Cita por internet

Luego de unos mails, le di el número de mi móvil, hicimos una cita y el resultado fue maravilloso.

CITA POR INERNET.

Hola, soy un hombre maduro, casado por 2a vez, BI, feminofílico. Practico la sexualidad diversa. Me encanta escribir y lo hago a partir de una historia que leí o escuché o me imaginé, que es el caso presente. También podría ser que se tratara de un pasaje biográfico, con circunstancias de ubicación cambiadas y enriquecido con mi imaginación o más concretamente con mi mente calenturienta.

Leí un mensaje que decía: Soy Emma, chica encantadora de 30 años, de buen cuerpo, muy ardiente, morena clara, ojos verdes y busco un varón mayor que yo, bien parecido, bien dispuesto. No drogas, no Money y buena actitud. Por favor, nada de broncas. Nos escribimos algunos mails, le di el número de mi móvil e hicimos una cita.

Llegué a su casa al anochecer, me abrió una chica vestida sencillamente, me dijo; pasé el recibidor y cerró la puerta por fuera, pues ya se retiraba.

El recibidor estaba arreglado con el buen gusto que, para estas fechas ya sabía yo que la caracterizaba. El aroma a rosas sumergía la habitación en un ambiente sensual. Busqué el ramo con la vista, ahí estaba el que yo había enviado esa mañana. Me parecía que se trataba de un bello conjunto de vaginas enrojecidas por coitos múltiples y vigorosos.

Dejé el saco y la corbata en un sillón, esperé y en medio del silencio percibí el ruido apagado de la regadera. Subí silencioso siguiendo el ruido que empezaba a parecerme más bien una melodía que me invitaba a seguir. La puerta que vi, me condujo a su recamara, dentro de la cual estaba otra puerta abierta por la que escapaba el vapor como una nube danzarina que buscaba las alturas. Me acerqué sigiloso, me asomé y ahí estaba ella, de espaldas, totalmente cubierta de una enorme capa de espuma, que simulaba un traje de astronauta.

Vi un espectáculo maravilloso, ahí estaba, desnuda, enjabonada, brindándome la vista inapreciable de su espalda y nalgas, ligeramente inclinada, se apoyaba con ambas manos, sobre sendos muros, metiendo solo la cabeza al agua que tamizada, expulsaba la regadera. Esa postura sobresaltaba sus glúteos sensuales, esféricos, armoniosos, suculentos y apetecibles; cada vez más, descubiertos de la espuma jabonosa por el agua que escurría por la inquietante canal del medio de su espalda.

Mientras me deleitaba con este espectáculo, mi corazón latía emocionado, mis dedos inquietos desbrochaban mi camisa, mis píes despojados de los zapatos, caminaban lentamente hacia ella. Mi hermosa, mi deseada, mi diosa.

Serenamente, recuperó la vertical, con lentitud giró en redondo y el sorprendido fui yo, cuando súbitamente, me pescó de la camisa y me jaló hacia sí, metiéndome con todo y ropa al flujo de la regadera. Nos abrazamos fuertemente, nos besamos con frenesí de adolescentes, aunque ella era joven y yo adulto.

Terminé de quitar el jabón de su espalda y de sus nalgas de ensueño, teniendo especial cuidado de enjuagar muy bien la hendidura a fin de evitar el efecto nocivo del jabón resecado sobre su piel tersa, radiante de sensualidad. Especial cuidado puse en los labios entreabiertos y en el ano tan cerrado, masajeándolos repetidamente hasta que sentí mis dedos medio y anular se resbalaban con facilidad en la vagina ardiente y mi dedo índice sentía el palpitar de su culito maravilloso.

Nos salimos de la regadera, mientras me quitaba la camisa escurriendo, ella me retiró el cinturón, desabrochó mi pantalón, el que solo se resbaló por mis piernas haciendo "splashs" en el suelo. Me saqué la trusa, aliviando al pene del peso de la misma. Nos abrazamos, juntamos nuestros cuerpos desnudos, ávidos uno del otro, mi pene se abría paso entre sus muslos y su vello púbico escurriendo. Nos acariciamos mutua y alternativamente, espaldas y nalgas. Levantó una pierna, la enroscó sobre mi cadera y el pene encontró la forma de entrar como la flecha divina en el carcaj sagrado.

Veluardo.