Cine turco (2)

En el cuarto de limpieza del cine recibo a un visitante que me sorprende y que me monta con ganas de romperme.

[…] Salí de nuevo tras el segundo biberón y observé que el tipo que limpiaba los baños me miraba de una forma especial, yo que me sentía la reina del lugar ya que mi amigo era más cortado y por lo poco que me había no se había movido del sitio donde primero se sentó. Me dirigí al espejo a revisar que no me quedaban restos de leche en las comisuras y en el reflejo veía a aquel tipo que pasaba la fregona de "allá pacá" y miraba para mi como intentando decirme algo, aunque no se atrevía. Viendo su indecisión, me decidí a actuar y giré la cabeza hacia donde él estaba y lo miré con esa carita de cordero degollado pero con una sonrisa de zorra hambrienta y, para que flipeis, veo que el tipo me señala un cuarto donde había productos de limpieza y me hace señas como que espere dentro. Imaginaos, un cine rañoso en un país donde no conoces el idioma y encima un cuartucho de limpieza, lejos de producirme miedo me pegó un subidón y me metí sin dudarlo. El tipo me cierra por fuera (ahí me asusté un poco) y oigo como se alejan sus pasos. Al ratito (una eternidad para mi) oigo que se abre la cerradura y ¡oh sorpresa! El tipo que cobraba las entradas. Joder, me quedé flipando cuando aquel macho de unos 50 años, canoso y con entradas, de 1,70m y complexión normal aunque con barriga cervecera, de esas que son redondas y duras. Pues si chicos, aquel tio que me vendió la entrada y que debió cogerme la pluma y adivinar que me gustaba, estaba allí con la cremallera baja y tirándome del pelo para que me arrodillara a mamarla. La polla no era muy grande, pero era gorda y estaba surcada por venas que le daban todavía más presencia a aquel juguete. Cuando hinco la rodilla en el suelo y me acerco al rabo que olía un poco a pis (pero no tenía quesitos blancos alrededor) pongo las manos en sus caderas me aferro a ellas y me entierro la pinga hasta que siento el tejido de su pantalón de tergal rozando mis mejillas. El tipo no podía dejar de gemir y balbuceaba palabras en turco que seguro que no eran oraciones.

Total que después de estar chupando la pija, me dedico a comerle los cojones. El macho se volvió loco, apoyó la espalda contra la pared, se bajó los pantalones hasta los tobillos, con lo que pude ver unas piernas velludas que intercalaban pelos negros como las cerdas de los gorrinos con pelos blancos y gordos también. No pude evitar pegarle un lengüetazo desde la rodilla hasta la zona interior de los muslos (debajo de los huevos) donde carecía de vello y tenía una piel muy fina. Le abrí las piernas y me puse de espaldas a él, pero tirado en el suelo por lo que metí mi nariz en su culo mientras le pegaba tremenda mamada de huevos que el tío ya no gemía, aullaba. Le agarré los muslos con las dos manos y seguí con mi lengua recorriendo toda la parte que va desde la base de la polla hasta casi el culo (ojo que no me gusta comer culos, lo siento). Esta operación hizo que aquel turco vendedor de entradas llegara a calentarse tanto que los huevos se le subieron pareciéndose a los de los leones (apretados, duros y negros).

Me incorporé para dedicarme ahora a la cabeza de la polla y cuando miro hacia arriba vi una imagen supermorbosa que os paso a describir: una camisa de tela blanca abierta, una mata de pelos entrecanos en las tetillas, una barriga redonda y peluda, la cara del turco desencajada de gusto (labios rojos y húmedos, ojos brillantes y a punto de salirse, y una sonrisa que mostraba una dentadura imperfecta y con falta de algunos dientes delanteros) cuando soy consciente de lo que tengo ante mí, me "vorrrrví loka" y me agarré a aquella polla como si fuera la última que iba a coger en mi vida. Le hice un trabajo de lengua que si hubiese sido nata, la hubiera puesto a punto de nieve y cuando empecé a notar que aquello se hinchaba, el muy cabrón me tira de los pelos, me levanta y me arrincona contra la esquina que no tenía escobas. Por arte de magia me baja los pantalones, me restriega un dedo por el culito y apretándome la nuca para que me agache mientras me aploma con la otra mano en la cintura, me pegó tal puntazo que me hizo ver las estrellas.

Allí estaba yo, abierta con el culo en pompa, los pantalones a la rodilla y con el pingón de un maduro enterrado hasta los huevos. No le hizo falta mucho tiempo para pegar un alarido y agarrándome por las caderas se quedó pegado a mi durante casi un minuto. Ese tiempo lo aproveché para realizar mis ejercicios de esfínter, y de vez en cuando reculaba para volver a meterme un trocito de lo que se había salido. El tipo ni se movía, lo único que hacía era rebuznar de gusto y empujarmela para adentro cuando se intentaba salir. Una vez la polla perdió toda consistencia, me giré rápidamente y me metí aquel cacho de carne en la boca para acabar de exprimir hasta la última gotita de aquel elixir maravilloso, mientras que el, con la frente sudada y los hombros apoyados en la pared me miraba quasi asombrado por la forma de joder que tenia. Después de limpiarle la polla con mi lengua y pasarsela también por los cojones, me incorporé para marcharme cuando me dice unas palabras que no entendí, me señala al bolsillo y destaca de su frase:

"¡On million, on million"

Yo, como los números si que me los sabía, entendí que quería 10 millones por el polvo (no os asusteis, 10 millones de liras turcas son al cambio 6 euros). Debo deciros que soy una marika que no paga ( y menos después de que me haya comido dos pollas antes que esta) pero era consciente de que si no le mojaba el pico a este pájaro, quizás se me iba a acabar la tarde muy pronto y, como gesto muy generoso, le di "bir million" (que son veinte) y le expliqué con lenguaje de sordos que no quería que me molestara ninguno de los encargados del cine (en materia de control, en el de sexo todo se andaría). Él quedo muy contento y me dijo que en un par de horas volvería a avisarme para repetirlo, pero esa historia la contaré en otra ocasión.

Salí del cuartucho de limpieza y me dirigí al lavamanos para enjuagarme la cara, refrescarme y dar tiempo a que "mi marido" saliera del cuarto y que no hubiera sospechas. Salgo del baño y me dirijo a la sala, por el camino veo, en el hall, a una mariquita turca con pinta de loka y maquillada (ojos y base) me meto en la sala, espero que se me adapte la vista y fijo mi objetivo en un macho chiquitito con un mono naranja que estaba sentado en la segunda fila del principio. Lo que ocurrió con el pequeñito lo contaré en el próximo episodio.

PD Gracias por valorar el primer relato de forma tan benevolente. Ya os dije que era mi primera vez y espero que veáis mis avances en el arte de contar en este segundo episodio. Prometo que haré todo lo posible por superarme y sacar de todos vosotros muchas pajas de gloria. Agradecería algún comentario para saber si continúo con la línea temática.