Círculo Incestuoso (01)

Una desenfadada conversación entre dos maduras madres y sus respectivos hijos es el incio de una situación que se torna más erótica a cada momento.

CÍRCULO INCESTUOSO

(Parte I – El Inicio)

A menudo es la casualidad o ciertos hechos casi fortuitos los que desencadenan situaciones que poco antes nos hubieran parecideo inverosímiles. Algo así es lo que sucedió aquella tarde de hace ya casi tres años en la que se inició lo que ahora me dispongo a contaros.

Como os decía fue una tarde cuando estando mi madre y yo solos en casa recibimos la visita de mi tía Flora y de mi primo Dani, su hijo. Con toda la familia de mi tía mantenemos una excelente relación y es normal que nos hagan visitas a menudo así como que mi familia vaya a su casa. Mi tía es una mujer maciza, rellena y a la que sus 60 años no han restado un ápice de atractivo, especialmente para los que como yo gustamos de las mujeres maduras y rellenitas. Mi tía Flora, además de atractiva es muy simpática, abierta y desenfadada y hasta se podría afirmar que es una cachonda, al menos verbalmente.

A menudo hace bromas un tanto atrevidas y no es raro oirle comentarios picantes o subidos de tono. Quizá antes de continuar deba decir que yo ya me había fijado bastantes veces y desde hacía tiempo en lo atractiva que desde un punta de vista sexual resulta mi tía, o por lo menos en lo atractiva que me resulta a mí. Este día mi tía también me pareció una mujer muy apetecible a pesar, como he dicho de tener más de 60 años. En concreto aquella tarde llevaba una blusa bastante escotada, por donde se apreciaba el canalillo de sus imponentes tetazas y al sentarse en el sofá lo hizo con un movimiento tan exagerado que sus tremendas mamas brincaron de tal forma que amenazaron con salirse del escote.

De hecho la blusa le quedó tan descolocada en un hombro que su sujetador, de color negro, por cierto, quedó casi enteramente al descubierto en ese lado mostrando el tremendo volumen de la teta que se alojaba dentro.

  • Mira esta - comentó mi madre divertida. - En cuanto está con dos chicos jóvenes ya está queriendo enseñar las tetas.

  • Yo no he hecho nada; será que se me quieren salir y qué le vamos a hacer… – replicó mi tía en evidente tono de humor.

Mi madre, en entornos de confianza como en el que estábamos y cuando los preside el buen humor, es también bastante desenfadada y hasta atrevida en sus comentarios. Siendo mi tía Flora uno de los interlocutores no era de extrañar que mi madre dijera algo así en tono de broma. No obstante un comentario como ese nunca lo hubiera hecho ante gente desconocida o con la que tuviera menos confianza pues en general mi madre se muestra más bien recatada en público.

  • Pues por nosotros que siga, que siga. Si hay que ver unas tetas nosotros no nos vamos a negar. - Fue el también sorprendente y divertido comentario de mi primo dado que era precisamente su madre la que estaba con el sujetador a la vista.

Todos reímos y dado el cariz de la conversación yo también me animé a intervenir recogiendo el testigo lanzado por mi primo y viendo que el tono de la conversación y el talante de los que allí estábamos lo permitía:

  • Pues venga, tía; si se te quieren salir déjalas que asomen ¿no?.

  • No me digáis que queréis verle las tetas a una vieja... - repondió de forma jocosa también mi tía. - Pero si las tengo ya todas caídas y fofas, hijos... Otra cosa hubiera sido que me las hubiérais visto cuando tenía 20 años; entonces sí que las tenía bien duras y levantadas, pero ahora... Vamos, que si queréis verme los pezones tengo que empezar a desabotonarme la blusa por abajo, no os digo más, ja, ja, ja.

  • Sí, que entre la gravedad y la edad todo va para abajo. – Terció mi madre también riendo.

  • Claro, - siguió mi tía – a vosotros os gustará verle las tetas precisamente a chavalas de 20 años, no a una mujer como yo, que ya las tengo que dan pena, así que no os burléis de esta pobre vieja.

Los cuatro volvimos a reir con desenfado y entonces yo me atreví a decir:

  • Más vale verte a ti una teta, tía, que tocárrselas bien tocadas a una docena de chicas de 20 años, que esas o están esmirriadas o las tienen de siliciona, y a nosotros ni una cosa ni otra ¿verdad, Dani?.

Mientras yo decía esto Dani reía y asentía ante mi afirmación. Como mi madre y mi tía reían divertidas, me atreví a añadir:

  • Bien orgullosa puedes estar de ellas, tía. Las tuyas por lo menos son unas tetas de verdad, de las que tiene que dar gusto amasar pero para ver unas de esas artificiales te puedo asegurar que preferimos verte las tuyas a medias como hace un momento, de verdad.

El talante desenfadado de mi madre y mi tía y el tono de humor que impregnaba la conversación estaban haciendo posible que aquella conversación se desarrollara en aquellos términos. Pero también era importante el hecho de que mi primo Dani y yo ya habíamos hablado de mujeres en numerosas ocasiones y habíamos llegado a la conclusión de que a ambos nos gustaban las mujeres maduras más que las de nuestra edad y que preferíamos un buen par de tetas caídas y un culazo gordo y amplio que el cuerpo de sílfide de una jovencita de las de nuestra generación.

Por supuesto nunca habíamos hablado abiertamente de nuestras madres como objeto de nuestras fantasías pero por mi parte puedo decir que ya le había dedicado más de una paja a mi tía Flora y de la misma manera podría asegurar que a mi primo no le disgustaba mi madre pues más de una vez lo había sorprendido fijándose en el culo o en las piernas de ésta con más atención de la que un sobrino debe prestar a una tía en estos asuntos a pesar de que mi madre ya rebasa los 50.

Al hilo de los últimos comentarios tanto Dani como yo señalamos entonces nuestras preferencias por las mujeres maduras y rellenas sobre las jovencitas de línea estilizada y sin formas. Mi madre y mi tía parecían complacidas y se tomaron aquellas declaraciones como verdaderos piropos dirigidos a ellas si bien ambas, en una demostración de modestia, decían que ellas ya no gustaban a nadie porque tenían unos cuerpos ya demasiado gordos y fofos. Nosotros insistíamos en que eran dos mujeres muy atractivas y así seguimos charlando aprovechando cada oportunidad para dirigirles piropos cada vez más encendidos.

Tras una nueva declaración en la que Dani elogió sin demasiados ambages las tetas de ambas precisamente por no ser las típicas tetas de una jovecita de 20 años, mi madre dijo:

  • ¡Uy, uy, uy, qué chicos tan verdes! Pues parece que va a ser verdad, que a estos les gustan las maduritas ¿eh?

  • Ya lo creo, tía, no lo dudes - le respondió de nuevo Dani.

  • Donde esté una hembra hecha y derecha, con todo en su sitio y bien abundante que se quiten todas esas niñatas. Las chavalas jóvenes de hoy o no tienen porque quieren estar delgadas a más no poder o lo tienen de silicona, y a nosotros ni una cosa ni otra. Donde estén unas tetas de las de toda la vida...

  • Sí, hijos, os gustan naturales pero seguro que no os gusta que miren al suelo ¿a qué no? - dijo mi madre. – A vosotros os gustarán naturales pero bien levantadas y a nuestra edad las nuestras ya no miran hacia delante sino más bien hacia abajo, ja, ja, ja...

  • Unas buenas tetas lo que hacen es que se nos levante a nosotros otra cosa, y si son de una hembra jamona y bien maciza más rápido, miren a donde miren. – Dije yo provocando nuevas risas cargadas de picardía en todos los presentes.

  • Y las vuestras seguro que levantan más cosas de las que vosotras os pensáis, tía, y eso aunque miren para abajo, como tú dices. – Incidió Dani dirigiéndose a mi madre. – Seguro que os piropean a menudo por la calle ¿a qué sí?

  • Alguna cosa agradable de vez en cuando ya nos dicen, es verdad, pero nada comparado con los piropazos que vosotros nos estáis echando hoy, hijos. Eso sí que es regalar los oídos de este par de viejas.

Todos reímos y entonces yo, lanzando una apuesta que podía ser definitiva, me atreví a decir dirigiéndome a mi tía Flora:

  • Bueno, entonces qué, tía. Ya que tú no las tienes ni delgadas ni de silicona ¿nos enseñas o no nos enseñas esas tetas tan apetitosas que debes tener? Que te hemos medio visto antes una y...

  • Y hay cosas que no tienen que quedar a medias... – completó Dani con humor.

  • ¿Pero no querréis que os enseñe las tetas de verdad? – Dijo mi tía pero más con tono decididamente de humor que de reproche.

  • Hombre – dije yo también con humor – pues, la verdad, ya puestos a mí no me importaría...

  • ¡Uy, uy, uy! - dijo mi madre divertida. - Pero mira a éste, queriendo verle las tetas nada menos que a su tía...

Entones mi tía, que a todo esto, no se había subido la blusa por el hombro sino que de hecho ésta había resbalado aún más y ahora todo su hombro quedaba desnudo y mostraba enteramente la copa izquierda de su sujetador, dijo en tono divertido:

  • Sí, uno a su tía y este otro a su madre. ¡Menudos desvergonzados! – Y añadió dirigiéndose a mi primo Dani: - ¿Eh, te parece bien querer verle las tetas a tu madre?

  • Bueno, vale, – respondió Dani – sois nuestras madres y tías respectivamente pero yo lo que veo es un par de jamonas bien buenas como las que nos gustan a nosotros así que ¿por qué no íbamos a querer veros las tetas? Ni que fuéramos tontos...

Las dos mujeres reían halagadas y divertidas con nuestras ocurrencias y yo añadí:

  • Y si os las vemos a vosotras, la verdad, mejor todavía, que es más interesante que vérselas a una desconocida y además así todo queda en familia.

  • ¿Pero estáis hablando en serio, hijo? – preguntó mi madre por primera vez con un tono serio de voz.

  • Pues claro, completamente en serio. Claro que nos gustaría veros las tetas... Por eso no va a pasar nada salvo que alegremos el ojillo con unas buenas tetas de hembra jamona, que es lo que sois vosotras.

  • Claro que sí, - terció Dani - aunque os viéramos un poco el tetamen nadie se iba a enterar así que... Pues anda que no hemos hablado nosotros pocas veces ni nada de lo que nos apetecía ver un par de tetas de una buena hembra madurita...

  • ¡Ay qué chicos! Pues sí que va a ser verdad que les gustan las maduritas ¿eh? Y nosotras pensando que con nuestra edad ya no gustamos nada de nada ¿eh?

  • Pues a nosotros bien que nos gustan las mujeres como vosotras, mamá, ya lo creo que sí. – Insistí, yo.

Ellas se mostraron halagadas y complacidas por lo que les decíamos y nosotros aprovechamos el tono de la conversación para seguir dirigiéndoles piropos cada vez más atrevidos, buena parte de los cuales iban dirigidos, ya sin ningún recato, a sus tetas o culos sin que ellas se mostraran molestas sino más bien todo lo contrario.

  • Bueno, una cosa, - dijo entonces mi tía Flora también por primera vez seria desde que se iniciara el incidente. - Todo esto tiene que quedar entre nosotros, ¿eh? Todo lo que estamos hablando y que a mi casi se me han visto las tetas ¿eh? Que no se ande enterando nadie más de que hablamos de tetas caídas, de cosas que se levantan y de todo esto, que la gente es muy malpensada y todo lo que aquí se diga, si queda entre nosotros cuatro bien está.

  • Pues claro, faltaría más. Eso ya se da por descontado. Nosotros no vamos por ahí contando esas cosas y menos si tienen que ver con vosotras, hombre, de eso no tienes ni que preocuparte.

  • Eso, eso - intervino mi madre. - Que estas cosas que hablamos aquí queden entre nosotros. Son cosas nuestras...

  • Pues claro, - afirmó Dani con rotundidad para añadir a continuación retomando el tono de humor que había presidido toda la charla: - así que venga, mamá, enseña esas tetazas que tienes y deja de ponernos malos ahí con todo el sujetador y media teta al aire.

Los cuatro volvimos a reir con desenfado y mi tía respondió:

  • Pero bueno, es que voy a terminar teniendo que enseñároslas ¿eh?

  • Hombre, qué menos, - la animó Dani. - Y luego la tía Nati; que no se crea que a ella no tenemos ganas de vérselas. - Y añadió dirigiéndose a mí: - ¿O es que tú no tienes ganas de verle las tetas a tu madre? Porque yo desde luego que sí.

  • Pues claro, tanto como a la tuya. - Contesté yo con entusiasmo.

  • ¡Uy, uy, uy, pero qué chicos más descarados! - Decía mi madre divertida y sin duda halagada.

  • Bueno, venga, tía, enseña por lo menos esa que tienes ya casi al aire para empezar. Total esa ya casi hay que darla por vista así que...

  • Dije yo haciendo que ambas mujeres rieran una vez más.

  • Claro, mujer, enséñaselas – intervino mi madre, en cierta manera sorprendentemente, animando decididamente a mi tía a que nos mostrara las tetas. Hasta entonces yo pensaba que a pesar del cachondeo que nos traíamos la cosa no pasaría de las meras palabras y que no le veríamos a mi tía nada más que el sujetador que ya teníamos a la vista quedándose todo en una atrevida conversación con nuestras madres. Pero la relativamente sorprendente intervención de mi madre instándole a mi tía que nos enseñara las tetas cambió por completo mis expectativas. Ahí empecé a pensar, y creo que Dani también, que aquella tarde terminaríamos viéndole las tetas a mi tía y que incluso habría posibilidades de vérselas a mi madre, lo cual no dejaba sino de parecerme tremendamente excitante.

Ante semejante quorum pidiendo que mostrara por entero las tetas mi tía no tuvo más remedio que decir mientras reía alegremente:

  • Oye, pues os las voy a tener que enseñar; pero esto que no salga de aquí por nada del mundo ¿eh?

  • Venga, tía. Ya sabes que todo esto va a quedar entre nosotros cuatro.

Entonces mi tía Flora entre risas y ante la atenta mirada de su hijo y mía se sacó la tremenda mama por encima de la copa del sujetador dejándola ante nuestra atónita y excitada mirada. Era una teta realmente enorme, blanca, con una aureola entre rosa y marrón de amplio tamaño y con un pezón marrón oscuro y bastante salido.

  • Eso es una teta, sí señor. - Exclamé yo extasiado contemplando la enorme mama de mi tía.

  • Venga, mamá, enséñanos la otra, que las tetas hay que verlas a pares. – Le dijo Dani con la voz notablemente ronca.

  • Bueno, ya vale con que os enseñe una ¿no? Que si no va a ser demasiado despendole. Recuerda, Dani, que soy tu madre

Tanto Dani como yo reaccionamos mostrando nuestro disgusto por lo escaso de la exhibición pero de nuevo mi madre, casi contra pronóstico, intervino con una propuesta decididamente cachonda:

  • Venga, Flora, no los vayas a dejar a medias, anda. Los chicos tienen razón; si ya te han visto una... que te vean las dos ¿no?

Todos reímos y mi tía contestó:

  • Bueno, seguro que tienes razón, y total,si os he enseñado una... y si hasta a Nati le parece bien... Pero que de aquí no salga nada de esto ¿eh?

  • Confía en los chicos, mujer, que no van a ir contando por ahí estas cosas de sus madres. Y ahora no te hagas la estrecha y saca ahí todo el melonar. – Intervino de nuevo mi madre con humor y con inusitada liberalidad.

Las palabras de mi madre nos dejaron perplejos a mi primo y a mí. Ahora sí que ambos vimos claramente que aquella tarde podían tomar cuerpo nuestras más secretas fantasías en lo que tocaba a ver a nuestras jamonas madres enseñando sus abundantes encantos.

Entonces mi tía, viendo que su actitud era inequívocamente aprobada también por mi madre, se quitó la blusa por entero mientras Dani y yo la jaleábamos y piropeábamos. Luego, y ante nuestra expectación, hizo lo propio con el sujetador para dejar al aire por fin sus tremendas y, en efecto, ya bastante caídas tetonas. Durante unos segundos ni Dani ni yo dijimos nada mientras permanecíamos obnubilados contemplando las tetazas de mi tía. Eran realmente espectaculares, grandes, realmente enormes, hasta el punto que yo le calculé a mi tía una talla 140 de sujetador por lo menos, con una aureolas entre rosadas y marrones de más que regular tamaño y unos pezones oscuros y bastante salidos que, en efecto, ya casi apuntaban al suelo.

Con todo y con ello me parecieron las tetas más excitantes que había visto en mi vida y mi polla dio buena cuenta de ello dando lugar a una erección inmediata. Mi primo también debió acusar el efecto de verle las tetas a su madre; yo así lo deduje por el movimiento que hizo para acomodarse la polla dentro del pantalón, acción ésta que no pasó desapercibida para nadie aunque ninguno de los presentes dijo nada.

Continuará.

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