Círculo Incestuoso (19)

Aparece en escena una nueva amiga de mi madre, Celia, una sesentona realmente maciza con la que mi madre y yo llegamos a tener un inesperado encuentro lleno de placer. Además Celia nos da an entender que las relaciones incestuosas no le desagradan.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 19. – Aparece en escena Celia, otra amiga de mi madre)

En el anterior capítulo se había consumado el incesto entre Elena, una amiga de mi madre, y José, su hijo. Mi madre y yo habíamos compartido con ellos ese primer contacto sexual entre madre e hijo y el resultado fue una orgía entre los cuatro realmente de campeonato.

A estas alturas yo pensaba que aquí culminaba toda mi vivencia incestuosa; no me cabía en la cabeza que pudiera llegar a tener siquiera conocimiento de otras parejas que practicaran el incesto y mucho menos que yo pudiera llegar a estar mínimamente implicado en otra relación de tipo incestuoso. Pero contra lo que yo pudiera pensar en aquel momento, las sorpresas relacionadas con el incesto estaban muy lejos de concluir en mi entorno.

Quiero señalar aquí que, contra lo que pueda parecer, no toda mujer de mi entorno con posibilidades de entrar a formar parte de este especial circulo del incesto lo ha hecho. Ojalá hubiera sido así pero no lo ha sido, al menos de momento; y digo de momento porque si algo me ha enseñado todo lo vivido en los últimos tres o cuatro años es que las sorpresas en este ámbito están a la orden del día y que donde menos se espera hay una madre viciosa deseando follar con su propio hijo o un hijo calentorro ansioso por darle placer a su propia madre.

Aquí estoy narrando las vivencias y experiencias ocurridas con aquellas personas de nuestro círculo familiar y de amigos que han resultado ser protagonistas de hechos directa o indirectamente relacionados con el incesto y conmigo. Pero hay muchas otras que me hubiera gustado que estuvieran en esta relación y que lamentablemente, al menos de momento como decía, no lo están. Es el caso, especialmente, de mi tía Asun y de mi tía Aurora, dos de mis fetiches sexuales y con los que sin embargo nunca he tenido el más mínimo roce de tipo sexual y, sinceramente, no creo que ya lo vaya a tener pues ellas a estas alturas ya son muy mayores y yo apenas tengo relación con ellas. Otro tanto ocurre con otra amiga de mi madre de nombre Isabel, uno de los iconos sexuales de mi adolescencia, pero a la que hace mucho que no veo pues se trasladó a otra ciudad hace ya varios años.

Con estas tres mujeres sí que hubiera deseado tener relaciones sexuales y si hubiera sido en un contexto incestuoso mejor que mejor, pero no ha sido así y como decía dudo mucho ya que vaya a serlo dadas las circunstancias. Sin embargo he tenido relaciones con otras mujeres del entorno familiar o de amistad de mi madre que en principio no me atraían tanto o que ni siquiera me atraían aunque finalmente he gozado enormemente con ellas, pero la vida es así y nos trae las cosas como le parece.

Voy a relataros por tanto a continuación, y tratando de seguir un orden cronológico que no siempre es sencillo para que la historia se entienda bien, lo hechos relacionados con otra amiga de mi madre de nombre Celia.

Algún tiempo después, y como decía antes, cuando ya no pensaba que se fuera a cruzar en mi camino ninguna otra madurita de las que forman el grupo de mis conocidas ni ninguna otra pareja incestuosa, tuvo lugar un nuevo y excitante episodio de cara a la ampliación de nuestro círculo del incesto. Trataré de relatar este primer contacto con Celia de manera muy resumida puesto que los hechos en sí, bastante más complejos y profusos que lo que aquí cuento, no añaden nada excesivamente nuevo a lo ocurrido con otras mujeres del entorno de mi madre. Debo señalar que los primeros contactos con Celia fueron exclusivamente con ella si bien con la presencia facilitadora de mi madre. Quiero decir que en este momento aún no había hecho acto de presencia el hijo de Celia, Enrique.

Todo comenzó cuando íbamos mi madre y yo paseando por nuestro barrio y vimos que se acercaba Celia, una amiga de mi madre de unos sesenta y tantos años de edad, bastante maciza, por cierto. Coincidimos ante su portal y al hablar con ella le dijimos que estábamos dando un paseo pero que ya nos íbamos a casa. Como mi madre y Celia son amigas desde hace muchos años ésta insistió para que subiéramos a su casa a tomar algo y charlar pues hacía bastante tiempo que mi madre y ella no se veían.

Yo hice amago de irme a casa pero tanto Celia como mi madre insistieron en que las acompañara si no tenía nada mejor que hacer. Como a mi Celia, a pesar de que ya es bastante mayor, siempre me ha gustado pues entra dentro de la categoría de hembra madura maciza que tanto me gusta, no me hice de rogar y las acompañé a casa de Celia. Como digo, Celia es una mujer bastante atractiva a pesar de su edad, que yo cifro en unos 65 o por ahí pero que tampoco me extrañaría que fueran 70 pues de hecho no conozco su edad con exactitud y lo cierto es que nunca hasta ahora había pensado en que sería interesante conocerla con precisión.

Hasta ese momento creo que nunca había pensado en Celia en clave sexual; a lo sumo creo que alguna vez había fantaseado con sus tetas, que son realmente grandes, y de ellas me llamaba más la atención lo descolgadas que las tiene que el tamaño en sí. Sin embargo ahora la sola idea de estar cerca de una hembra tan maciza, a solas con ella y con mi madre, ya me excitaba aunque nunca pensé que fuera a ocurrir nada con Celia, por supuesto.

Al entrar en su portal detrás de ella y fijarme en su macizo y enorme culazo, empecé a pensar que no sería mala idea intentar hacer algo un poco provocativo con Celia. No pretendía realmente excitar a Celia ni provocarla sexualmente de manera explícita sino a lo sumo dar pie a alguna situación que luego pudiéramos comentar mi madre y yo como preámbulo a uno de nuestros fabulosos e incestuosos polvazos. También me animaba a ser un poco atrevido el hecho constatado de que Celia es una mujer de excelente humor y talante abierto, a la que no le asustan las bromas o las situaciones un poco picantes. Con mi madre suele hacer bromas de este tipo y utilizar frases con dobles sentidos para provocar situaciones divertidas y reírse un rato. Pero una cosa es una broma y otra llegar a tener relaciones sexuales con ella; sobre esto, la verdad, no tenía prácticamente ninguna esperanza.

La cosa es que una vez en casa de Celia la conversación, probablemente llevada de esa manera por mi madre, pronto se decantó hacia el terreno digamos "picante" y pronto yo les estaba echando piropos a ambas mujeres resultando éstos cada vez más atrevidos.

Para mi sorpresa, y como digo con la más que decisiva colaboración de mi madre, a raíz de mis piropos pronto se suscitó una especie de competición entre ambas amigas por ver quién mantenía un cuerpo más atractivo a pesar de los años. La competición no era del tipo "yo estoy mejor que tú" sino todo lo contrario; ambas mujeres adoptaron el papel de modesta y se decían que era la otra la que se conservaba mejor, la que tenía piel más tersa, mejores tetas o piernas más bonitas. Como decía, mi madre se las arregló para que esa desenfadada situación diera lugar a que se pasara de la palabra a los hechos y pronto ambas me estaban mostrando las piernas levantando sus faldas hasta por encima de las rodillas y luego los muslos para que yo, como improvisado juez, fuera el que repartiera premios a sus atributos en forma de piropos.

La facilidad con la que Celia mostró sus gruesos muslos muy por encima de las rodillas me sorprendió un tanto pero el punto realmente decisivo se dio cuando las dos maduras empezaron a hablar de sus tetas. Mi madre no dudó en señalar que Celia era la que mejores tetas tenía pues su tamaño era un argumento difícil de rebatir. Siguiendo con aquel papel de modestas que ambas jugaban, Celia dijo que ella ya las tenía muy caídas y que seguro que las de mi madre, aunque fueran más pequeñas, gustaban más a los hombres. Iniciaron un divertido tira y afloja sobre cuál de las dos era la dueña de las tetas más atractivas y finalmente, para zanjar la cuestión, mi madre, tras bromear un poco con la posibilidad de enseñarlas, finalmente propuso que ambas las mostraran. Celia creo que se tomó a broma la propuesta de mi madre pero ésta, para predicar con el ejemplo, enseguida se desabotonó la blusa y sacó sus pechos por encima del sujetador entre las risas de los tres. Aunque esto sí causó una cierta sorpresa en su amiga, ésta, sin duda una cachonda, viendo la especialmente favorable actitud de mi madre a pesar de mi presencia, no tuvo demasiados reparos en mostrar sus tetas cuando mi madre le insistió para que lo hiciera de modo que pronto estuvo también desnuda de cintura para arriba y con sus caídas y grandes ubres al aire comentando con mi madre las características de unas y otras y recibiendo mis encendidos piropos.

Recuerdo que me impactó la visión de las tetas de Celia pues estas son realmente singulares: son grandes, en efecto, son unos señores pechazos, pero más que grandes se las podría definir con unas tetas largas ya que realmente le nacen en el pecho, lógicamente, pero sus pezones quedan más abajo incluso de su ombligo. Esta apariencia, que a más de uno le resultará incluso desagradable, a mi me excitó de una forma increíble.

Resumo enormemente todo lo acontecido y hablado en aquella reunión para no resultar reiterativo con otras situaciones similares ya descritas. En cualquier caso lo relevante es que no costó mucho pasar de esa exhibición y piropeo verbal a otro estadio más serio y así, casi sin pensarlo y desde luego sin haberlo esperado, pronto me vi tocando las tetas de las dos mujeres, como parte de la evaluación, mientras ellas reían complacidas por las atenciones que yo les prestaba.

Una vez estuvo garantizada la completa discreción sobre todo lo que allí aconteciera Celia se mostró encantada con la liberalidad mostrada por mi madre y por mí mismo y confesó sin tapujos que ya llevaba tiempo apeteciéndole ponerle los cuernos a su marido, el cual llevaba ya años sin poder atender sus necesidades sexuales.

En este momento cabe una reflexión que yo me hacía por entonces y es que aunque a priori para los amantes de las mujeres maduras nos parece muy difícil la empresa de ligar con una de ellas, hay que ver (y yo lo he experimentado y mucho) lo sencillo que es hacerlo a través de estrategias sencillas como simples piropos puesto que estas mujeres son muchísimo más receptivas a estas atenciones verbales que lo que lo puedan ser las de 20 ó 30 años, mucho más acostumbradas e insensibles a las galanterías.

Bien, como iba contando, pronto y casi sin pensarlo y desde luego sin haberlo esperado, estaba tocándoles las tetas a mi madre y a Celia y apenas unos instantes después, y también a instancias de mi madre, que aquí actuó como una auténtica Celestina, le empezaba a chupar los enormes pezones a su amiga. A partir de ese momento, lógicamente, ya no había marcha atrás y la conquista de la sesentona amiga de mi madre era un hecho.

  • ¡Qué gusto, qué gusto, por favor! – Decía Celia mientras yo succionaba con ganas sus enormes y oscurísimos pezones. - ¿Quién me iba a decir a mí que hoy me iba a dejar tocar las tetas por el hijo de Nati, y lo que es mejor, estando ella delante? ¡Ay, qué bueno, qué bueno! ¡Qué bien las chupas, cabroncete! ¡Ummm! La de tiempo que hace que no me comían las tetas de esta manera. ¡Aaaah!

  • ¿Te gusta como te las mama mi hijo, eh, golfona? – le decía mi madre observando la escena.

  • ¡Como para no gustarme! Bien sabe, bien, cómo chuparle las tetas a una mujer. Seguro que las tuyas y las mías no son las primeras que ve y toca, no. ¡Ahhh, qué bueno!. Ay, de esto no contéis nada, por favor, pero tú sigue, hijo, sigue, hazme lo que quieras en los picos que me matas de gusto. Sigue, sigue.

Me excitó especialmente que se refiriera a sus pezones como "los picos" pues era una forma de referirse a los pezones que yo nunca había oído antes.

  • Sigue, sigue, así, así, mámamelas, chúpame las tetas, que hacía mucho que no me las comían con estas ganas ¡aahhh! – Decía cada vez más caliente. - Aunque esté aquí tu madre delante, como ella también las tiene al aire supongo que no le molesta todo esto así que sigue, hijo; aquí tienes las tetas de Celia para que las chupes, las muerdas y hagas lo que quieras., Muérdemelas si quieres, muérdeme los picos, apriétamelos bien fuerte. ¡Ummmm!

Celia acabó experimentando algo muy parecido a un orgasmo simplemente por el hecho de chuparle las tetas, que es algo que yo no acabo de comprender del todo pero bueno, tampoco es la primera mujer a la que le provoco un orgasmo sólo chupándole los pezones.

Después de este inicio, y viendo la confianza que había para estas cosas entre mi madre y yo, fue la propia Celia la que, al principio en tono de broma, me instó a mamarle las tetas a mi propia madre. Entonces yo, dado que todo parecía estar en franquicia con Celia y que ésta veía con muy buenos ojos el que mi madre y yo tuviéramos ciertas relaciones sexuales juntos cuando menos, decidí dar un paso aún más salvaje si es que era posible y ante la pregunta, retórica por demás de mi madre de si me apetecía chuparle las tetas, le contesté a ésta:

  • Sí que quiero chuparte las tetas, mamá, pero para eso ya habrá tiempo. Ahora, igual que le he hecho a Celia chupándole sus "famosas" tetas, lo que me apetecería es chuparte a ti tu "famoso" culo.

El entrecomillado de "famoso" viene a cuento de algo que no he explicado antes para no extenderme demasiado y es que en el transcurso de la conversación previa a la exhibición de tetas por parte de ambas mujeres, ellas habían estado rememorando situaciones de su juventud y señalaron que de jóvenes eran famosas entre los chicos Celia por sus grandes tetas y mi madre por su culo redondo y respingón. De ahí lo de las "famosas tetas" de una y el "famoso culo" de la otra.

  • ¡Uy, uy, uy! – dijo Celia con unos ojos de lujuria como seguro que nunca había tenido ante mi propuesta de chuparle el culo a mi madre. – Este chico es mucho más vicioso de lo que yo pensaba. ¡Qué maravilla, Nati, qué maravilla! Ya puedes aprovechar, hija, que si yo fuera tú le ponía el culo en pompa ahí mismo y que me hiciera lo que quisiera en él, lo que quisiera.

  • No hace falta que trates de convencerme, Celia – le contestó mi madre mientras se deslizaba las bragas hacia abajo por sus macizos muslos hasta quitárselas por completo. – Por si no lo sabías, si mi hijo es un vicioso su madre es toda una puta y desde luego que le pongo todo el culazo en pompa para que me haga lo que quiera en él.

Y diciendo esto mi madre se situó de rodillas sobre el sofá inclinándose sobre uno de los apoyabrazos y dejando en efecto todo su enorme y precioso culo ofrecido para mí.

  • Vamos a probar este "famoso" culo. – Dije yo entonces mientras me inclinaba para empezar a amasar las gordas nalgas de mi madre y para pasarle la lengua por toda su deliciosa raja. Cuando me detuve en su ano y se lo empecé a chupar Celia, que se había incorporado y acercado a nosotros para no perderse detalle de todo lo que ocurría, dijo:

  • Ahí, ahí, cerdito, dale gusto en el culo a tu madre, en todo el culazo, en el mismo ojete. ¡Ay, pero que viciosón nos has salido con lo formalito que pareces! Y con tu propia madre; nada menos que lamiéndole el agujerito del culo a tu propia madre. Esto es increíble pero es cojonudo.

  • Ya te lo lameré a ti también, zorra, el culo y el chocho, ya lo verás. – Me había incorporado un poco para contestarle a Celia y pude ver entonces que ella, que se había deshecho por completo de la ropa a excepción de las bragas, se estaba masturbando metiéndose los dedos por entre sus bragas negras mostrando así buena parte de su peludo coñazo mientras contemplaba extasiada la comida de culo que le estaba haciendo a mi madre.

Mientras le chupaba el culo a mi madre también empecé a tocarle el chocho y en especial el clítoris y así, en cuestión de unos pocos minutos, mi madre alcanzó un fabuloso orgasmo cuyos últimos estertores coincidieron con los del que alcanzó Celia gracias a su propia manipulación en su peludo chocho.

Sin apenas tiempo para que las dos zorras maduras se recuperaran mi madre, lanzada por completo, me desnudó en un santiamén y me empezó a chupar la polla con inusitadas ganas mientras invitaba a su amiga a compartir con ella mi empinadísimo nabo.

  • Así que tú también se la vas a chupar a tu hijo. ¿eh, zorra? Eres mucho más puta de lo que pensaba, Nati.

  • Pues claro que lo soy y claro que se la voy a chupar. ¡Como para no disfrutar de ese cipotazo! – Le contestó mi madre mientras me acariciaba a mí el culo metiendo su mano por entre mis piernas y deslizando sus dedos por la raja de mi culo y acariciándome el ano. - ¿O es que no te parece bien...?

  • No, no, todo lo contrario. Me pone muy caliente que precisamente tú, aunque seas su madre, estés dispuesta a mamársela a tu hijo.

A continuación Celia se arrodilló al lado de mi madre y empezó a chuparme la polla con enorme habilidad. Me chupaba el glande mientras mi madre se ocupaba del tallo y de los huevos. En un momento dado y mientras Celia me la mamaba, mi madre me guiñó un ojo en señal de que Celia estaba también ya prácticamente dentro de nuestro círculo. Mientras Celia me la mamaba yo le magreaba a tope sus gordas y alargadas tetazas. Entonces mi madre se incorporó y yo empecé a morrearme con ella dándonos la lengua en unos besos llenos de vicio. En un momento dado Celia se percató de que mi madre y yo nos estábamos besando dándonos la lengua y dijo:

  • Mira, mira cómo se quieren estos dos. Así me gusta, par de cerdos, una madre y su hijo dándose gusto y besos a tope. ¡Ay, pero cuánto vicio! ¡Míralos, quién lo iba a decir! Esto es cojonudo.

A continuación Celia se centró de nuevo en su tarea de mamarme la polla y un par de minutos después ya no pude aguantar más y sintiendo mi eyaculación cercana avisé de ella pues no sabía si Celia estaría dispuesta a recibir mi descarga en la boca y tampoco quería hacer algo que le disgustase. Fue mi madre la que me indicó cómo debía proceder diciéndome:

  • Anda hijo, córrete y échale toda la lefa a esta zorra en la boca, que seguro que hace que no saborea leche de hombre y lo estará deseando.

Como Celia siguió mamando sin hacer el menos gesto de apartarse ante mi aviso previo y ante las palabras de mi madre, yo me dejé ir y me corrí con gran abundancia en la boca de la caliente madura. Mi corrida fue tremendamente abundante pues estaba muy caliente. Parte de la abundante corrida empezó a resbalar por la comisura de los labios de la amiga de mi madre hasta caer sobre sus enormes y larguísimas tetas mientras los tres reíamos completamente satisfechos de cómo se habían desarrollado los acontecimientos.

A continuación nos sentamos los tres a hablar de lo ocurrido y Celia nos dijo con énfasis que le parecía muy excitante que mi madre me chupara la polla a mi y que yo le tocara a ella las tetas, le chupara el culo y demás. También nos preguntó si había sido aquel día la primera vez que hacíamos algo así o si ya habíamos tenido experiencias sexuales juntos antes. Le confesamos sin demasiados detalles que ya había habido algunas ocasiones anteriores en las que yo le había dado gusto a mi madre y recibido placer de ella mientras Celia nos miraba cada vez más excitada y llena de lujuria.

  • Menudos viciosones, haciéndose de todo y siendo madre e hijo. ¡Hay que ver! ¡Nati, quién lo hubiera pensado de ti, porque un poco golfilla sí que eres pero esto… nada menos que con tu hijo…! Yo, que llevo tiempo pensando en ponerle los cuernos a mi marido, estaba segura de que tú ya se los ponías al tuyo pero nunca pensé que fuera a ser precisamente con tu hijo, marranaza.

Mi madre le preguntó entonces con toda intención si a ella de verdad le parecían bien aquellas relaciones incestuosas y Celia dijo:

  • Os tengo que confesar una cosa: la verdad es que no sólo me parece bien sino que me dais una envidia tremenda de que seáis capaces de hacer todas estas guarradas entre vosotros, siendo madre e hijo. Es de lo más excitante que he visto nunca. Os digo de verdad que estoy cachonda como no lo he estado nunca y casi más que por lo bien que me lo he pasado con tu hijo, Nati, es por verte a ti con él haciendo de todo; dejándote comer las tetas, chupándole la polla, besándote con él y hasta chupándote él en el ojete. Es fabuloso, no me digas que no. Os lo confieso: si yo pudiera hacer algo así con mi Enrique ya sería lo más de lo más porque la verdad, pensar que mi hijo me folla y me trata como a una furcia es de las cosas que más cachonda me ponen, y más después de haber visto que no es sólo una idea loca mía que me viene a la cabeza en momentos de calentura sino que vosotros lo hacéis y con este vicio. ¡Uff! Tiene que ser tremendo.

  • Pues me alegro de que te lo tomes así, Celia. Ya ves que a nosotros las guarradas entre madre e hijo nos gustan y mucho. – le dijo mi madre.

  • No creía que hubiera otras madres que pensaran en hacer cosas así con sus hijos. Cuando tengo esos pensamientos creo que soy una puta y una depravada pero por otro lado me pongo tan cachonda pensando en que mi hijo me toca las tetas...

  • Pues ya ves que no eres la única puta que piensa en disfrutar con su hijo; hay otras tan putas como tú o puede que más...

Los tres reímos y yo procedí a darles un beso a cada una, primero me besé con mi madre y después con Celia, la cual me dio un beso realmente fabuloso metiéndome la lengua hasta la garganta y comiéndome la boca con un vicio que nunca hubiera esperado de aquella simpática sesentona.

  • Bueno, chicas – dije yo al cabo. – Me lo he pasado fenomenal magreando y chupando vuestros fantásticos cuerpos y con la mamadita que me habéis hecho entre las dos pero me gustaría hacer algo más con unas hembras tan estupendas, que estos cuerpazos hay que aprovecharlos ¿eh, qué os parece?

  • Si es en lo que estoy pensando yo – dijo Celia riendo – por mi ya puedes empezar; yo tengo todo el chocho bien empapado y deseando recibir polla, que hace que no disfruto de una buena clavada, así que, cariño...

  • Veo que tú y yo nos vamos a entender muy bien, Celia. – Le dijo yo dándole un nuevo beso y apretándole con ganas una teta.

  • Venga, si quieres empezar conmigo dime cómo te gusta que me ponga y métemela hasta los huevos, cabrón. Ahora que eso sí, después de joderme a mí te jodes a tu madre ¿eh? que quiero ver a esta puta como se deja empitonar por su propio hijo.

  • Tranquila, Celia, que aquí hay polla para las dos...

A continuación le pedí a Celia que se tumbara sobre el sofá pero ella entonces nos dijo a mi madre y a mi que la acompañáramos a su habitación de matrimonio, que en la cama estaríamos más cómodos. Así lo hicimos y allí, en la cama en la que cada noche duerme con su marido, me follé por primera vez a Celia mientras mi madre nos jaleaba a ambos durante el fenomenal polvazo que le eché a la maciza amiga de mi madre. Me situé sobre ella y se la clavé con enorme facilidad pues en efecto su coño, que no era ya precisamente estrecho, estaba anegado de flujos.

Follamos durante un buen rato y mientras la jodía nos besábamos o yo me comía sus gordísimas tetas. En la tarea de chuparle las tetas fui excitante y convenientemente ayudado por mi madre quien agarraba las grandísimas y alargadas tetas de Celia, desparramadas por sus costados, y las levantaba hasta acercarlas a mi boca para que le chupara los salidos pezones a su amiga mientras la jodía. Disfrutamos un montón así y finalmente Celia tuvo dos orgasmos intensísimos y prácticamente seguidos tras los cuales fui yo el que se corrió abundantemente en su peludo conejazo siguiendo sus propias indicaciones pues la propia Celia me pidió que le echara toda mi caliente leche dentro.

  • Tranquilo, que a mi ya no me dejas preñada así que córrete dentro, échame toda esa leche calentita en el higo, cachondón, que quiero notar bien dentro del papo la crema calentita de macho. ¡Ay, qué gusto!

Tras descansar unos minutos Celia comenzó a instarnos a mi madre y a mí a que folláramos pues estaba verdaderamente excitada e impaciente por vernos joder juntos. Por supuesto enseguida la complacimos. Mi madre se puso a cuatro patas sobre la cama de Celia y yo detrás de ella la penetré y la empecé a follar mientras Celia nos comenzaba a decir completamente salida:

  • Eso es guarros, así, así, a pasarlo bien tú, zorra con tu hijo, y tu, cabronazo con la puta de tu madre, que te pone ahí el chocho bien abierto para que se lo jodas bien y se lo llenes de leche. Dale, dale polla a tu madre, cabrón, dale gusto en el chocho a tu puta madre.

Mientras mi madre y yo follábamos a placer Celia no pudo contenerse e inició de nuevo una furiosa masturbación manipulándose el coño y apretándose y estirándose con inusitadas ganas y fuerza sus propias tetas. Era el delirio. Cuando finalmente mi madre, también tremendamente excitada, estalló en un soberbio orgasmo, yo le saqué la polla del chocho aún sin correrme y tumbándome de nuevo sobre Celia se la metí a ésta hasta los huevos por segunda vez aquel día. Celia, nada más sentir mi cipote en sus entrañas y antes de que me diera tiempo a darle siquiera un par de emboladas, tuvo un orgasmo bestial que le hizo chillar como una loca.

  • Así, así, - decía tras los estertores de aquel orgasmo y mientras se veía que otro nuevo estaba a punto de inundarla. – Fóllame con esa polla que acaba de estar dentro del coño de tu madre dándole gusto, jódeme igual que acabas de joder a la puta de tu madre; jódeme a mí como a ella que yo soy tan putorra y tan guarra como tu madre. ¡Aaaaahh!

Y en ese momento un nuevo y furibundo orgasmo inundó a Celia que de nuevo chilló de una forma que a buen seguro no pasó desapercibida para la mayoría de sus vecinos. Fue realmente un orgasmo colosal.

Y para acabar tuvo lugar mi tercera corrida de la tarde. Ya no fue muy abundante pero en cuanto sentí llegar el placer le saqué la polla del coño a Celia y le lancé las andanadas correspondientes a sus fabulosas tetas mientras le decía:

  • Toma mi leche en tus tetas, guarra, que las tienes cojonudas de verdad. Toma mi leche y goza con mi polla, putorra.

Pero no todo había acabado aún, como yo pensaba. Nada más correrme sobre las tetas de Celia mi madre se abalanzó sobre ellas y se las empezó a chupar comiéndose toda la lefa que yo había dejado allí. Celia disfrutaba y le decía a mi madre:

  • Chupa, guarra, cómeme las tetas que las tengo empapadas de la leche de tu hijo, de la lefa que tú hijo me ha echado en ellas así que chupa y cómete la leche de tu hijo, de tu hijo, puta.

Sin duda Celia había resultado ser una verdadera entusiasta del incesto; todo lo incestuoso la excitaba tremendamente y así nos lo reafirmó luego mientras sentados los tres sobre su cama de matrimonio descansábamos del esfuerzo realizado. Nos felicitó de nuevo a mi madre y a mi por nuestras relaciones incestuosas y declaró una vez más que a ella le encantaría follar con su propio hijo y dejar que éste le chupara las tetas así como chuparle ella el cipote. Yo entonces le pregunté si sabía de alguna tendencia de su hijo hacia las mujeres maduras o algo así pero Celia dijo que no, que sabía que su hijo follaba con algunas chicas porque le había visto condones en sus cajones pero poco más.

  • Bueno, pues tendremos que hacer algo para ver si le puedes ofrecer esas tetazas y ese chochazo peludo que tienes a tu hijo o qué ¿no? – Le decía yo a Celia.

  • Sí, no se qué vamos a hacer. Con mi hijo yo creo que tengo poco que hacer en esto de la jodienda. No me voy a poner en pelotas delante de él y decirle "¿qué, te gusta el chocho de tu madre? Pues venga ven a chupármelo y luego me la metes". No creo que haya manera. Primero porque seguro que una vieja como yo, gorda y con las tetas ya por el ombligo, seguro que no le gusta en absoluto y segundo porque siendo su madre a mi bien cachonda que me pone pensar en follar con él pero seguro que a mi hijo le espantaría.

  • Bueno, ya se nos ocurrirá algo, Celia, no te preocupes; ya verás como acabas lamiéndole la polla a tu hijo...

  • Ojalá, ya podía ser, ya pero bueno, si aunque no pueda comérsela a él puedo seguir follando contigo y con tu madre delante en unas sesiones como la que acabamos de tener... por mi encantada ¿eh? Que ya a estas alturas nunca pensé que fuera a disfrutar de la jodienda como lo he hecho esta tarde. Ya estaba resignada que todo el placer que reciba venga de mis dedos.

  • Por supuesto que yo te voy a seguir jodiendo, Celia, no me voy a olvidar de una hembra maciza y tetona como tú así como así, eso tenlo seguro. Pero insisto en que algo tendremos que hacer para equilibrar esto, que una polla sola para dos chochos hambrientos y tragones como los vuestros no es suficiente...

Los tres reímos divertidos y ya nos dispusimos a vestirnos pues mi madre y yo teníamos que irnos. Antes de abandonar la casa de Celia yo me di un nuevo e intenso beso con ella y le dije que me diera tiempo y que ya se me ocurriría algo para que acabara con el nabo de su hijo entre las tetas.

Cuando nos íbamos ya mi madre y yo hacia nuestra casa comentamos la agradable sorpresa que había supuesto descubrir no sólo la cachondura de Celia sino sus decididas inclinaciones incestuosas.

  • ¿De verdad crees que podemos hacer algo para meter a su hijo Enrique en el ajo, cariño? – Me dijo mi madre.

  • Bueno, todo depende realmente de que le gusten las hembras maduras, creo yo. Eso es casi lo básico. A todo buen hijo incestuoso le gustan, además de su madre, las mujeres maduritas. Porque si sólo le gustan las jovencitas va a haber poco que hacer. No se, déjame pensar que ya se me ocurrirá algo, aunque para probar si le gustáis las maduritas cachondas, mamá, vete haciéndote a la idea de que tú vas a tener un papel estelar.

  • Ja, ja, ja. – rió mi madre. – Bueno, pues se hará lo que se pueda y seguro que con gusto; después de todo no creas que me disgustaría tirarme al hijo de Celia, que está bien bueno, la verdad.

En los días siguiente le estuve dando vueltas al tema de lograr que Enrique, el hijo de Celia, se uniera a nuestro círculo del incesto. Finalmente se me ocurrió una idea que le expuse a mi madre: Se trataba de que ellas pretextaran que les apetecía ir a un baile de esos para mayores que hay en varios locales de nuestra ciudad pero dado que sus maridos no querían acompañarlas y que no se atrevían a ir sin pareja, nos proponían a nosotros acompañarlas. En el baile yo chequearía con el hijo de Celia si le gustaban las maduras, que allí serían legión, y si la respuesta era positiva ahí entraría mi madre tratando de ligárselo. A partir de ahí ya se trataría de comprobar si a él le parecía bien en primera instancia que su madre ligara con otros hombres, en segunda instancia si le parecería bien que ligara conmigo y en tercera instancia ya estaría el incesto con él mismo. Si por ese camino no lográbamos nada habría que pensar en otra cosa o ya abandonar porque también hay que asumir que no a todo el mundo le apetece joder con su madre.

Antes de exponerle a Celia este plan y de llevarlo a la práctica, no obstante, ocurrieron otras cosas.

Continuará