Cita a ciegas con su hija
La monotonía de la soledad de los viernes hizo que aquel padre se sumergiera en el morbo que derivaría en una a cita a ciegas sorprendente...
Un viernes más, Arnaldo se quedó solo en casa mientras su mujer salía con las amigas (como había cogido por costumbre) y su hija hacía lo propio, como era habitual en su edad.
Pronto se aburrió de ver la tele y se sentó frente al ordenador para ver porno.
Semana tras semana se hizo asiduo a un portal de chats eróticos en los que la gente compartía vídeos, fotos y orientaba sus conversaciones al morbo cuando no al sexo sin tapujos. En busca del anonimato se inventó el sobrenombre de “madurodeviernes44”.
Aquella nueva afición no sólo le entretenía, sino que le excitaba.
El hombre cogió por costumbre, y sin intimidarse por tener 44 años y haber competencia mucho más joven, empezó a dejar mensajes morbosos a otras chicas asiduas. La mayoría no le contestaba, o tenían una conversación más graciosa que erótica. La mayoría excepto la usuaria con el apodo de “sarx85hothot”.
Aunque nunca llegaban a nada más, existía cierta complejidad y buen rollo entre ellos. La chica le había dicho que era jovencita, pero mayor de edad. Arnaldo se imaginó que podría tener la edad de su hija, y eso no hizo sino incrementar su morbo y perversión hacia la joven.
Tras unos meses chateando esporádicamente cuando coincidían, Arnaldo se envalentonó y le pidió que le enviara alguna foto. Le daba miedo romper toda la “magia” reinante, pero tras haberse masturbado varias veces con meras conversaciones, decidió dar el siguiente paso.
La chica tardó un par de días en contestar, pero le envió un correo electrónico a la cuenta que él le había facilitado y se había creado expresamente para tal fin.
El primer correo incluía un tímido “hola”.
Nervioso, le contestó bromeando y pidiéndole alguna foto.
Ella no le envió nada.
Arnaldo pasó una noche intranquila, llena de sueños inquietos cargados de pensamientos impuros que no terminaban de definirse.
Nada más despertarse al día siguiente, miró el correo y se encontró con un mensaje sin leer de “sarx85hothot”. El asunto era un sencillo “yo”, y el cuerpo no contenía ningún texto.
Y es que la chica había incrustado una foto.
La imagen mostraba a una chica sentada con las piernas cruzadas en un sofá. Lucía un vestido corto, oscuro, con los hombros al descubierto. La instantánea debía haber sido tomada en una discoteca ya que estaba oscura, borrosa y con fantasmales luces de tonos rosas y verdes que la quemaban. Pese a la mala calidad, se podía apreciar a una chica joven, muy delgada y sensual.
Él le contestó rápidamente pidiéndole más.
Unos días después le llegó otra imagen con el texto: “mi pequeño escote, donde tantas noches te has perdido. Disfrútalo madurodeviernes44” . La foto era totalmente nítida. No obstante, se notaba que había sido retocada para pixelar la cara de la joven, así como la habitación o sala donde debía de estar.
Sarx85hothot (aún no sabía su nombre verdadero), estaba sentada con las piernas abiertas, mirando al frente, con los brazos apoyados en lo que podría ser una cama, un sofá o sobre una alfombra. Vestía una sudadera con la cremallera bajada donde se podían intuir unos pequeños senos que, apretados, formaban un bonito escote.
Arnaldo le contestó con palabras cada vez más subidas de tono y sobre las reacciones que había tenido esa foto en su cuerpo.
En el siguiente correo le sorprendieron dos fotos: En la primera, la chica estaba a cuatro patas con un vestido tan corto que casi se le veía la ropa interior. En la segunda su amiga estaba sentada, con el vestido de la foto anterior remangado enseñando sus finas y perfiladas piernas.
Excitado, el hombre le contestó lo siguiente: “sarx85hothot, no cómo quiera que te llames, no te imaginas lo caliente que me ponen tus fotos. Tu culito me vuelve loco. Y con esto, igual te doy alguna idea para tu próximo e-mail…”
La aludida aceptó el reto. En su respuesta se podían apreciar las siguientes fotografías:
FOTO 1: brazos alzados quitándose una camiseta. Piernas lisas y níveas, vientre plano donde en sus diagonales superiores se aprecian ligeramente las costillas y más arriba un sujetador discreto de color blanco. La cara, pixelada, hace irreconocible el rostro.
FOTO 2: la chica, de pies en la cama con la espalda a 90 grados de las piernas llevando solo unas medidas blancas y un tanga del mismo color. Las nalgas, pequeñas y redonditas casi engullen la tira de la prenda íntima. Se aprecia la tira blanca de la espalda del sujetador.
La respuesta del maduro no se hizo esperar: “Ufff, no sabes lo que has hecho. No podré borrarme esas imágenes de la mente. Tenemos que conocernos. No aguanto más viendo fotos, quiero verte en persona y algo más. No te arrepentirás. Seré mayor, pero la experiencia y lo caliente que me tienes valen por dos je, je, je.”.
El hombre vivió en la impaciencia hasta que la chica le respondió aceptando su petición. Tras algunos e-mails con tan solo unas pocas horas de espera, ambos decidieron quedar un viernes por la noche.
Llegó el día del evento. Arnaldo inventó una excusa elaborada para su mujer, con cómplices incluidos. Se miró al espejo antes de salir de casa. Iba arreglado, todo lo juvenil que pudo sin levantar sospechas. “Vale, tengo 44 años, pero no estoy tan mal”, pensó mientras que contemplaba como le caía la camisa sin abultarse por curvas de la felicidad como lucían algunos de sus amigos coetáneos. Tras un último retoque a su pelo engominado salió de su casa con el corazón a mil por hora.
Puesto que ambos no se habían visto las caras, se describieron mutuamente cómo irían vestidos y quedaron en un bar de las afueras.
Los nervios se apoderaron de Arnaldo. El corazón no le cabía en el pecho y le faltaba aire.
El local estaba muy concurrido. Se puso aún más nervioso al no ver a ninguna chica que coincidiera con la que buscaba.
“Quizás aún no haya llegado”, pensó. Se dirigió a la barra, y en la punta de esta, sentada en un taburete la vio. Se acercó con pasos cada vez más raudos hacia la joven que le daba la espalda. Su melena negra y larga ondulaba cada vez que ella bebía de la pajita de su copa de Gin Tonic.
El vestido coincidía con el que ella le había descrito: azul, muy corto, con zapatos negros de tacón y el detalle distintivo de llevar en una mano un papel con forma de triángulo (había sido idea de ella). No podía ser otra, debía ser ella.
Se acercó más despacio, una pisada por cada 10 latidos y le puso la mano en el hombro.
- Hola sarx85hothot – dijo sonriente y satisfecho por haber llegado hasta allí.
- Hola madurodevi… - empezó a decir ella al tiempo que se giraba. No terminó la frase.
Cuando ambos se vieron las caras el reconocimiento les estampó un tortazo en las cuerdas vocales.
- ¿Sara?
- ¡¿Papá?! – dijo ella con cara de susto.
Por un momento, en la mente de ambos se destaparon los píxeles y las cabezas cortadas de las fotos que habían intercambiado. Las conversaciones subidas de todo reemplazaron el anonimato por el impacto de saber que la otra persona que estaba despertando su lívido era su hija o su padre respectivamente.
- ¡Eras tú madurodeviernes44! Debí de haberme dado cuenta… - dijo frunciendo el ceño.
- Yo… sí, supongo que sí. No sabía que eras tú. Yo…
- Ya… ¿es una broma? Si es así, de muy mal gusto. ¿Me estabas poniendo a prueba? – Dijo con tono cada vez más enfadado - ¿Era una forma de controlarme?
- Yo…. – Dijo Arnaldo llevándose la mano al frente totalmente azorado – No.
- ¿No? – Respondió ella acercándole y mirándole a los ojos.
- No… te juro que no sabía que eras tú, y creo que a ti te pasaba lo mismo.
- Eh… yo. Sí, tampoco sabía nada.
- Bueno, creo que será mejor que volvamos a casa.
- Sí…
En el coche, de vuelta a su casa, hablaron un poco más distendidamente:
- Ufff, de esto nada a tu madre ¿eh?
- ¡Lo mismo digo! Ja, ja, ja.
- Pensar en todo lo que nos hemos escrito…
- Ya… - dijo ella mirando hacia otro lado.
- Te tengo que preguntar una cosa Sara. Pero quiero que seas sincera.
- Dime.
- Si yo no hubiese sido “yo”… si hubiese sido un desconocido… ¿habrías seguido adelante?
- Yo… Sí. Creo que sí.
- ¿Por qué?
- ¡Papá! Me da mucho apuro hablar contigo de esto.
- Tienes razón. Pero recuerda las cosas que ya nos hemos dicho. Háblame como si fuera madurodeviernes44.
- ¿No te enfadarás? – dijo levantando las cejas.
- No. Lo prometo.
- Pues… verás madurodeviernes44 – dijo sonriendo con complicidad – Por las cosas que nos hemos dicho, estaba dispuesta a cualquier cosa. Venía, digamos, que muy animada a la cita.
- Gracias por la sinceridad, a mí me ha pasado lo mismo.
Parados en un semáforo, padre e hija mantuvieron la mirada durante unos segundos hasta que el coche de atrás les pitó.
Una vez en casa, Arnaldo se encerró en el cuarto donde tenía su ordenador y volvió al chat con el fin de desahogarse tras aquella noche interrumpa.
Cuán fue su sorpresa cuando en el chat habitual se encontró a sarx85hothot conectada.
Sonriente, probó a hacerle una broma:
madurodeviernes44: ¿qué haces guapa? Hoy me has dejado plantado…
sarx85hothot: jajajaja, ya te vale.
madurodeviernes44: me he quedado con ganas de ver más de cerca lo que me enviabas en los correos.
sarx85hothot: jajajjjajaja, yo también ;)
Aunque sabía que el tono era de broma, aquello fue demasiado para las alteradas hormonas del hombre. Se levantó y se dirigió hacia el cuarto de su hija. Tras tocar a la puerta y oír un “sí”, pasó adelante.
Su hija se había quitado los tacones y estaba frente al armario buscando seguramente un pijama. Para sorpresa suya, el sujetador de la chica estaba tirado en el suelo.
- ¿Qué pasa papá? ¿No te has cansado de esto?
El hombre, ni corto ni perezoso se acercó por la espalda y la abrazó por la cintura.
- ¿Qué haces papá? – dijo apartándole una mano.
- No soy tu padre, soy madurodeviernes44.
- Ja, ja, ja, ¡estás loco!
Cuando su padre volvió a la carga con la mano y esta vez intentó tocarle los pechos, a la joven se le dispararon todas las alarmas.
- ¡Arnaldo! –dijo en tono alto la joven.
- No Sara, no te opongas. Tú también lo has deseado. No te resistas y déjate llevar.
La joven se giró para replicarle, y él estampó los labios sobre los suyos. La boca de ella bullía con la cálida e inquieta lengua de su padre.
Separaron los labios, y él, ante la mirada desafiante de ella, lanzó sus manos hacia sus pechos. Los apretó notando su turgencia, deformándolos mientras que ella apenas ejercía una disimulada resistencia.
Apretando su cuerpo contra el de la joven, el hombre pudo notar la dureza de sus nalgas contra su paquete. Sufría una erección descontrolada con la cual no hacía sino restregarse contra aquel culito respingón.
Le besó los hombros y rápidamente bajó una de sus manos hasta el final de su vestido. Ascendió hasta dar con el tanga y lo tocó tanto como pudo hasta que ella le retiró la mano.
- Disfrútalo preciosa. Sé que también estás muy cachonda…
- No, no puedo. No podemos…
- Claro que sí… mira…
Los cuerpos se enfrentaron y Sara notó cómo su padre le besaba y lamía el escote con ansia animal, restregando su cabeza como si fuera la primera vez que hacía el amor.
Le mordisqueó a la altura de los pezones dejándole una marca húmeda en el vestido. Ella, inconscientemente, dejó de hacer fuerza y apoyó las manos sobre sus hombros mientras que su amante emitía más propios de un animal hambriento.
Arnaldo le agarró por la cintura y apretó su pelvis. Sin dejar de besarle el cuello se restregó contra la entrepierna de ella provocando que se le subiera la parte baja del vestido.
El hombre aprovechó el vestido arremangado para deslizar sus manos dentro de él y subir por el cuerpo de la joven hasta llegar a sus pechos.
- Mmmmm, qué tetitas más ricas tienes.
El vestido arremangado hasta los hombros dejó a la luz los hermosos pechos de la chica. Eran blancos y apuntaban al techo en diagonal con sus pequeños pezones rosados. Su padre los devoró mientras que le estrujaba las tetas como si se tratase de masa para pizza.
El lactante agarró aquel culo esculpido en mármol para “maltratarlo” con apretones lujuriosos de sus grandes manos.
Arnaldo se encaramó detrás de la chica y restregó con pasión su pelvis sobre el pequeño tanga de la chica. Sus manos no se soltaban de sus pechos como si de ello dependiera su estabilidad.
Sara cerró los ojos y emitió un pequeño gemido incontrolado cuando su padre empezó a masturbarla. La humedad traspasaba su tanga y se impregnaba en la nerviosa mano que le estaba provocando placer.
De repente, la chica se separó de él y se dirigió hacia la cama echando a su amante una mirada perversa a media que se quitaba el vestido por el camino.
En vistas de su grácil, fino y precioso cuerpo, él se lanzó sobre ella, quien se dejó caer de espaldas sobre la cama.
Arnaldo la aplastó con su cuerpo, besándola, mientras que ella le abrazaba el culo con sus piernas. La cadera del hombre ascendía y descendía mientras que él se restregaba contra el cuerpo que tenía debajo.
El hombre se levantó de repente, y acercando sus manos a la cintura de su hija le quitó el tanga de un tirón. Sin mirarle tan si quiera a la cara, hundió su cabeza entre aquellas dos finas piernas.
Sara gimió cuando su padre accionó la batidora de su lengua contra su clítoris. Introducía y sacaba un dedo de su vagina a toda velocidad. Ella se revolvía inquieta levantando y bajando su pecho del colchón, así como moviendo sus piernas como si le picara algo.
Inconscientemente acarició la cabeza de su padre haciendo que este acelerara su cunnilingus.
- Qué rica estás… Prueba…. – Le dijo metiéndole un dedo en la boca mientras que le masturbaba con la otra mano. - No te imaginas las ganas que tengo de follarte.
El hombre levantó y empezó a desvestirse mientras que ella se masturbaba y acariciaba los pechos mirándole. Sara se incorporó y le se arrodilló ante él. Su cara estaba a tan solo unos centímetros de la polla totalmente tiesa de su padre. La agarró por la base y empezó a chuparla de arriba abajo.
Arnaldo podía ver cómo ella le miraba de vez en cuando mientras se metía su pene dentro de la boca. A ratos lento, a ratos acelerando, pero siempre volviéndole loco.
- Mmmmm sí, qué bien la chupas.
- ¿Te gusta? – preguntó ella.
- Sí mmmmm – respondió él cuando ella aceleró el ritmo de la felación.
Los pechitos de la joven oscilaban con el movimiento y él le acariciaba el pelo.
- ¿Te gusta esto? – dijo aguantando el pene levantado y chupándole los testículos.
- Sí hija, mmmm, me encanta…
Ella sonrió y volvió a chupar hasta que notó que su compañero se estaba excitando demasiado.
Se levantó y se subió a la cama. Apoyando sus manos en el cabecero de la cama giró la cabeza y miró a su padre sonriente.
Él se acercó, y sin mediar palabra le agarró las nalgas y le dio unos cuantos cachetes. Las blancas extensiones de carne se sonrojaron. Arnaldo las agarró con fuerza dejando la marca de sus dedos y acercó su pene a la abertura.
Ella se contoneó hasta colocar el pene en la entrada de su vagina. El hombre empujó lentamente y el falo entró con facilidad. Sintió el calor y la humedad de la oquedad, y pronto empezó un rápido mete-saca.
Ella gemía con fuerza mientras que él resoplaba. Se follaba a su hija agarrándola por la cintura mientras ella giraba el cuello mirándole con vicio.
Estuvieron así un rato hasta que ella se dejó caer en la cama y él, agarrándole de las nalgas le destrozó el coñito follándosela a toda potencia. La chica se corrió con estruendo, y se quedó descansando unos segundos.
Él se levantó y se tumbó boca arriba. Su padre le agarró las piernas, y apoyándolas sobre sus hombros empezó a follársela en profundidad. Ambos gemían al mismo ritmo.
- Si tu madre nos viera ahora…
Ambos rieron, y por algún motivo que desconocía, ella empezó a acariciarse los pechos mientras su padre la penetraba.
- Joder, me pone muy cachondo verte tocarte así – dijo él.
Ella sonrió y los apretó con más fuerza, jugueteando con sus pezones y bamboleando los pechos.
Cambiaron de pareja, y siguieron follando de lado como dos adolescentes. Se besaban y él le sobaba los pechos durante la penetración.
- Espera – dijo ella.
Se levantó y pidió a su amante que se tumbara. La chica se encaramó encima, y hábilmente se guio la herramienta de su disfrute hasta su interior. Sin dar tregua un segundo, apoyó las manos sobre el pecho de su padre y comenzó a cabalgarle con rapidez.
Su larga melena danzaba al son de sus pequeños pechos. Su padre estaba en el nirvana mientras su hija le follaba como una loca hasta correrse.
- Ufff preciosa, quiero correrme en tu culito…
Ella se levantó y puso el culo en pompa y él la penetró a cuatro patas. La folló a toda velocidad, y cuando se iba a correr, se la sacó y apoyó el prepucio sobre su ano. Con un grito gutural comenzó a correrse sobre su culo, rebotando los chorros contra las nalgas y la cama.
Cuando el hombre terminó, se dejó caer sobre su hija aplastándola.
Unos segundos después, la besó en la mejilla, se levantó y se fue.
A la mañana siguiente, madre, padre e hija coincidieron en el desayuno.
- ¿Qué tal fue anoche? – preguntó la madre mientras preparaba café.
- ¡Bien! – dijeron al unísono padre e hija. Ambos se miraron y se rieron ante el desconcierto de su madre.