Circe 13

Ante la mirada horrorizada de Mufy y July me acerqué a la polla durísima del cadáver y chupé esa leche tibia que era mi trofeo. Me la bebí toda antes que se enfriara.

Ante la mirada horrorizada de Mufy y July me acerqué a la polla durísima del cadáver y chupé esa leche tibia que era mi trofeo. Me la bebí toda antes que se enfriara.

He estado ausente de España. Viajé a Buenos Aires a visitar a mi padre. Me he portado muy bien en casa de mi padre. Siempre vestida de vaquero desgastado y zapatillas deportivas. Puedo escandalizar y someter a todos los hombres del mundo menos a uno.

El viaje lo hice en compañía de mis dos maridos Mufy y July. Los oculté a la vista de mi padre que es muy anciano. De modo que cuando iba de visita a su casa lo hacía sola. Por las noches nos juntábamos los tres para hacer maldades. Mejor dicho mis maldades.

En este viaje pude realizar otro viejo sueño. He matado un hombre. Esta muerte me produjo el orgasmo más sensacional de toda mi vida. Como ustedes saben soy multiorgásmica y me corro con mucha facilidad, pero esta vez fue el Apocalipsis de los orgasmos, justo en el instante en que mi víctima expiraba.

Les cuento desde la salida de Barcelona.

En el viaje de ida noté que una de las azafatas, delgada y menuda, me miraba con ojos de esclava. Es notable la cantidad de siervos sexuales que hay por todos lados. Mi aspecto imponente los cautiva e inmoviliza. Yo me siento como una leona lista para desollar a su presa inmovilizada por el terror.

Viajé en primera clase con mis maridos. Estaba vestida muy elegante con aspecto de empresaria muy seria. Zapatos negros de charol brillante y tacón muy alto. Traje estilo masculino, pelo recogido y gafas oscuras. Un aspecto de ejecutiva autoritaria.

La azafata se quedó anonada cuando me vió la primera vez y no me sacaba los ojos de encima. Mis maridos notaron tambien su devoción y me susurraban al oído. Yo les dije que me la devoraría esa misma noche y ellos participarían del festín. Como siempre estuvieron de acuerdo. Están completamente dominados desde hace años y colaboran en todos mis caprichos.

Nos sentamos en primera clase, sirvieron bebidas y nos atendieron con deferencia. La azafata se desesperaba por servirme y estaba atenta a todos mis gestos. Su mirada de esclava estaba comenzando a excitarme.

Luego de la cena todo el pasaje se preparó para dormir. Yo estaba sentada en el medio con un marido a cada lado.

El avión estaba a oscuras. Llamé a la azafata y le dije que me trajera un brandy. Cuando regresó con la bebida la invité a que se sentara en mis rodillas, lo que hizo de inmediato. Nos pusimos a charlar. Le pregunté su nombre.

-- Me llamo Sonia… ¿ y tú..?

-- Circe, le respondí, ¿Por qué me miras de esa manera desde que llegué…Te gusta mi aspecto…?

-- Eres fascinante, respondió --

Acerqué mi boca de labios grandes bien rojos a su rostro mientras miraba sus ojos temblar de sumisión. La sentía en mi poder. Decidí jugar un rato con ella y desesperarla antes de comérmela. Les di un codazo a los maridos para que colaboren conmigo en la tarea de enloquecerla. Cada uno de ellos acariciaba mis pechos, mi cintura, el cuello. Ella miraba y tragaba saliva.

Alcé mi brazo, tomé su rostro y lo atraje al mío. Me dediqué a chuparle la boca con mis labios carnosos. Mi perfume es embriagador. Ella se turbaba con mi agresividad y se dejó hacer. Me entretuve un buen rato recorriendo su boca con mi lengua. Se la metía dentro como una serpiente y le hurgaba su interior y me chupaba su saliva. Con la mano libre le sobaba las tiernas caderas. Mientras les ordenaba a los maridos que me masturben. Ella vió como las manos de los dos se metían bajo mi falda. Comencé a tener los orgasmos preliminares. Me estremecía en cada corrida con su boca prendida a la mía. Ella sentía mis estremecimientos. No la solté hasta que me corrí varias veces.

-- Ponte de rodillas en el suelo y quítame la falda -- le dije a Sonia.

Ella obedeció en el acto y se inclinó para quitarme la falda. Estaba en el suelo a mis pies. Con la ayuda de los maridos mi falda quedó en sus manos.

-- Huele los aromas de mi cuerpo, le dije –

Ella hundía su rostro en mi falda y aspiraba fuerte.

-- Ahora me chuparas el coño durante el resto del viaje -- le dije -- Lo harás con la lengua bien dura metiéndola dentro de la vagina mientras con la nariz me masturbas el clítoris. Me correré en tu boca. Empieza ahora que mis maridos te ayudarán. –

Ella comenzó su tarea. Mufy y July me acariciaban los muslos y me sostenían los pies para tener las piernas abiertas. Sonia estaba metida en mi vulva por completo. Solo se veía su pelo negro.

-- Huele mi vagina – le dije – Aspira profundamente para que te embriagues --

Tuve unos orgasmos impresionantes. Cuando me venía el clímax le apretaba el rostro y la nariz contra la vulva hambrienta. Sonia sentía cada corrida mía en su boca.

Cuando estuve satisfecha la aparté del coño y la empujé hacia abajo para que me lamiera los zapatos. Ella era delgada y en el espacio debajo el asiento se movía con agilidad. Reptaba en el suelo, me cogía de los zapatos y me lamía las piernas. Yo entretanto me besuqueaba con mis maridos.

-- Ahora levántate Sonia. Mira lo que hago –

Sonia se levantó y quedó otra vez de rodillas mirándome embelesada. Yo cogí el pene erecto de mis maridos. Tenía uno en cada mano.

Me bastaron tres movimientos autoritarios para que expulsen la leche que saltó de la polla y se derramó en cada mano. Se corrían al mismo tiempo. Entrenamiento. Era lo que a mi me gustaba y ellos lo sabían.

Chupé la leche que tenía en cada mano y luego cogí a Sonia por la nunca y la besé en la boca con furia mojándola con la leche de mis hombres.

Se quedó vencida.

-- Ahora vete que quiero dormir…Me traes el desayuno mañana.

Ella obedeció en silencio.

Dormí plácidamente el resto del viaje. Al llegar a Buenos Aires la ignoré por completo con toda intención. Ni siquiera la saludé. Ella se acercó y me dijo

-- ¿No te vas a despedir de mi….?

-- Ya me has servido, eso es suficiente para ti. Espero encontrarte a mi regreso para usarte otra vez. --

Me fui taconeando fuerte escoltada por mis hombres.

Hicimos los trámites de aduana y retiramos el auto que alquilé desde Barcelona.

Dejé a mis maridos en el hotel. Fui a visitar a mi padre luego de cambiarme y adoptar una vestimenta más sencilla si bien nunca logro pasar desapercibida.

Mientras viajaba reflexionaba en mi poder sobre los maridos. La auténtica dominación tiene un solo destinatario que es el o los maridos. Se puede tener más de un marido pero siempre se domina a través del tiempo y de la convivencia. Las infidelidades no son placer en si mismas, el placer inmenso es ver al marido doblegado y aceptar los cuernos sin poder evitarlo. Enfrentarse conmigo es peor porque corren el riesgo de perder mi dominación que es lo que ellos quieren. De modo que terminan sometidos. Follar a un hombre sirve para dominar a otro. Una vez que se empieza es una cadena de poder. Cada hombre te sirve al siguiente. Así se les va quitando el orgullo y la personalidad.

Una cosa es una escena de sumisión como sucede cuando me follo a otro y otra muy distinta es una vida completa de dominación para absorber la personalidad de mis maridos de una manera integral. Ellos sienten mis deseos. Llevamos varios años juntos, han perdido su identidad y son parte de mi misma. Los poseo como a un par de zapatos o a un auto.

Recuerdo cuando solamente vivía con Mufy y él intentaba rebelarse inútilmente ante mi autoridad. Fué perdiendo todo su machismo hasta convertirse en un sirviente. Cuando comencé a salir con July tenía intenciones de incorporarlo como segundo marido. Entonces lo llamaba a Mufy por teléfono para que me preparara la habitación y fuera a comprar preservativos y tenga todo dispuesto para que pase la noche follando con July. Mufy dormía en la habitación contigua y escuchaba todos mis gemidos de placer. A la mañana siguiente, luego de echar a July, le ordenaba limpiar todo y juntar los preservativos usados que los arrojaba al suelo premeditadamente. Al principio se rebelaba y decía que no iba a hacer eso. Entonces yo lo llamaba desde el lavabo. Cuando él entraba me veía frente al espejo con las piernas abiertas mientras me quitaba el maquillaje.

-- Chúpame el culo mi amor…le decía… hazlo con la lengua bien húmeda y dura. Me la metes en el ano y te absorberé la lengua. –-

Yo echaba el culo hacia atrás apoyada en el lavabo. Mufy se arrodillaba a mis espaldas y me ponía la lengua en el ano. Yo la aprisionaba con mis músculos anales y me pajeaba con su lengua. Le soltaba un orgasmo espectacular en su boca.

-- Ahora limpia todo como te ordené, recoge los preservativos. --

Así comenzó Mufy a someterse por completo. Poco a poco fui incorporando a los dos hombres. Les permitía asistir a mis folladas con uno o con otro. Solamente podían mirar pero no intervenir. Después de varias semanas de ser espectadores el uno del otro estaban desesperados por intervenir.

Así son los hombres. Cuando se da vuelta la sartén del poder, en lugar de enojarse por los cuernos se enloquecen por meterse en la cama con el otro.

Cuando estuvieron maduros me los follaba juntos a los dos. Es muy fácil dominar a alguien por momentos o en escenas preparadas. Dominar como yo domino a mi familia es ejercer el verdadero poder.

Actualmente vivo con los dos y con los padres de Mufy. Son mi familia. Los domino a todos y me sirven como a una reina.

Los días pasaban muy tranquilos en Buenos Aires de visita en casa de mi padre. Como buena hija hacía vida de hogar. Iba sola en mi auto alquilado. Vestía con sencillez. Pantalones flojos y zapatillas deportivas.

Por las noches regresaba al hotel con mis maridos y follaba con los dos a mi placer. Ellos se ocupaban de todo, atendían mi ropa y mis necesidades. Me gusta mucho dejar el lavabo bien desordenado cuando voy a ducharme o hacer mis necesidades. Cuando salgo les digo que limpien todo de nuevo. Me calienta verlos recoger mi ropa para lavarla y plancharla. Los dias de la menstruación ellos mismos pugnan entre sí por colocarme los tampones. Los llamo a los dos y tengo en la mano un solo tampón para el que llega primero. A continuación levanto una pierna y la apoyo en el inodoro mientras el afortunado me coloca el tampón el otro recoge el envase usado.

Yo soy muy cariñosa con ellos. El hecho de dominarlos no me impide ser amable. En realidad los quiero a los dos. Pero mi manera de amar es bastante egoísta. Solo amo aquello que sirve a mis deseos. A mis maridos los veo como objetos a los cuales se les profesa cariño. Una los saca de su envase para usarlos y los vuelve a guardar. Carezco de un sentimiento de solidaridad. Mi egoísmo es total. A veces me he preguntado si el amor es importante en la vida. Para mí solo interesa dominar a los demás para procurarme placer y sumisión.

No tengo vergüenza en darles una tunda cuando mi estado de ánimo me exige descargarme con alguna victima. Pegarles me excita mucho y termino saltándoles encima y follándomelos desesperada de calentura.

Nos reuníamos en la habitación del hotel frente al televisor. Ellos servían la cena y comíamos juntos mirando películas. Me masajeaban el cuerpo, me acariciaban y masturbaban mientras comía. Me gusta estar totalmente desnuda y que ellos me acaricien mis genitales depilados y comer al mismo tiempo. Luego íbamos a la cama y los montaba por turno hasta saciarme. Me gusta cabalgar sobre el hombre para gozar a mi gusto, moverme como quiero paseando la polla por todos lados. Ellos estaban inmovilizados porque les clavaba los codos en sus hombros. Mientras montaba sobre uno el otro no permanecía quieto. Le indicaba que me chupara el culo. Me gusta que me laman el ano y que metan la punta de la lengua dentro. Yo la absorbía con los músculos del esfínter. Me tragaba la lengua entera hasta llegar a los labios. Estos gestos me provocaban orgasmos fuertes de culo que se complementaban con los orgasmos de vagina y de clítoris. En resumen, los hombres trabajan para que yo goce.

En esos días de descanso bebía mucha leche masculina porque los ordeñaba todas las noches y me tomaba sus jugos.

Dormíamos juntos. Pusimos el colchón en el suelo de la habitación y ellos se acostaban a mis pies lamiéndolos mientras yo me quedaba dormida. Una de las satisfacciones de dominar por completo a mis maridos, es el alto grado de entrenamiento a que han llegado para hacerme gozar. Saben donde tocar, donde chupar y cuando eyacular. Con nadie disfruta más mi cuerpo que con ellos dos.

Aparte de follar de esta manera hogareña, solamente salíamos para ir a bailar el tango que me gusta mucho porque me exhibo con toda impudicia, levanto las piernas y me muestro desnuda. Soy más alta que la mayoría de los hombres y además calzo tacones bien altos y afilados. Como no llevo bragas cada vez que levanto las piernas muy alto se me ve el pubis depilado y el coño a la vista abriendo sus fauces para tragarse alguna víctima.

Cuando bailo el tango mi compañero queda siempre debajo de mi nivel. Lo enlazo con las piernas y parezco una enorme araña que se devora a su macho. Así cuentan mis maridos que me acompañan a todas partes.

En estos bailes que los argentinos llaman "milongas" me sentaba en una mesa con Mufy y July a cada lado y aceptaba invitaciones a bailar de otros hombres. Bastó una noche para que me hiciera famosa. Todos querían bailar conmigo. Yo aceptaba y no paraba de bailar y de exhibirme. Era siempre la más observada y admirada. Los varones estaban a mis pies. Las mujeres me miraban con odio pero no podían ocultar su secreta admiración. Las argentinas en el fondo, son sumisas vocacionales y los argentinos muy comestibles. No engordan. Son tan sometidos que me los podía devorar allí mismo y dejar al país sin población masculina. Me calentaba de verlos tan gusanos. Imaginaba estar sentada con un látigo en la mano, las piernas bien abiertas y ellos haciendo cola para chuparme el coño. Manejaba con el látigo y premiaba con un latigazo al que me provocaba un orgasmo. El que me despertaba antipatía lo señalaba con el látigo, los otros lo perseguían y lo mataban ante mis ojos. Yo era Salomé.

Vestía la tradicional falda de tango con un enorme tajo hasta arriba del muslo y medias caladas con los tacones afilados. Mi cuerpo es impresionante. Yo soy muy vanidosa y presumida. Me caliento conmigo misma viéndome bailar frente a los espejos con un hombre pequeño e indefenso.

Mis maridos sonríen a todos y me custodian uno a cada lado. Ellos son mis guardaespaldas y me aseguran que nadie interrumpirá mi placer.

Como nunca falta una víctima propicia para sacrificarla a mis apetitos, aquí también hizo su aparición un candidato como un perrito moviendo la cola. No necesito buscarlos. Ellos aparecen solos sedientos de golpes y humillaciones. Se arrastran por el suelo a la espera de olfatear mis zapatos.

Yo estoy cada vez mas excitada con estas presas que se inmolan en mi beneficio.

Este hombre tendría unos cincuenta años y era alto, elegante y bien formado. Lo estudié a fondo sin disimulo. Él se turbaba al enfrentarse con la mirada penetrante de mis ojos negros que lanzan flechas envenenadas dirigidas a su personalidad y que se clavan en la mente. Una vez allí se multiplican e infectan todo resto de individualidad. Comienzo a dominarlos desde afuera mientras el veneno que lanzo con mi mirada, hace lo mismo desde dentro.

Parecía tener dinero porque me invitaba una copa a cada rato. Vestía ropas de buena calidad y lucia un reloj de oro que lo imaginé adornando mi muñeca esa misma noche.

Lo identifiqué de inmediato como candidato a la devoración por la cara que ponía de ternera degollada. Sus ojos se desorbitan y caen en una turbación que expresa su personalidad de esclavo. No me soportaba la mirada, agachaba la cabeza y se ruborizaba como un niño en mi presencia. Contenía la respiración esforzándose en disimular su turbación. Toda resistencia es inútil. Finalmente se relaja y se deja poseer por mi mirada inquisidora que lo recorre todo evaluando sus reservas de esperma. Soy como una cámara de video que se introduce en la victima y elabora un informe del potencial disponible. Este tenía una buena dosis de semen para ordeñar..

A mi se me eriza la piel de verme frente a una victima. Conservo la sangre fría mientras el otro se desploma y se deja llevar por mi poder. Teniendo la certeza de devorarlo por completo comienzo a divertirme con la victima así estimulo mi excitación y me preparo para llegar lo más lejos posible

Mis maridos notaron la humildad del individuo. Ellos sienten con mis sensaciones. La dominación debe ser así. Solo yo existo. Los demás me sirven. Nadie goza en mi presencia salvo yo misma.

Ello lo saben y me ocultan sus sufrimientos, sus enfermedades. Procuran estar siempre lozanos y aguerridos. Yo les cuido la salud para poder devorármelos cuantas veces me de la gana. Los mando al médico con frecuencia. Comen bien y con suplementos de vitaminas. Me interesa que estén sanos y repletos de leche fresca.

Conversamos entre los tres sobre nuestra nueva victima.

-- A este me lo voy a comer crudo -- les dije.

-- El pobre se desespera atrás tuyo Circe…-- me responden los dos.

-- ¿Saben lo que voy a hacer…? Algo que tengo muchas ganas desde hace tiempo…Y ustedes me van a ayudar como siempre.

-- ¿Que harás Circe….? --

-- Lo voy a matar y tendré un orgasmo en el momento que deje la vida…--

Me miraron horrorizados. Había llegado muy lejos.

-- Esto no es legal…Circe… No podremos ayudarte.--

-- La ley no me importa…Solo importa mi coño y ustedes me ayudarán. – les dije con determinación. Ahora pongan cada uno la mano en mi vulva y digan en voz baja, uno en cada oído: Juramos ayudarte Circe. --

Como estaba sentada en el medio, ellos pusieron su mano en la vagina donde se encontraron y entrelazaron sus dedos. Tenía los dedos de cada uno dentro mío.

-- Te ayudaremos Circe.. --

Una vez conseguida la sumisión de los maridos le hice una seña a la victima para salir a bailar.

Mientras nos movíamos al compás del tango notaba la dureza de su polla y me relamía de gusto de saber lo que iba a hacer con el pobre idiota. Lo miraba con una sonrisa y le ponía cara de estar embelesada con él para quitarle toda defensa.

Cuando terminó la pieza lo invité a sentarse a la mesa y le presenté a los hombres sin ocultar nada.

-- El es Mufy y él es Jujuy, le dije, son mis maridos --

Se quedó paralizado con los ojos abiertos. No le di mucho tiempo para reaccionar. Lo invité a sentarse y yo lo hice frente a él entre los dos maridos. Crucé las piernas y me dediqué a seducirlo con las armas del sexo femenino. Llamé al camarero para que nos trajera bebidas. Lo primero que le pregunté es si vivía solo y donde. Me respondió lo que esperaba. Estaba solo y vivía en un piso propio. Sonreí satisfecha. Ya tenía un lugar donde ejecutar mis planes.

Me dediqué a prepararlo mientras me lo imaginaba expirando en mi coño. Es una campaña de debilitamiento. Una estrategia militar destinada a lograr un objetivo. Tenía que doblegar su resistencia natural.

Iniciamos una conversación. Le pregunté su nombre, su actividad, su estado civil. Dijo llamarse Carlos, arquitecto y separado.

Supo que yo era española de Barcelona, con sangre argentina en mis retorcidas arterias. Conversamos de su país y del tango. Yo balanceaba las piernas para excitarlo. Cada tanto en medio de la conversación alzaba una pierna y me miraba mi zapato de tacón. Él hacía lo mismo y nos quedábamos unos segundos admirando los pies. Le conté que tenía dos maridos porque era una mujer muy exigente de servicios sexuales masculinos y un solo hombre no podía resistir mi asedio. Se lo dije así descaradamente, con una amplia sonrisa inocente, y él se quedó impresionado. Sus ojos expresaban cada vez más su creciente sumisión.

Mis maridos me acariciaban en su presencia con mesura sin exageraciones. Estaban bien entrenados. Ellos reciben órdenes en silencio. No quería asustarlo y que echara a correr. Más bien se trataba de excitarlo y hacerle perder el control de sus sentidos.

Luego me explayé acerca del poder femenino y como los hombres terminan haciendo lo que la mujer decide. Él respondió que estaba de acuerdo y que le gustaría mucho ser dominado por una mujer como yo.

Ya lo tenía en el bolsillo. La primera etapa de la estrategia estaba cumplida. El hombre confiaba.

Les dije a los tres que estaba cansada de bailar y que fuéramos a otro lado a tomar una copa. Salimos los cuatro. Carlos pagó la cuenta como buen argentino. No solo lo mataría sino que pensaba exprimirlo al máximo.

Yo caminaba en el medio abrazada por mis maridos. El me miraba y se turbaba más. Mufy lo tomó del hombro para caminar juntos. Caminamos un rato cuando Mufy se cambió de lugar con Carlos y entonces pasó su mano por mi cintura. Mufy quedó abrazado a Carlos que a su vez me abrazaba a mí. El brazo de Mufy se pasaba por delante de Carlos para acariciarme los pechos mientras caminábamos. July del otro lado guiaba el brazo de Carlos para que me acaricie la espalda.

Entramos a un lugar para parejas. Era más oscuro y se bailaba otro tipo de música. El encargado se mostró extrañado de ver una mujer con tres hombres pero, ante mi impactante figura no dijo nada y nos llevó a una mesa bien ubicada. Pedimos una botella de cava y nos sentamos. Esta vez Carlos se sentó a mi lado. Yo tenía a Mufy a mi izquierda, a él y luego a July que se sentó presionándolo contra mí. Sentía en mis caderas la tensión de su piel.

Entonces alcé la pierna derecha y la pasé por encima de Carlos para que July me acariciara. July se dedicó a besarme el zapato y acariciarme la pantorrilla. Carlos estaba sonrojado. Al poco tiempo no pudo esperar y puso una mano muy tímida sobre mi muslo. Yo no le dije nada mientras me inclinaba al otro lado y me besaba con Mufy.

Luego me enderecé y me incliné por encima de él para chuparle la boca a July.

El mismo July que estaba bien entrenado lo tomó a Carlos del cuello y se lo bajó hasta que su boca tocaba mi muslo.

-- Bésale la pierna a Circe. Le dijo --

El pobre aprovechó para besarme el muslo y me acariciaba con las manos.

En la punta del pie lo tenía a July chupándome el zapato. En la mitad el pobre tonto no paraba de chuparme el muslo. Y por la izquierda Mufy me pajeaba y yo le chupaba la boca. Comenzaron los orgasmos preliminares. Me estaba excitando cada vez más

Le comenté a Carlos que era muy devoradora de hombres y que necesitaba dominarlos para estar saciada. Mis maridos eran cornudos conscientes y se sometían a mis caprichos. Él me confesó su desesperante deseo de dominación femenina. Toda su vida soñaba conocer una mujer como yo que no le dejara levantar la cabeza del suelo.

-- Pues la has encontrado --

Le pregunté hasta donde estaba dispuesto a llegar a mi servicio.

Dijo que no tenía límites. Estaba trastornado.

Me pareció que ya estaba bien preparado, llevaría mi plan adelante.

Para cerrar la velada me puse a bailar sola ante mis hombres al compás del estridente rock que tocaban allí. Movía las caderas frente a la mesa donde estaban los tres sentados mirando. Alzaba las piernas para que me vieran el coño depilado. Me daba vuelta y levantándome la falda les mostraba el culo. Por último alcé la pierna, le puse la punta del zapato en la boca de Carlos y eché el cava por la pantorrilla de manera que el líquido corría por las pantys y el zapato hasta llegar a su boca. Se lo tragó todo embelesado.

-- Ya podemos irnos, dije, Iremos a tu casa…a terminar esta noche maravillosa..--

El hombre estaba invadido por el veneno. Mis maridos dominados Era dueña de la situación. Nadie se atrevía a llevarme la contraria.

Nos ofreció su auto. Fuimos todos.

Era un auto mediano no muy grande de dos puertas. De modo que yo me ubiqué atrás y de inmediato extendí mis piernas por encima del asiento delantero. Mufy se sentó a mi lado, July y él adelante. Acomodé las piernas para estar en la boca de July y la de Carlos que de inmediato empezaron a chuparme los zapatos.

-- Quítenme los zapatos y me chupan los pies, les dije.--

Ellos los quitaron, de manera que me quedé con los pies enfundados en las pantys y la saliva de los dos que me humedecían toda chupándome los dedos.

Mufy a mi lado no paraba de acariciarme los pechos y masturbarme. Carlos miraba por el espejo las manos de Mufy. Los orgasmos preliminares continuaban.

Nos pusimos en marcha. El vivía por el barrio de Palermo. Disfrutamos del paseo por las calles de Buenos Aires. Yo como siempre adorada por los hombres que se dedicaban a chuparme, lamerme y acariciarme toda. Mi excitación aumentaba. El poder me vuelve loca.

Llegamos a su piso y entramos por el parking directamente. Yo me pasé el viaje pensando en como haría para matarlo y que elemento podría utilizar para ello.

Cuando nos bajamos July y Carlos se apresuraron a calzarme nuevamente. Cada uno con un zapato en la mano se arrodillaron y me lo calzaron delicadamente. Entonces me vino la idea luminosa.

Eran zapatos españoles muy de moda. Negros de cuero charolado brillante y con una punta muy estirada. Muy larga y puntiaguda. Me la imaginé penetrando como un puñal en la carne. Ya sabía que arma utilizar. Estaba excitada. Los miré de nuevo y simulando que los calzaba mejor palpé la dureza de la punta. Era perfecta. Muy afilada y dura.

Fuimos los cuatro hasta el ascensor. Yo me dejaba tocar y acariciar por cualquiera de ellos. Lo tomé a Carlos y le puse mi boca en la suya. Lo penetraba con la lengua buscando sus huecos. Mufy y July obedientes. Mi vagina humedecida de solo pensar lo que haría esa noche.

Llegamos a su piso. Era muy amplio y muy bonito. Lo primero que hice fue recorrerlo todo para asegurarme de estar solos.

Le dije a Carlos que prepare bebidas. Tenía mas cava en la nevera. Ellos todavía lo llaman champagne.

Yo me quité toda la ropa. Quedé desnuda calzada con los zapatos de punta alargada. Mi coño depilado a la vista. Mufy sacó de mi cartera el arnés peniano y me lo calzaron entre los dos maridos a la vista de Carlos que miraba cada vez más asombrado.

Entonces quedé vestida solamente con un pene de plástico siliconado. Así caminé por todos lados curioseando el lugar. En realidad estaba observando cada detalle que podría ser útil a mis planes.

Carlos estaba preparando las bebidas. Me acerqué y le fregué mi polla por su cuerpo. Lo abracé por detrás y tomé la suya de carne entre mis manos. Estaba completamente endurecida. Lo manoseé un buen rato para dejarlo mas excitado aún. Lo rodeaba con una pierna y le chupaba la boca.

Le bajé los pantalones y le puse mi polla plástica entre sus piernas. Le quité toda la ropa y le dije a Mufy y July que se desnudaran.

-- Ahora Mufy agáchate y exhibe tu culo --

Mufy obedeció de inmediato y se agachó para que yo pudiera penetrarlo. Entonces le dije a Carlos que chupara mi polla y la humedeciera bien con saliva para lubricarla.

Había un espejo grande. Yo miraba como Carlos chupaba la polla y la empapaba de saliva. Mufy agachado esperando la penetración y July sirviendo bebidas.

Lo penetré a Mufy abriendo mis piernas para quedar a la altura de su culo y de paso dejar el mío bien expuesto.

-- Carlos chúpame entre las nalgas al lado del vibrador que tengo en el culo. Lámeme bien con la lengua.... y tú July dame una copa de cava. --

Empujaba mi polla con suavidad dentro de Mufy mientras Carlos me lamía por detrás con su rostro metido dentro de mi culo. Yo saboreaba el cava.

Así vinieron más orgasmos. Seguía dueña de la situación.

Le dije a July que trajera los otros arneses del bolso.

Entonces me pusieron un arnés especial que se ajusta en el muslo derecho con una polla de plástico muy erecta. Otro arnés en el muslo izquierdo con otra polla igual.

Así quedé calzada con tres penes. Entonces los hice poner de rodillas a Mufy y July para penetrarlos a ellos con los penes de los muslos y a Carlos lo penetraría con la polla principal la que estimulaba la vagina y el clítoris. Esta polla principal cumple varias funciones. Tiene un vibrador interno que penetra en mi vagina, una mariposa vibradora para el clítoris y otra polla vibradora para el culo. El comando estaba en mis manos.

Me los follé a los tres al mismo tiempo. Primero movía la pierna derecha y luego la izquierda penetrando a los maridos. Luego movía la cadera para penetrar a Carlos. Repetí estos movimientos siguiendo el compás de la música suave que nos envolvía. Tuve unos orgasmos espectaculares.

Cuando terminé de gozar con ellos retiré los penes de sus culos y los mandé a que limpiaran todo y guardaran los elementos en mi bolso. Terminé el cava.

Mi cuerpo ya estaba preparado para el gran orgasmo que faltaba. El momento había llegado. Me miré los zapatos. Estaban aptos. Eran nuevos y su suela estaba endurecida como la polla de mis hombres.

Traje un pañuelo que había visto en mi recorrida y fui en busca de mis pantys. Las corté y saqué dos hermosas mitades. Había visto que la cama era de barrotes de bronce al estilo antiguo, muy de moda.

Entonces le pedí a Carlos que se acostara boca arriba y extienda los brazos. Con las pantys le até las dos piernas mientras Mufy con el pañuelo lo hacía con uno de los brazos y July, que se quitó sus calcetines y los anudó, le sujetaba el brazo restante.

Así Carlos quedo inmovilizado. Levantaba ligeramente la cabeza y miraba lo que estaba haciendo.

Puse a July y Mufy a cada lado de la cama a la altura de la cabeza de Carlos.

Me trepé a la cama. Carlos me miraba excitadísimo. Estaba parada sobre la cama con las piernas abiertas enseñando todo. Era muy alta. Yo me dejaba mirar mientras observaba. Caminé sobre su cuerpo hundiéndole los tacones pero sin lastimarlo. Carlos gemía.

Al llegar a la altura del rostro avancé el pie derecho para pasarle la suela del zapato por su boca. El imbécil sacaba la lengua y me lamía la suela. No sabia lo que se le venia encima.

Me apoyé sobre el pie izquierdo y con ambos brazos me aferré a los maridos que me sostenían en equilibrio.

Comencé a juguetear en su boca con el zapato derecho. Le hacia presión con la larga punta para obligarlo a abrir la boca. En silencio.

Carlos abrió la boca.

Yo fui introduciendo la punta del zapato lentamente. Sentía su lengua que me obstruía. La empujaba bajo la suela para tener el camino libre hacia el fondo.

Mientras, buscaba el apoyo de los otros hombres para no perder el equilibrio.

Llegué al fondo de la garganta. Carlos estaba atragantado y no podía respirar bien. Emitía quejidos y sonidos de terror. Los ojos expresaban miedo. El terror de la victima aumenta mi excitación. Cuanto mas miedo leía en sus ojos más excitación corría por mi sangre. Ya no pararía hasta matarlo.

Estaba dispuesta a perforarle la yugular con el otro tacón en caso de necesidad. Pero quería una muerte "limpia" sin sangre.

Hice más presión. Él se quedaba sin aire. No podía emitir sonido. Mi zapato ocupaba toda su boca. En su desesperación me mordía y la presión de sus dientes en los dedos me calentaba más aún. Estaba tan caliente que no podía retroceder. Mi vagina hervía de calores.

El momento había llegado. Me apoyé firmemente sobre los hombros de mis maridos y cargué todo mi peso sobre Carlos para perforarle la garganta.

Sentí como la punta del zapato penetraba más y más. Aumenté la fuerza. La punta larga era un arpón que le rompía su garganta. Sentía como desgarraba los cartílagos. Mi vagina goteaba. El zapato se hundía en su boca rompiendo todo a su paso. Sentí como se asfixiaba cada vez más. No podía hablar, ni moverse. Mi pié lo tenía inmovilizado y emitía gemidos de terror. Sus ojos se humedecían con un llanto incipiente. El dolor en la garganta debía ser tremendo. Me miraba con terror. Mis ojos ya le estaban diciendo lo que iba a suceder. La hora de la verdad.

Mantuve la presión. Para aumentar el peso de mi cuerpo levanté la otra pierna hacia atrás como una bailarina de ballet. Sostenida por mis maridos era un gigantesco arpón femenino penetrando en la vida del hombre. Carlos no tenía escapatoria. Más presión. Más asfixia. Más excitación. Sentí la cercanía de la muerte. Había llegado. Estaba presente en la habitación a la espera del desenlace. También sentí que se avecinaba el orgasmo más descomunal de toda mi vida. Era un tsunami que estaba dentro de mí con una fuerza incontenible que ya no toleraba más demoras. Estaba presto a desbordarse. Carlos boqueaba y sus ojos giraban desorbitados. Hice mas presión endureciendo los dedos del pie. La garganta se rompió y mi pie se hundió hasta el fondo. El zapato le tapaba el aire. Se estaba ahogando. El clítoris me saltaba del cuerpo.

Cuando Carlos expiró el tsunami se desbordó. Fueron segundos, casi diaria minutos de un placer imposible de narrar. Sentía como la dicha me recorría todo el cuerpo y me estremecía en estertores orgásmicos maravillosos. Una oleada de calor como una explosión atómica. Estaba en mi cuerpo y me recorría toda. La sentía avanzar por las piernas, el cuello, los brazos. Mi otro pie hervía por el calor del orgasmo. Mis maridos me sostenían en ese momento pues hubiera caído del placer que me inundaba. Ellos presenciaron la muerte de Carlos y mi corrida tormentosa.

Estaba muerto con mi zapato metido en su garganta hasta lo más profundo. Mi pié había quedado atrapado. Le dije a Mufy que me quitaran el pie del zapato mientras yo me apoyaba en July. Mufy lo hizo con cierta aprehensión. No podía esperar a que se enfríe. Entonces tendría que cortarme el pié y no me hacía ninguna gracia. Antes le destrozaría la boca si Mufy no podía sacarlo. Mufy logró sacarlo después de echarle bastante saliva para lubricar el cuero humedecido por la transpiración del pie.

Carlos quedó muerto con mi zapato clavado en su boca. Pensé que por suerte al día siguiente salía nuestro avión de regreso.

Bajé de la cama con un pie descalzo. Lo miré. Estaba orgullosa. Miré su pene todavía erecto con admiración. Me acerqué para ver mejor.

La polla de Carlos estaba rodeada de semen fresco. El infeliz se había corrido también. Murió feliz el pobre para que no digan que Circe no hace felices a los demás.

Ante la mirada horrorizada de Mufy y July me acerqué a la polla durísima del cadáver y chupé esa leche tibia que era mi trofeo. Me la bebí toda antes que se enfriara.

Miré a mis maridos y abrí la boca para que vean gotear el semen dentro.

Estaban paralizados por el horror. Yo sentí que esto incrementaba de tal manera mi poder sobre ellos que ya eran como un órgano más de mi cuerpo. Mufy era una vagina suplementaria y July un útero. Ambos eran yo misma.

-- Vengan los dos a besarme el pie asesino así los reconocerá y no los matará a ustedes también.-- les dije.

Ellos se acercaron mientras yo levantaba la pierna y les daba a besar el pie de la muerte..

-- Ahora nos iremos de aquí, les dije, inspeccionen que no quede nada comprometedor. --

Ellos dieron una recorrida lavando las copas y la botella de cava. Revisaron todo para no dejar rastros. Yo controlaba lo que hacían mientras me quitaba el otro zapato para no andar cojeando y llamar la atención. Nos vestimos todos y quedamos listos para partir.

Eché un último vistazo a mi cacería. Carlos seguía bien muerto con mi zapato clavado en su garganta hasta lo más profundo. Al enfriarse el cuerpo lo tenía atrapado en sus mandíbulas. Solo sobresalía el tacón. Era un cuadro fascinante. Lamenté no tener una cámara para llevarme el recuerdo. Mi primer asesinato. Visitaría otros países e iría dejando cadáveres tras de mí. Mi mente pervertida ya estaba pensando en el segundo.

Me calcé guantes de limpieza que había en la cocina. No me olvidé del reloj de oro. Era mi trofeo también. Se lo quité y lo puse en mi muñeca. También le quité todo el dinero que llevaba encima. Eran pesos argentinos de modo que no podían tener mucho valor. Entusiasmada revisé la casa una vez más y encontré en un cajón de la mesita de luz debajo de la ropa interior, un sobre con una cantidad de billetes de dólares. Los conté tranquilamente. Eran 5.320 dólares. Nos habíamos pagado el viaje. Guardé todo en mi bolso.

Salimos los tres. Nadie nos vio. Eran las 4 de la madrugada.

La noche era cálida. Anduvimos un tramo para alejarnos del lugar. Cogimos un taxi y le di la dirección de Plaza Congreso. Allí caminamos un tramo más y cogimos otro taxi para ir a nuestro hotel.

Les dije a los chicos que preparen las maletas. Estaban tan asustados que hacían todo de inmediato.

Yo los miraba. Esa noche no los follé. Recordé todo lo sucedido. Le dejaba un buen recuerdo a la policía argentina. A primera hora estaríamos en Ezeiza para abordar el vuelo a España.

De pura vanidad me acerqué al espejo desnuda y me toqué el clítoris. Esta vez estaba saciada.

A la mañana siguiente salimos para el aeropuerto de Ezeiza, Mufy y July transportaban las maletas y mis cosas personales. Para el viaje de regreso decidí vestirme de la manera más provocativa posible. La aventura de la noche anterior me había entusiasmado y amanecí mas agresiva que de costumbre.

Llevaba una mini falda corta de lamé plateado con unas botas muy altas por encima de la rodilla y que se juntaban con la falda corta. Eran de color plateado también con unos tacones impresionantes. Arriba llevaba un top ajustado al cuerpo que destacaba mis senos puntiagudos. El cabello suelto muy largo y mis ojos negros eran dos fusiles de lanzar veneno. Así me presenté en el mostrador de la compañía aérea española. Me quedaba presumiendo mientras mis maridos despachaban el equipaje.

Cuando ascendimos al avión supe que ese era un viaje a mi medida porque la primer persona que me saludó a bordo era Sonia que me miraba las botas completamente fascinada.

Me relamí de gusto. Eran botas altas. Sonia estaría mucho tiempo lamiéndolas y mis maridos ocupados con la vagina que ya estaba empezando a humedecerse de nuevo.

circelamalvada@hotmail.com