Círculo Incestuoso (25)

Nuestras madres, reinas del espectáculo. Mi madre con más de 50 años y Celia con más de 60 excitan como nunca a un grupo de calientes veinteañeros mientras el hijo de Celia y yo celebramos que nuestras madres sean tan cachondas.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 25 – Nuestras madres, reinas del espectáculo).

En el capítulo anterior se había iniciado la fiesta de despedida de soltero de uno de los amigos de Enrique con la participación estelar de nuestras respectivas madres como stripers. Acababa aquel capítulo cuando Celia se había deshecho de su blusa transparente y mi madre acababa de mostrar sus bonitas tetas a la entregada audiencia sacándoselas por encima del sujetador.

Ahora le tocaba adueñarse de la escena de nuevo a Celia. Como era de esperar ahora fue ésta la que lentamente y con bastante gracia, la verdad, se soltó el sujetador y poco a poco fue dejando que la prenda se deslizara por su cuerpo hasta descubrir sus impresionantes tetazas, ya muy caídas pero tremendamente atractivas. Cuando más gritaban los jóvenes, Celia, con un sorprendente dominio de la escena lanzó el sujetador hacia su público provocando una nueva y delirante ovación y andanada de piropos y frases atrevidas especialmente dirigidas a sus imponentes tetazas.

A continuación Celia se fue hacia atrás una vez más mientras mi madre avanzaba hacia la posición más adelantada del improvisado escenario. Ahora mi madre también se quitó el sujetador ya por completo provocando un nuevo delirio en la concurrencia y a continuación dándole la mano a Celia hizo que ésta se adelantara haciendo que ambas fueran coprotagonistas de la escena. Entonces mi madre se agarró los pezones con sus dedos índice y pulgar de cada mano y tirando de ellos se levantó sus caídas tetas invitando a Celia a que hiciera lo mismo. Allí teníamos entonces a las dos jamonas sujetándose y alzándose las tetas cogiéndose de los pezones en una imagen absolutamente erótica. Tanto mi madre como Celia se movían al ritmo de la suave música y dirigían sus tetas a uno y otro lado en todo momento agarrándolas de los pezones.

  • ¡Macho, que madre más buenorra y más cojonuda tienes! – me decía uno de los chicos. - ¡Y qué cachonda parece! ¡Qué envidia!

El numerito de los pezones puso ya al borde del delirio a todo el personal masculino, incluidos por supuesto, Enrique y yo mismo. En este punto algunos chicos se habían quitado ya los pantalones y mostraban sus erectísimas pollas mientras empezaban a acariciárselas.

  • Perdonad si os parece inadecuado que nos saquemos las pollas – dijo uno – pero es que una oportunidad como esta de disfrutar viendo los encantos de las dos mujeres más atractivas del mundo no vamos a tener muchas y...

  • Podéis sacaros las pollas, desde luego – dijo Celia riendo desde el escenario. – A nosotras también nos estimula y agrada ver todo eso tan bonito y tan empinado, no os creáis.

  • Es muy agradable comprobar que en efecto os gustamos – dijo mi madre mientras se estiraba de sus pezones de una forma que yo nunca le había visto hacer. Celia por su parte también se estiraba de sus pezones y al ser sus tetas tan grandes y tan colgonas éstas le quedaban muy alejadas de su cuerpo al estirárselas de aquella manera. Verlas así a las dos era realmente impresionante.

  • ¡Vaya tetazas, Celia! – dijo uno de los chicos. – Anda, inclínate y deja que cuelguen hacia abajo; a ver hasta donde te llegan, maciza.

La madre de Enrique hizo lo que le pedía el amigo de su hijo y se inclinó hacia delante dejando que sus tetas colgaran perpendiculares al suelo. Lo cierto es que las tetas de Celia son grandes pero su característica más sobresaliente es que son ya muy colgonas y eso las hace muy largas, mucho más que por ejemplo las de Elena, la otra amiga tetona de mi madre de la que os he hablado. Esta las tiene más redondas, más llenas pero no le cuelgan tanto y no le llegan tan abajo a pesar de usar una talla mayor que las de Celia.

Al ver a la madre de Enrique inclinada con las tetas colgando y apuntando al suelo uno de los chicos tuvo la ocurrencia de medir lo largas que eran. Su propuesta fue acogida con alborozo por el resto de modo que segundos después, y armado con una cinta métrica, el joven subió al escenario y midió las tetas de Celia, según estaba ésta inclinada y con las mamas perpendiculares al suelo, desde su pecho hasta el pezón.

  • ¡¡38 centímetros de teta colgante, chavales!! – anunció el joven provocando los gritos de entusiasmo de todos nosotros.

El chico finalizó su presencia en el escenario amasándole un poco las tetas a Celia y provocando con ellos nuevos gritos de lujuria por parte de todos sus amigos.

En este punto ya todos estábamos sin pantalones y con el cimbel bien erecto. Entonces uno de los chicos dijo:

  • Va a ser la mejor paja de mi vida, y no la cambiaba por un polvo con cualquier tía de nuestra edad...

  • Bueno, - intervino mi madre – pero no vayáis a soltar toda la leche vosotros solitos, que luego igual nosotras queremos algo...

Esta intervención de mi madre, señalando tácitamente que aquella noche podría acabar con lago más que una mera exhibición por parte de las dos jamonas, fue como una andanada brutal que hizo que los chicos empezaran a gritar y a piropear a mi madre de forma unánime y entusiasta.

  • ¡Nati, maciza, eres una cachonda!, ¡Nati, maciza, eres una cachonda!, ¡Nati, maciza, eres una cachonda!...

  • A tu disposición para lo que quieras, hoy y siempre, maciza. – Decía uno cuando se calmaron los gritos de los demás.

Tras una nueva y cerradísima ovación continuó el número. Ahora mi madre se dio la vuelta y con parsimonia y un saber hacer que yo nunca hubiera imaginado en ella, se levantó muy poco a poco la minifalda hasta descubrir todo su inmenso y gordo culazo sólo cubierto con la brevísima tira del tanga negro que se escondía entre sus inmensas nalgas. Los chicos bufaban de placer y de excitación. Mi madre se quedó en esa postura durante unos segundos y entonces, muy sensualmente, empezó a mover el culo suavemente de una lado a otro haciendo que sus fabulosas nalgas se movieran como enormes flanes. El delirio se apoderó de todos los chicos, incluido yo mismo, pues ver el enorme y bamboleante culazo de mi madre en aquella postura era para levantársela a tope al más frío de los hombres.

Mi madre le hizo una seña a su amiga y entonces Celia se puso a su lado y la imitó hasta dejar su también orondo y gordísimo culo en pompa desnudo ante los chicos y mostrando la tira del tanga, bueno, más que mostrarla dejando ver cómo se escondía también entre las fabulosas y enormes nalgas de la jamona mujer.

Los piropos hacia los culos de ambas mujeres fueron de órdago y no menos entusiastas eran las frases de felicitación que los chicos nos dirigían a Enrique y a mi por tener como madres a semejantes calentorras.

A continuación las dos cachondas maduritas se dieron la vuelta quedando de nuevo de frente y se quitaron las minifaldas mostrando sus ligueros y ya dejando ver las breves bragas tipo tanga tras las cuales se adivinaba y hasta se apreciaba por los laterales, la frondosa pelambrera que adorna los chochos de las dos mujeres.

El liguero se lo quitaron también a la par y con una nueva demostración de que hasta la más normal ama de casa sabe utilizar las armas de la seducción femenina para resultar embriagadora al desnudarse. Lo hicieron lentamente, desprendiendo las presillas de las medias con estudiada lentitud y alternándose en esa labor mi madre y Celia. Con semejante actuación no hacían sino provocar suspiros, piropos y hasta quejidos de placer en todos nosotros. Cuando por fin estuvieron sólo con los tangas, las medias y las sandalias de tacón mi madre se sentó lenta y seductoramente en una silla y empezó a quitarse las medias con extrema lentitud mientras dejaba asomar la lengua por entre sus labios. La verdad es que incluso yo estaba más que sorprendido y excitado por semejante actuación. Nunca hubiera pensado que mi madre podía comportarse así encima de un escenario aunque fuera delante de una reducida audiencia de confianza.

  • Tu madre es la tía más zorra y más apetitosa del mundo – me decía uno de los chicos mientras se masturbaba frenéticamente y sin tapujos a la salud de mi madre.

Cuando mi madre se hubo quitado por entero ambas medias y se hubo vuelto a calzar las sandalias de tacón los chicos prorrumpieron en una nueva ovación llena de piropos y sobre todo de obscenidades dirigidas a mi madre, la cual aceptaba todas aquellas muestras de excitación de los chicos sonriendo verdaderamente complacida.

Luego fue Celia la que en una ceremonia similar se deshizo de sus medias. Celia no se sentó en la silla sino que inclinada se fue bajando y quitando las medias mientras en todo momento exhibía sus inmensas tetas colgando hacia el suelo. Sin duda sabía como sacar partido a sus ubres para excitar a los hombres y todo aquel número estaba teniendo su efecto en nosotros. De hecho, en algunos momento del proceso de deshacerse de las medias, los pezones de Celia rozaron visiblemente el suelo de aquel improvisado escenario.

Entre las múltiples obscenidades que con simpatía y verdadera admiración todos le dedicábamos, pude observar que su propio hijo, Enrique, le decía: "Guarra, enséñalo todo, que estás buenorra a más no poder, cachonda"

Cuando ambas mujeres estaban yo sólo con las sandalias y los tangas por toda indumentaria mi madre tomo el protagonismo en el escenario y con una sonrisa llena de lujuria, dijo:

  • Bueno, chicos, ha sido muy agradable desnudarse delante de vosotros; se nota que os gustamos y eso es de agradecer. Nos hace sentirnos de verdad muy contentas. Pero todavía falta lo mejor, el número estrella. – Mi madre aquí hizo una estudiada pausa y sonreía con picardía mientras se movía insinuantemente por el escenario bamboleando sus caderas. Todos esperábamos anhelantes y tremendamente excitados que mi madre nos explicara cuál era aquel número estrella. Cuando retomó la palabra lo hizo para anunciar: - ¡Ha llegado el momento de enseñaros… el coño!

Sus palabras fueron saludadas con un nuevo griterío y piropos indecentes por parte de todos.

  • Eso es, golfas; enseñadnos el coño, putonas. – Les decía uno de los chicos completamente enfervorizado y mientras se sacudía la polla con verdadera furia.

  • Esperemos que os gusten los chochos de este par de viejas. – Dijo Celia.

El griterío fue ensordecedor. Y a continuación mi madre y Celia, las dos al unísono se dieron la vuelta y se empezaron a deslizar los tangas hacia abajo descubriendo por entero sus enormes y blanquísimos culazos. Esta acción apenas puso al descubierto nada que no lo estuviera ya antes porque con los tangas sus culos, sus gordas nalgas, ya habían sido vistas de sobra. Recogieron los tangas del suelo y los lanzaron a sus espaldas cayendo entre nosotros y provocando un nuevo griterío entre los jóvenes. A continuación, y cuando se hizo el silencio, las dos jamonas maduras se dieron por fin la vuelta y mostraron con total desvergüenza y sonriendo complacidas, sus peludos y atractivísimos coños.

Nuestros piropos y obscenidades eran continuos y entonces mi madre, exhibiendo una sonrisa de zorra cachonda que yo nunca le había visto, se llevó las manos a su peludo chocho y agarrando los labios mayores con los dedos se abrió el coño cuanto pudo mostrando con total desvergüenza los pliegues rosados del interior de su precioso conejo.

Ahora sí que el griterío, los piropos y las obscenidades fueron brutales. Acto seguido fue Celia la que hizo lo mismo estirando los gruesos labios de su almejón hasta mostrar también las interioridades rosadas de su excitante almeja. Los gritos de los chicos eran para todos los gustos y a cada cual más soez. En todo caso me llamó de nuevo la atención lo que le oía decir a Enrique, que estaba a mi lado. Este, completamente salido, le dedicaba a su madre perlas como:

  • Eso es, putorra, enséñanos a todos el higo, guarra. Eres una putona, mamá, eres un zorrón y no veas lo orgulloso que estoy de ti, marranaza. ¡Que vean todos mis amigos el chochazo de puta tan bueno que tiene mi madre!

Cuando minutos después los chicos se fueron calmando uno de ellos le dijo a mi madre:

  • Ahora el culo, Nati; queremos ver ese bonito ojete que tienes, zorra. Enséñanos el agujerito marrón.

Mi madre sonrió y sin hacerse de rogar más se dio la vuelta, se inclinó hacia delante para dejar completamente y una vez más ante nuestros ojos su enorme culazo en pompa y seguidamente, sorprendiéndome incluso a mí mismo por su enorme habilidad para excitar a los hombres, dirigió sus manos hacia sus nalgas y agarrándoselas se las abrió hasta dejar perfectamente a la vista su rosado agujerito anal.

Incluso para mí, que había visto infinidad de veces su culo e incluso gozado de él, verla allí mostrando impúdicamente su ojete, creo que ha sido uno de los momentos de mayor excitación que me ha provocado mujer alguna.

La ovación fue en verdad estruendosa y se pudo oír de todo dirigido al culo de mi madre. Cuando los chicos dejaron de decirle cosas a ella comenzaron a decírmelas a mí felicitándome por tener una madre semejante y por estar ella tan buena. Varios de los chicos llegaron a decirme sin ambage alguno que no fuera tonto y que me follara a mi madre por el coño y por el culo señalando que si ellos tuvieran una madre tan cachonda sus pollas ya habrían probado todos sus agujeros.

  • ¿Os han gustado los chochitos de este par de viejas gordas, eh, chavales? – Dijo Celia provocando un enorme chillido de asentimiento de todos los chicos.

-Pues si es así, si os gustan nuestros chochitos, aquí los tenéis a vuestra disposición para que nos los veais más de cerca e incluso nos los toquéis un poco. – Remató mi madre provocando una nueva ola de entusiastas gritos por parte de los jóvenes.

Tras un rato en el que tanto Enrique como yo estuvimos recibiendo las felicitaciones del resto de los chicos, fui yo el que subió al escenario. Una vez allí agarré a ambas jamonas por los hombros ante la expectación de todos, les di un beso a cada una en la boca aunque sin lengua y les dije:

  • Bueno, macizas, ahora bajareis del escenario a saludar de cerca de vuestro entregado público ¿no?

  • Por supuesto- dijo mi madre sonriendo toda animada.

Entonces bajamos los tres de aquella improvisada tarima y ellas empezaron a saludar a los chicos. Estos al principio se mostraban un tanto tímidos y remisos a pesar de haberles dicho antes de todo, durante la exhibición, pero quizá ahora se cortaban al tener a las dos jamonas desnudas a centímetros de ellos. Yo rompí el hielo entonces dándole una sonora palmada en el culo a Celia y dándole un beso en los labios aunque sin lengua para decirle a continuación que había estado realmente magnífica en el escenario. Los chicos ya se empezaban a animar y alguna otra mano rozó también las nalgas de Celia mientras los chicos la iban saludando.

Luego le dije a uno de los chicos que saludara a mi madre con toda confianza. El joven fue a darle dos besos en las mejillas pero mi madre sin mayor preámbulo le dio un beso metiéndole suavemente la lengua en la boca. La actitud de mi madre también pareció ser el pistoletazo de salida para que los chicos se desinhibieran puesto que a partir de ese momento varias manos empezaron a recorrer el cuerpo de mi madre tocándole las tetas, el culo y en suma toda su anatomía mientras el joven de antes morreaba ahora a tope con mi cachonda madre. Yo entonces también le di un morreo de aúpa a Celia mientras le sobaba una de sus enormes tetas. Faltó tiempo para que otros jóvenes empezaran también a sobarla mientras ella se dejaba hacer completamente entregada y satisfecha.

Poco a poco todos los chicos morrearon con las dos hembras y les tocaron de todo. También ellas hacían de las suyas pues les sobaban a los jóvenes las pollas y los huevos con decisión y lascivia provocando verdaderas andanadas de placer y excitación entre todos nosotros.

Uno de los jóvenes pronto se corrió en la mano de mi madre, que en ese momento estaba morreando con él y sobándole la polla. Fue también otro momento clave pues los demás chicos empezaron a decir que ellos también se querían correr en las manos de las dos maduras jamonas. Entonces mi madre volvió a dar muestra de su extremo puterío y vicio al decir:

  • ¿Y por qué en nuestras manos y no en nuestras bocas, eh, cabroncetes? Pues que sepáis que según se ve tenéis todos unas pollas bien ricas y tanto a Celia como a mí nos encantaría daros unos buenos lametazos en esos cipotes tan apetecibles.

Las palabras de mi madre fueron como una bomba. Algunos chicos no sabían qué decir y la miraban con los ojos abiertos, otros la piropeaban llamándola "guarra", "mamona" y cosas así.

A mí además me gustaría comérselas a todos – dijo Celia no se si con intención de meter en ese "todos" a su hijo o no y mientras otro de los chicos le sobaba con ganas una teta estirándole brutalmente de un pezón sin que ella se inmutara lo más mínimo.

A continuación mi madre, dando muestras de una interesante capacidad organizativa, dijo:

  • Bueno, vamos a hacer esto con un cierto orden, ¿eh, chicos? Que seguro que lo pasamos mejor todos. Vamos a sentarnos las dos en unas sillas y vosotros vais pasando por delante con las pollas en ristre.

  • Eso eso, – secundó Celia - que así se las probamos a todos, que a mi también me apetece. Que no se tiene todos los días media docena de pollas bien duras a nuestra disposición y hay que aprovechar, ja, ja, ja.

Entre el jolgorio y la excitación general se puso en marcha el numerito que había propuesto mi madre. Esta y Celia se sentaron en unas sillas de modo que sus caras quedaran más o menos a la altura de nuestras pollas mientras nosotros permanecíamos de pie. La idea era que los chicos fuéramos pasando por delante de ellas de forma que las dos jamonas nos dieran una chupadas o quizá incluso una mamada en toda regla.

Entre todos acordamos que el primero en iniciar la ronda fuera el amigo de Enrique que era objeto de la despedida de soltero.

  • Bueno, pues empiezo yo, y que no se entere mi novia, ja, ja, ja. – dijo el homenajeado. – Se la voy a meter en la boca a Nati, que estoy que reviento porque me la mame esta tía tan maciza tan cachonda y tan genial.

Mi madre antes de empezársela a mamar dio otra instrucción organizativa y dijo que formáramos dos filas de tres o cuatro chicos delante de cada una de ellas.

  • Luego os cambiáis y así os la mamamos las dos a todos, que yo no voy a dejar ni una sola sin probar. – Dijo mi madre estableciendo bastante claramente que el hecho de que uno de los presentes fuera yo, o sea, su hijo, no iba a ser obstáculo para mamarme la polla igual que a los demás. No obstante en aquella primera ronda yo me situé en la cola de Celia mientras Enrique lo hacía en la de mi madre.

Comenzó la ronda de mamadas que fue mucho más rápida de lo que cabría esperar y es que los chicos se corrían como fuentes mucho antes de lo esperado y de lo que ellos mismos hubieran probablemente deseado, tal era su grado de excitación. El primero que se la metió en la boca a mi madre, el chico que se casaba semanas después, se corrió antes de que ella le diera media docena de lamidas y mientras él le sobaba las tetas. Su leche fue a parar a los pechos de mi madre pues esta se la sacó de la boca cuando notó que el joven eyaculaba.

  • Nati, guapa, que sepas que esta ha sido la mejor corrida de mi vida y que eres la hembra que más me excita de todas cuantas conozco. – Le dijo el joven a la vez que se inclinaba para darle un beso en la boca a mi madre.

Tras el húmedo beso mi madre le respondió:

  • Gracias, cariño; oír eso a mi edad viniendo de un jovencito como tú es el mayor de los piropos.

Siguió luego la ronda de mamadas y el segundo que se la metió en la boca a mi madre creo que se corrió incluso antes que el anterior soltándole toda su crema en las tetas y algo en la cara. El tercero era Enrique y tampoco aguantó mucho más regando con su espesa leche el cuello y un hombro de mi madre.

Por su parte en la cola de Celia el primero era yo y también estaba tan caliente y excitado que en menos de medio minuto me fui como una fuente echándole a Celia toda mi caliente lefa en la barbilla y en las tetas. El que me seguía, muy morboso él, antes de meterle la polla en la boca a la madura cachonda, le extendió a base de bien mi lefa por las tetas mientras todos reíamos excitados. Luego se la metió en la boca y Celia se la empezó a mamar mientras le acariciaba a la vez los huevos. No duró ni medio minuto y empezó a correrse como una fuente en la boca de Celia mientras ésta dejaba escapar la lefa que resbalaba por sus labios hacia sus enormes y caídas tetas. El tercero, dando también muestras de ser particularmente morboso, antes de meterle la polla en la boca le dio a Celia un morreo de modo que ambos degustaron la lefa que quedaba en la boca de Celia depositada por el anterior. Después del excitante morreo se la metió en la boca y en menos que canta un gallo también se corrió abundantemente echándole todo su engrudo en el cuello, cara y tetas a la cachonda madura. A este le siguió ya el último que se corrió aún antes pues apenas los labios de Celia rozaron su glande el chico empezó a eyacular sin poder remediarlo. Su semen fue a dar en los propio labios de Celia y en su barbilla desde donde se deslizó hacia las tetas de la madura hembra.

  • Bueno, - dijo entonces mi madre. – En esta ronda no habéis durado mucho ¿eh, cabroncetes? Esperemos que en la segunda duréis algo más y sobre todos que estéis en plena forma para lo de después...

  • Eso, continuó Celia, que nosotras no hemos venido aquí para encontrarnos con media docena de pollas tan hermosas y tiesas e irnos a casa con el chocho bien descansado ¿eh?

Los chicos gritaron entusiasmados y Celia continuó:

  • No se si mi hijo pensaría que íbamos sólo a atrevernos a desnudarnos pero desde luego su madre hoy sale de aquí bien follada, vaya que sí, y eso depende de vosotros, calentorros, así que venga; a darles gusto a este par de viejas cachondas.

  • Bien, bien, pero primero vamos a acabar la ronda de mamadas, que yo quiero chupárselas a todos – intervino mi madre. – Me pone cachonda a tope pesar que se la mamo a siete tíos de una sentada, que eso es algo que nunca había ni soñado hacer.

  • ¡Pero qué golfa eres, mamá! – le dije yo riendo mientras los chicos me felicitaban una vez más por tener una madre tan cachonda y calentorra.

Nos pusimos entonces de nuevo en dos filas ahora frente a la otra mujer. Tanto a mi como a Enrique ahora nos tocaba con nuestra respectiva madre. Yo estaba el último de mi fila pero Enrique estaba el segundo de la suya. Los dos primeros ahora duraron mucho más y las mamadas de las mujeres fueron mucho más largas y profundas; también ellas fueron sobadas a tope, sobre todo en las tetas por los chicos cuyas pollas estaban mamando. Yo veía a Enrique un tanto inquieto. Cuando por fin los dos primeros de esta serie se corrieron el segundo de mi fila se acercó a mi madre para metérsela en la boca con presteza. Yo entonces vi que Enrique estaba un poco indeciso, me acerqué a él y le dije en voz baja:

  • Venga, si te apetece métesela en la boca a tu madre sin dudarlo y disfrútalo.

  • ¿Qué si me apetece? Nada me ha puesto tan cachondo en mi vida pero... ¿Tú se la vas a meter a tu madre?

  • Y no solo en la boca – dije con intención mientras él mostraba una sonrisa llena de malicia y picardía. – Tenemos la suerte de tener unas madres bien golfas y cachondas y, si nos gustan, hay que aprovecharla ¿no crees? Y a mi me gustan mucho tanto tu madre como la mía… ¿Y a ti?

  • Yo si tuviera así a mi madre no lo dudaba. – Dijo otro de sus amigos que estaba tras Enrique en la cola. – Menudo morbazo; que te la mame tu propia madre

  • No seas tonto, Enrique – le decía otro de sus amigos. – No te andes con miramientos; ya ves que ella no te dice precisamente que no ¿eh? Venga, enchúfasela a tu madre en esa boca de mamona que tiene y disfruta de ella. ¡Ya podía se mi madre así de golfa!

  • Tenéis razón. – Dijo entonces Enrique dispuesto a que su madre le hiciera a él también una bonita felación.

Entonces Celia, que había oído perfectamente nuestra conversación, dijo:

  • Ven acá, cariño, y métele ese pollón en la boca a la puerca de tu madre, que verás que bien te la voy a mamar.

Y así, con un tremendo morbo por parte de todos y especialmente de Enrique y a buen seguro de su madre, éste le metió la polla en la boca a su cachonda madre y ésta le empezó a hacer la que a buen seguro ha sido la mamada de su vida. La excitación era tanta por parte del chico que a pesar de haberse corrido hacia bien poco con mi madre, no pudo aguantar gran cosa y en cuestión de un minuto o menos se acabó corriendo en la boca de su madre pues ésta, agarrándolo bien del culo, no le dejó que le sacara la polla de la boca.

  • Toma mi rabo, zorra. – Le decía él completamente excitado mientras eyaculaba en la boca de su madre. – Cómemelo del todo, mamá, que eres la hembra más cachonda y golfa del mundo y eso me encanta, me encantaaaaa. Toma mi leche en toda tu boca de mamona, guarra. Que vean mis amigos la clase de golfa que es mi madre.

Tras la fenomenal mamada por parte de Celia a su hijo ya fue el otro chico el que le metió la polla en la boca a la ardiente madura mientras Enrique la seguía insultando con palabras llenas de morbo.

Por otro lado el que me antecedía en la fila de mi madre también se había corrido ya sobre las tetas de ésta y ahora era yo el que me aprestaba a meterle mi durísima polla en la boca. Enrique me animó obscenamente haciendo alusión al extremo puterío de mi madre, señalando que era tanto como el de la suya, al estar dispuesta a chuparle la polla a su propio hijo. Lógicamente le metí la polla en la boca a mi madre y ésta me la mamó con enorme vicio. Tampoco pude contenerme demasiado, máxime teniendo en cuenta el enorme ambiente morboso que se había generado, así que acabé también soltándole toda mi cremosa leche en la boca para regocijo del propio Enrique, que no perdió detalle de toda la mamada que me hizo mi cachonda madre.

A continuación, y mientras los amigos de Enrique nos felicitaban tanto a nosotros por tener unas madres tan golfas como a ellas por ser tan cachondas, el resto fueron pasando por delante de nuestras madres hasta que todos los chicos nos hubimos corrido con las dos mujeres en aquella espectacular ronda de mamadas.

Después todos descansamos un tanto charlando animadamente, piropeando a las dos mujeres y comentando lo ocurrido. Los chicos les preguntaban cómo era posible que dos amas de casa de aspecto tan respetable en público hubieran resultado ser una cachondas de semejante calibre y ellas les contaban que seguramente eran tan cachondas como las mayoría de las mujeres, sólo que ellas, por circunstancias diversas, se habían decidido a hacer realidad lo que para muchas otras seguro que sólo eran fantasías irrealizables.

  • Seguro que vuestras madres son tan zorras como nosotras… - Les decía Celia.

  • Ya podía ser verdad. Ya me gustaría a mi descubrir que mi madre es una verdadera guarra dispuesta a chupársela a todos mis amigos. – Decía uno de los chicos.

Tras un rato de divertida y desenfadada charla hablando de estas cosas mi madre propuso:

  • Bueno, chicos, y ahora si os parece, ha llegado el momento de que con esas pollas tan ricas que tenéis les deis gustito del bueno en el chocho a este par de cachondas maduras ¿eh, qué os parece?

Continuará….

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