Cita con el Ginecologo
Una cita médica: mi marido .mi ginecólogo .nuestra primera vez .
_Larissa…tu celu está que timbra!!
_Demonios!! Casi lo olvido, mañana tengo cita con el Dr. Gómez, menos mal que puse el recordatorio
_No te apures cariño, igual hace un momento llamó la enfermera confirmando la hora, a las 21H30 me dijo
_Ahh que bien, le pedí que me asignara el último turno para que me puedas acompañar, ya sabes que me ponen nerviosa las citas médicas
_ Tómalo con calma querida, el médico dijo que lo propio es hacerte valoraciones continuas; ya verás que todo marcha bien
_Supongo que tienes razón, pero no puedo evitar sentirme intranquila….me acompañaras?
_Por supuesto Lari, los dos estamos en esto, no lo olvides; además por nada del mundo me perdería ver la cara de tu ginecólogo cuando… te examina….
_Qué dices? …a qué te refieres eh?
_Hummm, a su cara de pervertido …no me digas que no lo notas?
_ Jajaja no puedo creer lo que insinúas, Mauro es un gran médico!!
_Un gran médico pues sí...puede ser, pero supongo que no es de piedra, así que algún mal pensamiento tendrá frente a una mujer desnuda, más si es una cosita linda como tú
_Jajaja las cosas que dices, eres un salido
_Nada de eso linda, solo buen observador
_Ya amor, deja de insinuar cochinadas
_Bahh!! Cochinadas las que de seguro te ha hecho en su cabecita…
_Mira Alfredo García, como broma ya fue suficiente, he tenido un mal día en la oficina, así que no estoy para discutir sobre ginecólogos morbosos
_Ves? lo reconoces, de que los hay, los hay!!
_Joder!! No acomodes mis palabras, y espero que no me salgas con que a mitad del tratamiento busque una ginecóloga, porque te incomoda que un hombre me revise!!
_Cálmate linda, nada de eso, además nunca he dicho que me incomoda...al contrario…
_Al contrario que?
_Haber como te lo explico…Lari, siempre me he sentido orgulloso de que otros hombres te miren, vanidad de esposo supongo, pero más allá de eso, la verdad es que me prende imaginar a tu médico perdiendo el control
_Queee????? Ahora si no entiendo nada…o sea asumes que mi médico es un morboso y luego confiesas que te gustaría que se pasara conmigo!!!! Entendí bien???
_Vamos, deja que te explique…
_No hace falta, ya veo quien es el morboso
_Amor no exageres, solo digo que me gusta ver como los ojos se le desvían cuando está entre tus piernas, cuando su palma queda cerca de tu pubis o cuando mete su dedo enguantado en tu coñito, me gusta, me gusta como se pone nervioso y la verdad es que si lo analizas bien… hasta resulta excitante
_Excitante?...a veces sí que te pasas!!
_ Ya, Lari, mejor dejamos el tema si? creo que nos estamos alterando sin motivo
_Sí, mejor lo dejamos, estoy agotada y sin ánimos de discutir.
Definitivamente además de cansada, estaba alterada, las cita médicas suelen ponerme nerviosa y esa charla no era precisamente tranquilizadora, además desastrosamente para mí, hace unos meses me habían detectado quistes en los ovarios y el médico recomendó revisiones continuas para ver su evolución, y por si fuera poco mi constante desequilibrio hormonal me tenía atada a las consultas periódicas.
Mauro, mi ginecólogo, era un cuarentón agradable, formal pero agradable, una amiga que trabajaba en el área de salud, me había hablado maravillas acerca de él, así que mi esposo Alfredo y yo, no dudamos en contactarlo considerando que su buena fama le antecedía.
Desde que le conocimos actuó de manera profesional, precisamente por ello rechacé las insinuaciones de mi esposo, que luego de analizarlas no sabía si darle un mínimo de crédito o considerarlas ofuscaciones de una mente calenturienta, sin sospechar siquiera que las fantasías ocultas que albergaban en la mente de mi marido, llegarían tan pronto a formar parte de nuestra realidad…
La noche siguiente, mientras tomaba una ducha previa a la hora de la cita médica, la frase de Alfredo inexplicablemente se me vino a la cabeza:
_Amor no exageres, solo digo que me gusta ver como se pone nervioso y si lo analizas bien hasta resulta excitante…
Excitante? de verdad le excitaba que mi médico me revisara?
En seis años de matrimonio no había percibido esa faceta mórbida de mi marido, bueno, debo reconocer que en nuestra cama y a puerta cerrada llevábamos a cabo infinidad de juegos eróticos, incluso alguna vez hicimos a mi médico participe de nuestras fantasías. De hecho no solo a él, sino también a mi maestro de gym, a la vendedora de libros, en fin a personas reales o imaginarias, que aportaban un toque de morbo a nuestras relaciones, pero no pasaba de eso, un juego fantasioso en la intimidad de nuestra habitación. Otra cosa muy distinta era asimilar que mientras yo habría estado tendida en la camilla en posición ginecológica, mi adorable esposo disfrutara imaginando quien sabe qué cosas. Que carajos!!, los maridos nunca dejan de sorprendernos!!
Dejando a un lado mis cavilaciones chequeé mi reloj, no faltaba mucho para la cita, y Alfredo ya me había golpeado dos veces la puerta de baño para que me diera prisa puesto que él aún no se duchaba, así que me apuré a salir de la regadera.
En cuestión de minutos me arreglé, algo de maquillaje no muy recargado, una falda a medio muslo que ceñía mis formas, una blusa de corte semi ajustado y un par de tacones altos; suficiente para que una treintañera se viera sexy, manteniendo la debida discreción .
Aún estaba frente al espejo cuando Alfredo entró a nuestra habitación sacudiéndose el cabello, me aproximé al velador de la cama, agarré las llaves del auto y antes de que pudiera decir algo, le aclaré:
_He decidido ir sola a la consulta, te llamo para contarte cualquier novedad.
Me miró fastidiado, y agriamente respondió:
_Olvídalo, desde luego que iré contigo, además…
_Mira Alfredo, aún sigo molesta contigo, así que mejor no insistas, nos vemos luego
Y sin esperar su respuesta me escabullí de la recámara disfrutando de su manifiesta inconformidad. Si a él le excitaba estar presente en mis revisiones médicas, pues al menos por esta vez, le quitaría ese privilegio.
Mientras esperaba en la sala de recepción, caí en cuanta de que era la primera vez que iba sola a la consulta, ni siquiera había meditado en que era un poco tarde para andarme bandereando con tanta tranquilidad, en un edificio en el que a esa hora la mayoría de las oficinas ya estaban cerradas; en fin las cosas ya estaban hechas y solo era cuestión de esperar a que me atendieran.
Paula, la enfermera, se acerco solícita, me tomó los signos vitales y los reportó en mi historial médico, casi inmediatamente me indicó que podía pasar al consultorio.
Mi médico me recibió con cordialidad, debido a las continuas visitas teníamos algo de familiaridad, me cedió el paso para que me ubicara en la butaca frente a su escritorio, y él se acomodó en su sillón. Abrió mi expediente y antes de las preguntas de rutina, indagó:
_Larissa y su esposo? No viene hoy?
_No, doc. Se le presentó un inconveniente a última hora, mentí
_Ahh entiendo, los imprevistos nunca faltan…en todo caso si usted lo cree necesario le pediré a la enfermera que nos acompañe
Casi sin pensarlo y sin mala intención de por medio respondí:
_No se preocupe doctor. Está bien así.
Revisó mis análisis sanguíneos y me indicó que los resultados de las pruebas hormonales, indicaban rangos cercanos a la normalidad, y que por tanto pronto iban a reducirme la dosis de la medicación. La charla continuó por unos breves minutos.
Luego de los procedimientos y registro médicos, me indicó que era preciso realizarme una ecografía pélvica, así que nos dirigimos a la salita adjunta en la que se observaba básicamente un ecógrafo, una camilla y un par de vitrinas con instrumental quirúrgico.
Me recosté en la camilla, subí mi blusa dejando libre el área del vientre y deslicé mi falda hasta dejarla al ras de mi pubis. Mauro deslizó sus manos por mi vientre palpando la zona de mi matriz, sus dedos se hundían ligeramente buscando alguna molestia, mientras realizaba las clásicas preguntas de los médicos en sus investigaciones.
Aplicó un poco de gel sobre el área del abdomen inferior, iniciando un movimiento de rastreo con el transductor, en breve me indicó que al estar mi vejiga, semi vacía, las imágenes que obtenía no eran claras así que era procedente realizarme una ecografía transvaginal, que permitiera ver con más claridad mis ovarios. Me pidió que vaciara mi vejiga, y que usara una de las batas que encontraría en el vestidor.
Seguí sus indicaciones, en fechas anteriores ya me había realizado exámenes de este tipo, así que volví a recostarme sobre la camilla y flexioné mis piernas en posición semejante a un exámen ginecológico, para facilitar el estudio anatómico de mis órganos.
Se colocó un guante desechable en una mano y cubrió el transductor con un preservativo, aplicó una pequeña cantidad de gel y colocando sus manos entre mis muslos los separó suavemente, luego descendió hasta mi vulva y con su dedo pulgar e índice separó mi abertura produciéndome un ligero respingo
_Respire…
_Ahhhh
Con suavidad introdujo el aparato en mis entrañas. La frialdad del gel, junto con la invasión en mi vagina, ocasionaron una sensación inquietante que inesperadamente me hizo recordar las palabras de mi marido: “si lo analizas bien hasta resulta excitante”…. Definitivamente no era un buen momento para recordar esas palabras, no cuando me encontraba casi desnuda, con los muslos abiertos, con un aparato en mi vagina que se movía como si me follara y para colmo, a solas con mi médico, con mi médico de ojos lindos y de mirada profunda….
Sonreí, había catalogado a mi esposo de morboso y ahora era yo la que estaba con las mejillas sonrosadas relacionando un examen ginecológico con una penetración, vamos, no es igual, pero aquel movimiento suave del transductor dirigido por la mano diestra de mi ginecólogo me estaba produciendo un calorcillo agradable.
El vaivén de aquel aparatico en mis profundidades, me produjo un ligero estremecimiento que hizo que el doctor volteara a mirarme.
_Duele? Preguntó con voz suave
_Nno...está bien…
Me avisa si duele linda...para hacerlo más despacio…
Asentí con la cabeza sin pronunciar palabra, pero no era precisamente dolor lo que me causaba la manipulación del instrumento, sino una sensación de gusto, incluso de placer, que si bien es cierto en alguna otra oportunidad la había percibido, esta vez, definitivamente era inquietante.
Otro estremecimiento acompañado de un callado quejido, hizo que el ginecólogo volviera a preguntar:
_Le lastime? Está bien?
_Ehh..si…
No fui muy clara en mi respuesta y creo que tampoco convincente, pues sus ojos oscuros se clavaron en los míos como si quisiera indagar más, así que temiendo que en mis pupilas se transparentara mi calentura, esquivé la mirada y el posó su mano sobre la mía, a la vez que susurró:
_Tranquila,…relájese Larissa…
Volteó hacia la pantalla de video, señalando las características de mi útero, sin dejar de deslizar el transductor por mi conducto en continuos movimientos semejantes a los de entrada y salida, que inexorablemente continuaban jugueteando con mi imaginación sexual.
La delicadeza con la que me trataba y quizá el hecho de no estar presente mi esposo, contrario a lo que yo hubiera pensado, en lugar de ocasionarme tensión me tranquilizaba, permitiendo que mi cuerpo se relajara y percibiera sensaciones placenteras que se manifestaban ya no solo en suaves estremecimientos, sino en una inesperada lubricación de mis genitales.
Me sentía húmeda, debo reconocerlo, mi vagina se contraía ansiando un ataque más contundente, y aunque ambos procurábamos mantener la compostura, se percibía un aire especial entre los dos, como si aquella exploración médica tuviera implícita una segunda intención…
Mauro, me miraba mucho más que en presencia de mi marido, incluso acaricio mi mejilla mientras acomodaba un rizo suelto de mi cabello tras la oreja, luego inexplicablemente se retiró el guante de látex, colocó sus manos en mis muslos, y empujando hacia afuera me instó a abrirme más, de modo que mi sexo quedó totalmente expuesto a su mirada, creo que en ese momento pudo confirmar lo que a toda costa yo quería ocultar: mi inoportuna lubricación.
Noté su gesto de desconcierto y pese a que intentó controlarse, sentí un suave temblor de sus dedos rozando mis ingles, luego ubicó su palma sobre mi vientre, casi encima de mi pubis y con la otra mano continuó manipulando el transductor con la vista perdida, esta vez en mi coño. A momentos aceleraba el ritmo haciendo que el instrumento llegara a la profundidad de mi sexo, otras veces lo hacía suave…sinuoso…certero….
Mi respiración empezó a incrementarse, así como las gotitas de sudor que perlaban su frente, y la bendita frase de mi esposo volvió a martillar : “ Si lo analizas bien hasta resulta excitante….”
Sí, definitivamente era excitante sentir placer a hurtadillas, tener que morderme los labios para no soltar un gemido, clavarme las uñas para pensar en otra cosa. Sabía que tenía que controlarme, pero no era fácil huir de aquel juego, en el que ambos estábamos cruzando los límites de lo correcto.
Gemí una vez más, y el sonido excitante de mi garganta se matizó con el suave toque de unos nudillos golpeando la puerta, automáticamente cerré mis muslos. Mauro se sobresaltó un poco, pero manteniendo la firmeza de la voz pregunto
_Si?
_Doctor, se puede?
Era la enfermera quien llamaba y Mauro le respondió algo titubeante:
_Ssi...Sí.. Paula pase…
_Perdón la interrupción Doctor, pero el esposo de doña Larissa acaba de llegar
Sorprendida giré la vista hacia el umbral y me encontré con la sonrisa irónica de mi marido.
_Buenas noches Doctor, siento interrumpir, pero un “imprevisto” me impidió llegar a tiempo
Y dirigiéndose a mi continuó:
_ lo siento linda, sé que te hubiera encantado que llegue antes…
Le miré de soslayo sin decir nada, Mauro fue quien en medio de un carraspeo respondió:
_Ahh que bueno Alfredo, ppase…pase…
La enfermera se retiró y mi esposo se ubicó a los pies de la camilla.
_Y cómo va la revisión Doc?, por las caras que tienen, supongo que todo va “mejor que nunca”
_Eh…en realidad, mejor de lo que esperaba…. justamente le explicaba a Larissa, que sus ovarios….
Mientras mi médico daba detalles, la mirada inquisidora de mi esposo empezó a recorrer mi cuerpo, la detuvo en mis pechos, que gracias a la finura de la bata se transparentaban mostrando mis endurecidos pezones, luego la plantó en mis caderas y descendió hacia mis muslos apretados que protegían la inflamación de mi sexo.
Era una situación incómoda para mí, temía que mi esposo se diera cuenta de que estaba excitada. Afortunadamente mi médico estaba consciente de que la situación podía ocasionarnos algún lío y dio por terminada la revisión, así que me incorporé para dirigirme al vestidor, pero para sorpresa mía, mi marido de forma imprevista preguntó:
_Doctor es mucho pedir que alargue un par de minutos el examen? es que suelen tranquilizarme más los diagnósticos visuales
_Estee...ya habíamos culminado…pero si usted lo cree necesario…
Pretendiendo dar mayor soporte a la vedada evasiva del médico, agregué:
_Alfredo…ya es tarde y quizá hay otras pacientes esperando….
_Linda, tenía entendido que nos dieron el último turno, además al doctor parece no molestarle
_ Tranquila Larissa, su esposo tiene razón, y está en su derecho de querer detalles acerca de su diagnóstico
_Gracias doc,…vamos querida, recuéstate …
Aquello no olía bien, pero no me quedaba otra alternativa que obedecer, así que separé ligeramente mis muslos, y Mauro introdujo nuevamente el transductor, esta vez lo hizo sin detener su mirada en mis genitales, y con movimientos menos pausados que mostraban mayor tecnicismo.
_Mire, aquí vemos la estructura de la matriz, éstos son los ovarios…
Alfredo ignorando lo que el médico le señalaba en la pantalla, con descaro posó sus ojos en mi sexo, con su inesperada llegada mi excitación se había transformado en susto, pero aún había abundantes fluidos en mi vulva, que podían delatarme.
Alzó la vista y nuestras miradas se encontraron unos segundos, luego volvió a bajarla a mi coño, y su gesto de desconcierto me hizo sentir descubierta.
Inmediatamente se acercó por el extremo libre de la camilla, y mientras el médico seguía monitoreando en el video, mi marido puso su mano en mi muslo y con disimulo llevó sus dedos más abajo de mis ingles, confirmando que aquel liíquido brillante en mi vulva, era lo que él ya suponía.
La que se me va armar en casa!!! pensé, ahora no solo afirmará que hay médicos morbosos, sino pacientes putillas, joder!!!
Lejos de lo que yo hubiera esperado, su rostro no denotaba enojo, al contrario charlaba amistosamente, incluso empezó a bajar y a subir con suavidad por mi muslo formando pequeños círculos cariñosos.
Aquella suave caricia continuaba sin dar tregua, deslizándose desde la rodilla hacia la parte externa de mi muslo, como si tuviera el objeto de tranquilizarme, y unida al movimiento pausado del transductor en mi sexo, me provocaba pequeños respingos que no solo yo disfrutaba.
Con osadía tomo mi mano y disimuladamente la acercó a su bragueta que empezaba a endurecerse. La retiré temerosa de que el médico pudiera vernos, pero Alfredo me sonrió y continuó acariciándome como si fuera un roce inocente. A estas alturas mis pezones nuevamente despertaron, y mis muslos incentivados por mi esposo empezaron a abrirse más….
Mauro volteó la vista hacia nosotros, sin comprender exactamente lo que sucedía, tampoco yo tenía una idea muy clara de lo que pasaba, pero era innegable que el morbo estaba allí queriéndonos hacer perder la razón.
Los tres nos miramos sin decir nada, como si una palabra mal dicha pudiera romper el encanto; inesperadamente, mi marido abrió la parte superior de mi bata dejando al aire mis pechos, Mauro se quedó atónito, con la mirada fija en mis senos….
Temblé, no sé si de vergüenza o de deseo; mis pechos se mostraban altaneros, grandes, con una aureola rozada y con un par de bonitos pezones que en ese momento se mostraban desafiantes, instintivamente llevé mis manos a cubrirlos, pero la voz de mi esposo me detuvo:
_ Amor deja que el médico te los revise, siempre es bueno un examen completo, verdad Doctor?
_Estee…sí...tiene razón Alfredo, es bueno hacerse continuamente un autoexamen de las mamas, y al menos una vez al año una investigación clínica por parte de un especialista, nunca se sabe con las enfermedades, respondió mientras el brillo de sus ojos se acentuaba.
Inmediatamente me pidió que me sentara, observó con detenimiento mis senos para ver si había algún cambio en su forma o en la textura de la piel. Me indicó que colocara los brazos a los lados, luego por encima de mi cabeza y posteriormente en las caderas, posiciones adecuadas para examinar los ganglios superiores e inferiores de la clavícula y de las axilas.
Luego estando recostada, puso su mano sobre mi senos, moviéndola arriba y hacia abajo, presionando suave y profundamente con las yemas de sus dedos. Estaba consciente de que era el proceso de una revisión normal, pero no podía dejar de excitarme, más aún cuando procedió a la manipulación de mis pezones.
Lubricaba, sé que no es común que eso pase en un examen médico, es más no recuerdo que algo así me haya sucedido antes, pero esa noche sin duda era especial y diferente a cualquier cita médica imaginable.
Tenía en frente a mi marido y yo tan solo procuraba que mis gestos no me delataran, trataba de mantener la respiración pausada, pero cada vez se me hacía más difícil, ya no tenía mayor control de mi misma, estaba excitada, caliente, cachonda; la situación era un absurdo, mi marido… mi médico….
Dirigí la vista a la bragueta del ginecólogo y sé que la tenía abultada aunque no se le notaba porque el mandil blanco le cubría, pero su mirada, cielos, su mirada hablaba por él. Volteé hacia el otro extremo de la camilla, Alfredo tenía aquel gesto perverso con el que solía alborotarme en nuestras noches de cama y por si fuera poco, se pasó la mano por su entrepierna en la que se dibujaba una clara erección.
Esos dos hombres parecían confabular para enloquecerme o quizá era yo quien con sutiliza los provocaba, lo cierto es que ante un nuevo estremecimiento, cerré con fuerza mis ojos como mi último intento de controlarme, al abrirlos, me di cuenta que mi esposo había retrocedido un poco y en voz baja murmuró:
_Disculpen, tengo una llamada perdida…es urgente, y salió sin decir más…
Mauro continuó con las manos sobre mi pechos masajeando con suavidad, sus yemas apretaban desde la base de mis pechos hacia la punta coronada por mis pezones empinados, con miradas nos dijimos todo y al quedarnos solos, la exploración paulatinamente se transformó en caricias. Apretaba mis senos hasta casi dejar la marca de sus dedos sobre ellos, arrancándome esporádicos gemidos…ya no había control de ninguno de los dos, era indiscutible que ambos deseábamos más…
Hundió su rostro entre mis senos dejándome percibir el aroma de su cabello, su boca reclamó mis pezones, los besaba con suavidad y luego con fuerza, mientras yo como una desaforada expulsaba mi cuerpo en busca de más de sus succiones, sin pensar siquiera en lo riesgoso de la situación.
No sé exactamente cuántos minutos tardó mi esposo,…pero pese a que como medida de precaución mantuve la mirada fija en la puerta de acceso, los nervios me atacaron cuando la portezuela se abrió.
Alfredo pareció no sorprenderse, era como si supiera lo que estaba sucediendo o al menos lo intuyera, se quedó en el umbral contemplándonos, contemplando como otro hombre con premura se separaba de mi cuerpo; aún así permaneció sereno, inexpresivo, sin un gesto en su rostro, solo su voz enronquecida susurrando:
_Te lo dije querida…si lo analizas bien hasta resulta excitante….
Mauro se tensó en su silla, de seguro no esperaba una reacción tan civilizada, no, cuando cualquier otro probablemente se lo hubiera trenzado a puñetes. Yo me quede literalmente pasmada, preguntándome como se puede dormir años con un hombre sin tener una puta idea de sus reacciones, estaba totalmente desconcertada, mucho más cuando sin un ápice de dudas agregó:
_Continúen….que acabo de deshacerme de la enfermera….
Mauro se atragantó con su saliva, supongo que la impresión le jugó una mala pasada y empezó a toser repetidas veces, yo lo acompañe con un débil carraspeo y mi esposo mordazmente continúo:
_No es lo que querían?….no es lo que queríamos los tres?
Ya no había vuelta atrás, mis ojos se encontraron con su sonrisa torcida que me quitaba toda duda de cuáles eran sus intenciones; con inseguridad bajé la mirada y la dirigí a mi médico, que tenía la suya perdida entre mis senos…
Se supone que yo era la más sensata y la llamada a poner un alto, a huir, a buscar mis bragas y salir corriendo, pero tan solo tuve fuerzas para gemir, acorralada por mis propios deseos….
Alfredo me tendió la mano ayudándome a sentar; decenas de pensamientos contradictorios me asaltaron, mas mis escrúpulos se fueron al suelo cuando mi marido me comió la boca, lo hacía con una pasión renovada que no la había sentido en meses o quizá en años, la presencia de Mauro a nuestro lado sin duda era en el estímulo que disparaba nuestra excitación
Mientras me besaba desató el único lazo que aún sostenía mi bata, ésta resbaló de mi cuerpo y terminó junto al mandil blanco que segundos antes usara mi médico, mi cuerpo trigueño quedó al descubierto como si se tratara de un bocado apetecible, dispuesto en una mesa para hambrientos.
Mauro se sentó tras de mí y mientras mi marido abría los botones de su camisa, el mojó con sus besos mi espalda, sus yemas jugaban en mi vientre en un ir y subir hacia mis pechos que me arrancaba callados gemidos; excitada eché mi cuerpo hacia atrás, lo cual fue aprovechado por mi marido para tomarme de los tobillos y halarme hacia abajo.
Con suavidad colocó mis talones en los estribos metálicos de la camilla, acercó el banco ginecológico y se ubicó en medio de mis piernas, contemplándome como si jamás lo hubiera hecho; luego su mano izquierda se engarfio en mi muslo y su rostro se refundió en mi sexo…
Mientras su lengua jugaba en mi pliegues explorando mi vulva, la de Mauro se introducía en mi boca dejándome saborear lo distinto de sus besos y lo excitante de sus yemas tirando de mis pezones; la sensación era embargadora, apenas lograba soltar algún jadeo que coincidía a veces con un estremecimiento de mi pelvis, cuando mi clítoris era rozado.
Mauro descendió a mi vientre, ambos me prodigaban caricias, saturaban mis espacios, sin que pudiera definir exactamente, que manos tocaban mis glúteos o que labios se ensañaban en mi vulva. En medio de mi lujuria lo único que percibía era placer…
Alfredo se incorporó para terminar de desvestirse y Mauro tomo su lugar entre mis piernas, ya no necesitaba excusarse en una exploración médica para tocarme, pues ahora mi sexo se abría recibiendo sus labios y yo solo bramaba presintiendo un orgasmo.
Mi esposo manipuló el control de la camilla y ésta se elevó permitiéndome alcanzar una posición semi inclinada,que me dejaba no solo sentir, sino ver como mis genitales eran devorados por mi médico, lo hacía despacio, sinuoso, y luego aceleraba los movimientos de su lengua introduciéndola en mi sexo
De pie junto a nosotros mi esposo nos contemplaba, acariciaba mis senos con una mano mientras la otra subía y bajaba a lo largo de su pene, acelerando cada vez más el movimiento como si buscara con desesperación su desahogo; sonreía con malicia y justo en el momento en que mi pelvis luchaba ante la inminente llegada de mi primer orgasmo, se apercolló contra mí, introduciendo su sexo en mi boca en continuas arremetidas, que le hicieron eyacular en mi garganta, mientras yo enloquecida me corría en el rostro de otro hombre.
Unos segundos de euforia y quedé desmadejada de placer, Mauro continuaba en la parte inferior de la camilla, su quijada descansaba sobre mi rodilla y con su palma hacia suaves círculos en mi vulva como si quisiera volver a despertar mi hambre; su pantalón semi abierto, dejaba notar su erección, y presa de un arrebato abrí mi boca ofreciéndole mi lengua…
Como si mi cuerpo si fuera un templo de lujuria adopté la posición de una felina, y sin demora mi médico se puso de pie al borde de la camilla, de un tirón bajé su pantalón y de un par de patadas lo lanzó junto a las demás prendas.
Mis últimos tintes de temor se tornaron en descaro y no necesité más que pasar mi lengua por su glande para arrancarle gemidos. Avancé hasta el frenillo destilando saliva, comiendo centímetro a centímetro hasta casi coronar su raíz; la humedad de mis labios acoplados a su grosor, y la habilidad de mis manos sopesando sus testículos lo hacían entrecerrar los ojos y rechinar los dientes.
No había clemencia en mi boca ni cansancio en mis manos, en breve su momento iba a llegar , pude notarlo cuando sus dedos aprisionando mi larga cabellera impusieron el ritmo de la comida, mientras detrás mío, Alfredo con nuevas fuerzas se adhería a mi cadera….
Mi marido se tumbó sobre mi espalda lamiendo cada vertebras, su lengua juguetona se paseaba por mi cintura, por mis muslos abiertos, y maravillosamente por el centro de mi cuerpo, mi cerebro no sabía si atender al placer de las caricias proporcionadas por mi marido o la salvaje arremetida de mi ginecólogo.
No tuve necesidad de elegir pues mi médico no resistió más, empujó su pubis contra mí convulsionando y segundos después las palpitaciones de su corrida atravesaron la extensión de su pene, vaciándose en mi boca. Parte de su semen resbaló por mis comisuras, algunas gotas se estamparon en el filo de la camilla, y otras tantas quedaron suspendidas en su miembro, en un miembro que jamás creí llegar a probar, mucho menos en presencia de mi pareja.
Mi esposo excitado por el espectáculo de ver a Mauro desparramado en una silla gimiendo de placer, me la introdujo con fuerza, un golpe seco, profundo, que me hizo doblar los codos y arañar la sábana; invadía mi coño con saña, con dureza, haciendo que la danza de nuestros cuerpos sudorosos, fuera un incentivo para mi médico, que algo repuesto, nos contemplaba mientras se la volvía a tocar. No necesité más que unas cuantas estocadas y por segunda vez volví a correrme.
Alfredo no daba tregua, sus dedos buscando mis espacios más íntimos eran la clara prueba de que me quería tomar completamente, no me resistí, era nuestra noche, nuestra noche de liberación y yo quería complacerle en todo…
Su saliva suavizó los bordes de mi esfínter, y sus besos tibios me hicieron volar sin necesidad de alas, yo misma me abrí, permitiendo que su glande se insertara y no me detuve hasta ser coronada totalmente.
No sé si sea algo enfermizo, pero a veces la mezcla entre dolor y placer, suele originar aún más placer, quizá por ello resistí a que entrara y saliera a su antojo, sabiendo que luego de cada metida me acercaba más a una nueva explosión.
Mauro recuperó el aliento y las ganas también, y mientras su lengua se deslizaba por mi cuello, su mano derecha manipuló mi clítoris, haciéndome chillar . Se colocó debajo de mi cuerpo, y ejecute un movimiento que me permitió sentarme sobre él, a la vez que mi marido me penetraba desde atrás….
Jadeos…gemidos…susurros... y las voces de dos hombes coreando:
_Sigue amor....asii nena….goza nena..goza!! es tu noche!!!
_Así…Larissa asii..siga…siga…joder!!! que rico!!!
Mauro empujaba su pelvis hacia arriba, Alfredo hacia adelante, yo procuraba balancearme al ritmo de sus embestidas; quería resistir hasta saciarlos , pero no pude soportan tanto placer y en medio de un gemido me corrí brutalmente.
Sintiendo mis espasmos los dos aligeraron los movimientos de cadera, Mauro me agarró de la cintura aplastándome contra sí y Alfredo se pegó a mis glúteos berreando como un loco, mientras la miel de ambos destilaba por mis muslos...
Me desplomé sobre la camilla, víctima del cansancio, Alfredo, recostó su cabeza sobre mi pecho y nos quedamos unos minutos totalmente en silencio.
Su pequeña Larissa había sido compartida, y allí estaba él, besando mis ojos con ternura, como solía hacerlo tras nuestros orgasmos, olvidando que no era nuestra habitación ni nuestra cama, y que no fue el único que me hizo aullar de placer…
Luego de vestirnos nos dirigimos a la sala de recepción, Mauro gentilmente me ofreció un café y Alfredo de buena gana aceptó un cigarro. Charlamos unos pocos minutos y en vista de que ya era tarde, cortezmente nos despedimos.
Nada parecía haber cambiado , nada excepto nuestras sonrisas traviesas, que me daban la certeza de que ésa no seria, nuestra última cita con el ginecólogo...