Círculo Incestuoso (26)

Dos madres cachondas para siete jóvenes viciosos. Nuestras madres son las estrellas de una caliente orgía en la que follan con los siete asistentes a la fiesta de despedida de soltero. El final es apoteósico, especialmente para Celia y su hijo.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 26 – Dos madres cachondas para siete jóvenes viciosos).

En el capítulo anterior la fiesta de despedida de soltero del amigo de Enrique había continuado tras el strip-tease de nuestras madres y la calentura general había hecho que las dos jamonas nos acabaran chupando la polla a todos los chicos, incluidos sus respectivos hijos, por supuesto. Tras esa primera mamada de Celia a Enrique mi madre había sugerido que era el momento de que los chicos folláramos con ellas.

La abierta invitación de mi madre a follar propició un nuevo griterío enardecido por parte de los chicos y tuvo también el efecto de levantar de inmediato las pocas pollas que estaban en estado morcillón tras las recientes corridas en las bocas de las dos maduras golfas.

El número estrella de la jodienda se inició después de que mi madre oficiara de nuevo de organizadora y propusiera una primera tanda, similar a la de las mamadas, en la que cada chico se pusiera en una fila en función de la hembra que quisiera tirarse en primer lugar. Para que la cosa fuera más cómoda, en lugar de seguir en el salón del chalet, mi madre sugirió que nos fuéramos a alguna habitación con camas. El amigo de Enrique que se iba a casar y en cuyo honor era la fiesta era también el propietario del chalet, bueno, hijo de los dueños del chalet para ser más exactos. Fue éste el que nos dirigió al piso de arriba, que era donde estaban los dormitorios.

  • Podéis estar cada una en una habitación si os parece. – Le dijo el chico a mi madre.

  • Mejor todos juntos – intervine yo antes de que mi madre contestara. – En estas situaciones tan divertido es tirarse a estas golfas como ver cómo lo hacen los demás con cada una de ellas ¿no?

  • Sí, es verdad. – Me apoyaron varios chicos.

  • ¿A ti no te importa ver cómo nos follamos a tu madre? – Me preguntó uno de ellos.

  • A estas alturas creo que es bien evidente que no pero por si queda alguna duda te diré, amigo mío, que no sólo no me importa sino que me encanta ver a mi madre bien ensartada en una polla dura y gozando como una perra.

  • Bien, bien. – Me contestó el chico. – De hecho te preguntaba eso imaginándome la respuesta, y es que te diré que una de mis mayores fantasías es precisamente ver a mi madre follando con uno o incluso con varios tíos a la vez y hecha una buena zorra. ¡Uf, qué suerte tenéis vosotros dos, qué suerte!

Entonces intervino de nuevo el chico objeto de la despedida diciendo:

  • Pues entonces lo mejor será que vayamos todos a la habitación de mis padres. Hay solo una cama pero es muy grande y seguro que caben muy bien nuestras maravillosas invitadas.

  • Muchas gracias por el piropo, cariño. – Le dijo mi madre al joven para darle a continuación un beso en toda regla metiéndole la lengua hasta la garganta mientras se pegaba a él apretando sus tetas contra el pecho del joven y restregando su peludo chochazo contra su empinadísimo cimbel.

  • Si supiera mi madre lo que vamos a hacer en su cama… Nunca se imaginaría que su dormitorio va a ser el escenario de una orgía monumental. - Decía el joven según entrábamos los siete chicos y las dos mujeres en la habitación.

  • Bueno, eso depende de lo golfa que sea. Ya ves que hay madres que son unas verdaderas zorras cachondas, ja, ja, ja. – Le dije yo.

  • ¡Uy, ojalá fuera mi madre como la tuya! – decía el joven. – Pero puedo asegurarte que es más puritana que una monja de clausura.

  • Eso nunca se sabe… Y si quieres te cuento yo las sorpresas que me he llevado con mi santa madre. - apostilló Enrique haciendo que todos riéramos.

  • Igual ella ha soñado más de una vez con ser la protagonista de una orgía en esta cama y no ha tenido oportunidad… - Remató Celia.

La habitación de matrimonio de aquel chalet era verdaderamente grande y a pesar de que nosotros éramos nueve entramos cómodamente. Tanto mi madre como Celia enseguida se adueñaron de la cama tumbándose la primera a los pies de la cama y la otra en la zona del cabecero.

Enseguida se formaron las dos filas por parte de los amigos de Enrique pero yo aprecié que éste no sabía muy bien como actuar y le veía un tanto nervioso y hasta azorado. Pensé que aunque sin duda lo debía estar deseando quizá le parecía en exceso violento poner de manifiesto delante de sus amigos que deseaba follar con su madre y por otro lado, a pesar de la reciente mamada que Celia le había hecho, quizá Enrique tuviera dudas sobre si su madre estaba dispuesta a follar con él. Para quitarle esa presión yo me situé en la cola de los que se iba a joder a Celia y le dije:

  • Venga, Enrique, fóllate a mi madre, goza con ella y dale placer como a una buena puta ¿eh?

  • Lo mismo te digo, dale gusto a mi madre. – Me respondió él con la boca seca pero con un cierto alivio, según creí notar.

A continuación los chicos nos fuimos follando a las dos macizas jamonas poco a poco, gozando con ellas y sobre todo haciéndolas gozar a base de bien. Mi madre llegó a experimentar 6 orgasmos en aquella ronda y recibió la leche de uno de los amigos de Enrique, el que la folló en primer lugar en la tripa. El que la jodió a continuación, después de proporcionarle a mi madre un estupendo orgasmo, quiso correrse en su boca y ella, lógicamente accedió, mamándosela hasta la eyaculación del chico. El tercero, que era Enrique, también hizo que se corriera dos veces y acabó experimentando un tercer orgasmo cuando él eyaculó con toda su potencia dentro del vicioso coño de mi madre. El cuarto joven que la penetró también la llevó a un fabuloso orgasmo y acabó echándole su lefa en la espalda y nalgas de mi madre pues éste la jodió a cuatro patas.

Por su parte Celia experimentó 5 tremendos orgasmos. Dos con el primero que la jodió, que acabó corriéndose en sus tetas; otros dos conmigo que fui el segundo que la penetró y que acabé echándole la leche en la tripa y en los pelos de su coño, y un tercer y brutal orgasmo con el chico que la folló en tercer lugar justo cuando él se corría en su tremendo chochazo con gran placer para ambos.

Después de esta múltiple follada todos estábamos ya tan cansados y era tan tarde que tras un breve rato de charla y descanso decidimos dar por finalizada aquella extraordinaria fiesta. Como en el chalet no cabíamos las 9 personas para pasar la noche cómodamente Enrique y yo habíamos decidido ir con nuestras madres al hotel de la localidad en el que habíamos reservado unas habitaciones.

La despedida fue un continuo ir y venir de felicitaciones tanto a nosotros como a ellas por parte de los amigos de Enrique y una tandada interminable de besos y magreos entre ellas y los cinco chicos amigos de Enrique.

En un momento dado, y estando mi madre a medio vestirse, tres de los jóvenes empezaron a alabar el culazo de mi madre y a tocárselo mientras le pedían que como despedida les dejara besárselo.

  • ¡Uy, pues claro que os dejo, hijos! ¿Cómo no os voy a dejar que me beséis en el culo si tanto os gusta? ¡Encantada!

Mi madre entonces se colocó con el culo en pompa y apoyada con las manos en sus propias rodillas mientras los tres jóvenes le empezaban a dar besos en las nalgas. Los besos pronto se convirtieron en lengüetazos y alguno, sin duda más vicioso que sus compañeros, no se limitó sólo a las nalgas de mi madre sino que deslizó su lengua por la raja del culo de ella y a buen seguro hasta por el ojete a juzgar por los gemidos y expresiones que empezó a proferir mi madre.

  • ¡Pero qué guarros sois, cabroncetes, tan jóvenes y tan marranos! Pero seguid, seguid, lamedme bien el culo, que me encanta ¡ahh! ¡Ummm! Así, así, con la legua ahí, ahí, en todo el agujerito ¡ummm…!

Entonces un los otros dos amigos de Enrique se acercaron hasta mi madre por delante y como ésta tenía la blusa completamente abierta y dada la postura de ella sus tetas colgaban de forma harto lasciva, se las empezaron a chupar provocándole aún más placer a la muy golfa.

Desde cierta distancia Enrique, su madre y yo contemplábamos la caliente escena y entonces yo le dije a la madre de Enrique:

  • Celia, tú también tienes un culazo como para comértelo ¿eh, maciza?

  • Bueno, bueno… - contestó ella con coquetería y moviendo un poco las caderas para menear su culazo. – Gordo sí que lo tengo, sí.

  • ¿Tú que dices, Enrique? – le pregunté yo con intención a su hijo.

  • Pues qué voy a decir, que claro que lo tiene como para darse un banquete…así que, venga, sóbale bien el culo a mi madre, que me encanta ver cómo disfrutas del culazo de mi madre.

  • Venga, Celia, levántate esa falda otra vez y déjanos ver si lo tienes apetitoso como para comértelo o no, anda.

  • ¡Uy, estos chicos! ¿Pero no habéis tenido ya bastante que queréis verme el culo otra vez?

  • Venga, Celia, enséñanos ese pandero a tu hijo y a mi que seguro que te lo devoramos, zorrona.

  • Eso, mamá, levántate la falda y enseña el pompis que me estoy poniendo cachondo viendo cómo se lo comen a Nati y pensando en lo bueno que está el tuyo y me apetece un montón ver cómo te lo comen a ti, cachondona.

Celia entonces, riendo con picardía, se remangó la falda hasta dejarla en su cintura mostrándonos de nuevo su enorme culazo ahora cubierto, si se puede decir así, por la estrecha tira de un tanga negro. Yo entonces me agaché detrás de ella y le empecé a acariciarle los muslos y a darle besos en las gordísimas nalgas mientras animaba a Enrique a que me acompañara en la tarea. El chico sin duda estaba muy excitado con el culo de su madre pues no se hizo de rogar ni trató de buscar ninguna justificación ni tampoco le pidió permiso alguno a su madre; simplemente se puso a mi lado y empezó también a darle besos en las nalgas y a acariciarle a su madre aquellas dos blancas esferas de carne. En un momento dado yo le bajé el tanga a Celia hasta los tobillos y le pasé la lengua por la raja. Luego abrí sus enormes nalgas hasta descubrir su agujerito marrón y le di un par de breves lengüetazos en el ano. La cachonda mujer suspiró fuertemente de gusto y entonces yo le dije a Enrique:

.- Sigue tú con el culo de tu madre que yo voy a mamarle un poco las tetas, que me apetece mucho comérselas mientras las tiene ahí colgando así según está inclinada hacia delante.

Y así lo hicimos. Pronto, a juzgar por los gemidos de Celia, me di cuenta de que Enrique le estaba lamiendo el ojete y entonces me incorporé para verlo por mí mismo. En efecto así era; Enrique le estaba chupando el culo a su madre que se derretía de gusto mientras le decía:

  • ¡Qué gusto, hijo, qué gusto me da eso que me haces en el culo! Y todavía me da más gusto que seas tú, mi propio hijo, el que te estás portando como un cerdo con la guarra de su madre comiéndole todo el culo. Ummmm, qué rico, mi amor, sigue, sigue. Chúpale el culito a mamá, que me gusta mucho, mucho. Ay, pero que cerdo eres, mi Enrique, eres todo un marrano y no veas como le gusta a mamá que seas así de guarro. Ummm. Esto es tremendo, mi amor.

Yo también estaba completamente excitado pues además de la acción de Enrique con su madre me estaba poniendo muy caliente ver que mi madre, después de haberse dejado chupar el culo durante un buen rato y también las tetas por los amigos de Enrique, ahora era ella la que les estaba chupando el culo a los chicos, que se habían situado delante de ella y sacando el culo para que mi madre les pudiera pasar la lengua por sus ojetes en un tremendo y quíntuple beso negro. Verla chupándoles el culo a los chicos me excito mucho puesto que era una práctica que hasta el momento ni siquiera había hecho conmigo y me calienta mucho ver a mi madre haciendo guarradas con otros hombres, especialmente si son de ese calibre y se trata de cosas que yo no he probado con ella.

El calentamiento general era tal que a pesar de que en principio la fiesta ya había terminado la cosa, lógicamente no podía quedar ahí, así que enseguida los cinco jóvenes cuyos culos había estado lamiendo mi madre empezaron a joderla a turnos provocándole de nuevo un enorme placer a mi cachonda madre. A su vez yo también quise joderme a Celia y así lo hice follándola al estilo perro después de que su hijo dejara de chuparle el culo. Mi madre tuvo hasta cuatro tremendos orgasmos mientras la jodían los amigos de Enrique. Tres de ellos se corrieron en su coño mientras los otros dos lo hacían en boca y cara tras haber recibido las atenciones bucales de mi cachonda madre. Por su parte Celia tuvo un orgasmo verdaderamente monumental antes de que yo me corriera echándole toda mi caliente leche en sus fabulosas nalgazas.

Después de este polvazo a modo de epílogo ya sí dimos verdaderamente por finalizada la fiesta y tras una nueva ronda de besos de despedida nosotros montamos en nuestro coche y nos dispusimos a dirigirnos al hotel mientras los amigos de Enrique se iban a descansar de tan ajetreada noche durmiendo en aquel chalet.

En el coche íbamos, lógicamente, Celia, mi madre, Enrique y yo; nosotros sentados delante y ellas dos atrás. Nada más arrancar Enrique dijo:

  • Joder, menuda manera de acabar la fiesta; vaya orgión que nos hemos montado cuando ya parecía que habíamos acabado. Bueno… os habéis montado porque yo buena calentura sí llevo después de todo esto pero los cojones a reventar también… que yo en esta última tanda no me he corrido

  • Pues eso no puede ser, cariñito. – Le dijo su madre mimosa desde atrás acariciándole el pecho.

  • Vamos a tener que ir aunque sea a un picadero de por aquí para que te desahogues… - le dije yo riendo.

  • Pues venga, vamos – intervino mi madre – que la verdad es que es muy divertido estar los cuatro en el coche juntos y bueno… haciendo cositas ¿eh?. El otro día a mi me encantó lo que hicimos en el coche...

  • Pero no me digas, mamá, que todavía tienes ganas de más… - Le dije yo riendo.

  • Hombre, la verdad es que se puede decir que estoy satisfecha pero… si hubiera algo más tampoco iba a desperdiciarlo, ja, ja, ja. Yo ya tengo muy claro que a mi edad no dejo pasar ni una sola oportunidad de darle gusto al chocho. Así que si fuéramos a un picadero no os penséis que me iba a estar quietecita, ja, ja, ja.

  • Bueno, mamá. Mejor que en un picadero estaremos en la habitación del hotel ¿no? Hemos alquilado dos habitaciones pero bien podemos pasar un rato los cuatro en una hasta que Enrique se… ¿cómo diría…? Se sienta más tranquilo ¿no os parece?

Los cuatro reímos con ganas y no dirigimos al hotel. Por el camino Enrique iba diciendo:

  • Tiene cojones que siga tan caliente después de todo lo que hemos follado y las veces que nos hemos corrido ¿eh? Pero es que hay que ver cómo me ponen estas putonas

  • Lo que tiene cojones, hijo – dijo Celia – es que nosotras seamos tan zorras como para seguir tan o más calentorras que tú después de habernos follado siete chavales; eso sí que es cojonudo.

  • Bueno, intervine yo – a siete no, porque lo que tiene cojones de verdad es que teniendo a nuestra disposición los dos chochos más viciosos que conocemos nosotros dos sólo nos hayamos follado a uno ¿eh, Enrique?

  • Eso también es verdad, y no es que con el de tu madre no baste pero

  • ¿Te ha puesto bien cachondo chuparle antes el culo a tu madre, eh? – le dijo la mía mientras le acariciaba el paquete al joven desde los asientos de atrás del coche.

  • Bueno, pues no voy a decir que no. La verdad es que he estado caliente con ella toda la noche, la verdad, aunque sea mi madre. ¡Para empezar menuda exhibición, hay que ver cómo os movíais las dos en el escenario…! Y luego… menuda orgía. Mamá, me ha encantado verte hacer todo lo que has hecho. Eres una mujer fantástica.

Ellas reían complacidas y entonces yo lancé la andanada definitiva para que Enrique tuviera más fácil llevar a cabo lo que sin duda estaba deseando.

  • Pues yo creo que esto no puede acabar así. Resulta que tenemos a nuestro lado a las dos zorras más calentorras que nos vamos a encontrar en toda nuestra vida ¿y nos vamos a follar sólo a una? ¿Tú qué dices, Enrique?

  • Yo… no se… - Respondió el joven un tanto cohibido ante aquella sugerencia tácita que implicaba que cada uno nos folláramos a nuestra propia madre.

  • Pues si tú no lo sabes yo sí. – Afirmé yo con decisión. - Lo que vamos a hacer ahora en cuanto lleguemos al hotel y en la intimidad de la habitación es follarnos cada uno a nuestra respectiva madre, a no ser que ellas no quieran, claro.

  • No estaría mal, no… - Dijo Enrique como tratando de ver o de provocar alguna reacción al respecto en su madre.

El joven entonces miró a su madre tras mi expresa propuesta incestuosa y ésta le dijo:

  • Cariño, ¿a ti de verdad te gustaría joder con tu madre?

  • Mamá, espero que no te parezca mal lo que voy a decirte pero lo cierto es que he estado pensando en follarte como a una perra durante toda la noche. Y bueno, tampoco es que ese pensamiento lo haya tenido hoy por primera vez. Después de todo lo que ha pasado supongo que no te molestará demasiado que haya pensado eso

  • No le parece mal a la guarra de tu madre, no. – Respondió mi madre rápidamente y riendo a carcajadas.

  • Claro que no, hijo – corroboró Celia también riéndose e incorporándose para darle un morreo a su hijo desde los asientos de atrás. – Me parece estupendo, lo mejor y lo más excitante que me han dicho y ya estoy deseando poner mi coño a tu disposición para que me jodas como a una puta, como a una buena perra que es lo que soy, mi amor.

  • ¿De verdad, mamá? – Dijo Enrique con el brillo de la lujuria en sus ojos.

  • ¡Ay, que ilusión me hace que me quiera joder mi propio hijo! – Exclamó Celia por respuesta. - Hoy he follado mucho y me lo he pasado como nunca en la vida. Nunca pensé que me fuera a ocurrir algo así, que yo fuera a tomar parte en una juerga como la que hemos vivido. Me parece completamente increíble, pero tengo la impresión de que lo mejor todavía está por llegar.

  • ¿Lo dices en serio, mamá? ¿Te gustaría… no te parecería mal que yo… que tú y yo…?

  • ¡Pues claro que me gustaría, hijo, me entusiasma la idea! Si antes mientras me chupabas el ojete, que por cierto me ha puesto a mil, no hacía más que pensar "si le gusta chuparme el culo no tiene que ser tan difícil que acabe jodiéndome". ¡Ay, qué bueno, que excitante!.

  • Oye, - dijo entonces Enrique dirigiéndose a mi madre. - ¿A ti, Nati, con lo liberal y animada que eres no te parecerá mal eso de que… bueno, ya sabes, eso que hemos dicho de que vayamos a joder yo con mi madre y tu hijo contigo, no? ¿Eh, Nati, a ti también te apetece…?

Entonces mi madre y Celia estallaron en una tremenda carcajada y cuando Enrique lo empezaba a comprender todo su madre le dijo:

  • Hijo mío, este par de guarros llevan follando juntos ya una buena temporada y seguro que si hubieran recogido toda la lefa que su hijo le ha echado en la boca y en el coño a Nati había para llenar unas cuantas botellas de litro con esa lechada.

Todos reímos con satisfacción y en esto ya llegamos al hotel al que nos dirigíamos. Una vez allí subimos a las habitaciones como si mi madre y Celia fueran a dormir juntas y Enrique y yo juntos también pero una vez en el piso nos metimos los cuatro en la misma habitación.

Una vez en la habitación fueron ellas las que tomaron la iniciativa. Celia enseguida se abrazó a su hijo y mi madre hizo lo propio conmigo empezando las dos parejas a morrearnos. Ellas se frotaban contra nosotros con verdadero vicio y a pesar de la cantidad de orgasmos experimentados aquella noche la excitación no tardó en apoderarse de nosotros como si lleváramos varias semanas sin follar.

Nuestras madres empezaron a desnudarnos rápidamente y nosotros hicimos lo mismo con ellas hasta dejarlas completamente en pelotas. Estaban preciosas, con sus rechonchos cuerpazos y sus carnes abundantes completamente exhibidas para nosotros. Pronto las dos cachondas maduras estaban arrodilladas frente a nosotros y nos estaban haciendo una soberana mamada mientras nos tocaban los culos y los huevos y nosotros las sobábamos a conciencia.

La calentura era tal que sin demasiados preámbulos yo enseguida le propuse a mi madre que se situara como más le apeteciera para poder penetrarla. Ella se puso a cuatro patas sobre la cama ofreciéndome el trasero y así, tras darle una nueva tandada de lengüetazos en su ojete y también en la castaña, se la clavé en el chocho desde atrás empezando a joderla con ganas. Enrique mi miraba con ojos de verdadera lujuria mientras su madre le seguía chupando el rabo y me dijo:

  • Chico, debe ser lo mejor del mundo joderse a tu propia madre, especialmente si se trata de unas cachondonas como estas ¿eh?

  • Pues a qué esperas. Anda, dile a tu madre que se ponga a cuatro patas y dale polla por el coño y goza con la furcia de tu madre que, como tú dices, es un placer realmente sublime.

  • Venga, guarra – le decía mi madre a su amiga. – Abre ese coñazo que tienes de par en par para tu hijo, que lo estás deseando, puerca.

Enrique y Celia no tardaron en hacernos caso y enseguida estaban ella a cuatro patas y el detrás de ella agarrando las inmensas nalgas de su madre. Enrique le acercó el prepucio al chocho de su madre y ahí mismo ella ya emitió un suspiro de genuino placer incestuoso.

  • Mamá, te voy a joder, te voy a follar como a una putona y créeme que lo voy a disfrutar brutalmente. – Le decía Enrique a su madre.

  • Sí, cariño, jódeme, méteme todo ese pollón en el chocho y fóllame como a una golfa, que es lo que es tu madre.

Enrique entonces apoyó la polla con fuerza en el chocho de su cachonda madre metiéndosela por primera vez en aquel frondoso y cálido coñazo.

  • ¡Aaaaah, así, mi amor, así, jódeme, fóllame hijo, jódete a tu puta madre, que es una completa guarra deseosa de polla, de tu polla! – Decía Celia completamente excitada y fuera de sí al sentirse penetrada por su hijo

El placer y la excitación de todos sin duda eran enormes y eso se percibía en los jadeos, en los suspiros y en las frases que de vez en cuando decíamos alguno de los cuatro.

  • Eso es cachondos, joderos a vuestras putas madres – decía mi madre calentorra perdida. – Así, así, dadnos polla; no hay nada como la polla de nuestros propios hijos dándonos gusto en la almeja ¿eh, Celia? Este es el mejor final para esta noche de vicio.

  • Ya lo creo, chica. Esto es lo máximo; me siento la más golfa y puta de todas las mujeres pero qué cojones; no hay nada como ser la puta de tu propio hijo. Esto sí que es vicio y esto sí que da gustazo del bueno.

  • Eso es, mamá; eres mi puta, la guarra que más gusto me da con su chochazo y la zorra que más me gusta follar. – Decía Enrique mientras arremetía a pollazo limpio en el conejo de su cachonda madre.

  • Sigue, Enrique, hijo, sigue, dame polla, dale pollón a tu puta madre en todo el conejo. Métemela del todo, cabrón. Así, así. ¡Ahhh! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh!

El orgasmo de Celia fue atronador y estaba ella aún gritando su placer cuando se le unió también con un sonoro grito su propio hijo soltándole toda la leche en el coño a su madre.

  • Ahí te va, guarra, ahí te va todo mi placer y toda mi leche, puta golfa. Toma, puerca, toma mi rabo, mamá. ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaahhh! Este es el mejor polvo que he echado en mi vida, zorra, y ha sido con mi madre que es la mejor puta y la más cerda del mundo.

En ese preciso instante también mi madre llegaba al orgasmo y acto seguido yo me vaciaba en su caldoso conejazo que tanto y con tantas pollas diferentes había gozado esa noche.

Tras este fenomenal polvazo los cuatro nos sentamos satisfechos sobre la cama y charlamos un poco sobre la experiencia incestuosa que acabábamos de vivir. Nosotros le confesamos a Enrique que el plan de que acabara follando con su madre no había sido algo que surgiera fortuitamente aquella noche de tremendo despendole sino que en cierta manera había sido gestado con la decidida participación de su propia madre, que deseaba follar con él desde hacía tiempo.

  • Pues me lo podíais haber dicho sin ambages desde el primer momento – decía él riendo – porque ya os digo que para mí tampoco ha sido hoy precisamente la primera vez que he pensado en follarme a esta golfa, sólo que… claro, por muy zorra que veas que es tu madre y por mucha confianza que haya follar con tu propia madre es follar con tu propia madre

  • Pero qué gusto da ¿eh? – le dije yo guiñándole un ojo.

  • El mayor placer del mundo, y mira, creo que todavía más si se le echa el casquete a la propia madre acompañado de otra madre bien puta follando con su hijo, ja, ja, ja.

Después de este rato de charla ya decidimos darnos una ducha pues los cuatro estábamos sudados y sucios de tanto ajetreo sexual, sobre todo nuestras madres, que tenían restos de semen por prácticamente todo su cuerpo. Nos duchamos juntos y en el baño hubo lugar para nuevas bromas y toqueteos mientras nos duchábamos y nos secábamos. Comentemos entre risas lo que nos gustaban las tetas de nuestras madres o sus culos y ellas hacían bromas sobre nuestros atributos aunque ya no hubo más penetraciones ni mamadas. Creo que todos teníamos bastante por aquel día.

Luego Enrique y Celia se fueron a dormir a la otra habitación mientras mi madre y yo compartíamos cama en aquella habitación. Fue maravilloso dormir con mi madre, los dos completamente desnudos, aunque ya no hiciéramos nada más aquella noche. No se si Enrique y Celia follarían aún una vez más antes de dormirse. Lo que sí es seguro es que las dos parejas lo primero que hicimos al día siguiente fue echar un buen polvo incestuoso nada más levantarnos pues los cuatro lo estuvimos comentando entre risas mientras desayunábamos en el restaurante del hotel. Y es que a la mañana siguiente, con las fuerzas repuestas tras unas cuantas horas de sueño reparador, era difícil resistirse a la atracción que sobre nosotros ejercían los macizos cuerpos desnudos de nuestras jamonas madres. Y más si para despertarnos ellas decidieron utilizar nada menos que sus lenguas. A mí mi madre me despertó chupándome el culo y los huevos y a Enrique su madre le hizo una mamada en toda regla como saludo de buenos días. Tras ese polvo mañanero, como decía, bajamos los cuatro a desayunar y luego nos dispusimos a regresar a nuestra ciudad.

En el viajen de vuelta a nuestra localidad, además de comentar todo lo sucedido, quedamos para una nueva sesión de sexo incestuoso entre las dos parejas aunque aún no sabíamos cuándo dispondríamos de una de nuestras casas para poder gozar de nuestras golfísimas madres en la comodidad de una cama. Esa orgía a cuatro no tardó en llegar y de hecho dos días después nos reuníamos en nuestra casa y follábamos a placer jodiéndonos los dos a las dos calientes y viciosas madres que tenemos la fortuna de tener.

A partir de aquí la vida sexual de Celia ha seguido una tremenda espiral de vicio que en algún momento comentaré aunque mi madre y yo, tras una temporada de frecuentes encuentros con ellos, hace ya algún tiempo que tenemos un contacto más bien esporádico con esta viciosa pareja incestuosa.

Continuará….

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