Círculo Incestuoso (23)

Dos madres, dos hijos y un coche. Una tremenda orgía en un espacio reducido. Mi madre y Celia disfrutan del sexo en un coche como si fueran unas jovencitas. Sus voluminosos encantos contrastan con la estrechez del espacio.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 23 – Dos madres, dos hijos y un coche).

En el capítulo anterior Enrique el hijo de Celia y yo habíamos acompañado a nuestras madres a un baile de mayores de los que hay en nuestra ciudad. Entre confidencias llegamos a contarnos nuestros gustos en cuestión de mujeres y nuestros pensamientos sobre nuestras madres. Lo mejor de todo con mucho fue que a raíz de la idea de Enrique de organizar una fiesta con bailarinas de strip-tease maduras para una despedida de soltero de uno de sus amigos, se lo acabamos proponiendo, aunque en tono de broma, a nuestras propias madres. Para acabar mi madre se llevó a Enrique a los servicios y mientras tanto su madre y yo nos estuvimos besando y metiendo mano hasta el punto de que al regresar ellos de los servicios nos vieron en aquella actitud.

Ante la mirada pícara de mi madre y claramente excitada de Enrique, Celia se recompuso la blusa y sin decir nada sobre nuestros besos, comenzamos a hablar de nuevo sobre el local y el público comentando unas y otras cosas en plan trivial. Todos charlábamos desenfadadamente y sin que surgiera la menor tensión por ningún motivo aunque era evidente para todos que entre mi madre y Enrique había pasado algo en los servicios y por otro lado ellos nos habían visto besarnos a Celia y a mí. Ese conocimiento tácito, lejos de incomodarnos, contribuía a que nos lo estuviéramos pasando realmente bien los cuatro.

Momentos después y tras acabar nuestras consumiciones el propio Enrique propuso que nos fuéramos y todos estuvimos de acuerdo. Al salir del local nuestras madres quisieron ir al baño y nosotros también fuimos al de caballeros. Allí Enrique me comentó que había visto como su madre y yo nos besábamos y me felicitó por ello diciéndome que no le importaba en absoluto sino todo lo contrario y que se alegraba de que su madre se hubiera lanzado un poco en asuntos como ser infiel y cosas así. Me animó a que si de verdad me gustaba su madre intentara algo más con ella y me confesó que le había dado un morbo especial ver como su sesentona madre se besaba y se dejaba acariciar por un joven como yo. Luego me dijo:

  • Además ¿cómo podría enfadarme porque le metas mano a mi madre después de lo que me ha hecho a mi la tuya?

Como yo le interrogué con la mirada él siguió:

  • Seguro que no te parecerá mal ¿verdad? Bueno, supongo que no, si es verdad lo que hemos estado hablando antes sobre nuestras madres... La cosa es... la cosa es que tu madre me ha hecho antes en el baño de señoras... bueno, me ha hecho la mamada más fabulosa de mi vida, tío, en serio. Ha sido bestial. Espero que...

  • Me parece cojonudo, macho – le corté yo. – Y yo también me alegro un montón tanto de que mi madre sea un poco golfa como de que te haya dado buen gusto en la polla, ya lo creo que sí.

  • ¡Uf! Menos mal que te lo tomas así... Es que chico, ver a una cincuentona ahí agachada y dándote esas mamadas en la polla créeme que es impresionante. Y además tu madre, con lo que cachondo que me pone la muy… - Enrique pareció cortarse un poco y no pronunció la que sin duda iba a ser una palabra de las que a mí me gusta dirigirle a mi madre. Luego continuó: - Oye, y tú intenta lo que sea con mi madre ¿eh? Que ya he visto que no lo tendrás muy difícil. ¡Vaya manera de morrear! Y seguro que le estabas tocando también las tetas ¿eh?

Los dos reímos de buena gana y yo le dije a Enrique:

  • Ahora lo que tienes que hacer es follarte a mi madre, así de claro.

  • Calla – dijo él. – Que no te lo vas a creer pero eso mismo me ha dicho ella, la muy golfa. Yo es que ni me lo creía. Bueno, perdona, no te importará que le llame a tu madre...

  • En absoluto, tranquilo, me encanta que mi madre sea una golfa y que tú se lo llames, en serio. Y también te aseguro que por mí puedes follártela de todas las posturas; me encantará que lo hagas.

  • Pues eso, tío, que ella misma me ha dicho que tengo que joderla y la verdad, aunque me acabo de correr con esa mamada que me ha hecho... estoy calentorro del todo y me la follaría ahora mismo, de verdad. Esto es lo más excitante que me ha pasado en la vida. ¡Tu madre, tío, con lo buena que está y con lo que a mi me gusta la muy maciza, tu madre diciéndome que me la tengo que follar! Si es que todavía no me lo creo

  • Pues venga, no se hable más. Vete creyéndotelo y no la decepciones. Taládrala como a una puta y goza con ella.

  • ¿A ti de verdad que no te parece mal…?

  • ¿Mal? Creía que de todo eso ya habíamos estado hablando ¿no? Lo que me parecería mal en todo caso sería que despreciaras la invitación de mi madre a follártela ¿o es que no está suficientemente buena para ti?

  • ¿Suficientemente buena dices? Es la hembra que más me apetece chingarme ahora mismo, te lo juro.

  • Pues entonces no desaproveches la oportunidad y dale polla hasta que reviente.

-Bueno, sí, verás – decía el chico nerviosamente. – Yo había pensado en llevármela a un picadero de esos que hay a las afueras de la ciudad. Yo suelo ir allí con mi novia, ya sabes, pero como hemos venido todos en tu coche...

  • Algo podremos hacer. Te llevo hasta tu casa, tú coges tu coche

  • No. - Me interrumpió él de golpe. – Viendo cómo te lo estabas montando tú también con mi madre he pensado que aunque pueda ser un poco fuerte lo mejor sería que vayamos los cuatro aunque sea todos juntos en el mismo coche. Hay que aprovechar que están calientes.

  • Sí, la verdad es que estas cosas mejor en caliente. Y si a ti no te importa que estemos los cuatro

  • ¿Importarme? Me encantaría. Antes me ha puesto súper cachondo verte besándote con mi madre. No se pero me da un morbo tremendo. ¿A ti…?

  • A mi me encantaría ver a mi madre a cuatro patas y contigo detrás dándole verga, así que venga, vamos a intentar convencerlas a ellas.

  • Igual no follamos, lo más probable es que estando los cuatro no hagamos nada aunque yo con tu madre desde luego lo voy a intentar, pero si ellas se lo toman bien aunque sólo nos demos unos morreos y unos sobeteos igual también eso favorece lo de proponerles luego en serio el tema del strip-tease ¿no te parece? Es que creo que no hay que desperdiciar esta oportunidad, hoy, que ellas están cachondas a lo que parece ¿no? Si a ti te parece bien

  • Bueno, la verdad es que me parece mejor que bien, estupendo. Vamos a ver qué dicen ellas de ir a pasar un rato a un sitio tranquilo en el coche los cuatro.

  • ¡Uf! La verdad es que igual es un poco fuerte, tu madre, mi madre… pero, tío, hay que ver lo cachondo que estoy y no sólo con la maciza de tu madre ¿eh? Ya te digo, me ha puesto a cien verte a ti morreando y metiéndole mano a mi madre, la verdad. Y me gustaría seguir viendo hasta donde es capaz de llegar la muy zorra, que aunque se trate de mi madre, verla en plan golfa también me pone calentorro del todo.

  • Ahí te entiendo perfectamente – le contesté yo. – A mi me pasa lo mismo, por eso quiero que te tires a mi madre y que la jodas de todas las maneras. Así que venga, vamos a intentar algo con este par de calentorras hoy mismo.

  • Oye, si nos dicen que no quieren ir a ningún sitio pues nos vamos a casa pero por intentarlo… Ahora que si no es hoy yo me tengo que follar a tu madre y bien pronto ¿eh? Espero que no te parezca mal. ¡Menuda calentorra! ¡Quién lo hubiera pensado! ¡Qué manera de mamarla, chico! ¿Y mi madre morreando contigo y dejándose tocar las tetas? Bueno, bueno… ¡Vaya sorpresa!

  • Sí, seguro que nuestras madres son bastante más cachondas de lo que nosotros pensábamos, lo que ocurre es que no habrán tenido oportunidad de demostrarlo ni se habrán sentido seguras para poder echar una cana al aire. Venga, vamos a ver si hoy es el día en que se desmelenan este par de jamonas.

Salimos entonces del baño dispuestos a llevar nuestro plan a cabo y mientras Enrique me iba diciendo completamente entusiasmado:

  • Oye, no lo creerás pero tu madre es la leche, tío. ¡Cómo la mama, es cojonudo de verdad! Además se me puso ahí delante agachada y con el vestido remangado enseñando todos los muslos ¡ufff! Igual no debería contarte todo esto; se trata de tu madre

  • Pues precisamente por eso me gusta que me lo cuentes, anda, sigue que me estaba encantando oír esas cosas de mi madre, de verdad.

  • Bueno, pues eso. Debí quedar súper mal porque no aguanté nada, tío, nada. Media docena de chupadas y me fui entero y lo cojonudo es que la muy golfa me sujetó para que me corriera en su boca. Y luego me dice la muy zorra "es que si te corres fuera igual me manchas el vestido". Es la bomba, tío, tu madre es la bomba, de verdad. Tienes una madre cojonuda y a mi me tiene a reventar. No me ha tenido una hembra tan cachondo en la vida, te lo juro.

  • Me alegro mucho de que te ponga así de cachondo, la verdad.

  • Oye, y perdona que hable así de ella ¿eh? Yo

  • No te preocupes, Enrique; te repito que me encanta que digas esas cosas de mi madre. ¿A ti e molestaría que yo dijera que la golfa de tu madre tiene unas tetas que hacen perder el sentido?

Y Enrique me respondió con un significativo brillo de lujuria en los ojos:

  • ¡Nooooo! Todo lo contrario, tío, todo lo contrario. Jo, jo, jo… Ojalá se las veas y disfrutes con ellas. Si te lías con mi madre espero que luego me cuentes con detalle todo lo golfa que es, vaya que sí. ¡Bufff, todo esto es increíble, es cojonudo!

En esto salieron nuestras madres del baño de señoras y ya nos fuimos. Al llegar donde teníamos aparcado el coche yo fui el que propuso ir a estar un rato tranquilos a las afueras de la ciudad antes de irnos a casa ya que no era demasiado tarde. Por supuesto las dos mujeres, que ya lo habrían hablado también todo en el baño, se mostraron favorables. Montamos entonces en mi coche. Yo conducía y Celia se puso a mi lado mientras mi madre y Enrique se sentaban atrás. Yo coloqué el retrovisor interior para ver los asientos posteriores con claridad y apenas empezamos a abandonar la ciudad yo pude ver por el retrovisor cómo mi madre y Enrique empezaron a besarse con verdadera pasión mientras el vestido de mi madre subía por momentos hasta dejar completamente al descubierto todos sus muslos. Todo esto no pasó desapercibido para Celia que mirando hacia atrás y viendo la escena dijo:

  • Pero vaya tortolitos, vaya tortolitos...

  • Bueno, mamá, - le dijo Enrique. – Tú también te estabas besando antes con el hijo de Nati y a mi me parece estupendo ¿eh?

  • Me alegro, hijo, me alegro. Y no creas que me parece mal que te beses con Nati ni que le levantes la falda; no me parece nada mal, y seguro que a ella le parece todavía mejor, ja, ja, ja.

El ambiente entre los cuatro era decididamente distendido y muy cachondo. En esto llegamos ya a una zona ajardinada a las afueras de la ciudad donde al anochecer se dan cita innumerables coches cuyos ocupantes, jóvenes en su mayoría, se dedican al sano ejercicio del sexo en los asientos traseros. Todos sonreímos con picardía al percatarse nuestras madres del tipo de aparcamiento al que habíamos ido.

  • Aquí viene gente mucho más joven que nosotras a pasar el rato ¿eh, Nati? – Le dijo Celia a mi madre.

  • Pero seguro que de todas las chicas que ahora estén en esos coches ninguna está tan buena como vosotras. – Le respondí yo mientras le acariciaba sin ningún disimulo una teta sobre la blusa.

Acto seguido Celia me dio un soberano morreo tras decir que ahora le tocaba a ella besar. Las dos parejas empezamos por tanto a besarnos y a tocarnos. Pronto los manoseos de Enrique hicieron que el vestido blanco de mi madre fuera subiendo y subiendo hasta que ella misma se lo quitó por encima de la cabeza. Entonces Enrique descubría que sus bragas eran en realidad un tanga, lo cual lo puso aún mucho más excitado.

  • Mira las bragas que lleva tu madre – dijo sin poder evitar interpelarme a mí tras poner a mi madre con la grupa en alto mostrando sus fabulosas nalgas.

  • Muy bonitas – dije yo. – Y más bonito todavía ese culazo que tiene. Ahora que no es la única ropa interior bonita que hay aquí ¿eh? Mira, mira el sujetador que lleva tu madre para recoger esa preciosidad de tetas que tiene.

Y entonces le mostré a Enrique, con la total aquiescencia de su madre y tras quitarle por completo la blusa, el sujetador negro transparente que llevaba ésta por donde se podían ver con total nitidez las grandísimas tetas de Celia incluidos sus negros y salidos pezones.

  • Sí que es bonito, sí... – dijo él con voz ronca.

Luego mi madre le empezó a soltar el pantalón a Enrique, su madre la imitó con el mío y así, instantes después, nosotros estábamos los dos con nuestros empinadísimos cipotes al aire. Celia enseguida se inclinó sobre mí mientras yo le soltaba el sujetador y me empezó a chupar la polla con verdadero vicio. Mi madre le decía a Enrique:

  • Mira, mira como la guarra de tu madre también sabe chupar pollas.

  • Ya veo, ya, y me encanta que seáis las dos así de golfas.

  • ¿No te importa que haga esto delante de ti, cariño? – Le dijo Celia a su hijo interrumpiéndose un poco en la mamada.

  • Desde luego que no, mamá. Ya te dije antes que me encantaría que echaras una cana al aire y si lo haces hoy mismo mejor todavía.

A partir de ahí la cosa se puso ya decididamente excitante a pesar de lo escaso e incómodo del espacio ya que estábamos nada menos que cuatro personas en un coche de tamaño medio. Pronto las dos mujeres estuvieron también desnudas y nosotros les chupamos sus tetas y las magreamos a tope. Después Enrique, por fin, se jodió a mi madre poniéndola a cuatro patas sobre el asiento trasero y yo hice lo mismo con Celia a pesar de las tremendas dificultades de echar un polvo en el asiento delantero. Tras varios intentos Celia se sentó de cara sobre mi, que estaba sentado en el asiento del copiloto, y metiéndose mi polla en su humedísimo conejazo comenzamos a follar mientras mi madre y su hijo también jodían entre jadeos cada vez más sonoros. Yo me daba cuenta, a través del espejo retrovisor interior, de que Enrique, mientras jodía a mi madre echaba frecuentes miradas a las tetas de la suya, que bailaban frente a él arriba y abajo al ritmo de la follada que nos traíamos ella y yo.

Finalmente mi madre se corrió gimiendo como una cerda y acto seguido lo hizo Enrique en su caldoso conejazo coronando el que calificó como el orgasmo más excitante de su vida. Celia y yo seguíamos jodiendo; yo le había cogido una teta y le chupaba y mordía el largo pezón con verdaderas ganas. De pronto ella alcanzó un brutal orgasmo mientras tanto mi madre como su hijo, aún desnudos, nos observaban desde los asientos traseros y comentaban desvergonzadamente nuestra follada Tras un segundo e intenso orgasmo por parte de Celia mientras su hijo le decía "disfruta, mamá, disfruta de la polla de este cabronazo" yo también llegué al orgasmo soltando una buena andanada de lefa en el peludo chochazo de la ardiente y rellena madura.

Acabado el folleteo entre las dos parejas charlamos un poco todos aclarándonos, fundamentalmente Enrique, ya que Celia, mi madre y yo poco teníamos que aclararnos, que nos había parecido fantástico y que follar entre nosotros intercambiándonos madres e hijos respectivamente era tremendamente morboso, excitante y placentero.

  • ¿No te molesta entonces tener una madre infiel y un poco zorra, hijo? – Le preguntaba Celia a su hijo mientras todos permanecíamos desnudos y por tanto mostrándole a su propio hijo tanto las tetas como el chocho.

  • Claro que no, mamá. Me alegro mucho de que por fin hayas disfrutado de otro hombre que no sea papá y que lo hayas hecho a tope. Y espero que seas no sólo un poco zorra sino toda una golfona, que verás como te lo pasas mejor. Y disfruta del hijo de Nati todo lo que puedas que yo desde luego voy a hacer lo mismo con su madre.

Seguimos charlando en aquel plan y nosotros comentábamos lo buenas que estaban ellas y ellas lo potentes que éramos nosotros y la suerte que tenían de poder disfrutar a su edad del sexo con dos jóvenes como nosotros. Los besos y los toqueteos eran continuos en ambas parejas aunque aún no se habían llegado a producir en ese momento tocamientos madre e hijo si bien los comentarios de cada uno de nosotros a su respectiva madre estaban llenos de morbo y calentura animándolas a portarse como verdaderas zorras.

En un momento dado Enrique volvió a señalar lo atractivo que era el culo de mi madre y yo entonces, asintiendo, se lo toqué un poco, lógicamente sin que ella lo impidiera. Al hilo de eso yo también comenté lo tremendamente excitantes que son las gordas ubres de Celia. Entonces ella misma se las cogió con las manos levantándolas como para enseñárnoslas mejor. Yo aproveché la circunstancia para decirle a Enrique:

  • Mira, mira qué tetonas tiene tu madre.

El chico las miraba embobado y entonces fue mi madre la que le dijo:

  • Tócaselas, anda, total ya os habéis visto en pelotas y haciendo cochinadas así que porque se las toques... anda, tócale las tetas a tu madre, no te quedes con las ganas, que unas tetorras así de grandes no las vas a ver todos los días. Y seguro que te apetece tocárselas ¿a que sí?

  • Bueno… ¿a quién no le gusta tocar unas tetazas como esas? – Dijo Enrique un tanto sofocado y titubeante.

Finalmente, y entre risas de todos, como su madre también parecía invitarle con su actitud, el joven se decidió y le tanteó un momento las tetas a su madre mientras ella orgullosa le decía:

  • ¿Tiene buenas tetas mamá, hijo? ¿Te gustan?

El chico contestó que de las mejores que había visto y tocado en su vida y así seguimos bromeando aunque la cosa entre madre e hijo ese día no pasó de esos toqueteos. Luego ya dimos por finalizada la sesión y los cuatro más contentos y satisfechos que unas castañuelas nos fuimos para casa. Cuando ya despedíamos a Celia y a su hijo ante su portal yo les recordé a las dos mujeres el tema del strip-tease y mi madre dijo:

  • Bueno, pues si hay que ir a mover el culo delante de unos jovencitos para ponérsela bien dura yo voy, desde luego. Si todo se hace con discreción... ¿Eh, Celia, tú qué dices?

  • ¡Ay, chica! A nuestra edad… andar enseñando el culo… no se, no se.

  • Anda anímate – le decía mi madre. - ¿Qué te crees, que vamos a tener muchas más oportunidades de enseñarles las domingas a un grupo de jovencitos y que se vuelvan locos con ellas? Además, si hasta tu hijo te lo pide.

  • Bueno, pues que si es mi hijo el que me lo pide y a él le parece bien...

  • Mamá, no sabes lo que me gustaría que pusieras bien berracos a mis amigos enseñándoles ese par de tetazas que tienes. Iba a ser el hijo más orgulloso del mundo por tener la madre más maciza que hay.

  • Sí, y la más golfa también – repuso Celia con humor. – Porque tú me dirás si no es de golfas ponerse a enseñar las tetas delante de una cuadrilla de jovencitos salidos. Vamos, vamos

  • Pues si eres la mamá más golfa mejor; más orgulloso voy a estar todavía. – Le contestó Enrique haciendo que los cuatro riéramos divertidos.

Así las cosas quedamos en vernos otro día para que perfilar todo el tema, conocer la fecha, el lugar y demás, que eran aspectos que Enrique aún no tenía decididos. Luego ya nos despedimos no sin que Enrique y mi madre, dentro del coche y agachándose un poco para evitar que algún conocido los viera, pues ya estábamos en nuestro barrio, se dieran un morreo de padre y muy señor mío.

Fue dos días después cuando Celia llamó a mi madre por teléfono citándonos en una cafetería aquella tarde para hablar del tema del strip-tease con su hijo. Lamentablemente no disponíamos de ninguna casa libre ya que de haber sido así la reunión la hubiéramos tenido los cuatro a puerta cerrada y seguro que hubiéramos hecho algo más que hablar con nuestras calientes y macizas madres.

Acudimos a la cita y una vez reunidos en torno a unos cafés en una discreta cafetería Enrique, que estaba por cierto radiante y excitado a más no poder, nos señaló la fecha elegida, un viernes dos semanas más tarde, por cierto y nos dijo que el lugar sería la casa de campo de uno de sus amigos, en una localidad cerca de nuestra ciudad. La cuestión era cómo justificar mi madre y la suya su ausencia hasta media noche por lo menos ante sus maridos. Estuvimos pensando en ello y acabamos inventándonos un viaje a una provincia cercana a la nuestra, famosa por sus fábricas de muebles, a ver precisamente eso, muebles. Yo supuestamente las llevaría con lo que además quedaba cubierta cualquier posible sospecha o susceptibilidad por parte de mi padre y del marido de Celia. Acordamos decir en nuestras respectivas casas que aprovecharíamos la jornada y que cenaríamos por allí dejando incluso abierta la posibilidad de quedarnos a dormir si se nos hacía muy tarde para volver con tranquilidad la mañana del sábado.

Luego ya pasamos a tratar los detalles de la propia exhibición de nuestras madres. Yo propuse que llevaran lencería particularmente sexy y me ofrecí a comprarla para ellas o a acompañarlas en la compra. Ya hablando sobre lo que podría suceder aquella noche en compañía de los amigos de Enrique tanto mi madre como Celia dijeron que no les importaría y estarían dispuestas a aceptar que los chicos las tocaran un poco. No se habló de más sobre este particular pero creo que todos, tácitamente, asumíamos que si la temperatura del evento llevaba a ello era más que probable que mi madre y Celia acabaran bien folladas por todos los amigos de Enrique. Luego Enrique y yo en un aparte lo comentamos y ambos coincidimos en que no sólo no nos molestaba la idea sino que nos excitaba enormemente ver a nuestras madres hechas unas buenas furcias y disfrutando de unos cuantos rabos a la vez.

Otro asunto a tratar era el de mi posible presencia en la fiesta. Enrique nos dijo entonces que por unas u otras cosas lo cierto es que de su colectivo de amigos sólo iban a poder acudir cinco incluyéndose él mismo y que había hecho una selección muy férrea basada en temas de confianza y discreción. Una semana después había otra despedida más multitudinaria con el resto de amigos e incluso novias de ellos así que no había problema en celebrar esta digamos edición especial. También dijo que ya había pensado en incluirme a mí y que el tema estaba arreglado con sus amigos.

  • ¿Te gustará verle de nuevo las tetas a mi madre, no? – me dijo riendo para guiñarme a continuación mientras yo le respondía con una significativa sonrisa..

Luego nos comentó que ya les había explicado a sus amigos que con él iría también a la cena un amigo suyo de la infancia, por mí, que le había ayudado en el tema de las tías. A sus amigos les pareció bien así que por ahí no había problema.

Continuará… .

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