Circe 11
Relato de un hombre que entregó su vida a la voracidad de una mujer dominante. Como sobrevivió consiguiendo un reemplazante.
Circe 11
Relato de un hombre que entregó su vida a la voracidad de una mujer dominante. Como sobrevivió consiguiendo un reemplazante.
Mi nombre es Norberto Quasar Isolda pero todos me llaman July. Soy médico residente en el Hospital de Mar en Barcelona. Tengo 41 años, casado y padre de dos hijos. Mi carrera profesional estaba en su mejor momento cuando comenzaron estos sucesos que cambiaron mi vida por completo.
Pertenezco a un familia de clase media donde el cumplimento de las normas de convivencia era sagrado. Fui educado en una escuela religiosa recibiendo abundantes directivas respecto a la moral y las buenas costumbres. Así trascurrió mi ordenada vida. Me recibí de médico en tiempo récord y por supuesto, me casé con la hija de una antigua amistad de mis padres. Todo muy correcto. Nuestro matrimonio es muy apacible. Cuando no estaba de guardia veíamos televisión como buenos burgueses. Así nacieron nuestros hijos, un niño y una niña. Visitábamos por turno a mis padres y a mis suegros. Mi señora esposa es una mujer sana, atractiva y muy ordenada. Ella sabe siempre lo que es correcto. Es la jefa del hogar.
Mi tranquila existencia comenzó a dar un giro completo a partir de una noche del mes agosto del 2006 en el Hospital Estaba cumpliendo mi turno de guardia de manera rutinaria.
Cuando vino la ambulancia con un hombre en estado desastroso. Lo encontraron deambulando por las calles. Ni bien lo vi pensé que estaba saturado de drogas. Pero no era así, como pude enterarme después, el pobre hombre había sido devorado por una mujer que lo abandonó sin miramientos, una vez que le extrajo su personalidad y su voluntad. El caso despertó mi curiosidad. Sentía una enfermiza inquietud por conocer a esa mujer.
Después del primer examen visual receté una serie de análisis, un baño y una comida. El paciente tenía el aspecto de una persona culta, educada que sin duda habría conocido mejores momentos en la vida antes de estar abandonado, como un mendigo, en las calles de Barcelona.
Los análisis arrojaron un estado de desnutrición. El examen psico-físico dio un diagnóstico de maltrato severo. El hombre estaba en un estado lamentable. Apenas podía articular palabra. No llevaba en sus ropas nada que nos permitiera identificarlo. Vestía prendas de buena calidad. El examen de su cuerpo desnudo permitió observar señales de castigo físico pues presentaba pequeños hematomas en diversas partes del cuerpo. Ninguno de gravedad. Parecían heridas destinadas a causar dolor y no daño.
Esa noche era la primera de mi guardia de modo que dejé instrucciones de que lo alimentaran bien y lo dejaran descansar para que se reponga.
A la noche siguiente lo encontré muy recuperado. Ya podía hablar. Supimos algunos datos. Se llamaba Manuel Ordóñez Castro, 49 años, de profesión arquitecto. Estaba separado de su esposa. Lo invité a que relatara lo que le había pasado prometiéndole la mayor discreción, mientras no hubiere delitos de por medio, pues estaba obligado a denunciar cualquier situación que podría ser causada por un delito. Pero el motivo que lo había llevado a esa situación no era denunciable. Simplemente había sido devorado. No tenía personalidad propia sino que vivía la vida de otra persona. Una mujer que le succionó la vida y le trastocó todos sus valores culturales convirtiéndolo en un esclavo.
Su relato me dejó completamente perturbado. No pude razonar de la excitación que sentí arder dentro de mí. Supe que ya no seria el mismo hombre. Estaba dispuesto a transgredir toda disciplina. Luego de escuchar a la víctima sentí que una fuerza muy poderosa me estaba absorbiendo para conducirme a las fauces de esa misma mujer y nada podía evitarlo. El hombre habló de esta manera.
Hace unos años fui abordado en un bar por una espectacular mujer llamada Circe. Nunca supe su nombre real a pesar de haber convivido con ella durante bastante tiempo.
El primer encuentro fue extraordinario fuera de todo protocolo. Sencillamente me escogió como víctima. Su instinto vió el esclavo que había dentro de mí. Yo estaba sentado en la barra del Bar Olimpia, en Castelldefels, tomando una copa antes de regresar a la compañía de mi esposa.
Se abrió la puerta del bar y entró la deidad que habría de chuparme hasta la última gota de vida. Era espectacular, altiva, arrogante, alta, joven y bella como una diosa, sin nadie con poder suficiente para oponérsele. Estaba calzada con unas botas altas por encima de las rodillas de tacón afilado, un abrigo semi abierto por donde se podía suponer que no llevaba nada debajo. Insolente y audaz sin el menor síntoma de pudor, consciente de que paralizaba la respiración de todos los que estaban presentes. Hizo su espectacular entrada en medio del silencio general acompañada de dos hombres maduros que, con todo el aspecto de ser cada uno un cavalier servan, repetían sus movimientos.
La diosa se fijó en mí y en el resto del público que no era mucho. Evaluó rápidamente la situación y tomó asiento a mi lado con sus dos escoltas detrás. Me sentí un prisionero. Lo era realmente pues los escoltas ocultaban nuestros cuerpos del resto del bar y ella podía hacer lo que quisiera conmigo incluso matarme. No lo haría en ese momento pero comenzaba a hacerlo lentamente pues ya no me soltaría hasta que estuviera casi muerto. Ahora ella solo inyectaba su veneno para inmovilizar a la víctima. Digerir un hombre podía durar años o minutos para ella según la calidad de la víctima.
Su primer gesto al sentarse a mi lado fue mirarme fijamente a los ojos obligándome a bajar la vista amedrentado de la intensidad de su mirada. Todo en ella era devorador, su mirada, sus gestos, su altiva postura. Era una ventosa con forma de mujer. Se puso de pie apabullándome con su altura, estiró su mano enguantada y comenzó a sobarme el miembro como quien evalúa la calidad de una morcilla. Lo palpaba recorriéndolo todo calculando su rendimiento, mientras yo sufría la más descomunal erección que haya tenido nunca. Ella recorrió todo el miembro a través del pantalón y me rodeó los testículos sopesándolos con las manos mientras me miraba a los ojos perforándome con la vista. Más tarde me dijo que ella calculaba de esa manera la cantidad de leche que cargaba un hombre, cuanto placer podía sacarle, las condiciones de servilismo de su nueva víctima y cuanto tiempo podía durarle. Si el examen la satisfacía se lo llevaba para devorarlo. Aprendí que la erección era imposible de evitar. Ella controlaba el cuerpo masculino.
Yo no podía soportar su mirada y bajaba la vista al suelo. Sus caballeros escoltas presenciaban todo sin hacer ni decir nada. Desde donde yo estaba veía la erección de ellos tan aguda como la mía. Para esta mujer estar rodeada de penes erectos era su estado habitual. Se acercó el barman, ellos le pidieron bebidas para todos. El barman miró a la mujer que no dejó de hacer lo que estaba haciendo. Sirvió las bebidas en silencio. Así me secuestró ella esa noche delante de otras personas que no atinaron a hacer nada. Pienso que en lugar de defenderme se hubieran puesto todos a la cola .tan tontos somos los hombres ...Desde entonces no volví jamás a mi casa. No pude ver a mi esposa. ..Tan solo me permitió algunos llamados de teléfono mientras ella se masturbaba o me metía la prótesis por detrás, así mi esposa se enteraba de lo que me estaba haciendo. Me dejaba hablar para excitarse porque no le importaba nada los sentimientos míos, solo le interesaba su propia excitación y servirse del dolor ajeno para sus interminables orgasmos La angustia de mi esposa le provocaba intensos orgasmos. Todo eso lo aprendí cuando era tarde para reaccionar.
Luego del examen de mi capacidad seminal, ella se puso de pié a mi lado y levantó su pierna derecha para rodearme con ella como una tenaza a la altura de mi cintura. El olor a cuero de sus botas me turbaba el entendimiento. Solo podía responder con una erección tan profunda que me causaba dolor de tan dura que la tenía. Ella me rodeó con la pierna apretándome contra su cuerpo sin ninguna vergüenza, abrió su tapado mostrándome que estaba desnuda realmente, apoyó la protuberancia de su enorme clítoris en mis nalgas y comenzó a masturbarse, usándome de consolador, mientras sus ojos de fuego taladraban mi razón.
Se movía lentamente fregándose contra mi cuerpo sin dejar de beber su trago. Los caballeros escoltas la rodeaban ocultando a la vista de los demás lo que estaba haciendo. Ellos estaban incondicionalmente de su lado, le servían de apoyo para sus caprichos sexuales y podrían matarme si emitía una simple queja. No me imaginé en ese momento cuán pronto yo haría lo mismo.
Ella seguía pajeándose conmigo. Cuando se acercaba al clímax comenzaba a emitir un leve jadeo que me echaba en la cara su aliento de fiera cebada, olía a néctar. Su mirada se tornaba más intensa aún, me devoraba con los ojos. Una mujer imposible de resistir. Conté seis orgasmos de ella encima de mí. Por primera vez me sentí utilizado como objeto sexual. Ella me estaba dominando de tal manera que ya no podría negarle ningún capricho jamás. No me importaba la presencia de los dos siervos ya había aprendido en poco tiempo a adorarla sin remilgos y exhibir orgulloso mi esclavitud.
Ella no abrió la boca. Sus ojos mostraban que estaba satisfecha, se había corrido varias veces usándome. Simplemente llamó al barman con un gesto, abrió su cartera y pagó la cuenta con un mohín altivo mirando al barman. Ella sabía muy bien el poder de sus ojos negros centellantes. Me dio un codazo y se puso en marcha con sus dos escoltas. Estiró su mano enguantada tomando la mía y salimos del bar. Ella se llevaba una víctima para masticarla luego. La cacería había terminado.
Había un coche grande de color negro aparcado en segunda fila con el intermitente puesto. Supe entonces que ella cazaba de manera fulgurante. Entraba a un lugar, evaluaba una víctima, sopesaba su miembro y sus testículos, se masturbaba para excitarse con su sumisión y salía con su nuevo trofeo.
Su escolta abrió la puerta trasera y ella me empujó dentro. Luego se sentó a mi lado. Uno de los siervos hacía lo mismo y el otro tomaba el volante. Yo pensé que me esperaba una noche de placeres al lado de semejante diosa. Lejos estaba de imaginar que, desde ese momento estaría al servicio de la malvada mujer por varios años y no volvería a mi casa nunca jamás. Cuando ella se cansó de mi, simplemente me dió una patada que me empujó fuera de la casa. Antes de echarme me encomendó una tarea. Dijo que contara mi historia a un hombre llamado July, en edad apetecible, que cargue mucha leche como a ella le gustaba, que el relato lo excitaría a July de tal manera que se desviviría por ponerse a su servicio. Me advirtió que mi historia lejos de inspirar compasión solo haría que me echaran a la calle para venir de inmediato a ocupar mi lugar y ser absorbido por su vagina con dientes de tiburón.
De modo que te advierto doctor de estas palabra para que sepas a que atenerte. Si eres sabio tapa tus oídos y no escuches más ..Pero ya veo por tus ojos que el veneno de ella te ha alcanzado a ti tambien y ahora solo deseas ofrendar tu vida a la diosa. No creas que tendrá compasión de ti, o de tu trabajo, o de tu hogar. Se apropiará de todo, licuará tu personalidad, te succionará hasta que desaparezcas y luego defecará tus restos.
Ni bien el coche arrancó ella dejó caer su tapado. Estaba completamente desnuda con el pubis depilado y solo tenía sus botas afiladas para cubrirse. Estiró su pierna derecha hacia el lado del escolta y la izquierda hacia delante dónde estaba el chofer. Ambos empezaron a lamerle las botas de inmediato. Ella miraba el accionar de ellos. Estaban cumpliendo órdenes pues lamían con la lengua y luego secaban con los labios. El hombre de la derecha se puso en el suelo apretujado para lamerle los tacones. Yo estaba inmovilizado por el espectáculo. Además su coño desnudo exhibiéndose sin ningún tapujo me perturbaba sobremanera. Ella se masturbaba lentamente moviendo sus dedos en círculos sobándose el clítoris enorme. Me ignoró por completo como si yo no existía. Se ladeó un poco de costado hacia su compañero y comenzó a chuparle la boca mientras era acariciada por ambos. El chofer conducía con una sola mano chupándole los tacones y acariciando sus botas. Ella de improviso pareció acordarse de mí. Estando de espaldas me tomó de la cabeza y la puso con fuerza en su fascinante culo. Por primera vez la oí hablar. Su voz era modulada de un tono tan sensual que de solo escucharla se acrecentaba mi dolorosa erección.
-- Chúpame el culo, despacio, con dedicación introduce tu lengua en el ano y estimúlame bien
Me dió las instrucciones necesarias que yo memoricé rápidamente. No era de las que repiten.
Así trascurrieron los siguiente minutos hasta llegar a su casa. Ella masajeada y sobada por su dos hombres mientras yo agachado le metía la lengua con fuerza en el ano y recibía en mi boca los nuevos orgasmos. Estaba gozando mucho pues se corría a cada rato en mi lengua. Con los músculos de su ano chupaba la lengua para introducirla dentro. Me succionaba fuertemente sin cesar. Temí que mi lengua fuera superada y todo mi ser se introdujera en su culo que era una bomba de vacío. Yo me sentía impotente. No hacia nada más que dejarme absorber completamente entregado.
Cuando llegamos al lugar que sería su casa tuvo lugar otra increíble escena del poder de esta mujer sobre los hombres. Una vez que ella controlaba la erección la desdichada víctima perdía el control del pene y no tenía escapatoria. Descendimos del coche. Ella se volvió y echó a los escoltas autoritariamente.
-- Váyanse .Ya me han servido
Entonces vi como los escoltas perdieron toda su dignidad. De rodillas, abrazados a sus botas le suplicaron que no los abandonara cargados de leche. No podían aguantar la calentura después de verla hacer las cosas que hizo. Ella les ordenó que dejen una mano en el suelo con la palma hacia arriba. Seguidamente, humillándolos, se colocó de espaldas, abrió las piernas poniendo su tacón afilado sobre cada una de sus manos. En esa posición, casi perforándoselas pues cargaba su peso en ellas, les dijo que podían masturbarse en sus botas. Les quedaba una mano libre. Ellos torpemente extrajeron sus miembros erectos y comenzaron la tarea. El dolor en las manos no les impidió rendirle tributo a esta mujer fascinante. Ella no se privaba de cosechar semen a raudales. Yo no sentía pena de ellos. Ansiaba ocupar su lugar. Ella les permitió que se masturbaran de rodillas perforándoles las manos, con una sonrisa de placer en sus labios, mientras yo miraba la obediencia de los siervos. Pero Circe no permaneció quieta. Tenía una impresionante capacidad de correrse con diferentes estímulos a la vez. Como yo estaba a su lado simplemente me dio la vuelta, me cogió la mano derecha eligiendo el dedo mayor. Pasando la mano por detrás de su capa me introdujo el dedo en el ano en tanto envolvía con su manto a los otros dos. Otra vez en pocos minutos estaba yo atendiendo su culo. Ella succionaba el dedo como quien chupa un refresco. Yo sentía sus orgasmos cuyo palpitar presionaban el dedo y lo metían más adentro aún. Los hombres desesperados, al verla a ella de espaldas chupándome el dedo con el culo, corriéndose sin vergüenza, derramaron su esperma en las botas mientras ella continuaba con sus corridas en mi mano. Tuvieron que esperarla abrazados a sus botas. Cuando estuvo satisfecha, descargó el peso de sus manos para darles a limpiar las botas con sus lenguas. Cada uno lamía la leche del otro. El poder de esa mujer sobre los hombres era omnímodo y no podría resistirme. Ya había olvidado mi profesión, mi mujer y mi hogar. Circe podía correrse con varios hombres a la vez sin concentrarse en ninguno en particular. Para ella muchos o uno daba lo mismo. Sus orgasmos eran interminables y los controlaba a su voluntad.
Ella se alejó sin volverse y sin decir ni una palabra. Cogió mi mano llevándome de nuevo al coche. Abrió la puerta derecha y, sin mucha cortesía, me empujó con las piernas para ponerme al volante colocándome sus botas en la boca.
-- Entra por el parking
Mientras yo le lamía los restos de semen húmedo, ella me indicaba la puerta del aparcamiento. No quitó sus botas de mi boca un solo instante. Yo había aprobado los exámenes hasta ahora y estaba con todos mis sentidos en alerta máximo para captar sus gustos y satisfacerla en todo.
Llegamos a su piso, me indicó donde había bebidas para que le sirva un coñac, en tanto ella permanecía de pié reposada en el borde de la mesa.. Obedecí de inmediato sirviéndole el coñac en una bandeja. Ella me dijo.
-- Busca en el armario un par de sandalias y cámbiame las botas. Pero antes las lames para dejarlas bien limpias.
Fui corriendo al armario. Cuando lo abrí un intenso olor a cuero me hizo tambalear. Estaba repleto de calzados de distinto estilos, todos de tacón aguja afilados como un estilete. Elegí unas sandalias que me parecieron adecuadas para que ella me humille. Con ellas en la mano regresé arrodillándome para lamerle las botas. Lo hice lentamente centímetro por centímetro para dejarlas limpias antes de cambiarle el calzado. Luego le quité las botas y las panties, ella me puso sus pies desnudos en la boca. Los chupé con la lengua y los sequé con los labios. Había observado como le gustaban a ella las cosas. Luego, de rodillas, con infinita humildad calcé sus sandalias a la par que las besaba.
--Quítate las ropas para que pueda verte en mi poder -- dijo
Lo hice de inmediato, quedé desnudo con el miembro erecto como un obelisco. Los ojos de ella me recorrieron sin vergüenza evaluando su elección. Pareció conforme
Seguidamente se sentó en el sofá, apoyó sus dedos en el enhiesto clítoris sobándolo suavemente con movimientos circulares, y dijo, mientras yo miraba hipnotizado como se masturbaba.
-- Siéntate a mis pies, acaríciame y escucha --
-- Como habrás visto soy una depredadora. Los hombres me brindan su obediencia y su leche. Las mujeres se someten también a mis caprichos. Soy superior, malvada, egoísta y dominante. Te he cazado para incorporarte a mi servicio. Desde hoy te llamarás Mufy como una mascota. Eso es lo que eres. Solo te dedicarás a mi persona. Yo soy multi orgásmica y me corro infinidad de veces. Me excito con mi cuerpo y tu servilismo. Cuanto más gusano seas más orgasmos lograrás de mí. Tu único placer será verme gozar. Te castigaré fisicamente cuando tu tarea no sea de mi agrado o porque me dé apetencia pegarte a ver como sufres. Me excitaré contigo para irme a follar con otro. No me interesa tu sexo. Solamente el mío. Debes saber con tu formación universitaria que no todo es sexo en tu relación conmigo. El sexo es parte de mi poder. Yo gozaré cuando me dé la gana y tú lo harás cuando me dé la gana a mí. Mi sexualidad es el arma fundamental para devorarte. Poseeré tu cuerpo, tu mente y tus sentimientos. Serás mío en los momentos de sexo y en todos los demás. Tus dias serán mis dias. Te tendré a mi lado para usarte en tanto me seas de utilidad, me rindas servicios y no te falte leche, o se me antoje. Te arrojaré como un desperdicio cuando no me sirvas. Tú mismo me traerás a tu reemplazante como han hecho estos que has visto. Ya los he olvidado pero ellos no se olvidarán de mí el resto de su vida. Cuando los hombres se agotan lo mejor es reemplazarlos. Hay muchos disponibles. Soy muy devoradora, en poco tiempo les saco la leche que almacenan y se vuelven inútiles. A ver tú cuanto me duras.
Elige tu destino. O me entregas tu vida para que la devore entrando a mi servicio, o la pierdes de cualquier manera, pues no podrás olvidarte de lo que has vivido y regresarás a mi constantemente. Tu destino de macho es venir en mi búsqueda para que te engulla.
Solo acepto esclavos totales, no esporádicos. Tu esclavitud será un proceso que tendrá la duración que yo quiera darle. Cuando vea suficiente devocióni por mi persona entonces sabré que eres mi esclavo total. Tú no te enterarás jamás pues vivirás bajo el miedo que te abandone en cualquier momento.
Te presentaré como mi marido pero no te respetaré nunca, no tendrás derechos sino obligaciones. No esperes fidelidad de mi parte .Tus cuernos serán permanentes. Me servirás en todo. Harás las tareas domésticas, me entregarás tus bienes para que los administre en mi beneficio. Someteré tu cuerpo y tu personalidad. Carecerás de todo impulso vital propio y te entregarás a mi estilo de vida. Vivirás mis tiempos y mis horarios. Sentirás en tu cuerpo la llegada de mi regla para alimentarte de ella. Serás una partícula mía. Un sirviente personal. Darás instrucciones a mis amantes sobre mis gustos enseñándoles a satisfacerme --
Yo no podía volverme atrás pues hubiera pasado mis dias añorándola. Su vagina me atraía. Una mujer con gravedad propia como un agujero negro. Lo era. Mejor es entregarme y que haga conmigo lo que le plazca. Vivir bajo las demandas sociales que nos imponen logros o vivir bajo el poder de una diosa semejante no admite muchas dudas. Mi tarea de esclavo permite que sea testigo de su placer. Podré ver sus orgasmos frente a frente. Es suficiente sentido para una vida masculina. Después de todo algunas congregaciones se alejan del mundo para servir a su dios ¿Por qué yo no podría hacer lo mismo ?
Desde ese día fui el mayor cornudo de Europa. Servía los desayunos por las mañanas, lavaba y planchaba su ropa, hice cursos de cocina para obsequiarla con las mejores recetas. Aprendí a masajear su esbelto cuerpo. Estaba atento a sus deseos por insólitos que parezcan. Ella expresaba su conformidad con mis servicios dándome a beber su orina. A la hora de comer le servía a ella los manjares más exquisitos permaneciendo a su lado comiendo las sobras que me daba. Bebía de su orina que ella me la servía en una jarra. Durante años fue lo único que ella me sirvió. Se apropió de todos mis bienes que si bien no eran muchos .dejaron en la calle a mi esposa. Me hizo dejar de trabajar pues ella me mantendría. Efectivamente así lo hizo, me daba dinero para comprar las cosas que ella necesitaba. Yo vivía de sus sobras. Nunca me faltó nada. No necesitaba nada más que servirla. Vivir de esa manera incluye despreocuparse de la vida. Dejé de interesarme por el exterior. Solo me interesaban las noticias del claustro de la diosa.
Por las tardes luego de su trabajo, o de su gimnasio era habitual que ella se sentara en el sofá con las piernas abiertas, desnuda y me pida que le afeite el pubis, le sirva su coñac, o algún otro servicio mientras miraba televisión. La constante intimidad de esclavo permanente me permitió presenciar todo el salvajismo de esa mujer. Con las otras personas era atenta, sonriente y educada. Delante de mí se mostraba una fiera salvaje, sin prejuicios, inhibiciones ni cortesías. Simplemente hacía lo que le salía del coño. Ni se molestaba en levantarse para ir al lavabo. Me ponía el rostro en su vulva ordenándome.
-- Abre la boca que quiero mear ..te lo tragas todo
Así aprendí a hacerlo y no dejaba caer ni una gota. Ella podía orinar en el sofá, en la cama, en la mesa donde quiera que mi boca entrara.
La relación con sus desechos me costó un poco más. Ella se ponía de pié y me decía.
-- Acompáñame al lavabo
Se sentaba en el inodoro, yo permanecía de rodillas frente a ella. Las órdenes las daba con esa mirada que jamás pude soportar bajando siempre la vista primero. Me hacía sentir sus aromas personales, con mis manos debajo de ella para recibir sus excrementos, mientras aspiraba profundamente. Luego se levantaba con las piernas abiertas agachándose para que yo la limpiara con la boca sin soltar lo que tenía en las manos. Recién entonces cuando estaba absolutamente limpia a lengüetazos me daba permiso para vaciar las manos.
Hasta que una vez solo me dijo una palabra .Estábamos como siempre sentados mientras ella volcaba sus excrementos en mis manos. Luego que las retiré esperando que ella se levantara, simplemente me dijo con los ojos y los labios.
-- Cómetelos
No había rutina con Circe, cada vez apretaba más. Yo tragué saliva Era una orden. Sencillamente me lo comí todo. Ella no me dejó lavarme, igual que lo hacía con la orina. Le gustaba hacerme sentir su olor cada vez que abría la boca. Me permitía lavarme luego de pasado su rato de excitación.
Su mirada era tan dominante como sus acciones y me hundía en el más abyecto servilismo. Me miraba a cada instante y sus ojos me decían ."tú sabes que eres mío" .Yo bajaba la vista.
De sus aventuras sexuales solo te diré que fui usado como un trapo. Me mandaba a comprarle preservativos y, algunas veces, se los debía llevar donde estuviera. Cuando traía un amante a casa debía servir la mesa, tender la cama, preparar las bebidas y atender las necesidades de ambos. Le gustaba exhibirme como un sirviente por más que me presentaba como su marido.
Lo más destacable de mi esclavitud es que, haga lo que haga, siempre estaba con la polla dura como una piedra. Hasta cuando estaba con sus amantes me hacía ir desnudo para mostrar mi erección. En las reuniones con invitados me manoseaba el pene exhibiéndolo a sus amistades. Incluso me obligaba a eyacular en su café para beberlo satisfecha frente a los demás. Yo podía demorar horas enteras en eyacular o hacerlo en segundos según los caprichos de ella.
Me atosigaba de tal modo con su poder sobre mi débil personalidad, que eyaculaba con solo el influjo de sus palabras y su mirada. Sin tacto. Era una terrible vergüenza que otras personas me vieran eyacular así con las manos atadas a la espalda y de rodillas frente a su cuerpo. Luego ella me obligaba con sus tacones a agacharme para lamer mi esperma en el suelo.
Cuando aumentaba el maltrato ella recibía mayor cantidad de semen y mayor dureza del miembro por si decidía tragárselo. No hay mejor amante que el cornudo solía decir con razón pues, bajo su influjo logré unas eyaculaciones asombrosas. Contemplaba su sonrisa de satisfacción cuando veía la cantidad de leche que me extraía. También se regodeaba con la visión de mis calzoncillos colgados en el secadero pues cada uno de ellos equivalía a una vaciada.
La mayor muestra de su salvajismo era el poder que ejercía con su periné. Lo manejaba con mucha habilidad. Estando de pié, luego de gozar con sus orgasmos preliminares, si decidía comerse el miembro de un amante, se movía sobre él hasta que su vagina aspiraba el miembro como una ventosa y lo introducía dentro. El hombre no la penetraba sino que era succionado. Permanecía inmóvil mirándolo a los ojos. Luego de un rato, ponía sus brazos en jarra sin dejar de mirarlo y comenzaba a utilizar el periné con movimientos de absorción mientras su cuerpo quedaba inmóvil. El pobre hombre se sentía licuado y absorbido. Su pene era aspirado hacia adentro para ser cortado con los dientes del tiburón vagina. Entregaba su leche al instante para salvar su vida. Lo cuento así porque es lo que yo sentía cuando ella me succionaba de esa manera.
Me incitaba a llamar por teléfono a mi esposa pues le gustaba meterme la prótesis en el culo cuando lo hacia. Yo trataba de disimular el tono de voz pero mi esposa me preguntaba -- ¿Te pasa algo ?
Ella escuchaba y arremetía con fuerza para obligarme a soltar quejidos. Así lograba fuertes orgasmos excitándose con la angustia de mi esposa abandonada para servirla a ella.
Una noche luego de presionarme tanto, logró como otras veces, quebrar mi personalidad y comencé a soltar las lágrimas. Intensificó su humillación hasta que mi llanto no tuvo obstáculos y me largué a llorar a moco suelto. Ella excitadísima tomó mi rostro mojado de las lágrimas y se lo hundió en la vagina con fuerza mientras se movía fregándose el clítoris como una posesa.
--Así me gustas .cuéntame tu angustia mientras me pajeo con tus lágrimas
Se corría varias veces. Cuando me apartaba podía ver los espasmos de sus labios vaginales que se estaban corriendo aún mojados con mi llanto.
Ella vino un día con uno de sus amantes, a quien yo había atendido en varias ocasiones. Lo hizo su marido. Le dió el mismo sermón que a mí y lo trajo a vivir a casa. Solo me dijo.
-- Enséñale todo que será tu compañero, se llama July, es médico del Hospital de Mar
Desde ese día éramos dos maridos para atenderla. A mi me había asignado la habitación de servicio que tenía un pequeño lavabo. A partir de ese día compartimos la misma estrecha habitación, mientras el resto del espacioso piso quedaba para su uso personal. Ella solía inspeccionar cada tanto nuestro cubículo dando vuelta todo gritando órdenes a diestro y siniestro. Nosotros enmudecidos veíamos como tiraba cosas. Fue así como nos arreglamos sin necesitar nada.
Aprendimos que éramos necesarios pues ella nos necesitaba para humillarnos. Si bien éramos material desechable no por eso dejábamos de ser importantes mientras tanto. Entre los dos hicimos el hogar perfecto pues lo que no hacía, él lo hacía yo, o lo hacíamos entre ambos. Más tarde ella incorporaría a mis propios padres a su harén personal. Esta fue la mayor maldad de su vida.
Nosotros la acompañábamos en sus salidas de "cacería" donde se abalanzaba sobre sus presas como una tigresa. Debíamos protegerla para que satisfaga su lujuria tal cual lo hizo cuando me conoció. En las fiestas, a que era asiduamente invitada, pues se sabía que tenía dos maridos, recibíamos las bromas de los invitados, hombres y mujeres. Cuando encontraba alguna polla de su agrado nosotros dos la ocultábamos a los ojos de los demás mientras se lo follaba. Todos sabían lo que estaba haciendo pero nadie se atrevía a hacer nada. Ni hombres ni mujeres. Se hacía silencio en el salón dejándose oír el sonido de sus roces y jadeos que precedían al clímax. Nosotros la ocultábamos a la vista, lo cual hacía el espectáculo mas excitante. Ella podía correrse delante de todos sin vergüenza.
Circe se atrevía tanto con hombres o mujeres. Ninguna mujer tenía valor para oponerse a sus deseos. Ella las dominaba con su fuerza física y se pajeaba a la vista de todos frotándose el clítoris. Las otras mujeres preferían ceder antes que pasar la vergüenza de ser violadas en público. Circe nunca dejaba de correrse ya sea a solas o en público. Todos podían ver el placer de ella y el dolor de la víctima.
No faltaban las ocasiones en las fiestas, en que Circe se calzaba con la asistencia nuestra - una prótesis especialmente confeccionada. Tenía un vibrador interno para la vagina y otro vibrador para el ano con un comando a distancia que nos daba a nosotros. Además le colocábamos otras dos prótesis comunes una en cada muslo sobre las rodillas, con las botas de tacones puestas. Entonces, así equipada, se follaba a tres personas a la vez. Podían ser hombres, mujeres o ambas cosas, ella no se andaba con remilgos. Apoyada sobre la víctima central movía sus muslos empujando las otras dos prótesis bien dentro de cada mártir. Nosotros, sus esclavos, le ajustábamos las prótesis, las limpiábamos y manteníamos húmedas con la saliva. Además controlábamos los vibradores por control remoto para hacerla gozar encendiendo y apagando según habíamos aprendido. Cuando terminaban esas veladas los invitados se acercaban para saludarnos. Ella sonreía sabiendo que varios de ellos habían sido penetrados por penes de la diosa.
Así fue mi vida con Circe hasta que un dia muy tranquilamente olvidó los años de esclavitud dedicados a su servicio, la cantidad de esperma que me sacó y la que yo le ayudé a sacar a otros Solo me dijo
--Ya no me interesas más vete Vete en busca de un reemplazante con mucha leche para ordeñar
Sin más me echó a la calle sin dejarme un poco de dinero o de ropa. Solo me dió un zapato de ella usado para que lo llene de esperma. Míralo doctor, está en el bolsillo de mi chaqueta.
Yo estaba embriagado por el veneno, cogí su chaqueta apresuradamente, metí la mano en los bolsillos hasta encontrar el zapato. Lo miré. Era un modelo clásico de charol negro. Sentí la mezcla de aromas, el cuero, el olor de la diosa y de las ofrendas seminales recibidas. Fuera de mí, saqué la polla dura y me masturbé eyaculando dentro del zapato junto a los otros donantes.
-- Me quedo con el zapato -- le dije al paciente. -- Dime donde está ella o te aplicaré una inyección letal --
-- No me asustes doctor July La muerte sería bienvenida. El castigo es estar lejos de ella. Llévame contigo Te enseñaré la casa y lo que debes hacer para agradarla. Quizás puedas convencerla que me reciba de nuevo a su servicio. No podré vivir sin ella. Convéncela doctor July. Algo de bondad debe albergar -
Dejé la guardia, mi profesión, mi hogar, para unirme a la corte de esclavos. Por fin mi vida tenía sentido. Ser succionado.