Cita a Ciegas
Nunca me han gustado las citas a ciegas, te llevas sorpresas por lo general desagradables, pero esta vez la sorpresa fue impactante.
Cita a Ciegas
Por Georgina del Carmen
Recién había cumplido los 23 años, era estudiante del último grado de la carrera universitaria, eran los días de gloria, en los que no se necesita permiso familiar para salir de noche, se conocían infinidad de chicas deseosas de aventura y mucho sexo, se hacían todas esas cosas que difícilmente se repetirían cuando llegara el momento del matrimonio, así que había que aprovechar cualquier oportunidad de diversión o aventura que se presentara y si ésta era sexual más aun.
Javier, un amigo de la universidad, me platicaba que la noche anterior, en un bar, había conocido a una mujer de edad madura, sin ser vieja, y que después de un par de tragos se la había llevado a un hotel donde se la había cogido riquisimo dado la gran experiencia sexual de la dama. Que habían convenido de verse el fin de semana para repetir la experiencia, solo que le había pedido que llevara a un amigo y ella llevaría a una amiga, de similares hechuras, para disfrutar la noche entre los cuatro.
Javier no sabía a que se refería la mujer al decir "disfrutar los cuatro", pero se imaginaba una pequeña orgía entre los cuatro, y me entusiasmaba para que le acompañara a la inusual aventura.
Nunca me habían gustado las citas a ciegas, ya que había tenido malas experiencias al encontrarme con chicas que definitivamente no eran de mi agrado por el físico o por su forma de comportarse y que al final de cuentas no sacaba nada, solo gastar el escaso dinero que para entonces tenía, como cualquier estudiante de clase media como nosotros.
Finalmente me convenció de unirme con él a la aventura sexual con aquellas damas mayores. Contactó con la señora en cuestión y quedamos de vernos el próximo viernes en el bar de conocido hotel.
A la hora prevista hicimos presencia en el sitio convenido en espera de las otoñales mujeres. Minutos más tarde hicieron su arribo las damas en cuestión. Me quedé paralizado de la conmoción. Eran unas mujeres de aproximadamente 45 años, ambas de magníficos cuerpos para su edad, vestían algo atrevidas, una, Raquel, con una reducida y ajustada minifalda que dejaba a la vista sus carnosos y bien formados muslos, la otra, un vestido de amplio vuelo y con un escote que dejaba ver gran parte de sus crecidas chichonas. Al aproximarse, Javier se levantó saludando a Raquel con un beso en la boca, señalándola como la mujer que le correspondía, enseguida presentó a la otra quien visiblemente turbada solo dijo su nombre, Silvana, se me heló la sangre al saludar a Silvana. Ella era nada menos que ¡Mi Madre! . Luego me presentó a Raquel.
Mi madre y yo nos quedamos mudos de la gran impresión, no sabíamos que hacer, así que solo dijimos al unísono, "mucho gusto" como si no nos conociéramos, ya que hubiera sido altamente embarazoso descubrirnos ante la otra pareja que éramos madre e hijo en una cita de carácter sexual, aun cuando era fortuita. Ambos decidimos guardar silencio en cuanto a nuestro parentesco y nos comportábamos como si en verdad nos acabáramos de conocer, sin salir aun de nuestro mutuo asombro.
Javier de inmediato empezó a manosear discretamente a Raquel, mientras tanto mi madre y yo guardábamos las apariencias sin que ninguno hiciera algo por acercarse al otro, evitando que nuestras miradas se encontraran.
Tres copas después los cuatro estabamos lo suficientemente desinhibidos y Javier metía la mano por entre las piernas de Raquel y ella tenia su mano sobre el bulto que hacia la endurecida verga de él bajo el pantalón. Silvana, mi madre, y yo, ya nos mirábamos a los ojos y nos resignábamos a lo que el destino nos había puesto enfrente, le miraba con descaro lo que el escote de su vestido me permitía de sus sabrosas tetas y ella tenia su mano en mi muslo, cada que podía rozaba con el dorso de la mano sus chiches ante la complacencia de Silvana.
Una cuarta copa y ya le frotaba los muslos a mi madre por encima del vestido sintiendo con claridad los tirantes y broches del liguero que le sostenía las medias, ello me ponía más cachondo de lo que para entonces ya estaba, me imaginaba a mi propia madre en ropa interior luciendo el liguero que tanto nos excita a los hombres, en tanto, ella tímidamente ponía su mano sobre el "paquete sexual" que se me había formado en la entrepierna. Pasé mi mano por su espalda bajándola hasta la cadera baja, para mi sorpresa mi madre inclinaba su cuerpo y sacaba la cadera facilitándome acariciarle la parte alta de las ricas nalgotas que posee.
Inesperadamente Javier se puso en pie saliendo del bar, creímos que habría ido al baño, pero cuando regresó traía en las manos la llave de uno de los cuartos del hotel indicándonos que podíamos irnos a la habitación en cuanto quisiéramos, que estaríamos los cuatro juntos. Estar juntos los cuatro tenía una doble relevancia, una que compartiríamos a ambas señoras cachondas, lo que me excitaba aun más y la otra, que no estando a solas mi madre no podría negarse a coger conmigo y con mi amigo.
Pagamos la cuenta y nos dirigimos a la habitación, el nerviosismo hacía presa de mí, pero la cachondez de poder cogerme a mi propia madre me impulsaba a continuar. Entramos al elevador y en cuanto se cerró la puerta Javier manoseaba con descaro a Raquel y yo metía mi mano por debajo del vestido de mi madre por la parte trasera manoseándole las nalgonas ayudado por las diminutas pantaletas tanga que portaba y que eran devoradas por sus nalgas lo que las dejaba plenas a mis caricias, con la otra mano le acariciaba las tetonas por dentro del escote y del brassiere de media copa que las levantaban, en tanto ella me frotaba la verga con cinismo y extrema lascivia.
Cuando llegamos al piso en que estaba el cuarto designado, nos fijamos que no hubiera nadie en el pasillo y salimos sin dejar de manosear a nuestras respectivas parejas, mi madre y yo fingimos que no nos acordábamos de nuestro parentesco dejándonos llevar por la lujuria. Silvana ya llevaba una teta de fuera y mi mano entre las nalgas. Raquel tenía enroscada la falda en la cintura exhibiendo su cuerpo de la cintura para abajo solo "cubierta" por las minúsculas pantaletas transparentes que lejos de taparle realzaba su exquisita vulva velluda. Ambas cachondas damas llevaban la mano metida en la bragueta de nuestros respectivos pantalones chaqueteándonos las erectas vergas.
Al entrar a la habitación Javier y Raquel se comían a besos en la boca sin dejar de manosearse mutuamente, mi madre y yo evitábamos los besos en la boca y nos limitábamos al manoseo, procedí quitarle el vestido dejándola solo en la ropa interior en color negro, se veía fantástica con el liguero y las medias, sus diminutas pantaletas realzaban su figura y en especial sus frondosas nalgonas y el "manchón" de vello pubico de su peluda panocha que se veía con claridad bajo la nitidez de sus tangas.
Me retiré unos pasos para poder admirarla en aquella sensual lencería, Silavana mas que cachonda posaba eróticamente para mí olvidando por completo que era su hijo a quien mostraba lascivamente su hermoso cuerpo semi desnudo. Velozmente me despojé de la ropa quedando encuerado y blandiendo mi endurecida verga ante la morbosa mirada de mi madre que pasaba la punta de la lengua por sus labios con procacidad como indicándome que quería besarme el camote.
Sin decir palabra Silvana se puso en cuclillas frente a mí, tomando mi camote con una mano lo llevó hasta sus labios prodigándole sonoros besos, luego chupetes en la cabeza de mi falo y terminó por introducirlo entre sus labios para mamármelo metiéndolo en su boca y garganta casi por completo, mientras con la mano restante se frotaba la papaya en evidente cachondez. Javier ya había encuerado a Raquel y le besuqueaba el cuerpo por donde podía.
Ante la amenaza de una eyaculación precoz, hice que mi madre se pusiera en pie y le fui despojando lentamente de su ropa intima, solo le dejé el liguero y las medias que tanto me excitaban. Enseguida empecé a darme un banquete besando y lamiendo todo su escultural cuerpo, en forma especial sus poderosas nalgotas que tanto me llamaban la atención desde que era niño y metía mi rostro entre ellas para lengüeteare el divino culito que se escondía entre aquellos torneados y firmes trozos de blanca carne que eran sus nalgonas.
Me puse en pie tras ella metiendo la punta de mi verga entre sus nalgas haciendo contacto con su colita que rodeada de finos vellitos se fruncía a cada amago que hacia por meterse en tan apretado agujerito. Silvana se empinó separándose las nalgas con ambas manos, desistí por el momento de encularla y dirigí mi camote a sus labios vaginales que babeantes aceptaron de inmediato al erecto visitante y sin contratiempo entró la totalidad de mi verga en la humanidad de mi madre, ésta se incorporó y le abracé por el pecho estrujándole las crecidas tetonas y con la otra mano le friccionaba el abundante vello pélvico y con la punta de los dedos su hinchado clítoris. Silvana movía la cadera en forma circular y a la vez de atrás para delante, se notaba de inmediato la gran experiencia que poseía mi progenitora en esos menesteres de ser cogida.
En tanto Javier hacia lo propio con Raquel quien se había montado sobre él, teniendo incrustada la verga en su vulva y él le chupaba las chiches y con ambas manos le masajeaba las nalgas.
Habían pasado algunos minutos cuando mi madre empezó a tener pequeñas convulsiones, se estaba viniendo en placentero orgasmo, claramente sentí como mi camote era bañado por sus jugos vaginales, "Sigue, sigue así, que rico me coges, cógeme mas, no te detengas, me estoy viniendo" decía Silvana con voz ahogada presa de la lujuria, en tanto yo arreciaba el vaivén de mi verga en su sexo deteniendo mi eyaculación para prolongar el tremendo placer que me dada estarme cogiendo a mi propia madre.
Apenas le había pasado el éxtasis, Silvana se puso de "perrita" sobre la cama ofreciéndome sus suculentas nalgonas y en voz baja me dijo "Cógeme por el culo, disfruta mi ardiente colita... Enculame toda". Era todo un espectáculo erótico ver sus enormes y sabrosas nalgas abiertas y su culito color de rosa sobresaliendo de entre los vellitos negros que le rodean, en espera de mi verga. Con los dedos recogía los flujos que de la vulva aun le brotaban para embarrar su culo a manera de lubricante, aprestándome a encular a mi cachonda madre. No me fue difícil, aun cuando su ano estaba apretado, en el primer intento mi camote estaba totalmente alojado en su sabroso pedorrito, quedando mis güevos junto a su babeante papaya. Inicié el vaivén tomando velocidad en cada embate, mientras mi madre ondulaba su cadera al ritmo de cada acometida.
Javier y Raquel hacían lo mismo junto a nosotros, ambas jorronas estaban siendo enculadas. Mi amigo me hizo una seña proponiéndome el cambio de pareja, no sabía si mi madre estaría de acuerdo, pero si fue a que se la cogiera un desconocido, por qué no habría de aceptar el cambio de verga en su culo. Sin decirles nada solo cambiamos, ahora mi madre era enculada por Javier y yo hacía lo propio con Raquel. Ninguna de las dos cachondas señoras se opuso al cambio de verga y lo gozaban aun más.
A Javier se le ocurrió sacar la verga del culo de Silvana y meterla en la boca de Raquel dándole la doble penetración culo-boca, mi madre esperaba su turno. Minutos más tarde acometí nuevamente el culito de mi madre y Javier le dio a mamar la verga. Sin sacar mi camote del ano de Silvana la hice girar para que quedara sentada sobre mí, Javier aprovechó para separarle las piernas y ensartarla por su ardiente vulva, a mi madre se le notaba que le encantaba la doble cogida y nos alentaba con frases cachondas para continuar cogiendonola, en tanto Raquel miraba expectante y excitada lo que minutos después le tocaría a ella.
En varias ocasiones les dimos a ambas la doble penetración en diversas poses haciendolas llegar a innumerables y ruidosos orgasmos. Llegó el momento en que tanto mi amigo como yo ya no podíamos aguantar la eyaculación, así que les alertamos de nuestra próxima emanación y sin pedírselo ambas se colocaron frente a nosotros juntando sus mejillas y abriendo la boca, las muy putonas querían nuestra leche en su rostro y boca.
Un par de frotaciones y nuestras vergas empezaron a lanzar esperma que caía en el rostro y boca de las sensuales señoras, yo hacia lo posible para que la mayoría de mi semen cayera dentro de la boca de mi madre y ella lo saboreaba y tragaba con deleite, cuando muestras macanas cesaron de lanzar leche las cachondas señoras aun se dieron tiempo de mamarlas para extraer hasta la última gota de esperma. Silavana se notaba complacida y me miraba con morbo como queriendo decirme que ese tipo de placeres los deberíamos repetir constantemente y yo por supuesto así lo deseaba también.
Para no despertar sospechas entre Javier y Raquel, respecto del parentesco entre Silvana y yo, ellas se fueron por su lado y mi amigo y yo por el nuestro.
Cuando llegué a casa, mi madre ya estaba en su recamara y no nos vimos sino hasta el día siguiente.
Me levanté tarde, mi padre ya se había ido a trabajar, mi madre ya se había bañado, pero permanecía casi desnuda, solo cubierta con una bata larga transparente en color negro. No hubo palabras ni explicaciones, en cuanto nos tuvimos de frente nos acercamos uno al otro fundiéndonos en un abrazó que reflejaba nuestra cachondez, mis manos frotaban su cuerpo y ella buscaba mi endurecido tolete. Me la volví a coger por todos sus ricos agujeros, ahora en la intimidad de nuestra casa.
A partir de entonces sostenemos una relación sexual incestuosa, en la que frecuentemente comparto el sabroso cuerpo de mi cachonda madre con algunos amigos, dándole la doble y triple penetración, sin que ellos sepan que Silavana es mi propia madre.
Georgina del Carmen
Relato redactado con datos proporcionados por un amigo anónimo de la red y quien asegura son verídicos y autoriza su redacción y publicación, por lo que lo pongo a su consideración.