Cine en tiempos de cuarentena
El cine en tiempos de cuarentena. ¿como ver una pelicula subida de tono en compañia de un amigo? la cosa empieza y acaba más interesante aun.
Cine en tiempos de cuarentena
¿Quién iba a decir que sacaríamos tanto de un confinamiento? Se supone que cuando una etapa del mundo termina, comienza desde cero y recreamos lo que nuestros antepasados hicieron antes de nosotros llegar. En este caso no nos hemos ido tan lejos, y la humanidad, para mi desgracia, sigue manteniéndose en un estado normal y común.
Sin embargo, hemos recogido costumbres que, con el paso de los años, la libertad, la tecnología, fuimos perdiendo en algún momento casi sin darnos cuenta.
Ahora la gente tiene Whatsapp, Twitter, Instagram, Facebook, y cientos de Apps más que ni yo, que me paso el día en las redes, soy capaz de usar y dominar. A veces gusta volver un poco a los orígenes, buscar ese momento de antaño donde disfrutábamos del enganche con una persona sin horarios, sin normas, sin prisas, dónde sólo disfrutábamos de estar hablando sin más, sin necesidad de tocarse físicamente porque las palabras lo hacían por ti, aumentando el deseo y el jugueteo de dos personas que empiezan a conocerse, a jugar, con la única ilusión de ver el icono de un mensaje nuevo.
Sí, hablo de la época del MSN donde el “No Disponible” te lo ponías para estar disponible para una sola persona. Donde la persona que te molaba se conectaba y desconectaba doscientas veces para que tú te percataras de que estaba ahí. ¿Y a dónde quiero llegar con esto? Pues recuerdo con mucho cariño aquella bonita época de mi juventud (qué manera de hacerme vieja yo sola) donde veía películas con el chico que me gustaba, estando cada uno en casa porque no podíamos de otra manera. Costumbre que con el paso de los años se ha ido perdiendo y modernizando hasta montarse una web llamada “Netflix Party”.
Pero yo soy una reliquia del pasado y lo que una noche de domingo iba a ser verme una película sola terminó en una noche de compañía y cine. Compañía cibernética. Porque ahora con la cuarentena nadie podía salir. Nadie podía quedar. Y nadie podía ir al cine, así que sólo te quedaba joderte tu solita y apañártelas.
Un amigo me había recomendado una película sabiendo mis gustos cinéfilos (y en general) sobre el género erótico, y no tuve más remedio que verla.
Justo esa noche estaba hablando con un chico con el que llevaba varios días hablando por twitter, con el que había entablado una gran conversación derivada en muchos temas. Cuando le comenté la película que iba a ver… se le ocurrió verla él también. Así fue como se me ocurrió la fantástica idea de proponerle verla juntos.
Lo que en un principio empezó como una quedada de cine normal y corriente sin más interés, terminó elevándose a las alturas del morbo, el deseo y el placer.
Con la única ventana de su conversación abierta en mi móvil, sincronizamos el segundo exacto donde ambos pondríamos la película.
Para los curiosos os diré que se trata de 365 DNI, de Netflix, la que es una especie de 50 Sombras de Grey en versión más porno, más surrealista y en la que te deja claro que si el secuestrador es un tío bueno, millonario y adicto al sexo, tu síndrome de Estocolmo será mayor que si te secuestra un pobre, feo y asexual. No es lo mismo levantarse en una casa de los barrios bajos que levantarse de una sedación en un castillo, obviamente. Pero no os destriparé esa intensa historia de folleteo y placer más allá delas escenas sexuales que yo y mi nuevo amigo presenciamos juntos y que nos llevó a tener un calentón digno de pleno agosto con 40 grados a la sombra.
Al compás de un “Dale ya” que sincronizaba nuestro tiempo en la película, yo me ponía cómoda en la cama, tumbada y espatarrada, con mi vestido blanco por encima de los muslos dejando ver mis bragas blancas.
De momento empezaba tranquila, con unos subtítulos que no esperábamos, comentando ambos por MD. La siguiente escena fue una premisa para conocer a los protagonistas, donde ella se enfocaba con el móvil al pecho mientras se desnudaba, donde el miraba a una mujer por el suyo…
Y durante todo el rato comentábamos pequeños gestos, giros o momentos que se daban en la pantalla. Hasta que llegó la primera nota del cuadro musical que nos esperaba.
La escena que nos preparó para lo que vendría después, aquella mamada en el avión con la azafata, follando brutalmente esa boquita pintada de carmín rojo, agarrando su cabeza, enredando su mano en el pelo de ella mientras la apretaba y la acercaba contra sí, llegando hasta su garganta.
La escena cuando menos era erótica, llegando al límite de porno dejando entrever como su polla entraba y salía de la boca de la chica.
Su silencio me decía lo que yo misma pensaba y sentía. Le había calentado.
Con la tontería me quité el sujetador, dejando mis pechos libres sólo con el vestido, haciendo que mis pezones se erizaran al contacto de la tela.
La protagonista estaba en su cama, después de ser rechazada por el novio cabrón, y se tenía que consolar con un juguetito que vibraba entre sus piernas. La escena fue un despliegue de placer y morbo en el que ella paseaba sus manos por su cuerpo, deleitándose con sus pechos y llevando el juguete, previamente lamido, hasta su sexo, donde lo frotaba y lo iba introduciendo lentamente en su interior.
Ahora la callada era yo. Pues inconscientemente mi mano había viajado por mis pechos, apretándolos por encima de la ropa, para terminar entre mis piernas acariciando mi coño por encima de las bragas.
La noche se ponía calentita, yo me ponía tensa, y él por mucho que lo negara en un principio o más bien lo callara, se estaba poniendo tan tontorrón como yo.
Hasta que uno de los dos, no recuerdo cual porque la cosa se fue caldeando y yendo de las manos, dijo aquello de “ojalá estuviéramos así ahora”.
Tras muchos momentos de tensión y calentón ¿innecesario? Por parte de nuestros protagonistas, yo ya me subía por las paredes, habíamos pasado de comentar a soltarnos guarradas dignas de un libro erótico sucio y soez. Y entre la película y nuestros comentarios, se nos fue yendo alguna que otra foto.
Que si estoy así tumbada con un pecho casi fuera mientras me rozo con la mano las bragas, que entre la humedad y el color blanco empezaba a transparentase, que si estoy aquí con esta erección monumental sin camiseta y que me aprietan los calzoncillos. Y claro, una cosa llevó a la otra y empezamos a tocarnos cada uno con lo que el otro decía acompasado con lo que íbamos viendo.
Pero la escena en la que ella es atada, abierta de piernas y él se sienta frente a ella con una puta que le coge la polla y se la mete en la boca, no hizo más que empeorar la situación. Porque de repente mi “joder, que ganas de comerme un buen rabo” fue respondida por un “podrías comérmela a mí”.
Y quería. Lo que empezaba a ver en las fotos lo quería para mí, al menos esta noche. Y mientras veíamos la mamada en cooperativo nos empezamos a tocar casi “sin querer”¿así que porqué no compartir la bonita experiencia mientras veíamos aquella provocativa película?
Empecé a verle, como se tocaba por encima de la ropa llevando el ritmo del movimiento que miraba a su vez en la Tv, cómo en un momento de máximo calentón pasamos a Instagram para mandarnos audios.
“¿Quién preferirías ser? ¿la que está atada o la que está mamando?”
“La que coge tu polla y se la mete en la boca para hacerte una comida que nunca olvidarás”.
Y yo me grabé, tocando mis tetas por encima del vestido, amasándolas mientras hacía un amago de que se asomaran para que él las viera.
La música orquestal que salía de la película no hacía más que elevar el deseo y el calentón que estábamos teniendo. Y conforme en la pantalla de la tele se veía las manos de él tocar los pechos de ella, yo hacía lo mismo, dándole una “película” casera de lo tontorrona que me estaba poniendo él y lo que veíamos.
Apretaba con mis manos mis tetas, subiendo y bajando frente a la cámara y deslizando mi mano hacía abajo colándola hasta mi muslo, subiendo un poco el vestido para llegar hasta el interior de ellos, dejando ver como mis bragas estaban empapadas y se me pegaba la tela.
Me acaricié, mirando hacía la tele con atención, perdiéndome en el contacto de mi propio cuerpo, marcando mis bragas en mi coño mojado y apretando con los dedos delatando la rajita de mi sexo. Pasé el dedo… despacio, mientras el botón de grabar seguía haciendo cinemáticas hasta que llegó al límite y se cortó. Le di a enviar, y cuando le llegó, no sé qué me encendió más, el “visto”, el “escribiendo” o el hecho de estar viendo como él protagonista de 365 deslizaba su boca por el cuerpo de la tía.
Pero la escena cesó, y con ello mi juego. Nuevamente la película seguía desarrollándose con distintas sensaciones ajenas al sexo, hasta que llegó la siguiente y ahora el que me mandaba un video viendo cómo se acariciaba por encima de la tela era él.
Ella se sentaba en el borde de la cama, acercaba su cabeza hasta la cintura de él y puso su boca a la altura de su paquete, bajando sus calzoncillos y dejando libre su erección.
Mi acompañante se masajeaba, apretando su miembro en la fina tela y dejaba escapar leves quejidos que me estaban sacando de la película para meterme en él, o más bien… quería que él se metiera en mí.
Y la protagonista seguía, con la polla de él en la boca haciéndole una felación brusca y salvaje llevándola hasta su garganta, ahogándose de él, mientras que él le agarraba el pelo y movía su cabeza creyéndose que marcaba el ritmo. Sin embargo, quién llevó el control en todo momento ahí fue ella.
Y hablando de control yo empezaba a perder el mío.
Durante unos segundos ninguno habló, aunque el mensaje que visto y ambos teníamos la conversación abierta. Estábamos absortos en la película, acariciándonos por encima de la ropa interior mientras en la película el protagonista se follaba por cada rincón del puto yate a la mujer que había secuestrado, después de ella rendirse a sus encantos.
Mi móvil vibró, pero no era un mensaje de él porque se me hubiera apagado la pantalla, sino porque ahora empezaba a hacerme una videollamada que colgué sin pensar.
En su defecto gravé un video en el que mi mano se metía por debajo de las bragas y me masturbaba viendo la escena. Apretando las piernas con mi mano en la tela, arqueándome en la cama mientras inconscientemente movía mi cintura para profundizar en el roce de mi mano. Y un mensaje “quiero verte, cogeló” que me hizo tantear la idea tan apetecible de que me viera tocándome.
Y la escena… presenciar como la ponía a cuatro patas sobre la cama para agarrarle el pelo y profundizar en su embestida, agarrando con la otra mano la cintura y dando pequeños azotes mientras ella gemía y sus tetas bailaban al son de los movimientos.
Cuando le llegó el vídeo y vi su visto insistió con una segunda llamada. La que sí acepté. Fue entonces cuando vi su cara de morbo y deseo por la situación, como su paquete estaba a punto de reventar la tela y como me sonreía al repasarme a través del móvil a lo que yo le daba acceso.
Parte de uno de mis pechos se salía del vestido, me moví un poco para que el otro se saliera igual.
Nerviosos, tensos, cachondos, oíamos de fondo los gemidos de los protagonistas de la película mientras nosotros montábamos la nuestra propia. “Tócate” , que de su boca sonaba más provocativo que la escena que tenía de fondo, seguido de mi “quiero que la saques” que no sé ni cómo fui capaz.
Pero me hizo caso a la petición, y tirando de sus calzoncillos dejó libre su erección frente al móvil. Yo abrí mi vestido y dejé a la vista mis tetas por completo. Llevó su mano a su polla y empezó un leve movimiento de sube y baja que con, los gemidos de fondo, empezaba a crear un ambiente terriblemente excitante.
Con mi mano dentro de las bragas, las eché a un lado, y metí un dedo en mi interior, lo saqué, lo metí, varias veces hasta que, empapado, lo llevé a mi boca y empecé a chupar, simulando como si estuviera lamiendo y chupando su erección a la vez que él se tocaba.
Su boca entreabierta me decía todo cuando necesitaba oír.
Pero los protagonistas pararon de follar y con ello nosotros frenamos la acción. Con el corazón acelerado y mi pecho subiendo y bajando miramos ambos a la tele apartando la vista del móvil, pero siguiendo con la videollamada activa.
La película siguió con su guión, sin escena sexual de por medio durante un buen rato, hasta que él la pilla en el baño, la sube en la encimera, abre sus piernas y la folla salvajemente mientras la besa.
Cabe decir que durante ese momento estuvimos tocándonos nuevamente, provocándonos un buen rato, hasta que aquella corta escena cesó, sin darnos apenas tiempo a profundizar en el juego.
A estas alturas de la película, nunca mejor dicho, estábamos ya con un calentón que se nos reflejaba hasta en la cara.
Por suerte para nosotros no tardó en haber acción de la que necesitábamos, porque fue la guinda del pastel que íbamos a servir.
Los protagonistas estaban frente a una ventana, ella con un vestido tan corto que se la podía meter casi sin subírselo y él agarrando su culo por debajo de la tela. Le arrancó el vestido.
“súbete el tuyo, quiero verlo”
Obedecí, encantada con el juego.
La puso de cara al cristal de la ventana y con sus pechos aplastados en el, le abrió las piernas y la penetró, restregando antes su polla en su coño para provocarle.
Enfoqué con el móvil más abajo, dejando ver mis bragas, las bajé como pude y abierta de piernas empecé a tocarme mientras él observaba y se tocaba. Ahora no mirábamos ni la película, simplemente nos mirábamos nosotros tocándonos el uno para el otro con el calentón que teníamos.
Tan cerca… tan lejos, queríamos tocarnos y no podíamos, pero habíamos dado con una manera conjunta de disfrutar. Coloqué el móvil en la mesita y me acomodé para él, observando mis movimientos, como me recorría con mis manos, amasaba mis tetas, las llevaba a mi boca, pasaba mi lengua por ellas, las apretaba, pellizcaba mis pezones para soltarlos y bajar por mi vientre hasta el interior de mis muslos. Acariciando mi coño por encima mientras abría más las piernas dando una visión en primer plano de lo que quería que se llevase a la boca.
Pasé un dedo por el, lo llevé a mis labios dibujando el contorno de mi boca, volví a bajar para introducirlo en mi interior, acompañando después con un dedo más, mientras con mi otra mano me sobaba una teta y la acercaba hasta mi boca. Cerré los ojos, me arqueé, me dejé llevar sin pensar en que alguien, al otro lado de mi teléfono, me estaba viendo, mientras la película de fondo elevaba los gemidos varios decibelios mezclándose ya con los míos que se me empezaban ya a escapar sin control.
Tras su petición de que lo mirase abrí los ojos y observé como se tocaba mientras yo hacía lo mismo. Vernos en directo mutuamente me estaba haciendo perder el control. Me tenía al límite.
Saqué mis dedos de mi interior, los llevé a mi boca y chupé mientras él, con la mano en su polla, no dejaba de masturbándose acelerando el ritmo a la vez que lo hacía yo con mis dedos en la boca.
Bajé mi mano hasta mi coño y abrí mis labios vaginales para que tuviera una visión en primer plano, pasando un dedo, apretándolo, abriendo mi entrada… estaba segura que si seguía sobándome así terminaría corriéndome en segundos.
Y seguí, invitándole a comer lo que estaba viendo, pidiendo su lengua en mi interior y su boca sobre mí, y ejerciendo presión, moviendo mis dedos en mi interior mientras me acariciaba con la otra mano me corrí, arqueándome frente a él, mordiendo mi labio inferior para intentar contener mis gemidos, cerrando mis ojos acaparando cada sensación del momento, y eso fue el detonante para que él, disfrutando de nuestra película se dejase llevar, corriéndose delante de mi mientras yo sentía aún mis piernas temblar y la respiración acelerada con el bombardeo de mi corazón en mi pecho.
Cuando miramos a la película, ya estaban los créditos. Sin duda alguna era una nueva forma, o más bien reinventada de la clásica, de ver cine en tiempos de cuarentena.