Cintia, Adicta a los Placeres Carnales... (2)

Placer y dolor en mi cuerpo y en mi corazón... El final de mi historia.

Durante casi dos largos años los tres; mamá, el abuelo y yo, seguimos compartiendo la casa y la cama...

En este tiempo me volví una experta en complacer y ser complacida, y aprendí todas las maneras posibles de incitar al abuelo y convertirme en la preferida para recibir los favores de su miembro siempre dispuesto a satisfacerse... lo buscaba casi a diario, mis hormonas exultantes en plena adolescencia quinceañera necesitaban sentir regularmente de todo su grosor y su tamaño empalándome por todos mis orificios hasta dejarme contenta y extenuada.

En realidad compartía sus servicios de semental con mamá, por las noches en su dormitorio nos prestábamos a una competencia de gatas enceladas por ver cuál era la más puta y entregada a sus antojos, así que nos tenía a las dos a su disposición y hacía con nosotras lo que se le antojaba y cuando quería... También de esto yo sacaba provecho... había descubierto que los juegos de a tres podían ser el clímax ideal... no había nada más placentero que sentir la lengua de mi madre excitada... devorándome el sexo en lametones descontrolados... introduciendo sus dedos en mi vagina masturbándome... haciéndome chorrear jugos de gusto...mientras al mismo tiempo el abuelo me penetraba vaginal y analmente y me llenaba de leche... Hummm! Que delicia!!

Lengua y verga... incestuosa saliva y semen caliente torturándome de gusto.

No contenta con esas nocturnas orgías familiares muchas veces durante el día yo también pasaba por su trabajo y en el cuartito del fondo disfrutaba con el abuelo, con mi pá, acaparándolo sólo para mí...

Esas escapadas al camastro del taller más de una vez me hacían llegar tarde o estar ausente en la escuela, así que en el colegio no era precisamente una alumna ejemplar, tenía montones de faltas y estaba a punto de quedar libre por mis fugas en horas de clase.

En charlas con mis compañeras solía horrorizarlas y aleccionarlas con mis experiencias en el sexo, por supuesto les inventaba otros amantes para encubrir mis relaciones incestuosas... si hubieran sospechado con quienes compartía la cama!

Una tarde estábamos escondidas en el baño fumando un porro mientras yo les aconsejaba sobre la forma de hacer una buena mamada de verga, como chuparla y degustar el semen... puajj! Una de mis amigas ponía cara de asco de solo imaginarlo...

Yo me reía de su inocencia... hasta que se abrió la puerta y vi entrar a un celador!

Y por supuesto, como conocida cabecilla pervertidora de la clase me llevó del brazo a la rectoría.

Por el pasillo le suplicaba que me perdonara, que no lo volvería a hacer... Con mi mejor carita de nena inocente le rogaba que me dejara libre, que me expulsarían... y al mismo tiempo con mi cuerpo de nena nada inocente me le apoyaba y le frotaba los pechos descaradamente... Era un hombre de unos treinta años, y si algo había aprendido era a manejar a un tipo con mis artimañas de gatita.

Más él solamente me miró fijo un instante... y sin decir palabra siguió adelante. Creí que era mi fin, ahora además de por fumadora me echarían por puta! Pero al llegar a la rectoría pasamos de largo...

Me guió hasta el final del pasillo, doblando hasta enfrentar la puerta de un pequeño cuarto oscuro...

Allí estaba atestado de cosas, había guardados muebles, mapas y colchonetas de gimnasia.

Entonces cerró la puerta con llave...

  • No voy a amonestarte... - dijo mirándome con ese brillo en los ojos que ya había conocido en el abuelo...

...Si me das las gracias... –

Y por supuesto terminé agradeciéndole... arrodillada sobre una de las colchonetas puse en práctica lo que le enseñaba a mis amigas y lo que sin duda él había escuchado...

Cuando volví a casa me sentía mal, ni siquiera podía mentirme a mí misma recordando la escena...

... Estaba agitada, nerviosa, viendo como el hombre se bajaba los pantalones hasta la rodillla y ponía su miembro erguido frente a mi cara... era la primera vez que no era la verga del abuelo, y sin embargo no lo había dudado, bastó que me tomara de los cabellos y la metiera deseoso entre mis labios forzándome a abrir la boca para que primero lo mamara lentamente, como sintiéndolo, reconociendo esa nueva pija regordeta y en curva que me llenaba la boca... para comenzar a sentirme excitada, mojada, a medida que chupaba con más fuerza el ardor interno me dominaba... me incitaba más... para terminar succionándolo furiosa, alocada de gusto... hasta hacerlo detonar gimiente en un borbotón caliente y tragarme su leche espesa, sintiendo su sabor fuerte de macho... por Dios! Cómo me gustaba!!

Tanto que me me incorporé, y de pie contra la puerta me dejé coger, me la metió levantándome las piernas... me perdí por completo gozando con el vaivén de sus arremetidas... me enrosqué a su cuerpo mientras me dejaba hacer... hasta que recordando que no me estaba cuidando le pedí que no me acabara adentro...

... hazlo en mi boca, le gemí al oído en plena acción, hazlo en mi boca...

Y cuando él me desmontaba para complacerme y regarme la cara vi su verga completamente alzada y empapada en mis jugos... y fue más mi deseo por sentirla nuevamente dentro que saborearla... así que me di vuelta contra la pared y aferrando su miembro palpitante lo guié entre mis nalgas... y el tipo delirante de gusto por el regalo inesperado que le ofrecía me la metió enloquecido y en dos o tres bombeos se descargó en mi culo apretado resoplando de satisfacción.

Y ahora estaba frente al abuelo y me sentía más putita todavía... más de lo que incluso él sospechaba.

Aún podía sentir la leche humedeciendo mis muslos... y esta vez no era su leche... y la verdad era que esa pequeña y no muy forzada infidelidad me había encantado. Eso no podía negarlo. Después de todo él me compartía con mamá... porqué yo no podía estar con otros hombres?

Esa idea me brilló en la mente... y al mismo me hizo sentir remordimientos por la forma en que le había fallado a mi papito entregándome a otro.

Así que tomándolo de la mano y pidiéndole íntimamente perdón en mi pensamiento lo llevé al cuarto... y el sabor de su semen ayudó a borrar lo que había hecho un rato antes.

Esa tarde noté algo en el abuelo que al principio no pareció ser importante, sin embargo fue una muestra de lo que vendría.

Después de acabar se quedó en la cama, masajeándose suavemente el estómago como si le doliera. Pensé que se trataba de algo pasajero.

Más en los días siguientes volví a notar que lo aquejaba esa molestia, cada vez con más frecuencia. Él era demasiado terco y orgulloso como para consultar a un médico y no le daba mayor importancia, y con mamá le decíamos que podía ser una úlcera o algo parecido y que tenía que cuidarse.

Lo que más me asustó fue el darme cuenta que hasta en la cama no rendía como antes, y eso en él era algo impensable, contrario a su naturaleza. Cada día lo notaba más cansado... y los dolores aumentaban, aunque él no quería reconocerlo.

Una tarde fui a buscarlo al taller y lo encontré arrodillado, casi desvanecido, tomándose el vientre con ambas manos... Salí corriendo a pedir ayuda... más ya era tarde, demasiado tarde.

Los estudios en el hospital no dejaron dudas.

Era algo inevitable, algo sin cura. El solo nombrarlo me daba miedo...

Cáncer.

Y demasiado extendido para tratarlo. Sólo era cuestión de tiempo.

Así de simple.

En dos meses el abuelo se consumió, toda su vida y su vigor se reducían a diario invadidos por el cáncer y el contemplarlo luchando contra la enfermedad y los efectos de las drogas me destrozaba, al punto que íntimamente pedía entre llantos que terminara ya su sufrimiento, no podía continuar soportando el verlo así, apagándose poco a poco.

Él, que me había dado la vida y había sido todo para mí, mi abuelo, mi padre, mi hombre y mi amante.

El último día en la sala de terapia del hospital fue una procesión de lágrimas esperando lo inevitable.

Mamá salió llorando llevando en brazos a mi hermanito y yo me quedé tomando su mano, en un gesto desesperado por brindarle mi calor se la deslicé por debajo de mi pollera y la acuné entre mis piernas, abrigándola allí donde él me había convertido en mujer. Su mujer.

Él me sonrió con esfuerzo agradeciéndome con su mirada como despidiéndose...

Su amigo, el Turco, nos interrumpió sin quererlo al entrar a la habitación y no dijo palabra por lo que había visto. Yo estaba segura que desde hacía tiempo él ya conocía que la relación que me unía al abuelo era algo más que familiar, y aunque eso le hacía desearme como una fruta prohibida nunca había avanzado más de devorarme con sus ojos.

Yo era del abuelo, de su amigo, y él lo sabía.

Así que los dejé para que él se despidiera y salí al pasillo ahogada en llanto. Necesitaba estar un momento sola.

Esa noche el abuelo, mi papá, falleció.

Lo sepultamos un día nublado, al caer la tarde, era como si la penumbra del poniente que avanzaba aumentaba mi tristeza y pesadumbre por saber que de allí en más estábamos solas con mamá.

Sin embargo no lloré, me comía las lágrimas y las guardaba, tratando de recordar el rostro del abuelo abrazándome, haciéndome el amor. Y no podía. En verdad no podía.

Mi mente y mi corazón no lograban retener esa imagen, pensaba que la había perdido o que mi amargura la había enterrado en un lugar aún más profundo.

Durante días me quedé en casa sin salir, encerrada en mi congoja, abatida, ya sin sentir la presencia del abuelo y en el silencio de las noches el familiar rechinar de la cama, reemplazado ahora por los sollozos ahogados de mamá contra la almohada.

Una semana más tarde debía volver al colegio, más no tenía el menor estado de ánimo para hacerlo. Salí de casa con el uniforme de la escuela y comencé a caminar por el barrio, me detuve frente al taller ahora cerrado y en donde tantos momentos inolvidables había compartido con el abuelo y sentí mi corazón desfallecer... seguí vagando sin rumbo, sola, más sola que nunca... buscando sin sentido...

Ya era tarde, cuando me paré ante aquella puerta y golpeé sin saber bien porqué lo hacía...

El hombre me atendió sorprendido y me hizo entrar sin decir palabra.

Dejé las carpetas sobre una mesa... y seguí adelante guiada por una mano sobre mi hombro, transitando paso a paso hacia una habitación apenas iluminada por la luz que se filtraba entre las persianas... y que dejaba distinguir una gran cama al centro, que parecía esperarme...

Me quedé de pie, inmóvil, sintiendo como el hombre detrás de mí se apretaba contra mi cuerpo y comenzaba a tocarme, corrió mi cabello hacia un lado para besar mi cuello y lamerlo saboreando el perfume de mi piel trémula, mientras sus manos se movían desprendiendo los botones de mi camisa... tironeaban del corpiño liberando mis senos... para palparlos ansioso, apretándolos, sobándolos y acariciando mis pezones... endureciéndolos al roce...

Yo me dejaba hacer... extrañaba que me acariciaran, que me tocasen... extrañaba al abuelo...

Y las manos ahora se perdían bajo mi pollera, entre mis piernas... que yo separaba ligeramente entregándome a ese tacto ávido... vehemente... sintiendo los dedos escurrirse debajo de mi braga humedecida... haciéndome suspirar rendida a ese manoseo libidinoso, a ese bulto endurecido que se frotaba lascivo contra mis nalgas... haciéndome añorar otras entregas... otros amados momentos familiares de debilidad carnal...

Mi faldita y las bragas cayeron al piso... y las manos me llevaron hacia la cama...

Me recosté boca abajo... sumisa... dócil y obediente... cerrando los ojos para imaginarme que era el abuelo quien me tomaba... que era su verga y no la de otro hombre la que me penetraba, que era el peso de su cuerpo el que me montaba y arremetía entre bramidos de gozo... embistiendo con furia contenida y ahora liberada... hundiéndose en mi vagina una y otra vez... tironeando de mis cabellos hasta hacerme gritar al ser poseída tan salvajemente... más como buena perra que había aprendido a gozar respondí alzando mis caderas... abriendo más mis piernas para recibirlo mejor, empujando mis muslos hacia atrás al sentir su acometida para aumentar la violencia del goce... al ritmo del sonido de su miembro inflamado de deseo chapoteando en mi flujo complaciente... y los gemidos.. y los gritos de placer al ser servida... y los chorros de semen caliente inundando mi interior... y mis propios jugos revueltos estallando en el clímax del orgasmo...

Quedé con la cara hundida entre las sábanas, respirando agitada recobrándome del momento vivido... mientras el hombre me volteaba... cuando me dio vuelta apartó mis cabellos y quiso besarme... y yo espantada esquivé su rostro... despertando de mis propios ensueños.

No, no era el abuelo.

Era el Turco, él me había acogido... y cogido en su cama.

Era él el que ahora besaba mis pechos... y seguía tocándome... preparándose para la segunda vuelta...

Era él el que se arrodillaba a mi lado, acercando a mi cara su verga todavía goteante de la mezcla de semen y jugos... y yo sin poder dejar de mirarlo comencé a lamerlo... obediente... sumisa... pero a mi propio deseo, a mi propia naturaleza de gata emputecida... mamé de esa pija hasta endurecerla, aferrada a su cintura chupé como una nena golosa de su nuevo biberón poniéndola nuevamente dura a mi servicio...

Y empeñada en mi tarea de mamar y tragar con los ojos entornados disfrutaba de sus caricias... de sus manos que me tocaban... me recorrían desde la piernas subiendo por mis muslos... envolvían mi cuerpo multiplicándose...

Abrí los ojos sorprendida... sin soltar la verga de entre mis labios... y entonces me di cuenta sobresaltada que no estábamos solos...

Había dos hombres más allí, junto al lecho, un tanto más jóvenes... desnudos y con sus miembros en plena erección... excitados por la visión de mi persona expuesta a todas sus miradas...

No temas - susurró el Turco...

Son mis hijos... y quieren conocerte... -

Y mientras se subían a la cama él me sujetaba suave pero firme de los cabellos, reteniéndome con su verga en mi boca, moviendo mi cabeza lentamente atrás y adelante indicándome que continuara con mi tarea oral...

Y yo... entorné nuevamente los ojos... y le hice caso...

Él sonrió mirando a sus hijos... y me presentó entre suspiros de satisfacción con mi mamada...

Esta es Cintia... y valió la pena esperar para conocerla... -

Luego fue todo un revoltijo de cuerpos que se arremolinaron sobre mí... y en esa larga noche se turnaron en poseerme, en tenerme como se les daba la gana... como perros alzados me servían a su antojo... mientras uno me tomaba otros se corrían en mi cara...puesta en cuatro patas me daban por el culo al tiempo que yo seguía chupando...y tragando...

Y para el final de la fiesta... cuando tenía a uno entre mis piernas... el Turco con lascivia le dijo: Dala vuelta... y mientras uno de sus hijos me penetraba por adelante... él se colocó detrás de mí intentando penetrarme por el culo...

Me retorcí toda...

-¡Nooo! Los dos no... por favor..-

Más mis gemidos lastimosos parecieron acrecentar su excitación...

-Sujeta bien a esta putita- le dijo a su hijo...

-Esto te va a gustar... te vamos a coger como nunca... ahh-

Y mientras su hijo me abrazaba para tenerme quieta él me penetró dilatando mi ano...

AAAHHH!!! Creí morirme sintiendo como me llenaban por completo, estirando la piel de mi interior al empuje de sus dos vergas endurecidas, que se frotaban entre sí en la doble embestida... estuve a punto de desmayarme al vaivén de esa doble penetración... y entre mis gemidos me sentí una verdadera perra... usada, poseída... más también una indiscutible puta concebida para gozar... porque sí, luego de un momento de acostumbrarme a esa nueva sensación descubrí que me estaba dejando llevar... me estaba gustando... solo faltaban los pechos lechosos de mamá en mi boca para que fuese perfecto! Pero tenía la pijota del otro hijo a mi alcance, y como si leyera mis pensamientos me la metió en la garganta para que mis labios de putita chuparan ávidos de su otra leche!!

Y entre gritos y gemidos seguimos con la fiesta... así ...sin parar en esa desbocada triple iniciación terminamos la noche, y mientras ahora eran sus dos hijos los que me penetraban al unísono el Turco se descargaba hasta la última gota en mi cara...

Me quedé tendida en la cama, agotada... cubierta de semen... con el sabor del sexo de los cuatro mezclado en mi boca... y mechones de mi cabello pegados a mi rostro con la esperma y la transpiración...

Y juro que en ese momento, a través de esa visión borrosa de gotas de sudor y colgajos de semen que opacaban mis ojos... pude ver allá... en lo alto de la habitación... contemplándome desde un rincón oscuro... al rostro del abuelo...de mi pá... esa imagen que buscaba en mi memoria ahora estaba allí haciéndose presente y me sonreía...me daba su consentimiento...

Después de todo yo era su creación, su pupila... su putita malcriada... y ahora parecía aprobar mi desempeño con otros hombres...

Me sentí liberada...

Igual nunca más volví a la casa del Turco.

Eso sí... con los años conocí a muchos otros hombres... no podía evitarlo, estaba en mi natural tendencia el ir a la cama... y entregarme.

A los diecisiete años me fui a vivir en pareja por un tiempo, y como estar atada a un solo hombre no resultó, volví a casa con mamá... llevando a mi primer hijo.

Con ella no volvimos a compartir la cama, supongo que lo único que nos había unido... y separado, era el abuelo.

Tampoco hablamos más de lo vivido, siempre pienso que ella fue lo bastante hipócrita para nunca reconocer su parte en lo que los tres habíamos hecho.

Ella alquiló el taller y allí se instaló una empresa de taxis, y con el tiempo terminó casándose con uno de los dueños.

Yo también trabajaba, hacía de telefonista, en la misma oficina que anteriormente fuera el cuarto donde retozaba con papá.

Y para no perder la costumbre más de una vez terminé consolando algún chofer en el camastro que todavía seguía allí... o en el asiento trasero de un auto...

Pero bueno... esas son otras historias y tal vez algún día si quieren se las cuente.

El resto del relato ya lo conocen.

Soy Cintia... y me atrevo a todo.

Y no me arrepiento.