Cine de barrio

Todo empezó a los 19 en un cine X

CINE DE BARRIO

Una aburrida tarde de septiembre cuando tenía 19 años empezó todo. Eran casi las ocho y Manu llegaba a mi casa con la idea fija de que nos fuéramos al cine X del barrio cercano. Ya llevaba casi un año abierto y casi desde que lo abrieron me daba la paliza cada viernes con ir a allí.

–Pero tío, ¿ya estás otra vez con eso? –repliqué.

–Sí, Rober, hay que ir, además hoy es viernes –respondió convencido.

–¡Que obsesión con los viernes! –me exasperaban sus teorías locas.

–¡Que sí! Estoy seguro de que los viernes hay tías –estaba más convencido que antes.

–Fijo que allí no hay tías en todo el año –protesté–. Estás loco.

–Pues nos pajeamos un rato con una peli a lo grande –hizo una pausa–. Además, ¿tienes algo mejor que hacer?

No sé como pero llegamos a la puerta y seguía pensando porque le haría caso algunas veces. Una taquillera de más de cincuenta y algo obesa apagó su cigarrillo y nos vendió las entradas con una mirada a medio camino entre el asco y la vergüenza.

–Seguro que esa folla todos los días con un montón de tíos –susurró Manu.

–¡A ti te pone hasta esa! Estás enfermo tío –dije.

Manu sonrió lascivamente mostrando orgulloso el bulto de su pantalón mientras entrábamos. Lo perdí detrás de unas pesadas cortinas viejas. Me costó acostumbrarme a la oscuridad del sitio. Solamente escuchaba gemidos femeninos que provenían del brillo de la pantalla gigante del cine. Empecé a ver algunas sombras moviéndose levemente entre los asientos y otras de pie en los pasillos laterales.

Me di la vuelta. Una rubia de tetas inmensas estaba chupándole la polla a un blanco musculoso y tatuado, mientras otro negro más grande la follaba por detrás. Tenía pinta de la típica peli de prisiones porno. Seguí adelante y pasé por al lado de una figura que estaba de pie en el pasillo. Me rozó a propósito y no era Manu. Escuché un leve "tsssssh". Era él. Más o menos por el principio de la sexta fila. No había nadie más en esa fila. Mejor.

–Siéntate dos o tres asientos para allá para no salpicar, jajaja –rió en voz baja.

La luz de la pantalla me permitió ver a Manu con su polla dura fuera del pantalón y jugueteando. Me senté tres asientos más a la derecha. Tengo que reconocer que aquella situación me excitaba por momentos, pero las sombras y leves sonidos de las otras filas me inquietaban y no conseguía excitarme lo suficiente. Empecé a tocarme por encima del pantalón al ritmo que follaban en la peli.

Volví a mirar a Manu pero no estaba. ¡Mierda! ¿Dónde coño se ha metido el capullo ahora? Seguro que se ha corrido ya y ha ido al baño –pensé. Me quedé como diez minutos sobándome, aquello empezaba a crecer, pero no estaba tranquilo. Manu no volvía y un tipo alto se había sentado unos asientos más a la derecha de mí. Decidí que sería mejor ir al servicio a ver si estaba allí.

Me levanté y dos filas más atrás vi dos sombras moviéndose como follando y estaba casi seguro de que no había ninguna tía. Salí de la fila. El tipo de antes seguía allí y esta vez me rozó de forma más descarada con su entrepierna. Aceleré el paso pero no me siguió. Llegué a la puerta del servicio y un tipo grande obeso vestido con cuero bloqueaba el paso.

–¿Entras solo? –preguntó el tipo gordo arqueando las cejas. Me quedé en blanco un instante.

–Entra conmigo –dijo una voz grave desde atrás mientras sus manos empujaban mi cintura.

Abrí la puerta y nos colamos dentro del baño al tiempo que me rodeaba más con sus brazos. Sentí sus labios en mi cuello y me apresuré a apartarme de él. Me di la vuelta un poco inquieto. Era un hombre de más de 40 con el pelo corto oscuro y algo canoso. Tenía un cuerpo casi atlético y vestía ropa informal pero de marca. Levantó los brazos rápidamente excusando su acto.

–Voy a… –indiqué con un gesto que iba a mear y se retiró a los espejos.

Todas las puertas de las tazas estaban cerradas y se oían entre respiraciones y gemidos diversos, incluso suaves golpeteos. No podía creer aquello. Nervioso y excitado me dirigí a los urinarios de la pared del fondo que estaban todos libres. Sabía que no iba a mear, se me retenía la orina y casi tenía una erección que no controlaba, pero fingí el gesto.

–Es que aquí viene la gente a la que le gusta hacer guarradas con luz ¿sabes? –el tipo de antes estaba apoyado al final de los urinarios con los brazos cruzados y su mirada jugaba entre mis ojos y mi polla–. Jorge –dijo tendiéndome la mano.

Alguien no pudo contener un grito en una de las puertas cerradas. Me subí la bragueta con nervios, le di la mano y la solté rápidamente para salir de allí, pero me volvió a coger de la cintura por atrás.

–Vamos, sé donde está tu amigo –explicó mientras sus manos guiaban mi dirección.

Salimos del baño. Volvimos a subir por el pasillo pero esta vez hasta casi al final y yo retenía mis pasos indeciso, pero Jorge me empujaba.

–Tranquilo, tu amigo está ahí delante, no vamos a hacer nada que no quieras –dijo mientras sus manos dirigían ahora casi desde mis nalgas.

De repente nos detuvimos. Jorge se apoyó en un pilar y me atrajo de espaldas a él. Me quedé quieto y allí escondidos sus manos me guiaron la cabeza hacia la mitad de la penúltima fila. Manu estaba con los pantalones bajados, no había duda de que era él y un tipo mayor que nosotros pero joven, delgado y rubio les estaba propinando una mamada muy lenta.

Yo no cabía en mi asombro. Suspiré. Una mano de Jorge había entrado por mi camiseta y la otra bajaba hacia mi pantalón. Aquello me sobrepasó. Estaba tan nervioso y la tenía tan dura que no podía controlar lo excitado que estaba.

La mano de Jorge rodeó mi polla caliente moviéndola suavemente dentro de mis boxer. Y su otra mano cogió una de las mías y la llevó hacia atrás por mi espalda hasta su bragueta abierta. Sentí la piel de su miembro suave, de su vello púbico y de sus testículos grandes. Los míos creía que iban a estallar y solo pensar en correrme allí de pie con un desconocido caliente en mi espalda me sobresaltó.

Me separé de Jorge y salí veloz afuera del cine. La taquillera me miró con su extraña cara. Crucé la calle y me senté en un banco a esperar que saliera Manu. ¿Y cuando saliera que? ¿Y ese tipo? Y yo seguía con erección. Jorge, si es que se llamaba así, se asomó a la salida del cine pero me di la vuelta y lo ignoré. Un millón de cosas me pasaron por la cabeza. Jorge volvió adentro y unos quince minutos después salió Manu.

–¡Eh tío! Un tipo me dijo que te habías ido… –dijo ignorante.

–¿Dónde estabas? –pregunté con expresión maliciosa.

–Lo siento Rober, fui al baño y cuando volví no te vi en la fila y no te encontraba –se excusó.

–Pues yo no me he movido de allí –me enfadé por su mentira.

–Lo siento, me habré liado yo, vale? –volvió a excusarse.