Ciencia Infernal
Dos amigas investigan y tratan de mejorar genéticamente ciertas características de los hombres.
¡Carito, por fin he triunfado!
Cuando Marcela Argentina, la famosa científica investigadora grito entusiasmada esa frase al verme, yo temblé de miedo. Marcela es mi "pareja" especial desde hace mucho tiempo y yo he sido para ella más que un ayudante de laboratorio. Ambas nos conocimos en la Universidad cuando correteábamos a los chicos y obteníamos fantásticas muestras de semen las que guardábamos en grandes frascos de vidrio y disfrutábamos golosas los fines de semana.
Lo he logrado, he encontrado la fórmula, ¿me escuchas?
Cielos, claro que la escuche y me quede patidifusa sin saber ahora lo que podría esperar de esta magnífica científica, un poco trastornada con su obsesión sexual, pero increíblemente inteligente, siendo decana de la facultad de Bioquímica Humana antes de cumplir los 30 años, Marcela Argentina se había convertido en toda una institución en el desarrollo de la genética moderna.
-Carito- me susurro con esa mirada brillante que yo conocía muy bien cada vez que se encontraba en celo y había localizado un gran ejemplar de macho semental para nuestros experimentos. ¡He logrado injertarlo, funciona!
Marcela bailaba girando por todo el laboratorio, moviendo su culo redondo que aún la fría bata de laboratorio no lograba disimular, mientras hablaba rápidamente haciendo grandes planes para las dos.
-¡Imagina la pija que vamos a disfrutar, Caro!- No mas pelearnos la leche cremosa de nuestras bocas y no mas sufrir por pijas simplonas y pequeñas... ¡Un burro! ¡Carito, he logrado injertarlo!. Ahora esos idiotas profesores de la Facultad van a tener que aceptar mi éxito, y no podrán contradecir mis experimentos....
Por un instante, suspensa en el tiempo y en las emociones, pude ver toda la historia de nuestra relación, prácticamente el sonido se diluyó y volví a estar en ese pequeño y coqueto bar donde nos conocimos hace años...
Marcela no parece la clásica investigadora de Bioquímica y Genética Humana y yo tampoco puedo aparentar ser una brillante estudiante de postgrado, creo que las dos íbamos buscando un macho pijudo con grandes bolas llenas de leche para poder dormir tranquilas. Cuando nos conocimos, puedo decir que una energía galvánica nos unió y esa descarga eléctrica se hizo más fuerte al sentarnos juntas en un rincón oscuro para platicar...
-Debe de existir una fórmula o un compuesto que permita a la pija de un macho crecer mas de tres veces su tamaño normal, así como poder producir una leche mas cremosa y en mayores cantidades. Tengo un pequeño laboratorio en mi departamento y vengo a estos lugares para buscar sujetos de experimentación. Ahora tengo la experiencia para poder trabajar con seres humanos y los resultados, claro, son muy satisfactorios- Cuando me dijo esto con la lengua relamiendo sus labios, con la promesa de oscuros y depravados placeres, decidí unirme a ella y convertirme en su ayudante incondicional en esos experimentos blasfemos que nos llenaban de deseo a ella y a mi.
Esa noche, a unas horas de conocernos, me montó en una máquina de su invención, la cual me hizo venirme como perra puta, como nunca lo había sentido. Un gran, gigantesco dildo bombeaba y giraba a gran velocidad por mi rajita mientras ella me obligaba a lamer su vulva caliente y jugosa, empujando mi cabeza contra su sexo ardiente, me grito: "Puta, puta, traga mi leche, cabrona puta".
Desde entonces la amo.
Marcela empezó a hacer experimentos con animales como perros, algunos caballos de la granja de sus tíos y gracias al laboratorio de la Universidad, con simios. Ella había logrado sintetizar una droga que al ser aplicada al sujeto le provocaba un crecimiento desproporcionado de la pija, el cual llegaba a veces a ser difícil de manejar, igualmente la droga producía una cantidad monstruosa de semen que podía deshidratar al sujeto, por lo que debíamos de estar muy atentas de darle muchos líquidos vigorizantes.
Es así que en ocasiones nos quedábamos solas en el laboratorio de la Universidad el fin de semana y una vez aplicada la droga a conejos, los utilizábamos como pistolas de agua para jugar desnudas y corretearnos entre las mesas del laboratorio, cada una cargando un gran conejo macho entre las manos y apretando sus huevos hinchados como gatillos nos llenábamos de una crema dulce y espesa, muy resbalosa para luego lamernos el cuerpo una a la otra y terminar atragantadas de leche.
Pero Marcela aún quería más.
Empecé a tener miedo cuando murió Boby, el precioso perro gran danés que teníamos en el laboratorio, Yo tenía miedo de que Marcela le aplicara la droga, porque en verdad quería mucho a Boby, muchas ocasiones cuando Marcela salía a cenar y me dejaba sola limpiando la cristalería del laboratorio, yo soltaba a Boby de su gran jaula para que pudiera estirar sus patas, entonces me subía en un banco para lavar los instrumentos y abría mis piernas al máximo, me quitaba las bragas y untaba mi sexo y mi culito de gelatina, Boby se acercaba y cielos, lamía desenfrenadamente mi vulva y metía su gran lengua en mi rajita hasta hacerme venir y tener que agarrarme al borde de la mesa con ambas manos.
Cuando Boby recibió la dosis, Marcela ya se encontraba desnuda en el piso ofreciéndole su redondo culo, moviéndolo y girándolo rápidamente para excitarlo mientras yo trataba de contenerlo con su cadena de castigo al cuello. Yo también estaba muy excitada viendo el sexo abierto de Marcela y observando como Boby mordisqueaba sus nalgas y olfateaba su culo, pensando: "Cielos, eso me hace a mi este perro". La Pija de Boby empezó a crecer y debido a la fórmula infernal se convirtió en menos de cinco minutos en una quinta pata del perro, pero mucho más grueso, la cual golpeaba contra el suelo y el pecho del perro como un gran resorte de hierro.
En ese momento Marcela me dijo: -mide su pija, Caro, necesitamos saber ese dato- Yo, tontamente y sin pensar, los dejé solos para ir a buscar el flexo metro, cuando regresé, vi. lo innombrable, Boby se encontraba montado sobre la espalda de Marcela y su gigantesca Pija entraba y salía de su raja haciendo el ruido mas infernal que yo he escuchado, plaff, ploff, plaff, ploff, como si una banda de obreros estuviesen destapando una coladera, mientras Marcela con los ojos desencajados y soltando pujidos infernales gritaba: Puta Pija !! ¡Puta Pija!, Cuando traté de separarlos, el perro empezó a eyacular cantidades de leche como nunca lo había visto dejando resbaloso el piso y bañando todo el cuerpo de Marcela en una capa blanca de semen espeso como crema.
Horrorizada, trate de tomar al perro por su collar de castigo, pero Marcela, posesionada, enloquecida y con la mirada perdida giro mas rápidamente que yo, batida en toda esa leche olorosa y tibia para introducir en su boca hambrienta la punta gigantesca de la Pija de Boby y apretar los huevos del perro, el cual dando un aullido profundo continuo bombeando su semen espeso directamente a la boca de Marcela. Yo perdí el conocimiento cuando vi como el estómago de Marcela crecía en ese mismo instante lleno de todo ese semen que como una manguera abierta entraba directamente de la Pija endurecida del perro.
Desperté en la pequeña habitación que compartíamos las dos.
Marcela nunca mas volvió a mencionar al perro, al cual reporto simplemente como "desaparecido", yo por miedo a su cada vez más fuerte locura, guarde silencio esperando que esa experiencia hubiese sido suficiente para tranquilizar sus bestiales apetitos.
Estaba yo muy equivocada.
Cuando Marcela me presentó al Gallego, lo primero que observé fue su gran bulto debajo del pantalón, le sonreí con coquetería dado que a estas alturas ya sabía lo que buscaba Marcela en este sujeto, sin embargo, pensé que solamente sería un candidato mas a una buena "ordeñada" por parte de las dos la noche del sábado, así que no me preocupé cuando Marcela me dijo que podía retirarme temprano esa noche del laboratorio y supongo que fue mi miedo hacía ella lo que me hizo ocultar a mi conciencia su mirada brillante cuando me despidió esa noche.
Cuando Marcela me habló a las tres de la mañana, con la voz histérica y gritando obscenidades, pidiéndome que me presentara inmediatamente en el laboratorio de la Universidad con el viejo volkswagen que teníamos las dos, no podía sospechar aún los terribles y oscuros horrores que me esperaban, sospechaba vagamente que tal vez el tal Gallego la hubiese golpeado, frustrado por la intolerable necesidad de Marcela de pijas duras y grandes, lo cual no era la primera vez que sucedía cuando se quedaba sola con un tipo en el laboratorio.
Al llegar, sucedió el terror.
Marcela se encontraba desnuda, cubierta de pies a cabeza, con el cabello completamente empapado, de un líquido blanquecino y espeso que chorreaba en gruesos goterones, resbalando por sus senos grandes, en el piso a sus pies, una gran mancha de líquido resbaloso se extendía lentamente, al abrir la boca, grandes cantidades de una masa blanca semi-translucida salía a borbotones de su boca mientras su estómago hinchado como si hubiese comido exageradamente, se convulsionaba para provocar que grandes cantidades de esa leche espesa escurriesen de sus labios empapando sus senos y cubriendo sus grandes pezones morenos, deslizándose a su vulva depilada y juntándose ahí como un río diabólico y formar una pequeña catarata entre sus muslos cayendo al piso con un desagradable sonido de splashh.
-Tengo que decirte algo- alcancé a entender que decía con su boca rebosante de esa crema casi blanca. Este sujeto Gallego es uno de mis colegas que no creyó en mis experimentos. Al decir esto, volteaba a ver divertida, como si estuviese drogada o borracha hacia la parte trasera de la mesa de laboratorio, lugar que quedaba sumido en las tinieblas por la escasa iluminación.
-Verás, Carito- dijo Marcela, tambaleándose para no resbalar en ese mar de líquido viscoso que la cubría. El gallego HA COMPROBADO muy bien mi teoría... Y al decir esto, empezó a llorar y reír convulsivamente y cayó de rodillas en medio de esa pasta lechosa y decir balbuceante debido a la crema espesa que seguía regurgitando espasmódicamente.
Espantada, corrí hacía ella para abrazarla y tratar de cubrirla con una manta y ver que sustancia es esa que la cubría y empapaba su cabello. Al abrazarla, sentí esa pringosidad y viscosidad en mis manos y mi pecho y no pude resistir la tentación de tocarla con los dedos y acercarla a mi nariz para olerla, su olor se me hizo muy conocido, tanto que tuve miedo de aceptarlo concientemente, pero no pude resistir y me llevé un dedo a la boca con esa sustancia espesa, resbalosa y cremosa. No pude más que gritar llena de espanto al comprobar que esos litros y litros de viscosidad infernal que cubría totalmente el cuerpo de mi Amiga y que se extendía como una mancha grasienta por todo el laboratorio, era semen de hombre.
Horrorizada me levanté y busque al otro lado de la mesa del laboratorio para observar todo el horror que jamás podré volver a resistir.
Del otro lado de la mesa del laboratorio se encontraba el cuerpo desnudo del gallego, su rostro convulsionado en una mueca de placer y horror como jamás ninguna artista del horror podría reproducir. Lo que me hizo gritar histéricamente y hacerme perder la razón, llevando mi mente a los profundos abismos de la locura, no es que su rostro fuese una máscara terrible de convulsión - placer - terror.
No fue que su cuerpo se encontrase rígido, ya muerto, dado que había tenido oportunidad anterior de tratar con cadáveres en mi calidad de asistente de laboratorio.
No fue nada de eso. Lo que me hizo gritar de terror fue lo que vi que aún sucedía en su cuerpo.
Porque de ese cuerpo muerto desde hacía horas, aún seguían saliendo chorros espesos y convulsos, bañando su pecho y mojando el piso del laboratorio.
Seguían saliendo chorros espesos de SEMEN de su pija monstruosamente grande y endurecida.
Ahora, sigo a Marcela en un estado de conciencia dormida, embrutecida mi alma, obedeciendo ciegamente sus órdenes mientras ella continúa con su afán infernal de pijas.