Cinco días de gloria

Cinco días de gloria fue todo cuanto pude conseguir de ella. No importa el motivo, marcarse una fecha cuando dispones de el resto de tu vida es una locura, igual que ocultar ahora el auténtico motivo.

Cinco días de gloria

Cinco días de gloria fue todo cuanto pude conseguir de ella. No importa el motivo, marcarse una fecha cuando dispones de el resto de tu vida es una locura, igual que ocultar ahora el auténtico motivo. Supongo que debe parecer una falta de respeto para el lector: la gente no quiere historias a medias. Pero no puedo decir mas, solo que nos quedaban cinco días y después de eso no volveríamos a vernos. Las cosas a veces suceden sin mas, si nos empeñamos en nadar contracorriente solo conseguiremos hundirnos en el río. Ella me acababa de dar la noticia y ambos acordamos eso: cinco días, ni uno mas ni uno menos. Podrían haber sido veinte o quince pero acordamos cinco. Ponerse una meta, fijar una fecha, ayuda a conseguir un objetivo. Sobretodo cuando tienes mucho que perder. Sobretodo cuando el tiempo corre en contra tuyo. Es ridículo esconder el motivo que nos movió a encontrarnos (que es el mismo motivo que nos obligaba a separarnos después) pero prefiero que sea así. Que cada uno imagine el motivo que prefiera, quizás algunos acierten. El motivo no es lo importante. Lo verdaderamente importante es lo que sucedió después de que ella me diese la noticia. Fue un domingo por la noche y al día siguiente íbamos a vernos por primera vez. Por fin, después de tanto tiempo y tantas conversaciones.

Nunca nos habíamos visto en persona antes. Quizás hubiésemos debido hacerlo pero lo cierto es que nunca sucedió, por uno u otro motivo. Parecíamos destinados al desencuentro. Por eso cuando ella me dio la noticia, en ese mismo momento acordamos que transcurridos cinco días, todo acabaría.

LUNES: La primera vez que nos vimos fue en un bar lleno de gente. Solamente entrar en el bar la reconocí. ¿Cómo puedes reconocer a alguien que nunca has visto? Aquella mujer desprendía una luz especial. Habían otras mujeres (pocas) y muchos hombres (la mayoría mirándola), ella permanecía en una esquina de la barra del bar tomando un te y ojeando un libro. Era morena y alta, algo delgada, sus brazos eran estilizados así como sus piernas. Iba vestida con un traje chaqueta de color negro, con falda por debajo de la rodilla, medias negras, zapato plano también de color negro y llevaba el pelo recogido en un gracioso moño. Era ciertamente hermosa y desprendía una clase especial que no podría describir aquí ahora como tampoco puedo describir la sensación que me hizo saber que era ella. Ambos habíamos llegado media hora antes al lugar de nuestra cita.

-Hola -dije poniéndome a su altura -Felicidades.

Ella desvió la mirada del libro y me sonrió. Después me dio un beso en la mejilla y cerró el libro. Pese a estar en un ambiente propicio a los olores de frituras, alcohol y sudores, ella olía a rosas. A rosas rojas recién cortadas. Aun puedo olerlas.

Estuvimos hablando un rato sobre el libro que estaba leyendo y también sobre el motivo que nos había hecho apresurarnos a conocernos, ese motivo que había acelerado nuestros relojes de manera casi irracional. Ella estaba radiante. No era para menos. Salimos del bar y comenzamos a caminar calle abajo, en dirección a un hotel. Yo ya había reservado una habitación. Caminábamos como dos conocidos bajo el sol de Barcelona. Hacia un día magnifico aunque habían anunciado lluvias. A mi me daba la impresión que nunca mas volvería a llover. Así me sentía caminando a su lado y a juzgar por su expresión creo que ella estaba igual de feliz.

Cuando llegamos a la habitación cerré la puerta con violencia, la cogí del brazo y la arrastré hasta la cama, entonces la desnudé completamente y ate sus brazos y sus piernas a las cuatro patas de la cama. Ella estaba boca arriba, con brazos y piernas abiertas. Me senté en una silla y la contemple detenidamente. Su cuerpo, sin ser exhuberante, era terriblemente atractivo, sus pechos algo pequeños pero bien formados, hombros anchos, caderas normales, estómago perfecto, las piernas algo delgadas pero fuertes y su sexo completamente afeitado. Ella había comenzado a sudar y su piel tostada estaba perlada de gotas.

-¿Tienes miedo? -le pregunté.

-Tengo miedo y estoy excitada. Pero no te preocupes por mi.

Me levanté de mi asiento, di dos pasos hasta ella, cogí sus pezones entre mis dedos y apreté con fuerza. Ella ahogó un grito y apretó las mandíbulas para evitar llorar.

-No me preocupo por ti -dije e inmediatamente fui hasta la terraza, descorrí las cortinas y abrí las puertas de par en par.

No disponía de tanto tiempo para comenzar a preocuparme por ella. Solo debía actuar como siempre había imaginado que lo haría.

Desde nuestra habitación podía verse la calle y parte de un edificio. Estábamos en un primer piso. Algunos viandantes y la mayoría de los habitantes del edificio de enfrente podía verla completamente desnuda y atada a la cama. La deje así y volví a mi asiento. Ella se revolvió mientras miraba al exterior. Conocía su miedo, conocía su excitación. Miedo por que alguien pudiese reconocerla (un miedo infantil... la posibilidad era mínima) y excitación por sentirse exhibida de esa manera. La tuve así mas de media hora, sin decir nada. Después cerré las puertas y las cortinas.

MARTES: La segunda vez que nos vimos fue en plena calle. Ella iba vestida mas o menos como el día anterior. Venia también directamente desde su trabajo. Al verla volvieron a mi memoria todo lo que habíamos vivido en aquella habitación el día anterior. La había utilizado, humillado, dominado, insultado y azotado... la había hecho mía sin la mas mínima de las justificaciones, solo porque me apetecía. Había entrado en todos los agujeros de su cuerpo y todos los había llenado con mi semen. Después nos habíamos despedido y cada uno había vuelto a su vida. Ahora volvíamos a estar frente a frente. Yo había aparcado el coche en un parking cercano, le dije que me acompañase. Había aparcado el coche cerca de la entrada, justo al lado de la salida aunque lejos de la caseta del vigilante. Un lugar transitado pero seguro. Una vez dentro del coche me baje los pantalones y cogí su cabeza encaminándola hacia mi polla. Ella en principio opuso algo de resistencia. Estábamos cerca de su trabajo y por allí entraba y salía bastante gente, pero al final su boca comenzó a hacer el trabajo que yo (ahora, su amo) había ordenado. Deslicé mi mano por debajo de su cuerpo y desaté su blusa, después metí la mano sin demasiada delicadeza dentro de sus sostenes y comencé a magrearle un pecho. He de reconocer que ella chupaba con auténtica sabiduría, quizás con demasiada prisa porque el lugar y la situación la obligaban a acabar cuanto antes, pero estaba metida en su papel. Antes de correrme saqué mi polla de su boca y lance la leche contra su cara impregnando sus labios, parte de la nariz y un poco de su pelo. Entonces abrí la puerta del coche y la ordené salir al exterior. Ella hizo el amago de limpiarse el semen de la cara pero yo se lo impedí. La empujé fuera del coche e inmediatamente arranque el coche y me fui mientras por el espejo retrovisor podía verla temblando y escondida detrás de una columna mientras buscaba algo en su bolso para limpiarse el rostro y se abotonaba la camisa. Esa fue mi ultima imagen suya... hasta el día siguiente.

MIÉRCOLES: Habíamos quedado en mi casa, también por la tarde, a la salida de su trabajo. Ella llego puntual. Estaba tan radiante como los dos días anteriores aunque pude advertir en su expresión ciertos rastros de rabia por lo sucedido el día anterior. Eso me gustó. Objetivo conseguido. Le preparé un te y estuvimos hablando de como se sentía y de como estaba viviendo todo aquello. Ella era una mujer inteligente (además de hermosa) y me di cuenta de que estaba viviendo aquello sin demasiada complicación, sin analizarlo demasiado, eran cinco días y no habrían mas. Tenia el resto de su vida para analizarlo. Ahora no era el momento.

Le dije que se desnudase completamente, a continuación saque una cámara de vídeo y comencé a grabarla. Ella se tapó instintivamente.

-Eso no -protestó.

Me acerque a ella con la cámara y la obligue a arrodillarse, después metí mi polla en su boca. Grabe toda la mamada, incluido mi semen cayendo por tercer día consecutivo dentro de su boca, ella debía mirar directamente a la cámara. Después de un descanso la puse a cuatro patas y comencé a sodomizarla con fuerza mientras grababa toda la escena. Sus gritos incluidos. Mis insultos también. He de reconocerla que la trate con auténtica ira, haciéndola sentir la mas puta de entre las putas. Estuve cerca de dos horas grabando. Finalmente la dije que se vistiese y se largase de mi casa inmediatamente.

JUEVES: Al cuarto día sus ordenes eran ir a una dirección. Era la casa de un amigo mío en el centro de la ciudad. Llegó puntualmente. La besé en una mejilla y la acompañe al comedor. Allí habían dos hombres mas, los dos eran amigos míos y también amos. Ella dio dos pasos hacia detrás. Los hombres estaban sentados en un sofá amplio, en los extremos. La ordené que se sentase entre ellos. Cuando lo hizo estaba temblando como un auténtico flan. Entonces encendí el televisor y puse lo que había grabado el día anterior. Su semblante se puso pálido cuando se vio desnuda en el televisor y como aquellos dos desconocidos iban a verlo todo. En un momento hizo el amago de levantarse pero no lo hizo. Se limitó a cerrar los ojos y tragar saliva. Aquello era mucho mas humillante de lo que podía soportar. Yo lo entendía pero era necesario hacerla pasar por tal ejercicio: verse expuesta y utilizada, tener a dos hombres a su lado que presenciaban eso sin saber que le esperaba a continuación. Transcurridas dos horas la cinta acabó y yo pare la televisión. Ella estaba sollozando levemente. La obligue a levantarse. Tuve que ayudarla, estaba temblando y no tenia fuerzas. Entonces mis dos amigos comenzaron a insultarla, a decirle lo puta que era, que solamente una zorra viciosa podría prestarse a eso. Mis amigos desplegaron todo el repertorio de insultos hasta hacerla llorar de verdad. Eran unos maestros. Ahora ya no eran sollozos, eran auténticos lloros. Estaba verdaderamente avergonzada y arrepentida de haber llegado hasta ese punto. Yo lo sabia. ¿Cómo no iba a saberlo? Era mi plan. Cuando hubieron acabado le dije que podía irse. Ella me miró sin entender nada y se fue. Yo sabia como iba a sentirse cuando saliese a la calle. Iba a experimentar una sensación de alivio y excitación que todo comenzaría a tener sentido para ella. Aquel Jueves nadie le había puesto una mano encima pero ella iba a sentirse la sumisa mas puta de este mundo. Iba a sentirse mas viva que nunca.

VIERNES: el ultimo día que la vi también estábamos en el mismo bar lleno de gente. Ahora ella estaba tomando una cerveza y se había vestido especialmente para la ocasión. Una falda bastante corta (a medio muslo), medias negras, zapatos de tacón y un jersey negro sin mangas. Estaba realmente preciosa. Maldije que fuese el ultimo día. Quizás ella lo sabia y posiblemente por eso se había vestido así... su particular venganza. Me pareció bien. También tenia derecho a lograr su parcela de poder por insignificante que esta fuese.

De repente me di cuenta. Era el ultimo día que iba a verla. ¿Y ahora que? Siempre que he dominado a alguien lo he hecho sin pensar en que mis actos tenían fecha de caducidad. Pero ahora era diferente. Aquella mujer a la que había deseado durante tanto tiempo iba a desaparecer de mi vida después de cuatro días de gloria. Ella era una auténtica sumisa. De eso no cabía ninguna duda. Pero las circunstancias impedían que aquello fuese más allá de cinco días, quizás podían ser cinco semanas más, pero cuando hay un final, a veces lo mejor es acabar cuanto antes.

-Hoy es el ultimo día -dijo ella -¿me has preparado algo especial?

-Si -dije cogiéndola de la mano y sacándola de allí.

Fuimos hasta mi casa, la llevé a mi habitación, la desnudé con cuidado y le hice el amor lo más delicadamente que recuerdo habérselo hecho nunca a nadie. Necesitaba entrar en aquella mujer y amarla por ultima vez con toda la intensidad de que fui capaz. Su piel ahora sabia diferente, ya no exhudaba el olor a miedo, ahora sabia a melocotón, su pelo olía a miel y su sexo olía a fresas con nata. Sus movimientos eran lentos y su cuerpo desprendía ese calor tan cercano a los sentimientos y tan alejado de lo puramente físico. Estábamos haciendo el amor, no estábamos follando, ya no éramos amo y sumisa. Lo que nos había acercado había sido un instinto puramente animal pero no obstante ahora nos estábamos despidiendo como dos personas. Yo sabia que me estaba equivocando, ella estaba casada y estaba enamorada de su marido, yo no quería enamorarme de ella. Hacer el amor era lo ultimo que necesitábamos pero lo hicimos. Como dos amantes. Cuando me despedí de ella en la puerta la cogí de los hombros y la estampé un fuerte beso en la mejilla.

-Felicidades -le dije- espero que tu embarazo vaya bien. Te deseo todo lo mejor.

Ella no contestó, simplemente me dio un beso en la comisura de los labios y se fue de mi vida para siempre.

Fueron los cinco días de gloria mas intensos de mi vida. Desde entonces no he podido olvidarla pero tampoco he hecho nada por recuperarla. No tengo ningún derecho. Solo eran cinco días y los gastamos como mejor supimos. Ahora me queda el recuerdo. A través de una amiga común supe que finalmente tuvo una hija sana y preciosa a la que llamaron como ella. Creo que ahora es una mujer feliz, espero que lo sea. Yo sigo yendo a desayunar cada día al mismo bar donde nos encontramos por primera vez, por ultima vez, y espero que algún día ella este allí leyendo un libro y tomando un te. No me importaría que estuviera con su hija, no pretendo nada. Solo volver a verla y decirle que recuerdo esos cinco días que estuvimos juntos como cinco días de auténtica gloria.

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amo_ricard@hotmail.com