Cielito lindo uno

Evelia, Rita y yo seguimos disfrutando la fantástica aventura que iniciamos hace meses, tiempo nos hace falta para tanto sexo.

C I E L I T O L I N D O U N O

Evelia, Rita y yo seguimos disfrutando la maravillosa aventura que iniciamos hace meses, cogiendo desaforadamente, como si tuviéramos quince años. Nunca faltan motivos para que alguno de los tres tenga un detalle que haga más interesante la excitante etapa que estamos pasando. Cuando por alguna razón Evelia decide dormir en su casa, al día siguiente llega y, como le hemos dado llave de la nuestra, pone en práctica lo más inverosímil; como anteayer, que entró silenciosa y primeramente buscó a Rita y luego de encontrarla le subió la falda y se arrodilló para besarle su cueva y excitarla ligeramente.

¡Ay Niña!, amaneciste jugosa, como a mí me gusta – exclama, poniéndose de pie para ir a donde me encuentro, dejando a mi mujer sumamente inquieta.

Cuando llega a donde estoy utiliza el mismo procedimiento: se pone de rodillas, baja el cierre de mi pantalón, extrae mi tronco y le da unas lengüeteadas.

Este palo cada día está más rico, aquí me pasaría la mañana completa chupándolo y no me hartaría - declara esta vez, satisfecha de habernos dado los buenos días a su modo.

Esto hizo la última vez que no durmió con nosotros; veremos que sorpresa nos ofrece la siguiente ocasión. Tenemos la imaginación tan despierta y atenta a todo lo que pueda prendernos, que hay ocasiones que al estar cada uno en su centro de trabajo, se me ocurre llamar por teléfono a cualquiera de ellas e invariablemente se que lo que hablemos versará sobre algo erótico, como sucedió ayer que llamé a Rita:

¡Hola amor! ¿Qué estás haciendo?

Pensando en ti y, como al hacerlo me caliento, tengo que masturbarme para atemperar mis impulsos

¿De veras estás manipulándote?

¡Claro!, estoy aprovechando un rato de privacía que tuve para ponerme un poquito cachonda e irme prepararando para la noche

A ver, descríbeme las indecencias que haces y piensas

Estamos en un campo inmenso y verde; tú estas tirado en la hierba, yo estoy montada encima de ti y te cabalgo majestuosamente. En cada galopada que das me taladra tu herramienta, enterrándoseme conforme trotamos, haciéndome gozar como enloquecida. Qué regia montura la que llevo, no la cambiaría por ningún otro ejemplar, así fuera pura sangre. Me gusta el garañón que monto. Tiene todo para hacerme dichosa… Y ya no sigo relatándote más, porque el clit se me ha puesto duro de tanto sobármelo y, si continuo, voy a ponerme a gritar como loca del orgasmo que alcanzaré

Por lo común ellas son las primeras en llegar a casa y, si no tenemos planeado salir a comer, hacemos equipo y preparamos algo que no sea muy complicado de preparar. La semana anterior hubo un detalle de lo más encomiable de parte de ellas: sucedió que al abrir la puerta me encuentro la gratificante sorpresa de encontrarlas enfundadas en diminutos trajes eróticos, exhibiendo la mayor parte de su anatomía. Que regalo para mis sentidos poder disfrutar a ese portento de mujeres, moviéndose sensualmente en la estancia, dejándome ver sus espléndidos traseros o bien, levantando una o ambas piernas con toda intención para mostrarme sus encantos más íntimos; y, mientras realizaban esta evolución, una y otra toqueteaban sus pezones, entrelazando sus lenguas en un beso apasionado. Por sus gestos y actitudes era notorio que tenían tiempo entregadas a esta ejecución. Se aproximaron a donde estaba, rodeándome, con una lascivia en la mirada que reflejaba el ansia de sexo que las impulsaba.

No hagas nada; nosotras haremos todo; tú solamente ponte flojito y cooperador – manifestó Rita, desbaratándome el nudo de la corbata y desabotonando mi camisa, mientras Evelia me liberaba el cinturón para bajar el cierre del pantalón.

Mientras me desvisten, aprovecho que tengo las manos libres para acariciar el cuerpo de una y de otra: pellizco sus pezones, oprimo los globos de sus glúteos generosos, paso mis dedos por sus rajas y palpo lo abultado de sus labios. Siempre tienen un detalle en mente para nuestros encuentros, en esta ocasión han tendido una manta en el piso y, ya que me han despojado de la ropa, una de ellas toma posesión de mi tranca y se planta a succionarla, en actitud febril; al tiempo que la otra se pone a mis espaldas y me practica un estímulo novedoso: separa mis glúteos con sus manos y acaricia mi ano con la lengua, provocándome un deleite que nunca había experimentado. Ya que consideran haberme provocado convenientemente, señalan que me acueste en el piso. Rita se pone a horcajadas sobre mi rostro y me apronta su pucha para que la estimule oralmente. Evelia abre sus piernas y me monta, clavándose totalmente en mi lanza, lanzando una especie de gemido placentero al sentirse penetrada.

Ya instaladas cómodamente, se ciñen en un abrazo y continúan explorando sus cuerpos recíprocamente, aturdidas de placer. Evelia y yo nos acoplamos sin ningún problema, facilitándome darle una tanda de embestidas fenomenal. Por otra parte, mi lengua no ha parado desde el instante que Rita me acercó su vientre, haciéndola jadear y estremecerse continuamente en la medida que jugueteo el interior de su cueva. Cuando estamos a punto de explotar, se incorporan y manipulando sus clítoris, al tiempo que gesticulan y gritan, empiezan a rociarme de orines. El espectáculo me resulta endiabladamente excitante por lo que, mientras ellas orinan sobre mi cuerpo, le doy unas pajeadas a mi erección y los tres acabamos al mismo tiempo como poseídos.

Recuerdas el ofrecimiento que te hice de verme orinar, hoy has tenido esa fortuna y por partida doble – expresó Evelia, sudorosa y jadeante, ofreciéndome el goce de verla arrojar el último chorro de líquido sobre mi anatomía.

Esta delirante experiencia que me regalaron mis amantes fue un maravilloso reencuentro con aquel candoroso juego de mis años de infancia. Recordé a mi compañera de travesuras, quien temía a la oscuridad y, ante mi negativa para acompañarla una noche al baño, que carecía de fluido eléctrico y debían utilizar lámpara de mano para iluminarse, tratando de convencerme prometió, con una sonrisita pícara: "Si vas conmigo al baño, dejo que me veas mientras hago pipí"

Conocer a Evelia en este plan, es lo mejor que nos pudo haber pasado a Rita y a mí; ha enriquecido nuestra vida; hemos vivido experiencias que, con absoluta seguridad, nunca hubiéramos siquiera imaginado explorar. Ellas también han salido beneficiadas, Rita y Evelia se ven más hermosas; la piel se les nota más lozana, hay más brillo en su mirada y, lo que es mejor, hacen gala de una lujuria inagotable. Lo que me sorprende es que ambas se complementan en las rutinas que efectuamos y ninguna trata de competir para conseguir mis favores. Se entregan sin reservas a disfrutar el momento que nos toque, quizá conscientes que la hermosura que transitamos puede concluir del mismo modo que empezó. Para dar rienda suelta a la fantasía, que prácticamente nos desborda, renovamos la cama matrimonial que teníamos y adquirimos una tamaño king size, donde cabemos perfectamente y podemos hacer todo tipo de malabares que induzca el deseo del trío.

Hay ocasiones que tenemos jornadas laborales agotadoras y al llegar a casa rendidos lo único que deseamos es tomar un baño tibio reparador y tirarnos en la cama a descansar para reponer la energía perdida. Yo me acuesto al centro y a mi lado reposa Rita y al otro Evelia. Invariablemente cada una encima su pierna sobre mí, y basta que cualquiera de ellas roce mi bulto para que éste despierte.

¿Alguna tiene energías para coger? – suelto la pregunta al aire, pensando que no obtendré respuesta afirmativa.

Yo no tengo energías, pero si tengo muchas ganas de coger – responde Rita, estirando su brazo para palpar mi erección.

Ni modo que yo me quede quieta viendo como lo hacen junto a mí; así que cansada y con el cuerpo adolorido, si es para coger, cuenten conmigo - secunda Evelia, tomando mi mano para llevarla a su cueva, que ya está húmeda.

En ocasiones Evelia se ausenta por días para visitar a un familiar o por cuestiones de trabajo; hace poco encontramos este recado en la contestadora telefónica:

  • ¡Hola chicos! Aquí estoy pensando en ustedes y extrañando horrores el chocho jugoso de una y la tranca filuda del otro, perforándome por detrás o por delante. Espero estar pronto de regreso para reponer lo que hemos dejado de hacer. ¡Chao! Besitos a sus apetitosos órganos. Y, por favor, no vayan a coger si mí