Cielo extraño

Un cura que me enseñó a amar

Uno va creciendo tratando de tener convicciones profundas, y mas cuando se trata de basarla en valores profundos con la fe. Me llamo Mariano.

Yo tenía en ese momento 18 años, y participaba activamente de la vida de la Iglesia. Muchos eventos y tiempos de formación juvenil. En una oportunidad me enviaron como delegado de mi parroquia a un encuentro diocesano. En la casa de retiro donde nos encontramos todos, había laicos, religiosas y curas de varios pueblos vecinos. Al finalizar el evento, luego de tres días, quedé muy amigo de un curita del interior, y le pregunté algunas cosas de su vida y como podía interiorizarme más porque mi idea era ser sacerdote.

El me invitó a que lo acompañara en su viaje de vuelta, aprovechando que yo no tenía clases ni el lunes ni martes de esa semana porque se realizaban examenes a los alumnos que debían materias previas. Le pedí permiso a mi mamá y me dijo: "andá, pero tene cuidado porque a veces estos curas se sobrepasan". Fue el curita a mi casa y le cayó bien a mi vieja.

Emprendimos el viaje, llegamos al pueblo donde estaba su parroquia. Durante dos días fueron charlas y vivencias muy lindas con varios grupos de la Iglesia. En la segunda noche lo acompañé a una capilla cercana donde ibamos a dormir y desde ahí, a la mañana siguiente, me volvía a mi pueblo.

El cura, que se llama Fabián y tenía 35 años, en un momento se acerca adonde estaba yo mirando la tele y me encuentra embobado mirando una película donde aparecían varios hombres semidesnudos. Me preguntó si algo me interesaba de esa película, o por que estaba ahí enganchado. Quedé rojo de vergüenza. Se hizo el tonto y se fue. Llegó la hora de dormir y me dijo que en la capilla solo había una cama de dos plazas, si yo no tenía inconveniente en dormir con él. De lo contrario me preparaba el sofá del living. Le dije que no había problema…y ahí creo quise ver que era eso de dormir con un cura.

Nos dimos un baño, y cuando yo salí solo con mi slip puesto, él me abrió cama y nos acomodamos para seguir charlando. Cuando nos llegó el sueño, apagó las luces y nos dimos vuelta, cada para su lado. Al rato siento que se da vuelta hacia mi y me abraza. El también solo tenía el slip puesto. Era la primera vez (y la única hasta hoy) en que veía a un cura "sin nada". Yo me hago el boludo y lo dejo hacer. Se fue acercando más y más, hasta que me adherí totalmente a él. En eso siento que su bulto me está apoyando toda mi redondez y mi reacción fue sacar el culo para afuera.

Había tenido experiencias de sexo con pibes de mi edad, pero era un novato en casi todo. Lo dejé besarme la espalda y me fui soltando y relajando. El silencio nos envolvía: ni una palabra entre nosotros.

Me di vuelta y busqué su boca, que me dio un beso extremadamente cariñoso. Como besan estos curas!, pensé. Nos sobamos un buen rato y nos quitamos los slip, así, en silencio, sin saber que es lo que iba a pasar. Nos tocábamos, nos olíamos y pensé que ese espacio y ese momento eran divinos. Nuestras lenguas parecían tener esa "sed de cuerpos" que llena de morbo el momento y donde ya no se piensa.

Me puse de nuevo espaldas a él, como en cucharita, pasandome su dedo mayor por mi orto, enloquecí de pasión. Le agarré la pija y se la llevé hasta la puerta de mi ano. Con qué dulzura me trataba, y mientras sus manos recorrían todo lo que podían, pasando una pierna por encima mío, me la metió hasta el fondo. Que hermoso placer. Cómo la sabe manejar! pensaba yo. Estuvimos en ese silencio donde se podía escuchar hasta el latido de nuestros corazones, acompasados con el choque de sus bolas en mis nalgas y algunos grititos que me salían. De a ratos la sacaba y otra vez la función. Yo no me atreví a darme vuelta ni a buscar otra posición. Me hacía la idea de que no era un cura el que me estaba cogiendo, pues contrariaba mis principios y respiraba hondo, queriendo que me acabara pronto para sentir la "leche sagrada".

Cuando la pasión y los movimientos llegaron a lo más alto, sentí que se venía el cura con todo, y aceleré también mi agitación, que hacía más vibrante ese momento sublime. Nuestros cuerpos pegados y sudosos, se fundieron al máximo y ahí sentí como me regaba con su leche. Se ve que hacía tiempo que él estaba esperando ese momento, porque me llenó. Caliente mi culo, caliente de leche, no me soltó, y con su pija adentro me hice una gran paja que no hizo más que confirmar lo bien que la habíamos pasado.

Me levanté al baño, me lavé y volví a la cama. Sin mirarnos, el fue también a lavarse, y cuando se acostó, me dio un pequeño beso (el beso de las buenas noches) y se acomodó para dormirse. Creo que ninguno pudo dormirse enseguida. En mi cabeza, mil cosas, y en la de él, no tengo idea, pero se notó que lo que habíamos hecho estaba en lo prohibido y para nada era aceptable.

Al otro día salí en el colectivo que me llevaba a mi pueblo. No hablamos de lo que habíamos hecho. Eran ojos con miradas penetrantes, desafiantes, sin saber como iba a seguir esto.

A los tres días, después de analizarme y ver que mi mamá tenía razón (Cuidate!) lo llamé por teléfono. El pensó que yo lo iba a mandar a la mierda, pero fue para decirle: ¡Me encantó padre! ¡Fue hermoso lo vivido!

De ahí en más, los encuentros fueron cada dos meses y al día de hoy (ya pasaron 10 años) aquello se convirtió en un amor que hace que cada vez que nos vemos, por distintos motivos pastorales o por amistad, tengan su lugar y espacio concreto para soltar la pasión que hace tan buena la vida, aunque a ambos nos llevó tiempo conciliar nuestras conciencias.

Yo me casé, tengo tres hijos; con el Padre Fabián somos compadres, pues es el padrino del primero de mis hijos y nada nos impide hoy seguir viviendo esto tan maravilloso entre dos hombres. He salido de vacaciones con él muchas veces, y él sabe que por siempre lo amaré y lo cuidaré. Él me ama, y sigue siendo un gran cura.

Seguiré en otro relato como hemos pasado estos primeros 10 años

Mariano