Cita a ciegas por un comentario en Facebook.

Acabé pasando la noche con una tia que hizo un comentario desafortunado en Facebook.

María apareció en mi vida por pura casualidad.

Una tarde aburrido en casa, un comentario gracioso en el muro de Facebook de una amiga de Cádiz por una foto en la que aparecía su perro revocándose en la arena de la playa.

-       Y después del reboce como sube al coche o lo metes en casa? – escribí como escribo mil chorradas en mil muros.

-       Siii....al coche, también a casa, La verdad es que la gente flipa, porque tengo todo hecho un desastre, pero al fin de cuentas es mi familia.  No tengo ni idea lo que la gente piensa – contestó mi amiga Ruth.

-       imagínate..., a veces visitas una casa de gente con hijos y tienen la casa hecha una mierda y ves claramente que los tienen muy mal criados, en ocasiones vas a casa de amigos con canes y que tienen la casa hecha una mierda y vuelves a pensar, los tienen muy mal criados.  – contesté mal y rápido.

-       A mi con los críos, no me pasa...y con mi Sultán es que es tan simpático tampoco mucho

-       Ayyyy, se te cae la baba – dije

-       No te conozco, y sin querer ofender, pero debes de ser un pelín maniático... – de repente me intervino una amiga de Ruth

-       Yo? -  contesté extrañado.

-       Tu – me comentó la amiga de Ruth, una tal María.

-       Soy un poco maniático… (no me ofendes, no es problema), desde que Elena Ochoa abandonó la psicología y se lanzó al arte, el análisis veloz de la personalidad del españolito por medió de frases cortas y aisladas ha quedado cojeando en España, veo que eso era hasta ahora.  No me gustan los niños, no tengo.  Tengo perro por lo que entiendo las casas hechas una mierda.  Tengo 40 años, profesional liberal, vivo solo y tengo la vida solucionada.  ¿Cómo piensas que no iba a ser maniático con todo esto? – le dije un poco para cortarla y un poco ponerla en su sitio.

-       Quedamos? – me dijo a bocajarro.  Me quedé boquiabierto.

Me quedé mirando la foto de su perfil de facebook, la tía tenía una pinta de mojigata que no podía con ella, pero, pero era sábado por la noche y realmente no tenía nada que hacer.  Volví a mirar la foto y le mandé un ultimó mensaje.

-       ¿Tu teléfono? – le escribí

-       688XXXXXX

Lo metí en mi agenda y le mandé un whatsapp.

-       en una hora en Ardosa – dije secamente

-       ¿Dónde es? -  me contestó ella rápidamente.

-       Calle Colón 13

-       Allí estaré – me dijo.

Me metí en la ducha, me arregle no demasiado, cogí mi moto y bajé al centro.

Aparqué en la plaza de San Ildefonso y me dirigí al bar dando un paseo de 100 metros.

No había mucha gente, lo habitual a esas horas.  María estaba ya en la barra con un agua mineral delante.  No le veía la cara, pero la tía vestía como una monja y un pelo recogido bastante anodino.  Tenía el culo como una plaza de toros de grande que a pesar de los suelto del vestido se notaba un montón.

-       hola – le dije desde detrás.

-       Hombre Paco, un placer conocerte.

-       Dos tequilas – le dije a la camarera mientras le daba dos besos.

-       ¿Te vas a tomar dos? -  me preguntó María.

-       No, uno tu y otro yo.

-       ¿Pero no es muy temprano para beber?

-       Hoy vas a beber bastante, tu has sido la que has querido quedar.

Y nos tomamos los tequilas.

-       dos cervezas – volví a pedirle a la siempre desagradable camarera

-       yo tengo un agua – me dijo.

-       Tu tenias un agua – le dije.

María como indicaba su foto de perfil en Facebook, no era nada guapa.  No es que fuese horrible, pero no era guapa.  El vestido que llevaba no era de conservadora, era como de niña pequeña, como pasado de moda, como poco acorde con una tía que le ha propuesto a un desconocido quedar.  María tenía dos grandes tetas, se le notaban, pero el vestido no le sacaba partido.  Por un momento me arrepentí  de no haber llamado a una de mis fijas discontinuas para pasar la noche y haber aceptado semejante liada.

Entre copa y copa, entre cerveza y cerveza, entre chupito y chupito nos fuimos conociendo.  Yo le conté mi vida, no toda por supuesto, ella me contó la suya, me imagino que no toda.

La verdad es que no nos conocíamos de nada pero debido a la situación como debido a la cantidad de alcohol que estábamos tomando empezábamos a meternos puyadas uno al otro.  A cada cosa que yo decía ella me intentaba meter una puyita, yo por mi parte la vacilaba llamándola mojigata cada vez que podía.

Llevábamos un pedo que ni los que llevan a La Macarena.  Nos cambiábamos de bar cuando pasamos por la puerta de un sex shop.

-       aquí eres clienta habitual – le dije en tono de broma.

-       Pues no, no tengo nada de eso, no me hace falta.

-       ¿qué no te hace falta? – le dije con risa tonta.

-       ¿Tu que crees? – y lo dejó ahí.

Pedimos otra ronda y empezamos a hablar de nosequé.   No se a cuento de qué María me soltó de nuevo a bocajarro.

-       tu te crees que soy una mojigata, y no lo soy.

-       Ja ja, ¿por qué dices eso?

-       Llevas toda la noche como si me conocieses de toda la vida vacilándome y estas muy equivocado.

-       ¿yo? – dije yo con cara de inocente.

-       Si.

-       Ja ja ja, me parto contigo, de verdad, me parto contigo.

-       ¿Por qué?

-       Vamos a ver María de verdad, te digo esto porque estamos borrachos.  Por un lado tienes los santos cojones de quedar con un tío que no conoces de nada, lo cual es un algo, pero luego cuando te conozco resulta que eres una chica conservadora, rozando lo repipi, y más cursi que una niña de seis años.

-       ¿Cursi?, ¿en que soy cursi?

-       En lo que dices, en lo que opinas, como vistes, como piensas en los prejuicios que tienes, en esa pinza de pelo, en ese vestido, en esos zapatos, en la cara que pusiste cuando hice el comentario en el sex shop y mil cosas más.

-       Eres un mamón.

-       ¿Pedimos otra?

-       De acuerdo, ¿pero no se que tengo que hacer para demostrar que no soy como dices?

-       Dos barcelos con coca cola por favor – le dije a la camarera - ¿qué te diga yo?, tu sabrás como hacerme cambiar de opinión.

-       No, tu, te aseguro que no hay nada que puedas pedir que yo no haría.

-       ¿Ah no?

-       Pruébame.

-       No te va a gustar.

-       Dime

-       Si eres tan poco mojigata, demuéstrame que no.  Quiero que te masturbes delante de mi.

-       ¿Aquí?

-       Donde quieras – ella se quedó pensándolo y yo descojonándome pensando cuanto tiempo iba a tardar en hacerse la loca.

-       En mi casa, esta aquí al lado, allí.  ¿Alguna cosa más?

-       Si, mientras lo haces quiero que me cuentes tu ultimo polvo.

-       Mi ultimo polvo… - pareció decirse a si misma - ¿alguna cosa más? – me dijo.

-       Por mi…

Acabamos las copas y salimos del bar.

-       vivo a 10 minutos

Andamos la distancia hablando como si todo fuese una broma, en realidad eso es lo que yo pensaba, al final la tía se echaría para atrás.

Su casa era tremendamente cursi.  Nada estaba fuera de su lugar, las sillas del comedor estaba perfectamente alineadas, las cojines del salón perfectamente colocados.  María me enseñó su casa, un ritual que nunca he entendido en las mujeres.  Me puso una copa pero ella no hizo lo mismo para ella.  Me senté en un sillón, ella en medio de los inmaculados cojines del salón, ante mi sorpresa se metió una de las manos dentro de la larga falda del vestido y empezó a moverla poco a poco.

María me miraba fijamente cuando empezó a hablar.

-       Los jueves salimos de copas más o menos todos los de la oficina, en realidad somos cinco chicas y dos chicos, lo hacemos todos los jueves desde hace años.  Al principio nos tomamos las primeras cañas y justo antes de cambiar de local Pili y Ana se iba pues tenían niños que atender.

Aunque no veía nada de su cuerpo, era obvió que la chica se estaba tocando el coño de verdad.  La duda es cuanto tiempo iba a aguantar.  La historia que contaba no valía gran cosa.

-       En el siguiente bar empezamos con las copas y después de una ronda Roció nos dejó pues tenia que cenar con su marido.  Quedamos Adela, Paco, Luis y yo-  Como cada jueves los cuatro juntos acabamos en El Déjate Besar, nos tomamos una y bailamos.  Al acabar esa copa Adela se despidió de nosotros como todas las semanas y se fue a casa, eran las dos de la mañana y al día siguiente teníamos todos lio en la oficina.  Como cada semana los tres esperamos a que Adela saliese por la puerta y sin decir una palabra recogimos nuestros abrigos y salimos detrás de ella. Joder que gusto, ¿ves como no soy una mojigata? – yo no dije nada, pero era obvio que la chica empezaba a notar placer gracias a sus toqueteos – ninguno de los tres hizo nada hasta que entramos en el ascensor en el que Paco empezó a besarme mientras Luis agarraba mis tetas desde detrás.  Para cuando se abrió la puerta de ascensor, los tres gemíamos como animales.  Entramos en casa como una maraña de cuerpos.  Luis me arrancó la ropa mientras Paco mordía mis pezones sin piedad.

María ya había perdido al compostura y aunque no podía ver ninguna de las partes rosadas de su cuerpo, se había tumbado en el sofá  abierta de piernas, sus bragas colgaban en sus tobillos, su mano se movía como el diablo dentro de sus falda y de vez en cuando se pellizcaba un pezón encima del monjil vestido.  Encima seguía hablando.

-       Paco se sentó en el sillón que ahora ocupas tu, sacó su polla y yo me lancé a comérmela como hacía todos los jueves.   Luis me subió la falda y la combinación, me bajó las bragas y penetró mi húmedo coño.  Yo comía la polla de Paco con ansia mientras Luis no solo penetraba con su polla en mi encharcado coñito sino que con su mano tocaba mi hinchado clítoris justo en el mismo lugar que me estoy tocando ahora.

María hacía tiempo que ya no me miraba y relataba su sorpresiva velada sexual entre suspiros.

-       Paco hizo apartar mi boca de su babada polla.  Luis hizo subir mi cabeza tirando de mi coleta dejando sitio para que Paco se levantase y se despojase de su ropa.  Luis seguía follándome duro de rodillas en medio de la salita, yo veía que me iba por momentos estando a punto de correrme.

A María le costaba más y más hablar mientras movia con furia su mano debajo de su falda.  Por momentos parecía que se le iba a ver el coño, pero la falda era muy larga y no llegaba a levantarse del todo.

-       Paco fue hacía mi cuarto.  Luis siguió jodiéndome duro un rato más en el salón, cuando llegamos Luis y yo a mi habitación , nos esperaba tumbado con su polla en todo lo alto.  Nadie dijo nada, yo me subí a aquella imponente minga y me la clavé en el medió del coño.  LA polla de Paco era más ancha que la de Luis por lo que me encantaba pasar de una a otra.  Empecé a subir y bajar usando aquella polla como eje, me encanta ver como miste tetas saltan cuando empiezo a botar, como Paco se mete mis grandes pezones en su boca.  No tardó mucho de poner su polla en mi boca desde un lateral de la cama.   Me encanta el sabor de mi coño, es uno de mis momento favoritos de cada jueves.  Me encantan esos primeros segundos en los que la polla sabe a mi coño.  Luis marca los movimientos de mi mamada mientras Paco me martillea duro el coñito.  Luis se deja chupar no más de 10 minutos.  Cuando sacó su polla de mi boca sencillamente y como hacía cada domingo se puso detrás mía, hizo que me tumbase sobre Paco y con no demasiado cuidado, penetró mi culo.   Amo notar como una polla se va haciendo sitio entre mis dilatados intestinos, me corro solo de pensar como dos pollas coinciden en mi interior y como me dan los dos con fuerza provocándome un torrente de orgasmos destrozan mi cuerpooooggg

María se corrió en ese momento.  Todos los poros de la piel a la vista se erizaron y la chica dejó su cuerpo tenso sin poder siguiera soltar un gemido dejando su boca abierta soltando un ligero gutural.  Mi polla estaba como una piedra, pero aun dentro del pantalón.

María se había quedado como muerta con su mano en su entre pierna y su vestido de gasa pegado por el subir de su cuerpo.

Espere a que reaccionase hasta que abrió un ojo.

-       no me has comentado como acababa.

-       No me acuerdo donde iba

-       Tenias un torrente de orgasmos

-       Que vergüenza…

-       Ya, pero…

-       Bueno.  Pues como te decía me follaban los dos a la vez, casi prefiero no contarlo.

-       Mojigata.

-       Cerdo.  Pues eso, me follaron durante media hora, Paco y Luis saben como acompasarse para hacerme sentir mujer.  No suelen correrse hasta que cambian de posición y aguantan generalmente a la vez.  El jueves pasado ambos se corrieron en mis agujeritos

-       ¿como cada jueves?

-       Eso es, bueno, a veces se corren sobre mi.  Depende- Al final siempre se corren ambos a la vez, bueno los tres nos corremos a la vez, porque yo no paro de correrme en toda la noche.

-       ¿Y después?

-       Al final nos quedamos los tres. Ellos con sus pollas en mis agujeros y yo muerta de placer.

-       ¿Repetisteis?

-       ¿Estas loco?, acabamos a las cuatro de la mañana y ayer tuvimos que trabajar.  En cuanto recuperamos las fuerzas generalmente Luis se ducha el primero y luego Paco.

-       ¿Y mientras?

-       Pues no depende del día.  A veces me come el coño, a veces le como la polla, a veces echamos uno rápido.  Ambos son míos hasta que pasan por la ducha para volver a sus casas.  Descojonate, cada uno tiene el mismo gel de ducha que tienen en su casa.

-       ¿El gel de baño?

-       Para que sus mujeres no huelan ni a sexo ni un gel distinto al de siempre.  Lo tenemos todo pensado.

-       Y cuando se van, ¿qué haces?.

-       Bueno suelen ser las 4 de la mañana, o me hago un dedo rápido o a dormir.

-       Bueno María, ha sido un placer conocerte, pero tengo que irme a casa – dije mientras me levantaba del sillón.

-       ¿Y me dejas así? – me preguntó ella sorprendida.

-       Yo te veo muy bien.

-       ¿No me vas a follar? – me dijo casi ofendida

-       Ja ja ja, otro día.

Ni le di tiempo a despedirse, baje a la calle y ni fui a por la moto.  Pedí un Uber y deje que el chofer me llevase a casa.

Por las maletas en el salón vi que Ángela ya había llegado. Por alguna razón, esa chaqueta de azafata y esa maleta de iberia me seguían poniendo la polla gorda.  Entré en silencio en el cuarto donde mi mujer dormía hecha un ovillo.

Aparté el hilo de su tanga sin despertarla y según estaba metí mi dura polla en aquel cerrado coño que tanto placer me había dado los últimos 10 años.

Ángela no se despertó del todo hasta unos 30 segundos después de que empezase a bombear y sin decirme nada se quitó la camiseta, sin sacarla se dio la vuelta y empezó a mover la cadera acompañando mis penetraciones, Angela empezó a arañar mi espalda, señal clara que estaba gozándolo..

No fue una follada larga, no más de 10 minutos, nos corrimos juntos y abrazados.

Nos quedamos abrazados.

-       ¿que tal tu viaje?

-       Muy bien, aunque tuvimos retraso y he llegado un poco tarde.  ¿Y tu?, ¿qué has hecho hoy? – me preguntó mi mujer.

-       Nada quedé con una amiga de Ruth.

-       ¿La de Cádiz?

-       Esa.  ¿Y quien era?

-       No la conoces, una freak, nada que valga la pena.