Cinco sin sacarla con mi nueva vecina
Cuando coges con deseo a alguien, llevando días sin follar, estas atareado en la oficina, tu familia de vacaciones en la playa en donde les has alquilado un apartamento, cuando tu nueva vecina que es una auténtica cachonda en todos los sentidos quiere follarte, y además te reta, pasa lo que pasa
Purifi es una mujer especial, a pesar de que el último día que me la follé, sus calcetines de media, olían un poquito a queso, aunque no me desagrado el olor. Todo lo contrario. Aún recuerdo y añoro el último polvazo en un día lluvioso tumbado en la alfombra delante de la chimenea en el chalet de mi hermana.
Purifi viene de Purificación como todos deben haber intuido, a ella le gustaba que la llamasen así.
Era de un pueblecito de Granada y su marido estaba destinado como topógrafo en una gran constructora, con trabajo para mucho tiempo por nuestra zona.
Estaban haciendo el AVE Sevilla Madrid.
Estaba casado en esos momentos con mi tercera mujer. Hoy no les hablaré más de ella. Salvo que se había ido de vacaciones con los niños y sin ordeñarme. Tampoco me ordeñaba muy a menudo.
Mi novia Luz había ido urgentemente a su país, pues su madre Doña Hortensia, como la llamaba, por educación, estaba bastante grave por culpa de cáncer de colón. Los colombianos en el trato como saben son muy educados. Utilizan mucho el usted. Yo lo hacía reciproco, al menos con sus padres y hermanos.
Era finales de julio y el trabajo se acumulaba por la presentación de impuestos, del segundo trimestre, incluyendo el impuesto de sociedades y el depósito de cuentas en el registro mercantil. Además en una de las empresas se había averiado una torre de refrigeración que nos traía de cabeza.
Vivíamos en un apartamento de planta baja que compartía el patio con otra vivienda de las mismas características.
El patio era enorme.
La división del patio estaba organizada con una línea de grandes maceteros en los que habíamos sembrado unos cipreses que hacían la función de valla divisoria, aunque sin ocultar totalmente las vistas.
Hasta hacia pocas semanas en la vivienda vecina estaba habitada por una pareja de ancianos. Ella se había puesto enferma y murió a consecuencia de un ictus previo. El viudo se había ido a vivir con una de las hijas y habían alquilado la vivienda.
En ese momento conocimos a Manolo y Purifi.
Nos habíamos presentado. Parecían agradables. Incluso nos habíamos intercambiado los números de teléfonos fijos. Por entonces no había móviles o había muy pocos. No lo recuerdo.
Por una pequeña discusión a causa de los humos de mi barbacoa. Me encanta hacer sardinas asadas, a pesar del mal olor. Son fuente del saludable Omega 3. Manolo y yo nos enfadamos un poco. De todas las maneras eres un hombre muy serio.
Habíamos tenido unas palabras. Era Manolo, y seguirá siendo, algo más alto que yo y más fuerte. Independientemente de la tremenda cornamenta que inmediatamente le iba a salir.
Pero nadie me echa para atrás aunque llevase algo de razón. Me había disculpado, pero fue intransigente. Eso había pasado unos días atrás.
Nos seguimos saludando pero más fríamente.
No había notado yo nada de especial en Purifi.
Bien. Les contaré.
Había salido pronto de la oficina, era jueves, lo recuerdo perfectamente porque había pensado que al día siguiente, el viernes me iría a ver a mi familia a la playa. Pasar el fin de semana con ellos y volverme el domingo por la tarde. No pensaba en sexo con mi mujer. Ya saben la causa por otros relatos.
Realmente estábamos cerca de la playa, a unas cuatro horas. Al menos me relajaría. Podría tomar cervecita fresca en el chiringuito habitual y a la vuelta quien sabe, una autoestopista como la última vez. Ojala. Habré de contarles.
Otra opción podría haber sido, pasar por aquel pueblecito cercano en donde había encuentros de cruising. Son estas experiencias muy morbosas. La les contaré alguna de las mejores.
Por supuesto que no iría en semanas a la playa. La culpa Purifi.
Mi mujer no puso pegas a nada. La excusa del trabajo para un empresario es habitual.
Estaba en la ducha cuando sonó el teléfono.
Tenía planes para después de la ducha. Le había dado vueltas a la cabeza a hacerme una paja de una forma muy especial. Había comprado una enorme sandia madura en un frutero amigo de nombre Rubén.
Me gustaba la frutera, su esposa, Cristina. Sus enormes tetas sobresalientes me hacían quedarme embobado. Tenía pensado tantearla, cualquier día de estos. Quien me iba a decir entonces que quien más me pondría era su madre, cuando las conocí en la intimidad meses después. Jamás he visto una anciana más cachonda.
Lo siento, pero las maduras me ponen muy, pero que muy cachondo. Al fin y al cabo fui desvirgado por mi tía abuela Rafaela. Siempre he estado intentando conseguir el record de ver la madura más vieja que me puedo follar. El record lo tiene una de mis suegras con 88 años. Ya les contaré en otra ocasión. Hoy ya saben que tocaba Purifi.
Volvamos al pensamiento perverso con la sandía, antes de la ducha.
Había fantaseado con hacerle un agujerito, más bien agujerazo a la sandía y follármela un par de veces o tres, estaba cargadito de leche, lo notaba…, y luego hacerme un batido con la pulpa, la leche y algunos hielos.
No me follé a la sandía. Ni me tome el batido fresquito con golpetazos de leche cremosa.
El teléfono seguía sonando.
Tardé en salir pues mientras salía de la ducha, me secaba e iba a coger el teléfono, pasaron unos instantes que se me hicieron muy largos, con pensamientos dispares, de quien me quería dar la tarde, ese teléfono no lo tenía nadie especial, pero no perdía la esperanza al mismo tiempo de que fuese una llamada especial.
Acerté.
- Dígame
- Hola. ¿A que no me conoces?
- No, le seguí el juego. Aunque tenía mis dudas, aposte por mi vecina Purifi. No quise arriesgarme. Quien eres, mujer de bella y sensual voz. Le dije en todo seductor.
- Alguien a quien le gustas mucho. Muchísimo.
- Seguro que tú a mi también me vas a gustar. Tienes un tono de voz tremendamente excitante.
- Cuando descubras quien soy, seré tuya, toda una noche de estas en qué estás solo, porque tu mujer y tus hijos se han ido de vacaciones.
- Deseo que suceda esta noche. ¿Podría ser?
- Lo será, siempre que adivines quién soy.
- Lo intentaré, aunque no es fácil. Voy a coger la guía de la ciudad y voy a llamar a todos los números hasta que dé contigo. (Los teléfonos de entonces no tenían pantalla, ni quedaban reflejados los números de las llamadas entrantes)
- Ja. Ja. Ja. Espero que tengas suerte. Estoy muy cachonda. Y colgó.
Busque la agenda telefónica en donde había anotado el número de los vecinos.
Marque. Habían pasado escasamente dos minutos.
- Dígame. (Contesto con un tonillo risueño y medio en broma)
- Hola Purifi.
- Hola vecino. Así nos llamaba a través del patio cuando quería preguntar algo o pedir algo. Hola vecino. Hola vecina. El acento granadino, o granaino como dicen ellos es una gozada de escuchar.
- ¿Me has conocido antes, verdad?
- Como no conocer a una mujer tan deseada como tú. No sé si lo habías notado pero desde que te conocí te desee.
- Lo había notado. Por eso quiero que me folles esta noche.
- ¿Y tú marido? ¿Y tus hijos? (tenía dos hijos pequeños, Manolin y Puri la pequeña. Tampoco tenían mucha imaginación con los nombres).
- Todo arreglado. Luego te cuento. Deja la puerta de la cocina abierta. Iré sobre la una.
- ¿Cómo?
- Tranquilo. Tú deja la puerta de la cocina abierta. Hasta luego. (Colgó.)
Desde su cocina a mi cocina solo había un obstáculo, la línea divisoria con los cipreses plantados en los maceteros que dividían equidistantemente los dos patios. Por ambos laterales era posible cruzar de patio a patio sin apenas esforzarse. Ella sin duda podría sin esfuerzo cruzar de patio a patio.
Les contaré que mi vecina a diferencia de su marido que era grandote, era delgadita. Ya había pensado en alguna ocasión como habrían salido sus dos hijos por aquel coñito y caderas pequeñas aparentemente. Incluso llegue a pensar que le habrían hecho seguramente la cesárea, al menos con el niño, que tenía todas las trazas de ser grandón como su padre.
Eran aproximadamente las ocho de la noche. Faltaban cinco horas. Se me hicieron larguísimas.
Di una vuelta. Cené algo que me fabrique. Tengo buenas manos en la cocina. Me puse a ver una película. Eran las doce cuando después de darmé una dicha, me acosté con el aire acondicionado a pasar la noche al menos fresquito.
Seguro que no venía. Había odio hablar a su marido. Incluso se había sentado en el patio a cenar.
Me acosté. Me acorde de la puerta de la cocina. Me levante. Siempre hay que dejar una puerta a la esperanza.
Estaba cansado. Me dormí.
Algo me despertó.
Estaba soñando que alguien me comía la polla.
No soñaba.
- Hola vecino.
Dejo de comerme la polla para saludarme.
Mi polla estaba ya enorme.
- Joder que tranca tienes. Mi marido no tiene ni la mitad.
- ¿Y tú marido?
- El maricón eta durmiendo. Ni siquiera ha tenido que follarme hoy para dormir. Estoy pasando mucha hambre de macho.
- Vaya por Dios.
- Mira que cuando éramos más jóvenes, al principio de ser novios y después de casarnos era incansable. Desde que trabaja aquí no es ni la sombra que era.
- No te preocupes. Aquí estoy yo.
- Por cierto. ¿Y si se despierta?
- Imposible. Duerme como un tronco.
- Si se despierta y no te encuentra. ¿Qué haras?
- Mira lo que he hecho. La puerta de mi cocina está cerrada. He saltado al patio por la ventana del baño, subiéndome en una banqueta que tenemos allí. He cerrado la mosquitera al salir. Tu puerta de la cocina la he cerrado por dentro. Como los dormitorios están en los extremos opuestos no nos va a oír. Además es que se duerme toda la noche de un tirón.
- Lo tienes todo controlado. Enhorabuena. (Las mujeres hacen mejores planes que nosotros)
- Si por casualidad se despierta, que lo dudo, le diría que he ido a dar una vuelta por el calor. Jamás pensará que estoy aquí enfrente. Desde que discutisteis no te soporta. Y yo, claro está que le di la razón. Como quiero follarte desde que te vi por primera vez y observe tu paquetón, tengo que ser precavida al hablar contigo. No quiero que lo note. Jamás he estado con nadie más. Pero me tiene muy quemada.
- Si había notado que eras algo fría al hablarme y que no me mirabas de ninguna forma especial.
- Vecino, que no he venido a hablar, y quiero volver a mi casa antes de las seis.
Se acabó de hablar.
La bese con pasión. Me devolvió el beso. Su larga melena de pelo rizado negro me inflamaba la pasión. Me ponía cachondisimo su olor. El tacto de su pelo en aquella noche cálida y ardiente.
- ¿Cuánto tiempo llevas sin follar? (Me preguntó)
- Puf. Semanas. Exagere. ¿y Tú?
- Me folló anteanoche pero no me llegue a correr. Llevo semanas sin disfrutar en condiciones.
- ¿Te harás muchas pajas?
- Ninguna. No me gusta. Prefiero la polla. Jamás me he masturbado. Mi marido es bueno en la cama, más bien, diría que era, pero lleva un tiempo que no es él. Eso me lo vas a arreglar tú. Follándome hasta que te canses. Por cierto, me echaras un par de polvos buenos. ¿Verdad?
- Te echaré al menos cinco. Estoy cachondisimo. Me pones cada vez más cachondo.
- Exagerado. ( A lo de los cinco)
- Si me echas cinco hoy, que lo dudo, mañana no me echarás ninguno. Tendrás que ir al hospital o tendré que llamar a emergencias.
- Hoy te voy a echar cinco sin sacarte la polla, y mañana seis.
- ¿Os dan premio a los exageraos en esta tierra manchega?
- ¿Qué te apuestas?
- Lo que quieras.
- Está bien. Vendré todas las noches a partir de hoy, hasta que vuelva tu mujer. Si alguna noche me quedo con ganas, no me volverás a ver.
- Trato hecho.
Volvería todas las noches, salvo los descansos preceptivos de la regla, que por cierto, al igual que Luz eran descansos muy cortos. Tan solo tres días. Un lujo de mujeres.
Cuando volvió mi mujer, ya no volvió a entrar por la cocina. No volvería a mi cama hasta las siguientes vacaciones. El resto del tiempo tenía que ir yo a verla todas las mañanas.
Ya les contaré aquellos cientos de polvos mañaneros que echaba a mi vecina todas las mañanas en cuando sus hijos se iban a la escuela. La estrategia también se le ocurrió a ella.
No solo follábamos en casa o en la suya.
También salíamos de vez cuando a follar al campo. Le encantaba.
También me la lleve al chalet de mi hermana a follarla delante de la chimenea durante los inviernos muchas veces. Tenía llaves para ir allí, era más asequible que mi chalet que estaba mas largo.
Todo termino cuando se mudaron de ciudad. Siempre la añore. Era una autentica viciosa. Aún añoro mi último polvo delante del fuego.
Uhmmm, que recuerdos.
Pero he de contarles los detalles de mi quíntuple follada sin sacarla. No fue una machada. Estaba muy cachondo. Fue increíble, pero absolutamente cierto.
Vayamos a ella.
El vicio de Purifi era correrse solo cuando estaba muy cachonda, muy cachonda y solo al sentir la leche en su coño. Manías. Le empezaría a cambiar esas manías a partir del día siguiente, previo quitarle algunas tonterías de la cabeza.
Vayamos con sus manías orgásmicas.
Comiéndole coño, nada. Se calentaba pero no se corría.
Metiéndole los dedos en el coño, nada. Se calentaba pero no se corría.
Metiéndole un consolador en el coño o en el culo, nada. Se calentaba al principio pero luego se enfriaba y se cabreaba.
Solo se correría follándola después de estar muy cachonda y al notar la lechaza en su coño.
Aquella primera noche se corrió cinco veces.
Para ponerla cachonda, solo los cuatro elementos…, darle besos con lengua, morderle los lóbulos de las orejas, lamerle el cuello y comerle las tetas. Lo demás nada. Solo follar y follar. Enseguida le hice la ficha. En el primer polvazo.
Cuando se la metí por primera vez, note como comprimía la vagina con mi polla. Me dijo que mi polla era el doble de grande y el doble de gorda que la de su marido.
Cuando sintió mi gran polla por primera vez, me dijo que estaba cachondísima que tan solo esperaba a sentir mi leche para correrse.
Se corrió por primera vez. Se retorció como una serpiente. Me abrazo e incluso me clavo las uñas en la espalda. No sería la primera vez aquella noche y en las sucesivas. Sus piernas me aprisonaron como en una llave de lucha libre.
- Joder que polvazo vecino.
No le contesté. Seguía cachondo. Seguía con mi polla dura como las piedras.
Seguí bombeando.
Chup, Chup, el sonido de los líquidos en su chochito…
Que locura de follada. Su pequeña y reducida vagina luchando con mi gran polla. Seguro que aquella noche empezó a dilatársele la vagina para siempre.
Nos besábamos, seguí con el itinerario de su cachondez. Sus lóbulos, su cuello, sus tetas.
- Me voy a correr otra vez (Me dijo).
- Cuando me digas te vuelvo a dar leche. (Le dije)
- Ya. Por favor vecino. Uhmmm
No habían transcurrido más de diez minutos desde el primer polvazo, cuando ya estaba echando el segundo, sin sacarla. Ella retorciéndose como un animal. Joder que vecina amante me había caído del cielo.
No se me aflojaba. Estaba cachondo de ver la suerte que tenía con esta tia.
- Eres un follador con clase. Aguantas mucho. ¿No?
- Hoy al menos cinco sin sacarla.
- Ya veremos.
Más besos, con lengua. Tenía una lengua grande y caliente que me metía en mi boca, rozándome encías, dientes y paladar.
Me mordía los labios a turnos. El de arriba, luego el de abajo. Lamia con locura mi boca, mis lóbulos, mi cuello.
Normalmente saben ustedes que haces instintivamente a la otra persona, lo que quieres que te hagan a ti.
Vuelta a la ronda del placer. Boca. Besos. Lóbulos. Cuello. Tetitas. Unas increíbles y tetitas pequeñas, con unos soberbios pezones grandes y duros. Algo caídas por la leche materna. Había amantado a dos churumbeles ya.
Era increíble, pero cierto. El hormigueo en mi polla me anunciaba el tercer polvazo.
- Voy a correrme. ¿Y tú?
- Dispuesta. Échame tu tercera leche vecino.
Toma tercero sin sacarla.
Buff. Que locura. No sé qué me ponía más. Era tener una morenita poquita cosa debajo de mí, o pensar en su pequeño coño apretando mi gorda polla.
Ambas cosas.
Me encantan los cuerpecitos.
Purifi no mediría más de 1,50 ni pesaría más de 50 kilos.
Haber visto entrar mi enorme polla en aquel aparentemente coño tan pequeño me había puesto cardiaco desde el primer segundo.
Obviamente no voy a mentirles mis lectores, esta vez, después de echarle tres lechazas, sí note que la polla se aflojó, no mucho, pero algo.
Pero sentir que empezaba a salirle algo de leche. Coger unos hilillos de leche con los dedos entre sus labios del coño y lamerla me volvió a dar un nuevo impulso de sangre y volví a bombearla como si fuese la primera vez que la follaba.
Estaba cachondo, muy, pero que muy cachondo.
Tardaría al menos media hora, pero el cuarto también saldría.
Joder que locura.
- Vecina. ¿Estas preparada para el cuarto?
- Ándele. Vecino. (Me dijo haciéndose pasar por una mejicana en el tono.)
El cuarto se aproximaba en segundos. Buaff.
- Toma mi cuarta leche vecina.
- Joder. Nunca me lo había pasado tan bien. (Me dijo)
Eran las cuatro y media de la mañana. La noche corría. Yo también me corría. Ella también se corría. Se corría todo.
Tenía poco más de una hora para cumplir mi promesa.
Hablamos. Nos estábamos empezando a conocer. Me contaba cosas de su juventud, de su familia. Pequeños retazos. Mientras mi polla bombeaba, despacio pero sin pausa.
Reímos. Nos contábamos anécdotas. Me contó que habían estado trabajando en Palma de Mallorca. Que no paraban de follar y correrse todas las noches. Se expresión se volvió triste.
- Vecina. Alegra la cara.
- Pues, sí. Que se joda el maricon cornudo de mi marido.
- Sigue follándome. Me encanta sentirte. Estoy más cachonda que nunca. Estaba hambrienta de polla, vamos mi coño.
- ¿Y no te has corrido nunca comiéndote el coño?
- Jamás.
- Mañana lo intentaremos. ¿Vale?
- Vale. Lo que quieras pollón. Me tienes loca.
Se me ablandaba. Si. Pero morcillona y gorda, no la dejaba salir.
Ella colaboraba al hacerme la llave con sus piernas. Me apretaba el culo. A veces también me clavaba las uñas en la espalada al apretar y contornearse. Al día siguiente me diría que le han salido agujetas de apretar.
- Sigo muy cachonda. ¿Seguro que me podrás echar otra leche?
- Seguro.
Preparamos el quinto. Estaba ya cansadete. Pero estaba muy ilusionado y excitado por el hecho de que me faltaba muy poco para tragarme todo aquel semen acumulado.
Imaginaba como lo haría.
Le fui adelantando.
- Cuando nos corramos por quinta vez, quiero que te sientes inmediatamente en mi boca. ¿De acuerdo? (A ver si suena la flauta)
- Qué dices. Eso es una guarrería. (La verdad que esta tía era obsoleta. Tendría que hacerla cambiar)
- Sí, pero me encanta. (Intenté convencerla)
- Me da asco pensarlo. (Vaya si se me jode lo mejor de la noche)
- Si no aceptas, no te veré más. Es una adicción que tengo. (Me tire el farol)
- Vale vecino. (Menos mal)
Preparamos el quinto y lo conseguimos, no sin cierto cansancio. Ella a sus treinta y pocos estaba bien. Yo ya no era un chaval. Tenía unos diez más que ella.
Al final lo conseguimos. Previo morreo y sus clásicos vicios de lóbulos, cuello y pezones.
- Vecino. ¿Qué?
- En marcha. ¿Tu?
- Cuando tú quieras. Yo estoy cachonda toda la noche. Sé que es mucho cinco polvos, pero estoy cachondisima y mi cuerpo pide más.
Un rato después y después de bombearle el coño a ratos, hablar de lo bien que lo estábamos pasando de comernos mutuamente las bocas. Lamernos los cuellos recíprocamente. Morderme los lóbulos, yo a ella solo mordisquearlos. Lamerle sus maravillosos pezones, que es lo que más recuerdo.
Estaba listo.
También estaba excitadísimo al pensar en tanta leche junta que me comería en breves momentos.
- ¿Lista?
- Lista.
Le pegue un par de buenos golpetazos, que hicieron sonar los líquidos de su coño en aquellas horas de la madrugada.
Chup, chup. Sonido del placer.
Chup, chup. Leche caliente y fluidos haciendo música celestial.
El hormigeo…
- Toma tu leche, vecina cachonda.
- Guau. (Se estremeció al sentirla y de inmediato tuvo su quinta corrida)
- Joder que gusto me has dado vecino. Te puedo decir que es el mejor polvo de mi vida.
Permanecimos abrazados mientras los orgasmos, los quintos, se reposaban.
Yo estaba algo impaciente. La mire.
- Vamos ponte.
- De verdad quieres que me siente en tu boca.
- Si por favor, me pone muy cachondo. Tengo hambre de leche.
Saque la polla.
Puso su mano en el coño para que no chorreara aquella bendita y deseada leche, mezclada con fluidos granainos. Que bien hacen eso algunas mujeres. Ponerse la mano como una cucharita.
Me tendí.
Bajé mi cuerpo todo lo que pude, para que no tuviese que menear mucho su cuerpo buscando mi boca…
Nos juntamos a la mitad de la cama.
Nada más sentir su coño ardiendo en mi boca, sentí la leche caer. Chorros de leche caliente y sabrosa.
Su mano busco mi polla.
- Joder vecino, aun dura.
- Uhmm. (No podía decir nada)
Relamí, trague. Volví a relamer. Volví a tragar.
Nos acomodamos. Eran cerca de las seis.
- Me tengo que ir.
- Hasta mañana vecina.
- Me lo he pasado fantástico.
- Yo también.
- Mañana te hare más cosas y has de dejarme.
- Lo que tú quieras vecino. Me has dejado cachonda.
Se levantó y se fue.
A la noche siguiente volvería y así muchas noches más durante todo el mes de agosto.
Al final no me fui de vacaciones.
La seguía teniendo dura.
No sé, no lo creerán, pero estaba tan cachondo que me tuve que hacer una paja para poder dormir algo. Seguía muy excitado.
Me levante tarde el viernes.
Por la noche de ese viernes, a la una en punto, Purifi volvería. Su marido trabajaba el sábado y volvimos a estar follando hasta las seis.
Que bien dormía el cuernudo de mi vecino. Toda la noche del tirón. Lo niños también dormían los dos muy bien. ¿Qué extraño? Llegue a pensar que les daba algo para dormir.
Follamos mucho más, muchas noches más.
Empecé a cambiar sus manías.
Conseguiría que se corriese metiéndole los dedos en coño al mismo tiempo que otro dedo en el culo.
Lo pasaríamos genial desde que amplio sus formas de correrse.
Le empezaría a gustar el sesenta y nueve. Aunque no llegaba a poder meterse toda mi pollaza en su boca. Se quedaba solo en la mitad. Algo es algo.
Llegaría incluso con el tiempo a correrse mamando leche. Aunque siempre la obligué a dejarme algo de leche calentita en su boquita de piñón.
Aunque antes de nada…
Tuve que convencerla de que no se separase.
La locura cachonda nocturna de la noche anterior le había dado por pensar que quería divorciarse, que yo me divorciase y venirse a vivir conmigo para siempre.
Menuda vecina. ¡Cabeza loca!
Menos mal que hablando se entiende la gente y mucho más follando.
Esa segunda noche, la pasamos también genial, cuando asumió la realidad. Aunque he de decirles, mis amables lectores que no pude echarle seis polvos… No recuerdo cuantos, pero jamás he echado seis sin sacarla.
Lo cierto y verdad es que me lo pase genial con Purifi aquel verano y bastantes meses después. Estuvimos juntos casi dos años.
Los polvos mañaneros del invierno eran muy rápidos, pero todos los días como un reloj me esperaba en su casa con la puerta entornada. Como daba a la otra calle, siempre aparcaba el coche en la otra esquina de tal manera que si mi mujer salía no lo veía.
Pasaba a su casa, cerraba la ñpuerta, iba al dormitorio. Alli estaba con su pequeño coñito abierto esperando que me gran polla lo taladrase dia tras dia, salvo los descansos de sus tres dias de regla.
Un polvazo rápido, un orgasmazo rápido en el coño de Purifi y a trabajar…
Si les van gustando mis relatos, vayan diciéndomelo. Gracias. Me encantaria que me escribiesen para sugerirme cosas. Una nueva amiga me ha escrito y me ha sugerido algo muy interesante. Estoy creando en mi mente el argumento. Si no son experiencias mias, se lo advertire. No quiero confundirles.
Hasta muy pronto.
En el próximo relato les hablaré de dos de mis sobrinitas, y sus trastadas, entre ellas una violación de un familiar junto a tres de sus amigas…