Círculo Incestuoso (09)

Puri, la prima de mi madre, hace méritos para incorporarse a nuestro cículo del incesto. Esta cincuentona, como antes ocurriera con mi madre, resulta ser mucho más cachonda y golfa que lo que ella misma pensaba.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 9. – La prima de mi madre, candidata a formar parte de nuestro círculo)

En el último capítulo Oscar se había follado a mi jamona madre delante de mí en una maravillosa sesión de sexo a tres que supuso la entrada efectiva de mi primo en nuestro caliente círculo incestuoso. En aquella misma sesión Oscar había reconocido que le gustaría enormemente que su madre fuera tan golfa como la mía y que le encantaría incluso llegar a tener relaciones sexuales con ella. A mí, por otro lado, tirarme a Purificación, la madre de Oscar, e incluirla en nuestro círculo incestuoso era algo que me ponía realmente cachondo. La sola idea de follarme a la vez a mi madre y a Puri me ponía la polla realmente a reventar.

Días después de aquella sesión en la que Oscar y yo nos follamos a mi madre, una tarde yo fui a casa de Purificación con el pretexto de ver a Oscar y charlar con él de motos, otra de nuestras pasiones. Oscar no estaba y yo aproveché para charlar un rato desenfadadamente con su madre. Mi idea era, si las circunstancias lo permitían, tantear el terreno para ver las posibilidades que habría de llegar a tener relaciones sexuales con Puri como primer paso para incluirla en nuestro círculo incestuoso. Conociendo a Puri se me antojaba tremendamente difícil pero me había hecho el firme propósito de intentarlo, no fuera a ser que bajo su apariencia de mujer decente y hasta beata se escondiera una auténtica zorra depravada como de hecho había ocurrido con mi madre o mi tía Flora.

Aprovechando que Puri llevaba aquella tarde una bata de estar en casa con bastante escote yo la piropeé, aunque con elegancia y sin demasiada carga erótica en el piropo, como por otro lado suelo hacer, y ella se mostró halagada con mis palabras agradeciéndome el piropo.

  • No cuesta nada decirle guapa a una mujer tan atractiva como tú, Puri. – Volví yo a la carga a la vez que me atrevía a darle una ligera palmada en el culo.

  • ¿Pero de verdad te parece que estoy guapa, ya con más de 50 años a cuestas?

  • Claro que sí, Puri. En mi opinión no hay nada como una madurita elegante y atractiva como tú; sois el tipo de mujer que a mí más me gusta, de verdad. – Y mientras insistía en mis piropos volví a darle otro suave y breve cachete en sus nalgas sin que ella mostrara el menor signo de desaprobación por ello si bien es verdad que se trataba de una caricia más cercana a una palmada en la espalda que a un magreo en el culo, desde luego. Pero en cualquier caso no dejaba sino de ser un contacto con sus nalgas y Puri parecía aceptarlo con naturalidad.

  • Va a ser verdad lo que decíais el otro día Oscar y tú cuando estuvisteis viendo a tu madre desnuda ¿eh?

  • ¿Lo de que nos gustan las mujeres maduras? Desde luego que es verdad, puedes estar segura. Y mira, te diré que tú y mi madre, por ejemplo sois el tipo de mujer que más nos gustan, tanto a Oscar como a mí, te lo aseguro.

Puri rió divertida y entonces yo aproveché para agarrarla por los hombros y decirle de manera directa:

  • A mi tú me gustas mucho, Puri, de verdad.

  • Anda, no digas tonterías – respondía ella pero riendo visiblemente complacida por mis palabras de admiración.

  • No son tonterías, Puri; es la verdad. Tienes un cuerpo muy bonito; – y aproveché para darle una nueva palmada en el culo, esta vez más intensa y más centrada en sus redondas nalgas. – Tienes unas piernas muy bonitas y seguro que todo lo demás muy bonito también. Ojalá se te vieran un poco más estas piernas, seguro que tienes unos muslos preciosos.

  • Sí, pues le verías los muslos a una vieja… - respondió ella sin duda buscando un nuevo piropo en el que yo realzara su atractivo y le quitara importancia a su edad. Y yo, por supuesto, lo hice.

  • De vieja nada, Puri. Tú eres una mujer madura y muy, muy atractiva. Lástima que no se te vea más este cuerpo tan bonito que tienes.

  • No me digas que querrías verme como el otro día a tu madre… Menuda vergüenza me daría a mí.

Esta referencia a aquel incidente con notable carga sexual, de la desnudez de mi madre en aquella ocasión, me animó y me propuse llevar la conversación y la visita hasta sus últimas consecuencias.

  • Pues la verdad es que me encantaría verte a ti como aquel día a mi madre, Puri, - le dije yo poniendo un dedo sobre su escote y sin que ella pareciera molestarse por ello – tú seguro que también gustas mucho si enseñas algo de esto tan bonito que debes tener por aquí. Tampoco pasaría nada raro, como aquel día con mi madre… Oscar y yo vimos desnuda a una mujer bonita y ya está ¿no?

  • Anda, no digas tonterías. ¡Pues sí, lo que faltaba, que me desnudara yo ahora aquí delante de ti! – Respondió ella pero no enfadada o molesta sino con un mohín simpático y sin hacer nada para evitar que mi dedo siguiera apoyado en su escote, ya en el nacimiento del canalillo que formaban sus pechos.

  • No iba a pasar nada por verte un poquito las piernas o podías dejarme ver también estos encantos, que seguro que los tienes bien bonitos. – Insistí yo deslizando mi dedo brevemente hacia abajo por su escote.

Para mi sorpresa ella no dijo nada sino que siguió sonriendo como si le estuviera tocando el brazo y haciendo un comentario intrascendente. Las cosas no podían ir mejor y yo decidí que había que aprovechar la aparente buena disposición de Puri. Moví entonces un poco mi dedo a derecha e izquierda tocando ya claramente la zona superior de sus senos.

  • Anda, anda... – decía ella sin mucha convicción y, lo que es más importante, sin apartar mi mano de su escote cada vez más abierto.

Decidí que era el momento de lanzar la andanada mayor. Si no salía bien seguro que Puri me cortaría en mis avances y la cosa podría ser reconducida sin mayores problemas pero debía jugarme el todo por el todo porque me estaba apeteciendo enormemente tratar de ligar con la madura prima de mi madre y también tratar de averiguar cómo de cachonda era en realidad aquella mujer que aparentaba ser tan mojigata. Sus palabras y su disposición favorable cuando le daba palmadas en el culo o ahora que mis dedos estaban navegando por su escote, me hacían pensar que, al igual que había sucedido con mi madre, quizá Puri era una calentorra que no se había descubierto a sí misma.

Mi primer movimiento decididamente atrevido fue tocarle una teta un poco, al principio sobre el sujetador. Para mi sorpresa y satisfacción, Puri tampoco reaccionó negativamente. Más bien al contrario me dejó hacer mientras dirigía su mirada al suelo, como con vergüenza. Las tetas de Puri, como creo que ya he dicho, son de un tamaño normal o quizá incluso se puedan calificar como pequeñas pero a mí me excitó brutalmente tocar uno de sus bien moldeados senos aunque fuera sobre la tela de su sujetador.

Las cosas no podían ir mejor así que decidí continuar hasta donde fuera posible. Mientras la piropeaba haciendo que ella riera nerviosamente pero visiblemente complacida, también le toqué con la otra mano el culo sobre la fina tela de la bata. Tampoco me apartó la mano ni hizo nada para evitar mi caricia. Seguí tocándole cada vez con mayor decisión la nalga y diciéndole que estaba muy buena y que resultaba una mujer muy atractiva. Ella me decía que no dijera tonterías pero yo contraatacaba diciéndole que a mí me gustaban mucho las mujeres maduritas como ella, que son las que realmente me parecen atractivas y cosas así y ella se reía nerviosamente pero sin hacer nada que impidiera mis cada vez más atrevidas caricias. La aparentemente tan beata y mojigata prima de mi madre parecía no serlo tanto en realidad y esto me animaba enormemente.

Mientras le decía que era una mujer muy atractiva y otras cosas similares mis manos no dejaban de avanzar, una ya sobre sus tetas por dentro del sujetador y la otra magreando a fondo su imponente y redondo culazo. Puri seguía sin oponerse de una manera decidida a mis caricias a pesar de que éstas iban siendo cada vez más atrevidas. Todo esto me sorprendía enormemente y me demostraba sin dudas que Puri no era la beatorra que aparentaba ser. Sin duda le agradaban mis caricias y se sentía una mujer deseada, lo cual debía agradarle sobre manera.

Seguimos con estos toqueteos, cada vez más decididos y explícitos durante un rato. Cuando mi mano comenzó a aventurarse por sus muslos bajo la bata, Puri me dijo:

  • Bueno, no seas tonto; ya vale, que si se entera alguien... Una cosa es que me eches algún piropo y otra

  • Puri, no seas tonta tú. – Le corté yo mientras mi mano le acariciaba gentilmente una teta sin que la otra abandonara su culo. – De esto, lógicamente, no se va a enterar nadie; esto es algo entre tú y yo. Que tú me gustes a mí como me gustas es algo que sólo nos importa a ti y a mí.

Mi declaración y mi compromiso de discreción debieron tranquilizarla mucho pues la madura mujer sonrió y siguió sin oponerse a mis caricias a pesar de que éstas eran ya absolutamente explícitas y con marcado carácter sexual. No en vano una de mis manos estaba sobre una de sus tetas, bajo el sujetador en contacto con su pezón, y con la otra había levantado completamente su bata y le acariciaba con total decisión sus muslos y sus bien plantadas nalgas.

  • Esto es una locura – me decía ella con la respiración agitada pero sin oponerse a las caricias que yo le prodigaba. En ese momento decidí darle un beso en los labios y lo hice sin que ella se apartara o protestara aunque no me lo devolvió.

Como yo seguía piropeándola con gracia ella reía divertida, cada vez más confiada y sin mostrar signos de disgusto ante mis crecientes atrevimientos.

  • Estás buenísima; estás para comerte, Puri. Me gustas una barbaridad. – Le decía yo mientras apretaba su culo con ganas.

  • Anda, anda...¿cómo voy a gustarte de verdad si soy ya una cincuentona? – decía ella coqueta.

  • Pues por eso precisamente, Puri. A mi me gustan maduritas y macizas como tú. Ya te digo que estás para comerte. Y tienes que dejarme que te coma...

  • Para comerme dice, pero si ya tengo el cuerpo como una pasa

  • Tienes un cuerpo macizo y cojonudo, Puri, y sería una pena desperdiciarlo. Este cuerpazo hay que aprovecharlo.

  • Pues hijo, puedo asegurarte que hace ya mucho tiempo que nadie lo aprovecha.

Los dos reímos divertidos por nuestras propias palabras y yo pensé que la posibilidad de tirarme a Puri estaba mucho más cercana de lo que nunca hubiera pensado. Cuando le metí una mano por dentro de las bragas tocando a placer su culo y llegando por debajo a alcanzar su coño supe que la tenía en mis manos ya que ella no se negó a mis avances en modo alguno y además me fui a encontrar con otra prueba concluyente: su chocho estaba realmente empapado.

Empecé a masturbarla suavemente aún con las bragas puestas provocándole sonoros gemidos de placer. Luego la besé en la boca y esta vez Puri no sólo respondió a mi beso sino que sacando la lengua participó activamente en un morreo en toda regla. Ya todo estaba claro y más lo estuvo cuando yo le dirigí una de sus manos a mi paquete y ella la dejó allí estrujándome la polla al principio para enseguida desabrocharme el pantalón dejando mi cipote completamente erguido ante sus ojos. Yo entonces le quité la bata y el sujetador y empecé a chuparle las tetas con ganas mientras ella me tocaba la polla con verdadera ansia y yo seguía masturbando su caldosísimo conejo. Pronto Puri, debido a mis manoseos en su coño, alcanzó un tremendo orgasmo que me dejó sorprendido pero que resultó muy agradable para ambos.

Tras esta primera explosión de placer de la caliente madurita ya ambos nos desnudamos y de nuevo Puri me sorprendió al arrodillarse delante de mi para iniciar una placentera y espectacular mamada en mi cipote sin que ni siquiera yo se lo insinuase; esto era algo que nunca hubiera pensado que Puri me fuera a hacer.

  • ¡Qué gorda, qué gorda la tienes! – decía entre lamida y lamida.

Tras un rato mamándomela la tumbé sobre el sofá dispuesto a joderla pero ella me dijo que allí no, que era mejor ir a su cama de matrimonio ya que estaríamos más cómodos. Así que para allá nos fuimos, yo siguiéndola y viendo como se contoneaban sus espectaculares caderas al andar hacia su habitación.

Sobre su cama nos volvimos a morrear y yo tras chuparle las tetas le quité las bragas y fui bajando hasta su coño que lamí con fruición. En cuestión de segundos Puri alcanzó un nuevo y tremendo orgasmo tras el cual casi me gritó:

  • Venga, mi amor, ahora te toca a ti. Disfruta con esta cincuentona si tanto te gusto. Jódeme como a una furcia y disfruta con mi coño. Goza conmigo y métemela hasta que te canses.

No me hice de rogar; enseguida estaba sobre la caliente madura y con mi polla bien empotrada en su caldosísimo chocho. El polvazo fue espectacular. Ambos estábamos a punto de orgasmar pues la calentura era enorme así que la follada no duró mucho. Puri alcanzó su tercer orgasmo de la tarde en menos de un minuto y segundos después yo explotaba en una fabulosa eyaculación inundándole el chocho de semen a la sorprendentemente caliente mujer. Fue apoteósico y enormemente placentero para ambos.

Tras acabar los dos comentamos lo satisfechos y contentos que nos sentíamos de que los acontecimientos y la situación nos hubiera llevado hasta donde habíamos llegado.

  • Yo, - decía Puri – bueno, pensarás que soy una zorra pero ya había pensado alguna que otra vez en que me gustaría que tú... bueno, ya sabes, que me hicieras lo que me has hecho hoy... sobre todo después del otro día tras oír lo que comentabais mi hijo y tú cuando visteis a tu madre desnuda. ¡Ufff, creo que soy una golfa pero ha sido fantástico!

  • Pues tú a mi, como puedes imaginarte, también me gustas y hace tiempo que también tenía ganas de tocarte el culo y de metértela en ese chochazo tan bueno que tienes, zorra, porque estás buena de narices ¿eh?

Los dos reímos divertidos y complacidos y continuamos hablando un rato sobre nuestros deseos y fantasías sexuales para con el otro. Puri me contó que su vida sexual en los último años era prácticamente inexistente y que nunca había pensado en tener sexo con nadie que no fuera su marido pero que a veces la calentura se apoderaba de ella aunque de eso nunca nadie se había enterado. Yo le decía que para mí el mayor placer era disfrutar con una hembra madura como ella y que me había gustado enormemente hacer el amor con ella.

  • Pues ha estado muy, muy bien, pero una cosa; que nadie se vaya a enterar de lo zorra que soy ¿eh? A ver si después de 50 años siendo una mujer decente se va a enterar todo el mundo de que soy una golfa…– Me dijo ella riendo.

Puri se sentía como en una nube al conocer los deseos de un chico joven como yo hacia ella. Se sentía muy halagada y así me lo hizo saber con besos y con promesas de volver a hacer todo lo que habíamos hecho y cualquier otra cosa que yo deseara cuando quisiera. Era cojonudo, me había ligado a Puri con todas las de la ley y la tenía completamente a mis pies. Ahora sólo se trataba de meter a su hijo Oscar en el ajo para tener un nuevo y excelente cuadro incestuoso en escena.

Continuará