Cinco Sentidos: Tacto - Mochilero (Lobo y pantera)

“Mochilero”, así me llamaban mis amistades, quienes conocían mi afición por los viajes en autobús. Y “Lobo cazador” me decían los más allegados, que conocían mi orientación, tanto por mi apariencia estilizada, mi barba cuidada y mis vellos, como por mi tendencia a encontrar victimas en mis viajes.

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Y que soy un pervertido…


Una mochila no es más que un bolso de espalda, a menudo mucho más grande y con innumerables compartimientos tanto a la vista como discretamente disimulados en su interior… he tenido muchas mochilas a lo largo de mi vida… En mi país los sinónimos para este sustantivo no son muchos, pero hay uno en particular que me hace comprender mi afición… Mochila, Bolso, Morral, o… bulto… tal vez cambie el sentido de lo que acabo de decir trivialmente, y deba decirlo ahora en calidad de confesión… Tengo una gran, gran, gran afición por los bultos y a la vez, tengo uno muy, muy, muy grande…

Una vez, mi madre me contó que cuando pequeño, no podía dormir si no me acariciaba la espalda, al mismo tiempo que yo acariciaba la almohada con mis mejillas y abría y cerraba mis brazos para sentir mi colcha favorita… En realidad yo no tengo recuerdos al respecto, pero el hecho de que siga con la misma costumbre de acariciar las sábanas para dormir me hace creerle completamente. Tal vez de allí vienen las primeras tres cosas favoritas que descubrí en mi infancia y conservo hasta hoy, una meticulosa y dedicada ducha, el ritual de vestirme sintiendo las texturas de mi ropa y el ritual de desvestirme antes de dormir para sentir las caricias de mis sábanas…

En la adolescencia se sumaron dos más, el sexo pasional y los hombres… y una vez pude mantenerme a mí mismo adquirí la pasión por viajar… pero nada mejor que viajar de mochilero… siempre por carretera, con lo justo y necesario y las ansias de descubrir lo que me depara la ruta…

Mi primer viaje fue a los 21, para salir de la rutina decidí darme un playazo a Choroní con mis mejores amigos; sólo tres hombres solteros, vestidos de bermuda y franelilla, arrumados y apretujados en la parte trasera del bus, siendo contenidos por todos los cuerpos morenos y sudorosos que se dirigían a las playas quien sabe si a lo mismo que nosotros o quizá con fines más productivos… No sabía cuan erótico me resultarían aquellos roces involuntarios entre las piernas de mis amigos y las mías, sus brazos y los míos, sus abultadas entrepiernas y la circunferencia de mi cintura… Y además aquél maduro de mirada implacable que se encargaba de cruzar su mirada con la mía cada vez que el espacio lo permitía y que más adelante, disfruté por completo en un pequeño escondite entre arbustos y palmas.

En ese viaje, nuestra amistad tomó un mayor significado, cuando el alcohol nos desinhibió lo suficiente como para permitirnos dar un paso más, entre los tres, en la misma habitación… esa noche en la posada, antes de que saliera el sol y regresáramos a nuestra tierra, tome sus cuerpos entre innumerables roces y caricias… Pero ni ellos, ni ese momento, tienen que ver con la razón de este relato.

Actualmente los viajes para mí han sido contados pues cuando una crece, las responsabilidades cambian y la mía ahora era muy grande como gerente de relaciones públicas en una importante organización que se encargaba de construir y comercializar centros comerciales, empresariales y turísticos en toda Venezuela; sin embargo, recientemente había tomado mis vacaciones y tal como lo deseaba tome mi mochila, una toalla, traje de baño, artículos de cuidado personal y efectivo para hacer lo que más me gustaba…

“El mochilero”, así me llamaban mis amistades, quienes conocían mi afición por los viajes en autobús… Y “el lobo cazador” me decían los más allegados, que conocían mi orientación sexual, tanto por mi apariencia estilizada, mi barba cuidada y mis vellos, como por mi tendencia a encontrar victimas en sexuales en todos mis viajes.

Esa última vez, por cuestiones de la fortuna, en cada bus, en cada camino, y a cada momento se cruzaba en mi camino un hombre negro, con una sensualidad indescriptible, y una sonrisa impecablemente encantadora. No pude acercarme a él, pero durante toda la ruta, durante cada parada y en cada posada, tenía su figura felina cual pantera clavada en mi memoria

Al regresar, en el autobús, esta vez venía sentado entre dos hombres de edad bastante robustos; dado el ancho de nuestras espaldas era bastante incomodo y realmente imposible que nos acomodáramos correctamente en ese asiento… finalmente, resignado a un retorno engorroso, me sentí petrificado al sentir como el moreno de sonrisa impecable clavaba sus ojos una vez más en mí; agradecí la casualidad en mi mente y giré la mirada una vez ya no estuvo a mi alcance.

Al estar en Maracay, no lo vi nuevamente… y al llegar a Caracas asumí que no lo vería más…

Mis vacaciones habían terminado, los orgasmos aunque satisfactorios no habían sido suficientes, y la fantasía de aquel hombre de color se mantenía en mi cabeza mientras esa noche ya en mi cama me dedicaba a masturbarme frenéticamente mientras me acariciaba el pecho con mi mano libre y estrujaba mi espalda contra las sábanas frías. Necesitaba liberar mi semen sobre abdomen y extenderlo luego sobre mí para sentir esa calidez que emanaba de mi propio cuerpo… Al tener tan generoso instrumento entre mis piernas, mis testículos eran igualmente poderosos, y mis descargas les hacían honor… Me dormí con el cuerpo pegajoso y desperté aún sujetando mi flácido pene. Tomé una suculenta ducha, erotizándome con el agua que me recorría, con la lubricidad del jabón, con el raspor de la esponja y con la caricia de la espuma… me vestí elegantemente y tome mi mochila con mis cosas para volver a la rutina en mi gris y aburrida oficina.

En Caracas, la manera más efectiva y rápida de desplazarse es utilizando el metro, ya que en las calles las colas de vehículos se forman en todos los sentidos… Por mi parte, el metro estaba bien… ya que por la misma razón, siempre estaba colapsado y por lo general lograba recrearme sintiendo la espalda de algún jovencito que iba al liceo, los brazos de algún otro que iba al gimnasio o el bulto de alguno más osado que se situara junto a mí. Ese día no sería la excepción.

Mientras me dejaba arrastrar por ola de personas que se peleaban por alcanzar entrar en los vagones, tuve la impresión de ver al moreno de pronto con esa sonrisa brillante que delataba su juego conmigo. Intente encontrarlo varias veces pero no lo conseguí… Una vez dentro del vagón, el morbo me encendió cuando lo noté a un par de metros, también de pie y buscando mi mirada como lo hizo en el bus a Choroní. Pero esta vez era diferente… En cada estación, mientras la gente subí y bajaba el se acercaba más y más, se aproximaba como una pantera entre la oscuridad provocándome escalofríos que me estremecían y me hacían casi tiritar por la intensidad de la escena… Al final, su brazo roso el mío y una corriente de energía me volvió loco, lentamente se movía y terminó bajando su brazo para apretar fuertemente la inmensa erección que se exhibía en mi pantalón… me dedicó una mirada profunda y me sonrió entre la oscuridad… el conductor anunció su parada y como si de un felino real se tratara, estrujó su cuerpo contra el mío reclamando propiedad, la propiedad de mi miembro con ese apretón, la mi cuello con un pequeño beso, la de mi espalda con el rose de su pecho y la de mi culo entero con toda su longitud, que se adivinaba deliciosa apenas sintiéndola sobre la ropa.

Las luces se encendieron y mi reflejo inmediato fue disimular mi erección con mi mochila, mientras pensaba en volverlo encontrar y finiquitar ese juego absurdo. Extrañamente esa también era mi parada, pero una vez más lo había perdido.

Caminé con esa cosquilla recorriendo mi cuerpo… con la incómoda sensación de mi pene estrangulado y la preocupación de llegar tarde a la oficina. Llegué a la torre ya sin mirar a ningún lugar, con la mente en otro lado, y una vez más me dejé empujar por las personas pero esta vez dentro del ascensor… no podía creer cuan pequeño era el mundo y cuan grandes las casualidades, pero ahí estaba él, viéndome sonriente y buscando la manera de acercarse a mí. Paramos en el rincón del ascensor, él detrás de mí moviendo su pelvis lentamente contra mis nalgas y yo cubriéndome con mi mochila mientras sentía su respiración en mi cuello. Era lo más lejos que había llegado en una situación en público, el placer se extendía por toda mi espina dorsal y cuando creí que ya era demasiado, paso su mano por delante de mí y acarició mi pene a lo largo con la punta de sus dedos… Había llegado a mi piso y me abrí paso entre las personas para quedar junto a la gran puerta de vidrio de mi trabajo mientras esperaba que el vigilante me diera entrada… y a mi lado, él con su sonrisa que ya en cierto punto me asustaba.

- Buenos días Sr. Tortolero - me saludó el vigilante con su habitual gesto de manos – Buen día Jaime- respondí expectante por la presencia de mi acompañante

- Buen día Sr. Bernál- le dijo Jaime como si nada – Buen día - respondió él con una sonrisa ya burlista.

No comprendía absolutamente nada de lo que ocurría, estaba sumamente nervioso y en un intento por escapar de esa situación me interné en mi oficina para ponerme al día con el trabajo. Saludo a mi asistente en su escritorio antes de cerrar con pestillo la puerta de mi oficina

-Sr. Tortolero, espere un momento - interrumpe mi intento de escapar – Bienvenido de nuevo; el gerente de desarrollo ha pautado una reunión para Ud. El día de hoy con un representante de la constructora con la que se abrieron las negociaciones antes de que saliera de vacaciones; me pidió encarecidamente que le comunicara la importancia de finiquitar ese contrato ya que espera que pueda darse una fusión, sus palabras textuales fueron “Dígale que se entregue en cuerpo y alma a este proyecto. En su escritorio encontrará la carpeta con la información-

Sin más que asentir aún sumido en mis pensamientos, terminé cerrando la puerta y echándome en mi escritorio sin más opción que revisar aquellos documentos.

No pasaron más que un par de minutos cuando mi extensión sonó y mi asistente me anuncia la llegada del personaje que esperaba… Me levanto, quito el pestillo y al abrir la puerta lo veo con su enorme sonrisa blanca y sus ojos de cazador…

Me helé, me excité mil veces más si se podía –María Eugenia- dije mientras no dejaba de ver al moreno de traje gris –sí, digame - preguntó con su tono robótico –Tómese el día, hoy dedicaré mi día a esta reunión- sentencié mientras le daba la mano con firmeza a mi invitado.

La puerta se cerró una vez más y tras un par de frases entre los dos aún de pie, salté a besarlo como un animal.

Nuestro encuentro era como el de dos bestias salvajes que buscaban devorarse la una a la otra, pero esta vez el lobo que acostumbraba morder la yugular de sus presas para dejarlos indefensos, e inmóviles se encontraba en desventaja frente al poder del hombre pantera… sus manos grandes se enroscaban en mi cintura, sus brazos poderosos limitaban mis movimientos al punto en solo pude dejarme levantar y abrazarme a su cuello como tantas veces otros hombres se abrazaban a mí.

Sentado en mi escritorio con ese hombre entre mis piernas me dejé desabrochar la camisa para que él hurgara en mi pecho y me sobara con ferocidad mientras me devoraba el cuello y mordisqueaba detrás de mi oreja. La palma de sus manos se estrujaba sobre mi piel como si sellara su ADN contra mí al transferirme sus huellas digitales… este hombre me desarmaba, mi cuerpo sentía espasmos que emanaban desde mi nuca hasta mis rodillas, haciéndolas temblar y haciendo que voluntariamente quisiera ser yo el profanado en esta oportunidad.

El sacó mi miembro erecto sujetándolo con fuerza para dedicarle una mamada, una sola, fuerte, certera, recorriéndolo con esa lengua áspera y poderosa que ya había estado en mi garganta. Sin saber cuándo había desarmado su pantalón, ni como había terminado de rodillas frente a él, era yo quien se llenaba la boca con ese monstruo que pronto me tomaría. Me estremecía por completo con cada arcada y por la forma en que me sujetaba el cuello y me sobaba la espalda, me halaba el cabello son movimientos seductores, y sujetándome de la barbilla me llevó de nuevo a su boca para voltearme bruscamente e inclinarme sobre mi escritorio.

Mi pantalón arrugado y caído sobre mis pies, frenaba el movimiento de mis piernas pero no impedía que las abriera lo suficiente para sentir la humedad de la lengua de aquella fiera negra impregnar con saliva mi agujero que palpitaba de puro placer…

Una fina cosquilla me recorría de forma corpuscular, la excitación me tenía fuera de mí y el hecho de tener que contener mis gemidos sólo hacía que el placer y el morbo fueran mucho mayores…

En un segundo sentí miedo al percibir la punta de su erección estrujarse contra mi agujero, deseoso pero aterrado… y al siguiente la sensación que invadía mi cuerpo no era más que dolor… pero lo disfrutaba.

Entre sus embestidas que a pesar de ser suaves y cuidadosas eran profundas y fuertes a la vez, comencé a sentir el mejor maldito placer de toda mi vida. Su cuerpo se abrazaba al mío envolviéndome y aplastándome sobre mi escritorio mientras me marcaba con sus dientes me dominaba ya sin esfuerzo, pues yo, que me había convertido en su presa desde ese momento en el autobús, no ponía ningún tipo de resistencia y me dejaba hacer, me dejaba comer y me dejaba penetrar como él pudiera quererlo.

El placer me tenía ciego y débil. Mi cuerpo no respondía. Mi pene se sentía amoratado e irritado por la fricción de su desnudes sobre el vidrio frio de mi escritorio… en un movimiento sentí que me cargaba y me giraba sin siquiera salirse de mí, para terminar aterrizando en una silla en donde ahora yo quien montaba a la pantera para oírla ronronear como gatito tratando de callar la explosión de su venidero orgasmo…

Sentí unas palmadas en mis nalgas que me daban la orden de ponerme de pie, sin preverlo o imaginarlo, entonces mi pene se perdía en su boca una vez más pero esta vez si con mucha más pasión y deseo de exprimirlo por completo… contemplar la escena desde un punto más consciente, observarlo masturbar su enorme miembro frenéticamente mientras contenía las sensaciones casi que contorsionándose y dentro de todo eso comerse el mío… iniciaron en mí los estallidos finales… Desde mi abdomen una corriente cálida que estremecía mis músculos comenzó a recorrerme de arriba abajo y en todas direcciones. Una mano de mi pantera se plantaba en mis nalgas húmedas y enrojecidas para meterme más profundo en su garganta mientras sentía una lluvia cálida y viscosa impactar contra mis piernas y chorrear enredándose en los ensortijados vellos…

El espasmo final… su garganta había recibido disparos a quema ropa, y sacándome de su boca rápidamente sonrió una vez más mirándome como quien ha tocado el cielo y regresa a la vida para aferrarse a ella y me dice –Entonces Sr. Tortolero, trato cerrado… Agarre su mochila que nos vamos a mi hotel para discutir los detalles finales…

Un demonio se había apoderado de mí, y sabiendo lo que me esperaba en adelante, mis piernas flaquearon una vez más, comprendiendo que no tardarían en volverse a abrir a la merced del hombre pantera.