Círculo Incestuoso (02)

La exhibición va en serio. La exhibición, inicialmente casual y medio en broma, de mi madre y mi tía ante mi primo y yo toma derroteros que nunca hubiéramos imaginado. Nuestras recatadas madres parecen no serlo tanto.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte 2 – La exhibición va en serio)

Como recordaréis, tras una atrevida conversación, iniciada casi por casualidad, entre mi primo Dani, mi tía Flora, mi madre y yo, mi tía había accedido a enseñarnos sus enormes tetazas. A lo largo de la conversación, que había discurrido básicamente en tono de humor, tanto mi primo como yo habíamos dejado claro, entre continuos piropos a nuestras madres, que nuestras preferencias en asunto de mujeres se inclinaban más hacia las jamonas maduras que hacia las chicas de nuestra edad. Esto sin duda halagaba enormemente a nuestras macizas madres. Continúo narrando lo que ocurrió a partir de ese momento.

La visión de las enormes tetas de mi tía Flora nos había dejado a mi primo y a mi sin habla y no había sido esa la única reacción. Mi polla había adquirido una tremenda erección y la de mi primo también, a juzgar por los movimientos que estaba haciendo para tratar de acomodar su empinado aparato dentro del pantalón. Tras unos segundos con la boca seca y admirando aquellas fabulosas tetazas ambos tragamos saliva y pudimos seguir hablando.

  • Unas tetas preciosas, tía, sí señora. Unas tetas de verdad.
  • Dije yo por fin mirándoselas embelesado.

  • ¡Pero si ya las tengo por el ombligo, hijos...! - respondió ella riendo contemplándoselas a sí misma pero con un evidente tono de orgullo en su voz dado el efecto que la visión de sus tetas estaba causando en nosotros.

  • Estas son de las que da gusto ver – dijo al fin Dani con la boca sin duda seca por la excitación. – Mucho mejores que las que se ven en las revistas; esto son un par de melones de verdad ¿eh?

  • Ya lo creo. – Asentí yo. - A mi me gustan así, que se ve que son bien naturales.

  • ¿Te gustan las tetas de tu tía, cariño? – intervino entonces mi madre dirigiéndose a mí.

  • Desde luego, mamá. Nosotros no estamos acostumbrados a ver tetas como estas. Las que se ven en revistas o las que les hemos podido ver a alguna chica de nuestra edad no son tan... tan... excitantes. Estas son unas tetas de verdad. Además, a nosotros nos gustan precisamente así, naturales, y mejor ya un poco caídas que de goma ¿verdad, Dani?

  • Por supuesto, de goma los balones pero las tetas de carnecita bien buena como estas; ya lo creo. – Y dirigiéndose a su madre continuó: - Oye, mamá, nada, que felicidades por tener esas tetazas, de verdad; son de lo mejorcito que hemos visto. Unas auténticas tetas de una jamona madurita; vamos del tipo que más nos gustan.

  • Y también deberíamos felicitarnos a nosotros por haber podido ver semejantes maravillas. Gracias tía. – Dije yo.

  • ¿Pero de verdad os gustan así... de vieja, tan caídas…? – insistía mi madre divertida.

  • De verdad de la buena, tía. Tetas como las vuestras son las que nos gusta ver. Te lo podemos asegurar. – Le respondió mi primo.

Las dos maduras mujeres reían visiblemente complacidas por nuestras palabras y seguramente sintiéndose atractivas, admiradas y hasta deseadas; algo que seguro que no habían sentido a menudo en los últimos años y eso que ambas son guapas y con buen cuerpo y en su juventud debieron ser un buen par de bombones. Y quien tuvo retuvo pero justo es reconocer que una vez pasados los 50 las mujeres no resultan atractivas para la mayoría de los hombres.

Mientras continuábamos hablando mi tía continuaba mostrando sin ningún pudor sus enormes tetas de modo que en un momento dado yo me atreví a decirle:

  • Oye tía, igual me paso de atrevido pero ya que nos las estás enseñando tan amablemente... ¿te importaría... te molestaría que te las tocara un poco? Es que unas así de abundantes no se tienen al alcance de la mano todos los días...

Todos los demás estallaron en una carcajada tras mi petición, especialmente mi tía y mi madre. Esta última intervino diciendo mientras reía:

  • ¡Pero bueno, mira que querer tocarle las tetas a tu tía!

  • Hombre, lo raro sería ver unas tetas así y no querer tocarlas. - Respondí yo también con humor. - Como de todo esto no se va a enterar nadie... igual a la tía no le importa...

  • Seguro, seguro que no le importa. - Contestó mi madre riendo realmente divertida y con cierta picardía en sus palabras.

Entonces mi tía, causándonos una cierta sorpresa que ya era menos dado cómo iban discurriendo los acontecimientos, le replicó a mi madre diciendo:

  • Pues claro que no me importa. Como todo queda entre nosotros ¿por qué me iba a importar? No va a pasar nada malo porque un sobrino me toque las tetas... Si ya las tengo todas al aire...

Entonces yo, de nuevo con la boca seca, me atreví a acariciarle brevemente una de sus tetas mientras los demás reían. Mi caricia fue bastante modosita ya que ni siquiera se centró abiertamente en el pezón; me limité a sopesarle la enorme mama y a sentir su tersura. Como estaba además bastante nervioso la di por concluida con bastante rapidez para evitar que aquella situación pudiera estropearse por precipitación o por exceso de atrevimiento.

  • ¿Qué, las tiene buenas? Mira, mira cómo le ha gustado a la golfa esta que le toque las domingas el sobrino... – decía mi madre divertida y empleando un lenguaje y unas expresiones que yo nunca hubiera esperado oír de labios de ella.

Después de que hube acabado de acariciarle las tetas a mi tía ésta se puso de nuevo la blusa pero no el sujetador. Dani y yo insistimos entre risas en que no se le ocurriera vestirse pero a ella quizá le pareció excesivo permanecer con sus gordas tetas al aire ante nosotros así que acabó diciendo que por lo menos se ponía la blusa, que no iba a estar allí con todo el tetamen al aire. Así lo hizo pero ante nuestra insistencia no se la abrochó, de modo que podíamos seguir viéndole con relativa facilidad sus colgonas y espléndidas tetas.

A continuación fue Dani el que dijo dirigiéndose a mi madre:

  • Bueno, tía. Ahora te toca a ti enseñarnos las tetas tan bonitas que debes tener.

Yo sentí una punzada de excitación ante la perspectiva de que mi madre nos enseñara las tetas. Mi tía siempre me había atraído, en especial por sus espectaculares tetazas pero mi madre, desde luego, también me parecía una mujer realmente atractiva y el hecho de que fuera mi madre no restaba un ápice a su atractivo erótico para mí sino, si acaso, todo lo contrario.

Tenía dudas de que mi madre fuera a aceptar la propuesta de mi primo pero después de lo que había hecho antes mi tía atreviéndose a enseñarnos sus espectaculares globazos, además animada por mi madre, todo era posible. Por si mi madre necesitaba tener claro que yo también deseaba que nos mostrara las mamas yo me sumé también a la petición de mi primo diciendo:

  • Eso, eso, mamá. Ahora te toca a ti enseñarlas.

-¿Pero también vais a querer verme a mi las tetas? Que se las queráis ver a esta tetona vale pero a mí... Si yo no las tengo tan grandes como las de tu madre así que seguro que no os van a gustar...

Mi madre en efecto tiene unas tetas de un tamaño más convencional aunque desde luego tampoco resultan pequeñas. Yo diría que usa una talla 90 ó 100 de sujetador.

  • Venga, mamá, - insistí yo realmente excitado ante la perspectiva cada vez más real de verle las tetas a mi madre. - Ya verás como sí que nos gustan. Que se vean, que se vean.

  • No se para qué queréis vérmelas a mí, que las tengo más pequeñas que ésta y seguro que más caídas. A mí sí que me miran lo pezones al suelo, hijos, de verdad.

  • De pequeñas, nada tía y aunque estén caídas como dices, seguro que son capaces de levantar otras cosas. – Dijo mi primo provocando la carcajada general.

A pesar de sus palabras yo veía a mi madre bastante decidida a enseñar las tetas, lo cual me excitaba enormemente, pero aún así traté de animarla aún más diciéndole:

  • Bueno, yo creo que sí nos gustarán pero de todas formas tú enséñanoslas y luego ya te diremos si nos gustan o no. No va a estar ahí la tía Flora con las tetas al aire y tú no enseñárnoslas, con las ganas que tenemos de vértelas.

  • ¡Estos chicos! ¿Pero de verdad queréis que os las enseñe? – Decía mi madre haciéndose la remolona pero más por no mostrarse excesivamente atrevida desde el principio que por no querer enseñárnoslas. En ese momento intervino también mi tía señalándole a mi madre que si ella se había quedado antes con las tetas al aire ahora lo que procedía era que mi madre hiciera lo mismo. Tanto Dani como yo acogimos con entusiasmo las palabras de mi tía y mi madre comenzó a sonreír demostrando que realmente estaba dispuesta a enseñar los pechos. Yo estaba superexcitado y enseguida resultó evidente que mi madre estaba dispuesta a seguir el ejemplo de mi tía Flora pues de hecho ante nuestra insistencia se empezó a desabrochar la blusa. Cuando se hubo desabotonado tres o cuatro botones se abrió la blusa y se inclinó hacia delante para enseñarnos el escote y sus tetas bajo el sujetador.

  • Bueno, pues aquí las tenéis. – dijo haciendo amago de volver a abotonarse la blusa.

  • De eso nada. – Replicó Dani riendo. – Enseña esas tetas como debe ser, tía. Mira a mi madre con todo el tetamen al aire; pues tú igual, tía. Así no vale; no nos has enseñado las tetas, nos has mostrado un poco el escote y no se trataba de eso. Enseñar el escote, aunque se te vea todo el sujetador, es como no enseñar nada.

  • Venga, venga, mamá. Enseña las domingas en condiciones. – Intervine yo.

  • ¿Pero tú también quieres que las enseñe? – decía ella riendo mientras se acababa de desabotonar la blusa por completo mostrando su sujetador blanco.

  • Pues claro, mamá, que aunque no las tengas tan gordas como las de la tía seguro que las tienes bien bonitas. Además, no se puede decir que las tengas pequeñas precisamente ¿eh?, que tienes un buen par de domingas también.

  • ¡Ay, qué chicos! Bueno, bueno – dijo ella riendo visiblemente halagada a la vez que se deshacía por completo de la blusa. Luego, mientras mi primo y yo la observábamos en silencio y con la boca seca, mi madre se llevó las manos a la espalda y se desabrochó el sujetador dejando caer la prenda para dejar sus redondas aunque ya ciertamente colgonas tetas al aire ante nuestros ojos. Tanto a Dani como a mí, como antes nos sucediera con su madre, nos dejó momentáneamente sin habla el hecho de verle las tetas a mi madre. Para mi resultaba enormemente excitante y no pude ni apartar la vista de aquellos pechos ni decir palabra alguna durante varios segundos. Las tetas de mi madre, en efecto, son más pequeñas que las de mi tía pero aún así de buen tamaño. Como he comentado antes yo calculé al vérselas que debía usar una talla 95 ó incluso quizá 100 de sujetador, lo cual no está nada mal. Sus aureolas son marrones, bastante oscuras y de pequeño tamaño y sus pezones son bastante oscuros y estaban muy salidos, yo creo que más por la excitación que porque normalmente lo tenga así ya que nunca se los había notado tan marcados a mi madre a través de la ropa. Como ella misma había dicho, también las tiene bastante caídas, quizá incluso más que las de mi tía a pesar de ser menos pesadas, aunque esto, al menos para mi, no es un inconveniente ya que las tetas de una mujer, sobre todo si se trata de una madurita como mi madre o mi tía, no me disgustan aunque estén ya algo caídas. Me parecen más reales y esto sí que me gusta y excita mucho.

Cuando tras varios segundo de observar hipnotizados las bonitas tetas de mi madre, tanto Dani como yo pudimos tragar saliva, ambos elogiamos aquellas tetas con entusiasmo provocando risas de complacencia en ella. Mi madre, en un excitante gesto de coquetería, movió el torso de un lado a otro haciendo que sus bonitas tetas se balancearan de una forma muy sugerente y erótica. Mi polla desde luego estaba a reventar y estoy seguro de que la de Dani no lo estaba menos.

A continuación mi primo, sin ni tan siquiera pedirle permiso, le empezó a acariciar una de sus mamas y de una manera mucho más decidida que como yo había acariciado una de las tetas de su madre. A mi me excitó enormemente ver cómo mi primo le tocaba las tetas a mi madre y aún me puso más cachondo si cabe comprobar que ésta no mostraba el menor asomo de rechazo por el atrevimiento de su sobrino. De hecho, más bien al contrario, sonreía visiblemente complacida mientras mi primo le acariciaba las tetas y puedo decir que me gustó ver el talante con el que mi madre se tomaba el atrevido comportamiento de mi primo con sus tetas:

  • ¡Qué atrevidos estos chavales! Les enseñas las tetas y enseguida se ponen a tocártelas. – Decía ella sonriendo mientras mi primo le acariciaba el salido pezón de su teta derecha haciéndolo deslizar entre sus dedos pulgar e índice..

  • Es que las tienes realmente buenas, tía, y tú que decías que no eran bonitas... – Le replicaba mi primo mientras ahora ya le tocaba ambos pechos sin ningún reparo.

  • Y es que cualquiera se resiste al ver unas preciosidades así... – dije yo si apartar la mirada de las manoseadas tetas de mi madre.

Cuando el magreo de Dani en las tetas de mi madre se hizo más intenso, como yo contemplaba la acción completamente embelesado, ella dijo algo que me llenó de perplejidad y sobre todo de excitación:

  • Hijo, ¿quieres tocármelas tú también un poco?

  • Pues hombre, mamá, ¿cómo no voy a querer tocarte esas tetas tan bonitas?

  • Pues venga, hijo. Ya que os las enseñamos... Si tu primo me las toca un poco...

Entonces yo también empecé a tocarle las tetas a mi madre mientras ella reía mostrando lo halagada que se sentía por nuestros manoseos. Posar mis manos sobre uno de los pechos de mi madre mientras mi primo le sobaba el otro creo que ha sido una de las sensaciones más excitantes de mi vida. Le acaricié con suavidad una teta y luego cogí entre mis dedos su durísimo pezón mientras ella me sonreía con una expresión de lascivia que nunca había visto ni esperado ver en mi madre.

  • ¡Mira a esta cómo le gusta que se las toquen a dúo! – dijo entonces mi tía Flora divertida mientras contemplaba los manoseos de su hijo y míos en las tetas de mi madre.

Entonces yo le indiqué a Dani que le tocara también las suyas a su madre. Dani no se hizo de rogar y como su madre, que permanecía con la blusa abierta y teniendo muy a mano aquellas enormes tetazas, no dijo nada en contra mientras su hijo deslizaba una mano bajo su blusa, enseguida estuvimos los dos tocando alternativamente las mamas a aquellas dos maduritas jamonas y piropeándoselas con alegría sin importar si se trataba de las de nuestra madre o nuestra tía.

Ellas se dejaban hacer y como ninguna de ellas daba muestras de descontento por nuestros manoseos ambos seguimos tocando, cada vez con mayor atrevimiento e intensidad, los pechos de nuestra madre y tía respectivas. A mi me excitaba enormemente tocarle las tetorras a mi tía pues durante largo tiempo aquellos pechazos enormes habían sido objeto de mi deseo. Pero también me excitaba de manera increíble sobarle las tetas a mi madre pues además de agradables, bonitas y excitantes se trataba nada menos que eso, de las tetas de mi madre, y eso me resultaba enormemente excitante.

  • Tenéis unas tetas cojonudas, chicas. Son los dos mejores pares de tetas que he visto en mi vida. Esto sí que da gusto ver y tocar. – Piropeé yo mientras ellas continuaban riendo y dejándose tocar.

Yo en un principio pensé que en breve ellas nos cortarían y se volverían a poner el sujetador dando por finalizada aquella extraordinaria situación. Pensaba que a pesar del abierto talante de ambas ninguna de las dos mujeres dejaría que aquella situación fuera mucho más allá pero para mi sorpresa ellas seguían dejándose hacer sin oponerse a nuestras cada vez más intensas caricias y tocamientos. Mientras nosotros las tocábamos ellas reían y comentaban divertidas que nunca hubieran pensado que iban a enseñarnos las tetas a nosotros y que nos iban a gustar tanto. El que ellas estuvieran con las tetas al aire y que nos dejaran tocárselas sin problemas nos animaba cada vez más a mi primo y a mi. Además mi madre llegó incluso a decir riendo:

  • Y no las tocan mal estos cabroncetes ¿eh? Saben bien cómo tocarles las tetas a una mujer...

  • Y si vosotras nos dejáis practicar a menudo seguro que mucho mejor cada vez. – Me atreví yo a decir mientras titilaba los pezones de mi madre haciendo que todos riéramos.

  • Bueno, bueno... – dijo mi madre sonriendo. – Pero recordad que lo importante es que todo esto no salga de aquí ¿eh?

Entonces mi madre, quizá influida por el hecho de que su cuñada se la había puesto antes, se puso también la blusa aunque, al igual que mi tía, no se puso el sujetador y se quedó con la blusa abierta permitiendo que tanto yo como Dani siguiéramos sobándole las tetas sin ningún problema.

Cuando parecía que la situación no daba para más y que era probable que las dos mujeres dieran por concluida tanto la exhibición como el magreo de tetas, Dani dijo:

  • Oídme una cosa – dijo mientras apretaba el pezón de una de las tetas de su madre haciendo que ésta soltara un quedo gemido. – Ya que estamos así y nos habéis enseñado las domingas igual no os importaría enseñarnos algo más, que seguro que tenéis todo lo demás muy bonito ¿eh?

  • ¡Pero bueno! – dijo mi tía simulando sentirse escandalizada. - ¿Pero es que no te vale con vernos las tetas que quieres también que te enseñemos más cosas?

  • ¿Qué más queréis que os enseñemos, hombre? – intervino mi madre riendo.

Entonces yo recordé que en alguna conversación entre nosotros, de esas en las que hablábamos de nuestro gusto por las mujeres maduras y jamonas, mi primo había señalado lo bonitas que tiene mi madre las piernas. Con esa idea en la cabeza y con la pretensión de sacarle todo el jugo a aquella extraordinaria situación que se había creado entre los cuatro, intervine yo diciendo:

  • Pues hombre, mamá; la verdad es que debéis tener unas piernas preciosas. Lo que está a la vista ya se ve que es bonito y seguro que tenéis unos muslos de lo más interesantes... A mi, la verdad, me encantan vuestras piernas y a Dani también, os lo puedo asegurar, que más de una vez ya hemos hablado de esto. – Y mientras decía esto le daba unos suaves cachetitos a mi madre en el muslo justo por encima de la rodilla.

Continuará

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