el negro debió dudar si seguir o parar. Y Mónica al sentir la duda gritó:
- ¡Sigue hostias! Rómpeme el culo si hace falta, pero por mis ovarios que esa polla me la meto yo hasta los huevos
Y así fue. El negro siguió follándole el culo a conciencia. Y a cada envite perforaba un poco más. Hasta que por fin Raquel que hacía de juez certificó con gran algarabía que el negro se la había metido hasta los cojones. Aunque pareciera mentira los huevos del negro estaban totalmente aplastados contra las nalgas de Mónica. Aún así Mónica le dijo que no parara y siguió follándosela hasta que alcanzó un orgasmo mientras se frotaba el clítoris a la vez que era follada por detrás.
Tras el orgasmo el negro sacó la polla del ojete de Mónica y aquello sonó como cuando se descorcha una botella de cava. La tenía metida a presión el cabrón. Raquel le separó las nalgas y me llamó para que viera el boquete que le había dejado a Mónica en el culo. Raquel y yo nos reímos al ver aquello.
Entonces empezó el turno de Vicky. Ésta estaba bastante contrariada al ver que Mónica había sido capaz de cumplir el reto. Y ella para no ser menos le dijo al negro:
- Fóllame duro cabrón que yo también la quiero hasta el fondo, que no voy a ser menos que esta zorra
Y dicho esto comenzó la follada precedida de un grito de Vicky igual que había hecho Mónica al sentir la primera puñalada de carne. La follada transcurría y la polla iba profundizando más, pero llegó un momento en que la polla ya no se metía más. Parecía como si ya no pudiera avanzar más cuando aún le quedaban unos 6 cm por introducir. Entonces Mónica dijo:
- No insistas Vicky, ya no te entra más. Reconoce que tengo un culo más tragón que el tuyo, je, je, je. Al fin y al cabo eres la más vieja de las cuatro y tu culo ya no estará tan flexible como el mío.
Entonces Vicky al oír aquello se puso roja de rabia y se sacó la polla del negro, oyéndose un sonoro ¡pop! igual que antes.
- ¿Qué no me cabe? Pues te vas a enterar hija de puta
Y acabando de decir esto, obligó al negro a sentarse sobre la cama con la polla hacia arriba y ella se puso en cuclillas sobre él separándose las nalgas todo lo que podía. Y contando una, dos y tres se dejó caer con toda su fuerza sobre la polla del negro, clavándosela hasta los mismos cojonazos del negro. El grito que pegó se tuvo que oír a 500 m a la redonda y yo misma pude ver como se le escaparon un par de lágrimas que rápidamente se quitó con disimulo.
Pero inmediatamente se puso a botar sobre la polla del negro, hincándosela hasta los huevos en cada embestida y diciéndole a Mónica con sorna:
- ¿Qué, me entraba o no me entraba?
A lo que Mónica respondió:
- Joder, que guarra estás hecha. Si es que tengo que admirarte
Y comenzó a comerle el coño mientras el negro seguía follándole el culo.
Tras unos 10 minutos con este tratamiento, Vicky no aguantó más y anunció que se corría. Y Mónica que ya sabía lo que eso significaba nos llamó a Raquel y a mí para que nos pusiéramos junto con ella frente al coño de Vicky. A lo que Vicky dijo entre jadeos:
- ¿Es que queréis ducharos con mis jugazos cochinas? Pues tomaaaaaaaaad
Y comenzó a soltar jugo por el coño a presión, dejándonos las caras perdidas a las tres. Los chorros que soltaban iban tan fuertes que los que no nos daban llegaban hasta la pared de enfrente de la habitación.
Cuando acabó de correrse perdió las fuerzas igual que le pasó la primera vez. Pero nosotras la ayudamos a sacarse la verga del negro de su culo oyendo el ¡pop! correspondiente. La trajimos junto a nosotras tres y nos fundimos todas en un abrazo, restregándonos las tetas entre todas, besándonos y lamiéndonos las unas a las otras los jugos que acabábamos de recibir. La corrida de Vicky había sido tan grande que íbamos todas hasta con el pelo empapado.
Entonces Mónica dijo:
- Venga chicas, ya sólo queda una cosa: probar la lefa de este semental. Vamos a ordeñarlo
Y aquello de "ordeñar" que yo creía que era una metáfora, no lo fue ni mucho menos. De hecho las tres obligaron a ponerse a cuatro patas al negro y Mónica fue a por un vaso. Al volver, Mónica comenzó a pajear al negro con el vaso justo debajo de su capullo para recoger toda la lechada. Mientras tanto, Vicky le chupaba y le estrujaba los cojones grandes como pelotas de tenis, y Raquel le metía dos dedos por el culo estimulándole por la próstata para que soltara aún más leche. Se notaba por la sincronización que ponían que habían hecho un ordeñe como ese más de una vez.
Tras 5 minutos dedicadas a la tarea, al negro se le tensó la polla y los huevos, señal de que iba a correrse. Mónica apretó aún más la mano en la paja que le estaba haciendo e inmediatamente empezó a brotar la leche del pollón del negro. Durante la maniobra, Vicky seguía estrujando los huevazos y Raquel le metía los dedos aún más adentro por el culo al negro. Y los chorretazos de leche no paraban de salir. La leche era muy blanca y superespesa. Tenía la consistencia de la crema pastelera de lo espesa que era.
El negro soltó por lo menos 12 ó 15 chorros de leche. Se tiró casi un minuto gruñendo como un cerdo y soltando leche sin parar. Cuando ya parecía que había terminado Vicky le dio un último apretón de huevos y Mónica pudo sacarle un grumito más de leche. Acabada la paja Vicky le dio una palmada en el culo al negro como diciéndole "buen chico" por la lechada que acababa de regalarnos.
El resultado final fue que el vaso estaba lleno hasta la mitad aproximadamente. Mónica intentó moverlo un poco, pero la leche apenas si se movía de lo espesa que estaba. Vicky al ver eso comentó:
- ¿Tú qué comes cabrón para soltar esa leche? Menuda pastelada nos has regalado. Parece leche condensada
- Sí, joder. Esto es lefa de calidad y lo demás son tonterías. Ya quisiera tu marido soltar esta leche Clara, y no la mierda de aguaza que suelta que no te puede ni dejar preñada, apostilló Mónica, y añadió: Raquel tráete unos vasos de chupito antes de que se enfríe esto.
Yo no terminaba de entender lo que se proponía (o no quería entenderlo). Pero efectivamente así fue. Raquel llegó con cuatro vasitos de chupito y los fue llenando uno a uno con la lefa que había en el vaso y aún así sobró un poco. Y nos dio uno a cada una y nos invitó a brindar.
- Por nosotras, para que sigamos tan calientes como siempre, follando yogurines sementales como el que tenemos aquí y no nos falte nunca un buen pollón que meternos en el coño. Y por Clara, que acaba de unirse al club. Por los cuernos que le ha puesto al puritano pichafloja de su marido y los que le pondrá de aquí en adelante. Salud.
Y dicho esto todas alzamos el vaso y nos lo bebimos al trago. Yo era la primera vez que probaba el semen de un hombre, y a pesar de que estaba algo amargo en aquel momento me supo a gloria.
Con el semen que había sobrado Vicky se lo esparció por las tetas diciendo que era buenísimo para el cutis, y no debía ser mentira porque ahí estaban sus tersas tetas para probarlo.
Ya parecía que había acabado todo pero todavía Mónica se guardaba un as en la manga.
- Vamos al cuarto de baño , dijo
No entendíamos a qué, pero fuimos tras ella, que además se llevó al negro agarrado de la polla como si fuera un perrito. La polla por cierto se le había puesto morcillona por fin tras la corrida.
Al llegar al cuarto de baño dijo al negro que se metiera en la bañera y nos dijo a nosotras:
- ¿No tenéis ganas de hacer pis después de tanto folleteo? Pues aquí tenemos a nuestro retrete. Vamos a mearlo.
Todas nos quedamos de piedra al oír aquella propuesta. Bueno, miento. No todas, porque a Vicky la verdad que le hizo mucha ilusión la idea. Sin embargo Raquel objetó:
- Eso es una cochinada. Además no creo que se deje.
A lo que Mónica respondió:
- Éste no se va a quejar porque con lo que le he pagado podemos mearlo y hasta darle por el culo si nos viene en gana. Y la cochinada es para él no para nosotras, ja, ja. Será una forma de demostrar nuestra superioridad sobre los tíos, sobre todo para Clara que tanto tiempo ha estado sometida. Además, yo no sé vosotras, pero yo me estoy meando.
Y terminado de decir esto se metió en la bañera, se puso en cuclillas sobre la cara del negro y empezó a salir un chorro amarillo que fue directo a su cara. Y la cabrona le decía mientras lo meaba:
- ¿Te gusta mi meada cabrón? Saboréala bien, que seguro que te gusta No hay nada que me guste más que mearme sobre el macho que me acaba de follar.
La meada de Mónica fue larga y toda ella fue directa a la cara y el pecho del negro. Nada más terminar Vicky tomó la iniciativa y ocupó el lugar de Mónica. La operación fue la misma. Se puso en cuclillas y a mear se ha dicho. Con el añadido de que ella para aumentar la crueldad de la humillación le tapó la nariz con la mano y dirigió su chorro directo a la boca para obligarlo a tragarse toda su meada.
- Traga, cabrón, que no se te escape ni una gota , decía Vicky
Y Raquel y yo, por no ser menos, nos metimos también en la bañera y culminamos la lluvia dorada. Raquel se dedicó a mearle los huevos y la polla al negrazo, mientras que yo también me cebé en su cara. Y mientras Vicky y Mónica nos aplaudían.
Una vez terminamos dejamos al negro marchar sin dejarlo que se duchara ni siquiera. Le dimos 100 euros más de propina eso sí por lo bien que se había portado. De hecho la verdad era que tal vez él no se merecía la meada con la que lo habíamos despedido, pero como dijo Mónica: "a veces pagan justos por pecadores"
Y así fue como terminó aquella mañana de lujuria en la que descubrí por fin el verdadero placer carnal. Había descubierto el disfrute que se puede tener con una buena polla e incluso me había iniciado en las experiencias lésbicas. Y sin duda ese fue el instante en que mi vida cambió hasta la situación actual.
Espero que les guste el relato. Todos los comentarios (buenos y malos) serán bienvenidos. Si tiene aceptación tal vez traiga nuevas entregas de las andanzas de Clara, Mónica, Vicky y Raquel.