Círculo Incestuoso (12)

Una vez introducido en el fascinante mundo de las relaciones incestuosas las sopresas no acaban. Más cerca de nosotros de lo que pensamos pueda haber más madres incestuosas y más hijos deseosos de hacer gozar a sus cachondas madres.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 12. – Aparecen Elena y su hijo José).

En el capítulo anterior Purificación, la prima de mi madre, entró de lleno a formar parte de nuestro círculo incestuoso al tener relaciones plenas con su hijo Oscar. Mi madre y yo fuimos testigos de ello y también participamos, lógicamente, de tan agradable acontecimiento.

A continuación, en este capítulo y probablemente en el siguiente, voy a narrar, aunque sea resumidamente, cómo identificamos a otra pareja incestuosa compuesta por una caliente madre y su vicioso hijo. Soy consciente de que este capítulo es quizá menos excitante que otros que hasta ahora he narrado pero quiero hacerlo puesto que me parece importante explicar con cierto detalle lo ocurrido con esta pareja compuesta por una amiga de mi madre y su hijo. Si las relaciones incestuosas en general están cubiertas siempre con un halo de misterio y oscuridad ni que decir tiene que cuando alguien que practica el incesto entra en contacto con otras personas que también lo hacen no se trata de un contacto sencillo ni fácil de establecer porque sobre todo hay una dificultad inicial para identificar y reconocer a otros practicantes del incesto. Por eso quiero explicar con cierto detalle, aunque obviamente resumiré mucho, lo sucedido aquellas semanas con esta pareja hasta que finalmente se produjo el desenlace que contaré más adelante.

En esta fase pasaron varios meses en los que todos los implicados en el círculo incestuoso que de manera tan casual e informal habíamos creado seguimos gozando del sexo de una manera plena y enormemente satisfactoria. Mi madre y yo teníamos relaciones a la menor oportunidad y siempre que podíamos nos juntábamos bien con mi tía Flora y mi primo Dani o bien con Purificación y su hijo Oscar para gozar en unos extraordinarios cuartetos incestuosos. En esa fase, por diversas circunstancias, mayormente de oportunidad, o más bien de ausencia de oportunidad, aún no habíamos podido celebrar una reunión en la que participáramos las tres incestuosas parejas de madres cachondas e hijos viciosos; lo más que hicimos fueron algunos cuartetos, como acabo de comentar, en los que participábamos mi madre y yo bien con Puri y Oscar o bien con mi tía Flora y Dani. Lo que sí fueron más comunes, porque eran más sencillos de llevar a cabo ya que necesitaban menos coartadas y excusas, eran los tríos en los que dos chicos nos follábamos a alguna de nuestras calentorras madres. Mi madre disfrutó varias veces de mi polla y de la de mi primo Dani y lo mismo hicimos, aunque con menos frecuencia, el propio Dani y yo mismo con mi tía Flora. Con Puri también follé en varias ocasiones en compañía de Oscar y a su vez éste también jodió con mi madre algunas veces en mi compañía.

Poder gozar de los favores sexuales de tres jamonas como mi madre, mi tía Flora y Purificación y hacerlo además en el contexto de unas relaciones incestuosas en compañía de sus hijos, era para mí el no va más de mis deseos sexuales.

Pensaba por otro lado que era muy afortunado al poder haber establecido estas relaciones con estas cincuentonas cachondas pues no es muy común ni poder ligar con maduritas ni mucho menos el hacerlo con miembros de tu familia y encima con la participación de sus hijos. Sin embargo a veces la realidad se obstina en hacernos ver que lo que nos parece extraordinario es mucho más común de lo que parece y que hay muchas más cosas ocultas que las que vemos a la luz del día.

Yo nunca hubiera pensado que podía darse en mi entorno alguna otra relación incestuosa y mucho menos que yo pudiera llegar a tomar parte en ella pero como digo el mundo es una caja de sorpresas y en asuntos como las relaciones incestuosas puede ocurrir, y de hecho ocurre a menudo – yo puedo dar cumplida fe de ello – que son más comunes y cercanas de lo que sabemos y de lo que incluso imaginamos porque el incesto siempre es una sorpresa y casi siempre es algo oculto y que sólo se conoce entre sus más directos partícipes porque en general éstos ponen un especial celo en que siga oculto para el resto del mundo.

Los siguientes acontecimientos dignos de mención tienen que ver precisamente con la existencia de esas nuevas relaciones incestuosas que descubrí tiempo después de iniciarse las mías con mi madre, con mi tía Flora y con Purificación. En ellas participan personas muy cercanas a mi madre sobre todo aunque no son ya en su mayoría miembros de nuestra familia.

El primero de estos descubrimientos de una nueva pareja incestuosa y la posibilidad de que pasara a formar parte de nuestro reciente y creciente círculo incestuoso tiene que ver con una amiga de mi madre, también conocida de Puri por razones de vecindad. En concreto se trata de Elena, una vecina de Puri como he dicho, verdaderamente maciza y extraordinariamente tetona, que andará en torno a los 56 ó 58 años. La otra parte en esa relación tiene como protagonista a su hijo menor, José.

Fue también un detalle casual lo que permitió que yo tuviera conocimiento de la posible atracción incestuosa entre esta madre y este hijo. Todo esto lo cuento a continuación.

Como decía, esta amiga de mi madre, Elena es una mujer de unos 56 años, gordita, con unas tetas enormes, realmente grandes, más aún que mi tía Flora, que ya es decir. Tiene Elena también un culo que además de grande y gordo como corresponde a una jamona decididamente rellena como ella, está muy bien formado; es redondo y relativamente respingón, al estilo del de mi madre. Además Elena, no se si consciente o inconscientemente, suele hacer gala de tan apetitoso culazo pues siempre, absolutamente siempre, lleva unas faldas de tubo realmente ajustadas que marcan perfectamente no ya solo su extraordinario pandero sino que hacen que se le note incluso el elástico de sus bragas. Como decía, sus tetas son también realmente enormes y al igual que con su culazo, la buena de Elena, no pone precisamente empeño en disimular el grandioso tamaño de sus pechos sino todo lo contrario ya que siempre lleva también blusas enormemente ceñidas que marcan perfectamente sus enormes y rellenas montañas de carne. Yo ya creía que usaría, como poco, una talla 150 de sujetador y tiempo después, como contaré a continuación, pude comprobar la veracidad de mi estimación.

Mi madre y Elena se conocen desde hace muchos años y mantienen una muy cercana amistad ya que las dos tienen un carácter muy parecido y son muy similares. Pronto me enteraría de que sus afinidades iban más allá de lo que hasta entonces conocía. Recuerdo que en una ocasión, antes incluso de que yo empezara a tener relaciones sexuales con mi madre, ésta me había comentado a modo de chascarrillo que Elena se hacía los sujetadores a medida en una mercería de nuestro barrio pues debido al enorme tamaño de sus tetas los confeccionados de fábrica siempre le quedaban mal aunque fueran de su talla. Después de ese comentario, cada vez que yo veía a Elena, me fijaba en sus enormes tetas y me daba cuenta de que en efecto éstas, además de grandes resultan muy redondas y llenas, al revés que por ejemplo las de mi tía Flora, que aunque también grandiosas son más caídas y menos abultadas.

A Elena también la conoce Purificación puesto que de hecho estas dos son vecinas aunque probablemente Purificación y Elena tengan una relación menos estrecha que la que esta última y mi madre mantienen.

A veces yo había pensado en lo excitante y apetitoso que resulta el rechoncho cuerpazo de Elena pues a sus 56 años, como digo, y a pesar de ser más bien bajita, resulta muy atractiva para los que, como es mi caso, gustamos de las maduritas rellenas. De todas formas, como también explicaba antes, nunca hubiera pensado que podía llegar a nada con esta amiga de mi madre y mucho menos que su sexualidad pudiera llegar a tener una vertiente incestuosa. La imagen que yo tenía de Elena, como de mi madre o mi tía antes de que se desencadenara la relación que ahora nos une, era la de una mujer muy pudorosa y nada dada a excesos sexuales, como ocurre con la mayoría de las mujeres de su generación. Todo lo que hacía, si alguna vez coincidía con Elena por la calle y estaba también mi madre, era quedarme observando sus indudables y voluminosos atractivos mientras ellas charlaban.

Sin embargo pequeños detalles casuales de los que uno puede ser testigo por puro accidente a veces acaban desencadenando situaciones que nunca hubiéramos imaginado. A mi ya me había pasado precisamente eso con mi madre y mi tía Flora y luego con Purificación, la madre de Oscar. No era poco bagaje para alguien que pocos meses antes pensaba que la posibilidad de llegar a tener relaciones sexuales con mi madre o mi tía era simplemente una quimera irrealizable. Pero como muy bien dice el refrán, no hay dos sin tres.

El primero de estos detalles circunstanciales referidos a Elena y su hijo José tuvo lugar cuando tiempo atrás una vez yo había sido testigo accidental en el portal de Puri, cuando bajaba de casa de ésta y sin que ellos me vieran, de cómo José, el hijo de esta amiga de mi madre y vecina de Purificación, le decía a su madre en tono desenfadado que no se abotonara la blusa tan arriba. A ella, según pude deducir, se le debía haber desabotonado accidentalmente o quizá por descuido dejando un buen escote y cuando la mujer se disponía a abotonársela antes de salir de portal su hijo le había dicho eso. Ella respondió riendo y diciendo que no iba a ir por la calle enseñando las tetas a lo que él respondió que las tenía muy buenas y que seguro que daba más gusto vérselas a ella que a muchas otras que iban por ahí con unos escotazos de escándalo. Ella entonces le recriminó, pero en tono claramente de broma, que le dijera esas cosas a su madre. Los dos rieron y ya salieron del portal.

Otro antecedente se produjo cuando tiempo después yo coincidí con este chico, José, en el metro. No es que tengamos una relación estrecha pero como nos conocemos desde niños al ser del mismo barrio y al ser nuestras madres amigas sí que tenemos cierta confianza y si nos vemos solemos charlar un rato. Además José es un chico que habla por los codos y con mucho desparpajo. Ese día en el metro estaba sentada a nuestro lado una señora de unos 48 ó 50 años muy elegante y de bastante buen ver, con unas tetas imponentes bajo un jersey ajustado de pronunciado escote y una falda que mostraba buena parte de sus rellenos muslos al ir sentada. Cuando la madurita se bajó comentamos que vaya señora más estupenda y hablamos del tema hasta que los dos reconocimos con complicidad que nos gustaban las maduras.

Ya con ese grado de confianza en asunto de gustos femeninos, y dada la sorprendente y feliz coincidencia, José me confesó que él se fijaba mucho más en las maduras de su círculo familiar y de amistades que en las jóvenes y que a alguna de sus maduritas conocidas ya le haría más de una cochinada. Yo también le confirmé que tenía esos mismos gustos y reconocimos que considerábamos en términos sexuales incluso a algunas familiares nuestras, sin demasiada precisión, pero apuntando ya que había que ver qué buenas estaban algunas de nuestras tías, amigas de nuestras madres, etc. por ejemplo. Cuando los dos nos bajamos del metro nos despedimos y ahí quedó la cosa, como una simple conversación en tono pícaro entre dos jóvenes que coincidían en sus gustos por las mujeres.

Tiempo después, cuando yo ya tenía relaciones sexuales con mi madre, con mi tía y con Purificación, un día comenté con mi madre y con Puri el caso de Elena y las dos estuvieron de acuerdo en afirmar, sobre todo mi madre que la conoce más, que era una mujer mucho más cachonda de lo que parecía y que a menudo hacía comentarios de tipo sexual en tono de broma sin cortarse demasiado.

  • No me digas que estás pensando en tirarte a Elena... - dijo mi madre riendo.

  • Bueno, ¿por qué no? Esta bastante buena, la verdad. Tiene unas tetas y un culazo de escándalo; casi como tú, mamá.

Mi madre se rió y me dijo que era un vicioso incorregible. Entonces les relaté la conversación que les había oído a Elena y a su hijo en el portal y luego la que tuve con el chico en el metro.

  • Igual tenemos otra parejita de viciosos como nosotros... - concluyó mi madre y ya no volvimos a hablar del tema hasta que días después nos encontrarnos un día en la calle yendo yo con mi madre y Elena con su hijo. Elena llevaba una blusa blanca a través de la cual se transparentaba con bastante nitidez su sujetador, también blanco, apreciándose, como siempre, que sus tetas eran realmente grandes. Como el sujetador también parecía ser de tela relativamente transparente, me llamó la atención que casi se entreveían sus aureolas y sus pezones, que parecían ser muy oscuros. Los pezones, por cierto, se destacaban de forma prominente sobre la blusa convirtiéndose en dos puntos a los que era difícil sustraer la vista. Su atuendo lo completaba una falda de tubo y unos zapatos de bastante tacón ya que al ser Elena una mujer bajita casi siempre lleva zapatos de mucho tacón. Mi madre aquel día, por su lado, llevaba una blusa con un tremendo escote y una falda ajustada que también marcaba su estupendo culazo. Calzaba así mismo unas sandalias de tacón. Ambas aparentemente iban vestidas como las típicas señoras de más de 50 años si bien es cierto que lo ajustado de sus faldas, el pronunciado escote de mi madre y las transparencias de la blusa de Elena, les daban un toque erótico sutil pero indudable. Ambas estaban realmente bien con aquellos atuendos, especialmente para mi gusto y, según sabía, también para el gusto de José, el hijo de Elena.

Nos detuvimos a hablar pues mi madre y ella, como he dicho, son amigas desde hace muchos años.

  • ¿Qué - preguntó mi madre, - de paseo con tu hijo?

  • Claro, como tú, ¿no? Qué mejor acompañadas podemos estar que con estos mozos tan guapos. Ahora, que a ellos seguro que no les hace tanta gracia ir con dos viejas como nosotras, ¿no te parece? - Contesto Elena riendo con humor.

  • De eso nada, Elena - respondí yo. -. Seguro que a los dos nos encanta ir con vosotras, que no tenéis nada de viejas y sí mucho de agradables y de estupendas, ¿a qué sí, José?

  • Desde luego que es un orgullo pasear con unas mujeres así. Seguro que somos la envidia de muchos por ir con dos señoras tan atractivas. - Contestó el joven a la vez que me guiñaba un ojo, sin duda en alusión a las conversaciones que habíamos tenido sobre nuestros gustos en materia de mujeres desde que tuvimos aquélla en el metro tiempo atrás.

  • Sí, hombre, si a nosotras ya no nos mira nadie, hijos. Estamos ya hechas unas vacas... - decía su madre con humor.

  • En eso te doy la razón, mamá, pero es que resulta que a muchos lo que nos gusta de una mujer es precisamente que sea una buena vaquita y no un calamar esmirriado... no sé si me explico... - decía el hijo de Elena lanzando miradas apreciativas y nada disimuladas a la anatomía tanto de su madre como de la mía. Ellas reían francamente divertidas y también halagadas.

Fue mi madre la que contestó al ocurrente comentario del joven diciendo:

  • Vamos, que prefieres que haya carne abundante dónde agarrar ¿no?

  • Desde luego, desde luego... y cuanta más mejor, y eso una chavalita de estas tan esmirriadas... pues qué quieres que te diga, Nati; pues no.

  • Pues ya sabéis, tendréis que buscaros unas buenas vacas como nosotras, como dice tu madre, para ligar con ellas...

  • Tan atractivas como vosotras va a ser difícil que las encontremos.

  • Y con menos no nos íbamos a conformar - intervine yo. - Así que como con estas igual está un poco difícil ligar...

  • ¡Uy, y eso por qué! ¿Tan estrechas te crees que somos? - intervino riendo Elena con humor y añadió de forma ocurrente: - Pues de estrechas nada; a la vista está que lo que nos sobra es anchura. - Y al hablar se tocaba sus caderas poniendo en evidencia la anchura de las mismas mientras sonreía divertida.

Todos reímos y el hijo de Elena hasta se atrevió a darles entonces sendas palmadas en las caderas o más bien en la parte alta de las nalgas a ambas mujeres sin que ninguna se inmutara por tal atrevimiento. Entonces yo, decidido a explorar hasta donde se podía llegar con Elena, contesté a la frase de ésta con toda intención:

  • Hombre, pues a mi no creas que me disgustaría ligar con vosotras, y a José me parece que tampoco, así que si dices que no sois estrechas... igual tenemos que hablarlo ¿eh?

-¡Sí, la verdad es quién pudiera ligar con unas bellezas como estas! - me interrumpió el hijo de Elena.

  • ¡Ay, qué chicos, qué chicos! - decía Elena divertida. – Qué hijos más buenos sois; hay que ver cómo les regaláis el oído a vuestras madres.

  • Nada de regalar el oído, mamá. Si estáis buenas hay que decirlo.

  • A ver si vamos a tener a nuestros mejores admiradores en casa y sin habernos enterado. – Replicó Elena riendo divertida.

  • Pues no es cuestión de dejar pasar oportunidades de tener admiradores a nuestra edad ¿no te parece? - le contestó mi madre también riendo.

Seguimos un ratito más piropeando suavemente a las dos maduritas provocando sus risas coquetas y luego ya nos despedimos.

Aquel mismo día José y yo volvimos a encontrarnos en la calle un rato después y hablamos un poco; nos aclaramos que no nos molestaba la actitud ligona del otro para con nuestras madres sino todo lo contrario y convinimos en que ambas están muy buenas. Yo le di pie a que hablara sin tapujos y él me confirmó que, en efecto, le gustaba mucho mi madre. Señaló también que tenía un cierto parecido con la suya y que ésta, aunque fuera su madre, como hembra, también le gustaba. Yo compartí su parecer y para poner las cosas más en franquicia le dije:

  • Pues mira José; no me molestaría en absoluto que llegaras a tener un lío con mi madre, así que si se te presenta la ocasión ya sabes... Ahora que espero que luego me lo cuentes ¿eh? Que me gustaría saber cómo se lo monta mi madre en la cama. Me da mucho morbo

Los dos reímos divertidos y él me dijo lo mismo añadiendo además que si yo llegara a ligar con su madre a él le gustaría ser testigo, aunque fuera oculto, de lo que pasara.

  • No se si es que tendré una vena voyeur pero es que sólo la idea ver a estas jamonas en cueros me pone que no veas, aunque sea mi madre, ya te digo. Esto a ti te lo puedo decir en confianza porque nos entendemos...

Entonces hablamos de que algunas veces les habíamos visto algo a nuestras madres y lo cierto es que nos calentamos bastante con nuestras madres como objeto de nuestros deseos. Yo de momento preferí no contarle hasta dónde llegaban mis relaciones con la mía así que le dije que a veces la había visto en ropa interior y hasta una vez con las tetas al aire. Lo que sí le confesé, para dejarle claras mis inclinaciones incestuosas, fue que la visión medio desnuda de mi madre me excitaba enormemente. El entonces me dijo que hacía pocos días había visto a su madre sólo en bragas mientras se vestía y que ella se había dado cuenta y que no solo no le había dicho nada sino que había sonreído diciéndole "Mira, hijo, mira si quieres aunque ya no tiene el cuerpo tu madre como para atraer la mirada de un chico como tú". El la había piropeado diciéndole que era una mujer muy guapa y atractiva y ahí había quedado la cosa.

  • Y mira, - añadió José - sería mi madre, pero verle todas las tetazas esas tan buenas que tiene... te puedo asegurar que acabé con una erección de caballo, y espero que no me consideres un depravado pero la verdad es que tuve que hacerme una señora pajota, y a la salud de mi madre, sí señor.

Yo le contesté que no me parecía mal en absoluto, más bien al contrario, que me parecía normal y que yo, como ya le había dicho, también había tenido más de un calentón con mi madre como protagonista. Esta confesión por mi parte pareció agradarle bastante a José.

Como ya se había establecido esta confianza y complicidad incestuosa entre nosotros, José me contó a continuación que a veces su madre dejaba al aire los muslos mientras veía la tele en la sala llevando tan solo puesta un bata bastante corta de estar en casa y que la visión de su muslamen unida al resto de cosas que hacía su imaginación eran suficientes para provocarle unas erecciones de escándalo.

  • No me extraña – le decía yo. – Y es que tu madre no tiene buenas sólo las tetas, desde luego. Ella entera esta muy, pero que muy buena. Es una jamona apetitosa de verdad.

Para acabar aquella reunión ambos convinimos en que una de las cosas que más nos gustaría era ver a nuestras respectivas madres en pelotas exhibiéndose para nosotros.

  • ¿Te imaginas a tu madre y a la mía juntas mostrándonos todos sus encantos? – decía José visiblemente excitado con la idea. – Vamos, yo las veo a las dos en pelotas y es que seguro que me corro sin tocarme.

  • Ya lo creo, y no te digo nada si encima ellas nos quisieran tocar un poco el cipote ¿eh?

Los dos reímos divertidos y emocionados con aquella idea y ya nos despedimos quedando en que tendríamos que seguir hablando de nuestra común atracción por nuestras madres.

Al día siguiente, hablando con mi madre, ésta me confirmó una vez más que Elena era bastante cachondilla, más de lo que normalmente aparentaba. Yo le insistí en que no me importaría tirármela y señalé que seguro que su hijo era de la misma opinión.

Entonces le conté mi conversación última con él y mi madre acabó diciendo:

  • Pero hay que ver qué viciosos estáis hechos los dos ¿eh? Vamos, que no respetáis ni a vuestras madres, cachondones.

  • No es que no las respetemos, mamá; es que precisamente sois las que más cachondos nos ponéis. ¿Qué vamos a hacer? – Le respondí yo riendo y mientras ella también sonreía con malicia.

  • Tan jóvenes y tan viciosos...

  • Es que como para no ser un calentorro teniendo todo el rato alrededor a unas hembrazas como tú o como Elena en el caso de José. Te puedo asegurar, mamá, que a mi me encanta hacer guarradas contigo, ya lo sabes; pero José no me va a la zaga con respecto a su madre y si pudiera ya la había bañado de leche unas cuantas veces. Y a ti si te pilla con el chocho al aire pues lo mismo, que bien que me ha dicho que le gustas ¿eh?

Los dos reímos divertidos y excitados y mi madre acabó diciendo:

  • Bueno, pues no va a haber más remedio que follarse a ese chaval y hacer que se tire también a la cachonda de su madre ¿no te parece?

  • Desde luego, mamá. Estoy completamente de acuerdo, tanto en que te lo folles tú a él como en que veamos cómo de puta es su madre, ja, ja, ja. Bueno, ¿cómo lo hacemos?

  • Bueno, si te parece vamos a meter primero en el ajo a Elena y luego ya veremos como le vemos el pito a su hijo, que por lo que dices no será difícil. Lo mejor sería que Elena viera un día como le metes mano a Puri, o incluso a mi misma, y que la invitemos a participar. Si entra bien y si no pues ya no intentamos nada con su hijo de por medio.

  • Pero si me ve metiéndote mano a ti y a ella, aunque sea una cachonda, no le va tanta depravación igual se escandaliza mucho ¿no? Aunque parece que es más común de lo que pensábamos no vayamos a pensar que todas las madres están por la labor de tener relaciones sexuales con sus hijos.

  • Tienes razón, hijo. Habrá que hacerlo con cierto tacto pero bueno, por mucho que se escandalizara si nos viera hacer algo a ti y a mí no creo que eso nos vaya a perjudicar. Tampoco se trata de que me vayas a follar delante de ella de buenas a primeras ¿eh? Ya sabes, unas palmaditas en el culo, un toqueteo discreto en una teta... algo suave, lógicamente. Si capta la jugada bien y si no pues todo puede pasar como un inocente juego entre una madre y un hijo que se llevan muy bien y tienen confianza. Y si es con Puri pues menos comprometido todavía ¿no?

Continuará