Círculo Incestuoso (15)

Un excitante trío tiene lugar entre mi madre, su amiga Elena y yo. En el transcurso de la caliente sesión de sexo Elena reconoce implícita y explícitamente que el sexo incestuoso le excita y atrae terriblemente.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 15. – Elena, la amiga de mi madre en el camino del incesto.)

En el capítulo anterior mi madre yo habíamos propiciado una situación de exhibicionismo en la que tanto mi madre como su amiga Elena y yo mismo habíamos acabado desnudos. A partir de ahí ya fue cuestión de dejar que los acontecimientos siguieran su curso natural para que Elena acabara experimentando el que ella calificó como el mejor orgasmo de su vida cuando yo le chupé sus sensibles tetas y le masturbé su jugoso y peludo coño. Entusiasmada por mi habilidad haciéndola gozar, Elena bromeó con mi madre diciéndole que de no ser yo su hijo le recomendaría que probara mis habilidades para dar placer a una mujer. Era el momento de mostrarle a Elena que le hecho de que fuéramos madre e hijo no era ningún inconveniente para gozar juntos sino más bien un acicate.

Tras la alusión de Elena a mi habilidad succionando tetas y tras señalarle a mi madre que de no ser su hijo ella también tendría que probarla, yo le dije:

  • Bueno Elena, ¿tú crees que estaría mal que yo le chupara algo a mi madre?

  • Si te soy sincera a mí me parecería estupendo, la verdad, pero seguro que a ella… Ahora, que ella se lo pierde, desde luego. Hay veces que hay que dejar de lado ciertos convencionalismos. Total

Sin duda, y para sorpresa tanto de mi madre como mía, Elena parecía ser una mujer a la que no sólo no le asustaba tener escarceos sexuales fuera del matrimonio con relativa facilidad sino que el incesto tampoco parecía incomodarla especialmente.

  • Me alegro de que digas eso, Elena. Y mira, igual tienes que ayudarme a convencer a mi madre porque, la verdad, aunque Nati sea mi madre también me apetece chuparle algo. Y es que verla ahí con las tetas al aire y enseñando toda la pelambrera del chocho

  • Menudo viciosón... – dijo Elena con una mirada de lujuria. – Mira que estar pensando en pedirle a tu madre que te deje chuparle las tetas...

  • ¿Te parecería mal?

  • ¡Uy, a mi en absoluto! Ya te digo que algunas cosas hay que dejarlas de lado en estos asuntos y más cuando no hay ningún problema por hacerlo. Y por mi no tenéis que preocuparos ni tú ni tu madre. Yo soy muy discreta y ya habéis visto los dos lo guarra que soy en realidad así que… Vamos, que no me iba a escandalizar porque le comieras las tetas a tu madre, desde luego. De hecho, ya digo, creo que tu madre tendría que probar lo que eres capaz de hacerle a una mujer en los pezones.

  • ¿Tú crees que podremos convencer a mi madre, Elena?

  • Bueno, yo en su lugar ya lo estaría, desde luego así que… - y añadió dirigiéndose a mi madre: - Venga, Nati, si tu hijo quiere chuparte las tetas aprovecha la ocasión y disfruta, tonta.

  • Bueno, es que soy su madre y…- seguía actuando mi madre aunque ya estaba muy clara la posición de Elena con respecto a nuestras posibles relaciones incestuosas.

  • Déjate de bobadas, Nati. Anda, disfruta de un jovencito mordiéndote las tetas, que eso no te va a pasar todos los días. ¿Y qué más da que sea tu hijo? ¡Mejor! ¿O no te pone eso más cachonda todavía? Si yo os contara

  • Pero Elena, ¿quieres decir que aunque sea su madre te parece bien que…?

-Anda, venga Nati. Déjate de bobadas y métele los pezones en la boca a tu hijo, que te vas a enterar de lo que es bueno. Y para ser sincera os diré que yo voy a disfrutar viendo cómo te chupa las tetas, la verdad.

  • Bueno, estaba pensando en chuparle a mi madre otra cosa... – Intervine yo completamente satisfecho de cómo estaba reaccionando Elena ante la situación incestuosa entre mi madre y yo.

  • ¿Qué me quieres chupar, hombre? – Simuló sorprenderse mi madre.

  • Anda, mamá, espatárrate ahí en el sofá, que le voy a mostrar a Elena qué otras cosas se chupar muy bien.

Mi madre entonces sonrió con lascivia y seguidamente se sentó en el sofá tal como yo le había pedido. Elena tenía una expresión expectante y sobre todo tremendamente lujuriosa. Con este panorama y con mi madre convenientemente espatarrada y mostrando su peludo chocho en todo su esplendor, me arrodillé entre sus rollizos muslos y le empecé a pasar la lengua por el coño mientras ella miraba sonriendo a Elena.

  • Bueno Elena, - le dijo mi madre a su amiga mientras empezaba a sentir mis lengüetazos en su almeja. Esto igual te parecerá un poco fuerte

  • En absoluto, querida. Ya veo yo que aquí no soy la única golfa y me encanta ver a tu hijo haciéndote eso, te lo puedo asegurar. – Dijo Elena visiblemente excitada.

  • ¿De verdad no te parece mal que mi hijo me chupe el chichi? Mira que cualquier madre no hace estas cosas con su hijo… – le preguntó mi madre mientras mis lengüetazos comenzaban a hacerla suspirar.

  • No, no, todo lo contrario. Me parece muy, muy bien. Es muy... caliente todo esto, me gusta. Y, la verdad, me alegro de que tú también seas una buena puta; tan puta como para dejarte comer el conejo por tu propio hijo, ja, ja, ja.

  • Pues yo estoy encantada de que te parezca bien, Elena, me alegro mucho. Y sí, soy bastante puta y ahora lo que tengo bien caliente es el chocho, así que venga, hijo, dame gusto con esa lengua tan maravillosa que tienes y que vea Elena que además de darle gusto a ella en las tetas también sabes dar gusto con la lengua a tu madre en todo el conejazo. ¡Ummm! ¡Ahh! Así, así… ¡Ummm!

Le chupé durante un rato el coño a mi madre mientras ella suspiraba de forma cada vez más sonora y ante la atenta y excitada mirada de Elena, la cual por cierto, de vez en cuando se tocaba sus propias tetas titilándose los pezones con intensidad e incluso estirándoselos exageradamente mientras observaba el cunilingus que yo le estaba haciendo a la zorra de mi madre.

Tras unos minutos chupándole su encharcadísimo coño y prestándole especial atención a su clítoris, mi madre alcanzó un soberano orgasmo que se hizo notar por sus profundos suspiros y grititos de placer. Cuando se hubo recuperado le dijo a Elena:

  • Chica, no hay nada como que tu hijo te coma el higo; es lo más excitante y calentorro que te puedas imaginar.

  • Te creo, te creo porque hasta yo me he puesto calentorra a tope viéndoos ahí cómo gozabais siendo madre e hijo, sobre todo tú, puta, ja, ja, ja.

  • Sí, hasta ahora las que más hemos gozado hemos sido nosotras pero ya es hora de que le demos gustito a este pimpollo y le demostremos cómo se las gastan dos cincuentonas como nosotras ¿no te parece?

  • Hija, estoy tan calentorra con toda esta situación que haría cualquier cosa así que venga, tú dirás qué le hacemos a este golfo. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a estar así de excitada y con vosotros además? Yo, que llevaba más de medio año sin que me chuparan las tetas y sin meterme nada en el conejo, y no será por falta de ganas

  • Pues hoy las tetas ya te las han chupado y puede que ahí no acabe la cosa… - Le dijo mi madre a su amiga con picardía.

  • Eso espero – rió divertida y excitada Elena para añadir a continuación: - Y ahora, venga, como tú dices, que se entere tu hijo de lo que le pueden hacer dos cincuentonas calientes. ¿Qué le hacemos?

  • ¿Tú qué prefieres, cariño? – Me preguntó entonces mi madre.

  • Pues mira, mamá, lo que me apetece ahora es una buena comida de polla ¿qué os parece?

  • ¡Pero qué cerdo y qué vicioso eres, cariño! – replicó mi madre riendo.

  • ¿No te parece bien, mamá?

  • Estupendo, hijo, me parece estupendo degustarte esa cosa tan gorda que tienes, cabroncete .- Respondió mi madre mientras las dos mujeres se miraban sonriendo con lujuria.

Y diciendo esto mi madre se puso de cuclillas frente a mi y tras acariciarme un poco mi empinadísima polla le dio dos besos en la punta y otros dos en los huevos y a continuación se la metió con toda la glotonería del mundo en la boca.

  • Menuda madre más zorra que tienes ¿eh? – Me dijo Elena con un brillo de verdadera lujuria en los ojos. - ¿Ya sabías que tenías una madre tan calentorra?

  • Es lo que siempre deseé tener, sobre todo cada vez que me quedaba mirándole el culazo tan bueno que tiene. – Le respondí yo a Elena saliendo por la tangente y sin confesarle aún que de sobras sabía desde hacía meses la clase de puta que es mi madre.

  • Pues ahora ya lo sabes; tu madre es una cachonda de campeonato ¿eh?

  • Sí, es toda una putorra y me alegro un montón de ello porque no hay nada como gozar con una madre bien puta.

Los dos reímos mientras mi madre seguía trabajándome la polla con la boca de forma magistral. Entonces mi madre interrumpió su labor y dirigiéndose a Elena le dijo:

  • Venga, arrodíllate aquí conmigo y vamos a comerle el nabo a este cerdito las dos a dúo, que seguro que le gusta. Que vea con qué clase de putas está tratando.

Las dos mujeres rieron divertidas y excitadas y enseguida Elena se colocó al lado de mi madre para iniciar una soberbia mamada a dúo. Era fabuloso tener a mis pies a la cachonda de mi madre y a la no menos zorra de Elena. Mientras una me chupaba el glande la otra se ocupaba de mis huevos o del tallo de mi polla; cada pocos segundos se intercambiaban las zonas de las que se ocupaban sus respectivas bocas convirtiendo aquello en una experiencia bestialmente placentera para mí. Yo ya conocía las habilidades de mi madre como mamona pero desde luego Elena no le iba a la zaga pues la chupaba con verdadera maestría y de forma tremendamente glotona, llenándome de saliva toda la zona. De vez en cuando las lenguas de las dos mujeres se tocaban pero eso a ellas no parecía importarles; de hecho en ocasiones prolongaban el contacto de modo que casi parecía que se daban un beso con lengua con mi cipote de por medio. Así sucedió varias veces mientras ambas me lamían el glande sin que ninguna de ellas abandonara la zona a pesar del continuo roce con la lengua de la otra. En una de estas ocasiones en las que las lenguas de las dos jugaban con la parte superior de mi polla a la vez y tocándose entre ellas ya no pude aguantar más y estallé en un placentero orgasmo soltando una serie de buenos chorretones de leche que fueron a parar a sus labios y caras mientras ellas reían divertidas y visiblemente excitadas.

  • ¿Te ha gustado cómo te la chupan estas dos cincuentonas, hijo? – preguntó mi madre con picardía.

  • No sabes cuánto, mamá, no sabes cuánto.

Los tres reímos y a continuación, en un numerito de lo más excitante, Elena se acercó a mi madre y le pasó la lengua por el labio superior y por la zona del bigote para recoger un goterón de semen que había quedado allí. Mi madre no sólo se dejó hacer sino que sacando a su vez su lengua tocó con ella la lengua de Elena y ambas entre risas se dieron prácticamente un muerdo con los restos de mi semen de por medio.

  • Me parece, Nati, que tú y yo somos igual de putas ¿eh?

  • Sí, me parece a mí que sí. – Contestó mi madre mientras ambas mujeres reían divertidas y de forma cómplice.

  • Bueno, - interrumpió Elena. – Tú eres mucho más puta que yo porque yo golfa soy un rato, lo reconozco, pero todavía ni le he chupado la polla a mi hijo ni me he dejado chupar las tetas y el coño por él ¿eh? En eso tú me llevas ventaja y eso sí que es golferío, ¿eh?

  • Bueno, tranquila que todo se andará, que si le enseñaras esas tetazas a tu hijo como se las has enseñado hoy al mío… – Le dijo mi madre.

  • ¡Uy, no se, eso ya me parece muy fuerte!

  • ¿Por qué fuerte? ¿A ti te parece mal lo que hemos hecho mi hijo y yo?

  • No, no, todo lo contrario ya te digo; me parece estupendo y excitante de verdad, ya lo creo. No, quiero decir que yo con mi hijo... lo veo muy, muy difícil...

  • Pero, hablando claramente, Elena – intervine yo. - ¿Te gustaría que tu hijo te chupara las tetas sí o no?

  • Hombre, pues no se... Yo... bueno, la verdad... después de veros a tu madre y a ti y todo lo que hemos hecho la verdad es que... sí, me gustaría hacer todo esto con mi hijo, lo que pasa es que da un poco de cosa decir algo así pero bueno, a vosotros desde luego no os va a escandalizar ¿eh, marranazos? Ja, ja, ja.

Seguimos hablando entonces un poco del incesto quedando perfectamente claras las favorables posturas de todos con respecto a estas prácticas sexuales. Elena llegó a confesar que alguna vez había tenido incluso fantasías con su hijo José pero que lógicamente esto nunca lo había comentado con nadie. Con la propia conversación nos fuimos poniendo de nuevo los tres extremadamente calientes así que tras la pregunta de Elena de si mi madre y yo habíamos hecho alguna vez algo más nosotros ya decidimos aclararle hasta dónde llegaban nuestras relaciones y qué mejor manera que haciéndole una demostración práctica. Yo entonces cogí a mi madre, que por cierto aún conservaba su estrecha falda enrollada en la cintura, y colocándola a cuatro patas sobre la alfombra le dije a Elena:

  • Ahora vas a ver cuánto quiero yo a la zorra de mi mamá.

Y sin más preámbulo se la clavé en el coño a mi madre haciendo que esta exhalara un sonoro suspiro de verdadero placer. Comenzamos el delicioso vaivén de la follada y echamos un polvazo antológico. Mientras follábamos Elena nos animaba y nos decía:

  • Eso es, par de guarros. Así, así, tú fóllate a tu madre, que es bien puta. Y tú, Nati, cacho golfa, disfruta con el pollón de tu hijo, cerda. ¡Ay, pero qué calentura más grande me está provocando todo esto! ¿Quién iba a pensar que precisamente mi amiga Nati iba a follar con su hijo y delante de mí? Esto es de lo más cachondo.

Y mientras decía esto Elena se estiraba de los pezones de una forma realmente inverosímil elevando sus enormes tetazas una barbaridad.

Seguí follando a mi madre a buen ritmo y ésta coronó dos fabulosos orgasmos durante los cuales creo que chillaron tanto mi madre como Elena pues ésta estaba visiblemente sobreexcitada con el polvazo que estábamos echando mi madre y yo.

Finalmente yo acabé corriéndome en las poderosas nalgas de mi madre tras sacarle la polla del coño en el momento de eyacular.

Por supuesto después de este polvo hubo que darle a Elena su ración de polla y lógicamente también me la follé allí mismo y siendo convenientemente jaleado por mi madre. Le sugerí a la amiga de mi madre que se pusiera de espaldas en el sofá pues me apetecía verle las tetazas que tiene mientras la follaba. Ella estuvo de acuerdo y enseguida me acoplé a la caliente madurita penetrando su jugoso conejo con mi gorda polla. Enseguida empezó a gemir y a decir que era la mejor tarde de sexo de su vida y que antes de ese día hacía mucho, mucho tiempo que no había tenido ningún orgasmo, lo cual era muy frustrante para una mujer tan caliente como ella.

Como yo me había corrido dos veces recientemente podía aguantar muchísimo de modo que estuve perforando el chocho de la amiga de mi madre durante mucho rato. Mientras jodíamos mi madre nos animaba y le decía a su amiga:

  • ¿Te gusta cómo te folla mi hijo, eh, zorrón?

Elena disfrutó un montón, además de por la follada en sí, por el tremendo morbo que le daba joder conmigo delante de mi madre. De vez en cuando decía:

  • Jódeme, destrózame a pollazos delante de tu madre, cachondón. Que vea la zorra de tu madre cómo me jodes. Mira, Nati, mira cómo me jode tu hijo. Me la está metiendo tu hijo y estoy gozando como una guarra.

La muy cachonda de Elena tuvo tres estentóreos orgasmos antes de que yo me corriera con gran placer, y a petición suya, sobre sus gordísimas tetas.

  • Así, así, cariño; échamelo todo en las tetas; toda tu lefa calentita en las tetazas de Elena. Estas tetas son para ti y puedes llenármelas de lechada siempre que quieras, cariño. Y si es delante de la zorra de tu madre mejor, que me pone muy cachonda que una madre y un hijo sean así de cerdos los dos juntos.

El colofón a este fenomenal polvazo, primero que yo le echaba a Elena, lo puso mi madre que, tras mi corrida, sobre las enormes ubres de su amiga, ni corta ni perezosa se puso a lamerle las tetas a ésta recogiendo el semen que yo había depositado en ellas. Tras hacerlo Elena le dijo a mi madre que aquel semen era suyo y que ya que se lo había limpiado con la lengua lo menos que podía hacer era compartirlo con ella así que, causándome a mí una tremenda excitación, mi madre sacó la lengua completamente pringada de semen y Elena le acercó la suya tomando parte de la lefa que mi madre tenía en la lengua y dándose de nuevo y en la práctica un nuevo beso con lengua y semen cargado de erotismo entre las dos mujeres.

Tras esta numerito los tres estábamos agotados aunque manteníamos un elevado grado de excitación. No obstante la hora también se nos echaba encima así que ya nos dispusimos a despedirnos y a vestirnos si bien mientras lo hacíamos la charla fue sobre las relaciones incestuosas quedando claro que a todos nos gustaban y que Elena no era contraria sino más bien al revés a intentar algo con su propio hijo aunque ella misma señaló lo difícil y comprometida que a su juicio era semejante empresa. Ella aún no sabía que su hijo era un entusiasta del incesto y que lo que más deseaba era precisamente gozar con su tetuda madre y yo no quise decírselo para mantener el morbo cuando se presentara la ocasión de que Elena y su hijo pudieran tener relaciones sexuales.

Ya cuando se disponía a marcharse Elena me preguntó con malicia si había algo entre Puri y yo y entonces le confesé que en efecto Puri era otra madurita que me gustaba mucho y que desde hacía algún tiempo me la follaba aunque no le hablé de la relación de Oscar con mi madre ni de las propias relaciones incestuosas entre el propio Oscar y Puri.

Antes de que Elena se fuera, quedamos para repetir el satisfactorio encuentro que habíamos tenido en cuanto tuviéramos ocasión. Elena había contemplado con enorme agrado y excitación la relación incestuosa entre mi madre y yo y había disfrutado animándonos a hacer todo tipo de cochinadas entre nosotros. Ese mismo día ya había reconocido que le excitaba la idea de hacerlo con su propio hijo así que el siguiente paso debía ser la inclusión de su hijo José como un actor más de aquel fabuloso cuadro incestuoso. Al comentarlo, ante las reservas y dudas de Elena de que el chico quisiera sexo con su propia madre, yo le recordé la conversación de la calle de días antes y le aseguré que no era muy descabellado que su hijo deseara follar con ella tanto como ésta con él.

  • Bueno, la verdad es que alguna vez me ha visto con las tetas al aire y se me ha quedado mirando yo diría que con ganas a pesar de ser su madre, que una mujer nota eso aunque sea en la mirada de su hijo. – Nos contó Elena confirmando una anécdota que ya José me había contado a mí. – Yo creo que por eso es por lo que cada vez he ido teniendo yo también más ganas de que el muy cabroncete me chupe las domingas. ¡Ay, es que sólo de pensarlo…!

Así las cosas decidimos que al día siguiente intentaríamos introducir al chico en nuestro creciente círculo incestuoso. Volvimos a hablar de lo que se traslucía de la conversación del día anterior en la calle y todos convinimos en interpretar las palabras del joven hijo de Elena como claras alusiones a su deseo de tener una relación con una madurita rellena sin descartar para nada, sino todo lo contrario, que esa madurita fuera su propia madre. El siguiente paso ya fue solo decidir como lo haríamos y, llevados del entusiasmo y la excitación, los tres convinimos en que lo mejor sería propiciar que el chico descubriera a su madre en clara actitud sexual y a ser posible portándose como una zorra. También apuntamos que sería muy interesante darle todas las connotaciones incestuosas posibles a su descubrimiento para que el joven no tuviera ya el menor reparo ante la posibilidad de tener relaciones sexuales con su madre. Elena se mostraba entusiasmada con aquellos planes. Yo, al calor de la excitante conversación, propuse:

  • Por ejemplo, lo mejor sería que me encuentre a mi metiéndoos mano sin contemplaciones a vosotras dos, a su madre y a la mía teniendo vosotras todos vuestros abundantes encantos al aire, que ya sabemos que le gustan.

  • Ya pero ¿cómo vamos a hacer posible ese encuentro? No nos vas a meter mano en la calle y él aquí a vuestra casa no va a venir así sin más... – decía Elena.

  • Podemos usar la casa de Puri, como la muy zorra está metida en este ajo nos puede hacer el favor – sugirió mi madre. – Seguro que si se lo pide mi hijo hace cualquier cosa, la muy calentorra, ja, ja, ja. Déjanoslo a nosotros, ya hablaremos con Puri y ya te avisaremos cuando tengamos el plan listo.

Tras esta conclusión por parte de mi madre ya nos despedimos, todos muy excitados con nuestros incestuosos planes y especialmente Elena pues se le veía con verdaderas ganas de tener relaciones sexuales con su propio hijo.

Continuará