Círculo Incestuoso (03)

Los encantos de mi madre y mi tía al descubierto. Mi madre y mi tía continúan mostrándonos sus encantos a mi primo y a mí pero exigen una contraprestación por su atrevida exhibición. El recato y el pudor de nuestras madres va quedando en el olvido.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 3 – Los encantos de mi madre y mi tía al descubierto )

Como recordaréis, tras una conversación, iniciada casi por casualidad, entre mi primo Dani, mi tía Flora, mi madre y yo, nuestras jamonas y macizas madres habían llegado a enseñarnos las tetas y se las habíamos podido tocar con toda libertad. Su única condición parecía ser que todo aquello quedara entre nosotros cuatro. Tras verles y tocarles las tetas a ambas mi primo y yo no queríamos que aquella caliente sesión de exhibicionismo por parte de nuestras madres acabara. Ambos queríamos ver más y yo recordé el interés de mi primo por las piernas y muslos de mi madre, interés al que yo no era en modo alguno ajeno. Por eso empezamos a piropear sus piernas con la evidente intención de que acabaran enseñándonos sus macizos y rellenos muslos.

Les dijimos que a buen seguro tendrían unas piernas muy bonitas y mi madre nos respondió riendo complacida:

  • ¿Pues cómo vamos a tener las piernas ya a nuestra edad? Bien porrudas y gordas... si hubiera sido hace 20 años... pero ahora ya os digo, gordas y feas. – Decía mi madre mientras proseguíamos charlando sentados en la sala.

  • A ver, a ver... – y diciendo esto, yo que estaba sentado al lado de mi madre, me atreví a subirle un poco la falda hasta que quedó a la vista medio muslo sin que ella se opusiera a mi acción en absoluto.

La verdad es que verle aquella porción de muslo a mi madre me causó casi tanta excitación como cuando nos mostró las tetas. Mi madre tiene unos muslos rellenos y macizos, de carne blanquísima, que son toda una tentación. Como Dani y yo enseguida prorrumpimos en sonoros piropos sobre el muslamen de mi madre ésta, entre risas, no tuvo más remedio que, ante nuestros requerimientos, ponerse de pie y subirse la falda hasta mostrarnos sus fabulosos muslazos prácticamente en su integridad. Me sorprendió y excitó aún más, si es que era posible, que mi madre se mostrara dispuesta con tanta facilidad a enseñarnos sus macizos muslos levantándose la falda de aquella manera. Claro, que después de habernos dejado tocarle las tetas hubiera sido un contrasentido mostrarse ahora como una mojigata recatada y pudorosa

Mi tía Flora reía y nosotros jaleábamos a mi madre y piropeábamos sin freno sus tremendos y rellenos muslazos, atractivos realmente. A mi madre sin duda le estaba resultando muy agradable comprobar el efecto que su exhibición de muslos estaba teniendo en nosotros. Quizá antes, con las tetas, se había sentido superada por el volumen de las de mi tía, bastante superior que el de las suyas. Pero ahora, con los muslos, sin duda sentía que ella llevaba las de ganar pues de hecho mi madre, a pesar de su edad, tiene unas piernas muy bonitas, torneadas y de buen volumen y sus muslos, aunque rellenos, también resultan muy armoniosos y atractivos. Por supuesto Dani y yo, ya sin pedir permiso, enseguida nos atrevimos a acariciar los desnudos muslos de mi madre sin que ella protestara lo más mínimo. Mi madre llevaba unas zapatillas de estar en casa pero éstas tenían un cierto tacón que aunque plano se elevaba sus buenos cuatro centímetros sobre el suelo realzando sobremanera la belleza y forma de las piernas de mi madre. Mientras acariciaba uno de sus muslos por la parte de atrás pensé en cómo tenía que estar mi madre con zapatos de tacón fino y creo que ahí se me escapó un hilillo de semen por la punta de la polla.

Mientras acariciábamos los muslos de mi madre no perdimos tiempo en demandar a mi tía Flora que nos enseñara los suyos y ésta, con gracia y desparpajo, enseguida se levantó las faldas mostrando sus gordos muslazos sin ningún pudor y diciendo:

  • Pues aquí tenéis el muslamen de esta vieja, pero si de verdad os gustan las carnes tan flojas es que tenéis el gusto perdido de verdad, ja, ja, ja.

Los cuatro reímos mientras nuestra excitación iba en aumento y nosotros aprovechábamos para tocarles los muslos a las dos mujeres. Lo cierto es que ver a mi madre y a mi tía con las faldas levantadas y enseñándonos los muslos y con las tetas prácticamente al aire asomando sin pudor por sus abiertas blusas, era como para poner al más pintado al borde de la eyaculación y yo de hecho así me encontraba.

A continuación les pedimos a las dos jamonas que se dieran la vuelta para poder apreciar sus fabulosos muslazos desde todos los ángulos y ellas nos obedecieron encantadas. Seguimos piropeándolas y nos atrevimos a acariciarles los muslos cada vez más arriba. En un momento dado y estando ellas de espaldas a nosotros yo les dije:

  • Venga, chicas, no seáis remolonas; subiros las faldas un poco más, que esas piernazas hay que verlas hasta el final.

  • Sí, pues no se ya hasta donde quieres que nos subamos la falda – dijo mi madre riendo pícaramente habida cuenta de que ella prácticamente se había subido la falda hasta enseñar las bragas.

  • Estos lo que quieren es vernos el culo. – Añadió mi tía alegremente y con desparpajo.

  • Pues mira, ya que lo dices, no estaría nada mal. – Dijo divertido mi primo Dani mientras situado al lado de mi madre le titilaba un pezón a ésta al tiempo que con la otra mano le tocaba el culo por encima de la falda. - Lo digo porque yo hace tiempo que vengo pensando en el culazo tan cojonudo que tiene la tía Nati y bueno... pues que no me importaría nada vérselo.

Y diciendo esto aprovechó para darle una buen pellizco con toda la mano en el trasero a mi madre aunque en todo momento sobre la falda.

  • ¡Uy, pero este chico! – dijo mi madre pero más halagada que otra cosa y visiblemente orgullosa por el éxito de sus piernas y muslos al tiempo que se reía por la petición de Dani.

  • Sí, venga, mamá. Enséñale al sobrino ese pandero tan bueno que tienes, que ya ves que lo buenorra que estás no pasa desapercibido. – Animé yo.

Pero entonces intervino mi tía dándole un giro a la situación que iba a añadir, si cabe, aún más excitación y morbo a todo lo que estaba ocurriendo.

  • Pero cómo sois. Nosotras venga a enseñar ¿y vosotros? – dijo entonces mi tía. – Porque nosotras aquí estamos prácticamente con todas las tetazas al aire y con el culo casi, casi pero vosotros ¿eh?

  • Nosotros enseñamos lo que sea. – Contesté yo. – Si mi madre nos enseña el culo nosotros nos ponemos en pelotas del todo si queréis, fíjate. Y luego nos lo enseñas tú, ¿eh, tía? Que este culazo también merece la pena verse. – Y a la vez le di una breve palmada en el culo a mi tía.

Las dos mujeres se reían con ganas y entonces mi madre dijo:

  • Sí hombre, vosotros enseñáis cuando nosotras ya os hemos enseñado bien las tetas y tenemos todo el muslamen al aire ¿qué te parece? Venga, venga, quedaos en pelotas como decís y luego hablamos de enseñar nosotras el culo. A ver si os atrevéis, que aquí mucho hablar pero me parece que vosotros sois mucho menos decididos que nosotras...

Dani y yo nos miramos sonriendo con complicidad y nos hicimos un poco los remolones pero enseguida estábamos ya desabrochándonos los pantalones. En unos segundos estuvimos en calzoncillos mientras tanto mi madre como la suya señalaban riendo cómo nuestros cipotes se mostraban decididamente erectos. Hasta señalaron riendo la humedad que exhibían nuestros calzoncillos fruto de nuestros líquidos preseminales provocados por la excitación.

  • Mira, mira como dos viejas todavía ponen cachondos a dos pimpollos como estos ¿eh?. – Decía mi madre visiblemente orgullosa y con la blusa completamente abierta y las tetas al aire.

  • Si llegamos a enterarnos antes de que gustamos tanto a unos jovencitos ¿eh? Igual habíamos aprovechado más el tiempo – decía mi tía Flora con intención.

Tras vernos en calzoncillos las dos mujeres nos animaban con grititos y risas a que siguiéramos. Ante los requerimientos de ellas, y entre bromas y risas, enseguida dejamos al aire nuestros atributos quitándonos la prenda interior. Nuestra erección, en ambos casos, era tremenda y no pasó desapercibida para las dos maduritas que exclamaron entre risas:

  • Mira qué duras, que brillantes y que empinadas – decía mi madre alborozada y con una mirada decididamente lujuriosa y cachonda.

  • La de tiempo que hace que no veía una así... – reía divertida mi tía mientras sus tetas se bamboleaban al compás de su risa. Va a haber que empezar a pensar que sí que estamos buenas ¿eh, Nati? Si se las ponemos a estos así...

  • Vosotras con esas tetas al aire y con esos cuerpazos se la ponéis dura a todo el que queráis, macizas. – Les dije yo mientras mi polla se cimbreaba apuntando al techo ante la excitada mirada de las dos mujeres.

Tanto mi madre como mi tía nos miraban embelesadas nuestros erectos aparatos con la lujuria plasmada en sus caras. Entonces intervino mi primo para decirles:

  • Venga, ahora os toca a vosotras mostrar esos imponentes culazos que tenéis, macizas.

  • Sí, imponentes si que los tenemos, sí, o más que imponentes yo diría que bien gordos ¿no? – dijo mi madre divertida mientras sus bonitas tetas se bamboleaban y se dejaban ver por entre la blusa.

  • Así nos gustan a nosotros, mamá, unos buenos culazos como los vuestros y no los culos de las chavalitas de ahora, que de tan delgados no hay por donde cogerlos. Así que venga, mamá. Enseña ese pandero y que por lo menos veamos un buen culazo, un culazo de los de verdad.

  • Anda, anda, que vosotros con la de culos bien bonitos de chicas jóvenes que habréis visto... – replicaba mi madre aunque en el fondo se veía lo enormemente satisfecha que estaba con la expectación que en nosotros causaba su enorme y redondo trasero.

  • Pues por eso precisamente tenemos ganas de verte el tuyo, mamá; porque seguro que lo tienes verdaderamente bueno y no como la mayoría de las chicas esas que dices, que ya te digo, que no se pueden ni agarrar.

  • Pues en el de tu madre sí que tienes para agarrar, sí. – Intervino mi tía soltando una sonora carcajada que hizo que sus tetazas volvieran a asomar con alegría por su abierta blusa sin que ella se preocupara de ocultarlas.

  • Pues lo mismo se puede decir de ti, que tampoco es que tengas el culo delgadito precisamente. – Le replicó mi madre con humor.

  • Venga, Nati, - la animó su cuñada. – Calla ya y enséñales el culo a los chavales; a ver si se las pones más tiesas todavía, ja, ja, ja.

Todos reímos divertidos y excitados y entonces mi madre, mirándome a mi mientras sus dos tetas asomaban por entre la blusa, me dijo:

  • Pero hijo, ¿a ti te parece bien que tu madre te enseñe el culo?

  • Joder, mamá, lo que pasa es que si no nos lo enseñas nos das un disgusto del copón. Venga, que lo estamos deseando.

  • Bueno, bueno pues venga, os lo tendré que enseñar. – Entonces mi madre se puso delante de nosotros dándonos la espalda y con coquetería comenzó a remangarse la falda hasta dejarla en la cintura mostrando por entero su redondo y salido culo aunque cubierto por sus bragas blancas.

Tanto mi primo como yo le dijimos que era el mejor pandero que habíamos visto en nuestra vida y le dimos un par de cachetes en aquellas estupendas nalgas. Mi madre reía complacida y ya parecía disponerse a bajarse la falda cuando mi primo le dijo:

  • Tía, ni se te ocurra bajarte la falda ¿eh? Que todavía no te hemos visto el culo. Ahora lo que tienes que hacer es bajarte las bragas y enseñarnos el culo en condiciones.

Mi madre volvió a reír y sin que fuera necesario insistirle más deslizó sus bragas hasta dejarlas en las rodillas; luego volvió a subirse la falda hasta la cintura y ante nuestros ojos quedó desnudo su fabuloso culo con sus gordas nalgas y su excitante raja dividiendo su pandero en dos blancas, salidas y redondas mitades. Tanto mi primo como yo volvimos una vez más a quedarnos sin habla aquella tarde. La visión del enorme culazo de mi madre era demasiado. Sin duda era el espectáculo más erótico y excitante que yo había contemplado en mi vida y eso que no eran pocos los polvos que había echado con numerosas amigas. Pero verle el trasero a mi madre era lo máximo. Era un culo realmente excepcional. ¡Y además era el culo de mi madre!

Nuestro embelesado silencio lo rompió mi tía Flora diciendo:

  • ¿Tiene buen culo esta golfona, eh, chicos?

  • ¡Ya lo creo! – susurró mi primo con la boca seca por la excitación.

  • ¡Mira que estar aquí delante de un sobrino y de mi propio hijo con las tetas y el culo al aire! – decía mi madre divertida mientras mostraba con un evidente orgullo su amplio culazo. – Esto ya puede quedar entre nosotros ¿eh? Que si se entera alguien...

  • Hombre, pues claro, tía. Si te parece vamos a ir diciendo nosotros que os hemos estado viendo el culo mientras estamos con la picha al aire y bien dura ¿no? ¡Desde luego que todo esto queda entre nosotros!

  • Tienes un culo estupendo, mamá. – Dije yo a la vez que me atrevía a darle una palmada en sus orondas y blanquísimas nalgas mientras ella reía complacida. También Dani le tanteó un poco el culo a mi madre y le echó unos cuantos piropos mientras ella, haciéndose la modesta, decía que seguro que habíamos visto ya muchos culos mucho mejores que el suyo.

  • Mira mamá, - dije yo – este es el mejor culazo que hemos visto jamás; te lo digo de verdad. Y además estoy muy orgulloso de que mi madre tenga este culazo tan espectacular; muy orgulloso, de verdad, mamá. Y más orgulloso todavía de que nos lo enseñes con esta gracia y sin tapujos.

  • ¿Sí, hijo? ¿Lo dices en serio? – Y como yo asentí convencido entonces mi madre se dio la vuelta y sin más aviso me plantó un beso en los labios mientras sus tetas se aplastaban contra mi desnudo pecho. Fue una sensación tremendamente excitante que, unida a la sorpresa del beso, me dejó sin habla y eso que fue un simple beso en los labios.

  • Mira, mira a esta golfa cómo le gusta que le diga su hijo que tiene buen culo... – Dijo mi tía riendo.

  • Anda, ¿y no te gusta a ti que te diga el tuyo que tienes buenas tetas o qué?

Los cuatro reímos y yo reafirmé que mis palabras sobre lo orgulloso que me sentía del culo de mi madre eran completamente en serio. Dani riendo y mientras le tanteaba de nuevo el culo a mi madre, también apuntó que razones tenía para estar orgulloso ya que el trasero de mi madre era realmente bonito. Entonces mi madre, como antes hiciera conmigo, también le dio un beso en la boca a mi primo pero esta vez, aunque fue breve, se dieron el beso con lengua.

Luego yo, dirigiéndome a mi tía, dije:

  • Venga, tía; ahora te toca a ti. Enseña ese pandero.

Mi tía Flora a estas alturas ya no perdió tiempo haciéndose la remolona o haciéndose de rogar. Sencillamente nos sonrió con picardía y seguidamente se inclinó, dejando colgar sus fabulosas tetazas ante nuestros ojos, para bajarse también las bragas hasta los tobillos. A continuación, y mientras nosotros observábamos como hipnotizados, se dio la vuelta y se soltó la falda dejándola caer al suelo para mostrar su también tremendo culazo. Tanto Dani como yo prorrumpimos en sonoros piropos que hicieron reír a ambas mujeres mientras mostraban sus gordos traseros. También le dimos a mi tía unos cachetitos en las nalgas y hasta un más que decidido magreo mientras ella reía complacida y dejándose hacer. Cuando volvimos a insistir en lo orgullosos que estábamos de que nuestras madres tuvieran semejantes culazos y tetas, ellas no dejaron pasar la oportunidad de decir que también ellas estaban orgullosas de que nosotros tuviéramos nuestros atributos. Entre risas se dio la circunstancia de que mi madre, quizá por estar yo más cerca de ella, me acarició brevemente la polla y otro tanto hizo mi tía Flora con los huevos de su hijo.

  • Vosotros sí que estáis bien, cabroncetes – decía mi tía. – ¡Menudos cuerpos y menudas… ya me entendéis! Que unas como estas ya no las catamos así de fácil nosotras.

  • Pues si están así ya os podéis imaginar de quién es el mérito ¿eh, macizas? – dije yo dándoles una nueva y sonora palmada en el culo a ambas.

  • ¿De verdad os la ponemos así nosotras? – preguntó con coquetería mi madre mientras mi mano seguía posada sobre una de sus gordas nalgazas sin que ella se mostrara incómoda en absoluto.

  • Pues claro, mamá, que sois el tipo de mujer que más nos gusta; ya os lo hemos dicho.

Tras una nueva tandada de piropos y requiebros a los encantos de las dos macizas maduras, Dani le empezó a acariciar el culo a mi madre con renovada intensidad sin que a ella le molestara en absoluto el atrevimiento de su sobrino. Los dedos de mi primo exploraron a conciencia la raja de mi madre y creo que incluso se detuvieron algún instante en su ojete mientras ella soltaba algún gemido de satisfacción.

  • Mamá – le dije yo entonces. – Tienes un culazo espectacular pero ¿sabes lo que tendrías que hacer para lucir ese panderazo como se merece?

  • ¿Qué, hijo? – preguntó ella divertida.

  • Pues ponerte unos buenos tacones, por lo menos como los que lleva la tía, que así, en zapatillas de estar en casa...

  • Ja, ja, ja... Tienes razón, hijo. Las piernas hay que enseñarlas con unos buenos tacones, que ganan mucho.

Y diciendo esto mi madre fue a ponerse unos zapatos siguiendo mis indicaciones. Mientras mi madre regresaba a la sala yo aproveché para piropear de nuevo a mi tía y para decirle que con el taconcito que llevaba, que si bien no era en absoluto exagerado, las piernas, muslos y hasta el culo, le lucían mucho. Por supuesto acompañé mis palabras del oportuno sobeteo en sus muslos y nalgas mientras ella sonreía complacida.

Cuando regresó mi madre calzando unas sandalias de bastante tacón, sin que nadie se lo pidiéramos expresamente, se puso de espaldas a nosotros y se volvió a levantar la falda para mostrarnos su estupendo culazo que ahora, en efecto, se veía aún más favorecido al acentuarse sus amplias caderas por efecto de los tacones.

  • ¿Así estoy mejor? – preguntó coqueta mientras nos miraba por encima del hombro sosteniendo en alto sus faldas.

Por supuesto Dani y yo la piropeamos sin freno y le dedicamos de nuevo varias caricias en sus gordas nalgas mientras ella no paraba de reír visiblemente complacida.

Continuará