Cinco sentidos
Disfruté escribiendo este relato pero disfruté mucho más tenerlo así, a mi merced
CINCO SENTIDOS
Por: Horny
Hoy es viernes, uno de mis días favoritos de la semana pero no es un viernes cualquiera, es 29, y como todos los 29, mi esposo y yo estamos de celebración. Son casi las 6 de la tarde, sigo en la oficina y los minutos avanzan lentamente, como siempre que uno está pendiente del reloj, o como cuando espera ansiosamente algo. En mi caso esperaba la hora de salida para poder correr a mi casa. Una de mis manos jugueteaba impaciente con el mouse mientras los dedos de la otra se enredaban en mi pelo, mis piernas bajo la mesa se movían con desesperación y el calor sofocante de la oficina mantenía mi espalda empapada en sudor. Mi ropa interior no se quedaba atrás, especialmente la zona de mi entrepierna que a esas horas del día se encontraba húmeda y no solo por el calor de la tarde...
Maldito reloj me dije. Parecía detenido a las 6 menos cuarto y el segundero avanzaba pesadamente, como si el calor lo tuviera también en ese estado de letargo en que todo el mundo andaba sumergido.
Llevaba ese día pantalón negro y grueso (mala elección) y afortunadamente una blusa de un material liviano, casi transparente que dejaba ver un bonito sostén negro adornado con un poco de encaje. Completaba el atuendo unos zapatos de tacón no muy alto y un collar de perlas rosadas con el cual había jugueteado alguna vez en el baño de mi oficina en un momento de deseo incontenible. Llevaba mi largo cabello suelto, me llegaba hasta la mitad de la espalda, como una cascada castaña y semi ondulada. Decidí ir hasta el baño, para hacer algo de tiempo mientras llegaba la hora y de paso para refrescarme un poco.
Al ponerme en pié, no pude evitar que un par de ojos me siguieran en mi recorrido hasta el baño. No es que sea la más buena de la oficina pero no estoy nada mal y eso sumado a mi picardía natural hace un buen conjunto. Llegué al baño y después de hacer pis me acerqué a la rejilla de ventilación, con los pantalones aún abajo... a ver si de pronto llegaba algo de aire a mis lugares más calientes. Separé las piernas y una deliciosa corriente de aire fresco recorrió mi piel. Cuando me cansé de ese pequeño juego decidí quitarme la tanga la sentía empapada y me incomodaba. Volví a mi puesto, guardé la tanga en mi cartera y comencé a organizar mis cosas para salir, de modo que a las seis en punto y como si un resorte saliera de mi silla, me levanté y salí corriendo de la oficina no sin que antes la mirada de un par de envidiosos me atravesara de lado a lado... y solo porque debían quedarse un poco más.
Qué culpa tengo? Pensé - tengo todas mis cosas al día... en una hora a lo sumo estaré teniendo sexo delicioso mientras ustedes siguen aquí por dejar acumular el trabajo de la semana. Sonreí.
Durante el trayecto a casa no hice otra cosa que pensar en él, en el hombre que a pesar de los años aún deseaba como el primer día, o tal vez más aún. Sonará cursi para algunos, pero es algo muy real, pues cada uno había aprendido lo que le gustaba al otro, como, por donde, cuando y con qué intensidad, sin esa presión o tal vez temor que se siente cuando se está con alguien nuevo... con él sentía a veces la serenidad de lo cotidiano y otras veces, en nuestros momentos más placenteros, la pasión de disfrutar del sexo sin inhibiciones, con la seguridad de poder probar cualquier cosa en la cama sabiendo que la respuesta siempre será "Si".
Mi esposo me esperaba en el parquecito cerca de nuestro apartamento, como todos los días ya se había convertido en una pequeña y romántica rutina que significa muchas cosas para mí
Nada más verlo mi corazón y mi clítoris dieron un brinco de emoción pues no solo lo amo, también lo deseo y me encanta mirarlo mientras me acerco... es tan alto, tan moreno y siempre está completamente afeitado tal como me gusta para poder sentir la suavidad de su piel cuando... me haga cositas. Me recibió con un suave beso en los labios y caminamos juntos y abrazados las pocas cuadras que nos separaban de casa.
Tengo una botella de vino espumoso enfriándose en la nevera - me susurró al oído mientras me acariciaba la espalda por debajo de mi gruesa chaqueta. Su mano bajó juguetona por mi cintura hasta donde cambia de nombre y allí se detuvo, había muchos curiosos a esa hora en el parque.
Y yo yo me quité la tanguita antes de salir de la oficina contesté guiñándole un ojo. Sonrió.
Por fin llegamos a casa y de allí pasamos directamente a la habitación. Él recientemente había tomado un baño... yo rápidamente hice lo mismo mientras él preparaba la cama, alistaba las copas y el vino.
Ponte esto para mí mientras salgo - le dije lanzándole la tanga negra que yacía en mi cartera húmeda aún.
Él sonrió siguiéndome el juego. Después de todo el tiempo que hemos pasado juntos, ninguna de mis pequeñas ocurrencias le sorprende. Cuando salí del baño vestida solo con un cachetero rojo de encaje lo encontré tumbado en nuestra cama usando mi tanga.
Te ves muy sexy - le dije - ponte de pié para verte mejor.
Obediente se incorporó y se dio vuelta y fue cuando observé sus generosas nalgas coronadas por el triangulito negro de la tanga.
Tienes algo más en mente? - me preguntó divertido.
Si - le contesté - en aquel rincón hay una manchita en el tapete que necesito que limpies - le dije señalando el piso, junto al baño.
Se sorprendió un poco con esto último pero al ver mi sonrisa pícara me siguió el juego. Tomó una toalla húmeda, se puso en cuatro y comenzó a buscar la inexistente manchita.
Donde está exactamente? - me preguntó.
Me acerqué a él por detrás y me ubiqué entre sus piernas.
Está más al rincón - le dije acercándome a su trasero y sintiendo su suave aroma, el de su cuerpo mezclado con algo de jabón. Por suerte prevalecía más el primero que es el que me excita.
Comencé a acariciar sus nalgas suavemente mientras le pedí que siguiera frotando la "mancha"... delineé la tanga con mis dedos y continué acariciando sus piernas primero la parte externa, luego la interna. Me acerqué un poco más a sus nalgas y las besé con timidez usando inicialmente solo mis labios, luego mi lengua... escribí en sus nalgas con mi saliva y luego lo mordí un poco, sin hacerle daño, solo lo suficientemente fuerte para que sintiera mi deseo.
En ese instante sujeté sus nalgas con mis manos mientras mi nariz se aventuraba un poco más entre su canal sintiendo cada matiz de su esencia salvaje, tan única.... mi lengua la siguió y comencé a lamer aquella parte de la tanga que cubría su agujerito. La tanga también estaba impregnada de mí, de mis aromas, de mi cuerpo. Su olor y el mío se mezclaban en ella en ese momento. Él se quedó quieto... dejó de frotar la alfombra y se dedicó a disfrutar de mis atenciones. Suavemente comencé a deslizar la tanga por sus piernas hasta dejarla a la altura de las rodillas. No pude esperar a quitársela por completo... su agujerito se abrió ante mí como un manjar que me moría por probar.
No lo hice esperar, metí mi lengua y lamí de abajo hacia arriba llenándome de sus sabores. Toda esa experiencia fue un banquete para los cinco sentidos. El primero, la vista. Me encantó verlo usando mi tanga, luego frotando el tapete. Su cuerpo en cuatro patas moviéndose deliciosamente y por último ver su orificio abriéndose para mí. Con el segundo sentido, el olfato, pude disfrutar la mezcla de nuestras fragancias más íntimas y secretas. El tercero y cuarto, el tacto y el gusto, fueron parte esencial de toda esa experiencia sensitiva pues me permitieron probarlo en el sentido más salvaje y animal de la palabra... pude lamerlo, morderlo, saborearlo, pasar mi barbilla por la parte trasera de su anatomía.... El quinto sentido no se quedó atrás pues también disfruté de sus gemidos, de la manera como me suplicaba que me detuviera.
Para que me vas a hacer venir muy rápido - me suplicó.
En serio quieres que pare? - le pregunté sin creerme para nada que de verdad deseaba que me detuviera.
No... Sigue por favor, cómeme - me susurró apoyándose en sus codos pues mi lengua había aumentado la velocidad e intensidad de sus embestidas.
Tomé la copa de vino de mi mesita de noche y con cuidado derramé unas gotas en su espalda. Su cuerpo reaccionó al frio del burbujeante líquido yo lamí rápido antes que se escurriera demasiado entre sus piernas. El sabor me encantó, su cuerpo le agregó un ingrediente secreto... perturbador. Continúe así un buen rato... introduciendo ahora un dedo en el vino y acariciándolo con él.
Unos minutos después me metí entre sus piernas de modo que quedé bocarriba para prestarle también atención a su verga. La tenía a esas alturas completamente tiesa, mojada. Toqué su glande con la punta de mi lengua... me relamí con su preciado líquido preseminal... solo un poco... solo lo suficiente... Mi intención era hacerlo llegar sin siquiera tocarle la verga, solo con mi largo beso negro. Volví a su retaguardia para un segundo ataque. Mi lengua traviesa no pudo ir despacio a partir de ese instante y sus gemidos aumentaron.
No tuve piedad... él trató de escapar gateando pero lo sujeté con firmeza. Mi lengua entraba y salía de su culo... él me suplicaba que parara, que me la quería meter pero le dije que no, que habría tiempo para todo, que la noche apenas comenzaba. El calor de mi aliento lo inundó, mi saliva y el vino lo empaparon completamente... sus gemidos se convirtieron en gritos entrecortados que ahogó con la toalla que aún estrujaba entre sus manos. Agarré su verga desde atrás y la sentí palpitando. Cuando lo sentí así, a punto de llegar disminuí la velocidad para prolongar su clímax. Su cuerpo se tensó mientras gruesas y espesas gotas se escurrían hasta el tapete. Solo en ese momento me detuve.
Él por supuesto cobró venganza esa misma noche... bebió de mi cuerpo hasta saciarse y me dejó completamente satisfecha. Esa noche, que había comenzado con una supuesta mancha en el tapete junto al baño, había culminado con una mancha real, una que nos recuerda lo bien que la pasamos y esa mancha... esa por supuesto no la he querido borrar.