Círculo Incestuoso (29)

El marido de Pepita sucumbe ante los encantos de mi madre y los cuatro gozamos en una caliente orgía a cuatro. Como colofón aparece la posibilidad de que se nos una la hija de este matrimonio, una joven de 19 años.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 29 – Un plan para el marido de Pepita).

En el capítulo anterior, tras una excitante sesión de sexo a tres entre mi madre, su caliente y adúltera amiga Pepita y yo mismo, Pepita nos explicó sus fascinación por el sexo incestuoso, sus experiencias con su padre y su deseo de que su marido y su hija tuvieran también relaciones incestuosas.

Para lograr hacer esto realidad mi madre y yo nos ofrecimos a colaborar con ella e ideamos un plan según el cual el primer paso consistía que en lográramos que el marido de Pepita participara en una especie de intercambio de parejas con su mujer y mi madre y yo. Si lo lográbamos, en el transcurso de esa mini orgía, mi madre y yo dejaríamos entrever algo nuestras relaciones incestuosas como punto para dar entrada a la posibilidad de que el marido de Pepita acabara follando con su hija delante de la propia Pepita, que era lo que ésta deseaba. A priori lograr todo esto era muy complicado; los tres pensábamos que iba a ser realmente difícil pero había que intentarlo. Como primer paso yo había propuesto que nos encontráramos en la sección de lencería de unos grandes almacenes para dar lugar a una situación picante que pudiera desencadenar un primer encuentro sexual en el que participáramos las dos parejas.

El día señalado nos encontramos los cuatro en la sección de lencería de unos grandes almacenes de nuestra ciudad y la cosa lo cierto es que fue mucho mejor de lo esperado. Pepita se las había arreglado para lograr que su marido la acompañara a hacer compras y una vez en los grandes almacenes, a la hora estipulada con nosotros, se había dirigido a la sección de lencería.

Cuando nos vimos Pepita llevaba un conjunto de braga y sujetador negros en la mano y mi madre dos conjuntos cuyos sujetadores eran completamente transparentes y un body de malla de lo más sugerente. Aunque las reglas del establecimiento son que las mujeres se puede probar la ropa interior siempre que lo hagan sobre sus propias bragas seguro que la exhibición sería monumental si lográbamos estar los cuatro juntos en un probador. Sin duda y en todo caso tanto yo como el marido de Pepita tendríamos buena ración de tetas y muslos para ver, aunque estaba por ver si se darían las circunstancias que permitieran que los cuatro entráramos en el probador juntos. Cabía la posibilidad de que Arturo, el marido de Pepita, no diera pie a ello o se negara o dificultara de alguna manera la situación.

Decía que todo salió mucho mejor de lo esperado porque fue el propio marido de Pepita el que enseguida, y en tono de broma, propuso acompañar a las dos mujeres al probador. Todos seguimos la broma y lo cierto es que, no se muy bien si queriendo o no, los cuatro acabamos en un mismo probador. Las típicas frases de que había la suficiente confianza entre nosotros para algo así y la evidente buena disposición e interés de todos, especialmente por nuestra parte, facilitó el asunto.

Entre bromas y piropos las dos mujeres se dispusieron a probarse los sujetadores que llevaban mientras tanto el marido de Pepita como yo mismo, manteniendo aquel tono desenfadado, las animábamos a que mostraran sus encantos ante nosotros.

Al probarse la lencería mi madre y Pepita nos enseñaron alegremente sus bonitos tetámenes. A pesar de que las tetas de Pepita son bastante más espectaculares que las de mi madre debido a su tamaño al marido de Pepita, quizá por que las de ésta ya las tenía muy vistas, le interesaron más las de mi madre y no perdió tiempo en piropearlas. La cosa iba viento en popa y mejor se puso cuando en aquel ambiente desenfadado, tras unos piropos míos a Pepita y especialmente a sus tetas, su marido me invitó a tocárselas con insistencia. Cuando lo hice yo a mi vez le hice ver que a mi tampoco me molestaría en absoluto que él le tocara las tetas a mi madre y además le señalé que seguro que a ella no le disgustaría. Para apoyar mis palabras y para ir introduciendo cierto contenido incestuoso, mientras invitaba al marido de Pepita a tocarle las tetas a mi madre, yo mismo se las toqué agarrándoselas como sopesándoselas y les dediqué unos piropos mientras ella sonreía complacida.

Enseguida estábamos los dos con las manos sobre las tetas de ambas jamonas y yo di un paso más al decirle en tono jocoso al marido de Pepita que si había algo más de mi madre que le gustara tocar que aprovechara la ocasión. Como ellas rieron aprobadoramente él declaró medio en broma pero de forma completamente desinhibida que el culo de mi madre lo traía loco desde hacía tiempo y que, en efecto, no iba a dejar pasar la oportunidad si tanto a mi madre como a mi nos parecía bien. Mi madre sonrió y yo le dije que le diera un buen magreo a mi madre en el pandero. No se hizo de rogar más y enseguida sus manos tanteaban a placer las tremendas nalgazas de mi madre, aunque sobre las bragas de ella, pero con la plena complacencia de ésta.

Lógicamente la cosa fue avanzando y acabamos dándoles un magreo de narices a las dos jamonas y más calientes que un horno. Entonces Pepita, tras aclarar con su marido la buena disposición de ambos, para gozar del sexo con otras personas, propuso ya sin más dilación irnos a su casa a seguir la fiesta.

  • Pepi, nunca imaginé que fueras a ser tan lanzada para hacer un intercambio. – Le decía su marido un tanto sorprendido aunque en absoluto contrariado mientras le acariciaba una nalga.

  • Pues ya ves, cariño. De sobra sabes tú que soy una cachonda y que me gusta mucho todo esto del folleteo. Y pienso que ya tenemos edad para introducir alguna novedad en nuestras relaciones ¿no te parece?

  • Desde luego, mi amor – le decía él entusiasmado. – Y te confesaré que a mi la idea de hacer un intercambio es algo que hace tiempo me calienta mucho. Algún amigo mío me ha hablado de ciertos clubes que él frecuenta con su mujer y me apetecía mucho proponerte que nosotros hiciéramos algo así aunque nunca pensé que fueras a estar de acuerdo. La verdad, no me atrevía a proponértelo. Pensé que te escandalizaría que tu marido te propusiera follar con otro delante de mi mientras yo me tiro a otra mujer.

  • Pues ya ves que tu mujercita todavía te puede dar alguna sorpresa en esto de la jodienda ¿eh?

  • Ya veo, ya veo y me alegro mucho, Pepi. Y venga, vámonos a casa que estoy deseando tirarme a tu amiga Nati, que está más buena que el pan.

El marido de Pepita también chequeó conmigo mi buena disposición a compartir una sesión de sexo en la que una de las mujeres a follar fuera nada menos que mi madre. Yo le expliqué mis ideas favorables a que mi madre disfrutara de la vida y del sexo tras haber pasado toda su juventud reprimida y sin gozar en plenitud de su cuerpo y él pareció convencido. Luego le señalé lo atractiva que me resultaba su mujer dadas mis preferencias en materia de mujeres y mi gusto por las maduras rellenitas. El pareció complacido con ello y me respondió riendo:

  • Pues venga, chaval, vámonos a nuestra casa y allí disfrutas de las tetazas de mi mujer a tu antojo, que yo, con tu permiso, voy a hacer todo lo que pueda con la maciza de tu madre.

Así lo hicimos de modo que media hora más tarde los cuatro estábamos en el salón de la casa de Pepita en pelotas y dándonos el lote a base de bien. Habíamos empezado dándonos unos besos, yo con Pepita y mi madre con su marido. Al principio estuvimos un poco cortados, sobre todo Arturo supongo que por mi presencia, pero poco a poco la ropa, primero la de ellas y luego la nuestra, empezó a desaparecer. Resultó muy excitante para mi ver cómo Arturo iba descubriendo poco a poco los encantos de mi madre mientras ésta sonreía excitada y con malicia. En cuanto las colgonas tetas de mi madre estuvieron al descubierto, el marido de Pepita empezó a sobárselas y a estirarle de los pezones de una forma que yo hubiera jurado que resultaba dolorosa para mi madre; sin embargo ésta seguía sonriendo con aquella expresión de lujuria mientras Arturo alargaba exageradamente sus pezones.

  • ¡Qué tetas más buenas tienes, Nati! – Le decía él entusiasmado con las caídas tetas de mi madre.

  • Es halagador que me digas tú eso teniendo a mano a diario las de tu mujer, que esas sí que son unas buenas tetazas. Las mías son más pequeñas y ya las tengo muy caídas

  • Pues a mi me están poniendo como una moto.

  • Bueno, las de tu mujer parece que están teniendo el mismo efecto con mi hijo ¿eh?

  • Pues que disfrute de ellas, que a esa zorra bien que le gusta que se las soben y se las magreen a base de bien. – Respondía Arturo mientras seguía estirando de forma increíble los pezones de mi caliente madre.

Yo en efecto, ya tenía a Pepita con las tetas al aire y además de magreárselas a tope ya me estaba dando un buen atracón comiéndole los pezones y haciéndola suspirar de gusto pues los tiene enormemente sensibles.

Poco a poco, y con la ayuda de las dos jamonas, nosotros también nos fuimos deshaciendo de la ropa. Una vez estuvimos todos prácticamente en pelotas nosotros seguimos gozando con las tetas a ellas y también empezamos a sobarles sus ajamonados cuerpos de cachondas maduras. En ese momento ellas tenían puestas exclusivamente sus bragas y nosotros sólo conservábamos los calzoncillos.

En un momento dado, Arturo, el marido de Pepita, seguramente pensando que la situación podía resultarnos incómoda a mi madre y a mi, propuso irnos cada pareja a una habitación pero entonces intervino mi madre diciendo con desparpajo:

  • No hace falta, ¿no? Después de todo lo divertido de estar los cuatro en este plan es ver lo que hacen los demás ¿no os parece? A mi me gusta ver a la golfona de tu mujer cómo pone bien cachondo a mi hijo con esas tetazas que tiene, ja, ja, ja.

Como tanto yo como Pepita enseguida señalamos que estábamos completamente de acuerdo con mi madre la cosa siguió por aquellos derroteros tan excitantes.

  • Tranquilo, Arturo; a mi también me gusta ver a mi madre con el culo al aire mientras se lo pasa de miedo contigo, así que por mi ningún problema. – Fueron mis palabras mientras le quitaba las bragas a Pepita. - ¿A ti te molesta ver cómo le toco el coño a tu mujer?

  • No, no, en absoluto. – Contestó Arturo. – Todo lo contrario; me parece muy excitante ver como esta zorra te enseña el felpudo y te deja que se lo sobes bien. Es cojonudo

  • Estupendo. – Contesté yo mientras acariciaba la humedísima raja de Pepi. – Y tú, mamá, venga, quítate las bragas, que quiero ver la cara que pone Arturo al verte el chichi.

Mi madre soltó una carcajada y seguidamente se quitó con una enorme sensualidad y erotismo sus braguitas hasta descubrir su frondoso chochazo al marido de su amiga mientras éste babeaba literalmente de excitación ante el rechoncho y desnudo cuerpo de mi madre.

La parte fuerte de la sesión comenzó cuando tras quitarnos ellas los calzoncillos a nosotros descubriendo nuestras erectísimas pollas, mi madre se la empezó a chupar al marido de Pepita y ésta a hacer lo propio conmigo. La mamada fue espectacular y yo gocé tanto sintiendo los sabios lametazos de Pepi en mi nabo como viendo la enorme maestría que mi madre exhibía con la polla de Arturo arrodillada ante él. Ambos estábamos tan excitados que no aguantamos gran cosa y nos corrimos en sus tetas y caras con relativa rapidez y echándoles por primera vez en la tarde nuestra lefa encima a las dos jamonas maduritas.

Al ver a mi madre con la cara llena de su lechada Arturo me dijo un tanto compungido:

  • Bueno, espero que no te moleste demasiado que le haya echado a tu madre… vamos que me haya corrido… ya sabes, encima de ella.

  • Todo lo contrario, Arturo, - me apresuré a responderle yo. – Me encanta ver a mi madre bien bañada en semen de hombre, te lo aseguro. Es muy excitante, y se ve que a ella también le gusta así que ya sabes, por mi puedes echarle encima toda la leche que quieras

  • Hombre, es que ese el mayor piropo que un hombre le puede echar a una mujer; soltarle toda su rica cremita en la cara o en las tetas. Eso si que no deja lugar a dudas de que gustamos al hombre que nos suelta toda la lechada encima sin poder remediarlo. – Dijo mi madre riendo y haciendo gala de su extremo vicio y puterío.

A continuación procedimos a chuparles los chochos a las dos hembras dándoles placer en sus almejotas y haciéndolas gemir de gusto. Ellas estaban espatarradas sobre el sofá y nosotros arrodillados entre sus piernas para darles gusto con la lengua en el higo. En un momento dado y mientras yo chupaba el chocho de Pepi y Arturo el de mi madre, yo alcé una mano hasta cogerle un pezón a mi madre y se lo pellizqué con ganas. En ese momento mi madre tuvo un espectacular orgasmo que se hizo notorio por sus intensos gemidos. Acto seguido fue Pepi la que también orgasmó cuando sin dejar de comerle a conciencia su rico y peludo chochazo alcé mis dos manos hasta asir con fuerza sus sensibles pezones; los apreté y estiré con fuerza y segundos después Pepi empezaba a resoplar hasta estallar en un brutal orgasmo que le hizo gritar:

  • ¡Sííí, así, cómeme el coño y arráncame los pezones delante del cornudo de mi marido, síííí…! Méteme la lengua bien adentro y destrózame las tetas. ¡Aaaaahhh! ¡Uummm! ¡Sííííí…! ¡Uooooaaaaaauuuuu!

Tras el fenomenal orgasmo de la caliente mujer hicimos un breve descanso comentando el tremendo placer que habíamos experimentado los cuatro. Instantes después el marido de Pepita empezó a besarse con mi madre y a tocarle las tetas. Mi madre por supuesto colaboraba activamente tanto en los besos como en los manoseos y así los dos alcanzaron de nuevo un grado de calentura que hizo que el marido de Pepita se acabara llevando a mi madre a su habitación y allí se la metió al estilo tradicional en su cama de matrimonio. Cuando Arturo ya tenía su polla bien metida en el hambriento chocho de mi madre, Pepita y yo irrumpimos en la habitación y yo le dije a Arturo:

  • Perdona si interrumpimos pero es que me apetecía ver cómo le taladran el coño a la viciosa de mi madre

  • ¡Ah, bueno! Yo es que creí que igual verla follando no te iba a gustar

  • Todo lo contrario, Arturo. Me excita mucho ver a mi madre bien ensartada por una buena polla. ¿A ti no te gustaría ver cómo se la meto yo a tu mujer?

  • Sí, sí, la verdad es que sí, y mucho. Pero yo pensé que tú ver a tu madre… como es tu madre pues

  • Pues me encanta ver joder a esta putona aunque sea mi madre, o quizá especialmente por ello… - Afirmé yo dirigiéndole una pícara sonrisa a la cachonda de mi madre mientras ella se reía también allí tumbada en la cama de matrimonio y con la polla de Arturo, el marido de su amiga, bien alojada en su conejazo.

  • Y a mi me encanta que mi hijo vea lo marrana y zorra que soy y que vea cómo me abro de piernas para recibir un buen nabo – contestó mi madre riendo mientras la polla de Arturo se deslizaba suave y a ritmo lento por su chocho. – Así que venga, dame polla bien fuerte y que tu mujer y mi hijo vean lo guarra que soy yo y lo calentorro que eres tú; venga mi amor, jódeme, dame polla hasta que me salga por la boca, cabronazo.

La caliente pareja siguió entonces follando a buen ritmo mientras mi madre empezaba a gemir de puro gusto y de morbo al estar follando allí ante nosotros mientras era jodida precisamente por el marido de su amiga.

  • Dale bien a esta guarra en el chocho, Arturo – animaba obscenamente Pepita a su marido. Y seguidamente dijo dirigiéndose a mi: - Y tú, cariño, ¿por qué no me jodes aquí delante de la puta de tu madre y del cabronazo de mi marido? Que vean los dos cómo me entra tu gorda polla en el coño.

  • De mil amores, golfona. – Le contesté yo emocionado y excitado ante la perspectiva de follarme a Pepita allí mismo mientras mi madre y su marido jodían a todo tren.

Pepi entonces, manteniendo los pies en el suelo, se inclinó sobre la cama apoyándose en ella con las manos, muy cerca de la cabeza de mi madre y dejando todo su enorme culo en pompa para que yo la atacara por detrás. No fue necesaria más indicación; me situé a su espalda y tomándola por las amplias caderas se la acerqué hasta su raja metiéndosela de un puntazo en el chocho por detrás. Pepita gimió al sentir mi dura polla en el interior de su coño y acto seguido empezamos a follar y a gozar acompañando en tan placentera tarea a la pareja formada por mi madre y el marido de Pepi. Los cuatro jodíamos a buen ritmo y pude darme cuenta de que Arturo no podía dejar de dirigir su mirada alternativamente hacia las tetas de mi madre, que se movían arriba y abajo, por efecto de su propia follada, y por otro lado a las tremendas mamas de su mujer que se balanceaban como campanas sobre la cara de mi madre debido al movimiento que en ellas imprimía nuestra propia follada.

La situación era tremendamente erótica y excitante. Dos parejas follando en la misma habitación, una sobre la cama en la postura tradicional y otra con la mujer inclinada sobre la propia cama pero con los pies en el suelo y al estilo perrito, con las tetas de una de las hembras prácticamente sobre la cara de la otra. Y lo mejor de todo es que los protagonistas de semejante cuarteto sexual éramos mi madre, su jamona amiga Pepi, el marido de esta y yo mismo. Más morbo no se podía pedir.

Seguimos follando durante unos largos y placenteros minutos hasta que mi madre estalló en orgasmo descomunal mientras tanto Arturo como yo mismo seguíamos empujando con todo el ánimo en los chochos de las dos calentorras. Cuando mi madre se hubo recuperado de su orgasmo, y sin que Arturo hubiera dejado de joderla, ella alcanzó con las manos las dos tremendas tetazas de Pepi, que estaban bamboleándose justo encima de su cara, y agarrándolas con ganas le dijo:

  • Te voy a comer las tetas, puta, mientras te folla mi hijo, cacho guarra. – Y diciendo esto mi madre se llevó una de las gordas tetas de su amiga a la boca y le empezó a chupar el pezón de una forma tremendamente sonora

No se si sería el morbo derivado de las palabras y de la acción de mi madre o que realmente ya no aguantaba más pero en ese preciso instante Arturo anunció entre gritos que se corría y lo hizo entre bufidos soltando su caliente lefa en el chocho de mi madre que volvió a experimentar un nuevo orgasmo al sentir la corrida de su amante en el chocho.

Justo cuando Arturo sacaba su pringoso nabo del chocho de mi madre fue Pepita la que empezó a resoplar y a gemir de forma estentórea anunciando la llegada de su orgasmo mientras decía:

  • Así, así, cabronazos, dadme gusto en todos los sitios cerdos. Nati, marranaza, cómeme las tetas que me pones a reventar de gusto, putorra, y más si mientras tanto tu hijo me está metiendo toda la pollaza esta tan gorda que tiene en el chocho. ¡Uffff! ¡Ahhhh! ¡Qué gusto!

  • ¿Gozas, eh, pedazo de golfa? – Le decía su marido también excitadísimo con la escena y con la polla recobrando su dureza a pesar de haberse corrido apenas hacía unos instantes en el conejo de mi madre.

  • Y no sabes cuánto, maridito cornudo, no sabes cuánto… ¡Ahhhh! Me está encantando que este cabroncete me folle y además que la zorra de su madre mientras tanto me coma las tetas, te lo aseguro, estoy gozando como nunca. Pero lo mejor de todo es que tú me estés viendo aquí con el coño bien taladrado y con las tetas en la boca de esta guarra; eso sí que me hace tener orgasmo tras orgasmo, cabronazo. ¡Mira a la puta de tu mujer como goza con una polla en el higo y con una mujer comiéndole las tetas! ¡Ahhhhhhh! ¡Oohhhhhh! ¡Uuuuaaaaaaauuuuuo!

Y en ese momento Pepita tuvo un orgasmo tan bestial que de los chillidos que dio creo que incluso nos asustó un poco a todos hasta el punto de que mi madre dejó de chuparle los pezones y yo por un momento también cesé en el mete y saca. NO obstante en cuanto vi que Pepita gritaba de puro placer retomé mi ritmo de follada y apenas media docena de emboladas después yo también sentí que mi corrida estaba próxima y así lo anuncié. Entonces mi madre, quizá para sorpresa del marido de Pepita, dijo:

  • Cariño, sácasela del coño a esa zorra antes de correrte y échanos tu cremita caliente en la cara y en las tetas a las dos, anda.

Pepita también estuvo de acuerdo así que ella misma se desenganchó de mi nabo y se subió a la cama poniéndose al lado de mi madre, las dos arrodilladas o más bien sentadas sobre sus talones y con sus caras y bocas a pocos centímetros de mi empinadísima polla y dispuestas a recibir mi descarga de semen. Yo me iba a cascar un poco la polla para acabar de orgasmar pero entonces fue mi madre la que me agarró la polla y no solo eso sino que para pasmo de Arturo, se la metió en la boca y me dio dos o tres chupadas para sacársela justo en el momento en que yo empezaba a correrme con gran profusión echándoles toda mi lefa en la cara a las dos putas viciosas. Ambas recibieron mi corrida con alegría y con frases a cada cual más obscena. Todo ello hizo que la excitación de Arturo se disparara de tal manera que entonces fue él el que se situó delante de las dos jamonas y se dio una breve serie de sacudidas en la polla empezando de inmediato a correrse de nuevo esta vez, como hiciera poco antes yo, echándoles su corrida en la cara tanto a su mujer como a mi madre mientras ellas reían alborozadas y entusiasmadas.

La situación eran tan tremendamente excitante que nuestras pollas no solo no se bajaron un ápice sino que creo que ambos machos cada vez estábamos más calientes y excitados. Tal era así que sin palabra alguna de por medio Arturo se tumbó de nuevo sobre mi madre y sin previo aviso se la metió en el conejo volviendo a follarla con ganas. Yo, que también estaba excitado al máximo, hice lo mismo con Pepita y así enseguida estuvimos las dos parejas sobre la cama follando a todo tren una al lado de la otra y sin dar tregua a los calentísimos chochos de las dos cachondas mujeres.

Las jodimos durante un buen rato pues ahora nosotros aguantábamos excepcionalmente bien. Tanto mi madre como su amiga Pepita tuvieron dos excelentes orgasmos antes de que casi al unísono nosotros dos nos corriéramos de nuevo provocándoles a ellas un nuevo y feroz orgasmo. Fue un fenomenal orgasmo casi simultáneo de los cuatro. Nosotros resoplábamos de cansancio y de placer y ellas chillaban como locas de gusto disfrutando como auténticas puercas. Los gritos de las dos hembras dejaron bien claro que ambas gozaron de lo lindo con la follada.

Finalmente nos desenganchamos todos y entre risas y besos comentamos que había sido una follada extraordinaria. Tras este fabuloso polvazo nos fuimos los cuatro de nuevo en el salón a tomar unos refrescos y mientras descansábamos y charlábamos comentando lo acaecido poco antes en el dormitorio, yo le acariciaba las tetas a mi madre ante la curiosa mirada de, Arturo, el marido de Pepita.

  • Después de haber gozado con las tetazas de Pepi, cariño, las mías seguro que no te gustan… - dijo mi madre sin duda para dar pie a que yo elogiara abiertamente sus tetas y pusiera de manifiesto lo que me atraían delante de Arturo. Así lo hice y no me quedé sólo con los atrevidos piropos a los pechos de mi madre sino que en un momento dado, inclinándome sobre uno de ellos, me metí uno de los pezones de mi madre en la boca y se lo lamí breve pero intensamente.

  • Sí, señor, chúpale las tetas a tu madre, que las tiene cojonudas. – Dijo divertido, y sin escandalizarse en absoluto ante mi conducta, el marido de Pepita.

Bromeamos un poco más elogiando las redondas tetas de mi madre y luego yo le pregunté directamente a Arturo si le había gustado tirarse a mi madre. El, por supuesto, me dijo que sí y añadió:

  • Y como veo que no te sientes molesto porque tu madre folle con quien le venga en gana añadiré que ha sido uno de los polvos más excitantes de mi vida y que espero que se repita, ja, ja.

Mi madre entonces dijo que había estado muy bien pero que ella necesitaba más polla en el chocho. El marido de Pepita entre risas le respondió que tendría que esperar un poco porque tras las corridas anteriores necesitaba tiempo para recuperarse. Entonces mi madre replicó que no veía porqué había de esperar si allí había más pollas y ya bastante erectas en clara alusión a la mía, que viendo las intenciones de mi madre se me había puesto de nuevo durísima.

  • Es que tú aún no sabes cómo se las gastan éstos. – Le dijo Pepita a su marido con una mirada un tanto enigmática. - ¿No has visto cómo esta cerda se deja chupar las tetas por su hijo? Pues seguro que son capaces de hacer más cosas que eso.

  • Sí, ya he visto antes como a Nati le gusta que su propio hijo le eche toda la lechada en las tetas y hasta he visto que no le importa chupársela… Y a mi que me daba corte follarme a Nati delante de su hijo… - decía Arturo quizá empezando a comprender que mi madre y yo compartíamos el sexo bastante más allá del simple conocimiento de las aventuras de cada uno por parte del otro.

Entonces, ante la asombrada mirada del marido de Pepi, mi madre y yo nos dimos la lengua chupándonos con vicio en un beso netamente sexual mientras yo le estiraba de un pezón y ella me agarraba la polla y empezaba a pasar la palma de su mano sobre mi brillante y humedísimo prepucio en un masaje absolutamente electrizante.

El marido de Pepita cada vez estaba menos sorprendido, lógicamente, viendo la tremenda familiaridad sexual que teníamos mi madre y yo y de hecho y, entre risas, lo terminó encontrando todo incluso natural, sobre todo después de tener en cuenta que aunque no hubiéramos follado todavía, mi madre y yo acabábamos de compartir una orgía en toda regla y con toda naturalidad. Para acabar de aclararlo todo Pepita entonces le contó a su marido, como si lo supiera simplemente a través de mi madre, que no era sólo que yo fuera muy liberal y tolerante con que mi madre follara con otros hombres sino que ésta y yo teníamos relaciones sexuales y que disfrutábamos un montón del incesto entre madre e hijo.

-¿Te parece mal, Arturo? – le preguntó mi madre mientras ahora la otra mano de ella se cerraba sobre la polla del hombre.

  • No, no, en absoluto. Total… no veo ningún problema. Si tenéis esa confianza entre vosotros me parece hasta lógico. Vamos, Nati, que dadas las circunstancias casi vería raro que tu hijo se aguantara sin joderte con lo buena que estás.

Los cuatro reímos alegremente celebrando las palabras de Arturo. Entonces mi madre me dijo a mí:

  • Venga, cariño, vamos a demostrarle a Arturo lo mucho que te gusta darle gusto a mamá en el conejito con esa polla tan dura que tienes. Venga, que estoy calentorra perdida y quiero que además Arturo y Pepi vean lo guarra que soy.

Lógicamente, el paso siguiente fue que yo me follé a mi madre delante del caliente matrimonio allí mismo en el salón de su casa. Coloqué a mi madre a cuatro patas en el suelo y bien agarrado a sus rotundas caderas se la metí de un solo empujón hasta que mis huevos chocaron con sus enormes nalgas. Arturo se excitó brutalmente con aquella escena y su polla se recuperó con una facilidad que incluso a él mismo le sorprendió. Tal era la calentura del marido de Pepita mientras nos veía follar a mi madre y a mí que acabó por meterle la polla en la boca a su mujer loco de excitación.

  • Dale, dale polla a tu madre. Goza con ella que es una buena puta y le gusta hasta la polla de su hijo. – Me decía Arturo salido del todo mientras veía cómo taladraba a mi madre con fuertes emboladas que hacían moverse como flanes sus abundantes nalgas y como campanas sus bonitas tetas.

El marido de Pepita se follaba literalmente a su mujer por la boca mientras me decía esto y acabó corriéndose en ella prácticamente a la vez que yo eyaculaba mi densa y ya escasa leche sobre las nalgas y la espalda de mi madre justo cuando ésta también alcanzaba su enésimo orgasmo de aquella tarde, esta vez gracias a mi polla.

Vernos a mi madre y a mi en aquel polvo incestuoso tuvo un increíble efecto vigorizante para el marido de Pepita. Tras haber eyaculado en la boca de su mujer su polla no se bajó un ápice y enseguida empezó a meterle mano a mi madre y a besarse con ella mientras le decía:

  • Guarra, que eres una guarra de campeonato, Nati. Me pones cachondo como ninguna otra puta y eso de que folles hasta con tu propio hijo el la guinda del pastel, zorra. ¿Quién iba a pensar que la mojigata amiga de mi mujer era en realidad una putona viciosa como ninguna y que se folla hasta a su propio hijo? ¡Menuda golfa estás hecha, Nati! Eres la tía más guarra y más puta que conozco.

  • Sí, estoy hecha una viciosa de tomo y lomo pero te pone cachondo ver cómo jodo con mi hijo ¿a que sí? – Le decía mi madre con una mirada llena de lascivia.

  • Ya lo creo. Hay que ser puta y viciosa para hacer algo así y me encanta, Nati, me encanta, de verdad. A ver si le enseñas a mi mujer a ser igual de zorra, que seguro que todos nos lo pasamos mejor.

  • Puedes estar seguro de que tu mujercita te va a demostrar desde hoy que es mucho más putorra de lo que tú pensabas, cariño. – Le respondió mi madre con una voz llena de malicia mientras le estiraba de las tetillas al marido de su amiga y acercaba su lengua a la boca de Arturo para darse un beso lleno de lujuria con él..

El marido de Pepita estaba tan cachondo y excitado con el puterío de mi madre que todavía le echó aquella tarde otro polvo a ésta allí delante de nosotros. Pepita y yo tampoco nos estuvimos quietos y mientras mi madre y Arturo follaban, Pepi y yo montamos un caliente 69 y acabamos echando otro fenomenal polvazo sobre el sofá tras chuparnos a conciencia nuestros respectivos sexos.

Tras este nuevo asalto de sexo descontrolado, los cuatro nos quedamos un rato charlando. Arturo nos felicitaba a mi madre y a mi por nuestra cachondura y por nuestro talante y entonces Pepita sacó hábilmente el tema del incesto a raíz de nuestras relaciones. Así, hablando de lo que hacíamos mi madre y yo, terminó saliendo a relucir el nombre de Marta, la hija de Pepita y su marido. Pepita lo hizo muy sutil y hábilmente, simplemente estableciendo una analogía entre las relaciones incestuosas de mi madre conmigo y señalando como una mera idea casi irrealizable la presencia de su hija Marta en una situación similar.

  • Ya ves a estos dos, madre e hijo y lo bien que se lo pasan los muy cabrones – decía Pepita. – Vamos, es increíble ¿verdad? ¿Te imaginas que nuestra hija Marta acabara haciendo algo parecido contigo?

Entonces él, en aquel ambiente de confianza, nos contó que ocasionalmente en conversaciones de compañeros de trabajo se había hablado de lo buenas que estaban las hijas de algunos y acabó reconociendo y confesándonos que alguna vez había pensado en su hija en términos sexuales y que hasta se calentaba cuando la veía por casa en bragas y sujetador o atisbaba por sus escotes sus más que prominentes tetas.

  • Espero que no te moleste y que me entiendas, Pepi, - pareció pedir disculpas o justificarse él. – Sabes que nunca haría nada deshonesto con nuestra hija pero es que Marta está bien buena, la verdad y con las exhibiciones que a veces hace por casa… Hay días que anda con una camiseta y nada debajo, y claro, a nada que se mueva se le ve el culo, se le marcan las tetas

  • Tranquilo, cariño – le dijo su mujer. – Si me parece natural tanto que encuentres atractiva a Marta como que te pongas un poco calentito cuando la ves ligera de ropa por casa o con los pezones bien marcados en sus camisetas.

La respuesta de su mujer pareció tranquilizarle y darle confianza y como yo también le di pie comentando lo mucho que me excitaba tocarle las tetas a mi madre o lo bien que nos lo pasábamos chupándonos y desde luego follando, el marido de Pepita se fue soltando. Su declaración definitiva se produjo después de que Pepita comentara, en alusión a las relaciones entre mi madre y yo, que tonta sería ésta si teniendo a su disposición una polla como la mía no la disfrutaba. Entonces mi madre le dijo que ya que ella no tenía ningún hijo varón podía disfrutar de la mía siempre que quisiera. Todos reímos y fue entonces cuando hábilmente mi madre volvió a sacar a relucir el nombre de Marta, la hija del matrimonio, para preguntarle al marido de Pepita con picardía si no había pensado alguna vez en hacer algo con ella. Fue entonces cuando el hombre declaró:

  • La verdad es que debo reconocer que sí. No sé que pensará mi mujer de esto pero visto lo visto y lo que ha dicho antes supongo y espero que no le parezca mal. Después de todo se ve que le parece muy bien que vosotros folléis como locos siendo madre e hijo y por otro lado yo no he hecho nunca nada con mi hija ni creo que lo llegue a hacer nunca. Es sólo una idea; no tiene nada que ver con la realidad, claro. Pero bueno, ya que estamos en confianza os diré que alguna paja ya me he cascado pensando en lo putilla que debe ser esa zorrita. Eso sí que es verdad. Me calienta un montón pensar que nuestra hija es una guarrilla calentorra y por otro lado motivos tengo para fantasear con ello porque no se si adrede o inconscientemente pero hay que ver cómo me enseña sus encantos la muy golfilla. No quiero ni imaginarme lo que hará por ahí con sus amigos

  • ¡Menudo calentorro! O sea que haciéndote pajas pensando en Martita ¿Eh?

  • Pepi, no te enfades, ya te digo que

  • Tranquilo, cariño – le tranquilizó su mujer. – No me molesta; todo lo contrario. Por mi te la puedes tirar si quieres. Claro que tiene que querer ella ¿eh?

  • ¿De verdad, Pepi? ¿Lo dices en serio eso de tirármela? ¿De verdad no te importaría…?

  • Claro que no, cariño. Si ella quisiera por mi encantada de verte dándole gusto a esa zorrita.

  • Pues ya me gustaría, ya, lo confieso. Pero eso sí que va a ser difícil… Me parece que tendré que conformarme con las pajas que me hago después de verla con esas camisetas enseñando el culo.

Tras este planteamiento tan favorable le contamos al marido de Pepita nuestro plan para introducir a su hija en nuestras relaciones y, por supuesto, le pareció estupendo mostrándose tremendamente excitado. Lo propusimos como si se nos hubiera ocurrido en ese momento de modo que no fue necesario confesarle las relaciones previas que Pepita había tenido con nosotros y las confesiones que sobre su pasión por el incesto nos había hecho ésta.

Planeamos entonces para la semana siguiente una orgía los cuatro con la intención de ser descubiertos por la joven hija de Pepita y precipitar así los acontecimientos con la joven Marta. Sin embargo las cosas salieron de forma bastante diferente a como las habíamos planeado.

Continuará