Cierra los ojos

¿Y qué hay de sus otras necesidades? Mi mente trabaja a toda prisa, buscando razones para no seguir. Pero por cada una que encuentro, siempre obtengo la misma respuesta. Una madre tiene que cuidar de su hijo. Tiene que cubrir sus necesidades.

Terminó la carrera y siguió estudiando. Quiere ser abogado del estado, como lo fue su padre, y las oposiciones que tiene que pasar son muy duras. De hecho, no logró pasar las primeras a las que se presentó.

No sale de casa, descuida a sus amigos. Se pasa el día encerrado en su cuarto, estudiando, estudiando. Eso no puede ser bueno. Yo se lo digo. Que salga, que se distraiga.

-Mamá. Ya saldré y me divertiré cuando apruebe estas malditas oposiciones.

-Pero mi amor. Esto no es vida. Te pasas el día encerrado. Estás pálido, ojeroso.

-Estoy bien, mamá.

-¿Estás seguro que es esto lo que quieres? Ya eres licenciado en derecho, con buenas notas. Seguro que puedes encontrar trabajo en cualquier bufete, o hacer unas oposiciones más fáciles.

-Claro que es lo que quiero. Se lo prometía a papá.

-Él ya no está, y sé que lo que él deseaba es que hicieses lo que tú quisieras.

-Esto es lo que quiero. De verdad que sí.

Le doy un beso en la frente y lo dejo seguir estudiando.

Es mi único hijo, mi niño, mi tesoro. Lo único que me queda y lo que más quiero en este mundo. Es tan guapo, tan hombre. Me recuerda tanto a su padre. En el fondo agradezco que estudie tanto. Así está en casa. Aunque casi no lo veo.

+++++

Las siete de la tarde. Terminó de comer y se encerró en su cuarto. Me he pasado la tarde sola, en el salón. Decido ir a ver como está. Me levanto y me dirijo a su cuarto. La puerta está cerrada.

-¿Puedo pasar? - pregunto, tocando.

-Claro mamá.

Lo veo, sentado en su escritorio. La mesa llena de libros, papeles, notas. El ordenador encendido y en  la pantalla más leyes.

-Hola tesoro. ¿Cómo va la cosa?

-Bueno, bien. Estudiando, ya ves.

-¿Quieres que te traiga algo de comer, o de beber?

-Coño, pues ni cuenta me he dado de la hora que es. ¿Me traes un bocata y un refresco?

-Claro, mi vida.

Voy a la cocina a preparárselo. Me gusta ser útil, ayudarlo, complacerlo. Preparo un bocadillo de jamón y queso, cojo un refresco de naranja y se lo llevo.

-Toma cariño.

-Gracias mamá. Eres la mejor.

Me quedo allí mirando cómo se come el bocadillo. Lo devora con fruición. !Pobrecito!, se moría de hambre y ni se daba cuenta. Menos mal que está su madre allí para cuidarlo.

Cuando se termina la merienda, vuelve a sus libros, ignorándome. Yo me quedo un rato más, mirándole.

Se lleva las manos a la nuca, y se acaricia, poniendo una mueca de dolor. Tanto tiempo sentado pasa factura. No puedo evitar levantarme y poner detrás de él.

Llevo mis manos a su nuca, a sus hombros, y empiezo a hacerle un masaje.

-Estás muy tenso. Relájate un poco. Deja que mami te de un masajito.

-Ummmm, sí, me alivian tus manos

Sigo la dirección se sus músculos, de sus tendones. Poco a poco noto como la tensión cede, como se va relajando. Echa un poco la cabeza hacia atrás y cierra los ojos.

En su cara hay paz. Lo miro desde arriba. Su rostro, su bello rostro. Y sobre todo, sus labios, carnosos, varoniles. Tengo ganas de bajar los míos y besarlos. Pero no lo hago, por supuesto. Soy su madre.

-Ummm sigue. Qué bien lo haces.

-Cuando tu padre llegaba de trabajar y había tenido un mal día, siempre le aliviaba así.

No le digo lo que la hacía después, pero mis ojos, involuntariamente se dirigen a sus pantalones.

Sonrío para mí. Los recuerdos se agolpan en mi cabeza.

Continúo un rato más con el masaje, hasta que él pone sus manos en las mías y me pide que pare. Mis ojos vuelven a su pantalón. Y ahora están distintos. Ahora están más abultados. Ahora esconden una erección.

-Gracias mamá. Ha sido estupendo. Pero debo seguir estudiando.

-Vale tesoro. Ta llamo para la cena.

Bajo mi cabeza y lo beso, castamente, en la frente. Mis ojos no se apartan de sus pantalones

Cuando salgo de su cuarto, mis pezones están duros como piedras y mis bragas mojadas. Me voy a mi dormitorio, entro y cierro la puerta tras de mí. Al poco, estoy tumbada en mi cama. Mi mando derecha, bajo mis bragas, con los dedos frotando mi inflamado clítoris. Mi mano izquierda bajo mi blusa, atrapando uno de mis pechos.

No es la primera vez que me masturbo pensando en mi hijo. Lo deseo desde hace tanto tiempo. Pero es la primera vez que lo he visto excitado. No dejo de pensar en su polla dura bajo su pantalón mientras yo le daba le masaje.

Estallo en un fuerte orgasmo, que me deja varios minutos agotada, sobre la cama. Ahora que he liberado la tensión, me pongo a pensar.

¿Por qué se excitó mi ángel? ¿Fue por mí o simplemente porque es un hombre joven con necesidades?

No sale de casa. Todo el día estudiando. No tiene vida social. Sólo me tiene a mí, para cubrir sus necesidades. Aunque no todas. Hay necesidades que una madre no puede, o no debe, cubrir.

¿Por qué no? Sé que lo necesita. Que le haría bien. Pero no puede ser.

+++++

Preparo la cena y lo llamo. Cenamos en la cocina. Le pido que no estudie más hoy. Que descanse lo que queda del día.

Accede a regañadientes.

Pasamos una noche estupenda, viendo un par de películas en la tele. Me encanta estar así con él, tranquilos. Sin decir nada. Sólo haciéndonos compañía.

-¿Te gustó el masajito?

-Uf, ya lo creo, mamá. Me relajó bastante y luego pude estudiar mejor. Gracias.

-No hay de qué, mi vida. Soy tu madre y haré todo lo necesario para que estés bien.

Bueno, no todo lo que me gustaría. - pienso - Soy su madre y no puedo.

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Han pasado varios días desde que le di aquel masaje, y otra vez estoy en su cuarto. Él estudia, sin mirarme.

-¿Quieres un masajito?

-Sí, la verdad es que me vendría muy bien.

-¿Por qué no me lo has pedido?

-Es que no quiero molestarte.

-No seas tonto. No es molestia para mí. Soy tu madre y mi deber es que seas feliz.

Sus músculos están otra vez tensos, y los voy aflojando con mis pulgares. Él cierra los ojos y se deja hacer. Mis ojos no dejan de mirar hacia su entrepierna, buscando señales.

El corazón me late cuando veo como empieza a notarse la hinchazón. Entonces, como la otra vez, lleva sus manos a las mías y me pide que pare.

-Shhhhh, un poco más. Aún estás tenso.

-Pero mamá..tengo que... estudiar.

-Hágale caso a su madre, caballero.

Quizás tema que me dé cuenta de su excitación. Quizás debería decirle que no se preocupe, que es normal. Que es un hombre y que su cuerpo tiene necesidades.

Él lleva sus manos allí, tapándose. Mis dedos masajean sus músculos y mis ojos miran sus manos. Mi excitación me hace pensar locuras.

-Bueno, mi vida. Ya está. Estudia ahora más relajado.

Salgo casi corriendo. No me da tiempo a llegar a mi cama. La excitación es demasiada. En el mismo pasillo, meto mi mano por dentro de mis empapadas bragas y basta que me frote un poco para correrme, mordiéndome la otra mano para no gritar.

Mis piernas flaquean y, apoyando mi espalda contra la pared, voy cayendo hasta quedar sentada en el suelo. Mi mano sigue dentro de las bragas.

Miro hacia la puerta de su cuarto. Tras ésta está mi niño, estudiando. ¿Pero podrá estudiar así, excitado? Mi mente empieza a imaginar cosas. Me digo que no, que en cuando salgo de su cuarto saca su dura polla y se masturba. Me imagino que tras esa puerta mi hijo se está masturbando porque yo lo he excitado, con mi masaje.

Y me vuelvo a masturbar. Si él abriese la puerta, me descubriría. Pero eso, en vez de asustarme, me excita aún más. Cierro mis ojos y le veo, también con sus ojos cerrados, su mano subiendo y bajando lo largo de su dura polla. Sentada en el frío suelo del pasillo, me acaricio imaginando cómo él se acaricia. .

Me corro imaginando cómo él se corre.

Después, me quedo allí, sentado un buen rato.

No debo volver a hacerlo. No debo volver a darle un masaje. Aunque le hace bien, y me hace sentir bien a mí por complacerlo, también lo excita, le crea otra necesidad que yo no puedo satisfacer.

No lo haré más - me prometo a mí misma.

+++++

Pasan los días. No he vuelto a ir a su cuarto a darle un rico masaje. Pero me sigo masturbando pensando en él. Ese deseo al algo mío, íntimo. De nadie más. A nadie le importa y a nadie le incumbe. Sólo a mí.

+++++

Estamos comiendo en la cocina. Él se queja de dolor en la espalda.

-Uf, debo de tener un pinzamiento, o algo. ¿Me darías luego un masajito de los tuyos?

Siento el latir repentino de mi corazón. ¿Cómo voy a decirle que no a mi tesoro? Mi deber de madre es cuidar de mi hijo.

-Claro, tesoro. Por la tarde iré a tu cuarto. Deja que mami te cuide.

-Gracias. Eres la mejor.

-Y tú un adulador.

Me sonríe. Tiene una sonrisa tan linda que no puedo evitar devolvérsela.

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Estoy nerviosa. Él me espera en su cuarto. Le prometí darle un masaje para aliviar su maltrecha espalda.

Yo he cumplido mi promesa. No he ido y ha sido él el que me lo ha pedido.

Toco a su puerta.

-Pasa mamá.

Está sentado, como siempre, ante un mar de papeles.

-Aquí está tu fisioterapeuta.

-Gracias por venir, doctora.

-De nada, caballero. Es mi obligación.

Empiezo con el masaje. Está más tenso que otras veces. Le hacía falta, y yo se lo he negado todos estos días.

He sido una mala madre. Mi tesoro tenía una necesidad y se la he negado por razones de fuera de casa. Razones que dentro no deberían importar.

Me espero en hacerlo bien. En relajar su cuerpo. El cierra sus ojos y suspira, aliviado.

-¿Te siente bien?

-Estupendamente, mamá. Lo necesitaba, de verdad.

Eso me hace feliz. He cubierto su necesidad. Sus manos lentamente se ponen en sus pantalones. Esta vez no me pide que pare. De verdad que necesitaba ese majase.

¿Y qué hay de sus otras necesidades? Mi mente trabaja a toda prisa, buscando razones para no seguir. Pero por cada una que encuentro, siempre obtengo la misma respuesta. Una madre tiene que cuidar de su hijo. Tiene que cubrir sus necesidades.

Miro sus manos. Esa necesidad... ¿Tengo que satisfacerla? Me digo que no, me digo que sí. En el fondo, sé que es lo que yo deseo. Quizás, si no me mira...

-¿Me prometes que no abrirás los ojos?

-¿Qué?

-Prométeme que no me mirarás.

-¿Por qué dices eso? No entiendo...

-Shhhhh. Tú sólo promételo. Cierra los ojos.

-Está bien. Lo prometo.

Él obedece. Cierra sus luceros. Mis manos van hacia su pecho. Siempre fue deportista, y se nota en sus músculos. Estos meses de encierro no han cambiado eso. Le doy un beso en la frente.

-Deja que mami se ocupe de todo. Deja que mami te cuide.

Lo beso en la sien derecha. Luego, en la izquierda.  Pero desde detrás no puedo hacer mucho más, así que me pongo a un lado y giro su silla, que es de esas con ruedas, tipo oficina. El sigue con los ojos cerrados. Sus manos, siguen tapando.

Me arrodillo. El corazón se me quiere salir por la boca, desbocado. En mi mente dos ideas están en pleno conflicto. Una madre no debe de hacer esto. Una madre tiene que cuidar de sus hijos. Mi cuerpo, excitado, inclina la balanza.

Mis manos van hacia las suyas. Las acaricio y las tomo entre las mías. Las llevo a mi boca y las beso. Mis ojos están clavados en el bulto que forma su pantalón.

-Eres mi tesoro - le digo susurrando - mi vida.

Dejos sus manos a los lados. Noto como él respira más hondo, sin abrir los ojos. Las mías se posan en sus rodillas, y , lentamente, empiezan a subir, acariciando sobre la tela, directas a su objetivo.

Me estremezco toda cuando por fin llego, cuando mis manos se posas sobre su dureza. Le miro a los ojos. Es un buen chico, y obedece a su madre. No los abre. Recorro con mis dedos su dura polla.

-Mami siempre cuidará de ti. En todo lo que necesitas.

-Mamá...

-Shhhhhhh silencio, mi amor. Sobre todo, cierra los ojos.

El sonido de su bragueta al bajarla recorre mi espina dorsal. Él se estremece, como yo. Mi coño está tan mojado que siento como la humedad ya traspasa las bragas y empieza a mojar mis muslos. Mis pezones me duelen de lo duros que están.

Una de mis manos entra por la abertura, en busco de su hombría. En busca de su polla. La polla de mi hijo. La palabra retumba en mi cabeza. Polla. Polla. Polla. Excitándome aún más.

La saco, y me quedo mirándola. Sabía que sería así. Mi niño es tan hermoso que su polla tenía que ser hermosa. La aferro, sintiendo su calor, su dureza, su firmeza. En su cara veo reflejado placer. Y eso me hace tan feliz. Darle placer a mi tesoro. Mi mano empieza a subir y bajar, y él a gemir.

Y como hacía con su padre después de darle un masaje, bajo mi cabeza hacia su polla y la beso, con ternura, con amor. Suaves besitos en la punta, antes de sacar mi lengua y lamerla.

-Agggggggg mami...qué bien.

No le respondo. Mi boca se abre y empiezo a meterme su polla en la boca., lentamente, disfrutando de la sensación. Hacía mucho tiempo que no la sentía. Una dura y suave polla entrando en mi boca. Y ésta es la más especial de todas.

Él se agarra con las manos a los apoyabrazos de la silla. Me acuclillo, juntando los muslos, presionando mi coño entre mis muslos. Y empiezo a mamar. Chupo, sorbo mientras mi cabeza sube y baja, lentamente. Sin dejar de mirarle a los ojos, aunque continúen cerrados. Su bello rostro, surcado por el placer, es mi premio.

El ritmo aumenta. El ritmo de mi cabeza y el ritmo de sus gemidos. Su polla empieza a dar avisos, en forma de pequeños espasmos que puedo sentir en mi lengua. El premio final se acerca.

Sus dedos se aferran con fuerza a la silla, quedándose blancos. Sus piernas se estiran, tensas. Sus caderas se mueven arriba y abajo, como queriendo que su polla desaparezca dentro de mi boca.

Y ahora, todo su cuerpo se tensa. Su polla tiene un fuerte espasmo y un potente chorro de semen sale disparado, chocando contra mi paladar. Es seguido de más, que recibo en la lengua, que no deja de pasearse alrededor de la pulsante cabeza de su polla. Me va llenando de su calor, de su espesa leche. Su sabor me embriaga. Apenas puedo retener la cantidad que llena mi boca, por eso empiezo a beberme su néctar. Lo siento bajar por mi garganta, y mi estómago lo recibe con un orgasmo intenso, que casi hace que me atragante.

Yo también lo necesitaba. Hace ya demasiado tiempo que no bebía la esencia de un hombre. Primero, del padre. Ahora, del hijo.

Mi niño estaba muy necesitado, estaba muy lleno. Pero para eso estoy yo aquí, para cuidarlo. Mantengo su polla en mi boca, aunque ya no sale nada. Sus ojos continúan cerrados, pero su cara ahora es de paz, de desahogo, de abandono. Sólo su pecho sube y baja al ritmo de su agitada respiración.

Sigo chupando, limpiando. Dejando su preciosa polla sin rastro alguno de su leche. Toda ha sido para mí, no he desperdiciado nada de su alimento.

-Ahora mi niño está más calmado y podrá estudiar tranquilo.

Intento volver a meter su polla en el pantalón. Pero sigue igual de dura que antes. Quizás mi niño no esté aún saciado del todo. Desde luego, yo no lo estoy.

-Ummm, parece que aún no estás completamente a gusto, mi vida. Mami se ocupa.

Vuelo a mamar. Vuelo a chuparle su polla. Me ayudo de mi mano. Sigo tan caliente que la otra mano la llevo a mi coño y me masturbo al tiempo que le como la polla. Esta vez no se corre tan rápido. Aguanta varios minutos, lo que me permite disfrutar más tiempo de su deliciosa polla.

Yo no tengo su aguante. Yo no paro de correrme una y otra vez, deseosa de que me regale una segunda descarga de su simiente. Pero él se resiste. Quizás también disfrute de mi boca y esté reteniéndose para alargar el placer.

-Ummmm dale a mami su premio, mi amor. Dale a mami tu leche caliente. La necesito....

Se hace de rogar. No deja de gemir, de quejarse de placer, con los ojos apretados, hasta que al fin ya no puede más y mi boca se llena otra vez de caliente, espesa y saladita leche. Es menos cantidad que la primera vez, y la puedo retener toda en mi boca. Así la saboreo con calma.

Lo bebo despacito a pequeños tragos. Mi orgasmo más intenso coincide que el último.

Quedo rota de tanto placer. Apenas puedo moverme, pero tengo que hacerlo. Su linda polla ahora se ha aflojado un poco y me permite guardarla en su sitio. La dejo a buen recaudo y le subo la bragueta.

Aún tiene los ojos cerrados. Me levanto. Mis articulaciones crujen. No puedo evitar acercar mis labios a los suyos y darle un tierno beso.

-Hasta luego mi vida. Nos vemos en la cena.

Cuando llego a la puerta, el me habla.

-Gracias mamá. Hasta después.

Ya me mira. Ya ha abierto los ojos. Le sonrío y le dejo, para que estudie.

Durante la cena no hablamos del sucedido. Sólo somos madre e hijo hablando.

"Si no me mira, no hay pecado", me digo.

+++++

Amanece un nuevo y maravilloso día. Le preparo el desayuno a mi tesoro y se lo llevo a su cuarto. Ya está estudiando.

-Buenos días, mi amor. ¿Cómo estás?

-Muy bien, mamá.

-Aquí te dejo el desayuno. Cuando termines, llámame y vendré a recogerlo.

Espero en la cocina, preparando y recogiendo. Al poco lo oigo llamarme. Dejo lo que tengo en mi manos y voy a su cuarto.

-Ya está, gracias.

Voy a recoger la taza. Mi vista se fija en sus pantalones. La tiene dura, y no hace nada por taparse. Sé lo que desea. Sé lo que deseo.

-Cierra los ojos, mi vida.

Él ya desayunó. Ahora es mi turno. En este momento no se me ocurre mejor desayuno para mí que unos tragos de su hirviente semen lanzados con fuerza en mi boca, para degustarlos y beberlos. Me arrodillo entre sus piernas y le saco la polla. Me parece aún más linda que ayer.

Gemimos los dos. Los dos sentimos placer. Él el placer que le da mi boca, mis manos. Yo el placer que me chuparle la polla, el placer de mis dedos en  mi coño, pero sobre todo, el placer de hacerlo por él, de serle útil.

Se corre a borbotones, entre espasmos, moviendo sus caderas, como si follara mi boca. Después, le limpio bien la polla con mi lengua, le guardo en su sitio y me voy, llevándome la taza del desayuno.

-Gracias, mamá. Por todo - me dice, mirándome

-De nada, tesoro.

++++++

Ahora, mi desayuno diario es su semen. Y mi merienda. Sé que lo desea porque cuando voy a verle cierra los ojos sin que yo se lo pida. Ahora me acaricia el cabello mientras mi boca sube y baja a lo largo de su polla, y me mantiene apretada contra él mientras se corre, llenándome la boca primero, y mi estómago después.

Sé que todo esto le hace bien. Me dice que ahora estudia mejor, que está más relajado, que su mente absorbe los conocimientos con más facilidad.

Eso me hace sentir bien. Una madre se siente bien cuando ayuda a su hijo. Desde que me lo dijo, el beso que le doy de despedida, en la boca, es profundo, intenso. Su lengua busca la mía.

++++++

Hoy me levanto un poco triste. Es el aniversario de la muerte de mi marido. Como siempre, le preparo el desayuno a mi hijo y se lo llevo.

Me llama para que lo recoja a los pocos minutos. Sé que me espera con los ojos cerrados, así que no me ve entrar completamente desnuda. No hace falta que se lo diga, pero lo hago.

-No abras los ojos, mi amor

-No mamá. No lo haré.

Es un día especial. Hoy soy yo la que necesita consuelo. Si una madre tiene la obligación de darlo todo por un hijo, un hijo también debe de complacer en lo posible a su madre.

Me arrodillo. Mis manos bajan el pantalón de su pijama, liberando su inhiesta polla. Mi boca la saluda, mis labios la besan, mientras él acaricia con amor mi cabello.

Me levanto otra vez. La silla aguantará el peso de los dos, o al menos eso espero.  Me subo sobre él, que se pone tenso al saber lo que va a pasar.

Agarro su polla. La mantengo firme y me siento sobre ella. Mi garganta deja escapar un gemido cuando las paredes de mi vagina son separadas por su duro miembro. Me dejo caer hasta quedar totalmente sentada, con su polla clavada en mi coño.

Me quedo así un rato, disfrutando de la sensación ya casi olvidada de tener la vagina llena de una dura polla.

También mis ojos están cerrados. No hablamos, sólo sentimos. Empiezo a moverme lentamente, rotando las caderas, haciendo que su polla me roce. El placer es tan intenso.

Abro mis ojos. Miro a mi tesoro. Acerco mis tetas a su cara. No tengo que decirle nada. Me las besa con amor, me las chupa y atrapa mis pezones entre sus labios. Mama como cuando era un bebé. La sensación es maravillosa.

Empiezo a subir y bajar. Sus manos no dejan de acariciar mis tetas, su boca de besarlas, sus dientes de morderlas. Y su polla no deja de entrar y salir de mi coño.

Mi primer orgasmo estalla de improviso, haciéndome temblar de placer. Él no deja que me quede quieta. Con sus manos en mis caderas me anima a seguir cabalgándolo, sin descanso.

Hacía mucho que no tenía una polla dentro de mí, pero aún recuerdo las señales. Las de su cara, las de su cuerpo, las de su polla. Los pequeños espasmos, que la hacen endurecer más.

Me preparo. Yo también estoy lista. Entierra su cara entre mis tetas y empieza a correrse con fuerza en lo más profundo de mi coño, llenándomelo de calor. Su leche se estrella contra la entrada de mi útero y luego se difunde por toda mi vagina, impregnando hasta el último rincón de su esencia.

Justo cuando lanza su última descarga, me corro. Mi coño parece querer exprimir su polla, buscando cualquier rastro de leche que pudiera quedarle dentro.

Nos quedamos un rato así. Acerco mi boca a la suya y nos besamos con mucha ternura. El me acaricia con suavidad.

Me levanto con cuidado. Llevo una mano hacia mi coño, tapándolo. No quiero que su semen se salga. Lo quiero sentir dentro de mí.

-Estudia, mi amor -le susurro antes de salir de su cuarto.

No miro atrás. Si abre los ojos me verá desnuda. No me importa.

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Quedan muchos meses para las oposiciones. Y durante todos esos meses, seguiré siendo una madre que cuida de todas las necesidades de su hijo. Y él de las mías.

+++++

Ha aprobado. Ha sacado el nº uno. No quepo en mí de felicidad. Me digo que parte de su éxito, aunque sea una pequeña parte, es mía.

Sin embargo, la inmensa alegría me dura poco. Ahora ya no me necesitará. Volverá a salir, a tener amigos...amigas.

Me queda el consuelo de haber cumplido con mi deber de madre. Y eso me hace sentir orgullosa.

Él no está. Ha salido a celebrarlo con sus antiguos amigos. A mí solo me queda esperar a que llegue a casa, como una buena madre.

Pero el sueño me vence, me voy a la cama. No sé si podré dormir sin saber que está bien. No estoy acostumbrada a que esté fuera.

De madrugada, oigo la puerta. Al fin ha llegado, al fin respiro tranquila. Me doy la vuelta para dormir.

La puerta de mi dormitorio se abre. Oigo como se acerca, como se sienta en mi cama. Su mano acaricia mi cabello. Si fuese una gata, ronronearía.

-Mamá. Jamás podré agradecerte todo lo que has hecho por mí. Lo que soy es gracias a ti.

Me doy la vuelta y lo miro. No puedo evitar que lágrimas de alegría caigan por mis mejillas.

-Sólo he hecho lo que cualquier madre haría por su hijo. Ayudarlo.

-Has hecho mucho más que eso. Mamá...

-Dime mi amor

-Cierra los ojos.

Lo hago. Empiezo a temblar. Sus labios me queman en los míos. Nos besamos con pasión, mientras me desnuda poco a poco. Después siento como él también se desnuda.

Lo recibo con las piernas abiertas. Su dura polla se clava a fondo en mi coño. Mi espalda se arquea y mi garganta deja escapar un gemido de placer.

Empieza a follarme, despacito, a fondo, besándome, acariciándome.

-Mamá....

-Aggggg dime mi vida.

-Abre los ojos.

Despacio, lo hago. Nos miramos y sonreímos. Y ya no dejamos de mirarnos mientras hacemos el amor. Ni siquiera cierro los ojos cuando empieza a correrse, llenándome de su leche y de placer.

No los cierro ni cuando me corro mientras me mira.

Solo los cierro cuando se tumba a mi lado y me abraza.

Y los abro por la mañana, cuando el solo clarea por la ventana. Aún me tiene abrazada.

FIN