Claire

Claire era una chica preciosa de ojos verdes y tirabuzones pelirrojos. La conocí durante mi estancia en Londres y acostumbramos a salir los dos juntos. Nos calentábamos hasta el limite pero por mucho que la llevara a mi casa no conseguía acostarme con ella, hasta que entendí el porqué.

Claire era una chica preciosa de ojos verdes y tirabuzones pelirrojos. La conocí durante mi estancia en Londres y acostumbramos a salir los dos juntos. Nos calentábamos hasta el limite pero por mucho que la llevara a mi casa no conseguía acostarme con ella, hasta que entendí el porqué.

Conocí a Claire a los tres meses de llegar a Londres. Era un chica muy abierta, con un largo pelo rojizo que adornaba su cabeza con rizos de muñeca, los ojos de un verde muy claro, la cara risueña y pecosa y una boca estrecha pero grande. Medía mas o menos como yo, sobre el 1,75, exhibía un tipo envidiable, con pechos pequeños, culo redondo y lleno y unas piernas largas y entornadas. Ella también acababa de llegar a Londres de Cornwall para unirse a su novio que estudiaba allí desde hacía tiempo. La conocí en una tienda en Camden donde trabajaba y mos hicimos amigos enseguida.

Me enamoré enseguida nada mas verla y la verdad es que me desanimé un poco cuando supe que tenía novio (mi intención no era entablar una amistad con ella) pero no podia alejarme de sus encantos. Su cuerpo, su mirada, su olor me volvían loco. Pero al final mi paciencia fue recompensada.

Teníamos la costumbre, día sí y otro también, de ir a tomar una o más pintas de cerveza en algún pub después del trabajo y muchas veces terminábamos cenando por allí o yendo a una discoteca los fines de semana. En fin, muy a menudo se hacía muy tarde y no nos quedaba otro transporte que el bus nocturno (a ser el taxi demasiado caro) y yo, como buen caballero, cogía con ella su linea hacia su casa (en dirección opuesta a la mía) para acompañarla. Lo que tiran dos tetas...

Todo seguía como si fuéramos dos amigos normales: bebíamos, nos reíamos y al final dos besos de despedidas y hasta mañana, hasta que un día, terminada nuestras cervezas, mientras nos estábamos levantando para marcharnos del pub, me acerqué a ella y bromeando enfilé el brazo en la manga de su abrigo mientras ella se lo ponía e hice lo mismo con el otro brazo. Nos quedamos infundados en el mismo abrigo, apretado el uno contra la otra, riendo, con nuestras caras que se rozaban.

No sé quien hizo el primer movimiento, pero nuestras bocas se tocaron y se hicieron una en un largo y apasionado beso. Al principio fue un beso muy inocente, labios con labios, pero nuestras lenguas empezaron a buscarse y el beso se convirtió en morreo. Tardé muchísimo en sacar mis brazos del abrigo: no quería despegarme de Claire, temía que si lo hacía se acabaría aquel magnifico beso. Pero finalmente lo conseguí y pude disfrutar de su cuerpo, manoseando cada centímetro de su culo, sus pierna, acariciando su cara. Ella hizo lo mismo, la cual cosa me animó. Me acerqué todo lo que pude hacia ella. Claire podía sentir mi pene en erección latiendo en su barriga, deseoso de ella. No podía creerme lo que estaba pasando, estaba tan excitado que me la habría follado allí mismo delante de todos...

Como empezó, así terminó: de repente. Salimos del pub y nos encaminamos en silencio y abrazados hacia la parada del bus. Creía que el beso había sido fortuito, automático, inevitable por la distancia inexistente entre nuestras caras, pero cuando llegamos delante de su casa me recreí: nos volvimos a besar, cierto no con la pasión y la lascivia anteriores pero decididamente no era un beso de despedidas entre dos amigos. Esto y el hecho de habernos besado a unos metros de su novio me animó y excitó muchísimo a la vez: estaba decidido a acostarme con Claire.

«¿Porqué nos besamos?», le pregunté la siguiente vez que volví a salir con ella.

«Estábamos muy cerca» me dijo Claire sonriéndome y poniendo sus manos abiertas con las palmas paralelas entre sí, después las juntó. «y ocurrió».

Lo cierto era que no sabía lo que quería decir con aquello, y aquella noche nos volvimos a besar. Pasaron los días y los besos y los manoseos estaban a la orden del día y con el pasar del tiempo se hicieron mas lascivos y descarados. Eran besos largos, eróticos; ella me acariciaba mi espalda y comprobaba la consistencia de mi culo, yo le metía mano en cada rincón de su cuerpo y siempre acababa agarrándole el culo y acercándola lo más que podía hacia mí, a la vez empujando mi pene erecto, a punto de explotar en mis pantalones, hacía ella, refregandolo en su vientre. Pero no conseguíamos ir mas allá, hasta que llegó el día en que dimos el siguiente paso en un pub y desaproveché la oportunidad de empezar a sospechar de los gustos de Claire.

Estábamos sentados uno a lado de la otra en una mesa apartada en un salón de un pub céntrico; había, en frente de nosotros y al otro lado del salón vacío, otra mesa ocupada por cuatro chicos. Llevábamos ya unas cuantas rondas de cervezas y nos íbamos besando de vez en cuando, nada fuera de lo normal. Claire llevaba una falda tejana muy corta aquel día que dejaba ver sus preciosas y esbeltas piernas y yo, cerveza tras cerveza, me iba acercando mas a ella, apoyando mi mano izquierda en su muslo, acariciándolo con las yemas de los dedos y empezando a subir despacio. De repente, y sin que me hubiera dado cuenta, sentí como la textura basta y sintética de las medias fue remplazada por el tacto suave, liso y cálido de su piel. Llevaba medias de muslo: siempre me ha excitado mucho éste indumento y al descubrir que Claire las llevaba provocó una enorme erección en mi polla.

Seguí acariciándole el muslo desnudo y Claire me seguía hablando como si nada. ¡Buena señal! Sin darme cuenta me había acercado a su entrepierna y comencé a sentir sus pelos vaginales que se salían de los lados del tanga. Acto seguido, y sin quererlo, le rocé el trozo de tela que los cubría. ¡Estaba húmedo y pringoso, ella también se estaba excitando! Volví a rozar su mojado tanga con las puntas de los dedos mas para ver la reacción de Claire que por otra cosa: ella ni se inmutó, seguía mirándome y sonriéndome a la vez que charlábamos.

Decidí pues ir a por ello. Dejé de acariciarle la zona del muslo que sus medias dejaban descubierto y, sin dejar el contacto con su piel, me acerqué lentamente a su vagina que empecé a frotar suavemente por encima del tanga. Claire se calló y me miró fijamente en los ojos. Yo seguía con mis masajes apretando cada vez mas fuertes contra su vulva e intentando penetrarla con mi dedo medio a través de la tela del tanga. Claire cerró los ojos y a la vez se mordisqueó el labio inferior con los dientes, emitiendo un breve gemido.

Pero me dí cuenta que los chicos de la mesa de enfrente se habían callado y habían dirigido su atención en nosotros. Puede ser que, por la disposición de las mesas, los chicos conseguían tener una buena vision de las piernas de Claire así que, después haberle dado una buena apretada de vagina, saqué la mano y la coloqué en la parte exterior del muslo, obligándole a cerrar las piernas, y me lancé a besarla, buscando su lengua con la mía, excitadísimos los dos.

Tal vez Claire estuviera demasiado excitada o tal vez no se había dado cuanta de las miradas de los chicos (más tarde supe que sí lo sabía) pero en toda respuesta se deslizó hacia delante posicionando su culo casi en el borde de la silla, me cogió la mano y se la colocó entre las piernas que acababa de abrir. En el movimiento la falda vaquera se le había subido dejando al descubierto el encaje de las medias y una porción desnuda de su muslo; casi se le veía el tanga y seguramente ahora los chicos gozaban de una visión clara y total de su entrepierna.

Yo no sabía que hacer, si decirle a Claire que no estábamos solos o seguir llevándome por mi excitación. Fue Claire quien despejó todas mis dudas: guió mi mano hacia su vagina obligándome a frotarla después, con un rápido movimiento de los dedos, apartó el tanga y mis dedos entraron en contacto con su vulva. ¡Qué mojada estaba! Seguí masturbándola ahora sin su ayuda mientras nuestras lenguas no cesaban de lamerse. Gracias a la cantidad de flujos vaginales que habían bien lubricado la entrada, mis dedos no tuvieron ninguna dificultad en penetrarla una y otra vez, antes de uno en uno y después de dos en dos, hecho que Claire pareció agradecer a juzgar por los gemidos sordos y cada vez más frecuentes que emitía.

Mientras tanto Claire había colocado su mano encima de mi polla que abultaba por debajo de mis pantalones y empezó a acariciarla. Ya no me importaba lo que pudieran ver los chicos: ahora penetraba Claire con tres dedos y con mas ahínco haciendo que abriera aún más sus piernas, mientras que con la otra mano agarraba su cabeza apretando su cara contra la mía.

Claire empezó a desabrocharme los pantalones. Cuando lo consiguió, no sin dificultad, fue un gran alivio para mi miembro duro y erecto que había mojado la parte de los calzoncillos donde se encontraba el glande. Claire empezó a acariciarlo a lo largo del tronco por encima de los calzoncillos como si me estuviera pajeando. Pero no se demoró mucho: enseguida subió con su mano ahora abierta llegando a mi barriga que acarició durante un instante por debajo de mi camiseta, luego volvió a bajar, pero esta vez se deslizó por debajo de mis calzoncillos y siguió bajando hasta llegar a a la base del tronco de mi verga. Jugó brevemente con mi vello entre sus dedos, luego me agarró la polla y comenzó a masturbarme moviendo lentamente su mano de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo haciendo que la punta roja y luciente de mi verga se saliera de mis calzoncillos.

Estaba muy excitado pero me incomodaba la situación: el pub no era el lugar idóneo para aquello y además la presencia de los chicos, que ahora miraban más descaradamente, me molestaba. Claire dejó de besarme, se apartó un poco de mi cara y miró hacia abajo, hacia mi polla que su mano tenía bien agarrada. Con un rápido movimiento de muñeca la sacó por completo de los calzoncillos. Me sonrió, siguió masturbándome y volvió a besarme. Ahora tal vez los chicos podían ver mi verga también. Estaba a mil, quería follarme a Claire, sustituir mi polla a mis dedos en la penetración. Teníamos que salir de allí: el pub no tardaría mucho en cerrar, por eso descarté ir a los lavabos con ella, además los chicos, cuyas miradas ahora me fastidiaban más, habían estado viendo todo o casi, y no era de descartar que algunos de ellos entrara también para ver el final del espectáculo que le estábamos ofreciendo.

Saqué mis dedos de la vagina de Claire, volví a colocar mi polla en mis calzoncillos y me abroché los pantalones.

«Vámonos de aquí» le dije.

Claire se recompuso y me siguió. La acompañé a su casa en taxi pues no quería que el momento ni la situación se enfriaran, y además me había dicho que su novio no estaba en Londres... Llegamos delante de la puerta de su casa, típica casa inglesa de dos pisos con jardín, besé a Claire buscando su lengua con la mia y dirigí mi mano por debajo de su falda hacia su vagina que empecé a acariciar. Pero Claire no parecía responder con la pasión y la lascivia anteriores.

«¿Qué ocurre?» le pregunté.

«Nada, perdona. Aquí no puedo. Se me ha pasado.... » se liberó de mi brazos e hizo ademán de abrir la puerta. No insistí más y nos despedimos. Tuve que apagar mi calentura sólo y en casa.

El fin de semana siguiente tuve la suerte de tener mi piso, que compartía con otros dos chicos, todo para mí. No podía desperdiciar tamaña ocasión. Invité Claire a mi casa para cenar y ella aceptó. Por nuestras conversaciones había sabido que a mi amiga le volvían loca un plato de pasta con salsa boloñesa y una buena botella de vino chardonnay. ¿Y qué se encontró? Evidentemente un plato de su pasta favorita y una buena botella del vino blanco francés. Las cosas marchaban muy bien: ella estaba muy sorprendida y muy ilusionada con mi trato y los toqueteos y las caricias fueron a más a la vez que nos terminamos el vino. Cuando acabamos de cenar empezamos a besarnos. Nuestras lenguas volvieron a entrelazarse y a lamerse mutuamente. Sin despegar nuestros labios la llevé a mi cama y nos tumbamos encima.

Empecé a acariciarle los muslos por debajo de su falda negra mientras ella me agarraba el culo con una mano y con la otra me acariciaba la cabeza. Después de unos segundo le estaba ya frotando la vagina por debajo del tanga. Mi erección era ya importante. Dado que Claire no lo hacía, me desabroché yo mismo los pantalones y liberé mi polla. No podía esperarme más, quería clavársela. Me incorporé y me dispuse a quitarle el tanga.

«¿Porqué no nos vamos al Freedom ?» dijo Claire levantándose de la cama. El Freedom era una discoteca de Londres donde íbamos muy a menudo y por lo visto a mi amiga le apetecía bailar.

Me quedé pasmado, sin palabras; no entendía estos súbitos rechazos: parecía como si a veces quería hacerlo conmigo y a veces no. Pensé que a lo mejor estaba indispuesta, pero la había tocado, había penetrado su vagina con mis dedos y debería haberme dado cuenta. Con mis dudas en el aire, no me quedó otra opción que acompañarla a bailar.

En el Freedom su aptitud cambió nuevamente. Ahora era ella quien me buscaba. No habíamos ni siquiera terminado la primera copa que Claire empezó literalmente a comerme los labios. Y la cosa fue a más. Bailábamos el uno pegado a la otra, su culo frotaba mi polla que se había puesto dura como el mármol, yo le besaba el cuello cuando no giraba su cara para ofrecerme sus labios. Estábamos arrinconados, a lado de una pared en una zona no muy iluminada de la discoteca pero aún así había mucha gente bailando cerca de nosotros. Yo estaba excitadísimo. Claire me estaba volviendo loco y el alcohol ma hacía perder el control.

Empecé a tocarla con más descaro, como si estuviéramos solos. Mis manos le sobaron el pecho durante unos segundos y bajaron rápidamente a la vez que apretaba mi verga contra las nalgas de Claire. Llegué a la falda y deslicé mis manos por debajo del cinturón. Ella me dejó hacer. Siendo una falda de cintura baja, enseguida toqué su tanga. Bajé un poco más encontrando la tela mojada que escondía su vulva. Ahora eramos el centro de las miradas de quienes bailaban a nuestro lado.

Le acaricié el coño con dos dedos por encima del tanga.. Claire, sin dejar de moverse al ritmo de la musica, colocó sus manos en mi cintura, apretándome aún mas hacia ella para poder sentir toda mi verga con su culo. Sin que me hubiera dado cuenta se había formado un corrillo de chicos alrededor de nosotros que nos observaba con disimulo. Pero me daba igual.

Claire se dio la vuelta y empezamos a besarnos con mas lascivia que nunca. De repente empezó a masajear mi polla que abultaba en los tejanos. Luego, con la ayuda de la otra me desabrochó los pantalones, introdujo su mano derecha, sorteó los calzoncillos y empezó a masturbarme suavemente. No duró mucho. Se dio otra vez la vuelta, se levantó un poco la falda por detrás y se pegó a mi. Enseguida volví a colocar mi mano encima de su coño mojado mientras que Claire ponía su mano entre ella y yo para buscar mi pene. Lo encontró, esta vez sin la facilidad de un momento antes, y, tras haber jugado unos segundos con el prepucio en sus dedos, lo sacó fuera.

Para hacerlo tuvo que alejarse un poquito de mí y al hacerlo seguro que mas de uno vio mi polla erecta y su culo desnudo. Por lo visto a Claire no le importaba nada de aquello: seguía masturbándome y yo notaba perfectamente como mi verga chocaba contra su culo manchándolo de gotas pringosas de esmegma. No podía aguantar más, tenía que follármela.

Le quité mi polla de la mano y la coloqué en mis calzoncillos, agarré a Claire por la muñeca y me la llevé deprisa a los lavabos. Nos encerramos en uno, volví a sacar mi miembro que seguía erecto y luciente apuntando hacia mi amiga y la volví a besar agarrándole el culo por debajo la falda. Per Claire se apartó.

«No, aquí no» dijo, «lo siento»

Pero, si parecía que quería follar allí fuera, quería haberle dicho, pero estaba demasiado sorprendido intentando entender que era lo que le pasaba y me quedé callado. Salimos de los lavabos y las cosas habían vuelto a cambiar. Nos marchamos a los cincos minutos. Tal vez si le hubiera hecho aquella pregunta no me habría comido el coco durante todos aquellos días.

Descubrí lo que le pasaba una semana después cuando el domingo me propuso ir a Hyde Park y hacer un picnic. Lo llevaría todo ella desde la manta donde tumbarnos hasta la comida. Claire llevaba una blusa negra y una minifalda tejana, la misma (o una muy parecida) que llevaba aquel día en el pub. Estaba guapísima como siempre. En el metro hacia el parque noté como un chico de color sentado enfrente de nosotros no paraba de mirar las piernas desnudas que mi amiga tenía ligeramente abiertas. Antes de bajarse del tren, el chico dejó caer adrede el diario que llevaba en la mano y, mientras se agachó a recogerlo, lanzó una mirada directa hacia la entrepierna de Claire.

«Seguramente te ha visto las bragas» le dije cuando quedamos solos.

« ¡Qué va! No creo» se rió ella.

Llegamos a Hyde Park y, después de andar bastante, nos colocamos en un sitio un poco apartado, muy cerca de los numerosos arboles (no se le puede llamar bosque) que hay justo en el medio del parque. Comimos, bebimos y nos reímos. Luego, tumbados los dos encima de la manta, empezamos a besarnos. De repente Claire se paró y me miró en los ojos.

«Antes no me has preguntado porqué estoy segura de que el chico no me vió las bragas»

Es verdad, no lo había hecho, dí por buena su opinión.

«Porqué se me olvidó ponerlas»

Me reí pensando que estaría bromeando.

«¿No me crees?» me dijo y se levantó. Yo hice ademán de incorporarme.

«Tumbate» me ordenó.

Dio unos pasos y colocó sus pies a la altura de mi cabeza, separados y paralelos entre sí y mi cabeza que quedaba en medio. No pude no mirar hacia arriba y vi que efectivamente no llevaba tanga.

Claire flexionó las rodillas y bajó sus caderas dándome una mejor visual de su pubis adornado con una mancha de vello rojizo y rizado. Después se sentó encima de mi pecho. Ahora sus muslos rosados rozaban mi cara. Podía oler el perfume embriagante de su vagina.

«¿Te gusta?».

Asentí con la cabeza mientras me mordía el labio inferior. Nos volvimos a besar. Ahora mis manos querían su propia comprobación de lo que habían visto mis ojos. Coloqué mi mano izquierda entre las piernas de Claire y empecé a frotarle el coño que se humedeció enseguida.

Tampoco mi amiga perdió tiempo y comenzó a acariciarme la polla por encima de mis pantalones. No tardó mucho en desabrocharlos e introducir la mano, para pajear mi verga que se puso durísima al simple contacto con su mano. Más dedos le metía en la vagina y más Claire gemía. Estaba a punto de proponerle de ir a mi casa cuando se colocó sentada a horcajadas encima de mí, me sacó la polla al aire y la dirigió hacia su vagina.

«¿Qué haces?», le pregunté muy sorprendido.

«Lo que teníamos que haber hecho hace tiempo. O es que no quieres?»

Sentí mi polla entrar en su cálida y húmeda vulva sin dificultad alguna, sentí sus músculos vaginales apretarse alrededor de ella, sentí como Claire empezó a cabalgar suavemente. Yo no sabía que hacer, estaba bloqueado. Dos sensaciones luchaban en mi interior: la voluntad de querer follar a Claire y el corte de hacerlo en el medio del parque. ¿Y si nos veía alguien?

A mi amiga aquello parecía no importarle lo más mínimo: parecía disfrutar como nunca y hasta comenzó a emitir pequeños gemidos de placer como si estuviéramos solos.

«Claire, ¡que nos pueden ver!»

Me sonrío picara y empezó a moverse con más descaro.

«Deja que miren», y me puso la lengua en la boca.

Solamente entonces entendí su comportamiento en el pub, en mi casa, en la disco. Aquello le iba. Ser vista mientras lo hacía le daba morbo. Para hacerlo en casa en una cama ordinaria, como luego me confesó, ya tenía a su novio; yo era su pareja para cumplir sus fantasías.

Decidí pues dejarme llevar. Coloqué mis manos en su culo, sobándolo tímidamente pero lo cierto era que no conseguía centrarme porqué estaba más pendiente de lo que pasaba a nuestro alrededor, cosa que me hizo aguantar muchísimo.

Entonces sucedió algo que no creí me habría gustado. Noté, escondidos detrás de los arboles y los arbustos a unos pasos de nosotros, unas personas que nos espiaban. No sé exactamente cuantos, unos cuatro o cinco, pero estoy seguro de que dos de ellos se estaban masturbando. Me excitó muchísimo saber que otros disfrutaban viendo como lo hacíamos, me sentí casi como un actor porno, dispuesto a dar lo mejor de mí para el deleite de aquellos espectadores.

Empecé a mover mis caderas empujando hacia arriba clavando toda mi verga en el coño de Claire que agradeció mi ímpetu y terminó en un orgasmo que la hizo temblar de placer. Fue entonces cuando vi, detrás de los arboles, una cabellera larga. Podí perfectamente ser un chico con el pelo largo, pero yo me convencí de que se trataba de una chica. Y mi excitación llegó al tope.

Quería ofrecerle un mejor visión. Saqué mi miembro de su vagina y me quité de debajo de Claire que se quedó arrodillada; me puse detrás de ella y le hice apoyar las mano. Le levanté la falda y me dispuse a penetrarla, despacio, tras haberme quedado con la polla al aire para que la chica (y los otros) la pudiera ver bien. Empecé a bombear a mi amiga con un ritmo acelerado y me corrí enseguida, estallando en su interior como Claire me había pedido.

Claire me utilizó para hacer lo que no podía o no le permitía su novio, y yo la utilicé para satisfacer al exhibicionista que había nacido en mí. Lo hicimos en más parques,en discos, en playas, en cines, en bares... y lo seguimos haciendo cada vez que viajo a Londres o ella me viene a ver a Barcelona.