Cita con Laura

Me llama una amiga pidiéndome que me prostituya para ella.

Introducción: el inicio del juego.

Era una calurosa tarde de junio cuando recibí una llamada de una amiga con la que ya había habido bastante tensión. Pero no fue una conversación cualquiera. Mi amiga, llamada Laura, y yo teníamos desde hace tiempo una fantasía en común (llamadnos raros, estáis en vuestro derecho, pero sois vosotros quienes estáis aquí leyendo), el “jugar” a la prostitución. Sí, al más puro estilo “La que se avecina”, queríamos fingir, un día uno y otro día el otro, el que éramos un puto de lujo y una clienta viciosa, y viceversa.

Y sin previo aviso, me encontré con la llamada de mi amiga, diciendo que buscaba a un chico de compañia, sexy, cordial y que supiese complacer y cumplir, además de una detallada descripción mía. Me costó varios minutos asimilarlo, pero tan pronto como me recompuse de la sorpresa, le dije que yo encajaba con su petición y le di un presupuesto (exagerado, ya que jugamos, voy a jugar bien), que ella aceptó sin rechistar. Nos citamos para el sábado de esa semana, por la tarde, para tomar algo, todo tratándonos de usted y con mucha educación, aunque finalmente me pidió que la tutease. Realmente, era muy morbosa la situación.

Mientras los días pasaban Laura solo me envío un par de mensajes para decirme que se había citado con un “scort” de lujo el sábado, y que estaba, según ella, “cachonda como una perra en celo”. Y claro, a mi eso solo me ponía más. Por mera curiosidad me preguntaba, no obstante, si me pagaría de verdad y con dinero real.

El sábado: la llegada.

El sábado llegó al final y, por la mañana, Laura

me pasó una foto suya con la ropa interior que llevaría. Un conjunto de lencería negro que me daban ganas de ir ya y arrancárselo, pese a ser las once de la mañana. El comentario me desesperó más “

Nene

” (como me llamaba para putearme) “

esta noche te contaré que tal todo, espero que disfrutes de la espera…

”. Me costaba respirar de lo que me había calentado, pero a la media hora me envió otra imagen, esta vez de ella con las piernas abiertas, con el mismo conjunto pero sin sujetador, y con el brazo tapándose los pechos. Esta imagen iba destinado a su “puto” de por la noche y así me lo hizo saber con el comentario “

Buenas tardes, señor, espero ser su mejor clienta y que pueda hacerme un descuento.

” En la foto tenía la misma cara que me ponía cuando la calentaba en lugares públicos, esa mirada de niña buena e inocente que no sabe qué está pasando pero que le encanta. En conclusión, si el sábado empecé el día ya caliente e impaciente (bendita la rima), sus dos fotos con los dos mensajes solo me hicieron tener que masturbarme en la ducha, después de comer, pues la erección causada por mi amiga empezaba a dolerme ya.

Cinco minutos antes de la hora a la que habíamos quedado, llamé a la puerta de su casa. Iba vestido de negro, con un polo y unos vaqueros (que ella misma me había acompañado a comprar y cuya historia bien merece otro relato) y algo nervioso. No me esperaba que nuestra primera cita del “juego” fuese así. Cuando me abrió la puerta me quedé como un estúpido mirándola de arriba a abajo. Ella es una chica de estatura media, unos 172 centímetros descalza (a ver, yo mido 1.85 metros aprox, algo menos), morena con mechas pelirrojas, pelo largo y ondulado, que le llegaba más o menos por el final de las costillas. Tenía unos preciosos ojos verde esmeralda enmarcados tras las típicas gafas de pasta sexis de las secretarias de las películas de Brazzers. Y su cuerpo… menuda escultura, piernas largas, con unas curvas muy sexis, un buen pecho y un buen culo. Como bromeábamos a veces, tenía cuerpo de actriz porno.

Su cuerpo estaba cubierto por un vestido muy escotado y bastante ajustado, casi tanto que podía notar el encaje de su ropa interior. De color negro, la tela le terminaba a la mitad del muslo, recorrido continuado por unas medias oscuras que pedían a gritos ser bajadas a besos. Se puso también unas botas negras, con tacón y plataforma (yo que sé como se llaman estas moderneces) que le hacían medir cinco centímetros más. En definitiva, daban ganas de follársela ahí, contra la puerta, que nos oyesen todos los vecinos del rellano.

-Mh… Hola. -Me miró detenidamente durante un par de eternos segundos antes de sonreír levemente.- Eres más guapo de lo que parecías en las fotos. -La hija de puta quería jugar, ¿no? Se iba a enterar esta noche.

-Hola. -La miré también de arriba a abajo, intentando no babear demasiado, y sonriendo.- Gracias, tu también estás mucho mejor que la mayoría de mis clientas. -Alargué levemente el brazo para que me agarrase, al parecer íbamos a ser, por una noche y tras varios meses intensos, dos desconocidos jugueteando a conocernos entre las sábanas. Aunque primero, tendríamos que cenar.

-Que caballero eres… ¿te esperabas a una fea? -Se rió levemente y se colocó bien las gafas, en un movimiento adorable combinado con una mirada inocente que podría causar una arritmia. Seguidamente, se sujetó a mi brazo y bajamos hacia el portal.

-No es eso, que al final es relativo. Sino que he llegado a tener clientas que… -alzó una ceja en un gesto de interés y me dispuse a averiguar cuanto seguiríamos con el juego.- parecían el elenco de Sonrisas y Lágrimas. -Intentó aguantarse la risa al mencionar esa película de los 60’s que tanto habíamos puesto a parir.- Y dime… ¿cómo es que alguien con tu porte necesita mis servicios?

-Digamos que… necesitaba salir de mi rutina y buscar vivencias nuevas. Por lo que veo… -Me volvió a mirar al llegar a un bar que estaba enfrente de su casa.- contigo no me he equivocado. -Empujó la puerta para entrar.

-Me alegro de que hayas realizado una buena inversión, entonces. -Sonreí mirándola y la deje pasar para seguirla, pudiendo ver su espalda al aire, dejando ver la parte trasera de su sujetador y el inicio de su zona lumbar. Lo que en cualquier otra podría parecer obsceno o vulgar, en esta chica parecía noble, elegante y seductor. Digno de una revista PlayBoy.

-Y dime… ¿cómo es que has elegido este trabajo? -Se sentó en uno de los taburetes de la barra y se apoyó en esta, mirándome a los ojos.

-¿Te refieres a la profesión o a haberte aceptado a ti?- Me senté a su lado y sostuve su mirada hasta sacarle una leve risita.

-La profesión, la profesión. -Sonrió coqueta y volvió a mirarme.

-Pues… realmente, por una apuesta. -Íbamos a jugar toda la noche, y quería hacerla reír y gemir por partes iguales. Sonreí de lado y miré al camarero, buscando su atención. -¿Qué vas a querer? -Vi de reojo como se acariciaba las manos: su gesto de estar nerviosa, interesante.

-Yo quiero un Cosmopolitan. -Sonrió pícaramente, aunque el alcohol no le subía rápido, con un par de sorbos perdería toda la timidez que tuviese en ese momento.

-Uhh, vamos fuertes eh. -Le devolví la sonrisa y recé para que en ese bar fuesen capaces de prepararnos los cócteles.- Un Dirty Black Russian, por favor. -El camarero alucinó un poco, pero empezó a preparar nuestras bebidas.- Y dime… ¿se te sube muy rápido el alcohol? -Le miré a las piernas y subí fijándome en todo su cuerpo hasta llegar a sus ojos. Era un auténtico bombón. Notó la intensidad de mi mirada, pero aunque intentó disimular, le tembló el labio mientras se acariciaba las manos.

-No te creas… necesito más de dos copas, al menos… tres. A la cuarta… a la cuarta ya vamos hablando. -Se le escapó una risita nerviosa.

-Bueno, aunque sea parte de mi trabajo, respetaré tu límite, tampoco me voy a aprovechar de una borracha, se pierde la gracia del momento… -Le guiñé el ojo.

-Exacto, y a mi me gusta… mantener la magia, hasta el final.... -Me devolvió el guiño y me di cuenta de que se había maquillado levemente. Interesante, rara vez lo hacía, por no decir nunca.

-Tranquila, soy un buen mago. Se usar muy bien los dedos… -Le sonreí a la vez que el camarero nos servía los cócteles. Por sus movimientos, sus miradas, se notaba que el tío iba a disfrutar de nuestra conversación y, por como miraba el generoso canalillo de mi amiga, le encantaría participar en nuestro juego.

-Yo también tengo algún que otro As bajo la manga… -Se lamió seductoramente los labios mientras sonreía y le dió un trago a su copa de vodka y zumo ácido.

-Estoy impaciente por verlo. -Bebí también apreciando el vodka barato de este bar y comprobando que el camarero no era ningún coctelero. Me dí cuenta de que Laura

parecía ya más suelta. Me quedé mirando sus labios cuando volvió a pasarse la lengua sutilmente por la parte inferior de su boca. Sabía como putearme, siempre hacía lo mismo y me acababa haciendo la cobra, pero esta vez iba a ser yo quien la desesperase.

-Y… dime, ¿hay algo que te guste de mí? -Volvió a beber y por su gesto mal disimulado, pude comprobar que su bebida estaba excesivamente ácida para su paladar. ¿Cuánto nos duraría el juego?

-Podría tirarme todo el cóctel diciéndotelo. -Le susurré acercándome un poco a ella y acariciando mi vaso frío con la yema de los dedos.

-Mh… -se acercó también intentando poner su tono más seductor. Maldita seas Laura, como me pusiste esa noche.- por mí, perfecto.

-Pues… me gustan tus labios… -los miré y volví a centrar mi vista en sus ojos manzana.- y tus piernas… me gusta tu cintura, tus caderas…

-Oh, vaya, ¿y qué más…? -Sonrió interesada. Había dado en el clavo: le encantaba ser adorada, tener el control y saber que el encanto de sus curvas dominaban a todo aquel que la miraba, y no fallaba con su examen.

-Me encanta la forma en la que tu mirada lujuriosa recorre mi mandíbula, el como tu labio tiembla cuando te miro el escote… de tu cuerpo me gusta todo… -Susurré antes de volver a beberme el intento de cóctel que había preparado ese baboso que no se nos alejaba tras la barra del bar.

-Uy… al final… vas a acabar poniéndome como una moto antes de tiempo… -Suspiró levemente, pero lo suficientemente cerca mía como para que notase su respiración agitada.

-¿Y tú…? -No pude evitar reírme un poco, ella solía aguantar más que yo (soy hombre, no jodas, tengo cero resistencia al calentón) y si Laura

ya estaba así… imaginaos como estaba yo.- ¿...crees aguantar este ritmo, bonita…?

-Mh… ¿en la cama? Por supuesto. Lo que no sé… es si voy a poder aguantar hasta llegar a casa… -se rió levemente en voz baja y miré sus preciosas piernas.

-Aquí hay baños… -Sonreí mirándola a la cara. Como pudiese repetir la experiencia de los baños que tuve con Yuko, sería feliz, mucho más. Pero claro, ella ya sabía (como es lógico), de mi encontronazo con mi vieja amiga… y me iba a llevar al límite. Dos adultos jugando a ser niños.

-Aguanta un poco… cariño. -Me mató el que me llamase así. Que cabrona estaba siendo, sabía como calentarme y mi erección en ese momento podría haber sido vista por cualquiera.- Ya que voy a hacer esto, prefiero hacerlo bien… -Se retiró el pelo detrás de la oreja, en uno de los gestos más eróticos que podrían haberse observado, dejando a la vista su sutil y atractiva clavícula.

-Hacía tiempo que no me ponían tan… -tragué saliva suavemente. Haber presenciado en primera persona ese movimiento me daban unas ganas locas de lanzarme a morderle el cuello, la clavícula, la mandíbula… a recorrer de arriba a abajo y de abajo a arriba ese tramo de su cuerpo a besos.- tan complicado y a la vez tan fácil el trabajo…

-¿A qué te refieres con ello? -Se colocó bien en su asiento y bebió de su copa, con sus ojos de gata obsevándome tras sus pestañas y tras los cristales de sus gafas.

-Mh… a otra clienta ya le estaría metiendo mano… -bebí también mirándola.- pero tú no eres como esas… tú quieres ir lento el tiempo suficiente… -Asintió con la cabeza sin romper el contacto visual.

-Me gusta hacerme la interesante, al menos, durante un rato. Si no… esto no tiene gracia. -se rió de nuevo, cada vez su risa era más sexy y el ambiente entre ambos, más caliente.- Me gusta mantener el misterio, me parece que… así la magia dura más.

-Y no te falta razón… Interesante serás toda la noche. Y contigo la magia seguro que dura cada hora que te toque… -Le susurré.

-¿Cuánto tiempo crees que… querré mantenerte entre mis piernas sin… sin que te permita volver a salir...-? -Con esa frase, si no me corrí de milagro, me dejó a un suspiro, sabe bien que mi debilidad es precisamente esa.

-Uuhhhh… -solo acerté a esbozar un intento de sonrisa por la propuesta. Por el rabillo del ojo vi como el camarero seguía ahí, atento a todo. Menuda paja se iba a hacer al acabar su turno, seguramente como vosotros, querida audiencia.- conociéndome… horas… -Le guiñé el ojo y comprobé como tragaba saliva, acelerada y nerviosa.

-Por mí… puedes tardar tooooooodas -alargó la “o” un par de segundos.- las horas que quieras. -Me devolvió el guiño y bebió, seguramente para disimular su incipiente calentón. Juraría que podía notar la dureza de sus pezones tras la tela.

-Magnífico. -Me terminé la bebida de un sorbo, el frío y el ardor del vodka me consiguieron temblar un poco. Subí la mirada de nuevo a su rostro.- Porque tengo muchísima paciencia, Laura...

-Mh… yo también. -Alzó la ceja sutilmente, no sé si intrigada, cachonda como una perra o simplemente retándome. Quizá las tres a la vez. Se terminó también su copa y sonrió levemente.

-Te haré perderla. -Mi firmeza en la afirmación le hizo acariciarse las manos mientras le temblaba levemente los labios, donde centré la mirada. ¿Nervios? ¿O quizá el ardor de su entrepierna le estaba dominando poco a poco?

-No sé… si el que me la harás perder serás tú… o, si la que te la hará perder… seré yo… -Susurró de forma muy sexy y con voz más baja e intensa. Mi querida amiga sabía bien como mantenerme caliente, incluso elevarme toda la temperatura.

-Soy un profesional, nena… -me acerqué demasiado a su oreja, quedándome a media sílaba de poder besarle el lóbulo.-  ...no juegues con fuego… -acaricié su muslo cerca del final de su vestido: sus medias eran muy suaves, pero el tejido ahora mismo no me importaba, podía notar su humedad, su calor corporal.- ...si no te interesa quemarte… -Logré lo que quería. Paula se puso más nerviosa, aún intentándolo disimular al máximo, su labio temblaba como la gelatina y su respiración se aceleraba por segundos.

-Si me quemo… quiero que tu ardas conmigo… -Se acercó un poco más a mí, permitiendo que mi mano se deslizase un par de segundos bajo su tela. Empezaba el juego, ahora íbamos en serio y lo que hiciese mi mano decidiría el resultado de la partida.

-Esta noche tus sábanas arderán húmedas… -deslicé mi mano por la cara interna de su muslo y aún más dentro de su vestido. Estaba a nada de su tesoro y todos éramos conscientes por la respiración de Laura.- llenaremos la habitación de cenizas… -Punto de inflexión: si iba en serio, no soltaría el chiste que ambos pensamos brevemente. Besé el lóbulo succionándolo un poco durante un segundo o dos, provocándole un suspiro.

-Eso… eso espero… -El escalofrío que le desencadené con ese sutil gesto generó que cerrase los ojos inevitablemente.

-Siempre cumplo, preciosa. -Sonreí y me separé de nuevo, dejando mi mano humedecida sobre su rodilla.

-Oye… ¿qué te parece... si vamos yendo ya a mi casa…? -Se relamió la parte inferior de su tembloroso labio. No sé exactamente a qué nivel estaba ella más allá de lo que me mostraba, pero yo estaba a nada de explotar.

-Muy buena idea… -Sonreí, impaciente por sumergirme en la curva de sus caderas.- aunque es una pena desaprovechar el baño, ¿no? -No iba a aguantar hasta su puerta, o eso creía.

-Quizá… si volvemos, la próxima vez. -Hija de puta… volvió a guiñarme el ojo y suspiré desesperado.

-Pues vayamos a tu casa. -Sonreí mirándola. No solo lo que me ponía Laura

desde conocerla, sino el morbo de la situación, casi me olvide de nuestro juego. Pagué el precio exacto, dejando una pequeña propina para nuestro principal espectador, aunque era capaz de sentir la mirada de más de un hombre casado y de alguna pareja en nosotros, sobretodo en las curvas y porte de mi acompañante.

-Vamos. -Se levantó de su taburete.- ¿Me ofreces tu brazo, caballero? -Sonreí y me levanté, cumpliendo a su petición: era su feliz esclavo.

-Dejarás de llamarme caballero en cuanto te pegue a la puerta y… -Mi amenaza, susurrada cerca de su cuello, la hizo temblar y sonreí satisfecho antes de darle otro beso en el lóbulo de la oreja.

-Me parece… -tragó saliva.- correcto. Tendré que cambiarte el nombre. -Caminamos hacia su casa y fuimos, el aire gélido (gélido mis cojones, pero con el calentón que llevaba, los veinti-algo grados nocturnos de la ciudad eran para mi cuerpo como una brisa helada) nos sentó muy bien a ambos.

Fuimos pegados, no era mucho recorrido, pero se me hizo eterno. Su perfume era sustituido por el sudor y el olor de una persona caliente, en celo, a una caricia de explotar entre gemidos y gritos. Y seguramente yo no estaba mucho mejor, tengo varios vacíos mentales de la conversación que ella ha podido completarme y que entre los dos hemos rellenado ahora al estar algo más… cuerdos. Menuda noche, joder.

Su casa: el infierno de su humedad.

Abrió el bolso al llegar a su puerta y con los nervios que llevaba, sus llaves acabaron en el suelo, entre nuestros pies. Maldeció adorablemente, creo que con un “

demonios

” y se agachó con problemas para recogerlas. No pude hacer otra cosa que mirarla, centrándome en la curvatura de su espalda, la redondez de su culo, con sus preciosas caderas y la gravedad de sus magníficos pechos. Pero como buen caballero, me agaché rápido para cogérselas, pues en vaqueros lo tendría más fácil y quería mejorar mis vistas a su templo.

-Ya me encargo yo, tranqui. Debe de ser difícil con ese vestido taan -remarqué el “tan”.- ajustado… -Me deleité de la vista de sus piernas un par de efímeros segundos.

-Ya te digo… que haya conseguido doblarme es un milagro… -”Es que te sobra el vestido, cariño” pensé mientras se incorporaba y cogía las llaves de mi palma abierta.- Muchas gracias. -Abrió la puerta. Miré su cintura pensando en si cogerla y, literalmente, empotrarla contra la puerta o dejar que fuese ella quien moviese ficha.

-¿Te he dicho ya lo bien que te sienta este vestido…?

-Mh… unas… ¿diez? veces, creo, pero me lo puedes decir todas las que quieras...  -Extendió el brazo invitándome a entrar.- Adelante.

-Después de ti, preciosa. Conociéndome, era sorprendente lo paciente que estaba siendo. Miré su brazo y, al llegar con mis ojos a su hombro, contemplé su clavícula descendiendo por su canalillo. Ella mientras, entró y esperó impaciente y desesperada a que dejase de obnubilarme con cada curva de su forma. Entré detrás suya, decidiendo no cabrearla, conociéndola podía fastidiarme mucho toda la noche.

Cerró la puerta sonriendo complacida y nada más escuche como encajaba la cerradura, la cogí por la cintura con suavidad, apoyándola a la puerta. Laura

apoyó su espalda en la madera y me miró directamente a los ojos. Por su brillo, debería de estar encharcada.

-¿Vas a lanzarte o lo hago yo…? -No sé si conseguí susurrarlo o no, pero me acerqué peligrosamente a ella.

-Hazlo tú… -Estuvo a nada de rozar su nariz con la mía, la muy juguetona seguía desesperándome con cada movimiento, y eso me mataba, pero me vengaría.

La besé con ímpetu, por fin, tras toda una noche de tonteo, y tras unos meses que ya os resumiré en otro momento. No éramos profesionales, y con las ganas que teníamos no fue el beso de nuestra vida, pero se nos notaba la experiencia. Agarré un poco más fuerte su cintura y ella cerró los ojos, siguiendo el ‘morreo’ apasionadamente. Con el frote, el movimiento y la energía que fluía como electricidad, la elevé suavemente, arrinconándola entre mi pecho, mi cintura y la puerta. Antes estaría de puntillas, ahora estaría levitando.

Lamí sus labios sensualmente a la vez que rodeaba mi cintura con sus bellas piernas. Al pegarse tanto a mí suspìró al notar mi evidente y obvia erección clavándose en su muslo, a un roce de estar sobre su entrepierna.

-Madre mía… como está esto… -Me la acarició un poco susurrando en mis labios y jadeé mirándola de nuevo a los ojos.

-Por tu puta culpa… -Susurré también y le besé el cuello, mordiéndolo suavemente y arrancándole un leve gemido.

-Uuufffff… -acompañó su onomatopeya con un sutil gesto que le permitió retirarse el pelo al otro lado del cuello, permitiendo que volviese a besárselo y a mordérselo con suavidad.

-¿V… vamos a la cama…? Al sofá… o… ¿dónde…? -Suspiró con cada caricia de mis labios bajo su mandíbula e intentó formular la frase en el tono más sensual que su calentura le permitía.

-Aquí… -Metí las manos bajo su vestido haciéndole un chupetón bajo la oreja, provocándole otro gemido.

-Dios mío. -Su voz baja me hizo mirar un segundo a sus manos, que me subían la camiseta torpemente mientras yo elevaba la tela de su vestido sobre su deliciosa piel, descendiendo por su cuello a besos.

Su ropa interior coincidía con las fotos que me pasó: un conjunto de encaje negro que tapaba lo justo y que me estaba volviendo loco. Lanzó mi camiseta lejos y me miró detenidamente (a pesar de no haber sido la primera vez que me veía el torso) mientras suspiraba un “Wow.” con la letra “o” de varios segundos de duración. No sé qué le fascinó tanto: tengo un cuerpo normalito, nunca he fardado de ello porque no es nada del otro mundo, pero quizá con su calentón, lo que veía le gustaba y eso me ponía más.

-Ostias Laura… -La miré de arriba a abajo babeando, creo que literalmente, menudo cuerpazo tiene mi amiga. Aún no la había visto así en persona, solo en fotos y… bueno, aquella vez del probador.

Pero tenía un cuerpo espectacular: sus preciosos pechos rezaban por liberarse de un sujetador que apenas podía esconder sus pezones, su vientre cálido pedía a besos ser lamido antes de llegar al inicio de su tanga. Su cintura era perfecta para ser agarrada mil veces y sus caderas eran magníficas, rogaban besos y un par de azotes en lo que se las recorría dirección a su culo, espectacular también.

-Mh… ¿Qué opinas? -Me miró, sonriendo con seguridad y una cara que no sabría describir bien, pero que era una mezcla de inocencia, lujuria y desesperación.

-Que hacía mucho que una clienta no me ponía tanto… -Disimuló a tiempo la risa que habría sofocado en parte nuestras llamas, pues ninguno nos esperábamos que me saliese así la respuesta de nuestro “juego”. Antes de perder un par de grados corporales, agarré con firmeza su cintura, clavándole un poco la yema de los dedos y provocándole suspiros de diversa intensidad a la vez que besaba su clavícula en dirección al centro de su pecho.- Joder, como estás Laura… -Aún se me corta la respiración como en ese momento, saboreando la salada piel de mi amiga, tan cerca de esas tetas que tanto me obnubilan.

-Buah… y tú… -Me acarició el pecho algo atontada y la miré a la cara.

-¿Ah sí…? -Sonriendo, mantuve el contacto visual con sus ojos, viendo como le brillaban, presos del calentón.

-Sí… -me sostuvo la mirada.- tienes un torso maravilloso, y unos brazos… uf, casi perfectos… -Consiguió picarme, sabía que mis brazos era lo que más presumía porque… bueno, me los curraba. Acarició mis hombros bajando por mis músculos, recorriendo las venas con las yemas de los dedos.- Se nota que trabajas duro...

-¿Casi…? -La miré serio, ahora me tocaba a mi jugar con ella.

-Vaale… perfectos… -Se rió, me dió un pico y siguió subiendo y bajando las manos por mis brazos.

-Y eso que no has visto mi espalda… -Me reí también y le besé entre las clavículas, un par de dedos y un beso por encima del canalillo. Observando la inmensidad de su busto, equiparable quizá con el de Yuko.

-Nunca había follado así… -Su susurro sincero me demostró que eso ya no era del juego, que nunca habíamos estado ninguno en una situación similar. Me intentó desabrochar el botón del pantalón pero la agarré de la muñeca.

-Pues aún no hemos empezado… -Bajé con la lengua lamiendo su canalillo, intentándolo, mirándola a los ojos.

-Uff… -Intentó mantener mi mirada, pero le fue imposible y jadeó cachonda con la piel cada vez más erizada.- Mmh… sigue… -Solo con su tono en ese gemido podría haberme corrido.

-No iba a parar… -Iba a lamer y explorar sus pechos, tan ansiados desde aquella videollamada en la que, “sin querer”, miré mientras ella “disimulaba” cuando se estaba vistiendo, muy morboso fue. Pero viendo su rostro, fundido en un mueca de desesperación, decidí bajar al vientre y hacer una espiral de lametones y besos hacia su ombligo.

-Ah… mh… ¿te gusta sorprender… eh…? -Suspiró de nuevo, de frustración, y por como temblaba, supe que estaba a cinco besos contados de correrse, quizá no por primera vez en esa noche.

-No lo sabes tu bien, querida Laura...

-Lamí su ombligo, terminando la floritura con un beso y bajé con la lengua en una lenta línea recta hacia el inicio del encaje de su tanga.

-Uy… creo que ya sé a dónde vas… -Mirándola ví como cerró los ojos y acarició mi pelo con sutileza.

Su primer orgasmo de la noche.

-Chica lista… -Sonreí y seguí lamiendo, por encima de su coño, para calentarla más, notando su prominente humedad a media que se le metía la tela entre los labios.

-Mmh… eres bueno… -Se le escapó un gemido al notar mi lengua en contacto con su caliente y húmeda piel.

-Lo sé… -Seguí lamiendo hasta que agarré la tela con los dientes, con cuidado de no morderla, y le bajé el tanga lentamente.

-Y ahora… ¿qué me vas a hacer, guapo…? -Estaba muy mojada, y cuando llegué con el tanga a sus rodillas, la miré a los ojos como pude.

-Hacerte llegar a las estrellas… -Besé sus muslos, subiendo poco a poco.

-Espero que lo co…-jadeó, atravesada por un escalofrío.- consigas… -Volvió a cerrar los ojos y miré, a medida que subía, su fina piel mojada.

-No lo dudes, Laura...

-Lamí la parte interna de sus muslos lentamente, siguiendo la trayectoria de los abductores.

-Me gusta… por… dónde vas… -Gimió levemente de nuevo y yo sonreí, subiendo los besos y pasando de largo su entrepierna, sin llegar a rozársela.- Uf... -Noté como su temperatura corporal empezó a aumentar considerablemente, iba a conseguir fundirla y eso me ponía muchísimo.

Besé la línea que fundía su vientre con sus caderas, la tan aclamada “v”, en dirección a su costado izquierdo. Ella, mientras se le escapaban los gemidos y jadeos, y a la vez que besaba su cálida piel, acariciaba mi pelo. Lamí de vuelta, hasta llegar a sus ingles, y me acerqué peligrosamente a sus labios, encharcados y pidiendo a gritos que los lamiese hasta secarlos.

-Uy… -Jadeó, encharcada y caliente como, según ella, poquísimas veces. Sonreí al ver que cada vez estaba más cachonda y mojada y lamí alrededor, sin llegar a tocar su coño.- ¿V…vas a ir… al grano en algún momento…? -Soltó un gemido pequeño.

-Cuando estés totalmente derretida… -Lamí sus labios con suavidad.

-¡Jo…der…! V…vas a hacer que me dé un orgasmo antes de tiempo… -Se apoyó mejor en la puerta y yo sonreí, acariciando sus muslos sin dejar de lamer alrededor de su clítoris, que estaba hinchado y deseando ser el centro de atención.- Ahg… e...eres bueno… -Volvió a gemir.

-Lo sé… -Jugueteé con su clítoris con la lengua, acercándome poco a poco a sus labios de nuevo.

-¡Ah…! -Gimió más fuerte, seguramente los vecinos ya se estuviesen enterando.- S...Sigue… -Sonreí levemente y succioné con suavidad y cuidado su clítoris.- ¡Ostiaaas! -Volvió a gemir, alargando esa “a” apretando los párpados e intentando pellizcar o agarrar la pared.

Coloqué sus manos sobre mi pelo y jugueteé de nuevo con su clítoris y la lengua, dentro de mi boca, frotándolo con suavidad. Ella me acariciaba y tiraba del pelo sin dejar de gemir, cada vez más rápido, a veces más alto, mientras succionaba de nuevo su clítoris, para terminar lamiendo alrededor de él.

-Buah… -Empezó a temblar, notando escalofríos por las piernas: su orgasmo era inminente y conseguiría que lo tuviese en mi boca. Bajé mi lengua entre sus labios y la volví a subir, con la fuerza necesaria para que lo disfrutase, hasta acariciarle el clítoris con ella, pero sin entretenerme en él.

Llegó al orgasmo, gritando un poco y corriéndose en mi boca. Solo era capaz de articular un “¡aah!” cada pocos segundos, temblando. Lamí bien los restos de su esencia, sonriendo por lo que había conseguido, y al “terminar” en su coño, subí por vientre dando besos.

-Fuf… -sopló lentamente, aún recobrándose de su primer orgasmo.- Vas a acabar conmigo.

-Pues… aún no he empezado… -Le acaricié la cintura, intentando que mi sonrisa y mi mirada fuesen lo más pícaras posibles.

-Madre mía. -Abrió los ojos, mirándome directamente con sus brillantes esmeraldas. Yo en ese instante trepaba por su pecho, a besos en su canalillo, dirección a su cuello, tan tentador y tan solo en esos momentos.- Mh… -Se le puso la piel de gallina al llegar a su clavícula y echó el cuello hacia el lado contrario, para darme todo el recorrido deseable para mis fechorías.

-Y… -besé y lamí con ganas su cuello, lentamente y entreteniendome para desesperarla.- ahora sí… ¿vamos a la cama?

-Sí… pero... quiero que me lleves tú… -Me miró con su carita inocente de niña mimada. La hija de puta, pese a seguir en su papel de “clienta”, sabía como jugar conmigo, sabiendo que no me resistía a complacerla y mimarla.

-La princesa… -Bufé, poniendo los ojos en blanco y riéndome mientras la aupaba.

-Sí. -Se rió también, ese claro síntoma post-orgasmo que indica sus pocas ganas de pensar tras la explosión de hormonas. Agarró mi cuello rodeándolo con sus brazos, imitando el gesto con sus piernas y mi cintura, dejando nuestros rostros, húmedos por el sudor, a escasos centímetros.

-Guíame, anda. -La agarré del culo, apretando sus nalgas para mi deleite y haciendo que su cuerpo se pegase más a mí.

La danza entre las sábanas.

-La habitación del fondo… -Susurró en mi oído sin dejar de frotarse contra mí.- a la derecha.

Le besé el cuello y caminé. Ella se aferró a mí con más fuerza y yo la pegué a la pared, besándola bastante caliente. Ella me correspondió el beso del mismo modo, agarrándome por la cintura, consiguiendo con ello que me apretase contra ella. Sin dejar de besarnos, se las ingenió para despojarme de los pantalones totalmente, separándose un segundo pero sin dejar de mantener nuestras caderas en contacto.

-Esto ya debe de doler… -Acarició mi prominente erección por encima, sin apenas llegar a rozarme en condiciones, volviendome loco.

-No te haces a la idea… -Jadeé antes de morderle suavemente el cuello, arrancándole un gemido.

-Yo lo arreglo… -Metió la mano por mi ropa interior y me la acarició de nuevo, agarrándola levemente. La miré jadeando y ardiendo, esta chica me volvía loco.

-Qué suelta estás de pronto… -Seguí besándole el cuello, algo desesperado, consiguiendo hacerle unas pequeñas marcas.

-Una siempre está más relajada después de un buen orgasmo… -Me cogió el miembro y empezó a mover la mano lentamente. Volví a jadear y le empecé a besar en el otro lado del cuello, provocándola suspiros, más jadeos y algún gemido y consiguiendo que moviese más deprisa la mano.

Sin dejar de jadear por su contacto caminé como pude hacia su cuarto, rebotando en las paredes como si fuese un borracho tras una verbena. LLegamos al final y ella dió la luz con su mano libre, a tientas. Sin dejar de masturbarme, me fue empujando levemente hacia la cama.

-Y… -la miré a los ojos.- ¿desde cuando mandas tú, Laura...?

-Mh… justo a partir de ahora… voy a coger los mandos. -Otra vez ese maldito tono que me derretía las entrañas. Hizo presión en mi pecho hasta tumbarme, dándole un respiro a mi polla, y se colocó encima mía, con las piernas a los lados de mi cintura y los brazos apoyados a los lados de mi cabeza. Una vez estuvo colocada y, sabiendo ella que esto es lo que más me gusta, me besó con intensidad.

-Uf… -La agarré por la cintura, muy cachondo y sin dejar de besarla. Ella me acarició el pecho despacio, bajando con su mano por mi abdomen y, al llegar a mi ropa interior, volvió a acariciarme con la yema de los dedos el cuello, aumentando mi erección, si es que era posible, a la vez que me daba un escalofrío del gusto.

-¿Me vas a pagar por esto…? -La miré muy cachondo.- Eres un chollo de chica… -Le guiñé el ojo sonriendo.

-Lo sé… te ha tocado la lotería conmigo, chaval. -Su tono seductor de ‘dominatrix’ me hizo descubrir un nuevo nivel en mi excitación. Volvió a pajearme con la misma intensidad de antes y yo cerré los ojos, disfrutando del momento.

-Pues si… estoy en el puto cielo… -Jadeé de nuevo, a puntito de gemir.

Ella sonrió con seguridad, moviendo la mano más lento, buscando con ello torturarme pero consiguiendo darme más placer aún, haciéndome sufrir de ese modo.

-Aprieta un poco, nos gustará más a ambos… -Solté un leve gemido y le acaricié el brazo dedicado a la sórdida tarea de hacerme disfrutar.

-Venga, va… -Me la apretó con su cálida mano y mordió sutilmente el cuello, consiguiendo que me calentase aún más. Como demuestra la física, la temperatura siempre puede aumentar aún más de lo que se cree, y yo lo estaba comprobando.

-Si sigues voy a correrme dentro de poco… -Volví a jadear.

-Resérvalo… aún queda la mejor parte… -Terminó de desnudarme y por su mirada de sorpresa, creo que no se la esperaba tan grande. No voy a fardar demasiado, pero sí es cierto que la tengo algo más larga y ancha que la media. Abrí un ojo y la miré con él: quería observar lo que pasaba.

-Mh… -la miró detenidamente.- me gusta…

-Me alegro. -Sonreí mirándola a la cara.- ¿Ahora te da corte, Laura…?

-Un poco… -Se rió un poco, algo sonrojada. Por mucho morbo que nos diese el juego y lo muy provocativa que quisiese ser, seguía siendo adorablemente tímida.

-Que mona… -Rodé los ojos.- ¿Te hago un tutorial…?

-¿De qué? -Mi cara debió de ser la de un completo idiota, porque ella volvió a reírse con ganas.

-Guapa, de lo que hacer con el asunto. -Inevitablemente me reí yo también y la miré a los ojos a los pocos segundos, poniéndome ya serio.- ¿Qué quieres hacer, Laura…?

-Mh… -susurró.- ¿cuántas posturas conoces? Porque creo que le damos más magia si lo hacemos improvisando… -Su tono erótico, totalmente alejado de la chica tímida de hacía un minuto, me hizo recuperar todos los grados que podría haber perdido al reírme con ella.

-La magia la tendremos mientras estés aquí desnuda… -Susurré también, cogiéndola por las muñecas.- Y trabajo de esto cielo, me conozco el Kamasutra… Pero eras tú quién quería mandar, ¿no? -Sonreí burlonamente para picarla, si me salía bien acabaría super cachonda y botando sobre mi cintura.

-Bueno, te relevo los mandos. Hazme lo que quieras, menos los azotes… -Me quedé de piedra: adiós al veinte por ciento de la diversión.- Eso sí que no lo soporto.

-Qué pena. -Suspiré.- No sabes lo que te pierdes… -La tumbé debajo de mí, inmovilizando sus piernas con las mías y la besé el cuello de nuevo.

-Mhhhh… -suspiró, medio jadeando y con un escalofrío que le recorrió toda la espalda.

-Si se me escapa algún azote, lo siento… -Le quité el sujetador, por fin, lanzándolo hacia ninguna parte, bajando los besos por su clavícula.

Desde aquella videollamada tenía ganas de acariciar y besar sus pechos. Ella, mientras tanto, me acariciaba el pelo, jadeando. Llegué a lametones a sus pechos y los recorrí a besos. Os aseguro que no sabéis las ganas que tenía de hacerlo. Lamí en espiral hacia sus pezones, degustando cada milímetro de su sensual piel.

-Mh… m...mucho… has tardado… -Gimió inevitablemente con cada caricia de mi boca en su busto.

-Pues si… -Me centré en sus pezones, bonitos, rosados y duros como el metal. Los besé, lamí y acaricié lo mejor posible, casi como si quisiera desgastarlos. Me ponían demasiado.

-Joder… -Gimió más fuerte, seguramente los vecinos ya se habrían enterado de que esta noche, en su cama iba a arder toda nuestra pasión desenfrenada.- Como se nota… que te dedicas a esto… -Se mordió el labio, seguramente por instinto, pero de una forma tan sexy… era indescriptible, como muchas de las sensaciones experimentadas entre esas paredes.

-Cállate. -Mi tono autoritario le hizo entreabrir levemente los labios de la sorpresa y la excitación. La besé con pasión, mordiendo con suavidad su labio inferior durante unos segundos antes de volver a sus pezones, a los que les dediqué suaves mordiscos, que le arrancaron más gemidos.

-Mh… -Cerró los ojos, con la boca ya abierta de tanto gemir sin parar, sudando. Bajé lentamente por su vientre a besos, de nuevo, cuando vi que su pecho había enrojecido lo suficiente.- Uf… -Arqueó la espalda levemente a la vez que mi lengua llegaba a su encharcado coño.

Cerró los ojos con fuerza de nuevo, tras comprobar de un vistazo que había llegado a su entrepierna. Lo lamí con muchas ganas, ansiaba su sabor, su contacto, su piel y su humedad. Me esforcé en arrancarle gemidos perfectos, altos, de placer, sin dolor incómodo, mientras mi lengua subía y bajaba por su valle inundado. Jugueteaba levemente con el clítoris sin llegar a darle la importancia necesaria por el mero poder de torturarla.

-¡Mh…! -Los gemidos se le escapaban no demasiado fuertes mientras mis besos seguían por mis muslos en rumbo descendente. Su jadeo acompañado de una sonrisa traviesa de satisfacción con cada beso. Me quedé mirándole, deseando saber qué quería que hiciese.

A modo de respuesta me cogió del cuello con suavidad, subiéndome a su altura para besarme. Aún así, tentando a la suerte, me lancé a besar su cuello. Sus jadeos azotaban mis tímpanos sintiendo como sus manos arañaban mi espalda al frotar mi dura entrepierna con su humedad. En un instante tenía el condón ya puesto, separando sus muslos con cuidado con mis manos.

El sensual olor que desprendían nuestros cuerpos inundaba su habitación. Me susurró una frase que, creo recordar, me pedía que lo hiciese con cuidado, gimiendo con mi primera embestida. Fui cuidadoso, moviendo lento mi cintura, ansiando tocar todo lo posible sus puntos más sensibles.

-Seré brusco cuando me lo pidas cielo… -Besé su cuello de arriba a abajo, excitado como pocas veces, deseando únicamente fundir mi piel con la suya. Me metí más en ella arrancándole gemidos que calaban mi cuerpo, sintiendo sus uñas apretar mis hombros y mi espalda.

-Mh… ¡no pares…!- Torció el cuello para dejarme un mejor acceso a su piel, retorciéndose de placer, notando como mi polla entraba al máximo posible. Gimió en mi oído al notarme y abrió más las piernas, para terminar enroscándolas en mi cintura, temblando cerca de alcanzar su clímax.

Agarré su cintura, vengando mi espalda y clavando mis dedos en su cuerpo. Moví la cintura hacía atrás, provocándole un jadeo a la vez que notaba como su mojado coño se quedaba vacío. Me miró suplicante y fue el golpe necesario para que volviese a llenarla de mi, de un solo golpe. El grito de placer se podría haber escuchado en todo su barrio, eclipsando mi jadeo y el sonido de mi piel rasgarse bajo sus afiladas y letales uñas.

La miré agresivamente. La conocía, y aunque yo fuese un salvaje y quisiera follarmela de la forma más bestia y guarra posible, sabía que ella apenas disfrutaría. Por el brillo de sus ojos y el temblar de sus piernas deduje que estaba a medio segundo de llegar a otro orgasmo. Acaricié sus muslos con ternura, dándole esos letales instantes en los que su cuerpo se relaja y le aleja de la explosión de placer.

Ella, desesperada por el suave bamboleo placentero de mis caderas, deseando que me la folle hasta que grite en mi oído todo el placer que nos hemos dado, movió la cintura bruscamente, intentando saciar el deseo de su coño. Puso sus manos sobre las mías para evitar que me separase y me mordió sensualmente el cuello. Jadeé a sus contactos, con la sangre hirviendo y también cerca de correrme.

Volví a mover la cintura para sacársela y le di otra embestida, metiéndosela un poco. Volvió a gemir alto, moviendo con fuerza su cintura, intentando que yo la moviese a su ritmo, en ese trance pre clímax en el que se volvía una zorra egoísta y me quería usar como a su consolador, buscando su único placer. Le besé repetidas veces en el cuello, desde su esbelta clavícula hasta el lóbulo de su oreja, consiguiendo metérsela hasta el fondo, hasta no poder más.

-¡Jo… der…! -Su esperado grito acompañado de un breve e intenso orgasmo me ensordeció durante unos instantes. Sus uñas arañaron mis brazos y su coño me apretó intentando sentir cada centímetro de mi. La saqué poco a poco cuando puso sus manos en mi culo, frenándome.- No, no… Tu sigue… -Jadeó insaciable y volví a clavársela hasta el fondo, más lentamente, cubriendo a besos su mandíbula inferior y su cuello de nuevo.

Mis labios alcanzaron su boca y entre gemidos y besos, nuestras lenguas se enlazaron mientras sus dedos volvían a acariciar mi espalda magullada por su fogosidad. Jadeé en su boca y moví las caderas con más fuerza, rezando por arrancarle de nuevo gritos de placer, pero con dulzura para que disfrute de cada momento.

Me devolvió el jadeo, transformado en un suave gemido. Volvió a clavar sus dedos en mi espalda, anclando sus garras a mi, sin poder evitar moverse descontrolada por el placer. Gemí en su cuello, antes de darle un suave beso al lado de la oreja, demasiado excitado como para saber si era mi amiga o mi clienta.

-Joder Laura… -Seguimos moviéndonos, yo notando que eran inminentes nuestros orgasmos y ella con los ojos en blanco, desorientada y sudando, gimiendo y jadeando, tan cachonda que la presión que mi torso ejercía sobre su pecho hacía que notase sus pezones clavados cerca de los míos.

-Jo… der… -Clavó sus uñas en mi hasta que el escozor de mi espalda se volvió húmedo. Agarrotó y destensó su cuerpo entre espasmos, con la respiración entrecortada, el pulso desbocado y las piernas chorreando. Tenía la mirada desorbitada y los labios, jadeantes, entrabiertos. Era incapaz de moverse voluntariamente fuera de sus temblores..

Era la primera vez que veía un orgasmo tan poderoso y disfruté muchísimo de verla así. Noté como se corrió, mojándome la entrepierna y dejando sus ingles chorreando. Entre jadeos, dejé de moverme para darle unos segundos y que se recompusiera de sus estertores.

-Qué poco aguante, preciosa… -No pude evitar sonreír mientras la miraba. Laura siempre fanfarroneaba de sus múltiples y continuos orgasmos, siempre para putearme. Y al parecer, había concentrado todo ese placer en un único estallido

-Ahh… -jadeó en un amago de hablar- es que ha sido… demasiado… -intentó abrir los ojos un poco.- Uff…

-¿Eso ha sido un punto y final…? -Salí de ella con cuidado y me tumbé a su lado. Le acaricié la mejilla y la frente, húmedas de sudor, con sus ojos brillantes observándome sin verme.

-De momento está bien por hoy… -Sonrió, intentando no burlarse de la situación. Jamás lo dijo, pero tenía claro que soltaría cualquier broma sobre que para ser un profesional, no era tan bueno.

-Estupendo… -Sonreí también, levantándome.- Mañana te paso la factura, ¿vale? -Se quedó seria un segundo para evitar reirse.- Ahora descansa, anda. -Le miré burlonamente, después de tanto movimiento, se la veía agotada.

-Mhhh… -Se rió sin poder evitarlo.- ¿Entonces no te quedas un rato más?

-Te saldrá más caro. -Por muy serio que quisiera sonar, acabamos los dos riéndonos.

-No me importa. -Me guiñó el ojo sonriendo.

-Bueno, mira… me has caído bien, -alzó una ceja, confusa y a punto de lanzarme la almohada- te cobraré toda la noche a la mitad, ¿vale?

-Ooooh, ¡qué detalle! -Potenció la ovación con un aspaviento de brazos.- Eres todo un caballero.

-Gracias. -Sonreí halagado.- A cambio solo te pido el poder darme una ducha rápida.

-Si, si, claro. Ahí está el baño. -Me señaló una puerta al fondo de la habitación, entre un armario empotrado de dos puertas y un mueble con fotos y un portátil.

-No te acostumbres. -Volví a sonreír yendo al baño.

La noche de bodas.

Me di una ducha bastante rápida, en lo que ella se vestía. Todo iba bien hasta que me dí cuenta de que no tenía toalla para secarme. El dilema era o salir y mojarle el suelo y la habitación, o esperarme a secarme por el paso de las horas o pedirle una toalla. Por suerte, ella se percató de mi tardanza.

-¿¡Todo bien por ahí!? -Por como sonó, ella seguía en la cama, tumbada y medio dormida ya.

-Bueno… No sé qué toalla usar. -La situación más que incómoda era absurda y avergonzante, pero después de lo sucedido, no era capaz de ver a Laura de otro modo que el de mi “clienta”.

-¿No? Am… Tengo una en mi armario… Pero te la tendría que dar yo, no te importa, ¿no?

-Acabamos de acostarnos, preciosa, no me supone ningún problema que me veas desnudo.

-Vale… -tardó unos segundos en los que no sé si estuvo pensando o cogiendo la toalla.- Voy. -Golpeó suavemente la puerta y abrí, para encontrarme con un rostro con un leve rubor en las mejillas y una esquiva mirada.- Am… aquí tienes… -Su mirada recorrió mi cuerpo como si no se creyese lo que veía. A mi parecer, tampoco era gran cosa, pero al parecer le había gustado.

-Adorable. -Me sequé y me enrollé la toalla a la cintura, con el cuerpo aún brillante por la humedad. Volvió a mirar, intentando que saliese disimulado pero sin poder lograrlo.- Me vas a desgastar… -Le miré acariciándole la barbilla para que subiese la mirada hacia mi cara.

-Ay… -Exclamó nerviosa en medio de una risita tonta que le hizo volver a apartar la mirada. Yo me aseguré la toalla a la cintura y caminé hacia ella. Se quedó mirándome atentamente a la cara, como si fuese capaz de ver más allá de mis ojos. Como respuesta puse mis manos sobre sus caderas, mirándola también, acercándonos lentamente.- Y… ¿y esto..? -Se terminó de acercar, algo nerviosa por su vibrante tono de voz.

-Ya que me pagas… tendré que disfrutar… -La besé lentamente, aferrándome a su cintura como un náufrago al flotador. Sinceramente, fue de los mejores besos de mi vida. Ella lo siguió algo sorprendida, puesto que jamás se habría esperado ese contacto. Pero por la sonrisa que se le formaba con nuestros labios unidos, estaba feliz. Su saliva era dulce como un caramelo y refrescante como la menta, su boca podría haber sido una de las maravillas del mundo perfectamente.- ¿Nos vamos a dormir…? -Estabamos tan cerca que nuestras pieles se rozaban en un abrazo más íntimo y sensual que el propio encuentro entre nuestros cuerpos. Podía oír a la perfección nuestros latidos y su respiración acelerada y aterciopelada.

-Si… -Sin borrar su bella sonrisa me respondió.- ¿Me llevas? -Puso su cara de niña buena que tantas veces había conseguido su propósito conmigo. Ya no era la Laura salvaje, agresiva y erótica que había sido mi clienta al inicio de la noche; ahora era la delicada y bella flor que ansiaba paz y mimos antes de sumirse en sus sueños.

A modo de respuesta pasé mi brazo por detrás de sus muslos, elevándola como si fuese una novia recién salida del altar. Rodeó, acorde al momento, mi cuello con sus brazos, acurrucándose en mi pecho. Su peso, similar a un libro, por no quemar la metáfora del “peso de pluma”, era tan liviano que acompañaba a un momento perfecto que coordinaba de manera maravillosa una noche estupenda que no quería terminar nunca. Más allá de ser tan buena amiga, más allá de nuestro juego improvisado a inicios de la noche, la quería con toda mi alma.

-Eres todo un caballero… -La dejé con cuidado sobre el colchón, donde se tumbó y acomodó a un lado para poder abrazarme por la noche.

-Lo sé, soy único… -Le guiñé el ojo acostándome a su lado, cogiéndola de la mano.

-Pues sí… ya había pasado por… algún otro servicio alguna vez, pero nunca me habían tratado así. -La atmósfera romántica se iba evaporando como la calima al arreciar del medio día, pero lo hacía de una forma tierna y cómoda, evitando que el buen rollo entre Laura y yo se desvaneciera.

-Si que tienes vicio. -Mi intención pura y dura era picarla, después vendrían los mimos y consentimientos, pero ahora únicamente quería destensarla de los nervios que hacían temblar sus manos.

-Yaaa… claro… y tú no, ¿no, graciosillo? -Me dió un golpecito con el codo entre risas. De los dos, ella era la que tenía más follamigos, dejándo lugar a unas historias épicas que me contaba tras cada asalto. Nuestra amistad para eso era perfecta, sensual y tierna. Y según me ha comentado Laura a la hora de escribir y corregir este relato, esa fue la mejor experiencia que tuvo, puesto que con ningún otro había tenido la misma confianza.

-Lo mío es trabajo. -Nos reímos mientras le guiñaba el ojo lo mejor que las carcajadas me permitían.

-Ya, ya… no lo pasarás tu bien ni nada… -Le entró otro ataque de risa mirándome. La situación era cuanto menos cómica y surrealista.

-Realmente depende mucho de la clienta… Cuando te toca hacer un trío con la duquesa de Alba y la Reina Isabel de Inglaterra… pues no se disfruta tanto como cuando tengo que trabajar para alguien como tú. -Le sonreí.

-Ai… -Seguía riéndose, ahora ya tan sonrojada que parecía un pequeño tomate somnoliento.- Te entiendo, debe de ser duro con clientas así. -Intentó contenerse la risa, pero para qué negarlo, era bastante gracioso el imaginarme en un trío con dos señoras muy mayores.

-Por suerte he acotado la edad de mis clientas… Ventajas de ser de lujo. -Le guié el ojo y volví a besarla, con ternura, silenciando el ataque de risa sufrido por ambas partes. Gesto que ella siguió complacida, acariciando mi espalda.

Acariciándole la mejilla hablamos de cosas más banales, comentando nuestro día a día, fuera de nuestro jueguecito depravado y ardiente, en un intento de normalizar levemente que por fin, tras meses de tensión sexual exagerada, habíamos follado como animales en celo. Es recordarlo y encenderme, sus curvas, el sonido de sus gemidos… Por suerte, no fue el último encuentro sexual con mi pervertida amiga.

-Y ahora… háblame un poco de ti, guapo… -Nos miramos a los ojos de nuevo encauzados en nuestro jueguecito.

-Pregúntame, preciosa. -Sonreí, moviendo el dedo en círculos alrededor de su ombligo perfecto.- Pero no suelo dar demasiados datos a mis clientas…

-¿Sueles llamar preciosas a todas tus clientas?

-Mh… Quizá… -Sonreí, viendo como se mordía el labio y nos acercábamos un poco más. Me gustaba su forma de maltratar sus labios, me gustaba su forma de sonreír y su forma de jadear cuando algo la sorprendía.

-Jo… -Me miró de nuevo con cierta inocencia.- Y yo pensando que era un caso especial… -Se río toqueteándose el pelo, no se si fingía ese leve nerviosismo o si es que de verdad estaba alterada por nuestra situación.

-Lo eres… pero es secreto. -Susurré e inconscientemente le di un beso en la mejilla, peligrosamente cerca de la comisura de sus labios. Creo que con eso acabamos los dos más nerviosos de lo que ya estábamos. La verdad es que estábamos muy unidos, y tras eso, hemos dejado fluir sentimientos ocultos desde hacía meses. No era únicamente atracción sexual lo que sentíamos.

-Ohh… -Su sonrisa podría haber iluminado toda la habitación, con un brillo precioso que rara vez se consigue.- ¿Entre… tu y yo?

-Si. -Le guiñe el ojo en un vano intento de disimular que estaba tan acelerado y alterado como ella sino más.- De momento eres de mis favoritas.

-Me agrada saberlo. -Se volvió a morder el labio de forma demasiado sexy.- Al final… hasta me quedo la primera… -Me guiñó el ojo y yo, para resistir la tentación de volver a besarla, miré sus esbeltas y deliciosas piernas, pensando “joder Laura, es que a nada que muevas la cintura, me rodees con tus piernas o me acaricies las cicatrices que me has dejado, ya vas a ser mi favorita.”

-Si repitieses… -Le devolví la sonrisa.- Aunque bueno, esta noche te la voy a rebajar.

-Genial, gracias, es todo un detalle.

-Eres muy elegante al hablar eh… -Ciertamente, cuando quería, Laura parecía sacada de otra época, hablando muchísimo mejor que cualquier persona de nuestra edad, llegando a ser hasta más redicha que yo en algunas ocasiones, motivo por el cual nos picábamos en coña a menudo.

-Supongo que es lo que tiene ser una chica culta. -Nos reímos. A parte de sexy y preciosa, era culta, muy inteligente y escritora. Es una persona que no deja indiferente a nadie, en cinco minutos puede absorberte y hacerte perder el norte.

-Mejor, he estado con algunas chonis que madre mía, deseaba que me la chupasen para tenerlas calladas. -Resoplé dramáticamente como si interpretase el papel de mi vida en nuestro pequeño teatro.

-Pobrecito… -Se rió de nuevo en uno de esos ataques de risa floja que tanto le habían abordado esa noche.- Lo que has tenido que pasar… -No pude evitar reírme yo también.

-Pagan bien, algunas están buenas, y para lo que tengo que hacer, es de agradecer. -Escribiendo esto me di cuenta de lo sexista y asqueroso que me quedó, pero imagino que a la gente que se dedica a la prostitución le pasará.

-Pero es mucho más gratificante que te llene un alma a que lo haga un cuerpo… -Me miró con intensidad, como queriendo trasladarme un segundo sentido que yo no entendí en ese momento.

-Lo sé, lo sé… -Asentí, realmente tenía razón, y yo era de los que se enganchaban por un alma y no por un físico.

-Em… -bostezó sin poder evitarlo- esto…

-Duérmete. -Le acaricié la mejilla con ternura. Ella ya tenía los ojos prácticamente cerrados.

-Am… ¿puedo… darte un abrazo…? -Se sonrojó, intensificando mi sonrisa. Ciertamente estaba preciosa, casi dormida, sonrojada, agotada después de todo lo sucedido.

-Claro. -La abracé por la cintura, pegándola a mi. Ella apoyó la cabeza en mi hombro y sentí como volvía a sonreír de esa forma que tanto encandilaba. Me limité a desearle dulces sueños acariciando su espalda y acunándola.

Se quedó dormida abrazada a mi, y yo me acabé durmiendo entre sus brazos, prácticamente rozando el cielo, sintiendo su respiración y sus latidos pegados a mi. Mi siguiente recuerdo fue notar como se revolvía entre las sábanas, aferrada a mi cuello, ya con el sol acariciando las ventanas.

Despertar y despedida.

Al despertarme decidí levantarme con cuidado y colarme en su cocina. Conociéndola bien, le preparé un desayuno consistente en tostadas con mermelada y un colacao. Llevaba desde que era niña desayunando lo mismo. Al terminar vi que eran las nueve, y pensé que era hora de despertarla. Sus padres llegarían en un par de horas y era mejor que no me viesen por ahí.

Empecé besando sus muslos. Caricias cortas, intensas y tiernas, que provocaron que se removiese poco a poco, abriendo lentamente los ojos. Aprovechando que ya era consciente y podía recibir placer seguí dando besos, hacia arriba, hacia su cálida y ya húmeda entrepierna.

-¿A dónde vas…? Mh… -Sonrió, sabiendo la respuesta, pero buscando esa leve tortura satisfactoria de tener el control sobre lo que ocurría.

-Sh… -Lamí sus ingles, por el momento más calientes y antojadas manantiales. Me encantaba que se excitase tan rápido. Ahora que paraba a pensarlo, no recordé que por la noche se quitase la ropa interior tras acostarse.

-Ohhh… Me gusta… por donde va esto… -Cerró los ojos de nuevo, privándome de ver como le brillaban del gusto. Pero no iba a dejarla ganar esta vez, por lo que le di un beso corto y muy suave en el clítoris y me separé.

-Te he hecho el desayuno. -Miré como suspiraba de placer y excitación.

-Oh… N… No hacía falta… -Se río levemente, sonrojada como si se hubiese quemado al sol. Según me dijo recientemente, estaba “cachonda como una mona”.

-¿Te lo traigo? Ya que me pagas… -Miré como luchaba contra su deseo de meter la mano entre sus piernas y masturbarse salvajemente, enseñándome cada movimiento de sus hábiles dedos. Habría sido otro momento genial e inolvidable de esa noche.

-Hombre, no vamos a dejar que se desperdicie. -Me guiñó el ojo y yo, como sirviente complaciente, sonreí y le llevé la bandeja.

-Ostias, que buena pinta.

-Espero que te guste. -Era su desayuno de siempre, y yo era bueno cocinando, no podía hacer mal unas tostadas con colacao, pero ella quería seguir jugando.

-¡Me has hecho colacao! ¿Cómo sabes que me gusta tanto? -Querida Laura, deberías de apellidarte Recio, me obligas a tener toneladas de Colacao en mi casa para cuando vienes a verme, así que no me jodas.

-Porque tienes toda la cocina llena de paquetes de colacao, porque lo bebes más que el agua. -La miré sonriendo, intentando no reirme.

-Vaya… -Se volvió a reír con ganas.- Me pregunto como habrás llegado a esa conclusión… -Bebió un par de sorbos.

-A saber cuando te pagan por la publicidad… -Le di un beso en el muslo, mirándole a la cara. La curvatura de su cintura, de sus pechos, el bulto bajo la camiseta de sus duros pezones… Era radiante. Ella sonrió.

-Eres muy tierno… -Comió, sin preocuparse por nada más, disfrutando del desayuno. Y yo decidí aprovecharme de la situación.

-Ya… -Lamí la parte interna de sus muslos, acercándome a su humedad.

-Mhhh… -jadeó- ¿dónde vas…?

-A desayunar… -Pasé mi lengua peligrosamente cerca de su coño.

-Oh… -Vi como sonreía, una mueca que se difuminaba con el contorno de sus pechos, que se agitaban de arriba a abajo al compás de su acelerada respiración.

Pasé mi lengua rozando sus labios, sin llegar a tocarlos, buscando un suspiro de desesperación o un gesto con el que me obligase a comerle el coño. Conseguí un corto y brusco gemido, incitante a seguir y hacerla temblar entre mi lengua.

Mi boca llegó a su clítoris y lo apreté entre los labios, lamiéndolo poco a poco, en círculos sobre él, sin llegar a chuparlo como quizá se merecía. Ella resopló un “Uff” entre gemidos, con los ojos cerrados, incitándome a separar más sus muslos y disfrutar de su deliciosa humedad. Lamí de arriba a abajo su entrepierna, sin prisas y con ganas, escuchando sus fuertes y sensuales gemidos, mirando de vez en cuando como se masajeaba los pechos, deseando recibir todo el placer necesario para llegar al clímax.

Me metí su duro clítoris en la boca, mordiéndolo con la suavidad necesaria para que recibiese el máximo placer posible, sin llegar a hacerle daño. Ella acariciaba y tiraba de mi pelo, retorciéndose entre gemidos y gritos, mojándose tanto que parecía que no dejaba de correrse.

-Uff… Aahh… -Gemía.- E… Eres un puto experto… -Apretó los ojos, intercalando jadeos, gritos, gemidos y suspiros. Me volvía loco oirla así, tan sexual, tan erótica.

-Cállate. -Escupí y seguí lamiendo con ganas, por debajo del clítoris, rozándolo levemente, bebiéndome su humedad con sed. Ella gemía y gemía, cada vez en un tono más alto, indicativo de la proximidad de su orgasmo.

Empecé a lamerla más rápido y fuerte, frotando su clítoris en mi lengua y mis labios, succionando de lado a lado su coño, provocándole gemidos más altos en cada chupetón. Mordí con suavidad, succionando a la vez, su clítoris, de nuevo sus labios… Notando como poco a poco empezaba a temblar bajo mi lengua.

Empezó a correrse y aproveché para cumplir otra de mis fantasías: beberme toda su corrida. Parecía un manantial, desbocado, inundando mi boca a chorros, situación que disfruté muchísimo en lo que ella temblaba y se retorcía gimiendo con mis manos agarrando sus fuertes muslos. Cuando sentí su última descarga sobre la cara le cubrí la zona, de color rosado ya, a besos.

-Oouuuuhhh… -Se le escapó otro suspiro. La miré desde su entrepierna, deseando saber qué le había parecido.- Ha sido genial…

-Aún no has llegado al orgasmo.

-Ni quiero. -Suspiró agotada.- No siempre me hace falta, ya es suficiente… he disfrutado muchísimo así. -Acaricié sus muslos y me tumbé a su lado. Ella se acercó a mi, quedándonos a pocos centímetros, mirándonos a los ojos.- Am… ¿Te incomoda que me ponga tan cerca?

-Te acabo de comer el coño y anoche te escuché gemir en mi oído… Me pagas por esto, no me incomoda. -Sonreí mientras asentía y me abrazaba como si fuese su osito de peluche. Me quedé mirándola y sonriendo, unos efímeros instantes que pudieron haber sido unos segundos o largos minutos.- En media hora debería irme, o te tendré que cobrar más.

-Mh… ¿cuánto sería eso?

-Pues… otros doscientos cincuenta. -Intenté no reírme, sabiendo que no me pagaría, que era parte del juego.

-Vaya… Es una cantidad considerable.

-Lo siento, es la tarifa. -Ambos estábamos serios, pero a medio suspiro de reírnos a carcajadas.

-Y… ¿cinco minutitos más no me podrías regalar…? -Otra vez esa carita de cachorrito adorable, esa mirada inocente y seductora que podía con mi voluntad.

-Bueno… Solo cinco minutos. -Sonreímos y me dió un beso en la mejilla a modo de agradecimiento, abrazándome.

Nos pasamos eternos minutos abrazados, dándonos besos, como una pareja de críos enamorados. Apenas hablábamos, más allá de los comentarios dentro de nuestro jueguecito. Entre los besos fuimos interrumpidos por la alarma del móvil, sus padres estaban a punto de llegar. Entre gruñidos y miradas nos vestimos, robándonos incesantes besos deseando parar el tiempo.

Acabamos, a regañadientes y de nuevo algo excitados, despidiéndonos con un beso en su puerta. Me prometió pagarle y yo le juré enviarle la factura. Pero yo quería cobrármelo en su cuerpo, con sus curvas, no quería dinero. Aún me dolía la espalda y quería vengarme de eso.