Cine Cervantes

...los pasillos del local estaba en penumbras, apenas podía ver. Cuando entré en la sala, la película ya había empezado, así que busqué sitio...

CINE CERVANTES

Primero, he de presentarme, me llamo Pablo y por 1997 tenía 21 años. Estaba de vacaciones en Madrid junto a mis padres. Nosotros nos hospedábamos en un céntrico hotel de la capital española. Una calurosa tarde, me apetecía patearme las calles cercanas al hotel pero mis padres decidieron quedarse en el hotel y dormir la siesta hasta que pasara un poco el calorón de las tardes veraniegas.

Me fui a mi habitación, abrí el cajón que estaba junto al perchero y saqué un bañador beige y una camiseta negra ajustada. Puse el hilo musical y entré en la ducha. Empecé a lavarme el metro ochenta que mide mi cuerpo con agua templada tirando a fría, enjabonándome bien ciertas partes del cuerpo, como por ejemplo, las axilas, para no oler luego. Terminé y me sequé con la toalla, la dejé sobre el vide y me empecé a vestir. Una vez listo, cogí mi riñonera y metí los pañuelos de papel, el móvil, y la cartera del dinero.

Corrí las cortinas de la habitación para que no entrara en Sol. Cerré la puerta y me bajé a la soleada y calurosa Gran Vía. Realmente no sabía donde iba, así que empecé a caminar por la calle de Montera parándome a ver las numerosas tiendas de piercings y tatoos que hay. De ésta calle desemboqué en la famosa Puerta del Sol, en donde busqué un sitio donde sentarme para observar el veterano reloj de la antigua casa de correos y leer un folleto sobre la historia de la plaza. En él ponía, entre otras cosas, que La Puerta del Sol es la única plaza en Madrid que no llega el sobrenombre de "plaza...", también pude leer que el edificio donde hoy está la Presidencia de Gobierno de la Comunidad de Madrid fue construido en 1768 y cuyo arquitecto fue el francés Jacques Marquet. Bueno, después de un poco de historia, me levanté y me puse de nuevo a caminar.

Subí por la calle comercial Preciados hasta llegar a la Plaza de Callao en donde me paré a tomarme un helado pues ya chorreaba de sudor. Después de comérmelo, crucé la Gran Vía y me metí en las callejuelas que hay detrás de la misma avenida buscando un poco de sombra.

Callejeando me encontré con varios cines y un teatro, me detuve a mirar las carteleras pues estaba dispuesto a meterme en un cine sólo por aquello que hubiese aire acondicionado, pues los 45º C secos no se aguantaban muy bien. Al final, pasé de largo y seguí andando, me metí en una lúgubre callejuela por que parecía que hacía menos calor. A la izquierda vi un convento en donde daban de comer a gente sin medios para pagársela y cuando giré la cara a la derecha, un gran cartel ponía "Cine Cervantes", yo ya no podía más del calor, así que decidí entrar y estar al menos dos horas fresquito.

Pagué mis 6€ y entré, los pasillos del local estaba en penumbras, apenas podía ver. Cuando entré en la sala, la peli, ya había empezado, así que busqué sitio rápidamente para poder dejar ver a los demás.

La peli no parecía muy buena, más bien cutre, pero me quedé igualmente viéndola. Al cabo del tiempo, cual fue mi sorpresa que la peli era una sesión X, al principio, me inquieté un poco pero luego decidí amortizar la entrada, así que me levanté y me di una vuelta por la sala, luego, fui a los servicios a beber un poco de agua fresca y volví a la sala. Me senté en una de las butacas que estaban en medio de una fila cercana a la pantalla y me puse a ver la peli tranquilamente.

Al poco rato, dejando dos asientos a mi izquierda, se sentó un chico de unos treinta años, por su facción pude saber que era de América Central. Poco a poco se fue aproximando a mí, al principio con una pierna, luego con el brazo, hasta que finalmente se cambio de sitio a mi lado. Se estuvo quieto un par de minutos y volvió al acecho, me empezó a tocar la pierna con su mano, yo le dejaba hacer, pues el chico estaba bastante bien. Yo también acaricié su pierna hasta llegara su paquete pudiendo tocarle sus grandes huevos. Él hizo lo mismo, sólo que me empezó a recorrer mi polla de arriba a abajo sobre mi bañador, el cual, al rato, estaba totalmente húmedo.

El joven de treinta años, me quito con sólo una mano los cordones, se puso de rodillas ante mí y me empezó a olisquear mi bañador mojado hasta que llego a la parte superior, en donde mi polla le aguardaba con excitación. Con su lengua, me la empezó a chupar, pero sólo el frenillo, esto hacía que yo respirara cada vez más fuerte.

Con las grandes manos del joven, me cogió de la cintura y me bajó el bañador hasta los tobillos, dejándome completamente desnudo sobre la butaca del cine. Éste metió su nariz entre mis huevos y me los empezó a oler, hasta que le pude oír en voz baja... "me encanta el olor de tus cojones" y al rato se empezó a tragar mi polla dura hasta notar como su garganta chocaba con mi cipote. Yo del placer, reposé mi cabeza sobre el asiento mirando hacia arriba, al cabo del rato, subí la cabeza para mirar como me la comía y pude ver que un coreano estaba sentado a mi derecha mirándonos.

Yo le hice una señal para que se acercara y así, que me la comieran los dos, el joven de América Central y el señor de Corea. En un principio, el joven de americano, no hacía más que succionarme el nabo, mientras que el coreano me sobaba mis cojones y me pelaba la polla.

Al cabo de unos minutos, los puestos cambiaron, el coreano fue el se comió ésta vez mi rabo y el americano mis huevos, dejándomelos totalmente chorreando. El señor se cansó pronto y se la saco de su boca, dejando al americano vía libre, así que éste no perdió ni un segundo y se volvió a engullir mi tranca.

Al cabo de unos diez minutos, noté como mi polla empezaba a soltar los primeros trallazos de lefa, comiéndosela toda el americano. Mientras me corría, éste no dejaba de succionarme, por lo que el placer que me produjo fue bestial. Hasta que no me dejo la polla totalmente limpia de lefa, no dejó de comérsela. Luego, se volvió hacia mí y me dijo "buena polla la que tienes, siempre que quieras una mamada, estaré esperándote". Yo me subí el bañador y me dirigí al cuatro del baño.

Mientras estaba meando, mi teléfono móvil empezó a vibrar, cuando lo saqué, eran mis padres, preguntando por donde me había metido y que si iba hacia el hotel para dar los tres un paseo con el autobús turístico.

Al salir del cine, puse mi riñonera delante de mí, pues el cerco de lefa que me había salido antes de hacer nada, se notaba considerablemente en mi bañador, enfile un par de calles y me dirigí hacia el hotel, completamente relajado.

Agradezco tu comentario en: del_campanar@yahoo.es